Capítulo 16

FreeSoul contenía un par de piscinas y un jacuzzi con regulación de temperatura, sales minerales totalmente orgánicas y unos cuantos chorros, que ayudaban a relajarse a cualquier persona que quisiera sumergirse en el agua. Brooke jamás las había usado porque se le antojaba lo más aburrido del mundo pero, en compañía de Danny, mientras los demás hacían yoga a varios metros de distancia, sin enterarse de nada, la cosa cambiaba muchísimo. Se negaba en rotundo a reprimir más las ganas que tenía de pegarle un mordisco en el mentón mientras él la acariciaba por todos lados. Tantos días de tensión sexual no resuelta entre ellos la habían empujado a los brazos de sus juguetes sexuales y a su imaginación. Y no pensaba pasar otra noche más en abstinencia cuando su cuerpo pedía a gritos que fuese Danny quien la llevase a tocar el paraíso con los dedos.

—Estás completamente loca, rubita. —Él había dejado todas sus pertenencias sobre el mueble de la entrada, una vez que cerraron la puerta con pestillo para evitar intrusos—. Muy, muy loca.

Brooke ni siquiera le respondió. Se alejó unos pasos de él, y empezó a quitarse los zapatos. Tiró ambos a un lado, sin perder esa expresión de «Voy a follarte como nadie lo ha hecho jamás». Acto seguido, coló ambas manos bajo la falda y se quitó las bragas. Él experimentó un combo de emociones difíciles de discernir: pasión, ansias, ganas de ir directo al infierno si era esa mujer quien sujetaba la puerta... y una erección capaz de romper la cremallera de su pantalón. Con la boca seca a causa de la escena, se retiró la camiseta y los zapatos. Cuando les tocó el turno a los pantalones, Brooke lo imitó, y tiró debajo del top que llevaba. Los ojos de Danny captaron la manera en que sus senos liberados lo saludaban por fin. «Dios mío, va a matarme un día de estos», pensó, con un ligero temblor en las manos. Se acercó a ella, y la rodeó por la cintura. Todo su cuerpo reclamó a Brooke al instante, desde su olor hasta sus labios carnosos y apetecibles. Clavó en ella sus ojos oscuros, ardientes, y Brooke le frotó ambas mejillas con las yemas de sus dedos.

—¿Suena mal si digo que estoy ansiosa por que me folles duro?

—Suena de puta madre, Brooke.

Ella ronroneó cuando Danny escondió el rostro en la curva de su cuello con el único fin de jugar a erizarle la piel y los pezones. Notaba cómo se apretaban contra su pecho de manera exquisita, acción que creaba esa fricción que tanto le gustaba.

—Han sido demasiados días y...

—No hace falta que me des explicaciones —aclaró él, y atrapó una porción de piel cerca de la oreja de Brooke entre los dientes—. Sé perfectamente lo que sientes —murmuró después del amago de mordisco—. Porque a mí me ocurre igual, rubita. Haces que solo piense en cómo follarte hasta que se te vuelquen los ojos.

A Brooke, las piernas le temblaban como si fuese de gelatina. Rodeó el cuello masculino con los brazos y ladeó la cabeza en busca de ese contacto entre sus bocas. Danny no se hizo rogar, y, aunque los dos continuaban con el bóxer y con la falda puesta respectivamente, poco les importó para dejarse arrastrar por ese deseo que los colonizaba hasta el último rincón de su ser.

El beso fue intenso, brusco incluso. Sus lenguas se enredaron mientras él la arrastraba hacia una de las tumbonas junto a la piscina climatizada. Solo tuvo que recostarla para iniciar un camino de lametones y mordiscos que iban desde sus labios hechos para el pecado hasta sus pechos pequeños. Uno de sus pezones sufrió la primera dentellada mientras el otro era mimado por sus dedos. Brooke se retorcía igual que un gato escaldado debajo de su cuerpo. El hecho de que él la cubriese por completo, sin darle opción a huir, la ponía a mil. Aceleraba su pulso y la mojaba aún más.

Danny se empleó a fondo con sus pechos. Pasaba de uno a otro entre besos, mordiscos y lametones que le arrancaban gemidos muy agudos. El mejor sonido que sus oídos pudieran captar. Sabía tan bien que no conseguía saciarse de ella por más que lo intentase. Sin embargo, Brooke no era de las que permanecían quietas, y terminó por empujarlo de manera que quedó justo encima, abierta de piernas y con la falda arremangada hasta la cintura. Los ojos castaños de Danny contemplaron la forma de gota de sus senos, los cabellos rubios que se desparramaban por sus hombros y la unión entre sus muslos. Se le hizo agua la boca solo de pensar en hundir la lengua justo entre sus pliegues y beber como si se tratase de un manantial.

—Quiero adueñarme de todo tu cuerpo, Danny —confesó ella con el tono de voz enronquecido debido al placer que la cegaba—. Saborearte hasta que te derrames en mi boca.

Mierda. ¿Tenía que soltarle eso de sopetón? ¿No comprendía hasta qué punto lo afectaban sus palabras? Brooke gozaba de una enorme ventaja con él: cada una de las cosas que le narraba, cada uno de sus deseos lo endurecían aún más. Y, como si ella leyese su mente, tironeó del elástico del bóxer para liberar su miembro por fin. Los dedos de la chica acariciaron el contorno de este, esparciendo la humedad por cada porción de piel que iba encontrando a su paso, sin quitarle la mirada de encima. Eso era lo que peor llevaba él: hacerse inmune a esos dos iris verdes que se le clavaban encima como un sinfín de flechas y lo dejaban sin un solo pensamiento coherente en la cabeza.

—Si te doy lo que quieres, es probable que luego no haya posibilidad de continuar... Al menos, no de inmediato —se obligó a decir.

—No he dicho que sea algo que quiera ahora, Danny. Me conformo si es después.

El gritito ronco que emanó de su garganta le arrancó una risita coqueta a ella.

—Me encanta someterte con mis caricias.

—Y yo solo estoy pensando en que te sientes en mi cara.

Brooke pestañeó, sorprendida. La manera en que a ese hombre se le iban los modales cuando toda la sangre se le acumulaba en la polla aún la cogía con la guardia baja, pero eso le gustaba aún más.

—¿Eso deseas?

—¿Lamerte? Joder, Brooke. Sueño con ello todas las malditas noches y me levanto tan, tan duro por ello... —Se apoyó en los codos para tenerla más cerca. Su rostro ya se perlaba de sudor a consecuencia de la excitación—. La sola idea de tenerte encima, a mi merced...

—Te concederé ese deseo en otro momento —le prometió. Danny gimoteó cuando ella aceleró los movimientos de su mano. Él decidió recostarse por completo en la tumbona mientras los propios dedos se paseaban por sus muslos desnudos, por su cintura y por sus pechos. Era tan bonita, tan sensual... No había nada en ella que no le gustase, joder. Y eso sonaba tan peligroso. Brooke arqueó la espalda y capturó su boca en un beso exigente. Él la correspondió al instante. Pese a tener los ojos cerrados, intuía que su expresión de placer solo competía con la suya propia. Jugueteó con su lengua hasta que el aire se les hizo necesario, y ella se apartó con brusquedad. Sin embargo, Danny no la dejó ir con tanta facilidad y, finalmente, atrapó su labio inferior entre los dientes y lo mordisqueó a la par que pellizcaba sus pezones. El combo fue brutal. Brooke se estremeció por completo, y los deditos de sus pies se encogieron—. Hazlo de nuevo —pidió ella.

Y Danny repitió la jugada un par de veces más, hasta que la humedad entre los muslos de Brooke comenzó a calar entre ellos y su polla amenazó con estallar de un momento a otro. A regañadientes, detuvo las caricias y le sacó la falda. Danny dejó un reguero de besos por sus hombros, sus clavículas, su cuello y la unión entre sus pechos mientras ella gimoteaba sin descanso.

—¿Tomas la píldora, por un casual? —Brooke bizqueó al oír su pregunta, y solo atinó a asentir con la cabeza—. ¿Te fías de mí? —Ella volvió a cabecear—. Bien. —Danny la agarró con fuerza y se levantó de la tumbona. En cuestión de unos segundos, se lanzaba a la piscina sin avisarle.

Brooke chilló y pataleó al sentir cómo el agua se adueñaba de cada rincón de su ser.

—Pero ¿qué coño haces? ¿Bajarme el calentón de golpe?

Con una sonrisa ladina, Danny se acercó a ella, y la acorraló contra el bordillo, en la zona más baja de la piscina. Coló una mano entre ellos y acarició su sexo en lentas pasadas.

—Tu cuerpo no parece frío.

Brooke achinó los ojos.

—Casi me matas del susto.

—Ajá, ¿necesitas mimos? —preguntó él, en voz baja, muy cerca de su boca. Sus dedos seguían frotando su clítoris con movimientos perezosos—. ¿Muchos?

—Necesito que me folles, Danny. Pero eso ya lo sabes.

Brooke rodeó el cuello masculino con ambos brazos y se dejó llevar por completo. Al final, él siempre lograba hacerse con el mando, marcar los tiempos, y mentiría si dijese que no le gustaba. Él retiró los dedos y, a cambio, acercó su miembro. Brooke le rodeó las caderas con ambas piernas, abriéndose para él. Danny solo necesitó un empellón para entrar en ella de golpe. Gimieron al unísono, con las frentes pegadas y con los ojos entornados. La manera en que él la colmaba era indescriptible. Todo su cuerpo se estremecía de gozo al sentirlo dentro, atrapado entre sus paredes húmedas, como si nunca más quisiera dejarlo ir. Brooke recibió sus acometidas sin dejar de gimotear por ello. Cada escalofrío que se adueñaba de su cuerpo iba acompañado de un calor intenso que le quemaba las entrañas. Lo engullía sin piedad, sin importarle que estuvieran en el agua y eso dificultase un tanto la faena. Lo único que a ella le importaba era sentirlo tan profundamente como fuese posible, y Danny debía pensar lo mismo, porque llenaba su carita de besos mientras mecía las caderas contra ella, alzándola un poco, haciendo que sus pechos sobresalieran del agua.

—Mírame —dijo él con voz ronca—. No dejes de mirarme.

—No lo haré —jadeó ella, clavándole las uñas en la nuca—, pero no me sueltes tú.

Fue muy extraño para Brooke experimentar toda clase de emociones mientras follaban en la piscina. El sexo con Danny siempre era bueno pero, en esa ocasión, mientras su sexo aprisionaba su miembro, y él gemía contra su boca, le dio la impresión de que estaba rozando las puertas del paraíso, donde no importaba el orgasmo, sino aferrarse a él, a su cuerpo, y no dejarlo ir jamás. Ese sentimiento posesivo la desconcertó tanto que escondió el rostro en su cuello y permitió que él la catapultase a un orgasmo intenso. Tanto que le costó varios segundos dejar de temblar y ver pequeños destellos de luz a través de sus párpados. Como si Danny supiera que le faltaba el aliento, buscó su boca de nuevo y le prestó un poco del suyo, por lo que se bebió su sabor y sus jadeos mientras él se liberaba por completo en su interior un par de minutos después.

Les costó un montón volver a la realidad. A escuchar el sonido del agua correr, sus latidos frenéticos, sus respiraciones agitadas. Brooke tenía la impresión de que todo su cuerpo pesaba una tonelada mientras Danny la sostenía como si fuese algo demasiado valioso. Aquellos pequeños destellos de locura que se le ocurrían, como montárselo en el trabajo de su madre, con toda una clase de yoga en posición de loto, le dejaban un rastro dulce en los labios. Pero, si encima lo compartía con el hombre que le robaba la cordura y se la daba al mismo tiempo, ese sabor se potenciaba. Acarició con lentitud los cabellos castaños y húmedos de él, peinándolos hacia atrás. Danny frotó su nariz con la propia en un beso esquimal, que le provocó escalofríos. Si él era tan dulce con ella, Brooke no tendría forma de escapar a su hechizo.

—¿Crees que Sherlock hubiese accedido más fácilmente a echar un polvo en una piscina? —curioseó él, divertido, con las manos aún aferradas a sus muslos.

Brooke se sentía adormecida y húmeda, y solo atinó a murmurar:

—Creo que Sherlock es tu parte desinhibida, la que te empeñas en ocultar. Así que sí, probablemente sí hubiera accedido a ello. Lo has hecho, ¿no?

—Las piscinas son muy apetecibles.

—Como tú. —Brooke le dio un mordisquito en el labio inferior, que le arrancó un suspiro a él.

—A veces no sé si darte las gracias por sacarme de mi zona de confort a regañadientes o condenarte por ello.

—Me has dejado atontada después de un orgasmo brutal. Creo que me merezco un poco de cuartel, ¿no?

Él negó con la cabeza, riéndose suavemente. Se separó de ella y la tomó de las manos para comenzar a nadar en pelota picada. Ese tipo de cosas, a menos que tuvieras una piscina privada en casa, no era algo que pudiera llevarse a cabo habitualmente. Brooke movía los pies al compás de él, dejándose arrastrar de un lado a otro, como las nutrias cuando se iban a dormir. Decían que se agarraban mutuamente para no perderse, y le parecía algo tan bonito... Cerró los ojos, disfrutando del agua tibia que acariciaba su cuerpo, mientras recuperaba la habilidad para hilar dos pensamientos seguidos sin sentir que el orgasmo la había dejado medio tonta. Eso le impidió ver cómo Danny se acercaba a ella por detrás y la abrazaba con fuerza. El beso que dejó en su cuello le provocó un gemido bajo.

—Eres un poco bruja, ¿verdad? —murmuró él cerca de su oído—. Siempre sabes qué es lo que necesito para poder olvidarme del trabajo.

—Soy una inconsciente, ¿no te has dado cuenta ya? Todo el mundo termina agotado conmigo. Les exprimo la energía.

—¿Quién ha dicho eso?

—Algunos de mis exnovios. Aunque empiezo a creer que no debería llamarlos así. ¿Es justo considerarlos ex cuando no durábamos más de unas pocas semanas?

—Depende. ¿Los querías?

—Pensaba que sí, pero...

—El amor es muy complicado. Implica tantas cosas... Respeto; comunicación; fidelidad; compromiso; no largarse a la primera de cambios, sino quedarse junto a la otra persona y luchar por alcanzar un poco en común; aprender a lidiar con los problemas sin sentir que estás atrapado en una cárcel de la que no podrás escapar jamás. Y eso la gente no lo entiende. Es más fácil ir a por el siguiente, y luego a por otro, como si, por arte de magia, el amor fuese a durar, a pesar de tu falta de implicación. No sé si ellos te querían o no, Brooke. Sin embargo, si lo hubiesen hecho, no dirían que les robas la energía. Festejarían que tienen al lado una mujer con la que jamás se aburrirán.

Brooke notó una sacudida en el pecho, como si alguien le hubiese dado un golpe. Tragó saliva y pestañeó varias veces para no derramar una lágrima de emoción. Por mucho que la gente la viese como una cabeza de chorlito, era tan humana como cualquier otra persona. Sentía y padecía y se emocionaba, dependiendo de las palabras que recibiera. Y Danny acababa de tocar zonas de su corazón que creía dormidas.

—¿Tú querías mucho a Rita? —Brooke se giró entre sus brazos para volver a aferrarse a su cintura con las piernas—. Talía siempre hablaba de vosotros como si fuerais una de esas parejas loquísimas de amor.

—Estábamos locos, pero por habernos quedado el uno junto al otro tantísimo tiempo. La quería, sí, pero no estaba enamorado. Acepté casarme porque me parecía lo correcto. Si habíamos durado tantos años, significaba que en el futuro formaríamos una familia y seríamos aún más felices. Pero ella optó por dejarme en el último momento, ya fuese por el agobio de verse casada o, simplemente, porque era cobarde para todo.

—Una lástima que te dejase tirado y acabaras en la mesa de los solteros de la boda de tu hermano —bromeó ella—. Tuviste que aguantar a unos cuantos individuos solitarios.

—No me arrepiento de haber terminado en esa mesa, Brooke. Te conocí a ti. —Una sonrisa curvó sus labios de él antes de darle un corto beso en los labios a ella—. Y no me duele lo de Rita. Aprendí de mi relación, y decidí que la próxima mujer de mi vida sea aquella que me remueva el piso y me haga sentir que el mundo puede ser muy divertido más allá de mi despacho.

Brooke se mordió la lengua para no preguntarle si ella lo ayudaba en eso, aunque no planeara pedirle salir en serio. No tenía por qué. Solo eran amigos con derechos, dos personas adultas que disfrutaban de la compañía del otro, y punto. «Si la mesa de los solteros nos unió para esto, debe ser por algo», pensó, con el nudo en el estómago que no la abandonaba desde hacía unos minutos. ¿Por qué le daba algo de rabia que Rita no hubiera valorado a ese hombre? Danny valía tanto la pena... No comprendía cómo se dejaba ir a alguien incapaz de hacer daño a una mosca. Los hombres buenos, los que merecían la pena, también podían ir vestidos con esmoquin y corbata, trabajar en despachos y estar hartos de esa vida monótona. No porque tuviese un buen trabajo significaba que fuese un imbécil y un soberbio, como le había ocurrido a otros hombres a los que había conocido en el pasado y le habían robado la cordura. «Si es que tengo mal gusto...», se reprochó a sí misma.

—Supongo que, hasta entonces, me tocará aguantarte —concluyó ella, fingiendo que le suponía un problema enorme—. Eso sí que es tener mala suerte.

Se separó de él, y lo hundió en el agua, jugando. Antes de que Danny saliera a la superficie de nuevo, se alejó entre risas hacia el otro lado de la piscina. Y eso le impidió ver la expresión de decepción que cruzó sus facciones. Danny jamás lo admitiría, pero hacía bastantes días que ya no pensaba en buscar a alguien... porque su corazón, igual que una brújula, ya le había marcado la dirección correcta.