A Vernon Ramos le gustaba el orden en su vida.
Los números eran una parte importante de su día a día, siempre se aseguraba de que cada uno estuviera en el lugar correcto, y cuando esto no sucedía se sentía extraño.
Esto hizo que Ramos estuviera confundido, y es que los números de la casa de valores Financial Pacific no tenían mucho sentido. Los números no suelen mentir, y este caso no era una excepción.
Como regulador de la Superintendencia del Mercado de Valores, el equivalente a la US Securities and Exchange Commission (SEC) en Panamá, Ramos tenía la tarea de asegurarse de que las cifras siempre sumasen correctamente. Cuando esto no ocurría, su vida podía tornarse miserable, especialmente en el caso de la auditoría que practicaba a Financial Pacific, ya que sus superiores y los gerentes de la firma cuestionaban cada uno de sus cálculos y decisiones.
Sin duda, éste era uno de esos casos en el que los números no tenían mucho sentido. No importaba cuántas veces los revisara, el resultado era siempre el mismo: hacía falta dinero, y era mucho dinero. No estaba seguro de cuánto, pero todo apuntaba a que se trataba de 10 millones de dólares o más. Molestos, los inversionistas habían presentado quejas en su oficina, lo que significaba que era su responsabilidad averiguar lo sucedido y dónde estaba el dinero.
Probablemente éste era el caso más importante en el que se había visto involucrado, por lo cual incluso confesó a miembros de su familia que estaba preocupado por su seguridad personal.
Alrededor del mediodía del 16 de noviembre de 2012, Vernon Ramos regresó a casa del trabajo. Poco tiempo después, vistiendo pantalones cortos y una camiseta, le dijo a su hijo, absorto en un programa de televisión, que regresaría pronto; según sus palabras, iba tan sólo a caminar alrededor del barrio para aclarar su mente. Pero antes de salir agregó: “Cuida a tu mamá”. Esto fue lo último que se le escuchó decir.
Dejó su casa sin saber que había ojos observándolo desde las sombras. Estaban siguiendo sus movimientos a medida que paseaba por las calles de Chanis, un barrio de clase media en el centro de la ciudad de Panamá; quién sabe cuánto tiempo sus vigilantes esperaron ese momento.
Aun cuando Ramos temía por su seguridad, es probable que no conociera el peligro real que corría. En vez de esto se encontraba perdido en sus pensamientos, relacionados con Financial Pacific. No obstante, había alguien extremadamente preocupado por Ramos: su hermano Víctor, quien trabaja en La Prensa como caricaturista, y a partir de sus declaraciones se inició una investigación para dar con el paradero de Vernon. Lo cierto es que nunca regresó de su caminata. Su cuerpo no ha sido encontrado y su familia, incluido su hermano Víctor, no han podido averiguar lo que le sucedió.
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Yo conocía bien la historia de Vernon Ramos, y él fue la primera persona en quien pensé cuando confronté la realidad de la situación que enfrentábamos Rita y yo respecto a la filtración de los datos de Mossack Fonseca. Si alguien averiguaba sobre el proyecto, nuestras vidas podrían estar en riesgo.
Comenzamos a tomar precauciones; primero borramos a nuestros hermanos y parientes cercanos de nuestra lista de contactos en redes sociales. Más allá de esto, era poco lo que podíamos hacer: de hecho, vivimos en una comunidad cerrada resguardada por guardias de seguridad armados y yo trabajo desde mi apartamento, por lo que tal vez la que se encontraba un poco más vulnerable era Rita, en especial durante su trayecto desde y hacia el trabajo.
Dejamos de salir a comer a restaurantes y empezamos a rechazar invitaciones a eventos sociales; básicamente, Rita iba a la oficina y regresaba a nuestra casa día tras día, rompiendo raras veces la rutina. Unos años antes de esta investigación, como a noventa minutos de la ciudad construimos una casa de campo a la que íbamos cada fin de semana, pero conforme se aproximaba la fecha de publicación dejamos de ir, al punto de que los vecinos pensaron que la habíamos vendido.
Sin embargo, existía una conexión mucho más profunda entre Ramos, Financial Pacific y el proyecto Prometheus: era la compañía fantasma High Spirit Overseas Limited, creada por Mossack Fonseca en la isla caribeña de Anguila. Esta compañía aparecería en los encabezados de la prensa en Panamá mucho antes de que Prometheus se hiciera público, y conectaría la desaparición de Ramos con las más altas esferas del poder en el país.
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Vernon Ramos desapareció poco antes de entrevistar a una empleada de Financial Pacific llamada Mayte Pellegrini; luego de su desaparición, ella fue acusada de malversación de millones de dólares de la firma.
Otro incidente se registró en las oficinas del regulador cuando Ramos tuvo una fuerte discusión sobre el caso de Financial Pacific con su supervisor, Ignacio Fábrega: al día siguiente Ramos desapareció y años después Fábrega fue condenado por compartir información confidencial sobre la investigación a directivos de Financial Pacific.
Una vez detenida, Pellegrini ya no quería hablar sobre el dinero faltante en Financial Pacific sino que deseaba contar los detalles de una cuenta secreta a nombre de la sociedad High Spirit, la que estaba entre las investigadas por Vernon Ramos.
En diciembre de 2012, Pellegrini dejó caer una bomba: reveló que el presidente del país, Ricardo Martinelli, había hecho uso de High Spirit para comprar acciones de una empresa minera canadiense; dicha compañía, llamada Petaquilla Gold, vio volar como un cohete el valor de sus títulos después de que Martinelli repentinamente le diera aprobación para comenzar operaciones en Panamá.
La estrategia bursátil de Martinelli recibió impulso de reformas legales que él mismo introdujo a la fuerza en junio de 2010, conocidas como la “ley chorizo”; mereció tal mote porque en un solo cuerpo legal se incluían diferentes temas.
Posteriormente Martinelli habría de revocar las reformas mineras frente a las protestas de grupos indígenas, lo que hizo que el precio de la acción cayera. Es un sentir generalizado que el presidente tardó en tomar esta decisión hasta que vendió las acciones de Petaquilla que había comprado. Durante este tiempo, docenas de indígenas que protestaban resultaron muertos o seriamente lesionados por las violentas confrontaciones con la policía, lo cual resultó absolutamente innecesario dado que eventualmente la ley sería revocada.
José Ayú Prado, fiscal principal en el caso, ignoró estos hechos y nunca abrió ninguna investigación criminal sobre el asunto; no es descabellado pensar que como recompensa primero fuese nombrado procurador general de la Nación y después Martinelli lo eligiera para ocupar una vacante en la Corte Suprema.
Sin embargo, Pellegrini no habría de permanecer en silencio: fue a los medios de comunicación, convirtiéndose en la historia del año en Panamá. Martinelli negó violentamente las acusaciones y trató de silenciar a los periódicos para que no escribiesen al respecto.
Ésta fue una estrategia constante durante su administración. En uno de los casos, por medio de testaferros, compró Editora Panamá América, S.A. (EPASA), casa matriz del periódico Panamá América; en otro hizo que los propietarios del diario La Estrella despidieran al jefe de redacción, quien se había negado a dejar de escribir historias negativas acerca de él. Los dueños del periódico habrían cedido después de ser amenazados con usar a la autoridad fiscal del país para que auditara sus otras empresas, lo cual probablemente los hubiese hecho enfrentar grandes dilemas.
La misma táctica fue usada con La Prensa cuando ordenó a la agencia tributaria investigar a Roberto Eisenmann, uno de sus fundadores: el Departamento de Ingresos presentó un reclamo por 3 millones de dólares contra él. No obstante, la maniobra no hizo que La Prensa dejase de reportar al respecto, ya que el diario es supervisado por el director y este a su vez reporta a una junta directiva elegida por la mayoría de los accionistas. Cuando se fundó el periódico se instituyó una regla según la cual ninguna persona puede controlar más del 1% de las acciones; esto significa que los accionistas votan en la junta, haciéndole difícil a una sola persona controlarlo, garantizando así su independencia.
De hecho, Martinelli encontró que era más fácil controlar a la Asamblea Nacional, la legislatura del país, que a La Prensa. Poco después de tomar posesión, varios diputados fueron sobornados y terminaron cambiándose de partido político hasta que el grupo gobernante obtuvo la mayoría; el dinero para estos sobornos se supone que se desvió del Programa de Ayuda Nacional, que tenía como propósito brindar asistencia a los ciudadanos más pobres del país. La investigación realizada sobre abusos al programa, dentro de los cuales estuvo también dar contratos inflados a sus amigos, habría de forzar al presidente a huir del país en enero de 2015.
Además, obtuvo el control de la Corte Suprema al nombrar a personas como Ayú Prado; otra de sus designaciones fue Alejandro Moncada Luna, quien firmaría la decisión para que en 2013 se bloqueara la investigación de Financial Pacific realizada por la Superintendencia del Mercado de Valores, la cual pasó de centrarse en Mayte Pellegrini, y no en la empresa. Dicha decisión, controversial aun en un país acostumbrado a la corrupción en el sistema judicial, sería revertida unos cuantos meses más tarde; no obstante, dio tiempo para que documentos clave fuesen destruidos. Cuando finalmente los investigadores tuvieron acceso a las oficinas dijeron que lo que encontraron fueron en su mayoría archiveros vacíos, y descubrieron que todas las computadoras habían sido retiradas.
Aun entonces, la polémica alrededor de la firma no había terminado. Gustavo Gordón, otro investigador del gobierno, fue apuñalado en 2014 por llevar a cabo una entrevista sobre el caso. El ataque no parecía otra cosa que un acto final de impunidad, una declaración de que las personas involucradas en la firma podían hacer lo que quisieran sin temor a las consecuencias. El caso ha estado activo durante tres años sin que hasta ahora se haya encontrado a algún culpable, y menos a Martinelli, quien vive seguro en un apartamento lujoso en Brickell, en Miami, Estados Unidos, desde donde provoca a sus oponentes políticos con mensajes en su cuenta de Twitter.
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Para mí el caso Financial Pacific era algo personal. Como redactor en lengua inglesa para el diario La Prensa, mis principales obligaciones están por lo general restringidas a la traducción de historias para la página web del periódico; éstas tienen como objetivo a la gran comunidad de angloparlantes que existe en Panamá, país que ha sido calificado anualmente como uno de los mejores lugares para que los estadounidenses se retiren dado el bajo costo de la vida, la excelente atención médica y una política que exime a muchos de impuestos sobre las propiedades.
Sin embargo, a veces se me ha asignado escribir algunos reportajes propios, siendo el caso de Financial Pacific una de dichas ocasiones. Esto obedecía a que Petaquilla, la compañía minera involucrada, estuvo comercializando títulos tanto en el Toronto Stock Exchange en Canadá como en Estados Unidos como acciones “sobre el mostrador”, lo que significaba que las acusaciones de utilización de información privilegiada contra Martinelli no implicaban solamente a los organismos reguladores en Panamá, sino también de los otros países. Se me encomendó la tarea de contactar a reguladores de ambas naciones para ver si estaban investigando al ex presidente tal como lo habían hecho en el pasado cuando se procesó a Martha Stewart por la misma conducta, lo que resultó en una sentencia de cinco meses en prisión.
Aunque la Corte Suprema de Panamá pudiera bloquear a los investigadores locales, no pasaría lo mismo en las oficinas de los reguladores extranjeros, ya que la US Securities and Exchange Commission no solamente poseía el derecho de investigar a Martinelli por el uso de información privilegiada, sino que tenía la obligación de hacerlo bajo los tratados internacionales.
Sin embargo, cuando contacté a la comisión me encontré con una pared de silencio. Los portavoces de la agencia adujeron no poder comentar sobre las indagatorias; no obstante, yo sabía que no estaban investigando el asunto debido a que nunca contactaron a sus contrapartes en Panamá, lo cual era el primer paso que debieron haber dado; en cambio, a pesar de haberles hecho conocer las acusaciones y de tener la obligación absoluta de hacerlo, la dependencia procedió a ignorar el asunto.
Esto hizo que me hirviera la sangre. No podía comprender por qué funcionarios de Estados Unidos ignoraban descaradamente un delito tan obvio, en especial uno que tiene terribles consecuencias. En cuanto a Martha Stewart, nadie llegó a morir: fue un caso simple de un rico que se hace un poco más rico. Respecto a Martinelli, los indígenas que protestaron murieron a consecuencia de la avaricia de un hombre; además, dado que el hermano de Vernon Ramos, Vic, trabajaba en La Prensa, el caso se tornó muy personal para mí también.
En una conversación que sostuve con un empleado de la embajada de Estados Unidos, recibí una posible explicación de por qué la SEC nunca investigó el particular; además de simplificarlo a no tener los recursos necesarios, me dio otra razón posible: “Algunas veces Estados Unidos pasa por alto las acciones malas de los individuos mientras sean amigables hacia Estados Unidos”.
Y ciertamente Martinelli ha sido amigable con los funcionarios estadounidenses. Graduado de la Universidad de Arkansas, vio un juego de pelota de su alma máter en compañía del ex presidente Bill Clinton; en los momentos en que muchos de los países de Latinoamérica se volvían contra Estados Unidos, la administración de Martinelli lo respaldó, cooperando con los esfuerzos antidroga y la seguridad regional.
Y cuando huyó del país, escogió Estados Unidos para exiliarse.