Capítulo 1

Siete meses después

Valeria

—¡¿Qué?! —grito mientras me acerco al oído de Almudena y esta, simplemente, se ríe, lo que provoca que se le acentúen los hoyuelos de sus mejillas, haciendo que haga lo mismo.

—Que si quieres beber algo, sorda —me repite en el mismo tono y acercándose a mí para que pueda oírla por encima de la alta música electrónica que abotarga todos mis sentidos.

—¡Sí y unos tapones para los oídos también! —contesto, y veo cómo saca la lengua y pone los ojos en blanco como si estuviese K. O., algo que me ocurre a mí. Después comienza a gesticular mientras me señala la barra, dándome a entender que nos vamos a acercar hasta ella.

Dos minutos después estamos de vuelta en el epicentro de esta angosta y oscura sala, tomándonos lo que nos hemos pedido como mejor podemos, ya que los saltos y movimientos espasmódicos de toda esta gente que nos rodea no facilita esta sencilla operación. Enseguida, harta de hacer malabares y temer por mi Coca-Cola o mi ropa, opto por tomármela de golpe y así evitar mojarme. Con el largo vaso de tubo vacío en la mano, sintiendo cómo el gas me hace encoger la nariz para aliviar así el picor de las burbujas, me concentro en intentar llevar el ritmo de estos forofos de la música electrónica que nos rodean, entre los que no me incluyo, e incluso puedo asegurar que Almu tampoco…

Pero aquí estamos…, dejándonos los oídos, intentando mimetizarnos con el ambiente sin tener ni idea de cómo se baila este ritmo frenético y, cómo no, buscando a la causante de que estemos esta noche de sábado aquí… sin dejar de estar pendiente, claro está, de cierta recién estrenada universitaria que, en cuanto se ha enterado de a dónde íbamos, se ha apuntado sin dudar y ha aprovechado para quedar aquí con dos de sus nuevas amigas, con las que estaba, hace unos minutos, bailando a unos cuantos pasos de distancia de nosotras.

—¡Ahí está! —suelta con emoción Almu, y veo cómo empieza a mover la mano de derecha a izquierda para que la susodicha repare en nosotras.

—Ve con ella, voy a echarle un ojo a mi hermana. La he perdido de vista desde hace unos minutos… —le digo pegándome a su oreja para que me pueda oír.

—¡Deja que la pobre disfrute! —me suelta aproximándose también a mí y enarco una ceja negando con la cabeza.

—Si yo la dejo disfrutar, pero en mi punto de mira —replico, provocando que mi amiga comience a carcajearse—. Además, cuando la tenga localizada, aprovecharé para salir a que me dé un poco el aire.

Almudena duda un segundo en si dejarme sola o no, para después asentir y dirigirse dando saltos —para no desentonar con el ambiente o por pura dicha de haberla encontrado— hasta esa joven de cabello rosa que acaba de sonreír al verla.

No puedo evitar fijarme en cómo Almu abraza sin dudar a esa chica, con esa espontaneidad desbordante y sin complejos de la que soy fan absoluta. Desvío la mirada de ellas dos para comenzar a caminar lentamente, intentando encontrar a mi hermana; sin embargo, no la veo, ni a ella ni a sus dos amigas. Al final, opto por salir a la calle después de haber echado un vistazo por el concurrido local, por si les ha dado por salir y estoy haciendo la panoli procurando dar con ellas entre tanto salto y empujón… Mientras me dirijo hacia la salida, aprovecho que paso cerca de la barra para dejar el alargado vaso. Subo un tramo de escaleras para alcanzar la calle, donde el fresco viento de esta noche de finales de octubre me recibe y, al girar la cabeza hacia la izquierda y centrar mi atención allí, la veo, con sus amigas. Están apoyadas en la pared de este club nocturno, hablando. Suspiro, mucho más tranquila, mientras doy unos cuantos pasos para alejarme del sonido amortiguado de esa música, y también de ellas; acabo dejándome caer contra un coche con la esperanza de que pasen las horas rápido…

Me siento fuera de lugar, como si salir de fiesta no me llenara tanto como antes y me resultara agotador. Alzo la cara para ver las estrellas que se distinguen de manera tímida en el cielo despejado de nubes y hago un gesto de resignación al echar de menos poder contemplarlo en todo su poderío, sin polución, y quedarme embelesada al apreciar la increíble luz plateada que contrasta con la oscuridad del firmamento.

Pero es lo que tiene vivir en la capital de España… Algo que elegí hace años por voluntad propia y de lo que no me arrepiento lo más mínimo, aunque a veces añore los beneficios de residir en un pueblo pequeño, como, por ejemplo, hoy…

De repente, el sonido de una botella al precipitarse al suelo provoca que salga de mis pensamientos y busque rápidamente a mi hermana con la mirada. Supongo que, desde que se mudó conmigo hará unas semanas para empezar sus estudios universitarios, estoy un pelín obsesionada por su bienestar. Pero es algo normal, ella está acostumbrada a lidiar con la tranquilidad de un pueblecito donde todos se conocen y no con el ajetreo sin fin que puede haber en Madrid. Sin contar, además, que mis padres me han pedido que esté pendiente de ella como si fuera su guardiana…

—Mierda —susurro al ver cómo un tipo comienza a caminar en dirección a ellas después de haber estampado contra el asfalto un botellín vacío de cerveza, y por la pinta que lleva… me pongo en alerta sin moverme aún. Tampoco quiero avergonzar a mi hermana, sobre todo cuando todavía no ha ocurrido nada…

El tipo en cuestión empieza a hablar con ellas hasta que se centra en Rony… La postura de su cuerpo, sus gestos y cómo se mueve me indican que está intentando seducirla, ya que sus palabras no las puedo oír, pues el sonido de la música del club amortiguada junto con el de los coches que pasan por esta zona lo impiden, y mucho menos puedo apreciar la expresión de su cara desde donde estoy, puesto que él me da la espalda y solo puedo ver a mi hermana, que sonríe entre tímida e incómoda. El tipo da un paso más hacia ella. Rony mira hacia el suelo. Las amigas dan un paso hacia un lado, separándose de mi hermana, visiblemente nerviosas e incómodas, como si no supieran qué hacer en una situación como esa. El desgraciado le pone una mano encima y… No sé cuándo he dado orden a mis pies para que se muevan, pero, cuando quiero darme cuenta, estoy a mitad camino de ella, por lo que por fin puedo oír lo que hablan.

—Eres preciosa, muñeca —dice él poniéndole un mechón de cabello detrás de la oreja, provocando que Rony se muestre todavía más incómoda y yo esté todavía más furiosa.

—Eh… Gracias, pero, como te he dicho, estoy con mis amigas —susurra mi hermana.

—Podemos pasarlo tan bien juntos…

—Lo siento, pero yo…

—No te hagas la estrecha, muñeca. He visto cómo me mirabas… Imagínatelo: tú, yo y las estrellas cubriéndonos. Puedo ser tu caballero negro, el que te dé todo lo que sé que estás deseando —comenta dando otro paso más hacia ella para así rodear su cintura y estrecharla contra su cuerpo.

—Suéltame —pide mi hermana muy bajito, colocando sus manos sobre el torso de este para apartarlo, incómoda, nerviosa, pero sobre todo asustada.

—Sé que lo estás deseando, muñeca, y yo, joder, estoy ansioso por comerte entera.

—¡¡Eh!! —le grito a pocos pasos, harta de ver cómo Rony se va encogiendo atemorizada, sintiendo cómo mi corazón está al borde de salirse de mi pecho y cómo mi cuerpo se pone rígido, intentando controlar el miedo que siento, sobre todo para que él no lo note.

En ese instante el tipo se gira hacia mí y veo su osadía, el peligro que rezuma de sus pupilas, la embriaguez que destila en sus movimientos y, aunque su gélida mirada grisácea ha provocado que la sangre se me helara, también ha conseguido a la vez que mi ser se prepare, especialmente cuando he reconocido su rostro repleto de tatuajes macabros. Trago saliva procurando que no aprecie el temor que siento al saber de quién se trata, que no perciba ninguna debilidad o inseguridad por mi parte al reconocerlo, aunque jamás hayamos intercambiado una palabra, pero supongo que él también estará acostumbrado a ese efecto en los demás. Tolo es inconfundible, y mucho más si te mueves por círculos similares a los suyos, como lo es también la fama que lo sigue allá donde vaya. Por eso mismo, porque sé quién es, siempre lo he evitado. Hasta hoy…

—¿Me lo dices a mí? —suelta prepotente, algo que comprendo. Nadie en su sano juicio le hablaría como lo estoy haciendo yo y sé que estoy metiéndome en la boca del lobo, pero, aunque sepa que estoy cometiendo la mayor estupidez de mi vida, es mi hermana.

—¿Es que no te has enterado de que quiere que la sueltes? —pregunto alzando la cara, para que no tenga dudas de que no me achanto delante de él, aunque ahora mismo mi instinto de supervivencia esté tirándose del pelo, mientras corre en círculos, al ver lo que estoy haciendo.

Todos mis sentidos están centrados en él, que sigue pegado a Rony como si fuera una asquerosa y nauseabunda lapa, aunque creo que las lapas son incluso mejores que este repugnante tío, así que termino de caminar los pocos pasos que me quedan para plantarme delante de Tolo.

—¿Quién coño eres tú? —suelta frunciendo el ceño sin dejar de mirarme hosco y sin apartarse de Rony, que ha comenzado a temblar…, no sé si aliviada de verme o más asustada por eso mismo.

—Quiero que la sueltes ya —exijo apretando los dientes y los puños, alzando la barbilla hacia él, demostrándole que no le temo, aunque ahora mismo mi cuerpo se esté erizando por tenerlo delante. He optado por no responder a su pregunta, pues, aunque yo sí sé quién es, es normal que él no tenga ni idea de quién soy.

Se me queda mirando perplejo, como si no comprendiese la razón por la cual una mujer —o sea, yo— está encarándose con él, sin importar la pinta —y fama— de camorrista peligroso que tiene, ni siquiera los tatuajes que salpican su cara, que le añaden, incluso, más peligrosidad, o hasta su manera de vestir: de negro, con esa ajada chupa de cuero y esas cadenas plateadas que cuelgan del bolsillo de su pantalón y de su cuello, y que tintinean con cada movimiento que hace. Después dirige el rostro hacia mi hermana, que está mordisqueándose el labio inferior, perturbada por esta tensa situación, algo que provoca que apriete todavía más los puños y note cómo las uñas se me clavan en la piel.

Esto va a acabar mal, lo sé…

—Me gustan más jovencitas, no te lo tomes a mal, mujer —dice canalla mirándome de nuevo—. Aunque, si quieres, cuando termine con ella, podría hacerte un favor… —añade con soberbia para después girar de nuevo la cara hacia mi hermana y aproximarla a tan solo unos centímetros de la de ella—. ¿Por dónde íbamos, muñeca?

—La muñeca te la voy a romper yo como no la sueltes de una puta vez —gruño harta de que me subestimen por ser, precisamente eso, una mujer, pero todavía más cansada de que haya tíos como él por el mundo, tíos que se crean con derecho a hacer lo que les dé la gana, sin importar nada más que su voluntad.

Vuelve a girar la cabeza hacia mí, ahora dibujando una sonrisa diabólica, para después apretar más a Rony contra su cuerpo, logrando lo que quiere: provocarme. Tomo una decisión apresurada, sin barajar pros y contras, porque no hay tiempo para hacerlo y solo ansío liberar a mi hermana de este tipejo, sin importar qué me ocurra a mí.

—Atenta, Rony —anuncio sin dejar de mirarlo a los ojos, pendiente de todos sus movimientos, esperando a que ella se prepare para lo que está a punto de suceder.

Este sonríe de esa manera chulesca, sabedor de lo temido que es por estos barrios, como si se creyese que con eso bastará para detenerme, pero cuando tomo una decisión voy a por todas, aunque sepa que va a acabar mal.

—Te estás metiendo con quien no debes… Si fueras lista, darías media vuelta y te largarías por donde has venido, mujer —me advierte despectivo y enarco una ceja al barajar las escasas posibilidades de que salga bien de la idiotez que estoy a punto de cometer. Soy una kamikaze, lo sé—. No quiero perder el tiempo contigo cuando tengo cosas más placenteras que hacer con esta preciosidad.

—Una —digo hastiada de tanta charla absurda mientras mi puño impacta en su nariz, provocando que este la suelte para llevarse la mano, en un acto reflejo, a esa parte dolorida de su cuerpo mientras sus ojos se abren más por la sorpresa al no esperarse esa reacción por mi parte—, dos —añado elevando la rodilla para impactar contra sus pelotas, provocando que se arquee hacia delante, jadeando de dolor— y tres —remato mientras cojo de la mano a mi hermana y comenzamos a correr en dirección opuesta a donde está ese impresentable farfullando contra mí todas las palabras malsonantes que se sabe.

Y son muchas.

De repente, cuando solo hemos podido alejarnos un par de pasos de ahí, oigo un frenazo brusco muy cerca de donde estábamos, un grito de mujer me hace dirigir el rostro en esa dirección y simplemente veo cómo un hombre sale apresuradamente del coche para correr detrás de Tolo que… ¡¡nos está persiguiendo!!

—Mierda —protesto sin soltar a Rony para correr más rápido mientras esta me mira aterrorizada.

—Valeria.

—No mires atrás —le pido al tiempo que la cojo con fuerza del brazo para que no se tropiece y noto cómo comienza a aflojar el paso por los malditos tacones que lleva puestos esta noche.

Trago saliva esperando, deseando, rogando, una escapatoria, sino… esta noche acabará peor que mal.