Despierta

Lunes, 22 de julio

Nueva York, Nueva York, tan genial que hay que decir el nombre dos veces. Acabo de darme una ducha después de pasar una mañana tranquila observando a la gente en la playa, y ahora tengo el estómago atenazado por los nervios y la emoción de pensar en ver a Freddie, de pensar en estar de luna de miel en Nueva York. No tengo ni idea de qué haremos ni de dónde nos alojamos, todo se ha mantenido como un secreto muy bien guardado. Seguro que acertaría al menos un par de paradas del itinerario de Freddie; Nueva York ha sido el principal destino de mis sueños desde mi adicción ligeramente obsesiva a Sexo en Nueva York, así que a lo largo de los años he dejado caer un millón de indirectas sobre las cosas que me gustaría hacer si íbamos alguna vez.

Un desayuno con diamantes en Tiffany’s. Pasear en coche de caballos por Central Park. El ferry de Staten Island. Lo sé, lo sé, soy un tópico andante, y hay un millón de cosas distintas y maravillosas que hacer en la ciudad, pero no puedo evitarlo. ¡Madre mía, Nueva York! Voy a estar allí con Freddie hoy mismo.

Dedico un pensamiento fugaz mi familia, a Elle, al bebé y a mi madre. Espero que comprendan lo mucho que necesito este tiempo alejada de todo, que no me consideren demasiado egoísta. Me sacudo esa preocupación persistente de encima repitiéndome que me quieren, que me conocen muy bien, que no les pasará nada.

Estoy sentada en medio de mi cama de matrimonio con armazón de pino, con un vaso de agua en una mano y la pastilla rosa en la otra, casi asustada por lo desesperada que estoy por que todo sea perfecto. Siempre he imaginado que Nueva York tiene un olor único: a café solo recién hecho, a donuts con azúcar, a tinta de periódico y al humo de escape de los taxis, a bagels y a la cerveza de los bares donde todo el mundo te conoce por tu nombre. Vale, ya sé que la serie Cheers, de cuya canción de inicio he sacado la frase del bar, no estaba ambientada en Nueva York, pero tiene que haber sitios como ese en todas las esquinas. O puede que cafeterías como el Central Perk de Friends, llenas de sofás hundidos, revistas y mujeres con melenas fabulosas.

Oh, Nueva York, Nueva York, espérame. Ya voy, al fin.