Nadie se esperaba el éxito alcanzado por la exposición que se ha celebrado en Turín sobre la deportación y por los dos sucesivos encuentros, dedicados a la juventud, que tuvieron lugar en las instalaciones de la Unión Cultural en el Palazzo Carignano. No solo eran jóvenes, aunque sí la gran mayoría, los que acudieron en gran número, para escuchar con evidente interés, plantear cuestiones pertinentes y meditadas y, al finalizar las dos veladas, asediar de cerca a aquellos a quienes les había correspondido la tarea de intervenir. Además de un contacto humano, pretendían saber algo diferente a las lecciones escolares; por las preguntas que formulaban, era evidente su necesidad no solo de información sobre los hechos, sino de un ahondamiento más profundo en la maraña (no solo para ellos oscura) de los «porqué» y de los «cómo».
«¿Quiénes son los responsables de esas masacres?» «¿Cómo pudo llegar a ocurrir algo así?» «¿Por qué los nazis y los fascistas exterminaron a los judíos?» «¿Por qué, en una situación tan desesperada, fueron tan pocos los que se defendieron?» «¿Hay precedentes históricos de los campos de exterminio?»
Como se aprecia, son preguntas ricas de significado. En su conjunto, parecen indicar una mentalidad dominante lo suficientemente bien definida, es decir, la de unos jóvenes que desconocen lo sustancial pero que están ávidos de saber; ajenos a la violencia y a las componendas; mucho más lejos de lo esperado de aquel feroz mundo de entonces, y por eso mismo desarmados e indefensos ante toda la ferocidad y las insidias que se prolongan en el mundo de hoy.
No se trata más que de una impresión, es evidente: una impresión que, por otra parte, difícilmente puede ser extendida a un juicio global sobre la juventud italiana. La «muestra» del Palazzo Carignano era una muestra media; pero con todo es importante haber podido constatar que al lado de esa juventud que suele definirse como rebelde sin causa y de esa otra juventud perdida, existe también una juventud limpia, atenta y curiosa. Además, todos sabemos lo importante que es que ciertas nociones, ciertos estados de ánimo, empiecen a circular, a entrar en ciertos ambientes, comiencen a vivir su propia vida.
Acaso era necesario que pasasen quince años, la mitad de una generación, para que en estos contactos pudiera hallarse el tono adecuado; pero es impresión generalizada de todos los presentes, ahora que los tiempos han madurado, que ha pasado el momento de guardar silencio. A los jóvenes del Palazzo Carignano se les prometió que se celebrarían nuevos encuentros: ojalá que este silencio tan largo y tan antinatural haya quedado definitivamente roto.
Primo Levi
[Diciembre de 1959]