Me encuentro sentada en mi balcón mirando las estrellas antes de irme a dormir sola, como una estrella de mar en una cama demasiado grande. He estado pensando en hacer algunos cambios cuando vuelva a casa. Cortarme el pelo, quizá reformar la cocina si puedo permitírmelo. También tengo en mente nuestra cama del Savoy. A pesar de lo mucho que me gusta, no estoy segura de si alguna vez seré capaz de llegar a dormir en ella sin imaginarme a Freddie a mi lado justo antes de cerrar los ojos, y quedarse dormida así hasta el fin de los tiempos es desolador. No lo tengo decidido, es solo algo a lo que he estado dando vueltas.
Contemplo el cielo nocturno mientras intento desenmarañar las hebras enredadas y multicolores de mi vida. He mantenido una conversación bastante tensa con mi madre hace un rato. Opina que soy una irresponsable por seguir aquí, que perderé mi trabajo o que a lo mejor decido quedarme aquí para siempre. Me planteé la idea durante un tiempo; podría hacerlo. Podría vender mi querida casa, mudarme aquí, llevar una vida de playa con los pies descalzos. Vita me ayudaría, estoy segura.
Pero ¿y Elle y mis amigos y mamá? Ni siquiera soporto pensar en estar tan lejos de ellos de manera indefinida, aunque ahora mismo, hoy, me parezca bien. Ellos son mi faro, mi huella dactilar. Y luego está el bebé. Charlotte. Cada vez que pienso en ella, se me parte un poco el corazón, porque dentro de apenas unos días cumplirá un mes y no he vuelto a cogerla en brazos desde el día en que nació. El trabajo es otra ancla; sé que no dirijo el país, pero el ayuntamiento es mi sitio, y no quiero perderlo.
Y luego, claro, está Freddie. No he vuelto a colarme por la puerta trasera de mi otro universo desde aquel terrible día en Nueva York, porque me da miedo empeorarlo todo. Me siento como si estuviera orientándome en el mapa de mi corazón con una brújula defectuosa, tratando de averiguar dónde vivo ahora.
Y, por último, está Jonah Jones. Cuando Freddie estaba aquí, Jonah tenía un papel definido en mi vida, el de su mejor amigo, y en algún punto indeterminado del camino, eso pasó a significar que no podía ser también mi mejor amigo. Nos acomodamos en esa dinámica y dejamos a un lado nuestra propia amistad porque teníamos que competir por la atención de Freddie. Y ahora que él ya no está aquí interponiéndose entre los dos, es como si estuviéramos recordando lo que nos unió hace tanto tiempo, lo que significamos el uno para el otro. Es mi primer amigo. Ver su nombre en mi teléfono me alegra el corazón.