Kaylee


—Veamos… —Me abre el abrigo y frunce el ceño—. Nunca he tratado a un paciente envuelto en un abrigo y va a ser complicado. No quiero causarte más dolor del que ya sientes.

—¿Y qué te importa? Ya has admitido que vas a matarme igualmente. —Contengo las ansias de pegarle una patada. A lo mejor después. Espero llegar a ese después.

—Solo porque algo deba hacerse no significa que tenga que ser con sufrimiento —explica mientras asiente—. Por norma general, no me gusta el dolor. Creo que voy a tener que cortar la manga del abrigo. —Coge un par de tijeras de los suministros que ha colocado en la mesa cercana y comienza a cortar la manga. Cuando termina, enrolla la manga de mi sudadera y saca una jeringa—. Es para el dolor. Te dije que no iba a ser yo quien te mate, no a menos que no haya otra elección. Preferiría no contaminar los datos del proyecto si no es estrictamente necesario. Ahora, quédate quieta.

Hago caso porque quizá esté diciendo la verdad y quiero que el dolor desaparezca. Entonces, a lo mejor seré capaz de pensar con suficiente claridad como para encontrar la forma de escapar.

La doctora Jain es eficiente, en menos de un minuto ha limpiado, pinchado y tapado la herida de la inyección con una gasa. En comparación con el dolor del hombro cuando corta la tela de alrededor de la herida y la venda, el pinchazo de la aguja no es nada.

Una vez guarda los suministros en el armario, no puedo evitar preguntarle:

—¿Dónde está Nate? ¿Qué has hecho con él?

La doctora Jain me mira mientras niega con la cabeza.

—No se merece tu preocupación ni tu lealtad. A menudo confiamos en aquellos que no se lo merecen. Está en la naturaleza humana el confiar en aquellos que amamos. Tu padre confió en tu madre. Yo confié en mi marido. Luego me di cuenta de que mi confianza era infundada. Tu padre tardó un poco más porque a tu madre se le daba mejor esconder sus emociones. Las traiciones son duras, pero yo lo tuve mucho más fácil que él.

—Pensaba que estábamos hablando de Nate.

—Sí y no. —Su sonrisa no tiene ni rastro de comicidad—. Estás enfadada con tu padre por abandonarte, pero te pareces más a él de lo que podrías imaginar. Cuando la enfermedad de tu hermano progresó hasta el punto de que los médicos dijeron que sería necesario un trasplante de riñón, tu padre fue el primero en hacerse las pruebas. Al igual que tú, enterarse de que no era un donante compatible para tu hermano fue difícil. Pero los resultados de sus análisis mostraban algo que no se creía, así que se volvió a hacer las pruebas y entonces se dio cuenta de que no era el padre biológico de DJ. La confirmación de esa traición por parte de tu madre lo hizo añicos. Podrías decir que todo esto es por su culpa.

—¿Qué? No lo entiendo. ¿Qué dices? Mi madre quería a mi padre. —Se volvió loca cuando se fue y solo habla de él cuando la presiono. Él es quien la hizo añicos cuando se fue. Lo quiere, ¿no?

—A lo mejor sí, pero eso no la detuvo a la hora de acostarse con mi marido y arruinar mi matrimonio. ¿Nunca te has preguntado por qué no quería que encontraras a tu padre? Si lo hacías, te enterarías de lo que hizo. Todo el mundo en el pueblo sabría que la víctima no fue ella. Y a tu madre le gusta hacerse la víctima. Es difícil que la gente sienta compasión por ti cuando te ven como una adúltera. Podría decirte un montón de cosas sobre su tipo de personalidad, pero creo que tú sola te darías cuenta de cómo es si realmente quisieras.

Miente. La doctora Jain está mintiendo. Sabe en qué yaga meter el dedo porque sabe cómo me siento. Me he pasado meses contándoselo. Me mareo muchísimo, pero pestañeo para luchar contra esa sensación y me doy cuenta de que las piezas de gres que hay en la estantería se parecen mucho a un jarrón que tenemos nosotros en la mesa del fondo del salón y a la pieza que tiene mi madre en su mesita de noche. Y pienso en los días de antes de que mi padre se fuera, los silencios, el modo en que miraba a mi madre y luego a DJ, como si no soportara la idea de perderlo. Pensé que entendía los silencios y que mi padre no podía lidiar con el miedo y la infelicidad que conllevan un niño enfermo. Creí que tenía demasiado miedo como para quedarse. Pero ahora sé la verdad, y es peor que todo lo que creía saber. Mi padre no pudo soportar saber que DJ no era su hijo. Esa pérdida significó más para él que yo. Yo no era lo bastante importante para él como para que me contara la verdad. Al igual que mi madre, decidió abandonarme.

No sé qué hacer con la ira que siento, pero está claro, por el brillo en los ojos de la doctora Jain, que ella quiere que me enfade. Quiere que me sienta traicionada.

Y lo hago. Pero no voy a llorar. La doctora Jain ya ha conseguido bastante. Aunque me mate, no le voy a dar esa satisfacción. Me trago la ira y e intento sonar todo lo calmada posible cuando pregunto.

—¿Mi madre y tu marido son la razón de que volvieras a Wisconsin?

—No. —Sonríe y asiente de una forma que me indica que entiende lo que estoy haciendo y que da su aprobación, lo cual me pone más furiosa—. D.E.S.E.O. es la razón. —Mira su reloj y frunce el ceño—. Tras años de investigación y de desarrollo, el programa por fin estuvo listo para probarlo con sujetos controlados. Como conozco la zona, fue mucho más fácil integrarme en la comunidad con un trabajo que me permitiera evaluar la precisión de los datos que recibimos con los cuestionarios. También podía controlar las reacciones de los usuarios una vez se lanzara la web. Tiene gracia, pero de entre todos los sujetos, las circunstancias hicieron que te conociera mejor a ti y aun así fuiste la que más me sorprendió. Cuando tuviste la oportunidad de pedirle algo a la web, pensé que sería el modo de encontrar a tu padre. Si ese hubiera sido el caso, todo habría sido distinto.

—¿Por qué?

—Si lo piensas estoy segura de que lo entenderás.

El dolor ha mitigado, pero tengo la cabeza embotada.

Cuando pienso en ello, sí que lo entiendo.

—Porque mi padre no podía donarle un riñón a DJ. Localizarlo no habría sido una necesidad. Me habrían asignado una misión, una petición de D.E.S.E.O. 

Me gustaría pensar que la habría ignorado, pero no estoy tan segura de haber dejado pasar la oportunidad de ayudar a DJ. Habría justificado mi comportamiento. No me habrían importado las consecuencias hasta que ya hubiera sido demasiado tarde. Y entonces, probablemente, habría hecho cualquier cosa para evitar que mi madre o los demás habitantes del pueblo se enterasen de lo que había hecho. Habría sido igual de mala que los demás. Podría haber sido peor. Todo era una trampa. Una de la que me he escapado porque la doctora Jain ha jugado a ser Dios y juzgó mi petición como una necesidad.

Sonríe lentamente, llena de satisfacción.

—Ves, te dije que eres más lista de lo que la gente cree. Pediste algo sin lo que tu hermano no será capaz de vivir y eso lo cambió todo para ti. También lo cambió todo para Nate Weakley quien, gracias a tu petición, ya no va a necesitar esa nota en Física que pidió. Me informan que se ha retrasado debido a la nieve, pero debería llegar pronto. El tiempo es algo que no podemos prever con precisión. Las reacciones humanas, menos mal, son mucho más fáciles de predecir, si no me quedaría sin trabajo. Tal y como están las cosas, esta prueba acelerada ha tenido más éxito del que cualquiera de nosotros hubiese anticipado.

—La prueba es para el Gobierno. —Intento deshacerme de la neblina e intento demostrar autocontrol—. Todo esto no es una venganza por lo que pasó entre mi madre y tu marido.

—Por supuesto que no. —Camina hacia la pizarra blanca y coge uno de los rotuladores—. Aunque este proyecto no existiría de no ser por esa traición. Nunca habría aceptado un trabajo para el Gobierno, ni me habrían asignado en el equipo de diseño que trabaja para infiltrar y obtener información de naciones extranjeras de no ser por eso. No sé si esto te ayudará a aceptar qué ha ocurrido, pero todo esto ayudará a mantener el país a salvo durante años.

—¿Cómo va a mantener a nadie a salvo que Amanda haya muerto o haber hecho explotar el instituto?

Se encoge de hombros.

—Cada cultura tiene una estructura social única que hace que la obtención de datos a través de canales típicos sea ardua, especialmente ahora que las medidas de seguridad son tan elevadas. La conciencia sobre las infiltraciones ha aumentado, y cada vez se protege más la información obtenida de todas las naciones. Información que necesitamos para mantener el país y a los ciudadanos a salvo. —Le quita el capuchón al rotulador, añade Bryan VanMeter y Ethan Paschal al final de la lista y luego retrocede y señala los nombres—. Los adolescentes, no obstante, no siempre están alerta. Sus padres tampoco, por mucho que digan que sí. Pese a todas las advertencias que se publican, nadie cree realmente que el comportamiento en internet pueda dañar su vida o la de los demás. Especialmente si hay una cláusula de anonimato. Todo el mundo se siente protegido y seguro. Invencible. Añádele a la mezcla las preocupaciones que tienen los adolescentes (las cosas que quieren y sienten que necesitan para poder tener éxito o admiración o felicidad) y es fácil ver como vuestro sector demográfico puede aunarse en un grupo de personas dispuesto y capaz de conseguir información a cambio de una recompensa. Sobre todo si se desconoce la importancia de la información que se consigue. Al fin y al cabo, ¿qué daño puede hacer tomar una foto de la casa del vecino, o imprimir un documento del ordenador de tus padres? Es una minucia, ¿verdad? Y lo que necesitáis para ser felices es mucho más importante. Especialmente si todos vuestros amigos están recibiendo regalos. Nadie quiere quedarse fuera.

Vuelve a ponerle el capuchón al rotulador y lo deja en el soporte de la pizarra.

—Obviamente, este modelo acelerado tenía como objetivo ver cuánto podía presionar a mis sujetos antes de perder su disposición a cooperar. Ahora también soy capaz de señalar qué tipos de personalidad son los más adecuados para según qué tareas y cuáles los más dados a informar a sus padres o a las autoridades sobre la web. El programa real ampliará el tiempo y evitará la muerte de los usuarios o de los objetivos del Gobierno hasta el final del ciclo designado. Tendrá que haber, por supuesto, unos cuantos ajustes debido a las diferencias culturales y… —Se detiene y saca un móvil del bolsillo. Entrecierra los ojos mientras lee la pantalla y, cuando vuelve a girarse hacia mí, ya no se parece a la doctora Jain que siempre está tranquila y en control de la situación. Su rostro está lleno de rabia.

—La policía viene de camino.

El agente Shepens debe haber recibido mi mensaje. Me ha creído.

—Bien —digo mientras lucho con las esposas con la esperanza de que se rompan y pueda liberarme.

—No deberías haberte entrometido. —La doctora Jain se acerca a la mesa con grandes zancadas, se sienta frente al ordenador que hay en el centro y empieza a teclear. Se vuelve a levantar en menos de un minuto y camina hacia mí—. Lo único bueno es que ahora sé que lo más importante que podemos hacer para perpetuar cada célula del sistema es identificar a aquellos que cuadran con tu tipo de personalidad y eliminarlos.

Saca de nuevo la pistola del bolsillo mientras yo intento quitarme las esposas. Sé que es inútil, pero tengo que intentarlo. Tiro hacia la izquierda y noto como la silla se dobla y cae. Y yo con ella. El dolor explota en mi hombro cuando caigo sobre el cemento. Mis gafas caen en alguna parte a la izquierda y lucho por ponerme de rodillas, por gatear o esconderme o algo. Algo. Tengo que hacer algo, porque por el rabillo del ojo veo la figura borrosa de lo que solo puede ser una pistola.

—Es una pena porque es cierto que no quería hacer esto —pronuncia la doctora Jain.

Ay, Dios. El corazón se me para y me asusto al oír el chasquido del arma. Pero no me da. Espero el siguiente disparo pero, en cambio, la pistola cae de la mano de la doctora Jain y se desploma sobre el suelo. Sin mis gafas lo veo todo borroso, pero aun así distingo el reguero de sangre que rezuma de la cabeza de la doctora Jain. Y entonces sé que la doctora Jain está muerta.