XX

El Griego regresó a su casa, se preparó un té caliente y se puso a revisar con detenimiento los recortes de prensa de los últimos meses. Poco a poco, mientras pasaba las páginas de sus álbumes, fue encontrando un patrón. Era absurdo e imposible, pero ahora lo veía con claridad. Sin embargo, no bastaba con las evidencias de la nota roja. Necesitaba algo más que respaldara su teoría y no lo hiciera parecer un lunático. Le preocupaba que Casasola pensara que padecía demencia senil. No le diría nada hasta que juntara más pruebas. Separó los recortes más relevantes y los metió en un fólder. Después se puso a buscar en sus grabaciones de los noticieros. Si era cierto lo que pensaba, tenía que haber algo ahí, alguna noticia relacionada que se le hubiera pasado en el momento, cuando aún no conocía a Casasola y no se había involucrado en ese asunto de pesadilla. Esa labor le llevó más tiempo. Pasó horas viendo programas, adelantando los comerciales. Y de pronto surgió. Ya lo había vencido el agotamiento, pero entre sueños escuchó las palabras y despertó asustado. Regresó el video unos segundos. Era un reportaje especial. El hombre que lo protagonizaba parecía que le estaba hablado directamente a él y confirmaba la anomalía. El Griego puso pausa y levantó el teléfono. Era momento de llamarle a Casasola.