Agradecimientos

Todo empezó en tu útero, mamá, así que la biología me obliga a agradecer tus nueve meses de embarazo, antojos noctámbulos y golpes de calor. Después, allá por la lactancia, nos volvimos inseparables: en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, en las entradas y salidas del armario, en las noches de fiebre y las clases de kárate... Y en ese teléfono que aún hoy, aunque estemos lejos, ejerce de cordón umbilical. No me olvido de tu marido, mi padre, punto de referencia en todos (o casi todos) mis movimientos. El choque generacional ha impedido que a veces, sobre todo en los días pares, le diga que le quiero. Y que me he dejado barba para parecerme un poco más a él. Mi hermano, mucho más guapo y más listo que yo, tiene madera y olfato de escritor. Enano: algún día tú también publicarás un libro, y allí estaré yo, en tus agradecimientos, tocándote los cojones y obligándote a redactar una línea más. Te quiero, idiota. Gracias, también, a Nuria y a Beatriz. O Beatriz y Nuria, para no dar lugar a una pelea de gatas. ¿Qué sería de mí sin vuestra inspiración? Esta novela también es un poco vuestra. Y de Eloísa, Rocío (mi Rocío, que no se enfade), Rebeca Yanke y Natalia (con quienes formo el Triángulo de las Bermudas), Filippo, María Santesteban, Marta Caballero (qué bien estuviste aquel agosto), Javi Amigo, Mónica (mi musa de extrarradio), Leticia, María González de Paz, Zeltia, Alberto Rojas, Vicente Ruiz, Antonio Lucas, Manuel Llorente, Luis Alberto, Jorge M. Benítez, Tito, David Gistau, Raúl Rivero, Fernando Baeta y todos sus chicos y chicas de elmundo.es, Aurelio Fernández y Gracia Cardador. Y, por supuesto, de mi bombón de tinta y Prozak Carmen Rigalt. ¿Te he contado alguna vez que de mayor quiero ser tu Moleskine? Habéis aguantado con mucho aplomo mis charlas sobre tramas, subtramas, nudos y desenlaces, mi carácter incierto y mis paranoias de principiante. Ha sido un placer meterme en este lío a vuestro lado. Alberto Marcos, mi editor, ocupa las últimas líneas de esta ruleta rusa. Gracias por conseguir que todo pareciese tan fácil y por confiar en mí desde el principio. ¿Quién se atrevería a firmar un contrato conmigo antes de leer una sola línea? Tú. Pero ya sabes, my friend, que el futuro es para los valientes... y los suicidas.