El observatorio de la mujer en el
Ministerio de Defensa
En la larga primavera de 2010, mientras los trámites judiciales se llevan a cabo, Zaida obtiene otro respiro intelectual realizando un curso de Inteligencia —la materia que más le interesa— de tres meses y medio, muy completo, en el que los oficiales estudian las distintas formas de obtener información: las fuentes abiertas, como periódicos, artículos; las imágenes; la información que facilitan equipos electrónicos a través de señales. Por encima de todas ellas, las fuentes de inteligencia clásicas: las humanas. Se enseña a ser espía con una restricción fundamental, pues los militares españoles —al menos en teoría— no pueden espiar en territorio nacional, por lo que los conocimientos están pensados para ponerlos en práctica cuando se hallen en misiones internacionales.
Zaida aprende numerosas destrezas que le fascinan, desde crear una red de información para proteger a las fuerzas propias desplegadas, hasta conocer los movimientos del enemigo, pasando por todo tipo de técnicas psicológicas para tratar con el enemigo: cómo manejar la información para hacerle dudar de sus convicciones, para que pierda fe y motivación. Y al revés, también le enseñan cómo levantar la moral a las propias tropas, mediante técnicas a medio camino entre la propaganda y el marketing. Por último, se le imparten un grupo de materias relacionadas con la seguridad, las telecomunicaciones y la geopolítica; y naturalmente la inclusión de la inteligencia en lo que se conoce como el «ciclo de planeamiento de las operaciones militares».
En suma, un curso interesante que viene a completar a la perfección la intensa formación y experiencia de Zaida en transmisiones. Aquellos meses van transcurriendo con una sensación de auténtica felicidad para ella. Ha vuelto a recobrar la autonomía personal y profesional. Por las mañanas va a clase, con compañeros y amigos muy queridos, que la arropan y conocen lo que ha sufrido y a los que va poniendo al tanto de novedades judiciales que llegan con cuentagotas. Por las tardes, se matricula en un máster de telecomunicaciones en la universidad, lo cual ensancha su campo de relaciones de forma muy satisfactoria. Allí conoce a numerosos civiles y técnicos cualificados de los que aprende, además de profesores muy interesantes. No tiene mucho tiempo para pensar y eso resulta esencial para su curación. La mente es fuerte y se recupera pronto si se elimina la fuente de estrés y se consiguen estímulos intelectuales y emocionales como los que ella encuentra en los estudios. Zaida ha recuperado una rutina y ha perdido el miedo. Ya no necesita escolta para moverse por su lugar de trabajo. Puede entrar y salir de su cuartel sin tensión, sin el temor a encontrarse con un tarado imprevisible. Ahora, tras una experiencia traumática, ha comprendido que estar libre de miedo es estar libre.
Al terminar el curso se establece definitivamente en el destino que le adjudicaron de manera forzosa: Sevilla. La adscriben al REW-32 (Regimiento de Guerra Electrónica, por sus siglas en inglés). No conoce a nadie en la ciudad, y José se encuentra en ese momento destinado, también forzoso, en Barcelona, donde Zaida viaja algunos fines de semana. Sin embargo, enseguida traba relaciones en la capital andaluza. Por un lado, dentro del cuartel, en el que hace cierta amistad con la comandante Campos. Ella está divorciada y a menudo necesita que le echen una mano con sus hijos y la reforma de su casa, a lo que Zaida le ayuda gustosa. Como siempre ha disfrutado de la actividad al aire libre, decide apuntarse a un club ciclista para conocer a gente fuera del cuartel. Todos los fines de semana, salvo cuando está de maniobras o viaja a Barcelona, sale con la gente de la ciudad de excursión: la mountain bike es su modalidad preferida. Empieza también a correr con regularidad, porque sabe que es un buen entrenamiento, pese a que nunca le ha gustado especialmente.
Celebra la llegada del año 2011 en Madrid junto a su familia. Su ánimo es ya muy distinto al de unos meses antes. Se siente plenamente integrada en la base y todo va sobre ruedas con sus compañeros y sus mandos. En su base, se relaciona mucho con los suboficiales, pues en el REW-32 hay pocos oficiales, y traba una especial amistad con un subteniente, Paco, que le mostraría la belleza del mundo de las bicicletas. La eligen para impartir cursos de Guerra Electrónica, y de cuando en cuando viaja a Canarias, donde éstos tienen lugar. Su mente se halla plenamente recuperada y su reputación en la base también. De hecho, todos los IPEC que se le hicieron en aquel año y medio en Sevilla resultan excepcionales, como le había ocurrido antes de que la pesadilla de Lezcano irrumpiera en su vida.
Los IPEC son un examen al que deben someterse los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, cada año al menos a uno: el ordinario. En él se evalúa el concepto que tu superior tiene de ti. Debe valorar, según su criterio, diversas aptitudes, como la capacidad intelectual, la formación física o tus relaciones sociales o valores militares. Todo ello basado únicamente en su opinión subjetiva. Son la herramienta fundamental y la más valorada con la que se obtiene la puntuación principal para el siguiente ascenso.
A pesar de que no asiste a clase de sevillanas, pues prefiere apuntarse a un curso de inglés, cuando llega la Feria de Abril, la capitán Cantera se viste de gitana para bailar en las casetas con los muchos amigos que ya tiene en la capital andaluza. José ha llegado desde Barcelona también para la feria y en aquellos días felices y distendidos, en que pueden disfrutar de estar juntos, comentan lo agradable que sería vivir allí. Se plantean que José pida el traslado y comprar una casa en Sevilla, pues ya disponen de los ahorros necesarios. Así podrían de nuevo estar juntos y tener los hijos que habían postergado.
Zaida ha conseguido dejar a un lado los problemas poniendo todo en manos del abogado, pero éste le pide que haga algo: dirigirse por escrito al Observatorio de la Mujer de las Fuerzas Armadas para relatar su caso. Quizá, además de las cuestiones puramente judiciales, puedan ayudar en algo.
En aquella misiva al Observatorio, Zaida relata su historia, intentando no añadir dramatismo y ceñirse al relato de los hechos. Sin percatarse, el tono de su carta es el del dolor traumático, como si lo regurgitara al volver a recordar. Zaida empeora al evocar la experiencia, cuando vuelven a su mente los malos momentos vividos en la base de Marines.
En su escrito hay algo muy llamativo: consta de casi cinco folios, y en ellos dedica apenas un párrafo a los hechos que propiamente constituyen acoso sexual. El resto de la carta lo dedica a los padecimientos que le ha acarreado el parte verbal contra el teniente coronel. Zaida lleva clavada la espina de la reacción de sus mandos ante el problema: la pasividad primero, el castigo que le imponen después.
A juzgar por sus palabras, se diría que le afecta a partes iguales, y desde luego queda claro que si Zaida hubiera dado con responsables militares que castigaran la actitud de Lezcano y le hubieran permitido a ella proseguir su carrera, se habría recuperado con rapidez y la situación se habría encauzado. ¿Por qué ningún coronel o general calibró la importancia de acabar con aquella impunidad?
Aquello quebró los vínculos invisibles de admiración, fe y confianza que Zaida tenía no sólo con sus mandos, sino con el Ejército como institución. Con apenas dieciocho años había depositado en ella sus valores, su futuro, sus sueños vitales y sus esperanzas en un mundo mejor. Ahora, todo aquello se revelaba como una inmensa mentira de la que le costaría mucho reponerse.
Sus palabras en el escrito dirigido al Observatorio de la Mujer de las FAS muestran con claridad su estado de ánimo:
Mi tesitura ahora es la siguiente, desde que di parte de los hechos que estaban ocurriendo conmigo y otras mujeres en el Regimiento de Transmisiones 21 (RT.21): se me ha quitado el mando de mi unidad, se me ha mentido diciendo que a mi vuelta recuperaría el mando, se me está perjudicando en mi carrera profesional… Sólo tengo 2 años y 11 meses de mando, aún sin cumplir los tres e incluso los cuatro años que ahora se determina que se cumplan para el ascenso. Se está haciendo todo lo posible para que no pueda quedarme en el RT.21, pero mi problema ya no es el RT.21. Mi problema es que quien me ha vetado en el RT.21 es el general de la Britrans (el que pudo parar todo y no lo hizo). Y además él tiene mando sobre el Regimiento de Transmisiones N.º 1, el Regimiento de Transmisiones N.º 2, el Regimiento de Guerra Electrónica N.º 31, el Regimiento de Transmisiones N.º 21 y la sección CIS (G-6) del HQ NRDC de Valencia. Las vacantes en unidades de la fuerza parece ser que ahora serán todas de libre designación. ¿Dónde puedo ir sin estar vetada?
Lo siento mucho, ayer ustedes me decían que tenía que haberlo denunciado ANTES. Ahora les digo que si llego a saberlo no hago nada, ni pongo denuncia, ni doy parte ni digo nada de nada. Sé que son palabras tristes, pero más triste es la realidad que yo estoy atravesando y más tristes son las lágrimas que tengo que derramar en mi casa, porque me echan de mi unidad o quieren echarme, y esto ya no sólo afecta a mi carrera, si no que afecta a mi familia, y todo por ser una supuesta BUENA CAPITÁN. Estos meses me han enseñado que en este Ejército se castiga lo que yo he hecho, estos meses me han enseñado que el buen capitán no es el que recibe medallas o felicitaciones o menciones, es el que hace lo que su coronel o general quiere cuando quiere, y si eres mujer, calladita estás más guapa.
Siento hablar así pero ahora mismo es lo único que siento.
No sé si pueden hacer algo, ni espero que lo hagan, la verdad es que no espero ya nada de nadie vestido de uniforme, más allá de los que me han demostrado la misma lealtad que yo a ellos.
Sólo pido una cosa: respeto, respeto como persona; respeto profesional por llevar un uniforme que tiene unas estrellas que me he ganado, y nunca, nunca, respeto sólo porque tenga un moño en la cabeza. Ya no quiero ni que se me haga caso, sólo quiero que todo desaparezca, echar marcha atrás en el tiempo y seguir como si nada. No pido más, sólo que me dejen trabajar como lo hacía hasta que un teniente coronel se cruzó en mi camino.
Me gustaría pedirles discreción, sé que es un pilar de ustedes, no quiero que se den nombres, no quiero ser foco de nada ni de nadie, no quiero ser ejemplo afortunado o desafortunado de nada ni de nadie, sólo quiero ser uno/a más de esos capitanes que van de verde.