Llegaron a la cima en el mundo de los negocios y sus nombres figuraban en los rankings de los más ricos y exitosos del Chile posdictatorial. Pero esa imagen de prósperos empresarios cambió por la de protagonistas principales de una historia de abuso económico, boletas y facturas falsas que ha tenido al país en vilo durante meses. Fueron los primeros en ser detectados, casi por una casualidad.
Se advertía que su imperio crecía a vista y paciencia del país. Recibían premios y eran agasajados por otros empresarios como ejemplos de emprendimiento y gestión. Desde el ámbito de los seguros habían cruzado al de la previsión social y se adentraron en la salud, en la educación privada, en la actividad inmobiliaria y hasta fundaron un banco. Penta se constituyó así en un admirado sello en el ambiente empresarial.
Daba la impresión de que habían sido muy hábiles desde que empezaron a construir su imperio en los ochenta. Y que esa sagacidad, el sentido de oportunidad y el buen ojo les habían permitido llegar muy lejos. Penta ha tenido un sostenido crecimiento en los últimos años y cuando explotó el caso que provocó la investigación administraba activos por más de 34 millones de dólares, según afirmaban sus dueños en 2013.1
Las inquietudes empezaron a surgir para Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín en el otoño de 2014, aunque todavía nada de eso era público. La trama en que se vieron envueltos después de que el fiscal Carlos Gajardo tirara el hilo del fraude al FUT (Fondo de Unidades Tributables), que venía investigando desde 2013, los precipitó en una dimensión desconocida hasta entonces para ellos.
Lo que había sido marca registrada de un imperio gestado durante poco más de treinta años pasó a ser símbolo de las malas artes en el manejo financiero, de boletas, facturas, evasiones que contribuyeron a su enriquecimiento.
Acusados por los fiscales de graves y reiterados delitos tributarios y soborno, sus figuras proyectadas en televisión, en pleno proceso, pasaron a ser rostros protagónicos de una serie político-económica que ha puesto en discusión los modos de hacer negocios y la compleja relación entre dinero y política en el país.
Tras la formalización dispuesta por el juez Juan Manuel Escobar Salas, el sábado 7 de marzo de 2015, tuvieron que afrontar la medida cautelar de presidio durante 46 días en el anexo Capitán Yáber en Santiago. Después, el mismo juez del Octavo Juzgado de Garantía dispuso arresto domiciliario total, el que fue revocado por un corto período. La Cuarta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, el 20 de julio, volvió a dictaminar que debían permanecer arrestados sin salir de sus casas. Y desde marzo, tampoco pudieron viajar fuera del país, como solía ser habitual en ellos, debido a la medida de arraigo nacional. Similar situación recayó en el ex subsecretario de Minería de Sebastián Piñera, Pablo Wagner San Martín, quien había sido directivo en empresas del grupo y fue formalizado por posibles delitos de cohecho consumado, lavado de activos y evasión tributaria.
Durante el proceso de investigación quedó en evidencia, además, algo que para algunos era obvio pero que no se decía en voz alta: Délano y Lavín eran los principales financistas de la UDI, el partido de derecha que surgió en dictadura encabezado por Jaime Guzmán y Jovino Novoa y que logró empinarse al primer lugar en número de parlamentarios, gracias al dinero conseguido y a los amarres que dejaron limitado el ejercicio real de una verdadera democracia.
LA PARENTELA
Como muchos de los hoy considerados magnates chilenos, Délano y Lavín eran dos profesionales que empezaron a ganar dinero a mediados de los ochenta después de la crisis, al amparo de la dictadura y con apoyo del Estado. Pero a diferencia de Julio Ponce Lerou, Roberto de Andraca o José Yuraszeck, quienes eran funcionarios públicos de clase media cuando lograron hacerse de grandes empresas del Estado durante las privatizaciones, los Carlos provenían de familias más acomodadas.
El abuelo paterno, Alfredo Délano Frederick, junto al padre de Carlos Alberto, Sergio Délano Concha, desarrollaron desde hace más de sesenta años las «Casas Délano», una exitosa fórmula de viviendas prefabricadas que constituyó por décadas el negocio familiar. Hoy, más evolucionada, la industria sigue en manos del clan. Pero el «Choclo» —como le llaman amigos y conocidos desde que era niño— arrancó por otros caminos.
Carlos Alberto Délano Abbott es el tercero de los ocho hijos del matrimonio de Sergio Délano Concha y de Carmen Abbott Marín, dueña de casa dedicada al cuidado de su extendida familia. Nació en Santiago el 22 de septiembre de 1948. Los hermanos son Sergio, el mayor, Carmen, Roberto, Ana María, María de la Luz, Patricia y Raimundo. Algunos de ellos —o sus cónyuges— figuran en sociedades vinculadas al grupo Penta.
Se trata de un clan que mantiene los vínculos con los primos y parientes, más allá del entorno íntimo, tal como informa una nota social de El Mercurio del 16 de diciembre de 2011: «En el campo de Malloco —perteneciente a la familia desde principios del siglo pasado— se reunieron los Délano Ortúzar, Délano Gaete, Délano Abbott y Duval Délano, descendientes de Alfredo Délano Frederick y Raquel Concha Délano. Hijos, nietos y bisnietos con sus señoras y maridos —quienes suman más de ciento sesenta personas— llegan invariablemente cada dos años para celebrar un día de campo con un asado bajo los tupidos árboles del parque rodeado por las casas del fundo y la iglesia, las cuales tienen más de ciento cincuenta años».
Pero la articulación de la familia también se proyecta a lo empresarial. Así, entre los primos hermanos del Choclo está el ex ministro de Economía y último titular de Hacienda de Augusto Pinochet, Juan Carlos Délano Ortúzar, quien fue uno de los primeros en visitar a Délano en la cárcel Capitán Yáber cuando fue recluido el sábado 7 de marzo, después de la formalización, junto a su socio Carlos Eugenio Lavín y otros ejecutivos del grupo. Délano Ortúzar era miembro del directorio de la empresa Penta Security.
Además de la señora de Carlos Alberto Délano, que igual que la de Carlos Eugenio Lavín se ha visto implicada en este caso, la parentela ha estado presente no solo de visita. Los ocho hijos del Choclo Délano aparecieron con «boletas ideológicamente falsas» —se llaman así porque no representan un servicio real o se emitieron por algo distinto al motivo señalado y constituyen delito tributario—, según la denuncia formulada por el Servicio de Impuestos Internos (SII) en agosto de 2014, conocida meses después.
Su hermana, Carmen Délano Abbott, casada con Samuel Irarrázaval Larraín, entregó boletas por ciento ochenta millones de pesos entre 2009 y 2014, el equivalente a un sueldo de un profesional experimentado, lo que totalizaba sobre los treinta millones de pesos al año. Samuel Irarrázaval era representante de la empresa Penta III, una de las sociedades clave del holding cuando se giraron las boletas cuestionadas, y de la Inmobiliaria Los Estancieros. Ella nunca trabajó en Penta, como quedó claro en la investigación.
UN «PALOMILLA»
Cuando llegó el momento de entrar al colegio, Carlos Alberto fue matriculado en el Saint George, que entonces estaba ubicado en la avenida Pedro de Valdivia con Pocuro, en la comuna de Providencia. Su pasión era el fútbol y su equipo, la Universidad de Chile, al que le rindió homenaje en su primer día de arresto domiciliario cuando apareció en fotografías luciendo la polera azul. Dos años antes, en 2013, vendió sus acciones en Azul Azul, la empresa concesionaria del club, donde integró su directorio, y alcanzó a tener el 14 por ciento del capital.
Sus compañeros de curso lo recuerdan como un niño simpático, pero nada aplicado en los estudios. Algunos afirman que era bastante mal alumno. El apodo de Choclo viene de esa época.
«Lo primero que quiero decirles es que nunca recibí un premio en los doce años que estuve en el colegio», admitió Carlos Alberto Délano en un discurso de agradecimiento cuando la Fundación de ex alumnos del Saint George, presidida por el alcalde de Vitacura Raúl Torrealba, lo destacó con el Premio Best Old Georgian, es decir, el mejor de los antiguos alumnos. El galardón pretende imitar el Best Georgian que el colegio otorga en cada graduación a excelentes estudiantes que representan «el espíritu georgiano». Este no era el caso precisamente, dijeron en esa oportunidad muchos de los georgianos más jóvenes egresados del colegio de Vitacura. Pero en su favor se argumentaba la generosidad del Choclo, que en ese momento era presidente de la Fundación Teletón.
Era el 11 de noviembre de 2013, solo unos meses antes de que estallara el escándalo. Délano agregó en esa ocasión: «Yo era un palomilla —medio rubio, medio colorín, y por eso me pusieron Choclo—. Y seguramente en la actualidad me habrían diagnosticado déficit atencional, y más que seguro, me habrían recetado Ritalín». Se definió también como «uno de esos pinganillas que veían pasar una mosca y ya se estaba riendo. Un experto en calentar exámenes a partir de los imbatibles resúmenes que me hacía mi mamá para sacar una buena nota en el examen de final de año». Y contó que «tenía la cabeza llena de pelotas de fútbol, y tuve que ser derivado —por un año— a otro colegio con el objetivo de que madurara».
Pero el hombre, que tal vez se veía a sí mismo como un superhéroe en ese momento exultante de fama y agasajos, quiso dejar un mensaje basado en su propia experiencia: «El mundo está lleno de “palomillas” que fueron exitosos en distintas áreas, pero estos generalmente tienen una cuota de rebeldía, de intuición, de audacia, que el resto no tiene, porque se han equivocado tantas veces, porque saben ponerse de pie y se atreven a correr riesgos». Por lo visto, esta vez su audacia lo llevó demasiado lejos.
El 2 de septiembre de 2014, después de que Impuestos Internos presentó la querella por boletas «ideológicamente falsas» contra él, su socio Carlos Eugenio Lavín y otros ejecutivos, Délano renunció a la Teletón, donde había sido director desde 1977, y presidente desde 2010.
Con todo, en pleno proceso, el abogado Julián López, en su alegato antes de la formalización en marzo, esgrimió el galardón de la Fundación de ex alumnos del Saint George y el cargo directivo en la Teletón para defender la buena conducta de Délano. Y agregó un premio otorgado en 1997 por la editorial Los Andes a los dos Carlos por ser los «mejores empresarios». Un dato curioso: esa editorial, de propiedad de Sebastián Piñera, está estrechamente vinculada a la Fundación Futuro y a Bancard, que funciona en Apoquindo 2000, la misma dirección de los demás negocios del ex presidente, aludida por el fiscal Gajardo en la tercera sesión de las audiencias ante el juez Escobar, el 6 de marzo, a propósito de los forwards. No era la más adecuada recomendación.
Cuando egresó del Saint George, el Choclo entró a estudiar ingeniería comercial a la Facultad de Economía de la Universidad Católica. En el campus de Los Dominicos se encontró con Fabio Valdés Correa, el hermano de Delia, la señora de Manuel Cruzat Infante, quien le presentó a Sebastián Piñera —quien venía, igual que Valdés, del Verbo Divino—. Con ambos mantendría una estrecha amistad durante toda la vida. «Carlos Alberto fue, es y será mi amigo», declaró el ex presidente el 10 de marzo, ante una consulta de los periodistas sobre la situación de Carlos Alberto Délano. Piñera no llegó a verlo a Capitán Yáber mientras se encontraba preso, pero partió a su casa en Piedra Roja apenas salió. «Soy amigo de mis amigos en las buenas y en las maduras», reiteró el ex presidente el 26 de abril, un mes y medio después de la formalización.
CONVENTO VIEJO Y LOS CABALLOS
Los Carlos tienen características distintas, tanto por su entorno familiar como por su manera de ser. Aunque Carlos Eugenio Lavín es menos locuaz y dicharachero que Délano, y no ha militado oficialmente en la UDI, se identifica con ese partido de derecha. Nació el 19 de abril de 1942 —es seis años mayor que su socio— y fue el único hijo de Eugenio Lavín Rodríguez con María Angélica García-Huidobro Jaraquemada. Estudió en el Grange School y luego ingeniería comercial en la Universidad Católica. Sus padres se separaron y la madre, famosa en la época por su belleza, se casó en segundo matrimonio con el hacendado y escritor Enrique Campos Menéndez.
Hombre de gran fortuna, originada en las extensas propiedades de su familia en la Patagonia, Campos Menéndez fue diputado del Partido Liberal por Cautín en los años cincuenta. Después del golpe fue muy próximo al dictador Augusto Pinochet. En un artículo de La Nación en 2005, dos años antes de morir, reiteró que junto a Jaime Guzmán Errázuriz fue autor de los primeros bandos de la Junta militar, inspirados en Francisco Franco.2 Recordaba también el diario que Campos Menéndez le había reconocido a la periodista Raquel Correa que era un «intelectual absolutamente momio».
Enrique Campos Menéndez fue asesor cultural de Pinochet y, entre otras actividades, fue director de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) entre 1976 y 1985. Escribió varios libros y logró el Premio Nacional de Literatura en 1986, en medio de una encendida polémica entre los escritores que consideraban que el galardón lo merecía el novelista José Donoso. En esa época, Campos Menéndez era embajador en España, donde estuvo hasta el término de la dictadura.
Por otro lado, Eugenio Lavín Rodríguez —el padre de Carlos Eugenio Lavín— y sus hermanos eran conocidos por su afición al polo y a los caballos. Fue parte del entorno familiar en que creció Carlos Eugenio junto a sus primos Luis, Max y Andrés Lavín Besa.
Más de medio siglo después, esa afición dio forma a un criadero de caballos fina sangre. En 2004 partió con el Haras Convento Viejo, que pertenece hoy a la Sociedad Agrícola Santa Rosa de Chimbarongo, de la que el socio principal es Inversiones Convento Viejo, del mismo Carlos Eugenio Lavín.
El stud Convento Viejo nació en 2004 en circunstancias que «dos primos, Andrés Lavín Besa y Carlos Eugenio Lavín García-Huidobro, decidimos recordar nuestra infancia cuando, acompañando a nuestro abuelo Luis Lavín Valdés, íbamos a la cancha del Club Hípico a pasar las tardes del día domingo», se lee en el sitio web del Haras. «Manos a la obra, sacamos los colores de Convento Viejo: azul, mangas y gorra amarilla para luego comprar dos hijos del potro Denver County y se los llevamos a don Jorge Inda Guzmán para que los preparara», indica el sitio.
De acuerdo a diferentes reportes del Haras, a la sociedad Convento Viejo le ha ido muy bien con la crianza de caballos que resultan triunfadores en las carreras. La aventura atrajo a otros cercanos de Carlos Eugenio Lavín: José Gandarillas Chadwick, directivo del Club Hípico, ex gerente de la empresa Help y de la AFP Cuprum, y hombre de confianza de Lavín, y a Carlos Alberto Délano, su inseparable socio.
EN LA CUNA DE LOS CHICAGO
Después de egresar de la Universidad Católica, Carlos Eugenio Lavín empezó a trabajar en el BHC, el grupo que fue conocido como «los Pirañas». Durante el período de la Unidad Popular vivió en España, en esos tiempos bajo la dictadura de Franco.
Cuando regresó a Chile, en 1975, el grupo se había separado: él se integró al de Fernando Larraín Peña y su cuñado Manuel Cruzat Infante. Lo nombraron gerente general del Consorcio Nacional de Seguros, del que dependían la Compañía de Seguros de Vida Consorcio y la Compañía de Seguros Generales. En ese tiempo, el rubro de los seguros aún era muy incipiente en Chile.
Carlos Alberto Délano se había titulado en 1972, y trabajaba en el departamento de estudios del mismo Consorcio. Los Carlos se conocieron, congeniaron y Lavín nombró a Délano gerente comercial de la Compañía de Seguros de Vida. Entre el 77 y el 78, el Choclo fue además asesor del Ministerio de Salud.
«Somos criados en la cuna de los Chicago boys, lo que implica una cierta manera de pensar en el aspecto económico y para nosotros […] el pensamiento más cercano era el de la UDI, que son los más ortodoxos en materias económicas», empezó diciendo Carlos Eugenio Lavín al fiscal Carlos Gajardo en su primera declaración en enero de 2015. Esa cuna no fue solo la de la universidad. Su nacimiento como empresarios se forjó al alero de los impulsores del modelo económico neoliberal, más allá incluso de la relación que generaron entre alumnos y profesores en la universidad. La fuerte influencia financiera los marcó. El grupo «Piraña» que los cobijó tenía esa impronta. Fernando Larraín Peña —hermano de Carlos Larraín, el ex senador y ex presidente de Renovación Nacional— y Javier Vial habían sido compañeros de colegio y compartían en común el ser hijos de destacadas figuras de las finanzas. El padre de Larraín Peña, Fernando Larraín Vial, fue corredor de la Bolsa de Comercio de Santiago y tenía un fundo en El Monte. El padre de Vial —«el Cholo»— fue ministro de Hacienda de Gabriel González Videla y senador.
Al terminar la universidad, Carlos Larraín Peña funcionaba en la Bolsa como apoderado de la firma de Leonidas y Fernando Larraín Vial. A mediados de los sesenta, cuando bordeaba los treinta años, Fernando Larraín decidió asociarse con Javier Vial y tomar el control del Banco Hipotecario de Chile, una entidad pequeña donde algunas de sus tías mayores conservaban acciones, pero no iban a las asambleas. El arcaico banco terminó siendo el centro desde donde surgió el grupo, del que también formó parte durante un tiempo el abogado Ricardo Claro.
En 1965, Fernando Larraín Peña logró la presidencia del Banco Hipotecario y Vial quedó en la vicepresidencia. Larraín «colocó» como jefe de estudios a su cuñado de solo veinticinco años Manuel Cruzat Infante, quien tenía fama de inteligente y estudioso, el mismo Cruzat cuya empresa CB Consultorías y Proyectos apareció vinculada a cuestionadas operaciones de forward con las empresas Penta, cuarenta años después.
Ese grupo fue conocido por su sigla BHC, pero en el ambiente económico los apodaron «los Pirañas», por la velocidad en devorar empresas que habían pertenecido a otros conglomerados tradicionales. Junto con figurar como directores en diversas compañías, empezaron a incorporar como gestores a profesores y egresados de Economía de la Universidad Católica. Al comenzar el Gobierno de la Unidad Popular, el BHC había llegado a las grandes ligas y competía con los grupos económicos tradicionales. Pero las diferencias para afrontarlo provocaron el divorcio de «los Pirañas». Fernando Larraín —supernumerario del Opus Dei— y su cuñado Manuel Cruzat se fueron por un tiempo a España, mientras que Javier Vial permaneció en Chile.
EJECUTIVOS DE CRUZAT-LARRAÍN
Parte del diseño del nuevo modelo que impusieron los Chicago boys después del golpe incluía fortalecer nuevos grupos afines a la ideología neoliberal. Necesitaban actores de confianza para Pinochet y su régimen en un tiempo en que el empresariado miraba con cierta desconfianza el experimento basado en el monetarismo y el libre mercado que se empezaba a aplicar.
En ese contexto, la audacia y la ambición de ambos grupos «Pirañas» —escindidos del grupo «madre»— fueron cartas a favor de sus integrantes; tanto Cruzat y Larraín como Javier Vial se beneficiaron con las privatizaciones de la primera ola dispuestas por el Gobierno militar. Eso les permitió una expansión fuera de serie desde mediados de los años setenta, gracias al endeudamiento externo y a las facilidades para adquirir las empresas que estaban en manos del Estado. La plata fácil de los créditos les permitía también comprar a precios convenientes las de otros conglomerados más tradicionales que no estaban en condiciones de arriesgar en el nuevo escenario.
Cruzat y Larraín lograron, entre otras compañías, el control de Copec, la mayor empresa privada del país, de Industrias COIA y las dos plantas de celulosa que hasta ese momento eran estatales: Celulosa Arauco y Celulosa Constitución, las que después se fusionaron.
Los cuñados desplazaron a los Edwards en el control de la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU), fabricantes de cervezas, Pepsicola, Orange Crush y las bebidas Bilz y Pap, entre las más populares en esos años, y a otros controladores tradicionales en sociedades lecheras y del agro. Incursionaron en la actividad pesquera, tras la licitación de Coloso y la compra de Guanaye, con lo que obtuvieron el control de Corpesca. También estaban presentes en la minería, a través de la Sociedad Minera Lo Prado, donde tenían el 60 por ciento de la Minera Pudahuel, y de La Cascada, ambas en ese tiempo en sociedad con Javier Vial. Adquirieron, asimismo, Ladeco (Línea Aérea del Cobre), la que años después se fusionó con LAN Chile privatizada.
Por esos años partió el desarrollo de los seguros y ellos se quedaron con el antiguo Consorcio. Como no tenían banco, fundaron una financiera, la Colocadora Nacional de Valores, y después el Banco de Santiago. Y los Fondos Mutuos Cooperativa Vitalicia les daban acceso a dinero fresco proveniente de los ahorrantes. En el momento del inicio de las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) formaron Provida, la que desde el inicio alcanzó el mayor número de afiliados.
A la vez, el grupo Cruzat-Larraín adquirió un innegable poder político. Y aplicaron en forma entusiasta el sistema de la «puerta giratoria» por la que pasaban de ida y vuelta muchos altos ejecutivos del régimen que figuraban en sus directorios. Entre ellos, los ex ministros Jorge Cauas —de Hacienda— y Pablo Baraona —de Economía y de Minería—. O directivos suyos se trasladaban al Gobierno, como fue el caso de José Piñera Echenique, quien partió en el grupo Cruzat-Larraín como jefe de estudios, antes de ser ministro del Trabajo y Previsión Social, y de Minería, y del ex ministro de Agricultura y secretario general de Gobierno de Pinochet, Alfonso Márquez de la Plata.
En un reportaje de portada en la revista Hoy, el 30 de abril de 1980, titulado «El mapa del imperio Cruzat-Larraín», develé por primera vez las conexiones y el poder de los cuñados Cruzat y Larraín. Carlos Eugenio Lavín figuraba en ese momento entre «los hombres del grupo» como director de Inversiones San Fernando S.A., una de las sociedades matrices a través de las cuales Cruzat y Larraín controlaban las inversiones del holding. Además, Lavín era gerente general de la Compañía de Seguros de Vida y de la Compañía de Seguros Generales.3
PROVIDA Y LOS CARLOS
El 1 de mayo de 1981, justo el día del Trabajo de ese año fundacional, cuando entró en vigencia la Constitución de 1980, nació la AFP Provida. El ex ministro de Hacienda Jorge Cauas Lama fue designado presidente del directorio, y Carlos Eugenio Lavín fue ejecutivo clave del nuevo experimento que entregó a manos privadas los fondos de pensiones de los trabajadores. Figuraban como accionistas de Provida las grandes empresas del grupo Cruzat-Larraín: el Consorcio Nacional de Seguros, el Banco de Santiago, la Colocadora Nacional de Valores, las empresas Copec, Forestal y COIA y los Fondos Mutuos Cooperativa Vitalicia.
El conglomerado participó, además, en un 50 por ciento de otra AFP, Alameda, en compañía del ex vicepresidente de la Corfo en dictadura Francisco Soza Cousiño. Por esa época, el grupo Cruzat-Larraín había desplazado en el primer lugar de los rankings a todos los grupos tradicionales, como Edwards, Matte, Angelini y Luksic.
El grupo Cruzat-Larraín solo era comparable en cantidad de empresas acumuladas al de su antiguo socio en el BHC Javier Vial, cuyo holding era identificado por la sigla del antiguo banco. En esa carrera, el grupo BHC había creado también dos AFP: Santa María —la más cercana competidora de Provida— y San Cristóbal.
«Le dimos paliza a los competidores, porque capturamos el 40 por ciento del mercado», recuerda Délano. «Yo nunca he estado en una competencia igual a esta», dijo Lavín en una entrevista por partida doble a los controladores en la revista Capital,4 efectuada por las periodistas Natalia Saavedra y Antonieta de la Fuente en mayo de 2014.
Habían transcurrido más de treinta años de esos tiempos para ellos felices en que partieron las AFP y cuarenta desde que los dos Carlos se habían conocido. Estaban en el pináculo del poder económico con sus negocios consolidados y florecientes. La tormenta aún no estallaba.
El lanzamiento de las AFP se caracterizó por una campaña publicitaria gigantesca orientada a convencer a los trabajadores de las maravillas del nuevo sistema, a la vez que intentaba bajar las resistencias a la política impuesta. Los empleados tenían que abandonar las antiguas cajas para incorporarse al sistema de capitalización individual, cuya promesa eran abundantes pensiones.
En Capital recuerdan que en la campaña de Provida participaron Mario Kreutzberger —Don Francisco—, el periodista deportivo Julio Martínez y la conductora de televisión Gabriela Velasco. «Y pusieron a trabajar a cerca de dos mil vendedores. A la semana tenían treinta mil afiliados», comentan las periodistas.
«El año 1981, el grupo Cruzat decidió crear la AFP Provida, al alero de nosotros, por nuestra experiencia en ventas», manifestó Lavín en su primera declaración ante el fiscal Carlos Gajardo, a quien había tildado de «loco» en una conversación privada en septiembre de 2014, que grabó Hugo Bravo, el ex gerente general del grupo: «Es que está loco el fiscal, es un ambicioso», se escucha decir a Lavín, y Bravo responde: «Hay que hacerle un peritaje psicológico».
No se imaginaban, por cierto, todo lo que vendría después.
NEGOCIOS BAJO LA CRISIS
Al comenzar esa década de los ochenta, mientras trabajaban como empleados de Cruzat-Larraín, los dos Carlos se asociaron para efectuar negocios personales. Ese fue el origen remoto de Penta. «En 1980 creamos la sociedad Penta. Éramos cinco socios y de ahí el nombre. Eran mi papá Sergio [Délano], Felipe Briones, Rodrigo Miquel, Carlos Eugenio y yo», contó Délano al fiscal Gajardo en su declaración. «El año 1982 ingresamos junto a Délano y otros socios al negocio inmobiliario y nos endeudamos en dólares […], tuvimos un traspié grande con la crisis del año 1982, que significó el nombramiento de interventores en Consorcio y Provida, y adicionalmente un gran crecimiento de la deuda», agregó Lavín.
Después del colapso de la Compañía Refinera de Azúcar de Viña del Mar (CRAV), que en ese momento era una de las mayores empresas privadas del país, en 1981 sobrevino una enorme inquietud y cundió la desconfianza. El «efecto dominó» —que arrasaba en cadena— empezó a afectar a fondos mutuos de los ahorrantes, bancos, financieras y empresas. El dólar estaba fijo y la deuda externa contraída por los grupos privados era cuantiosa. En 1982, ya la crisis económica era evidente, y a principios de 1983, tras una segunda alza del dólar dispuesta por el entonces biministro de Hacienda y Economía, Rolf Lüders, se produjo el colapso de los dos grandes grupos «pirañas» y la intervención de muchos otros. Hubo cambios de gabinete, que incluyeron el ingreso de generales en servicio activo, y parecía que había llegado el fin de la era Chicago. Pero no fue así.
En un segundo plano, pero en puestos clave en la política financiera, se mantuvieron los impulsores y artífices del modelo. Solo estaban en la retaguardia, efectuando las operaciones de salvataje de la banca y del modelo en su conjunto, a costa de significativos aportes del Estado. Desde febrero de 1985, bajo la batuta de Hernán Büchi como ministro de Hacienda, volvieron a reaparecer con nuevos bríos y emprendieron la privatización de las grandes compañías estatales.
La mayor parte de las sociedades de los conglomerados en bancarrota pasaron a formar parte del «área rara» de la economía. De nuevo volvieron a manos del Estado, que las vendió a otros grupos financieros menos afectados por los problemas: CCU fue adquirida por Andrónico Luksic, y Copec, las pesqueras y forestales por Anacleto Angelini.
Los malos vientos agarraron a Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano en lo personal, porque el alza del dólar los pescó sin respaldo y quedaron endeudados con el Banco de Santiago y con la Colocadora Nacional de Valores del mismo grupo Cruzat-Larraín, que fueron intervenidos. Después de la hecatombe financiera, la Comisión Progresa, creada por el Gobierno para limpiar las empresas de ese conglomerado, dejó a Lavín un tiempo en Provida y en el Consorcio de Seguros. Délano lo secundaba en los directorios. Con posterioridad salieron del grupo en liquidación.
A partir de su experiencia en el sector de los seguros y de las privilegiadas informaciones que tuvieron en los momentos de la «normalización» del área rara, forjaron después el grupo Penta. Rescataron el nombre original, aunque solo armaron una sociedad entre ellos dos. Los acompañó en las nuevas aventuras, en calidad de empleado de confianza, el antiguo compañero de universidad de Carlos Eugenio Lavín, Hugo Bravo López.
El desarrollo de las AFP no se interrumpió con la debacle económica que sobrevino por el excesivo endeudamiento de estos grupos en 1982, pero hubo cambios de grupos de control. Llegaron consorcios internacionales al mercado chileno, atraídos por las facilidades a la inversión extranjera y, en particular, por la compra de pagarés de deuda externa —a un valor mucho menor al que tenían— a través de lo que se conoció como el artículo XIX. Este fue uno de los instrumentos diseñados por el equipo económico para encarar la crisis, y se tradujo en la entrada masiva de capitales extranjeros a la propiedad de las empresas chilenas.
UN NUEVO GRUPO
Entre esos grupos extranjeros, uno de los más entusiastas fue el Bankers Trust, un antiguo banco estadounidense, nacido a fines del siglo XIX. Aparecía sólido y solvente, pero dejó de existir en 1999, después de verse envuelto en un escándalo que afectó a algunos de sus principales ejecutivos. Lo compró el alemán Deutsche Bank, el mayor banco germano, que se constituyó en uno de los más grandes del mundo.
La venta del Consorcio de Seguros al Bankers Trust en 1986, a través de una de las primeras operaciones de conversión de deuda externa, fue un hito decisivo para el despegue del nuevo grupo local: Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano lograron incluir sus acciones adquiridas un tiempo antes dentro del paquete de venta al banco estadounidense; esto les representó una ganancia del orden de un millón y medio de dólares, un pie para la aventura que los llevaría a construir su imperio.
«Las compañías de seguros fueron adquiridas por el Bankers Trust, con el cual negociamos la adquisición de la Compañía de Seguros Generales de Vida», declaró Carlos Eugenio Lavín ante la fiscalía. «Adquirimos, además, acciones correspondientes al 7 por ciento de la AFP Cuprum, que salieron también a remate en doscientos mil dólares.»
Como tuvieron que preparar la venta de la compañía al banco norteamericano, accedieron a la información privilegiada, en el sentido de que supieron que el Bankers Trust solo estaba interesado en el Consorcio de Seguros de Vida y no en Seguros Generales. Eso les permitió comprar Seguros Generales en un monto muy inferior al valor de la empresa, como logró establecer en esa época el sociólogo Patricio Rozas. Cuatro años después, en 1990, Penta vendió a la compañía de seguros francesa AGF esta sociedad que fue su punto de partida. Pero en esa fecha ya se había consolidado en el sector gracias a la privatización del Instituto de Seguros del Estado (ISE), en 1989.
El equipo económico de Gobierno estaba tratando de privatizar lo más posible antes de la elección presidencial. Como en otros casos, el ISE —que había sido presidido por el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi hasta su renuncia a mediados de 1989 cuando asumió la candidatura presidencial de la derecha— fue dividido en dos empresas constituidas como sociedades anónimas: ISE Seguros Generales e ISE Seguros de Vida.
La primera fue vendida a la compañía francesa Mutuelle du Mans. ISE Seguros de Vida fue traspasado el 23 de octubre de 1989 a Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano en cinco millones de dólares. Lavín pasó a ser el presidente de la compañía privatizada y Délano formó parte del directorio. Junto a ellos asumieron Leonidas Vial Echeverría —el de Larraín Vial involucrado en el caso Cascadas—, Herman Chadwick Piñera, primo hermano del ex presidente Piñera y hermano de su ex ministro del Interior; Fernando Cámbara Lodigiani, un antiguo ejecutivo del grupo Penta que hasta hoy participa en sus directorios, y Alfredo Alcaíno de Esteve, abogado y otro de los fieles amigos de los Penta desde esa época.
Délano y Lavín protagonizaron también en aquel tiempo la primera andanza en el sector inmobiliario con resultado positivo: «Rematamos un sitio en Miraflores y nos asociamos con Sebastián Piñera para construir un edificio de 35 pisos. Nos fue muy bien, lo vendimos rápido», indicó Carlos Eugenio Lavín al fiscal Gajardo. Piñera también se había visto afectado por la crisis económica, primero en el Banco de Talca y después en Citicorp, adonde fue invitado por Manuel Cruzat. Esa empresa financiera era mitad del Citibank y mitad de Cruzat-Larraín.
El edificio Las Américas —como lo llamaron— en Miraflores 222 fue una de las primeras torres modernas del centro de la capital y ahí se instalaron, hasta que levantaron el edificio Atlantis con el grupo Menéndez, donde están sus oficinas en El Bosque Norte 0440. En los años siguientes, Penta siguió desarrollando fuertes inversiones inmobiliarias. Entre las primeras estuvieron Las Brisas de Chicureo con el grupo Fernández León; el Proyecto Serena Norte en la región de Coquimbo; después se multiplicaron las urbanizaciones, loteos y edificios en el país, en especial en la Región Metropolitana, y en Viña del Mar, donde su actividad se extendió, además, al sector turístico cuando lograron en 2003 la concesión del hotel Sheraton Miramar, por 45 años.
SOCIEDADES DE PAPEL
Detrás de bambalinas se pueden detectar alrededor de cincuenta sociedades conocidas como «sociedades de papel», vinculadas al grupo Penta y a sus dos dueños, sus esposas e hijos. Son firmas que tienen existencia legal, pero carecen de actividad económica real, ya que no producen bienes ni servicios en forma directa. Varias de ellas fueron anteriores a las empresas operativas. Los primeros atisbos de Penta —con ese nombre— que registra el Diario Oficial se remontan a la sociedad Viviendas Económicas Penta Limitada, «inscrita en el Registro de Comercio de Santiago a fojas 18.933, número 9.704, del año 1980». En enero de 1986 experimentó una modificación y pasó a llamarse Administraciones e Inversiones Penta Limitada.5
El capital de la sociedad se fijó en 42 millones de pesos. De ese total, 21 millones correspondían a Administraciones e Inversiones Convento Viejo Limitada, de Carlos Eugenio Lavín; las dos sociedades de Carlos Alberto Délano completaban igual suma: Viviendas Económicas Duero Limitada, 16 millones de pesos, e Inversiones Santa Verónica, cinco millones.
Desde ese momento, los dos Carlos quedaron con la misma proporción en el naciente grupo. «El objeto de la sociedad es la adquisición de toda clase de bienes raíces o muebles, la obtención de rentas de los mismos, la formación y administración de empresas, y la participación en otras personas jurídicas.»
Muchos otros nombres de sociedades se relacionan con los dueños del grupo. Detrás de las empresas operativas —como ellos mismos las definen— hay una enmarañada red de sociedades de papel que tejen la propiedad. Entre las principales están Inversiones Pentágono Limitada e Inversiones Pentagrama Limitada,6 que figuran como socias principales de Empresas Penta. Fueron constituidas el 1 de octubre de 1990, cuando el grupo empezaba a formarse.
A la vez, Pentágono y Pentagrama «pertenecen» a las sociedades madres de Lavín y Délano: Santa Verónica, Inversiones Verito, Inversiones Duero, Convento Viejo S.A., Inversiones Chimbarongo, a las que se sumaron las inmobiliarias Guadalquivir y Choshuenco. Y sus representantes legales son los dos Carlos, que a título personal tienen menos del 0,1 por ciento del capital accionario, acompañados de los otros tres directivos. Todas son sociedades limitadas o anónimas cerradas, por lo que su actividad no es supervisada por la Superintendencia de Valores y Seguros, ni otra entidad fiscalizadora. La residencia de las sociedades de papel es la misma del edificio corporativo y de las oficinas de los dueños del grupo: El Bosque Norte 0440.
Al revisar el Diario Oficial se observa que con cierta frecuencia unas sociedades se dividen y se reproducen, dando origen a otras como en un proceso de «clonación». Es así como, además de Inversiones Penta, han ido surgiendo Penta I, Penta II, Penta III, Penta IV y Penta V, aunque en algunos casos también sus dueños suelen hacerlas desaparecer en procesos «de absorción». Así, por ejemplo, Penta IV dejó de existir en mayo de 2006 al ser absorbida por Empresas Penta S.A., junto a Inmobiliaria e Inversiones Las Américas. Y Penta Salud, una sociedad de corta vida, fue abolida el año 2000, poco tiempo después de haber sido creada. La más nueva, Penta V, nació el 23 de abril de 2013 de la división de Penta III, acordada por sus «propietarios» Pentagrama y Pentágono,7 representados por los dos Carlos.
En la mayor parte de esas Penta con número romano en los últimos años figuraban como administradores con el uso de la razón social tres personas de extrema confianza del grupo: Hugo Bravo, el ex gerente caído en desgracia en 2014; José Víctor Gandarillas Chadwick —el hípico ex gerente de Cuprum y Help—, y el cuñado de Carlos Alberto Délano, Samuel Irarrázaval Larraín, quien también fue formalizado en marzo de 2015. En Penta III los antecedían los dueños.
El 20 de septiembre de 2014 se puede leer en el Diario Oficial una sugerente modificación en la sociedad Inversiones Penta III Limitada, que pertenece a Pentágono Limitada y Pentagrama Limitada: la administración y uso de razón social solo radicará en Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín.
Otras sociedades que han sido cuestionadas por los fiscales en el transcurso de la investigación por su vinculación con las boletas o facturas ideológicamente falsas son Penta Inf. e Inmobiliaria Los Estancieros, las que también dentro de esa maraña de firmas aparecen como muy significativas para el grupo, así como Inmobiliaria Duero, de Carlos Alberto Délano y su familia.
SEÑORAS E HIJOS
Sobre los dueños de Penta y sus familias se dejó caer un vendaval cuyos efectos aún no se logran ponderar y para los cuales probablemente no estaban preparados.
Carlos Eugenio Lavín tiene tres hijos de su primer matrimonio con la periodista y escritora Elizabeth Subercaseaux: María Angélica, Alejandra y Carlos Eugenio, ingeniero comercial, nacido en Madrid en 1974, quien fue el primer conductor del exitoso programa Información privilegiada en radio Duna.
Tras la separación de su primera esposa, Lavín se casó en 1978 con María de la Luz Chadwick Hurtado, con quien tuvo otro hijo, Francisco José, quien ha participado en diferentes sociedades del grupo.
Los negocios tocan a varios de sus familiares. Inversiones Convento Viejo, sociedad clave de Carlos Eugenio Lavín, fue creada en 1980 con su madre, María Angélica García-Huidobro. Pero ella se retiró, dejando sus acciones en poder de Sociedad Agrícola Santa Elena de Chimbarongo.8 Tras una modificación en 1995, esta última aparece controlada en un 95 por ciento por María de la Luz Chadwick, y Carlos Eugenio Lavín Subercaseaux tiene un 5 por ciento.
En el Diario Oficial se encuentran sociedades de inversiones familiares que incluyen a los hijos de ambos matrimonios de Lavín. Es el caso de la sociedad Concordia Limitada, constituida en diciembre de 2007, donde sus socios son los tres hermanos Lavín Subercaseaux, junto a Francisco José Lavín Chadwick y su madre, María de la Luz Chadwick.9
En mayo de 2011, Carlos Eugenio Lavín Subercaseaux, su cuñado Cristián Letelier Braun —casado con Alejandra Lavín— y Francisco José Lavín Chadwick formaron otra sociedad. Esta vez se trata de L&L —en alusión a sus iniciales—, dedicada a las consultorías, con el objetivo de «prestar toda clase de asesorías y consultorías comerciales, económicas y financieras», según dice el extracto publicado en el Diario Oficial.10
Cuatro años después, el 6 de julio de 2015, los Lavín y María de la Luz Chadwick constituyeron otra sociedad, esta vez bajo la forma de sociedad por acciones. La bautizaron como Inversiones Cantabria SpA.11
La práctica de las sociedades de inversiones también es habitual en la familia de Carlos Alberto Délano. La sociedad matriz del matrimonio parece ser Santa Verónica, constituida en 1980, con el nombre de su esposa, Verónica Teresa Méndez Ureta. En 2008 surgió otra denominada Inversiones Verito, «hija» de la anterior, creada por división.12 Está también Inversiones Duero Limitada y diversas sociedades de inversiones e inmobiliarias en que aparecen ambos.
Asimismo, en los últimos años crearon sociedades en que aparece el Choclo junto a su mujer y sus ocho hijos. Una de ellas es Sociedad de Inversiones Delmen Limitada —por las sílabas iniciales de los apellidos del matrimonio—, constituida el 6 de enero de 2008. Sus socios son: Carlos Alberto Délano Abbott, Verónica Méndez Ureta y sus hijos: Pablo, José Luis, Tomás, Andrés, Benjamín y Agustín Délano Méndez, todos domiciliados en Piedra Roja 1505, y las dos hermanas, Verónica y Macarena. La administración quedó a cargo, según la escritura, de Carlos Alberto Délano Abbott y, en su reemplazo, de su esposa, Verónica Méndez.
Otra de las sociedades en que participa el clan Délano Méndez completo es Inversiones Tajo Limitada, constituida el 7 de noviembre de 2013, con un capital de seiscientos millones de pesos.13 Las operaciones en torno a estas sociedades de papel son constantes en las profundidades de los negocios familiares. Un año después Río Tajo, junto a Inversiones Delmen y Administradora Vitacura, transformaron en sociedad limitada a la firma Inversiones Santa Verónica, que nació en 1980, con el nombre de Verónica Méndez, la esposa de Délano. Desde esa fecha pertenece a Administradora Vitacura, que es dueña del 55,9 por ciento, e Inversiones Delmen, con el 43,7 por ciento. El resto está repartido entre los Délano Méndez a título individual.14
EN LA CAMPAÑA DEL SÍ
La colaboración con campañas no es algo nuevo para Carlos Alberto Délano, quien participó activamente en la campaña del Sí que pretendía perpetuar a Augusto Pinochet en el poder político más allá de 1989. El Choclo Délano fue invitado junto a otros empresarios por el ex ministro de Hacienda Carlos Cáceres Contreras para financiar la publicidad y otros gastos. Entre los elegidos estuvieron Roberto de Andraca Barbas, quien se había privatizado con la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), y hasta hoy es su principal accionista y presidente; Eliodoro Matte Larraín, cabeza del grupo dueño de la Papelera, y Eugenio Heiremans, el fundador y presidente de la Asociación Chilena de Seguridad por más de cincuenta años y hasta su muerte en 2010.
Ante el fracaso de los primeros capítulos de la franja televisiva, el entonces ministro del Interior del general Pinochet, Sergio Fernández Fernández, quien después fue senador designado, convocó a un grupo para dar —según se decía— más eficacia política a los mensajes comunicacionales de los partidarios de la dictadura. Integraron este equipo «creativo» el ex senador de la UDI, hoy formalizado, Jovino Novoa; el periodista Manfredo Mayol, ligado al Gobierno de Pinochet y hasta hoy asesor comunicacional de la UDI, y Carlos Alberto Délano.
Una de las operaciones que montó ese grupo en su «estrategia de campaña» fue utilizar, a través de la franja televisiva, una grabación de la ex esposa de Lagos, Carmen Weber —quien tenía problemas de salud—, en un intento por atacar a Ricardo Lagos Escobar, uno de los máximos líderes de la oposición a Pinochet. El episodio ocurrió el 1 de octubre de 1988, cuatro días antes del plebiscito. El burdo recurso resultó contraproducente para el equipo «creativo» y la postulación que defendían.
Délano, incansable en su dedicación al marketing, colaboró también en ese ámbito en la campaña presidencial del ex ministro de Hacienda Hernán Büchi al año siguiente, cuando ganó Patricio Aylwin. Mejor suerte como asesor tuvo el Choclo cuando en la elección municipal de 1992 logró instalar a su amigo Joaquín Lavín en la Alcaldía de Las Condes. A Délano se le atribuye una especial influencia en la visión de «país concreto» que caracterizó el proyecto público de Joaquín Lavín.
SEGUROS, UTILIDADES Y PREMIOS
Entretanto, los Penta caminaban firmes en el territorio de los seguros y el grupo iba tomando forma. Incluso hacía ajustes y ventas si había alguna posibilidad tentadora, como ocurrió en 1990. «Ante una atractiva oferta del grupo francés AGF, Penta decide desprenderse de la Compañía de Seguros Generales Consorcio General de Seguros, la empresa que le dio origen», señala la historia oficial del grupo.15 Fue en ese tiempo que adquirió la Isapre Vida Tres y logró el control de la AFP Cuprum. A la vez creó la Administradora de Fondos de Inversiones Las Américas y empezó la conquista del Banco de Chile.
La Compañía de Seguros de Vida, privatizada, proveniente del Instituto de Seguros del Estado, pasó a llamarse ISE-Las Américas. La expansión continuó en 1993 y el grupo volvió a los seguros generales, con la creación de la Compañía de Seguros Generales Las Américas, mientras Carlos Alberto Délano se estrenaba como director del Banco de Chile. En 2003, el grupo adquirió AGF Allianz y después de esa fusión, al año siguiente, fue rebautizada como Penta Vida Compañía de Seguros S.A. Esta última siguió un proceso de crecimiento en el campo de seguros de vida y rentas vitalicias.
El mundo de los seguros parece muy intrincado y lejano, pero está directamente vinculado a las personas y al negocio previsional. Esas rentas vitalicias son las que les ofrecen a los trabajadores, por ejemplo, una pensión fija en unidades de fomento (UF), a partir de los ahorros previsionales, después de jubilar. Este negocio de las rentas vitalicias, una de las especialidades de los Penta, se tradujo en notables ganancias para el grupo. Un contrapunto con los ingresos que suelen obtener los pensionados que, en un promedio del país, no alcanzan a los doscientos mil pesos mensuales, considerando este sistema y el de los retiros programados que administran las AFP con cargo a la capitalización individual de los afiliados.
La Memoria de 2014 de Penta Seguros de Vida destaca: «Se siguen batiendo récords, la compañía logró una utilidad de 23.495 millones de pesos, lo que significó un crecimiento del 175 por ciento respecto al año anterior». Y señala que las rentas vitalicias han sido para Penta un actor importante, «con una recaudación histórica que alcanzó 8.961.894 UF», que les significó situarse en el «tercer lugar de las compañías que comercializan este producto». A la vez, esa Memoria consigna que en 2014 la compañía ganó dos licitaciones en la línea de seguros de invalidez y sobrevivencia.
Solo tres meses antes de que se empezara a develar el caso Penta, algunos medios registraron los felices rostros de Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano en los momentos en que eran galardonados con el Premio de Contribución a la Industria Aseguradora 2014, otorgado por la Asociación de Aseguradores en una ceremonia en Casa Piedra en Vitacura. Era la noche del 22 de abril y se destacó la «trascendental contribución a la industria del seguro en Chile» de los premiados.
El ex senador de la UDI y colaborador del grupo, Carlos Bombal, hoy formalizado por el Ministerio Público, fue el encargado de decir unas palabras cargadas de adjetivos: «Por Dios que se aprecia que existan en el medio empresarial personas sencillas y sin alardes, como ellos, que han sido capaces de llevar adelante, con mucha audacia, pero con prudencia, complejos e importantes negocios y proyectos de inversión, siempre sobre la base de una confianza societaria ilimitada, basada en el respeto mutuo entre ambos, por encima de lo favorable o lo adverso de las circunstancias».
En la ocasión agregó con entusiasmo: «Ellos cuentan con un gran patrimonio, el patrimonio de una vida intensa y fecunda, cuyo principal norte no ha sido la acumulación de riqueza». Y al final aludió a la presencia constante de sus mujeres: «Dos amigos y dos socios que han tenido la gran virtud de contar a su lado con dos mujeres excepcionales, Malú y Verónica, y preciosas familias —aquí presentes— que han sido y seguirán siendo la razón primera y última de todos sus afanes, y el mejor seguro de sus vidas».
Antes de terminar el año 2014, María de la Luz y Verónica empezaron a aparecer dentro de la investigación que lleva el Ministerio Público como firmantes de boletas ideológicamente falsas tendientes a evadir impuestos y aumentar las ganancias del grupo y sus dueños.
LA AFP CUPRUM
Cuando entró en escena la reforma previsional en 1981, y mientras Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano trabajaban para el grupo Cruzat-Larraín y estaban preocupados de echar a andar la AFP Provida, los supervisores del cobre amparados por Codelco dieron forma a otra AFP más pequeña: Cuprum, que se mantuvo hasta fines de esa década ligada a ese sector. Sin embargo, en diciembre de 1988 ya el Consorcio Nacional de Seguros —controlado por Lavín y Délano— aparecía con un 13,7 por ciento del capital accionario de la AFP. Desde diciembre de 1988 figuran en el directorio Carlos Alberto Délano Abbott y Carlos Eugenio Lavín García-Huidobro. Ese año asumió como presidente del directorio de Cuprum Pedro Próspero Corona Bozzo, ex vicepresidente de Codelco en dictadura, quien durante un largo período fue presidente de la Asociación de AFP.
A partir de 1990, la FECU —la Ficha Estadística de Codificación Uniforme de la Superintendencia de Valores y Seguros— muestra a la sociedad Administraciones e Inversiones Penta Limitada como propietaria del 9,5 por ciento de las acciones de Cuprum. En 1991, la sociedad Administraciones e Inversiones Penta Limitada, principal accionista de Cuprum, aumentó su porcentaje al 23,8 por ciento de las acciones, y en 1992 subió al 27,9 por ciento. Ese año se incorporaron al directorio otros dos nombres en representación del grupo: Hugo Bravo López y Fernando Silva Alvear.
En los años siguientes, Administradora e Inversiones Penta siguió aumentando su participación. El nuevo grupo consolidó su posición mayoritaria en la AFP Cuprum en 1992, lo que fue determinante para el control de importantes empresas del país. En 1996, la sociedad controladora pasó a llamarse Empresas Penta y en diciembre de 1997 ya tenía el 48,3 por ciento de Cuprum, convertida en una de las principales AFP del país. Después siguió incrementando su porcentaje hasta más del 60 por ciento.
El negocio resultó tan suculento para el grupo Penta que en 1998 vendió un 31,7 por ciento de las acciones de Cuprum a la empresa Sun Life de Canadá en 140 millones de dólares, pero mantuvo una proporción similar y la administración de la AFP. La operación le otorgó liquidez para aumentar las sucesivas compras de acciones del Banco de Chile y para otras actividades del grupo. Siete años después, en 2005, los Penta volvieron a adquirir las acciones de Sun Life y recuperaron el control total de Cuprum hasta 2012, cuando vendieron la AFP a la aseguradora Principal Finacial Group en una suma espectacular: mil millones de dólares. Y todo gracias a la administración de los fondos previsionales de los trabajadores que cotizaban en ella.
EL ESTRATEGA
Dos años antes de la elección presidencial de diciembre de 1999, los hombres de máxima confianza de Joaquín Lavín —vinculados muchos de ellos al grupo Penta— venían trabajando en un comando prácticamente estructurado para promover al ex alcalde a la Presidencia de la República. Junto a Carlos Alberto Délano estuvo el economista Cristián Larroulet, quien en la segunda mitad de los ochenta fue jefe de gabinete de Hernán Büchi y, en el Gobierno de Sebastián Piñera, ministro secretario general de la Presidencia durante todo el período. En esa época era el director ejecutivo del Instituto Libertad y Desarrollo, fundado por Cáceres y Büchi en 1990, al comenzar la transición, donde estuvo hasta ingresar al gabinete de Piñera.
Un personaje clave en esa y las dos sucesivas campañas de Joaquín Lavín fue Ernesto Silva Bafalluy, el padre del actual diputado de la UDI por el distrito 23 en el sector oriente de la capital, Ernesto Silva Méndez, quien también fue concuñado de Carlos Alberto Délano. Ambos se casaron con dos hermanas Méndez Ureta, María Cristina y Verónica.
Ernesto Silva Bafalluy, quien se quitó la vida en agosto de 2011, era considerado el estratega, además de recaudador de fondos y tesorero durante las campañas presidenciales de su amigo. A la vez fue un importante directivo del grupo Penta.
Como la mayoría de los Chicago boys, era gremialista desde su juventud y muy próximo al economista Miguel Kast. Fue subdirector de Odeplan, el semillero conducido por Kast, donde se planificaban las políticas públicas en dictadura, y vicepresidente de la Comisión Chilena del Cobre. Desde ahí pretendió sin éxito llevar a cabo un plan para privatizar Codelco, y cuando la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) instauró el diseño de filiales, intentó lograr el mismo objetivo.
Militante de la UDI, fue el padrino de bautismo de la menor de las hijas de su amigo Joaquín Lavín. A la vez, era gran amigo del ex presidente Sebastián Piñera, quien lo llevó a la línea aérea Ladeco en 1986, donde fue gerente después de salir de la ENAP.
Silva Bafalluy estuvo, asimismo, ligado a la privatización de las empresas del Estado, en particular a las de energía eléctrica. Con José Yuraszeck trabajó en Endesa —la Empresa Nacional de Electricidad— desde 1995, donde fue su brazo derecho en la consolidación de la toma de control de esa compañía por parte de la ya privatizada Enersis. Participó en los directorios de diferentes empresas del conglomerado eléctrico controlado en ese entonces por Yuraszeck hasta después del escándalo que envolvió al denominado «zar de la electricidad» y puso fin a su participación en esa área.
En 1998, Silva presidía la Inmobiliaria Manso de Velasco —del mismo grupo Enersis— y la sociedad Túnel El Melón y era director de Endesa y Enersis. A diferencia de lo ocurrido con otros ex directores de ese conglomerado, Silva Bafalluy permaneció un tiempo en el directorio de Enersis, después del traspaso a Endesa España, en representación de la AFP Cuprum, controlada por el grupo Penta.
De tanta confianza era Silva Bafalluy para Délano y Lavín que fue nombrado presidente del directorio de la Compañía de Seguros Generales ISE-Las Américas, después transformada en Penta Security. Y al momento de su muerte encabezaba esa empresa y también era presidente de la AFP Cuprum y rector por más de once años de la Universidad del Desarrollo.
Pero Silva Bafalluy no solo acompañó a Lavín en sus diferentes campañas; también a otro antiguo militante UDI, un tercer Carlos formalizado por el caso Penta: el abogado Carlos Bombal, que llegó a ser senador por Santiago en 1997, después de dos períodos de diputado, y quien se desempeñó durante un largo tiempo como asesor y secretario general de directorios de empresas del grupo Penta, aunque, según el ex gerente Hugo Bravo, Bombal era más bien un lobbysta.
LA ARREMETIDA EN SALUD
La década del noventa fue para el grupo Penta un tiempo de crecimiento en sus diversos negocios. Se consolidaron y siguieron creciendo en seguros y previsión, llegaron a la salud privada y se empinaron a la actividad bancaria. Su imperio económico tomaba forma. Al empezar el siglo XXI, el grupo Penta, que no existía como tal quince años antes, desplegaba sus actividades con logros espectaculares.
En 1991, ya con los seguros y la AFP Cuprum en sus manos, Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano se hicieron dueños de la mitad de la Isapre Vida Tres, llamada así porque había sido fundada en 1986 por tres clínicas privadas: Alemana, Las Condes e Indisa.
Inversiones Las Américas, una de las sociedades del grupo, aparece en 1994 como dueña del 50 por ciento de las acciones de Vida Tres. La otra parte permanecía en poder de la sociedad Inversiones Clínicas S.A., hasta que en diciembre de 1997 el control mayoritario llegó a ser de Penta: al 50 por ciento de Inversiones Las Américas se sumó un 33,3 por ciento de una nueva firma, Las Américas Salud II S.A. Con eso lograron un total de 83,3 por ciento, mientras que Inversiones Clínicas S.A., de la Clínica Alemana, solo conservaba un 16,6 por ciento. Pero era solo el principio.
En 1996, el grupo Penta formó la empresa de salud de urgencia Help. Dos años más tarde, Lavín García-Huidobro y Délano Abbott ingresaron a la propiedad de la Clínica Las Condes, a través de Inversiones Las Américas, que adquirió un 10 por ciento de ese centro médico del sector oriente de Santiago.
Poco tiempo después, la arremetida en la salud privada de los Penta dio otro paso al asociarse con el poderoso supernumerario del Opus Dei Eduardo Fernández León: el año 2000 se selló la «fusión por absorción» entre Banmédica S.A., el holding de la salud de Fernández León, la más grande Isapre del sistema privado, y la sociedad Inversiones Las Américas de los Penta, dueños de Vida Tres. En ella también tenía una parte minoritaria Inverclinsa, de la Sociedad de Beneficencia Hospital Alemán, principal accionista de la Clínica Alemana.
La fusión dejó a Banmédica en el primer lugar del «mercado de la salud privada», con un 25 por ciento del total de afiliados al sistema de Isapres. Quedaron en manos de un solo holding, además de los afiliados a las dos Isapres —Banmédica y Vida Tres, que siguieron funcionando con nombres diferentes—, los servicios de urgencia móvil Banmédica Móvil y Help, las clínicas Santa María y Dávila, que eran de Banmédica, y un 10 por ciento de las acciones de la Clínica Las Condes, que eran de Penta —las que fueron vendidas en el año 2006—, y otras empresas vinculadas a la salud.
Además de las clínicas, la fusión incluyó el control de la totalidad de Omesa, administradora de centros médicos que dio origen a Vidaintegra; el 50 por ciento de Avansalud, de Empresas Banmédica en sociedad con la Isapre Consalud, y los servicios de emergencia Banmédica Emergencia Móvil y Help, y Home Medical Clinic.
Con la fusión entraron al directorio de Empresas Banmédica Carlos Eugenio Lavín, en calidad de vicepresidente, Hugo Bravo López y Héctor Concha, por Penta. En la presidencia quedó Gonzalo Ibáñez Langlois, hombre de confianza de Fernández León, mientras que Máximo Silva Bafalluy, el anterior presidente y hermano de Ernesto Silva, se mantuvo como integrante del directorio.
El conglomerado de salud Fernández León-Penta continuó creciendo en los años siguientes. En 2005, los socios adquirieron y fusionaron la Isapre Promepart y efectuaron sucesivas ampliaciones en las clínicas Santa María y Dávila. Asimismo, sumaron las clínicas Ciudad del Mar en Viña y Bío-Bío en Concepción, y continuaron con la instalación de nuevos centros de salud.
El crecimiento se proyectó también hacia Colombia y Perú. El holding está presente en las clínicas Colmédica, Clínica del Country, Clínica de La Colina, en Bogotá, y Portoazul, en Barranquillas, en Colombia, y en Perú, en la Clínica San Felipe, en Lima.
EL CONTROL DEL BANCO DE CHILE
La noche del 13 de enero de 1983, el biministro de Hacienda y de Economía Rolf Lüders anunció la intervención de los dos bancos controlados por los grupos «pirañas»: el Banco de Santiago, del grupo Cruzat-Larraín, y el más tradicional de todos, el Banco de Chile, que estaba bajo el control de Javier Vial. La escena era insólita. Había sido Lüders, uno de los primeros Chicago boys, quien como mano derecha de Javier Vial se había desempeñado como uno de los principales constructores del megagrupo «piraña» del Chile pinochetista. Y sus palabras marcaban el derrumbe.
Pero la intervención no fue el fin para el tradicional Banco de Chile, el más emblemático del país. Por decisión del Gobierno militar, el Estado lo apoyó para que volviera a salir a flote, pero en otras manos, tras entrar en un largo proceso para el pago de lo que se denominó «la deuda subordinada». Otro tanto ocurrió con el Banco de Santiago, adquirido después por Andrónico Luksic, quien lo fusionó con el O’Higgins en 1997 y, más tarde, en 2003, lo vendió al Banco Santander de España.
En los noventa, la propiedad del Banco de Chile estaba diseminada entre los accionistas. Pero a fines de esa década, el emergente grupo Penta empezó a mover sus hilos para tomar el control. De a poco, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín compraron acciones y luego empezaron a generar contactos con otros inversionistas «amigos» para ir tras la toma de control del más conocido banco privado del país. En 1993, Carlos Alberto Délano llegó al directorio del Banco de Chile, y al año siguiente lo hizo Carlos Eugenio Lavín.
El pacto impulsado por el grupo Penta fue anunciado por sus representantes y los del grupo Cúneo-Solari —los actuales dueños de las multitiendas Falabella y el canal de TV Megavisión, entre otras sociedades— en noviembre de 1998. Desde esa fecha, ambos conglomerados aumentaron su propiedad accionaria. En marzo de 1999 firmaron una alianza y formalizaron el pacto.
Pero necesitaban todavía más aliados y los consiguieron. Surgió así el Pacto de Accionistas Mayoritarios del Banco de Chile. Empresas Penta tenía el 14 por ciento de la propiedad del banco. La familia Cúneo-Solari, casi el 10 por ciento. Alfredo Moreno Charme, ex canciller de Sebastián Piñera a quien los Penta confiaron la conducción de todas sus empresas operativas mientras dure el juicio por las boletas y facturas, tenía un 0,7 por ciento y representaba al Patronato Nacional de la Infancia. Sergio Larraín, ex dueño de Financiera Fusa, se incorporó con un 2,3 por ciento, y el Consorcio Nacional de Seguros de Vida, controlado por Juan Hurtado Vicuña y el grupo Fernández León, con un 3,6 por ciento. En total, un 30,6 por ciento, lo que les permitía el control, por la gran dispersión accionaria de la entidad financiera.
Con ese porcentaje de las acciones, el pacto mejoraba su posición relativa en caso de que un tercero intentara aumentar la propiedad del banco. Constituido en accionista principal del Banco de Chile, el grupo Penta eligió a Carlos Eugenio Lavín como vicepresidente y mantuvo a Carlos Alberto Délano como director.
El principal de los «nuevos socios» del pacto del Banco de Chile, el Consorcio Nacional de Seguros de Vida, era controlado en esa época en partes iguales por P&S, sociedad que pertenecía a Juan Hurtado Vicuña, y Banvida, de propiedad del grupo Fernández León y José Antonio Garcés Silva, controladores de la Isapre Banmédica. Ambos fueron de los primeros en acercarse a Capitán Yáber después que sus socios fueron encarcelados.
José Antonio Garcés, socio de Eduardo Fernández León en el actual Consorcio Nacional de Seguros y accionista e integrante del directorio de la Embotelladora Andina, es otro personaje cercano a los Penta. Con Carlos Alberto Délano se asoció en Iron Minnings para desarrollar el proyecto Minera Dominga.
VUELTAS Y CÍRCULOS
El Consorcio Nacional de Seguros de Vida —la empresa que perteneció al grupo Cruzat-Larraín y en la que se conocieron Délano y Lavín—, traspasado por el Estado al Bankers Trust desde «el área rara», fue vendido por el banco estadounidense a esta compañía local, la mayor del mercado asegurador chileno, en 1997. Como el poder económico en Chile tiene círculos que llevan a redes formadas por las mismas personas, no resulta tan extraño comprobar hoy que el Consorcio Nacional de Seguros lo preside desde diciembre de 2014 Marcos Büchi Buc, hermano de Hernán Büchi. Y el ex ministro es uno de los miembros del directorio. Marcos Büchi fue elegido en ese cargo para reemplazar a Juan Bilbao, el directivo que cayó en desgracia tras el escándalo que estalló en Nueva York y lo llevó a juicio acusado por la SEC (Securities and Exchange Commission) por fraude y uso de información privilegiada.
Hasta ese momento, Marcos Büchi era director ejecutivo de la Corporación Santo Tomás, dueña de la universidad, el instituto profesional y el centro de formación técnica del mismo nombre, cuyos principales accionistas son Juan Hurtado Vicuña y sus hermanos. Además, era miembro del directorio de Codelco —designado por el ex presidente Piñera—, donde estuvo hasta mayo de 2015.
Por su parte, Juan Hurtado —socio estratégico de Fernández León en numerosos negocios y gran amigo de Hernán Büchi desde la universidad— controla, además, junto a Fernández León, las empresas privatizadas Entel —en compañía del grupo Matte— y la Minera Punta del Cobre.
Los socios de ese pacto tenían en común —así como los Penta— la cercanía a la UDI y su interés por el negocio financiero y los seguros.
El presidente del directorio de Banmédica era en 1999, cuando se efectuó el pacto, el ex ministro del Trabajo del régimen militar, Máximo Silva Bafalluy —hermano de Ernesto Silva, en ese momento rector de la Universidad del Desarrollo—, quien fue amigo de Jovino Novoa desde sus tiempos de estudiante de Derecho en la Universidad Católica.
Después de efectuada la compra al banco estadounidense, Máximo Silva explicó que Banvida acordó un aumento de capital por 16.125 millones de pesos,16 los que serían destinados a pagar la deuda de 53 millones de dólares que le significó la compra del Consorcio Nacional en mayo de 1999. Anticipó en esa oportunidad que el Consorcio Nacional de Seguros Vida se transformaría en un holding que pretende ser «un gran actor en el mundo financiero», y confirmó la constitución de la sociedad anónima Consorcio Financiero. Esta operaría como holding de los grupos Hurtado Vicuña y Fernández León en materia de seguros.
Los hermanos Silva Bafalluy estaban juntos en el pacto controlador del Banco de Chile, y la consolidación del grupo Penta resaltaba como uno de los más significativos hechos en la estructura de poder de Chile en el fin del siglo XX.
LA JUGADA DE LUKSIC
Pero el control del Banco de Chile fue flor de un día en los agitados negocios de los Penta y sus socios. El pacto llevaba un año y parecía haber cumplido su objetivo, pero le salió un fuerte rival al paso, que al final ganó la batalla: Andrónico Luksic Graig, el empresario croata con quien los Penta protagonizaron una ardua disputa accionaria durante los últimos meses de 1999 y los primeros del año 2000. La estrategia de Penta y el Consorcio fue resistir comprando acciones y hasta fines de ese año se mantuvieron con el timón en sus manos. Durante la primera semana de diciembre, la disputa por el control del Banco de Chile, iniciada más de un año antes, continuaba desatada. El 5 de diciembre de 2000, tras una importante compra de más de 16 millones de acciones en una mañana por parte del Consorcio Financiero, el pacto declaró que tenía el 35 por ciento del control. Luksic había adquirido el 51 por ciento de las acciones del Banco Edwards y alcanzaba más del 10 por ciento del Chile. Pretendía una posible fusión de ese banco con el Edwards para desarrollar su negocio financiero. Este avance de Luksic sobre el Banco de Chile parecía congruente con la percepción, que se comentaba entonces, de que el Banco Edwards era «demasiado chico» para Luksic. Por eso, se veía solo como un peldaño para lograr establecer otro banco de importancia. En esa línea —se interpretaba— iban sus esfuerzos por comprar acciones del Banco de Chile, a pesar de que afrontaba una alta deuda subordinada.
El 14 de diciembre de 2000 la disputa terminó. En una reunión entre Andrónico Luksic y los representantes del pacto, estos cedieron y se acordó la compra del 35 por ciento de las acciones del Banco de Chile por parte de Luksic. El precio fue de unos 540 millones de dólares, de los cuales doscientos millones fueron pagados al contado. El grupo Luksic quedó con más del 47 por ciento de las acciones del tradicional banco, y logró después un controvertido préstamo en el Banco del Estado para terminar de saldar la deuda.
Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano quedaron con más de ciento cincuenta millones de dólares en el bolsillo para invertir en otras actividades en ese momento, y después les llegaron otros cien millones. Menos de cuatro años más tarde dieron curso a un nuevo plan: fundar un banco propio, el Banco Penta, con su sello como institución de inversiones. La nueva entidad abrió sus puertas en mayo de 2004.
Todo parecía ir bien para el banco hasta que estalló el escándalo en 2014 y con el transcurrir de los meses la inversión se fue debilitando. Tras el vendaval que los golpeó decidieron deshacerse de su banco en el invierno de 2015. Y por esas paradojas de la vida y de los negocios, el comprador fue el hijo de Luksic Graig, también de nombre Andrónico, quien hizo la mejor oferta: mil millones de dólares por la cartera de clientes, pero esta vez con pasivos que cubrir, en medio del deterioro de la imagen que han experimentado sus empresas. El 10 de julio se selló la venta monitoreada por el ex ministro de Relaciones Exteriores de Sebastián Piñera, Alfredo Moreno Charme. La desgastada marca no estuvo en la transacción ni tampoco el inmueble donde funcionaba el Banco Penta en El Bosque Norte 0440.
LA UNIVERSIDAD DEL DESARROLLO
Uno de los focos de interés del grupo Penta es la Universidad del Desarrollo (UDD), fundada en Concepción en febrero de 1990 por Joaquín Lavín, Ernesto Silva Bafalluy, Cristián Larroulet y Federico Valdés Lafontaine, el actual rector, y su padre, Alfredo Valdés Herrera. Poco después se incorporaron Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, y unos años más tarde el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi, quien desde 2011 hasta hoy preside la junta directiva de la UDD.
Los mismos socios de la «Udiversidad», como la motejan los estudiantes, formaron en 1991 la Inmobiliaria Ainavillo,17 cuyos integrantes iniciales eran Silva Bafalluy, Cristián Larroulet y Joaquín Lavín, a título personal, además de Inversiones El Estribo Limitada, de Federico Valdés, y Feval S.A., de Alfredo Valdés. Desde su constitución estuvo presente Administraciones e Inversiones Penta Limitada. Todos ellos partieron con un 16,7 por ciento de las acciones.
En 1992 dejaron de figurar en forma individual Silva, Larroulet y Joaquín Lavín, pero su participación pasó a estar a nombre de las sociedades Inversiones y Asesorías Sydarta, de Ernesto Silva Bafalluy; Inversiones El Otoñal, de Cristián Larroulet, y Estudios Económicos, de Joaquín Lavín. Amigos y militantes de la UDI, los socios de la Universidad del Desarrollo tuvieron un rol preponderante en la campaña presidencial de Lavín en 1999, cuando llegó muy cerca del ex presidente Ricardo Lagos en la segunda vuelta.
El mismo año ingresó Hernán Büchi a la propiedad de Ainavillo —con un 10 por ciento– y al control de la universidad. En esa época compraron la quebrada Universidad de Las Condes, lo que les permitió expandirse a Santiago, sin mayor trámite, saltándose el proceso de «licenciamiento» que debían cumplir las nuevas universidades para ser autónomas. Más tarde, la UDD se instaló en el nuevo campus en San Carlos de Apoquindo construido por Penta, el que hoy lleva el nombre de Ernesto Silva Bafalluy.
CONTACTOS PARLAMENTARIOS
Los lazos de la Universidad del Desarrollo —que tiene 13.500 estudiantes— llegan en forma directa al Parlamento, donde los temas educacionales están en plena discusión desde que se levantó el movimiento estudiantil en 2011. Uno de los personajes que está a los dos lados de la mesa en este negocio es el diputado de la UDI por Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, Ernesto Silva Méndez, el hijo mayor del fallecido rector y socio Ernesto Silva Bafalluy. Tras la muerte de su padre, Silva Méndez se incorporó al consejo directivo de la UDD. Se mantuvo ahí durante todo su primer período parlamentario, pero lo dejó cuando asumió la presidencia de la UDI en mayo de 2014, a la que se vio obligado a renunciar el 11 marzo de 2015, como efecto directo del caso Penta.
Abogado de la Universidad Católica, Ernesto Silva Méndez fue presidente del Centro de Estudiantes de Derecho en 1998 y dirigente del movimiento gremialista en esos años. Había sido brazo derecho de Joaquín Lavín en el proyecto «Vanguardia», un referente creado por el ex ministro para su trabajo político, vinculado a la Fundación La Vaca. Y en la Universidad del Desarrollo fue director del Centro de Estudios Públicos y vicerrector de Pregrado, antes de llegar al Parlamento en 2010. Su hermano Felipe fue jefe de gabinete de Lavín en Educación cuando el ex ministro llegó al Gobierno.
Federico Valdés Lafontaine, ingeniero UDI y ex presidente de la sociedad anónima deportiva Azul Azul, también integrante del equipo fundador, asumió la rectoría de la Universidad del Desarrollo en reemplazo de Silva Bafalluy en agosto de 2011.
El director del Programa de Opinión Pública de la UDD es Gonzalo Müller, columnista y comentarista político, casado con la diputada María José Hoffman, jefa de la bancada de diputados de la UDI. A su vez, la ex ministra secretaria general de Gobierno y actual senadora de la UDI, Ena von Baer, fue profesora de esa universidad.
En otro plano, el Consejo Asesor Empresarial de la Universidad del Desarrollo también da cuenta de significativas relaciones. Lo preside el ex ministro de Interior y de Hacienda de Pinochet Carlos Cáceres Contreras, quien a la vez encabeza el Instituto Libertad y Desarrollo desde su fundación en 1990; entre otros, integraron ese consejo hasta marzo de 2010, cuando se incorporaron al gabinete de Sebastián Piñera, el ex ministro de Minería y Obras Públicas, Laurence Golborne, y el ex canciller Alfredo Moreno, quien hoy representa en la máxima instancia de la universidad, el consejo directivo, a los dueños de Penta.
Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano eran miembros del consejo directivo de la UDD hasta 2014, cuando sobrevino la investigación que les significó la formalización en marzo de 2015.
La relación con la UDI y en particular con los parlamentarios a quienes aportaban dinero ha sido, sin duda, un nexo interesante para los controladores del grupo y dueños de la universidad, más aún en tiempos en que el lucro ha estado en el tapete de la polémica y las reformas a la educación, y cuando los aportes del Estado se discuten en el Parlamento. Lo mismo se podría deducir para influir en los temas vinculados a la salud, la previsión y los seguros.
Sin ir más lejos por ahora, el comprometedor correo electrónico que envió Carlos Eugenio Lavín a Ernesto Silva Méndez el 10 de enero de 2013, con el asunto «Proyecto de ley en trámite», es elocuente: «Ernesto: te transcribo el artículo de ley 198 que define lo que es el IPC de la Salud. “Para efectos de la modificación de precios del Plan Garantizado de Salud”. Según te entendí, los DC estarían llevando esta idea del reajuste máximo según IPC de la Salud, para el Plan Garantizado y para el Complemento. Si entendí bien esto, sería de la máxima gravedad. Para saber eso te estaba llamando y de acuerdo a eso ver si se nos ocurre algo. Saludos, CEL».
La respuesta del diputado Silva no se hizo esperar. Antes de dos horas le contestó: «Hola, Carlos Eugenio. Es solo para el plan garantizado. Saludos cordiales, Ernesto».
El intercambio epistolar que está en la carpeta investigativa del caso fue dado a conocer por el sitio web TV13.cl el mismo día que Carlos Eugenio Lavín declaró por primera vez ante el fiscal Carlos Gajardo. Rápidamente fue reproducido por otros medios y por redes sociales. A raíz de eso, El Mostrador recordó que el proyecto había ingresado al Parlamento en diciembre de 2011 y pretendía «crear una tarifa plana para todos los usuarios de aseguradoras privadas de salud». Y que —según fuentes del Congreso— «Silva fue clave, porque fue el que más insistió en que se mantuvieran los tramos. Larroulet, entonces ministro de la Segpres, hoy de regreso en la Universidad del Desarrollo, jugó un papel muy importante, ya que defendía los puntos de vista de Silva desde La Moneda», indicó el diario digital.
CAMBIOS EN AINAVILLO
Los edificios aumentaban año a año en Concepción, donde partieron en 1990, pero no eran de la universidad, sino de la Inmobiliaria Ainavillo, que los arrendaba o subarrendaba a través de complejas fórmulas, tratando de evadir el mandato legal que impide el lucro en estas instituciones. También operaban con sistemas de leasing con los bancos que les financiaban las operaciones. En cierto modo, la Universidad del Desarrollo, una de las doce investigadas por lucro por el Ministerio Público, refleja un doble afán que se ve en este «mercado»: la influencia ideológica y la búsqueda de utilidades, como señalé en 2013 en el libro Con fines de lucro. La escandalosa historia de las universidades privadas en Chile.18
De acuerdo a una investigación periodística realizada por Ciper Chile, ese mismo año, en diciembre, los controladores de la UDD hicieron una reestructuración de sus inversiones y sus empresas relacionadas. Esto se tradujo en que los fundadores de la UDD y el grupo Penta salieran de la Inmobiliaria Ainavillo, ligada a la universidad desde sus orígenes, y Penta Vida, de Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano, pasara a ser la dueña de los inmuebles. Así, el campus de Santiago Ernesto Silva Bafalluy, ubicado en la calle Lo Plaza con República de Honduras, en San Carlos de Apoquindo, y los siete de Concepción pertenecen directamente a Penta, que los arrienda bajo forma de leasing a la universidad.19
Es posible que esa modificación se relacione con la polémica despertada por el lucro y las nuevas exigencias que se ven venir si se pretende recibir fondos públicos para el financiamiento de las instituciones de educación superior.
Entretanto, la formalización judicial que afecta a los Penta los llevó a dejar los directorios de las empresas y, siguiendo la misma línea, se retiraron también del consejo directivo de la universidad. En su reemplazo entraron el ex canciller de Sebastián Piñera Alfredo Moreno Charme, el economista José Ramón Valente y Felipe Silva Méndez, el hermano del diputado Ernesto Silva.20 A ellos se sumó Renato Peñafiel Muñoz, gerente general del Banco Security y miembro del directorio de Penta Security, la compañía de seguros generales que sería vendida al consorcio Liberty International Holding Inc. El anuncio se hizo en forma paralela al del traspaso del Banco Penta a Andrónico Luksic en julio de 2015, y el valor de la transacción sería 105 millones de dólares.
El directorio de Penta Vida lo preside desde el 16 de diciembre de 2014 Fabio Valdés Correa, el amigo de toda la vida de Carlos Eugenio Lavín y vicepresidente del directorio de la Clínica Santa María. Integran el directorio de la aseguradora dueña de los inmuebles de la Universidad del Desarrollo, Fernando Gámbara Lodigiani y Marco Lorenzo Comparini Fontecilla, antiguos ejecutivos del grupo; los hijos de los dueños, Carlos Lavín Subercaseaux y Pablo Délano Méndez, a quienes se sumaron Alfredo Moreno Charme, en julio de 2014, y José Ramón Valente, en diciembre de ese año.
Por otra parte, después del término del Gobierno de Sebastián Piñera, los ex ministros Joaquín Lavín y Cristián Larroulet volvieron a tomar posiciones de dirección académica dentro de la universidad en un ámbito que ellos han considerado fundamental para la formación de los estudiantes y la proyección del modelo neoliberal: Lavín es el decano de la Facultad de Economía, y Larroulet el director de investigación.
UN CUARTO DE SIGLO
A diferencia de otros grupos surgidos de la privatización de las ex empresas estratégicas del Estado chileno, el grupo Penta tuvo un perfil bajo hasta fines de la década de los noventa, y paso a paso se fue estructurando sin estridencias. El poder que alcanzó se hizo público en 1998, cuando se iniciaba la campaña presidencial del candidato derechista Joaquín Lavín.
El rol de este grupo llegó a ser clave en la estructura del poder económico-político en las primeras dos décadas del siglo XXI. Está a la vista que no es un simple conglomerado económico o un grupo financiero como se conocían tradicionalmente en Chile, organizado solo con el objetivo de hacer buenos negocios. Ha sido parte del «núcleo duro» del poder económico y político representado por la UDI. Y fue decisivo en las campañas presidenciales de Joaquín Lavín y en las frustradas de Pablo Longueira y de Laurence Golborne en 2013. Sus vinculaciones son estrechas con otros grupos, constituidos al amparo de las privatizaciones de las empresas que fueron del Estado y de la política económica aplicada por el régimen militar.21
La proximidad con personajes como Joaquín Lavín, Cristián Larroulet, Eduardo Fernández León, Juan Hurtado Vicuña, José Antonio Garcés, Alfredo Moreno y Fabio Valdés, así como con Pablo Longueira, Laurence Golborne y Jovino Novoa —por recordar algunos de los más prominentes— es también ilustrativa.
En cierto modo, el grupo Penta y sus conexiones aparecen como una síntesis y un reflejo del proyecto ideológico, político y económico que hizo posible y dio fuerza a las candidaturas parlamentarias de la UDI y a las apuestas presidenciales de la derecha durante un cuarto de siglo.
Una figura de máximo relieve en la dictadura que fue puntal de la privatización de las ex empresas públicas, como el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi Buc, y que sigue siendo gurú económico de la UDI, ha tenido una cercana relación con Penta. Büchi preside desde el año 2000 la junta directiva de la Universidad del Desarrollo, que es propiedad del grupo. Pero no es el único dato. Hoy, en medio de la vorágine, comparte la presidencia del directorio de la Universidad del Desarrollo y del holding Soquimich, la otra de las grandes empresas que la investigación del Ministerio Público puso en el banquillo. Todo un símbolo.