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Historia de un inversionista

H. J. von der Goltz representaba un problema para Mossack Fonseca.

A pesar de haber nacido en Guatemala, durante los últimos veinte años había vivido la mayor parte del tiempo en Estados Unidos; su esposa e hijos eran ciudadanos estadounidenses, y de acuerdo con las leyes fiscales del país, tenía obligaciones fiscales allí, lo que además es justo; después de todo, si uno hace uso de las carreteras, los servicios de emergencia, las escuelas del lugar y el ejército nos protege, lo lógico es cumplir con las obligaciones fiscales del lugar donde se vive.

Sin embargo, empleados de Mossack Fonseca dirían más tarde, mientras se encontraban en el ojo del huracán, que nunca ayudaron conscientemente a sus clientes a evadir impuestos; de haber sucedido esto, habría sido sin su conocimiento.

No obstante, correos electrónicos de 2009 mostrarían que tenían conocimiento de la posible evasión de impuestos por parte de Von der Goltz, cuya familia era cliente de la firma desde que ésta fue fundada.

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“Está registrado como cliente de Guatemala, sin embargo, sabemos que vive en Miami y que durante cinco meses al año vive en Boston. Tiene sociedades y fideicomisos para sus actividades en Estados Unidos. Para sus asuntos externos usa a Mossack. Todos los esquemas se encuentran bien estructurados. Don Harald Joachim [von der Goltz] tiene confianza en los esquemas y se siente cubierto y protegido.”

Esto formaba parte de un correo electrónico enviado por Ramsés Owens, el abogado de Mossack Fonseca que manejaba los asuntos de Von der Goltz. En esa comunicación, Owens comentaba a los socios principales de la firma, Jürgen Mossack y Ramón Fonseca, el riesgo que presentaba el cliente.

Los asuntos en el extranjero a los que se refería el abogado eran las propiedades de la familia en Guatemala, las cuales estaban amarradas de forma segura en compañías que Mossack Fonseca había creado en Islas Vírgenes Británicas y Panamá.

Cuando el proyecto Panama Papers se hizo público, la gente se preguntaba el porqué de los pocos clientes estadounidenses en la base de datos. Para la gente en la industria la respuesta tal vez era muy obvia: evitar entrar en conflicto con el gobierno federal de Estados Unidos debió ser una prioridad para los abogados de la firma. Ésta fue una lección que Panamá aprendió muy bien con la invasión de 1989.

Sin embargo, en este caso Estados Unidos no necesitaría hacer uso de sus militares para dejar esto muy claro, de hecho, ahora tenían una herramienta más eficaz y menos costosa: la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero, conocida como OFAC, por sus siglas en inglés. Mossack Fonseca ya tenía experiencia con ella, y los había hecho entrar en pánico con respecto a sus lazos con la firma VM&E. Ser sancionado por OFAC y verse incluido en la Lista Clinton era para cualquier empresa el equivalente a recibir la pena de muerte: esto implicaría la prohibición de negociar con cualquier persona natural o jurídica de Estados Unidos, ni siquiera con los bancos. Debido a que Panamá usa el dólar estadounidense como moneda de libre circulación, no tener acceso al sistema financiero de ese país implicaría una asfixia financiera, ya que tampoco permitiría el uso de los bancos corresponsales estadounidenses.

Pero ésta no era una preocupación exclusiva de Mossack Fonseca. Cuando conocí a Rita, en broma le dije que ella debería crear una compañía fantasma para mis activos, los cuales al momento estaban limitados a un carro que a duras penas andaba, un velero que apenas flotaba y una cuenta de banco que la mayor parte del tiempo tenía un balance de cinco dígitos, dos de los cuales venían después del punto decimal.

No obstante, rápidamente aprendí que Rita no tenía sentido del humor al respecto. “Nosotros no aceptamos clientes estadounidenses nunca”, me dijo mostrándome un lado serio que yo ni siquiera sabía que tenía, siendo ésta la última vez que hablamos al respecto.

Tampoco Mossack Fonseca tenía muchos ciudadanos de Estados Unidos entre sus clientes. Si se miran los grandes nombres de estadounidenses involucrados, varios de ellos procedían de otros países o habían generado su dinero en algún lugar fuera del país, por lo que el objetivo de las oficinas de Mossack Fonseca allí no era atraer clientes sino ofertar sus servicios a aquellos extranjeros que buscaban comprar compañías fantasma en lugares como Nevada y Wyoming.

Von der Goltz, con su pasaporte guatemalteco, el cual podía usar en los momentos oportunos, significaba para la firma un riesgo menor que el que representaba un cliente estadounidense típico. Más importante aún, tenía un trabajo que le facilitaba meter y sacar su dinero de Estados Unidos sin que el Servicio Interno de Ingresos (IRS, por sus siglas en inglés) descubriera cómo lo había hecho.

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Von der Goltz era un inversionista de capitales. Había invertido en empresas emergentes, que con frecuencia no eran tan escudriñadas por los entes reguladores de valores o por los demás reguladores. Aunque las normas prohibían a firmas como la de Von der Goltz hacer publicidad para captar la atención de inversionistas, su empresa Boston Capital nunca tuvo problemas para atraer inversiones.

Para facilitar tal operación Mossack Fonseca creó, por ejemplo, la compañía Offshore Ventures Investment Corporation, para que extranjeros pudiesen invertir en un fondo creado por Boston Capital Ventures. Sin embargo, catorce de los inversionistas eran compañías fantasma ligadas directamente a Von der Goltz; en otras palabras, Von der Goltz era dueño y socio a la vez del fondo de inversión.

Esta fórmula resultaría tan exitosa que sería repetida por un empleado venezolano de Boston Capital Ventures, quien habría de usar compañías fantasma para invertir el dinero de su familia en la firma sin que nadie pudiera ligarlo con los fondos.

Esto era un punto clave. El dinero en una cuenta offshore no sirve de nada a no ser que puedas hacer uso de él. No obstante, Von der Goltz tenía acceso a su dinero mediante compañías fantasma que invertían en sus fondos; debido a que su salario dependía del rendimiento de estos fondos, básicamente se estaba pagando a sí mismo.

Siempre me surge la duda de por qué al gobierno de Estados Unidos nunca se le ocurrió investigar esto, y siempre llego a la misma conclusión: en primer lugar, porque sus leyes están enfocadas a identificar a los ciudadanos que evaden impuestos, y luego, porque tiene poco interés en prevenir que los nacionales evadan impuestos en otros países.

Este doble estándar le abrió a Von der Goltz una inmensa laguna en la que pudo bailar el vals por muchas décadas, aunque si hubiesen buscado, habrían encontrado el dinero proveniente de Guatemala en las cuentas de las compañías fantasma, lo que, bajo las políticas de Estados Unidos, estaría bien. Ese dinero es usado para crear trabajos en Estados Unidos, lo que crea actividad económica; los funcionarios estadounidenses serían estúpidos si no aplicaran el dicho ese que dice: “A caballo regalado no se le ve el colmillo”.

Irónicamente, lo anterior estaba claramente ilustrado en muchos de los artículos generados por el Miami Herald, el cual se había enfocado no en los ciudadanos estadounidenses que usaban paraísos fiscales sino en extranjeros que llevaban dinero a Estados Unidos. La diferencia principal en este caso es el hecho de que las personas que lo hacían tenían responsabilidades fiscales en Estados Unidos, lo cual hizo que Mossack Fonseca se apresurara a hacer un examen de conciencia para determinar si debía o no mantener a su cliente de tanto tiempo.

Al final la firma decidió no cortar lazos con él, admitiendo el hecho de que Von der Goltz era su cliente más grande en Estados Unidos, no en términos de riqueza personal sino de la cantidad que podían cobrar, dado lo complejo y extenso de su red de compañías offshore.

“Mi sugerencia: dejar todo tal como está con Von der Goltz”, escribió Owens. “Dejen que se quede y nosotros viviremos con el riesgo potencial.”

El cofundador de la firma, Ramón Fonseca, dio una respuesta concisa y clara como el cristal: “De mi parte, estoy de acuerdo con su sugerencia”.

El intercambio es crucial, porque aun después de que la filtración se hiciera pública, tanto Fonseca como Owens y los demás continuaron negando estar involucrados en irregularidad alguna y dijeron que cualquier actividad ilegal, como por ejemplo la evasión de impuestos, se habría llevado a cabo sin ellos tener conocimiento.

De haber circulado esta información en los periódicos de Estados Unidos, dicho argumento hubiera sido fácilmente refutado.

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Me tropecé con la historia de Von der Goltz por accidente. Mientras investigaba a los clientes de Financial Pacific, me crucé con una cuenta a nombre de la compañía Emjo en Islas Vírgenes Británicas.

Los archivos de Mossack Fonseca habían probado ser una mina de oro de datos relacionados con Financial Pacific, el proveedor de servicios de corretaje preferido por los clientes de la firma que buscaban discreción, por lo que hice una de mis principales responsabilidades buscar pistas relacionadas con los corredores de la casa de valores y con los clientes que ésta llevó a la firma legal.

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A inicios de los años setenta, la familia de Von der Goltz empezó a hacer uso de firmas legales en Panamá para crear compañías fantasma; sin embargo, pronto Jürgen Mossack estaría manejando la mayoría de sus negocios, sirviendo incluso como director nominativo de alguna de las compañías más antiguas.

Éstas pudieron haber sido formadas inicialmente por razones del todo legítimas. Las empresas en Centroamérica pueden hacer uso de compañías fantasma para la importación de materias primas y la exportación de los productos terminados, lo que resulta de ayuda cuando se trata con monedas que fluctúan: por ejemplo, un vendedor en Brasil podría no desear que se le pague en quetzales, la moneda de Guatemala, por lo que manejar una compañía con base en Panamá hace la transacción mucho más fácil y protege al dueño de caídas repentinas en el valor del quetzal o del real si el gobierno decide cerrar o expropiar todos los bancos. En los años setenta y ochenta la región de Centroamérica estaba enfrascada en una serie de guerras civiles que hacían del negocio offshore no sólo una herramienta interesante, sino casi necesaria para realizar negocios.

Sin embargo, con los años se hizo claro, según los registros de Mossack Fonseca y sus propias declaraciones, que las compañías también se podían usar para evadir impuestos.

Como ciudadano estadounidense, este caso en particular me resultó interesante, ya que habían manejado todos los asuntos de su cliente sin pasar por un intermediario; eso significaba que los registros de la firma contenían información, como datos sobre cuentas bancarias que para la mayoría de los clientes no existían, por ejemplo. También, que el bufete había tenido conversaciones internas brutalmente honestas con respecto a él: existe un correo electrónico sobre algunos casos en que la firma específicamente lo instruyó para usar su pasaporte guatemalteco, en lugar del estadounidense, para abrir una cuenta bancaria. Definitivamente este es el tipo de discusión que uno no desearía tener que explicar jamás en una corte.

Aún mejor, Von der Goltz habría hecho negocios con individuos de alto perfil que invirtieron en un proyecto de ecoturismo que él inició en Costa Rica, Conservation Tourism Ltd., que posteriormente se llamó Rain Forest Tram. Entre estos estaban el multimillonario Philippe Foriel-Destezet, quien había reportado ser el dueño de 18% de la compañía suiza Adecco, y Gabriele Quandt-Langenscheidt, cuya familia era dueña de 46% del gigante BMW y su abuela había sido la esposa de Joseph Goebbels. También estaban incluidos en estos negocios un número interesante de ciudadanos estadounidenses, entre los que se mencionaba a Michael Porter, profesor de Harvard, y John R. Walter, ex presidente de AT&T; otro de los inversionistas era Christoph Henkel, multimillonario alemán, quien acabaría siendo demandado por Von der Goltz por un fallido proyecto de energía en Texas. John Preston, destacado científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts, estaba igualmente incluido: irónicamente, fue demandado por Von der Goltz y por Emjo Investments, la compañía de Islas Vírgenes Británicas que controlaba una porción de la fortuna de la familia de Von der Goltz en Guatemala, de forma que básicamente Von der Goltz lo estaba demandando dos veces, por un lado a título personal y por otro a través de la compañía fantasma que controlaba. Aun así, no había forma de que la corte pudiese determinar que los demandantes eran básicamente la misma persona.

Preston y Porter fueron demandados en Massachusetts por Corinna von Schönau-Riedweg, heredera de una farmacéutica suiza, por una inversión fallida; a su vez, ella habría sido demandada por el banquero privado barón Wilfrid von Plotho. En su demanda, la mujer alegó que la habían estafado por unos 77 millones de dólares, invertidos en una empresa llamada Continuum Energy Technologies: la historia obtuvo gran atención tanto en Europa como en Estados Unidos, sin embargo, lo que nunca fue cubierto fue el hecho de que Plotho, Henkel y Schönau-Riedweg eran también inversionistas en Rain Forest Tram.

Cuando el Boston Globe cubrió la demanda presentada por Schönau-Riedweg, los reporteros la compararon con una novela de Agatha Christie por los personajes involucrados; no obstante, la noticia no le hizo ni un rasguño al velo corporativo que cubría la complicada relación entre ellos. Tratar de descubrirla era como ver por una semana la serie de televisión Corte de divorcio sin saber quién estaba casado con quién.

Para finales de noviembre, yo había completado una larga historia sobre Von der Goltz, pero sabía que no habría de obtener mucha atención en Panamá. Tal vez algunos mostrarían un ligero interés debido a los ricos y famosos involucrados, y al hecho de que Financial Pacific podría ser el enlace local; sin embargo, en general era una historia que pensé generaría mucho interés en Estados Unidos, porque a diferencia de muchas de las demás, era un ejemplo claro de cómo se podía usar una compañía fantasma para evadir el pago de impuestos. ¡Demonios, había correos electrónicos donde la firma de abogados abiertamente discutía este mismo tema!

Más importante era que había nombres relevantes de ciudadanos estadounidenses involucrados, como Porter y Walter, y los de algunas de las personas más ricas del mundo.

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A principios de diciembre completé el borrador de la historia, y Rita se la envió a Marina Walker, coordinadora del proyecto del ICIJ; ambos pensábamos que los reporteros de Estados Unidos estarían emocionados de acompañarnos en la publicación del relato sobre el hombre al que yo había apodado “El evasor de impuestos más grande del mundo”.

Yo tenía otras razones por las cuales esperaba el acompañamiento de alguien en esta historia. La primera era que sabía que requería una buena edición, cosa que no podía hacer; para ser honesto, como periodista probablemente había alcanzado mi techo años atrás. Mi mayor valor es la velocidad con que puedo crear historias, no mi capacidad para producir alguna obra maestra.

Segundo, sabía que no tendría ningún impacto en Panamá, y que no generaría ningún interés fuera del país si solamente aparecía en La Prensa. Debo ser el primero en admitir que mi razón para que apareciera en Estados Unidos era netamente egoísta: quería algún reconocimiento por mi trabajo en este proyecto, y pensé que esta historia sería mi jonrón. Pienso que todo periodista sueña con tener una noticia que capture la atención del mundo, y ésta era la mía. En términos de su interés, estaba seguro de que esta era la mejor información en la que había trabajado en todos estos años como periodista.

No obstante, parecía que nadie estaba de acuerdo conmigo. “En realidad, la evasión de impuestos ya ha sido bastante cubierta”, le dijo Marina a Rita después de haber leído el escrito; “No es algo que genere mucho interés.” Sugirió que publicara un resumen tanto en los grupos de Estados Unidos como en los de Miami que estaban en el iHub, lo cual hice; sin embargo, nadie mostró interés en ella más allá de un reportero de Costa Rica.

Yo estaba atónito. Los abogados de Mossack Fonseca estaban casi admitiendo abiertamente que violaban las leyes fiscales de Estados Unidos; se encontraban básicamente diciendo en privado que eran culpables de todo lo que en público negaron haber hecho. Más importante, esta historia descubriría una actividad potencialmente delictiva que había permanecido sin ser detectada, y pondría en claro la enorme hipocresía de las leyes fiscales de Estados Unidos. Después de todo, ¿no es de eso de lo que se supone que se trata el periodismo?

Al parecer no, ya que nadie fuera de Panamá parecía preocuparse mucho al respecto.