Capítulo 26

Danny estaba tan contento... No sabía cómo celebrar su pequeña victoria. Se le ocurrían algunas maneras, pero las desechaba de golpe, como si fuese un niño pequeño que elegía qué regalos esperaba encontrar debajo del árbol de Navidad. Tal euforia lo había acompañado desde que Mara River había aparecido en su despacho para contarle que su marido admitía las infidelidades y cedía a darle la mitad de todo, hasta la mañana en que se habían reunido los cuatro y se habían firmado los papeles. Apenas habían transcurrido unas horas, pero Danny se sentía como en una nube, tan liviano que no dejaba de pasearse por el despacho con una sonrisa de imbécil en la cara.

—Enhorabuena, jefe —lo felicitó Ana, su secretaria—. Has conseguido un acuerdo de escándalo.

—No sé por qué todo ha ido bien, pero no seré yo quien le exija nada al destino. —Ana y él tomaron un café, charlando sobre lo ocurrido, y luego regresaron a sus quehaceres. Pese a que ya no era su cliente, Mara se presentó por la tarde para pagarle el resto de los honorarios y darle las gracias por todo. Danny no supo ni cómo sentirse. Esa mujer lo había amargado hasta el extremo pero, al verla allí, sentada por última vez, con una sonrisa sincera y tranquila en el rostro, se preguntó si no sufría también por ver su matrimonio disuelto a causa de terceras personas. Tal vez la había juzgado mal cuando era un ser humano normal y corriente, con un corazón roto del que tirar—. No ha sido nada —le aseguró Danny, restándole importancia—. Me alegra que por fin haya terminado todo.

—¿Sabes? Yo también, señor Walsh. Y todo gracias a ti.

Mara abandonó el despacho y él, incapaz de concentrarse en nada, decidió ir al trabajo de Brooke para festejar la victoria con ella. Llevaban varios días sin hablar apenas, ni verse. Una vez que la había dejado en casa, después del incidente con el incendio, Brooke se había sumergido por completo en su trabajo y sus amigas, y no se mostraba abierta a que él pasara a buscarla. Por supuesto, Danny la respetaba. No insistiría si ella le pedía, ya fuese con palabras o silencios, que necesitaba espacio. Sin embargo, la echaba tanto de menos que no soportaba un día más sin abrazarla y sin escuchar esa carcajada que siempre lo llenaba de alegría por dentro. Fue la primera persona que se le pasó por la cabeza cuando pensó en celebrar que por fin se había librado del divorcio de los River.

Lo que no esperaba encontrarse, una vez entró en la tienda, fue a Brooke con una coleta algo despeinada, ojeras y una expresión sombría. Toda emoción se disipó de golpe de su interior.

—¿Brooke?

Ella levantó la cabeza y apretó los labios hasta formar una fina línea con ellos. No esperaba visita, y menos de Danny. Lo había esquivado precisamente porque verlo implicaría contarle la verdad.

—Hola, Danny. ¿Qué tal te va?

—Bien, creo. Los River han firmado el divorcio por fin. —Sonrió de nuevo al recordarlo—. Y pensé que te gustaría salir a cenar conmigo esta noche, tomar un poco de vino... Ya sabes.

—Lo siento, tengo cosas que hacer.

—Dudo mucho de que trabajes por las noches, rubita. Seguro que un rato te puedes esc...

—No —interrumpió ella—. Por favor, déjame sola un rato.

Danny notó que algo no iba bien. Brooke nunca se comportaba de esa manera. Era amable, divertida y cercana. Si le ocurría cualquier cosa, lo decía abiertamente. Por eso, se tomó la confianza de acercarse a ella, pese a sus protestas, y acariciar sus mejillas con suavidad. Percibió la tensión de su cuerpo, la hinchazón de sus ojos y el ligero temblor de sus manos. ¿Cómo iba a ignorar las evidencias de su malestar? Le importaba tanto que no podía mirar hacia otro lado y fingir que todo estaba bien.

—¿Un mal día? ¿Alguna clienta se ha encarado contigo? ¿No te salen los números? ¿Has vuelto a pelearte con una vieja en un supermercado?

—Nada de eso.

—¿Entonces?

—No sé, muchas cosas. Tonterías.

Trató de alejarse de él, mas Danny se lo impidió al rodearle la cintura con un brazo y pegarla a él. Fue la primera vez que un hombre insistía en saber qué le ocurría. Normalmente solían desentenderse, dar por sentado que sus «Estoy bien» significaban eso y nada más. Quizá por eso le faltaron fuerzas para volver a empujarlo con las manos.

—Brooke... Si yo me apoyo en ti, apóyate tú en mí, ¿vale?

Eso era lo que más temía... Enamorarse de él y esconderlo ya era suficientemente duro pero, si encima le añadía todo el tema de Darla y su infidelidad y el tener que guardar silencio, el combo amenazaba con acabar por completo con ella, como si todo fuese un conjunto de pólvora a punto de explotar.

—Es complicado.

—Tengo toda la tarde, y la noche, y la semana, si hace falta.

Brooke bajó la mirada. Su corazón iba a salir expulsado por entre sus labios en cualquier momento de lo rápido que le latía. Todo era mucho más difícil si Danny se mostraba comprensivo e interesado en sus problemas.

—He discutido con mi madre. Una pelea horrible. Y ahora no nos hablamos.

—¿De verdad? No te pongas triste. Seguro que en un par de días lo arregláis.

—No, Danny. Esto no tiene solución. Lo que ha hecho es... deleznable.

Él continuaba abrazándola como si supiera, en lo más profundo de su ser, lo mucho que ella necesitaba refugiarse entre sus brazos. Si Brooke exigía un poco de mimos, aunque ella misma no lo pronunciara en voz alta —y hasta quisiera alejarse por vaya a saber qué motivos—, él se los daría hasta que le doliesen los dedos de acariciar su sedoso cabello rubio, o su carita de duende.

—¿Me lo quieres contar?

—El problema es que no sé si debo —murmuró ella.

Danny frunció el ceño.

—¿Por qué no? ¿Acaso ha matado a alguien?

Ella sacudió la cabeza.

—Mucho peor. Ha sido infiel a mi padre por un largo año. Se ha liado con otro, y la pillé de casualidad.

Un pesado nudo se instaló en el estómago de Danny al escucharla. Él sabía muy bien lo que implicaban las infidelidades en un matrimonio. Por suerte, Brooke y Dereck eran mayores, y no sufrirían tanto la separación, si era que se divorciaban. Algunas parejas se ponían los cuernos y luego estaban mejor que nunca. Él jamás lo había comprendido, pero respetaba las decisiones ajenas.

—¿Y qué le has dicho? ¿Te has puesto como una fiera con ella? —intentó bromear.

Ella rehuyó su mirada al hablar de nuevo:

—Le dije un montón de cosas feas... que me había decepcionado. Nunca pensé que ella... Se supone que es demasiado recta con todo, una jipi que odia comer productos de origen animal y que ayuda a la gente a sentirse mejor. ¿En qué cabeza cabe que se meta en medio de un matrimonio y haga daño a propósito a otra persona?

—Ignoro las circunstancias que la empujaron a ello, y no seré yo quien la defienda, pero dudo de que lo hiciera por joder. A veces, como personas que somos, cedemos a los más bajos instintos sin control alguno. El sexo siempre ha sido una piedra en el camino de algunos individuos.

—Pues se hubiera controlado —gruñó Brooke—. No es justo nada de esto.

—Nadie ha dicho que lo sea, cariño.

Danny había pensado que ella ya no diría nada en un buen rato, que permanecería así, anclada entre sus brazos, sin insistir en el tema. Sin embargo, de pronto, Brooke se aferró a la parte de atrás de su camisa con fuerza, como si le faltase el aire o temiese caer al suelo, y estalló como una bomba.

—Se ha estado follando a Oliver River. Ella era la amante. La señora River tuvo razón todo el tiempo. Si él ha accedido a divorciarse, es porque yo los amenacé con contártelo —dijo ella de corrido.

A Danny le costó mucho procesar todo lo que le acababa de soltar. Era demasiada información, y muy delicada. Se quedó callado por más de un minuto, con el corazón que le latía en los oídos y con la boca reseca. De entre todas las cosas, lo que menos se esperaba era que Darla Mathew se hubiera acostado con el exmarido de su clienta, que su victoria no se debiera a que él se había salido con la suya después de todo, sino gracias a Brooke. El precio, no obstante, había sido muy alto. Si ella sufría por eso, ¿qué sentido tenía celebrar nada?

—Joder —dijo él—. Joder.

—Si te lo contaba...

—Entiendo por qué no lo hiciste. Es tu madre, Brooke, por favor. ¿Cómo ibas a traicionarla así?

—Pero es que me jode tanto que se comporte así... Te juro que no la reconozco.

—Nunca se está preparado para estas cosas. Si te decepcionan una pareja o un amigo, lo sobrellevas pero, si lo hace un padre... —Suspiró—. Es más complicado de lo que parece. —Brooke agradeció que ese hombre estuviera a su lado. Se sentía totalmente arropada, como cuando se lo había contado a Talía y Liberty, y se habían quedado con ella toda la noche. Las personas que no huían cuando la cosa se complicaba eran las que merecían la pena; no albergaba ninguna duda de ello. ¿Cómo no se iba a enamorar de ese hombre si poseía todo lo que siempre había deseado en el hombre de su vida, que la hiciera creer en el amor y la confianza, y en la pareja?—. Te he jodido todo, ¿verdad? Venías supercontento con lo del divorcio y...

—Shhh, calla. Tú no me has fastidiado nada. Soy feliz porque Mara River ya no me va a molestar más. Quien me importa y me preocupa ahora mismo eres tú, Brooke.

—Estoy bien, de verdad. Enfadada como jamás lo he estado, pero se me pasará.

—¿Qué necesitas?

Esa pregunta, por sencilla que pareciera, le caló igual que una gotera. Brooke alzó la cabeza y buscó sus labios con anhelo. Por lo menos, no tendría que decir algo de lo que luego se arrepentiría. Bastante mal lo estaba pasando ya con lo de su madre y con su interés amoroso hacia Danny. Nada más corresponderla, Brooke se relajó por completo. Beber su aliento e impregnarse de su calor siempre la ayudaba más que ninguna otra cosa, como si Danny poseyera la habilidad de sanar todos sus males. Lo besó hasta que sus pulmones clamaron por el aire y los labios le dolieron. No importaba si fueran largos minutos, si él jugaba con su lengua y con su pelo, y murmuraba su nombre de vez en cuando porque, al abrir los ojos, seguía allí, y eso lo valía todo.

—No me apetece ir a cenar fuera, pero no me importaría quedarme a dormir contigo —murmuró ella con sinceridad.

Danny acarició sus mejillas, su mentón y su nariz con los labios. No terminaba de besarla y le hacía cosquillas muy placenteras, pero Brooke no le insistió por otro beso. Si continuaba así, aferrada a él, ¿terminaría jodida? ¿Aumentaría su sentimiento? ¿Él se daría cuenta? Esperaba que no, que Danny no sospechara nada.

—Vamos a casa, rubita. Hoy es el día libre para los dos. —Y, sin aceptar ni una sola réplica de su parte, le dio un beso para callarla.