—¿Eres compatible? —susurro mientras alargo el brazo y cojo a Nate de la mano. Una parte de mí necesita asegurarse de que es de verdad, de que esta conversación es real.
—No soy el donante perfecto. Solo cinco de seis antígenos coinciden —explica Nate como si eso importara. Una compatibilidad de seis antígenos fuera de la familia es muy extraño. Cinco es de lo mejor que va a conseguir DJ a menos que papá aparezca, e incluso podría seguir siendo mejor y todo. Se trata de una noticia genial.
Pero en realidad no lo es. Al menos, no para Nate. De repente entiendo qué está diciéndome.
—No quieres salvar a DJ.
Niega con fuerza.
—Eso no es cierto, Kaylee. Sabes que sí.
—¿Dejarías que DJ muriese? —Aparto la mano de la de Nate, pero él me aprieta la muñeca y no me suelta.
—No. Kaylee, ¿por qué crees que me he esforzado tanto para ayudarte a encontrar a tu padre? Quiero que DJ viva. Me da muchísimo miedo pasar por la operación. —Niega con la cabeza—. Cuando mis padres y yo leímos los detalles de la operación y los riesgos…
—Los riesgos son mínimos —respondo. Los he estudiado y he leído todo lo que los médicos han dicho sobre las consecuencias físicas que sufre el donante. Incluso hablé con el doctor McGoran, antes de que se fuera el año pasado, porque dijeron que había aspectos psicológicos que los donantes tenían que tener en cuenta—. Estás sano y no necesitas ambos riñones para vivir una vida completa. Puedo hablar con tus padres si quieres o hacer que el médico de DJ hable con ellos. Se darán cuenta de que no te pasará nada. Podrían dar su consentimiento y…
—No es solo ellos, Kaylee. Aunque sería un milagro que se preocupasen siquiera. —Nate me suelta la mano y se acerca a la ventana—. Soy yo. Conozco todas las estadísticas y he leído todos los resultados de las investigaciones. Cuanta más información leo, menos quiero pasar por la operación. No soy como tú. No soporto oír hablar sobre operaciones, dolor, posibles infecciones y futuras complicaciones y seguir adelante.
—Sí, pero…
—No es tan peligroso —dice, interrumpiéndome—. Se realizan esas operaciones todos los días. Es segura y sería hacerle un gran regalo a tu hermano. Me he dicho todo eso y, aunque mis padres dieran el visto bueno, no podría hacerlo. —Nate suspira amargamente—. En el fondo, soy un cobarde. Odio saber eso sobre mí y no estar dispuesto a hacer lo necesario por cambiarlo. Pero cuando este programa de becas me prometió algo a cambio de mi ayuda, le tomé la palabra. En vez de pedir dinero, coches o un viaje alrededor del mundo, les pedí que encontraran un donante para DJ. ¿Tan malo es?
Sí.
No.
Sí.
No soy capaz de pensar. Siento ira, compasión, odio, confusión. Intento procesarlo todo, pero Nate se queda parado, mirándome como si faltase lo peor. Y me doy cuenta de que es posible que sea así.
—Hay algo más que no me estás contando, ¿verdad?
—¿Cómo qué? —Es evidente que está mintiendo.
—El número que me diste de mi padre. D.E.S.E.O. te lo ha dado hoy. —En la web, cuando se manda una petición, la página te asigna un requisito que debes cumplir, una vez completada la tarea, el usuario consigue rápidamente lo que ha pedido—. ¿Qué hiciste para D.E.S.E.O., Nate? ¿Qué hiciste para que te dieran el número de teléfono de mi padre?
—Les dije que ibas a llamar a la policía para delatarles. Yo soy la razón por la que cerraron la página. —Retrocedo mientras Nate sigue hablando—. Sabía que tenía que hacer algo para que me dieran el número de tu padre, pero estaba asustado.
—¿Por qué?
—Estaba asustado de que tuvieras razón. —Vuelve a acercarse a la ventana—. De que conocieran la alergia de Amanda y hubiesen planeado su muerte. Me preocupaba que pudieran hacer lo mismo conmigo o con alguien que me importase si sabían que ibas a llamar a la poli. Y me dije que, si no tenías razón, no quería perder la oportunidad de localizar a tu padre. Si yo no puedo a salvar a DJ, tenía que encontrar a la persona que pudiera hacerlo.
Odio todas las razones porque las que entiendo lo que ha hecho, y no las comparto. Aunque veo la lógica en algunas cosas que ha hecho, estoy enfadada por su falta de sinceridad, por lo imbécil que he parecido esta mañana cuando he hablado con el agente Shepens, por el modo en que todo el mundo, incluidas mi madre y la doctora Jain, piensa que estoy loca, por cómo al ayudar a D.E.S.E.O. ha conseguido que mi madre dude de mí. Volvió a anteponer a DJ y me ha dejado aquí, sola. Me ha amenazado con autorizar un tratamiento porque piensa que soy una desequilibrada mental. Y todo por su culpa.
—¿Y ahora qué? —exige Nate—. ¿Lo he estropeado todo? ¿He mandado al traste cualquier oportunidad que hubiera entre nosotros? Dime qué tengo que hacer para arreglarlo y lo haré. Haré lo que quieras.
No, no hará lo que quiero. No va a salvar a mi hermano ni va a sacrificar su propia reputación para decirle a la gente que no soy una mentirosa. No me quiere, por mucho que diga lo contrario. Le encanta que lo necesite, pero realmente no lo necesito porque, a pesar de lo que antes pensaba, él nunca ha estado ahí para mí. No me siento segura con él. Estoy sola y siempre he estado sola, pero hasta ahora no sabía hasta qué nivel.
—Vete.
—No me pidas que me vaya. —Nate da un paso hacia mí, pero se detiene cuando me alejo—. No con D.E.S.E.O. haciendo quién sabe qué. Si quieres me iré y no me entrometeré en tu camino, pero puedo ayudarte a cerrar la web o quizá podríamos…
—¡Vete! —Le lanzo el móvil—. Llévate todas las promesas y las mentiras contigo y búscate a otra para contárselas. ¿Por qué no llamas a Jack y os vais juntos a cumplir misiones de D.E.S.E.O.? Los dos sois tal para cual.
Encorva los hombros y sé que he metido el dedo en la llaga.
Cuando llega a la puerta, se gira y dice:
—Ten cuidado, Kaylee. La persona que anda detrás de D.E.S.E.O. debe de estar aquí en Nottawa, observándonos.
Se va y yo empiezo a temblar al asimilar la traición de Nate. Me hundo en el suelo, me abrazo las piernas y me encojo al oír la puerta principal cerrarse. Se ha ido y con él la amistad en la que creía. Ha mentido en lo de ser compatible, en lo de la web y todo lo que ha podido para cubrirse las espaldas hasta que no ha tenido más remedio que contar la verdad.
Amor.
Las lágrimas caen por mi rostro cuando la palabra resuena en mi cabeza. Nate ha dicho que lo había hecho todo por amor. A lo mejor soy yo la que no entiende el amor ya que nadie que me ha querido ni me ha puesto jamás en primer lugar, ni una sola vez. Siempre he deseado que me quisieran, pero si eso es amor, no quiero tener nada que ver con él. Porque no es real. La ilusión es suficiente por un tiempo, pero en cuanto se mira más allá, lo único que queda es dolor.
D.E.S.E.O. lo sabe. Entiende que debajo de todas esas sonrisas, los choques de manos y las risas compartidas en los pasillos, a la hora de la verdad la mayoría de personas siempre miran por sus intereses, sus deseos, sus necesidades. Especialmente si creen que pueden ocultarlo.
Bien. Que D.E.S.E.O. utilice esa información y los castigue a todos. Que enfrente a hermanos y a amigos. Mi hermano y mi madre están lejos mientras yo estoy a salvo en esta casa. Que hagan lo que les dé la gana, ya no me importa.
La ira hace desaparecer las lágrimas. Pero entonces me siento avergonzada.
Porque sí que me importa. Da igual cuantas veces me diga que quiero vengarme de todo lo que la gente de este pueblo me ha hecho, realmente no quiero hacerlo. Si quisiera venganza sería como ellos, como todas las personas que se han metido conmigo y me han dicho que solo busco llamar la atención. Nunca podré ser como ellos porque eso sería mucho peor que estar sola.
Me seco las lágrimas con las manos. Llorar es una estupidez, especialmente con todo lo que está pasando. Alguien podría morir porque D.E.S.E.O. está utilizando su miedo y su egoísmo en su contra. Bueno, no solo D.E.S.E.O puede jugar a ese juego.
Me levanto y me siento frente al ordenador. D.E.S.E.O. apareció y se infiltró en nuestras vidas en cuestión de días sin que casi nadie se diera cuenta. Estamos tan acostumbrados a que todos los días aparezcan cosas nuevas en internet que no cuestionamos qué hay detrás de ellas antes de acogerlas en nuestra vida porque no parecen reales. D.E.S.E.O. lo sabe y se alimenta de la gente crédula que piensa que todo aquello que sucede en un foro de internet no puede ser malo solo porque no forma parte de la vida real. Todas las cosas que la gente no tendría el coraje o la voluntad de hacer cara a cara aparece en internet, y a la gente le da igual, porque piensan que es solo en la red. Podemos ignorarlo o convencernos de que no es real o que nunca lo hemos visto. Pero como D.E.S.E.O. insiste encarecidamente en la discreción, es más fácil fingir que no ocurre nada malo. Bueno, pues ya no van a poder seguir fingiendo.
Inicio sesión en la página de D.E.S.E.O. y empiezo a sacar fotos del tablón de mensajes con mi móvil. D.E.S.E.O. crece tanto gracias al anonimato que ofrece mediante normas que los usuarios aceptan porque… ¿cómo si no van a esconder lo que han hecho? Bueno, voy a hacer que sea imposible esconderse. Voy a luchar. Que D.E.S.E.O. venga a por mí, no me importa, porque esta vez no voy simplemente a romper sus reglas, voy a destrozarlas.