ANHELO: Ansia de poseer o hacer algo. Un deseo.
NECESIDAD: Aquello que se requiere porque es esencial. Algo muy importante sin lo cual no se puede vivir.
¿Qué deseas?
—¿Ves, Kaylee? Es fascinante, ¿a que sí?
Nate da vueltas en mi silla de escritorio y sonríe, mostrando los aparatos que le quitarán por fin la semana que viene y un trozo de espinaca que ha debido de cenar. Encantador. Ha presionado para que se los quitaran antes de tiempo, alegando que ningún chico de dieciséis años debería enfrentarse a las chicas con metales en la boca, pero su padre y el dentista se negaron. Para mí, hacen que el pelo rubio de Nate parezca menos perfecto, lo cual es bueno. Necesita un defecto. O doce. Claro que yo tengo suficientes por los dos. La melodramática que busca llamar la atención y el hermano no deportista al que ignoran. Ambos somos muy diferentes, pero en el fondo, iguales.
—No lo entiendo —digo mientras vuelvo a centrarme en mi Mac—. Creía que habías dicho que esta es la página donde Jack consiguió su nuevo iPhone.
Jack, el hermano mayor de Nate, pidió el iPhone más nuevo para Navidad, después de romper su tercer móvil en poco más de tres meses. Argumentó que necesitaba comprobar su correo por si las universidades le mandaban algún correo de admisión. Las primeras dos veces su madre le reemplazó el teléfono y le advirtió que no lo volvería a hacer, cosa que nadie creyó, ya que los padres de Nate le dan a Jack todo lo que quiere en cuanto lo pide. Sin embargo, la última vez su padre rechazó la petición de Jack y se mantuvo en sus trece. Ni Papá Noel ni el espíritu navideño fueron capaces de convencerlo. Nada de iPhone hasta ver las notas del primer semestre ni hasta que Jack demostrase que era responsable, como mínimo, en un aspecto de su vida que no estuviese relacionado con el deporte. Como si eso fuera a pasar. Jack es el más popular del instituto por sus habilidades deportivas, pero que le caiga bien a sus amigos no lo hace inteligente.
—Cuando mi padre volvió a casa del trabajo y vio a Jack con el teléfono nuevo se cabreó mucho. Pensó que mamá lo había hecho a sus espaldas, gritó que estaba cansado de que lo desautorizase y se marchó antes de que ella pudiese convencerlo de que no tenía nada que ver.
—Quizá sí que ha tenido algo que ver. —Me quito las gafas y me froto los ojos.
Es decir, no sería la primera vez que la madre de Nate cede. Para sus padres, Jack no hace nada mal. Debe estar bien. Al menos para Jack.
Nate niega con la cabeza.
—Yo también pensé que había sido mi madre, pero después escuché a Jack hablar con uno de sus amigos. Dijo que consiguió el teléfono en esta nueva red social. Todo lo que tenía que hacer era invitar a cinco amigos que cumpliesen los requisitos para unirse. En cuanto aceptaron las invitaciones, ¡tachán! El teléfono ya era suyo.
—El mundo no funciona así. —Al menos, no el mío—. La página debe de pedir un número de la tarjeta de crédito o algo. Nadie regala teléfonos a cambio de invitar a cinco personas a una nueva red social.
—Quizá otras no, pero esta sí. —Nate se vuelve a girar para mirar la pantalla—. Créeme, mi hermano no es lo suficientemente listo como para inventarse algo así. Y no puede ser el único que haya conseguido cosas. Mira esto.
Nate hace clic con el ratón y mueve el monitor para que pueda verlo. Normalmente no sería capaz de leer nada sin las gafas. En esta ocasión, distingo las grandes letras rojas en el centro de la pantalla incluso sin ellas.
Usuarios registrados – 48
Deseos pendientes – 43
Deseos concedidos – 7
—Entonces… —Nate me mira por encima del hombro con una sonrisa tonta—. ¿Qué debería pedir? ¿Una bici nueva? ¿Un ordenador?
—No necesitas nada de eso.
—¿Qué quieres decir? —Encoge los hombros—. Jack en realidad no necesitaba un teléfono, pero se hizo con él.
—Sí, pero…
¿Pero qué? No estoy segura. Hay algo en todo esto que huele mal. O quizá solo sea la pregunta que plantea: ¿Qué deseas?
Porque sé lo que es un deseo, y no es otro móvil.
Nate me mira molesto y siento una punzada de culpabilidad. En cuanto supo que mi hermano y mi madre no estaban en casa, lo dejó todo para venir a hacerme compañía. Y conociéndolo, seguramente tenía un montón de ofertas para hacer algo más interesante esta noche. En algún momento se dará cuenta de eso y empezará a aceptar las invitaciones. ¿Qué haré yo cuando eso pase?
Entonces, me vuelvo a poner las gafas y digo:
—Supongo que solo estoy sorprendida de que tu hermano te haya mandado una invitación.
—No lo ha hecho. —Nate me ofrece una sonrisa de oreja a oreja—. Se olvidó de desconectarse cuando se fue con sus amigos, tomé prestado su ordenador y me envié una invitación. —Se estira—. La red social asigna un nombre de perfil a cada usuario y, por lo visto, no está permitido utilizar ninguna información en la página que pueda revelar la identidad del usuario, ni se puede compartir, ya sea en línea o en la vida real, si se han cubierto las necesidades. —Hace clic con el ratón varias veces y después señala la pantalla mientras lee—. «Infringir las condiciones de uso anula cualquier posible cumplimiento de futuros deseos».
—Pero Jack…
—Sí. —Nate se ríe—. Jack ya ha infringido las condiciones. Se va a enfadar mucho cuando intente pedir algo más y el hada madrina de D.E.S.E.O. le haga la peineta. Estoy deseando que ocurra.
—Supones que la persona que maneja el sistema sabe que Jack se lo ha contado a sus amigos —le digo—. La probabilidad de que quien sea que esté detrás de D.E.S.E.O. se entere debe de ser bastante baja.
—Sí. Qué rollo. —Nate suspira de forma dramática—. Aun así, siempre existe la posibilidad de que alguien averigüe que Jack ha incumplido las normas, lo cual es bueno. Me dará algo con lo que soñar cuando Jack se comporte como un capullo.
—Así que, básicamente, soñarás con ello casi todo el tiempo. —Me río.
—Tendré que tener alguna afición. No todos podemos tener hermanos que nos gusten y con los que nos llevemos bien.
Veo que Nate dirige la mirada hasta la fotografía enmarcada que hay sobre mi escritorio de mamá, DJ y yo este verano. El pelo rubio de DJ brilla bajo el sol. Su cara derrocha alegría. Mi madre y yo también salimos felices, pero nuestro pelo castaño hace que parezcamos menos radiantes. O quizá solo pienso así porque sé lo mucho que ambas desearíamos parecernos más a DJ.
—¿Tienes noticias? —pregunta Nate.
Me muerdo el labio inferior, saco el móvil del bolsillo y lo miro para cerciorarme de que no he recibido ningún mensaje nuevo. Nada.
—Mamá se llevó a DJ a urgencias del hospital All Saints y allí no tiene buena cobertura. Seguro que pronto me cuenta qué tal va todo.
Las pruebas no dirán que ha sufrido una recaída. Es imposible. DJ se merece algo mejor. Mejor que todo a lo que ha tenido que enfrentarse hasta ahora. El karma se lo debe. Ahora mismo estaría con él si me dejaran. Pero mi madre ha insistido en que me quedara aquí. Apartada. Sola.
Nate alarga el brazo, me coge la mano y entrelaza sus dedos con los míos. No. Sola no. Detrás de él, en la parte superior de la pantalla del ordenador, leo la palabra D.E.S.E.O., en grande, en mayúsculas y de un brillante color rojo, lo cual es apropiado porque Nate es alguien a quien deseo en mi vida. Sin él, no sé cómo sobreviviría a noches como esta. Si Nate encuentra alguna vez una novia de verdad, estaré perdida.
—Bueno… —dice Nate de nuevo con un tono travieso al tiempo que me suelta la mano y se gira hacia el escritorio—. Volvamos a lo importante. ¿Qué le pido a la gran y poderosa página D.E.S.E.O.? Un coche estaría bien.
—Vives a dos manzanas del instituto —señalo—. No necesitas un coche. Eso sin mencionar que tendrías que buscarte un trabajo para pagar la gasolina y el seguro.
—Triste, pero cierto. Y como no estoy interesado en el trabajo duro, tendré que pedir algo distinto. —Nate ladea la cabeza. Su expresión se vuelve seria—. ¿Sabes lo que deseo de verdad? Un notable en el examen final de física. Antes de las vacaciones, el señor Lott me dijo que tenía que sacar como mínimo un ocho si no quería suspender e ir a clases de repaso durante el verano.
—Dudo que la persona que se encarga de la página de D.E.S.E.O. vaya a hacer el examen por ti.
—No, pero quien sea que haya creado esta cosa debe de tener mano con los ordenadores. Podría jaquear el sistema y cambiarme la nota. Quien no arriesga, no gana, ¿no?
Nate teclea «Un sobresaliente en el examen final de física» en el cuadro de diálogo y presiona la tecla enter. El mensaje en el cuadro cambia. Ahora se lee: «Petición de deseo pendiente de verificación. Por favor, espere». La imagen de un reloj aparece.
—¿No habías dicho que necesitabas un notable?
—¿Por qué conformarse, no?
Nate tamborilea los dedos contra mi mesa de escritorio al tiempo que la manecilla grande se desplaza lentamente del doce al uno. Y luego al dos. Cuando la manecilla señala el tres, noto como el móvil me vibra en el bolsillo. El estómago me da un vuelco.
—¿Qué dice? —pregunta Nate.
Intento respirar, pero no soy capaz mientras desbloqueo el móvil y acepto la llamada rezando para que DJ esté bien. Menos mal que mi madre no alarga las cosas y en la primera frase me dice que así es. No hay recaída. Todavía está enfermo, pero no ha empeorado. Con cada recaída puede ponerse mucho peor. Así que son buenas noticias. Aun así, me tiembla la voz cuando cuelgo el móvil y digo:
—El médico va a hacerle una prueba más, pero cree que la fiebre se debe a algún virus que hay en el ambiente. Todo lo demás está estable.
Por ahora.
—Es un alivio. Eh, no te he preguntado esta semana, pero tu padre…
Sacudo la cabeza.
—Todavía no he podido encontrarlo. La postal de Navidad que me mandó tenía una dirección del remitente y un sello de Kenosha, pero cuando llamé al complejo de apartamentos me dijeron que no sabían quién era.
—Lo encontrarás, Kaylee. —Nate se levanta y me rodea con los brazos—. Si no, convenceremos a más gente de por aquí para que se haga las pruebas. Alguien hará lo correcto.
Me inclino hacia Nate y cierro los ojos.
—Eso espero.
Solía pensar así. Luego me enteré de la verdad. La gente dice que se preocupa, pero no les importa un comino. Ni a mi padre. Ni a la gente de este pueblo. Ni a los psicólogos del instituto a los que mi madre insiste en que vaya para lidiar con mis «problemas». A nadie.
Al abrir los ojos veo que la pantalla que está detrás de Nate cambia y me alegra poder cambiar de tema.
—El reloj se ha parado.
El rostro de Nate se ilumina. Me da un último achuchón antes de sentarse en la silla frente al ordenador.
—Premio. Mi petición ya ha sido procesada. Ahora, según esto, tengo que invitar a seis amigos que cumplan el perfil y mi deseo se hará realidad. Suena fácil.
Nate teclea mi nombre y mi dirección de correo electrónico y pulsa enviar antes de que pueda objetar nada. Seguidamente escribe cinco direcciones más.
—¿A quién acabas de invitar?
—No te lo voy a decir. A diferencia de Jack, yo sí que pretendo seguir las normas. —Tras hacer clic en «Desconectar», Nate echa la silla hacia atrás y se levanta—. ¿Te ha dicho tu madre cuándo volverán a casa?
—No. —La última vez que fui a urgencias con DJ y mi madre, pasaron horas antes de que le dieran el alta. Es como si los relojes dejaran de funcionar en cuanto pones un pie en un hospital—. Dudo que sea pronto.
—Bien. —Nate me coge del brazo y tira de mí hacia la puerta—. Eso significa que todavía tenemos tiempo de asaltar la nevera y ver una peli de miedo antes de que vuelvan.
—¿Tiene que ser de miedo? —pregunto, aunque conozco la respuesta—. ¿No podemos ver El señor de los anillos por centésima vez? Ni siquiera me quejaré cuando recites los diálogos y representes las escenas de lucha.
—Tentador, pero no. —Se ríe—. Tienes que hacer algo por mí ya que he venido a verte, y se me ha metido entre ceja y ceja verte gritar como una chica.
—Por si no lo habías notado, soy una chica.
—Y me he esforzado mucho estos últimos siete años para no tenértelo en cuenta. —Nate se gira y me guiña un ojo—. Tú ve a por las palomitas. Yo iré a por los refrescos. Es hora de divertirnos.