DECLARACIÓN

del licenciado PRIMO LEVI

hijo de Cesare y Ester Luzzati

nacido en Turín (Italia) el 31 de julio de 1919

residente en Turín en Corso Re Umberto, 75

Permanecí internado en el campo de concentración de Monowitz (Auschwitz), desde el 26 de febrero de 1944 hasta el 27 de enero de 1945, en calidad de Häftling (n.º de registro 174517).

Durante ese periodo de tiempo no llegué a tener oportunidad de conocer el nombre de los dirigentes del campo y de los responsables del trato inhumano que se nos reservaba. Sin embargo, considero que dicha responsabilidad incumbe, en forma colectiva, a todos los soldados, suboficiales y oficiales de las SSWaffe destinados allí, y en particular a la dirección general y sanitaria del campo de concentración.

Como ya es bien conocido, solo aproximadamente un quinto de los deportados que llegaban con cada convoy era admitido en el campo, a saber, aquellos que, a primera vista, se consideraban aptos para el trabajo manual. Todos los demás (ancianos, niños, enfermos y la mayor parte de las mujeres) eran conducidos inmediatamente a las cámaras de asfixia, y sus cuerpos incinerados.

A todos aquellos que se les obligaba a entrar en el campo se les desnudaba completamente y se les privaba de todas sus pertenencias personales sin excepción alguna. Las estadísticas internas del campo demostraban que solo excepcionalmente resultaba posible sobrevivir en el campo de concentración durante más de tres o cuatro meses. La alimentación insuficiente, la falta de ropa adecuada, el durísimo trabajo y las palizas daban cuenta rápidamente incluso de las complexiones más robustas.

Periódicamente, las SS realizaban inspecciones en el campo, en busca de enfermos crónicos y de individuos incapaces de trabajar («selecciones»). Estos también pasaban a su vez, y con perfecta conciencia de su destino, a las cámaras de asfixia y al crematorio.

Cualquier intento de fuga, y hasta las más leves infracciones disciplinarias, eran castigados con la horca. Por tales razones, no más del dos por ciento de los italianos del campo de Monowitz (Auschwitz) consiguió regresar a casa.

Como resultado de mis investigaciones personales, llevadas a cabo como es natural después de la liberación, me es posible afirmar que incluso al optar por determinados métodos de eliminación, los verdugos del centro de Auschwitz hicieron gala de una deliberada e inconcebible ferocidad. El veneno que utilizaban en las cámaras de gas se basaba en el producto conocido como Zyklon B. Esta sustancia no era producida para tal uso, sino fabricada como pesticida y desinfectante, en particular para liberar de ratas las bodegas de los barcos y los almacenes. Consistía en ácido prúsico, al que se le añadían sustancias irritantes y gases lacrimógenos con el fin de hacer más sensible su presencia en caso de fuga o de rotura de los envases en los que se contenía. En consecuencia, es de presumir que la agonía de los desventurados destinados a la muerte debía de ser increíblemente dolorosa.

De los cadáveres de los eliminados se extraían las prótesis dentales de oro, y se les afeitaba el pelo, que se almacenaba aparte para usos aún no aclarados. Las cenizas de sus cuerpos eran utilizadas como fertilizante agrícola.

En fe de todo ello y para que así conste

Primo Levi

[1946 (aproximadamente)]