—Adivina qué hora es —digo andando por el pasillo.
—Vete a la porra —grita DJ—. No voy a ponerme el termómetro otra vez.
—¿Quieres apostar? —Agarro el aparato de la encimera de la cocina y me dirijo al salón, donde mi hermano está despatarrado en el sofá, mirando el televisor—. Mamá va a llamar en cinco minutos para ver qué tal todo.
—Dile que estoy bien. —Un coche derrapa y se estrella en la pantalla.
—Va a preguntar si tienes fiebre.
—Mamá necesita relajarse un poco. —DJ suspira de un modo dramático—. No tenía fiebre las últimas cuatro veces que te ha pedido que lo compruebes. Creo que ya puedo pasar página oficialmente.
—No es tan sencillo, DJ.
Las pruebas del hospital no muestran que haya recaída… todavía. Como su sistema inmunológico es tan débil, no hace falta mucho para que eso suceda. Cada vez que un paciente experimenta una recaída del síndrome nefrótico la prognosis es peor. Hay mayor probabilidad de retención de líquidos, neumonía, coagulación de sangre, otros daños renales… Para DJ, la siguiente recaída podría significar que le dejen de funcionar los riñones por completo. Si para entonces no tenemos un donante…
—Sí. —DJ se sienta y se gira hacia mí. Ni siquiera mira la pantalla cuando el coche explota—. Sí que es tan sencillo. Pero parece que mamá y tú estéis más interesadas en demostrar que me estoy muriendo en vez de estar luchando contra un resfriado. De mamá me lo espero. Es lo que hace. Pero se supone que tú estás de mi parte.
—Estoy de tu parte, y no te estás muriendo —señalo, deseando que el estómago no me dé un vuelco—. No voy a dejar que eso ocurra.
—No hay nada que puedas hacer para evitarlo, Kaylee. Ojalá pudieras. Entonces no tendría que tener miedo. Y estoy cansado de tenerlo.
Veo en sus ojos al niño con el que solía jugar a los bloques y que lloraba cuando construía torres demasiado altas y se caían. Y veo el miedo que tan bien esconde porque quiere olvidar que hay una posibilidad de que su sistema inmunológico ceda y muera. Se merece olvidar y ser feliz. Aunque solo sea durante unas horas.
Me meto el termómetro en el bolsillo, me tumbo en el suelo junto al sofá y digo:
—¿Te importa si veo la peli contigo?
—Vale. No te has perdido mucho. Sólo a los malos robando dinero a otros malos. Ese tío que los está persiguiendo en el coche en teoría es un poli que cree que ha matado a su compañero y no ha sido capaz de perdonarse. Claro que en realidad no lo mató y yo creo que el compañero está aliado con los malos, pero aún no hemos llegado a esa parte.
Un camión se lleva por delante a un coche en la carretera y hay otra explosión a la vez que un hombre salta del camión y dispara una pistola. No tengo ni idea de qué está pasando en la pantalla, pero no importa porque no es que esté mirándola de verdad. Estoy escuchando los gritos de emoción de DJ y lo observo saltar en el sofá cuando el bueno por fin se enfrenta a su compañero supuestamente muerto.
Cuando el teléfono suena, no tengo ningún problema en mentirle a mamá sobre haberle tomado la temperatura a DJ. Porque él quiere normalidad.
Poco después de que la primera peli haya terminado y la segunda —porque por lo visto toda mala peli de acción necesita una secuela—, haya empezado, me doy cuenta de que DJ se ha quedado dormido en el sofá, a mi lado. Lo tapo con una manta y me tumbo junto a él antes de quitarle un mechón de pelo rubio de la cara.
Mientras duerme, lo observo y rezo. Cuando parece que va a despertarse, me levanto y salgo del salón para que no tenga que avergonzarse de que su hermana mayor haya estado velando su sueño como si fuera un bebé.
Revuelvo las carpetas que tengo en el cajón de mi escritorio e ignoro el papel que hay encima y que sé que debería tirar y olvidar. Solo demuestra lo horrible que la gente puede llegar a ser. Como si realmente necesitara que me lo recordasen. Pero lo dejo donde está y saco una lista de nombres de debajo deseando que al menos unas cuantas personas en ella sean más comprensivas que aquellas con las que he contactado en el pasado. La lista se compone de toda la gente que creo que puede conocer a mi padre. Quince nombres están tachados, lo cual es desalentador. Cuando hice la lista, las personas que puse en lo alto eran mi mayor esperanza. Eso demuestra lo mucho que sé. Por ahora, solo uno de ellos ha admitido haber oído hablar de mi padre desde que se fue a un viaje de pesca la pasada primavera y no regresó. Esa pista es la razón por la que sé que mi padre sigue vivo.
Los médicos dicen que un familiar directo con el mismo grupo sanguíneo sería el mejor donante para DJ. Los familiares son los que más probabilidad tienen de ser donantes compatibles, lo cual le daría al cuerpo de DJ una oportunidad mayor de aceptar el nuevo órgano. Por lo que a mí respecta, papá va a ser ese donante, quiera él o no. No me importa lo que diga mamá; nos debe eso y más.
Cada cosa a su tiempo. Inicio sesión en la dirección de email que creé para este proyecto y le mando un correo al señor Bryski para ver si sabe algo más de mi padre. Prometió mantenerme al día, pero no confío en nadie. Ni siquiera en el señor Bryski, razón por la cual no firmo con mi nombre. Probablemente crea que está hablando con mi madre. La mayoría de las personas con las que contacto por aquí es lo creen. Seleccioné la dirección de correo específicamente con esa intención. A la gente le gusta presuponer y, por una vez, eso está jugando a mi favor.
Envío seis correos más y después comienzo a hacer llamadas a hoteles en el área de Kenosha y en los pueblos de alrededor. Hay docenas, así que todos los días llamo a unos cuantos. Los que responden al teléfono no tienen permiso para revelar los nombres de los huéspedes ni dar información, pero de vez en cuando doy con alguien que se compadece de la chica que busca a su padre o que piensa que puedo estar dispuesta a pagar para que me ayuden. En realidad, no creo que esta gente me vaya a llevar hasta mi padre. Hasta ahora nadie ha hecho nada por mover un dedo, da igual lo que haya intentado. Pero como prometer dinero en Craigslist no es una opción e intentar robar historiales médicos de la escuela para localizar a donantes potenciales al final acabó llevándome a terapia, buscar una aguja en un pajar es mejor plan que el de mi madre, que por lo que sé es el de no buscar.
Al menos, eso es lo que intento recordar cuando el hombre al teléfono me corta con una diatriba sobre llamadas de broma y me cuelga. Intento no pensar en qué dice de mí que esto sea lo que me espere como algo normal.
Hago unas pocas llamadas más y luego busco en todas las redes sociales una a una el nombre de mi padre. Como siempre, siento una punzada de decepción cuando no encuentro nada. A mi padre nunca le gustó pasar tiempo delante de la pantalla del ordenador, lo cual facilitó que desapareciera de nuestras vidas. La policía podría ser capaz de localizarlo. Los juzgados también podrían buscarlo si mi madre decide pedir la manutención. Pero hasta ahora se ha negado a llevar a cabo ninguna de las dos rutas, insistiendo en que sabe qué es lo mejor y que papá no puede ayudarnos. He intentado que DJ la presionara porque no sabe decirle que no, pero él evita hablar de papá. Sé que piensa que es culpa suya que se fuera. Justo tres semanas después de enterarnos de que la última recaída de DJ le había dañado los riñones lo bastante como para necesitar un trasplante en un futuro muy cercano, papá se fue. Él sí que sabe cómo darle la patada a alguien que apenas se tiene en pie.
Como los intentos por encontrar a mi padre no me están llevando a ninguna parte, me tomo un descanso e inicio sesión en mi cuenta de correo electrónico normal. Guau. Veintitrés mensajes sin leer.
Vicki Bocknick te ha invitado a D.E.S.E.O.
Quincy Hanson te ha invitado a D.E.S.E.O.
Martyn Udden te ha invitado a D.E.S.E.O.
Jose Alvarado te ha invitado a D.E.S.E.O.
Vera Petzel te ha invitado a D.E.S.E.O.
Uno tras otro, todo son invitaciones a D.E.S.E.O. Y todos desde que me fui a dormir hace catorce horas. Y la mayoría de personas que los han enviado no son lo que yo llamaría amigos. ¿Por qué se molestan en invitarme?
Hago clic en la pestaña de D.E.S.E.O. que añadí a favoritos, inicio sesión y leo la página principal dos veces cuando aparece. O bien no estaba prestando atención ayer, o esta página es totalmente nueva. Línea tras línea, leo las peticiones de deseos.
Ordenadores.
Teléfonos.
Ropa.
Coches.
Joyas.
Esquís.
Una semana más de vacaciones de navidad.
Debe de haber más de cien peticiones. Bajo cada petición hay un cuadro de diálogo donde los usuarios pueden pinchar«Necesidad» o «Deseo» y añadir un comentario anónimo. Algunas de las peticiones tienen una estrella, por lo que, a juzgar por los mensajes de felicitación que hay debajo de ellas, me imagino que serán los deseos ya cumplidos.
Algunas peticiones tienen más de cien comentarios. Otras, que deben de ser las más recientes, solo unos pocos. Los diferentes mensajes van desde el «Yo también quiero eso» y «Debería haber pedido lo mismo» hasta el «¡No jodas! Cómprate una vida». La mayoría de los deseos son repetitivos y bastante genéricos, así que resulta casi imposible adivinar quién los ha pedido. Pero el mío no lo será. A saber los comentarios que me han dejado, especialmente al ser anónimos.
Me digo que no importa. Que tras todos los insultos, comentarios maliciosos y la de veces que me han ignorado mis compañeros, soy inmune a cualquier cosa que digan o hagan. Pero está claro que no es cierto, porque se me hace un nudo en el estómago según voy leyendo peticiones y comentarios mientras busco la mía. Pero no la encuentro.
Vuelvo al principio y de nuevo reviso toda la lista. Veo el deseo de Nate de conseguir un sobresaliente en física, seguido de un montón de comentarios mordaces, pero el mío no está. Sea el que sea que esté a cargo de D.E.S.E.O. debe de haber decidido borrar mi post porque es demasiado extraño o porque revela mi identidad.
El alivio me embarga cuando pincho sobre mi página de perfil. Bajo el nombre de identificación que me asignaron aparecen las siguientes palabras:
Peticiones de deseos solicitadas:
Un riñón para mi hermano – Pendiente de cumplimiento
Nada más. Ni cuadro de diálogo ni comentarios sarcásticos u ocurrencias mordaces. Pero, ¿y si eso cambia? Espera. Abajo en la página hay un asterisco seguido de un mensaje que no estaba antes ahí.
*Esta página de perfil está actualmente oculta para otros usuarios de la web.
El alivio me embarga. Nadie va a ver lo que he pedido.
¿Por qué? Me salgo de mi página de perfil y hago clic en el deseo de otro usuario de la página; el de los esquís. De inmediato, la pantalla cambia y puedo ver el perfil anónimo del usuario, personalizado con un fondo de una gran carita amarilla sonriente en el centro. El estado de su petición es «pendiente de cumplimiento». No hay ningún mensaje con asterisco al final.
La web debe de haber ocultado mi página porque el deseo revela mi identidad. Al fin y al cabo, ¿quién más en nuestro instituto pediría un riñón? Por ahora, estoy a salvo de sufrir más ridículo. ¿Pero y si eso cambia? Casi todas las redes sociales en las que he estado han sufrido cambios. Da miedo el número de usuarios de esta y la velocidad a la que está creciendo. ¿Qué pasa si D.E.S.E.O. deja de ser anónimo y mi perfil se vuelve visible para todos los usuarios? Los comentarios sobre que el vago de mi padre y mi hermano casi muerto me han llevado al límite no se van a limitar a los pasillos del colegio. Los veré en negrita en mi ordenador y en todos los ordenadores de cada alumno del instituto. Algunos me defenderán, no todo el mundo cree que me gusta llamar la atención y que uso los problemas familiares para que me compadezcan. Pero los que sí piensan eso van a ser imparables cuando se topen con mi perfil en D.E.S.E.O. Ya lo han hecho en otras redes sociales, lo harán en esta también. No debería haberme registrado.
Un sabor metálico me inunda la boca. Si tengo que esperar sentada hasta que la web revoque mi anonimato me voy a volver loca. Tengo que borrar la cuenta. Y debo hacerlo ya.
No hay ninguna opción para borrar en mi perfil, así que hago clic en la página principal y busco el botón de herramientas o la pestaña de «Mi cuenta». Debe de haber una. ¿O quizás un botón de privacidad? Algo. Cualquier cosa. Tiene que haber alguna forma de deshacerse de la cuenta. Pero por mucho que busco, no encuentro el modo de eliminar mi perfil del sistema. Debo de estar pasando algo por alto.
Desesperada, cojo el teléfono y llamo a Nate.
—Hola —dice Nate—. Justo iba a llamarte. ¿Qué tal está DJ hoy?
—Mejor. Frustrado porque mamá sigue llamando para ver si le ha vuelto la fiebre. Lo normal.
Nate se ríe.
—Bueno, lo normal es mejor que lo anormal. Siempre que las cosas se vuelven anormales en tu casa, el infierno se desata en la Tierra. Así que, eso es bueno.
—No lo había pensado así.
—Esa es la razón por la que me quieres a tu lado. Para que piense por ti. Y hablando de eso, tuve una idea para conseguir que más gente de por aquí se haga las pruebas para ver si son donantes compatibles para DJ.
Nate sí que podría ser capaz de conseguir a más personas. Aunque su familia lo ignore debido a su falta de habilidad en el deporte, en el instituto es considerado un pionero y un tío guay. Pero dudo que tenga la capacidad de convencer a nuestros compañeros de clase o a sus padres a someterse a una operación.
—Todas las personas cercanas a DJ o a nuestra familia que están dispuestas a donarle un riñón ya han pasado por el proceso.
Por desgracia fue un número muy reducido. Unos pocos amigos de la familia, un par de ex compañeros de trabajo de papá y Nate. Parece que su grupo sanguíneo es el correcto, pero que ninguno de los seis antígenos en su tejido lo era. La probabilidad de que el cuerpo de DJ rechazara su riñón era alta, lo que hace que Nate no sea compatible. Como yo. La falta de apoyo de los demás es la razón por la que fingí estar enferma y así poder pasar tiempo en la enfermería y comprobar los grupos sanguíneos de mis compañeros, con la esperanza de poder localizar a los que sí pudieran ser más compatibles. Pensé que era una buena idea, pero no.
—Sí, ¿pero y toda esa gente que no te conoce? Tú gustabas al pueblo, que no solo es pequeño, sino que también está lleno de gilipollas egocéntricos y cortos de miras. Sé que las redes sociales no te hacen gracia porque la gente es idiota, pero no todo el mundo en internet es tan imbécil como los adolescentes con los que vamos al instituto. Una buena campaña en la red podría crear conciencia e incluso animar a otras personas de fuera de esta comunidad a hacerse las pruebas. Solo hace falta algo que consiga que la campaña se haga viral. He estado trabajando en una cosa que creo que podría llamar la atención de la gente. Solo hay que encontrar a una persona compatible.
Y esa persona tiene que estar dispuesta a vivir durante el resto de su vida con un solo riñón. La mayoría de la gente no es tan amable a menos que le paguen por ello. Y mi madre odiará que sea todo tan público, pero no es que realmente me importe. A lo mejor si se disgusta hace algo para ayudar a encontrar a mi padre.
—Deja que hable con DJ y vea qué opina. —Antes de que Nate pueda seguir presionándome le digo—: Y hablando de redes sociales, no sé cómo eliminar mi cuenta en D.E.S.E.O.
—¿Por qué quieres eliminarla? Yo he estado en la web casi todo el día. Es una locura.
—Locura… ¿por qué?
—Bueno, para empezar, la persona que la creó es un maldito genio. Que yo sepa, la red social empezó a funcionar hace tres días. Cuando yo me envié la invitación ayer, solo había 26 usuarios registrados. Ahora hay 407. Quizás 410. He recibido casi sesenta emails desde esta mañana invitándome a unirme. Al final tuve que poner un estado en Facebook diciéndole a la gente que ya tenía cuenta y que le mandaran la invitación a otro. Supongo que para mañana todos los del instituto que hayan mirado su correo estarán en D.E.S.E.O.
Hago clic en la pestaña de estadística de D.E.S.E.O.
Usuarios registrados – 410
Deseos pendientes – 398
Deseos concedidos – 48
—Al todopoderoso de Jack ya le han concedido su segundo deseo. Le dijo a mi madre que compró una tabla de deslizamiento con la tarjeta regalo que le dio la abuela, pero miré la caja en la que se la entregaron una vez la abrió, y no había etiqueta ni sello postal. Solo su nombre escrito en letras negras y grandes. Dudo que mamá lo crea, pero por supuesto ella nunca cuestionaría a su hijo, el capitán de equipo.
—¿Qué es una tabla de deslizamiento? —pregunto antes de que Nate tenga oportunidad de regodearse en sus problemas familiares.
—Una especie de tabla para entrenar la agilidad. Ahora mismo, él y sus compañeros del equipo de fútbol están probándola en el salón. Si te quieres reír, vente. Están tropezándose y fingiendo que lo hacen a posta.
Tecleo «tabla de deslizamiento» en el buscador de Google y le doy a enter. Vaya. Dependiendo de la marca, las tablas oscilan entre los 250 y los 500 dólares. Un móvil nuevo podría valer lo mismo. D.E.S.E.O. ha desembolsado mucho dinero solo en los deseos de Jack. Y los suyos solo han sido 2 de los 48 que ya han concedido.
—¿De dónde sacan el dinero? —interrumpo la batallita que Nate me está contando esta vez sobre Jack.
—¿Qué dinero?
—El dinero que han usado para comprar la tabla de deslizamiento y todas las otras cosas que la gente está pidiendo.
—¿Qué importa eso?
—Importa, porque nadie regala un montón de aparatos caros sin pedir nada a cambio. Estas cosas no pasan en las películas de Disney, mucho menos en la vida real.
—Tienes razón. —Me puedo imaginar a Nate pasándose la mano por el pelo mientras piensa lo que le acabo de decir. Unos pocos segundos después dice—: La gente hace cosas extrañas por motivos distintos. A lo mejor es alguien que hizo de Papá Noel este año en el centro comercial y ha decidido que se lo pasó tan bien que no quiere parar. O quizá algún ricachón acaba de enterarse de que le quedan dos meses de vida y ha decidido donar su dinero a una causa que merezca la pena.
—¿Llamas «causa que merece la pena» el concederle todos los caprichos a Jack?
—No, pero aprobar física sí. Aunque ahora que veo todas las opciones, me doy cuenta de lo estúpida que fue mi elección.
—¿Por qué? —pregunto—. ¿Porque no crees que un enfermo terminal ricachón pueda sobornar a tu profesor de física?
—Todo el mundo tiene un precio, Kaylee. Solo hay que estar dispuesto a presionar hasta averiguarlo. Sea quien sea el que está detrás de la web lo sabe. Pero se me ha ocurrido que mi deseo no puede cumplirse hasta dentro de dos semanas y media. Si hubiera sido más materialista, como Jack y como casi todo el mundo, ya tendría mi primer deseo cumplido y habría pasado al segundo. Ahora, gracias a las normas de la página, tengo que esperar hasta que el primero se haya cumplido antes de poder pedir otra cosa.
—Para entonces no podrás pedir nada.
—¿Por qué no?
—Porque no quedará nadie a quien invitar a la web. —Pincho en la pantalla y veo que los usuarios han aumentado a 424—. Esa es la trampa, ¿no? Hay que invitar a gente para que te concedan un deseo. En cuanto todos se hayan registrado, se habrá acabado.
—No creo —dice Nate. El tono burlón ha desaparecido—. Piénsalo. Quien sea que esté detrás de esto quiere que todos estemos en su red social. Ponen el baremo muy bajo para que sea fácil para el usuario avanzar y obtener su recompensa. Eso no va a durar mucho más. Ahora que la web está operativa, me imagino que elevarán el precio de un par de emails a algo más.
—¿Como qué? —pregunto.
El silencio se prolonga lo que parece una eternidad, hasta que por fin responde.
—No lo sé, pero dudo que tengamos que esperar mucho para averiguarlo.