Capítulo 35

Caitlin

 

Esta noche estoy alterada en cuanto aparezco en mi lago. Me encuentro a Álastair acuclillado frente a mí, con su mirada verde y desesperada fija en mis ojos. 

—No has percibido a Liadan por ahí abajo, ¿verdad? —me pregunta enseguida, con tensión mal contenida.

—¿A Liadan? —me horrorizo. Lo pienso durante un momento, el lago y yo casi somos uno solo—. No, no está aquí. Ni su cuerpo.

—Bien, ya he bajado yo pero quería asegurarme.

—¿Qué está pasando, Álastair? —le pregunto aterrada.

Desvía la vista al suelo antes de mirarme de nuevo.

—Las cosas se han descontrolado un poco, Caitlin. Jonathan me ha llamado, la mara viene hacia aquí ahora que ya ha oscurecido. Y no es la única, lamentablemente. 

Antes de que pueda seguir hablando, unos gritos procedentes del castillo lo interrumpen. Alguien está llamándolo a gritos, aunque no es la voz de Liadan. Le miro con temor, no entiendo nada. «Aithne», murmura Álastair, y se yergue para volver al castillo.

—Caitlin, si ves a Liadan... —me grita mientras corre—, no hagas nada de lo que te pida. Y no la dejes hacer ninguna locura.

—Vale —musito.

Aunque me dan ganas de llorar pues tampoco sabría cómo impedirlo.

Me dedico a dar vueltas por la orilla del lago muy nerviosa, sin saber qué hacer. Por la hora que es, los alumnos deben de estar abandonando el castillo para volver a sus casas y hay cada vez menos luces en las ventanas. Pero Álastair todavía no ha vuelto para decirme qué pasa. Eso me da miedo, porque temo que le suceda algo a él también. Dios, ¿quién estaría gritando su nombre? ¿Y por qué?

Me giro al escuchar un sonido por detrás de mí, en el puente. Alguien ha hecho crujir una rama, al pisarla.

—¡Liadan! —exclamo asombrada.

Es ella, no hay duda. Aunque está muy desmejorada. Ha adelgazado desde la última vez que la vi y me atrevería a decir que tiene más cara de muerta que yo misma.

—Hola, Caitlin —me sonríe cuando llega a mi lado, aunque con total ausencia de alegría.

—¿Dónde has estado? Te están buscando.

—En el cementerio de Álar, no podía permitir que me encontraran todavía. No sin despedirme. Dile a Jonathan que siento no haber podido encontrar a Jeanine. Sigue viva pero creo que no vive aquí. Así que dile que no se preocupe.

No soy capaz de decir palabra alguna, estoy aterrada. Se gira a mirarme y esta vez su sonrisa es más auténtica, aunque tiene un deje de melancolía.

—Me alegro mucho de haberte conocido, eres una amiga. Si no nos volvemos a ver... 

Se acerca y me abraza, teniendo cuidado de posar sus manos sobre mi superficie etérea.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunto, pero ella ya se ha dado la vuelta y se aleja—. ¡Álastair! ¡Álastair! —grito tan fuerte como puedo.

Pero Liadan sigue alejándose, y yo me quedo atrás sin poder hacer nada.