Abro los ojos y me estiro en la cama incapaz de evitar sonreír al recordar la magnífica noche de ayer, cómo estuvimos hablando mientras contemplábamos las estrellas y cómo acabamos haciéndolo de una manera muy íntima y sexy después de contarme que, en nuestro primer encuentro, Jorge quiso verme después. Luego, cuando el frío comenzó a ser insoportable, volvimos al coche y me acercó a casa, donde se despidió de mí con un fantástico beso que consiguió que me costara salir del vehículo, para subir al piso sola…
Dejo escapar el aire al ver la cama vacía de mi hermana, parece que se está convirtiendo en una costumbre que los fines de semanas los pase en casa de su amiga y, aunque echo de menos hablar con ella cuando nos despertamos, entiendo que prefiera estar con Nerea.
Me levanto al oír unos murmullos que provienen del salón y en cuanto aparezco veo a Marta y Almu sentadas en el sofá, mi amiga con las piernas sobre su chica, mientras se toman un café.
—Buenos días —digo, y las dos me miran para devolverme el saludo.
—¿Qué tal te fue la noche? —me pregunta Almu mientras me siento en el brazo del sofá.
—Muy bien —contesto sin poder evitar sonreír—. Al final me llevó a El Escorial, a un lugar que se llama la Silla de Felipe II, y pudimos ver las estrellas a solas.
—Allí hay unas vistas increíbles —apunta Marta, y asiento confirmando que así es.
—Me da que mi amiga estaba más pendiente de otras vistas más cercanas —interviene con guasa Almu y me echo a reír—. Y hablando de él… ¿le gustaron mis diseños?
—Mucho.
—Pues dile que tiene suerte de que se lo he hecho sin cobrar, porque a partir de ahora mi caché sube —indica y me quedo mirándola con atención para detectar cómo se le ilumina el rostro.
—Marta conoce a una chica que trabaja en una discográfica. Le ha enseñado unos bocetos y… ¡me ha pedido que le haga un trabajo! —exclama, y no puedo evitar incorporarme.
—No puede ser —susurro sin poder dejar de sonreír para acercarme a ella y abrazarla con fuerza—. ¡¡Almuuu!!
—¡Lo sé, tííaa! —exclama mientras nos abrazamos con alegría—. Ya te lo dije, Val, este año iba a ser el nuestro. Tú, de profesora; yo, diseñando una portada… ¡Uf! Mira, los pelos como escarpias —suelta mientras se arremanga la camiseta y sonrío de nuevo al verla tan contenta.
En ese momento el sonido de mi móvil nos hace mirarnos. Lo cojo y veo el nombre de Nerea. Deslizo rápidamente para aceptar sintiendo cómo la boca del estómago se me cierra, temiendo que le haya pasado algo a Rony.
—Valeria, soy Carmen —dice nada más responder a la llamada—. ¿Te puedes creer que no tengo tu número de teléfono? Ahora lo agrego cuando termine de hablar contigo…
—Eh, claro… pero ¿estáis bien?
—Sí, las chicas están ahora desayunando y yo preparando como una loca la comida. ¡Por eso te llamo! —suelta y respiro con alivio. Sí, soy una exagerada, pero cuando se trata de mi hermana soy incapaz de evitarlo.
—Pues dime.
—Quiero que vengas a comer con nosotras.
—Eh…
—Y no aceptaré una negativa por tu parte —añade, y sonrío—. A las dos comeremos, puedes venir cuando te apetezca y… ¡No comas de eso! —oigo y sonrío al imaginarme que estará hablando con su hija—. Es para luego —dice—. Valeria, luego nos vemos, guapa.
Carmen finaliza la llamada y me quedo con el móvil en la mano.
—¿Todo bien?
—Sí, Carmen me ha invitado a comer…
—A ver si se ha enterado de que tú y su hijo conocéis cada pliegue de vuestra anatomía. Te recuerdo que esa mujer puso mucho empeño en que en el gimnasio no hubiese relaciones de cualquier tipo —apostilla, y frunzo el ceño al hacer memoria.
—Espero que no sea eso, porque te aseguro que no sé cómo le respondería si llegase el caso —indico haciendo un gesto de miedo—. Bueno… Voy a ir duchándome y preparándome, así os dejo solitas —añado mientras me levanto del sofá.
—Val —me llama Almu y me giro antes de salir del salón—, te quiero, guarra.
—Yo más, artista —replico mientras le lanzo un beso y me dirijo directamente a la ducha, oyendo cómo mi amiga se carcajea.
Después de vestirme y de despedirme de Almu y Marta, que siguen donde las había dejado hace un rato, cojo mi moto y me dirijo a la casa de Carmen. En cuanto subo a su piso, me recibe con una sonrisa y un abrazo que no me espero.
—No sabía cómo decirte que vinieras antes —susurra cerrando la puerta y llevándome a la cocina para después cerrar también esa puerta y quedarnos las dos solas—. Están acabando de vestirse —indica refiriéndose a mi hermana y a su hija—. Ahora enseguida vendrá Jorge —«mierda»—, y… la razón por la que estáis hoy aquí… ¡Mírame, si estoy temblando! —exclama mientras saca de la nevera vino blanco y vuelca en dos copas un poco.
—Y, si no es mucho entrometerme, ¿qué razón es esa? —pregunto mientras veo cómo Carmen se termina de un trago el vino y sirve un poco más en su copa. Luego me mira y me enseña su mano, donde veo un precioso anillo de oro.
La miro.
Me sonríe sonrojándose.
Frunzo el ceño.
Asiente con timidez con la cabeza y…
—¿Es lo que creo que es? —tanteo por si me estoy volviendo majareta y solo me está enseñando la manicura que se ha hecho.
—Sí y… necesito cuanta más gente mejor a mi lado para decírselo a Jorge. Él… —suspira y da un pequeño trago—… es muy protector con nosotras, a veces creo que demasiado —añade haciendo una mueca graciosa—. Tiene un corazón enorme, Valeria, y sé que se alegrará por mí, ¡lo sé!, pero no puedo evitar sentirme nerviosa por si no le gusta o por si piensa que estoy loca. Bueno, eso ya lo piensa… Pero tú ya me entiendes —añade rápidamente haciéndome sonreír.
—Claro que te entiendo y creo que se alegrará en cuanto vea tu sonrisa, Carmen.
—Uf… eso espero —resopla mientras se termina la copa y se pone otra. Como siga así, no sé si aguantará hasta que estemos todos.
—¡Val! —exclama mi hermana al entrar en la cocina—. Pero… qué guapa te has puesto.
—Eso es porque estás acostumbrándote a verme con el uniforme del gimnasio —comento restándole importancia a mi atuendo. Solo voy con unos vaqueros anchos negros, un body blanco y encima un cálido jersey azul turquesa muy corto, que cae hacia un lado del hombro.
—Ya está aquí Jorge —susurra Carmen—. Vamos al salón, quiero hablar con todos vosotros —anuncia mientras señala la puerta para ver cómo Rony y Nerea se quedan mirándola sin comprender nada, pero salen sin poner objeción.
Carmen me mira, me coge del brazo y me lo aprieta con cariño para salir hacia el salón.
—¡Al fin llegas, Jorge! —dice su madre sin dejar de agarrarme el brazo cuando aparecemos detrás de las dos amigas. Este, en cuanto me ve, hace un amago de sonrisa, de esas que tanto me gustan, que me hacen sonreír como una tonta.
—Vaya, no sabía que íbamos a estar todos hoy para comer —comenta él mirándonos una a una y entreteniéndose un poco más cuando llega a mí—. ¿Es una celebración más del cumpleaños de Nerea?
—No —contesta su madre con una sonrisa—. El viernes ya lo dimos todo, esto es… una comida informal, sí —añade y me muerdo el labio para no reírme. Madre mía, creo que el alcohol comienza a hacerle efecto—. Bueno, no muy informal… —rectifica pensativa—, pero lo suficiente como para que no os preocupéis.
—¿Has bebido? —pregunta Jorge perspicaz y Carmen me mira asombrada, algo que hace que no pueda contener la risa.
—A mí no me mires, ni siquiera he abierto la boca —le digo, y veo cómo Carmen mira a su hijo, después a su hija, para después darme unos golpecitos en la mano y suspirar para armarse de valor.
—Me voy a casar —suelta así de sopetón y me fijo en los gestos de sus hijos: Nerea pasa de la sorpresa a la dicha; Jorge sigue mirando a su madre sin ni siquiera hablar y mucho menos moverse, como si se hubiese quedado petrificado—. Ahora vendrá a comer, pero quería que lo supieseis por mí. Yo… —resopla y me percato de que se le quiebra la voz, para después ver cómo sus ojos se vuelven más brillantes—. Yo no me esperaba que a mis espléndidos y muy bien llevados, todo hay que decirlo, cincuenta y siete años me sucediera, pero… —Se encoge de hombros—. Estoy enamorada de un maravilloso hombre que me trata como si fuera una reina y… solo quiero que todos seamos una gran familia —susurra mirando directamente a Jorge.
La verdad, todas lo miramos a él, que sigue ahí, de pie, serio, mirando a su madre sin decir ni hacer nada.
—Más le vale tratarte como a una reina —murmura dando un paso hacia ella—, porque no mereces menos, mamá —dice, y Carmen se lleva las manos a la boca para acabar abrazándose a su hijo, que la estrecha con cariño, y yo…
Joder…
Me falta nada para echarme a llorar como una Magdalena al ver esta bonita escena madre e hijo.
En ese momento tanto Nerea como Rony se abrazan a Carmen y Jorge aprovecha que las tres mujeres están dando saltos y gritando de la emoción para acercarse a mí.
—¿Lo sabías?
—Solo unos minutos antes que tú —susurro mirándolo de reojo y viendo cómo me sonríe de esa manera lobuna que me pone tonta.
—¡Ah! —grita Carmen cuando oye el timbre de la puerta, sobresaltándonos a todos—. Es él. ¿Tengo manchurrones en los ojos? —me pregunta señalándose y niego con la cabeza, divertida, al ver la ilusión que desprende para después observar cómo se va a la carrera para abrir.
—Espero que sea un buen tipo —murmura Jorge frotándose la nuca nervioso, y sonrío al ver lo mucho que se preocupa por su familia.
Carmen aparece con un enorme ramo de coloridas y variopintas flores y detrás un hombre, un poco mayor que ella, que nos mira con timidez. Sonrío al ver la fantástica pareja que hacen, ella tan inquieta y polvorilla, y él tan sosegado y respetuoso. Además, Amador, así se llama, tiene buen porte, es elegante y no para de mirar a Carmen haga lo que haga, algo que le hace sumar muchos puntos, por lo menos para mí.
Comemos todos juntos alrededor de la mesa que hay en el salón comedor, que ha vestido Carmen con las mejores galas: mantel de tela, cubertería fina y cristalería que me temo solo saca para eventos importantes. No se deja de hablar del recién llegado, y averiguamos que tiene una pequeña empresa, tres hijos, es divorciado y vive muy cerca del centro.
—Conocer a Carmen supuso volver a empezar a creer en el amor —comenta Amador con voz profunda mirando a la susodicha, que se derrite de amor y ¡cómo no hacerlo!
—¿Y cómo os conocisteis? —pregunta Rony sin poder disimular la ilusión de saber cómo comenzó su historia de amor.
—Tenemos unos amigos en común —comenta Amador cogiéndole la mano a Carmen por encima de la mesa y esta… se sonroja de tal manera que no puedo evitar sonreír con emoción—. Un día quedamos a comer con ellos y… no hace falta decir que me quedé hechizado por su manera de ser.
—Ay, Amador… —susurra ella sin poder dejar de sonreír.
Tengo que reconocer que al principio de la comida Jorge estaba más serio, pero poco a poco se ha ido relajando a medida que hemos ido descubriendo que Amador está tan enamorado de Carmen que ha aguantado una relación a escondidas durante meses, a pesar de tener claro que quería compartir con ella cada minuto de su vida.
¡Este hombre es un amor!
—Voy a preparar el café —dice Jorge levantándose de la mesa después de haber comido el delicioso asado que nos ha hecho Carmen—. ¿Queréis todos? —Asentimos—. ¿Me ayudas? —me pregunta mirándome fijamente, y asiento mientras me levanto de la mesa, donde estábamos uno enfrente del otro.
Recojo los platos vacíos para aprovechar el viaje a la cocina y veo que Jorge hace lo mismo y, en cuanto dejamos los platos dentro del fregadero, noto cómo las manos de Jorge vuelan a mi cara para darme un beso húmedo, tentador, que me deja las pulsaciones alteradas.
—Desde que te he visto estaba deseando besarte —susurra contra mi boca, y sonrío como una boba mientras deslizo mis manos por su torso.
—¿Te gusta Amador?
—Me gustas más tú —afirma con rotundidad mientras me da un beso en la frente para después coger la cafetera—, pero sí. Parece un buen hombre. ¿Y a ti?
—Solo con ver el gesto de felicidad que tienen los dos me basta para que me guste.
—Hace tiempo que no veo a mi madre tan contenta —dice mientras saca un bote de café para rellenar la cafetera.
—Madre mía —suelta Nerea entrando de golpe en la cocina con varios platos—. Parece que mamá esté en la edad del pavo —comenta con guasa—. ¿Has visto que no para de sonreír?
—Sí.
—¿Y cómo Amador la mira? Uf… Yo quiero encontrar a un chico que me mire así.
—Pero si ya lo has encontrado —suelta mi hermana apareciendo de repente por la cocina, también cargada, pero esta vez con botellas vacías de vino.
—No te creas… —resopla y veo cómo Rony la mira sin ocultar su extrañeza—. Sí, es majo, pero no sé… No siento lo que debería sentir por él.
—¿Y tú lo has encontrado, Rony? —pregunto siguiendo la conversación y mi hermana me mira para después echar un vistazo rápido a Jorge, que está terminando de apretar la cafetera para ponerla al fuego.
—Sí —indica alzando su naricilla—. Y me trata como a una princesa.
—Por su bien más le vale hacerlo —mascullo, y observo cómo mi hermana me lanza una mirada, sorprendida, y empieza a negar con la cabeza, para luego salir de la cocina sin decirme nada.
Nerea me mira sin poder evitar una sonrisa y se va tras ella, dejándonos de nuevo a solas. Jorge enciende el fuego de la vitro y después da un paso hacia mí y me da un pico en los labios.
—Nos van a pillar —siseo al ver que vuelve a su sitio como si no hubiese pasado nada.
—Que nos pillen —susurra juguetón y… siento en mi interior ese cosquilleo que sé que no debo sentir, porque…
Porque él y yo no tenemos nada serio, solo es sexual, y Jorge no es de los que se enamoran o tienen una relación, pero… ¡Qué narices! La vida es una y tengo claro que quiero exprimirla, aunque acabe como siempre, con el corazón partío, como dice Alejandro Sanz.