Hannah


Hannah se limpia la nariz con el revés de la mano y busca a su alrededor el pañuelo que tenía hace un segundo. ¿Dónde estará?

Aquí. Recoge el pañuelo arrugado y vuelve a mirar el móvil por si acaso. Nate sigue sin devolverle la llamada. Haber llamado hoy a su casa ha sido terriblemente estúpido. Él también debe pensarlo, porque si no ya le habría mandado un mensaje disculpándose por no haber respondido a su llamada, o se la habría devuelto directamente.

Algo.

Cualquier cosa.

A menos que Jack no le pasara el mensaje . Debería haberlo llamado a su móvil, pero estaba demasiado molesta como para prestar atención al número que había marcado hasta que Jack respondió. Ojalá hubiera colgado entonces. Pero Nate y Jack suenan igual por teléfono, y no fue hasta después de abrirle su corazón y decirle que se había dado cuenta de que la vida son dos días y que no quería arrepentirse de no decirle qué sentía por él, que Jack la interrumpió y la sacó de su error.

Estúpida. Y ahora, si llama al móvil de Nate y Jack sí que le ha dicho lo de la primera llamada, va a quedar como una desesperada, además de tonta. Ojalá pudiera volver atrás. Fue una estupidez llamar tras enterarse de la muerte de Amanda. Pero la impresión y la tristeza le hicieron pensar en lo mucho que quería estar con Nate.

¿En qué lugar la deja que su primer pensamiento no fuera para Amanda y la vida que ya nunca tendrá o para su familia, que debe de estar devastada? En cambio, se centró en sí misma. Con razón Nate no está interesado. ¿Qué chico querría a una chica que no puede llorar la muerte de una amiga sin pensar en las deficiencias de su propia vida?

Necesita empezar de cero. O una roca enorme para esconderse. Ahora mismo no quiere tener que afrontar una conversa con Nate ni con nadie. El instituto empieza la semana que viene y va a ser un rollo, y no solo porque no ha sido capaz de esforzarse a leer ese estúpido libro.

Ah. Ahí va otra vez. Pensando en sí misma. Aun así, no puede evitar preguntarse si realmente D.E.S.E.O. puede hacer realidad su petición. Si se cancelasen las clases sus problemas se resolverían, al menos durante un tiempo. A lo mejor hay una notificación o algo en la web. Y aunque no la haya, le da algo en qué pensar además de lo tonta que ha sido esta mañana.

Mientras se limpia la nariz de nuevo, se sienta frente al ordenador e inicia sesión intentando no pensar en cómo se ha arrastrado a los pies de Nate y le ha suplicado que salga con ella. Hace clic en la pestaña de D.E.S.E.O. por segunda vez. Por tercera. ¿Qué narices? Tira el pañuelo a la papelera y se enzarza en la búsqueda de otro ordenador, porque después de todo lo perdido hoy, no puede perder también la esperanza que le daba D.E.S.E.O.