“¿Sabes cómo es que vamos a derrotarlos? Porque esta es una batalla ganada de antemano, que de eso no te quede la menor duda.” El insecto hace una pausa. Es algo común en él, como si eligiera cuidadosamente cómo trasmitirme sus conceptos. Supongo también que este tipo de comunicación lo desgasta. A mí, por lo menos, cada que acaba de hacerme estos “dictados”, me deja completamente agotado. Es como si succionara mi mente. “Un insecto solo no puede hacer gran cosa”, dice por fin. “Pero cuando nos unimos somos temibles. Y no me refiero a las marabuntas de hormigas que suelen arrasar cuanto se topan en África, incluidas casas y humanos; tampoco a las termitas que devoran bosques completos. Me refiero a algo que nos llevó miles de años lograr –ya te he hablado de nuestra prodigiosa paciencia– y perfeccionar: pensar como una sola entidad. Tú que has estudiado las sociedades de insectos, recuerda lo que sucede particularmente con las hormigas y las abejas: millones de ejemplares que se transmiten unos a otros un torrente de información en beneficio de una misma acción. Es muy parecido a la manera en la que las neuronas y el cerebro funcionan. Y ahora, hemos logrado que esa forma de actuar también ocurra de una especia a otra. En este momento crucial de la historial del planeta, todos los insectos estamos conectados; hemos creado un único y enorme cerebro, y tenemos un objetivo común: dominar a los humanos. El Apocalipsis que tanto temen les llegará por donde menos lo esperan, cortesía del más pequeño de sus enemigos.”