Bryan mira el reloj y después la casa que ha observado durante la última media hora. El requisito de D.E.S.E.O. es claro. Para que Bryan obtenga lo que ha pedido, debe hacerlo esta noche, pero hace frío y viento, y la nieve cae cada vez con más fuerza.
Esto apesta. Todo esto apesta.
Todos con los que ha hablado, incluido Jack, le han dicho lo mismo sobre la reunión de esta noche y la gente que se supone que irá. Técnicamente, Bryan también está en esa lista. Debería estar dentro hablando de Amanda. Contando historias y llorando. Recordándola. Como si pudiese olvidar quién era, qué significaba para él, o lo que hizo. La única forma de olvidar es obtener la pistola que D.E.S.E.O. le conseguirá.
Así que Bryan permanece en cuclillas entre los matorrales, temblando por el viento, esperando, observando y deseando. Aunque no sabe realmente qué desea. Hacerlo no parece correcto, pero es lo mismo que no hacer nada. Quiere hablar con alguien, pero la única persona que sabe qué está haciendo es Jack Weakley, y Jack no es de los que tienen conversaciones profundas. Hasta que Jack lo llamó, Bryan pensaba que Jack no era capaz de mantener siquiera una conversación.
Al pensar en Jack, Bryan saca el móvil y escribe un mensaje: «¿Dónde está?»
Unos segundos más tarde, le contesta: «Estoy en ello. Tranqui y espera ahí»
¿Tranqui? Sí, Jack es sin duda un genio. Aun así, el mensaje le molesta. Espera ahí. Qué fácil es decirlo cuando él no es el que se está congelando. Aunque, quizá su parte es la peor. Al fin y al cabo, Nate es su hermano. Traicionar a la familia tiene que ser peor. ¿Y para obtener qué? ¿Por qué está dispuesto Jack a hacer esto? ¿Un iPad? ¿Un ordenador? ¿Alguna de esas mierdas de deportes que Jack siempre enseña en sus fotos?
Una corriente de aire hace que Bryan tiemble, o quizá es el sentimiento de asco. No hacía Jack, sino hacia él mismo. Porque, aunque piense que Jack ha pedido algo estúpido, la petición de Bryan no es mejor. Un equipo deportivo no es una necesidad. Ni una pistola. Suicidarse no es un acto noble y Bryan lo sabe. Suicidarse no devolverá la vida a Amanda. Morir es fácil, significaría no tener que enfrentarse a lo que ha hecho. Y usar una pistola es el método más fácil de dejar atrás su culpabilidad. Siempre ha pensado que el suicidio es para cobardes a quienes no les importa nada excepto ellos mismos. Ha hablado de ello con sus padres, con sus amigos y con el psicólogo del colegio cuando su madre se preocupó porque estuviese deprimido y estresado.
Entonces se ofendió. Pero de alguna forma, en cuestión de días, Bryan se ha convertido en aquello que le molestaba que los otros pensaran que era. Un cobarde. Por eso está a la intemperie, congelado, en vez de dentro, el lugar al que antes pertenecía.
Una estupidez. Solo hizo una cosa estúpida y ahora no pertenece a ningún lado.
Le vibra el móvil y tiembla mientras intenta quitarse el guante para abrir el mensaje. Lo consigue a la tercera.
«Nate ya ha estado ahí, pero se ha ido. Tiene que estar en casa de Kaylee. Voy a hacer que mi madre lo llame. Espera un momento».
Ya se había ido antes de que él llegase ahí. Quizá es una señal. Se pirará antes de que se congele.
Cada vez nieva con más fuerza. El reloj de su móvil señala que han pasado cinco minutos. Jack no ha vuelto a contactar con él y Nate no está ahí. Es hora de irse.
Bryan agarra una rama para levantarse. El frío le ha tensado los músculos. Si Nate hubiese aparecido, Bryan duda que hubiera podido moverse lo suficientemente rápido como para seguir con el plan. Estúpido. Para ser alguien a quien sus profesores consideran listo, ¿cómo puede ser tan estúpido?
Sin mirar atrás hacia la casa, Bryan vuelve a donde ha aparcado su coche. Si alguien que lo conozca reconociese el vehículo, podría decir que había venido, se había sentado en el coche un rato y no había podido entrar y hablar de Amanda. Al menos había pensado en algo. Fue Jack el que dijo que era mejor esperar fuera. Bryan estuvo de acuerdo con que era el mejor plan porque no quería pensar mucho en qué hacía. Bueno, lo estaba pensando ahora y se preguntaba por primera vez por qué existía D.E.S.E.O. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué le había entregado un arma homicida? ¿Por qué hace que Jack traicione a su hermano?
Bryan pone los ojos en blanco mientras limpia su coche de nieve y piensa en Jack. Es popular, pero ninguno de sus amigos lo llamaría inteligente. Además, a menos que esté en un campo de fútbol americano, apenas es consciente de algo en el mundo que no sea él mismo. No es del tipo de persona que se preocupan de leer las publicaciones de la gente en D.E.S.E.O. Y si no ha visto las fotografías, Jack quizá no entienda que D.E.S.E.O. planea hacer daño a Nate, que no se trata de una gran broma de la que Nate saldrá ileso. En la mente simple de Jack, D.E.S.E.O. le da la oportunidad de conseguir algo guay mientras hace novatadas a su hermano. Como si fuera la mejor forma de empezar el año.
¿Le creerá Jack si le dice que D.E.S.E.O. quiere hacer algo más que asustar a Nate? Probablemente no. Si Bryan quiere intentar convencer a Jack, tendrá que confesar lo que le hizo a Amanda. Hacerlo sería lo mismo que entregarse a la policía porque está seguro de que Jack no le guardaría el secreto.
Bryan se mete en su coche, se saca del bolsillo la jeringa que encontró en el buzón de la señora Orlovsky y la coloca en el asiento del copiloto. Debería irse a casa, debería enviarle un mensaje a Jack y decirle que abandona, debería llamar a la policía, entregar la jeringa y confesar que fue él quien entregó las galletas.
Un simple error.
Un error que lo ha convertido en asesino.
Asesinato.
Por eso no puede confesar ni irse a casa. No soporta pensar que decepcionará a su familia, no quiere vivir sabiendo que todos piensan que es un mal chico. D.E.S.E.O. se lo dirá si no realiza esta tarea, tiene control sobre él porque sabe qué hizo. Lo puede delatar en cualquier momento, puede mandar a otro miembro a por su familia. Quizá ya lo haya hecho. Además, sabe por todas las entradas que ha visto que, si no hace aquello que D.E.S.E.O. le pide, otro lo hará.