Turín, a 3 de marzo de 1947
Honorable Comité de Búsqueda de Deportados Judíos, Roma
En correspondencia a su apreciada solicitud del 28 p. pdo., me apresuro a sumarme a la iniciativa por ustedes promovida, resumiendo en cuanto sigue todo aquello que como testimonio personal y concreto estaría en condiciones de exponer ante el Tribunal de Varsovia.
I) Asistí personalmente al siguiente episodio: después de que mi campo de concentración (Monowitz, en las inmediaciones de Auschwitz) fuera abandonado por la guarnición de las SS, quienes huyeron en el último momento ante la avanzada rusa, dieciocho prisioneros se instalaron en el cuartelillo abandonado, a la espera de los libertadores. Pocos días más tarde pasó por casualidad junto al campo un grupo disperso de SS, también en fuga; estos, después de un sumario examen del campo, mataron sin vacilar a los dieciocho presos, con disparos de revólver a quemarropa, y alinearon los cadáveres en la carretera. Era evidente que no habían recibido órdenes en tal sentido, y que actuaban por su propia iniciativa. Podría reconocer sus rostros.
II) Como ya mencioné en mi primer informe, el veneno utilizado en las cámaras de gas de Auschwitz, examinado por mí, no había sido creado por la industria alemana para ese uso concreto. Contenía, además del principio tóxico, una sustancia corrosiva e irritante para las mucosas, cuya finalidad, por lo tanto, era la de hacer atrozmente penosos los últimos minutos de las víctimas.
III) El trabajo que prestaban los prisioneros de mi campo se realizaba en la fábrica de Buna-Monowitz, a siete kilómetros de Auschwitz, bajo la dirección del ya mencionado Doctor Ingenieur PANNWITZ, ingeniero químico de la IG Farbenindustrie. Desconozco si este se cuenta entre los acusados, pero lo considero en cualquier caso culpable, por haber demostrado siempre extrema dureza y exigencia, sobrecargando a los presos de trabajo más allá de cualquier límite razonable, y denunciando sin piedad a las SS hasta la menor falta.
IV) Entre el personal destinado al campo en sentido estricto, recuerdo el nombre y la fisionomía del doctor MENGELE, superintendente sanitario de todos los campos del grupo de Auschwitz. Además, podría reconocer fácilmente la apariencia de dos de los responsables directos de todos los abusos diarios e iniquidades de mi campo: el Lagerälteste, un delincuente profesional alemán, natural de Breslavia, y el Lagerkapo, supuestamente preso político, alemán también. Del primero recibí yo mismo en diversas ocasiones numerosos golpes que me hicieron sangrar. Desconozco los nombres de ambos.
Por último, permítanme añadir algunos datos personales: soy licenciado en Química; trabajé en Auschwitz-Monowitz desde febrero del 44 hasta enero del 45; nunca ocupé ningún cargo en el campo, ni cooperé en modo alguno con la dirección del mismo. Hablo francés, inglés y alemán. Ya estoy en posesión de pasaporte.
Adjunto la solicitada declaración de residencia. Respetuosamente,
Lic. Primo Levi
[1947]