Ethan


Oye la sirena y sonríe. En cualquier momento el coche aparecerá por la colina. Las luces destellarán tal y como lo hacen en las pelis cuando algo malo sucede. Y esto ha sido malo. Tanto como pudo hacerlo.

Sabe que debería estar lejos. Un verdadero mercenario no se queda a admirar el trabajo. Entra, se ensucia las manos, sale y lo limpia todo sin que nadie lo vea.

Quedarse por los alrededores tras completar una misión es una rápida forma de perder rango en el juego. Solo un principiante comete ese error.

Pero esto no va de conseguir la mejor puntuación ni de subir posiciones en el ranking. Esto es real. Lo que ha hecho es real. Los gritos de «Dios mío» que desgarraron el aire frío matutino mientras corría por el jardín para llegar al bosque han sido reales. Y maravillosos.

¿Y qué si después ha vomitado? Ha sido lo suficientemente profesional como para salir pitando de allí antes de potar. La próxima vez no desayunará antes de hacer el trabajo. Es un detalle que el juego no incluye en los requisitos para comenzar las misiones. Armas y mapas, sí. Hábitos alimentarios, no.

Ethan sonríe. A lo mejor cuando termine el instituto puede unirse a la CIA o al FBI, o la NSA, si es que realmente existe. Podrían utilizar a un chaval con sus habilidades. Volar de estado en estado, o de un país a otro, cobrar por eliminar amenazas. Suena al trabajo perfecto para su talento. Tendrá que empezar a investigar cómo reclutan esas agencias. Quizá pida a su padre que lo lleve al campo de tiro para practicar su puntería. Nunca es demasiado pronto para planificar el futuro. Por lo menos, eso es lo que sus padres siempre dicen.

Cambia de posición detrás del arbusto donde está escondido y sonríe al oír cómo la sirena sube de volumen hasta que el coche pasa volando a su lado. Vale, no ha pasado tan rápido. Ni tan cerca como pensó que lo haría. Pero sí más rápido de lo que cualquier poli de por aquí conduciría normalmente. Eso debería bastar. Por ahora.

Ethan recoge la bolsa de suministros, se gira y se dirige a casa deseando poder ver las caras de todos cuando lean la nota que le han encargado dejar.

Te dije que lo lamentaríais.

Se percata de que hay una mancha roja en el suelo helado donde ha estado de rodillas, por lo que la tapa con un poco de nieve para esconder la prueba. Luego camina hacia casa con paso acelerado. Si no lo lamentaban ya, tiene el presentimiento de que D.E.S.E.O. se asegurará de que pronto sí lo hagan.