—¿Bryan, eres tú? —Como nadie responde, digo—: ¿Hola, Bryan?
—¿Quién es?
Suspiro aliviada al oír su voz. Es él, Jack no me ha dado un número falso.
—Soy Kaylee Dunham.
Espero que me diga algo, lo que sea. Al fin y al cabo, ha secuestrado a Nate en la entrada de mi casa. Tiene que saber por qué lo llamo.
—Jack me ha dado tu número, Bryan. ¿Dónde está Nate? ¿Qué has hecho con él?
—No sé lo que te ha dicho Jack…
—Me ha contado que te ha ayudado a secuestrar a Nate para entregárselo a D.E.S.E.O. Todo para conseguir un gimnasio en casa. No me sorprende que Jack sea así de frívolo. ¿Pero tú? —Bryan, quien planeó la campaña de abrigos de invierno para las familias con pocos recursos y siempre lleva un libro en la mano; se suponía que era inteligente, amable. Nunca se ha metido conmigo y, aunque no me lo ha dicho, sé que se hizo las pruebas porque su madre se lo contó a la mía. No lo conozco bien… probablemente es culpa mía, pero siempre he pensado que era uno de los buenos. Alguien que haría algo importante y maravilloso con su vida, alguien mejor que el resto de nosotros—. ¿Qué te van a dar por secuestrar a Nate? ¿Merece la pena sacrificar su vida por ello? Porque si no le dejas ir va a morir.
—Eso no lo sabes. —Me doy cuenta de que cree que mis palabras pueden ser ciertas—. Y ahora no puedo hablar.
—¿Por qué? —No puede colgar. Si lo hace, podría bloquear mis llamadas o no volver a responder—. Mira, solo dime dónde está Nate e iré a buscarlo.
—Dame diez minutos —susurra—. Está pasando algo que me podría ayudar a descubrir quién está detrás de todo esto. Te llamaré, te lo prometo.
—¡Espera! —Mierda. Bryan ha colgado. Intento volver a llamarlo, pero no coge el teléfono.
Si Bryan me hubiese preguntado ayer si confiaba en que me llamaría en diez minutos, no habría dudado y hubiera esperado su llamada. No confío en este Bryan, no con tanto en juego. No le han podido hacer nada a Nate aún, ¿no? Espero estar en lo cierto. Pero D.E.S.E.O. se ha movido tan rápido que diez minutos es esperar demasiado. Tengo que encontrar a otra persona que me ayude a parar todo esto.
Rebusco en el bolsillo izquierdo de mis pantalones y saco las dos tarjetas que me han dado esta mañana. Vuelvo a meter la de la doctora Jain en los pantalones y marco el número de la otra tarjeta, la del agente Shepens. Antes no tenía pruebas para enseñarle, ahora, aunque me han eliminado de la página de D.E.S.E.O., las tengo. Los correos y fotografías de las entradas de D.E.S.E.O. deberían ser suficiente para convencerlo de que no me lo estoy inventando. Y quizá haya otros que lo corroboren. Tiene que haberlos. A pesar de ello, me encojo ante la idea que me vuelvan a llamar mentirosa.
Me armo de valor, aunque siento náuseas, y llamo. Un tono. Dos.
—Agente Shepens.
—Hola. Soy Kaylee, Kaylee Dunham. —No es la mejor forma de empezar, pero ahora que está al teléfono tengo miedo de decir algo mal. Si la fastidio no ayudará a Nate y será culpa mía—. La página vuelve a estar activa. He hecho fotos para demostrarlo. Están sucediendo muchas cosas malas. Tiene que ayudarme.
—Kaylee…
—Alguien tiene que hacerlo o a saber qué pasará. Nate está desaparecido, alguien se lo ha llevado y sé que D.E.S.E.O. está detrás de todo y…
—Kaylee.
Paro porque estoy divagando. Esto no va a hacer que escuche ni me crea. Tengo que centrarme.
—Lo siento, agente Shepens. Estoy preocupada por Nate y no sé a quién más llamar, pero he pedido algo en la página de la que le he hablado esta mañana. —¿Ha sido esta mañana?—. La página te pregunta qué deseas y yo fui estúpida y dije que quería un riñón para mi hermano. No sabía que Nate era compatible, pero la página sí y…
—Kaylee, ¿está tu madre ahí?
—¿Qué? —Parpadeo—. No. DJ y ella se han ido a visitar a mi tía, por eso…
—¿A dónde? Me gustaría ir a hablar contigo, pero quizá sería mejor que tu madre estuviese ahí. ¿Te importa que la llame?
—Él móvil le está dando problemas, pero puede intentarlo.
Miento porque aunque convenciera a mamá de volver conmigo, no puede volver a casa. DJ y ella tienen que quedarse lejos, por su seguridad y la de Nate. Si DJ está cerca hay una mayor probabilidad de que obliguen a Nate a hacer lo que D.E.S.E.O. quiere. Por eso, cuando el agente Shepens me pide el número, cambio la última cifra de un nueve a un uno. La mayoría de los chicos que van al instituto no saben el número de sus padres o incluso los de sus mejores amigos porque los tienen en marcación rápida, así que al agente Shepens no le costará creer que me he equivocado con uno de los números. Eso espero.
—Voy a llamarla. Cuando termine iré a hablar contigo. ¿Estás en casa?
—Sí, pero usted debería buscar a Nate. Creo que sé…
—Espérame ahí, llegaré en media hora. Y Kaylee, si hablas con tu madre antes que yo, dile que creo que debería regresar a casa.
Cuelgo y estoy más nerviosa que antes. El agente Shepens va a venir, no me ha descartado a la primera.
Han pasado ocho minutos desde que Bryan me colgó. No los diez que me ha pedido, pero no me importa. Llamo de todas maneras.
No hay respuesta. Intento concentrarme y tener esperanza en que el agente Shepens empiece a buscar a Nate en cuanto vea las pruebas que tengo.
Pensando en eso, decido organizar toda la información. Vuelvo a encender el ordenador y abro en una ventana el último mensaje que D.E.S.E.O. me envió. Entonces, en otra ventana del navegador, abro el perfil donde he colgado las fotografías de D.E.S.E.O. que me han metido en problemas por romper las estúpidas reglas. Quizá una o más personas de las que han visto la entrada acepten dar un paso al frente y hablar con el agente Shepens. Cuantos más nos rebelemos contra D.E.S.E.O. y dejemos de validarla estando de acuerdo con lo que pide menos poder tendrá.
En la primera fotografía aparecen los siguientes comentarios:
No deberías estar colgando esto.
Cálmate. Cómprate una vida.
En la segunda:
No lo arruines para los demás.
Me muerdo el labio y me obligo a leer el último.
No lo sabía. Juro que no lo sabía. Por favor dile que lo siento. Diles a todos que lo siento.
Sameena Jahn.
Ni siquiera recuerdo que fuésemos «amigas» en la red, pero amigas o no, la culpa del comentario y la implicación de que no podrá disculparse con nadie me hace jadear y mandarle un mensaje privado. Veo otro mensaje de otra «amiga», Yvonne Gutierrez.
Hola. No sé si esto es importante, pero he visto tus entradas. No creo que sea un problema ni nada, pero hay un recibo con tu nombre en la pastelería donde dice que encargaste diecisiete galletas. La policía sabe lo del recibo. No sé si les importa, pero pensé que deberías saberlo.
Un recibo con mi nombre. Diecisiete galletas que no he pedido, pero la policía cree que sí. Al instante, sé por qué viene el agente Shepens y por qué es tan importante que mi madre esté en casa cuando hable conmigo. Cree que pedí y mandé las galletas que mataron a Amanda Highland. No va a venir a ayudarme o a detener a D.E.S.E.O. Viene para arrestarme.