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Trabajo oculto a plena vista

Rita jugueteaba nerviosamente con su teléfono mientras yo me estacionaba en el Aeropuerto Internacional de Tocumen.

“¿Estás seguro de poder identificarlos?”, me preguntó, a mi parecer por décima ocasión desde que salimos de la casa.

“Sí, estoy seguro”, le dije.

“¿Pero cómo vas a saber quiénes son?”

Traté numerosas veces de explicarle que por lo general no es difícil identificar a las personas de la televisión dentro de una multitud. Los reporteros de los periódicos se mezclan muy bien en su entorno, por lo que si fuésemos a encontrarnos con algún miembro de la prensa escrita, no tendríamos mucha suerte al tratar de identificarlo entre los turistas; sin embargo, la gente de la televisión es diferente. Por lo general tienden a ser bien parecidos, al menos las personas que aparecen frente a las cámaras, mientras que los que están detrás de ellas suelen ser algo desaliñados. Esto podría ser una generalización, no obstante es algo que he notado a lo largo de mi carrera. Además, siempre están cargando toneladas de cosas: a pesar de vivir en una época en la que podría creerse que la mayoría de los nuevos videos son tomados con los teléfonos, aquellos que trabajan para la televisión aún viajan con muchísimo equipaje, lo que hace que parezca que se están mudando de país, en lugar de sólo ir a filmar unas cuantas escenas por pocos días.

De forma que aunque yo no supiera cómo eran los tres miembros de la televisión Alemana, más allá de una foto borrosa enviada por Elena Kuch, la productora, estaba casi seguro de que no tendría dificultad en identificarlos entre el montón de turistas que llegan de Europa a principios del mes de marzo, en el vuelo de Lufthansa entre Fráncfort y la ciudad de Panamá.

Por supuesto que cuando los tres salieron de Aduanas y Migración cargando cajas de equipo y mirando alrededor medio aturdidos, supe inmediatamente quiénes eran. Efectivamente, allí estaban un camarógrafo desaliñado (aunque no tan desaliñado, pues después de todo era alemán), Elena y el talento del aire, un caballero alemán mayor que parecía listo para que le tomaran una foto para un anuncio de Mercedes-Benz, en lugar de alguien que acababa de hacer un vuelo de casi diez horas.

* * *

Bajo las reglas del proyecto, nadie debía contactar a Mossack Fonseca antes del 9 de marzo de 2016: el ICIJ y el Süddeutsche Zeitung iban a presentar una lista de preguntas primero, y luego se les permitiría a los compañeros de los demás medios de comunicación enviar las suyas.

Había siete equipos de televisión programados para acudir a Panamá a filmar durante esa semana, los cuales venían de Alemania, Australia, Francia, Finlandia, Dinamarca y dos de Estados Unidos, Univisión y Fusión, esta última una empresa relativamente nueva que era una sociedad entre ABC y Univisión.

Esto representaba un problema de logística para Rita y para mí, ya que la mayoría deseaba entrevistar a las mismas personas: todos pretendían filmar a ciertas voces calificadas para hablar sobre la industria offshore, y francamente no había suficientes personajes que pudiesen exponer su punto de vista de manera imparcial. El reto se hacía mayor porque todos los equipos estarían en Panamá al mismo tiempo.

Otro de los problemas era que existían temas de logística que nosotros no podíamos atender; por ejemplo, no teníamos idea sobre los requisitos para visas y los permisos requeridos para filmar en Panamá, o peor aún, sobre las restricciones aduaneras acerca de introducir cajas y cajas de equipo técnico. Usualmente los oficiales de Migración en el aeropuerto no prestan mucha atención a los turistas, en especial si provienen de grandes potencias europeas; sin embargo, tal como hice notar previamente, las personas de la televisión tienden a sobresalir, por lo que debían asegurarse de tener todos sus papeles a la mano cuando arribaran.

Panamá tiende a ser bastante relajado en temas como éste, de forma que nadie tuvo mucho problema para ingresar al país aun con todo el equipo de filmación que traían, así como tampoco para obtener los permisos requeridos. Éste no fue el caso de los grupos que trataron de ingresar a Islas Vírgenes Británicas, ya que el territorio suele ser mucho más estricto desde el punto de vista de migración, lo cual salió a la luz una vez que el proyecto se hizo público.

En términos de hacer arreglos para las entrevistas, la fortuna nos sonrió bondadosamente: se había programado un evento para los días 9 y 10 de marzo de ese año, la Conferencia de Inversión en Offshore, que debía realizarse en el hotel Hilton de Panamá.

La conferencia resolvería muchos de los problemas de logística. Los equipos de TV querían personas para entrevistar, y habría una conferencia de dos días con los mismos expertos que buscaban: el primero de los oradores no era sino el propio Ramsés Owens, antiguo abogado de Mossack Fonseca, a quien Frederik entrevistó durante su visita. Aún mejor, se había programado que Mossack Fonseca tuviese representante en el evento, de lo que nos habíamos enterado por medio de su cuenta en Twitter.

Por un momento pareció que las cosas serían demasiado fáciles. Los equipos de televisión podrían entrevistar a los asistentes a la reunión, lo que significaba que no tendríamos que contar con nuestros amigos de la industria. El hecho de mantenerlos en un solo lugar haría menos probable que sospecharan acerca de lo que estaba sucediendo, lo cual era una preocupación válida debido a que el proyecto aún era secreto.

Pero casi inmediatamente este plan comenzó a agriarse. La Prensa solicitó credenciales con la finalidad de cubrir la conferencia, pero los organizadores nos rechazaron. Esto fue una sorpresa, ya que además de tener expositores de la industria, también había funcionarios gubernamentales de alto rango; no había nada inusual en que un periódico local deseara cubrir el discurso de algún político, por lo que nos asombró la negativa por parte de los organizadores. Después de todo, les haríamos publicidad gratuita.

En respuesta a nuestra solicitud, nos hicieron saber que sólo podríamos tener acceso al evento si nos registrábamos para participar, a un costo de mil 500 dólares. Probablemente pensaron que ése sería el final del asunto, sin embargo, La Prensa nunca parpadeó: el periódico contestó que con mucho gusto pagaría el costo del registro, lo cual probablemente hizo que los organizadores entraran un poco en pánico.

Después de recibir nuestra respuesta, contestaron que luego de hacer una revisión adicional, La Prensa no podría registrarse para asistir al evento. En pocas palabras, no querían a ningún medio de comunicación cubriéndolo.

Sin embargo, Rita tenía un plan de respaldo. A sugerencia suya, cinco de los equipos se habían hospedado en el Hilton durante su estadía en Panamá, incluidos los alemanes; como huéspedes del hotel, tenían libertad para filmar las áreas comunes, incluido el exterior de las salas de reunión donde se llevaba a cabo la conferencia.

Ésta fue una de las razones por las cuales decidimos ir al aeropuerto a recoger al equipo alemán. Queríamos ver el plano del hotel para determinar logísticamente cómo podrían los equipos interceptar a las personas para entrevistarlas; los alemanes llegaron un domingo, día de menor tráfico, lo que hizo más fácil trasladarnos desde el aeropuerto.

* * *

En retrospectiva, la semana que los equipos de televisión estuvieron en Panamá fue, en mi opinión, uno de los aspectos más destacados del proyecto en términos de cooperación. Para lograrlo, Rita y yo estuvimos completamente entregados a hacer que todas las cosas marchasen tan bien como fuese posible. Hubo varias comunicaciones en el iHub dedicadas al viaje y yo trataba de contestar cualquier pregunta que surgiera allí, o le daba a Rita la alerta sobre cualquier asunto que debía responder.

Al mismo tiempo, la bombardeaban con mensajes privados tanto en el iHub como en WhatsApp. Cada día recibía varias llamadas de los productores, muchas de las cuales se aventuraban en territorio desconocido. Los equipos no solamente debían encontrar a las personas para entrevistarlas, también tenían que coordinar estas entrevistas con los otros seis grupos; algunos de ellos hablaban inglés como segundo idioma y español como tercera lengua. Además, el proyecto era todavía un secreto, por lo que debían hacer todos sus arreglos sin alertar a nadie respecto de la naturaleza del proyecto, a Mossack Fonseca o a las personas que estarían entrevistando.

El riesgo de que todo saliera mal estaba latente. Nuestros niveles de estrés durante esos días estuvieron al máximo: nos preocupaba un sinnúmero de detalles logísticos, pero a la vez la posibilidad de que el proyecto quedara al descubierto. Todos los equipos tenían planeado rastrear a Leticia Montoya, la “infame” directora nominativa que ya había sido contactada por Frederik y Ereida el mes anterior.

Este tema fue ampliamente discutido, ya que sentíamos que Leticia era tan sólo una empleada de bajo nivel; no obstante, nuestra preocupación fue ignorada. El ICIJ usó el argumento de que era una persona profesional, y por lo tanto sujeta al escrutinio de los medios de comunicación por su actuación como testaferro en miles de compañías.

A Rita y a mí nos preocupaba que los equipos fuesen al vecindario donde vivía, debido a la inseguridad del área: lo último que queríamos era que uno de los equipos fuese atacado mientras permanecía en Panamá. Sentíamos además que al resaltar el papel de alguien como Leticia Montoya les daríamos a los telespectadores una impresión injusta sobre la industria. No había nada impropio en que una persona actuase como director nominativo; simplemente es parte del negocio. Pero para los no familiarizados con la forma en que trabaja la industria, quien actúa como testaferro en miles de compañías parece sospechoso.

Estando Mossack Fonseca involucrada en tantos comportamientos sospechosos de mayor relevancia que el tema de un director nominativo, temíamos que se perdiera la perspectiva de lo que realmente se tenía entre manos, aunque nuestra opinión fue ignorada: los equipos de TV tenían la intención de mostrar a Leticia y realmente era poco lo que podíamos hacer al respecto, sin importar cómo nos sintiéramos.

* * *

Para cuando los equipos llegaron, todos tenían un plan bastante bueno sobre lo que querían cubrir. Debido a que no podían contactar a Mossack Fonseca sino hasta el jueves 9 de marzo, se enfocaron en las otras entrevistas e incluso grabaron en el hotel.

El equipo alemán, por su parte, había comprado una compañía en Panamá a través de un intermediario en Alemania: el reportero dijo haber heredado algún dinero y quería esconderlo en una offshore. Por un momento pensé que esto no era correcto, ya que abrir una cuenta bancaria para tal compañía, y de hecho movilizar el dinero, desencadenaría todo tipo de alarmas. No obstante, la historia probó ser efectiva cuando los periodistas se dirigieron a las instalaciones y encontraron una oficina desocupada; el video del reportero caminando alrededor del piso de un edificio de oficinas vacío y a medio terminar, donde se suponía estaba localizada, ofreció a los telespectadores una imagen impactante.

Durante los primeros días no tuvimos mucho contacto con los equipos, ya que estaban ocupados con sus entrevistas y filmando la ciudad de Panamá. Estábamos preparados para esto, ya el equipo de la BBC había pasado más de una hora tomando el exterior de las oficinas de Mossack Fonseca, lo que nos hizo pensar que todos harían cosas similares.

Hicimos los arreglos para una reunión el miércoles por la noche, el día previo a que los equipos pudiesen acercarse a Mossack Fonseca. Los reporteros planearon hacer una masiva “aparición en el umbral” de las oficinas de Mossack Fonseca al día siguiente: esta idea salió del equipo australiano, y las reacciones en el iHub eran mezcladas. Algunos pensaron que era una idea genial, mientras otros pensaron que era un drama inútil, ya que la verdadera historia estaba en los archivos y no en crear un espectáculo afuera del edificio de la firma de abogados.

El ICIJ se opuso, lo cual me pareció algo extraño: habían asumido activamente la posición de que filmar afuera de la casa de Leticia Montoya era algo perfectamente aceptable, y sin embargo se mostraban aprehensivos ante la idea de que sucediera lo mismo afuera de las oficinas, lugar donde realmente se habían realizado las actividades cuestionables.

Pienso que los motivos de los medios de televisión eran un tanto cuestionables, no desde el punto de vista de la ética periodística, sino más bien por el deseo de mantener la investigación en secreto. Aún faltaba un mes para que el proyecto se hiciera público, y el ICIJ estaba preocupado por perder su gran platillo si se llegaba a filtrar alguna palabra al respecto; la idea de mantener todo este esfuerzo bajo reserva pudo haber pasado a segundo plano por el deseo de los equipos de TV de filmar a las afueras de las oficinas de Mossack Fonseca a sus representantes tratando de defenderse frente a las cámaras, y acabaron consiguiendo lo que querían.

A medida que los equipos se reunían a la entrada del edificio, los pacientes y trabajadores de la clínica dental ubicada en la planta baja comenzaron a subir fotografías y videos del espectáculo a las redes sociales; pronto aquello se viralizó por toda la ciudad de Panamá, y no transcurrió mucho tiempo antes de que los abogados amigos de Rita le preguntaran qué estaba pasando.

Después de unos minutos, Mossack Fonseca hizo que su vocero acudiera para distribuir una declaración impresa y hacer algunos comentarios rápidos. Los equipos de TV habían obtenido lo que querían, la reacción de la firma, aun cuando no dijeron mucho.

La respuesta la dio Carlos Sousa-Lennox, director de Relaciones Públicas de la firma. Básicamente lo que hizo fue reiterar el sonsonete de la firma, de que no era responsable por la forma en que los clientes utilizaban las compañías, que ellos sólo las creaban y nunca habían sido acusados de actos delictivos.

A ese punto no tenía ni la más mínima idea de lo que realmente estaba pasando, y por supuesto no conocía la envergadura del problema que semanas después enfrentaría la firma. En efecto, bien pudieron haber sido un pelotón de ejecución las cámaras que tenía enfrente, ya que no había nada que pudiese decir que lo hubiera salvado.

* * *

Cinco de los equipos estaban programados para visitar La Prensa al siguiente día; uno de ellos, los alemanes, había manifestado que deseaba entrevistarme como parte de un documental que estaban haciendo sobre el proyecto. Debido a que no estaría comentando como parte de una historia noticiosa, los directivos del periódico dieron permiso para que la entrevista se realizara. Pero antes de que llegaran, otro visitante se les adelantó: Jürgen Mossack.

Al inicio de esa semana, cuando las preguntas del ICIJ llegaron a las oficinas de Mossack Fonseca, Ramón Fonseca contactó a Luis Navarro, presidente del periódico, para solicitarle una reunión: dijo querer hablarle con respecto a las recientes noticias que se habían publicado, las cuales en su mayoría se enfocaban en los problemas de la firma en Brasil, donde había sido ligada a una investigación de corrupción. No obstante, lo cierto es que para entonces ya habían recibido tanto él como su socio un cuestionario bastante extenso por parte del Süddeutsche Zeitung y del ICIJ, por lo que no era descabellado pensar que la razón de su visita era en parte para probar las aguas y ver si La Prensa sabía algo al respecto. Definitivamente la firma tenía conocimiento de que algo se tramaba fuera de las fronteras panameñas, pero deseaban asegurarse de que esta vez, como las publicaciones anteriores, sólo se tratara de medios internacionales.

Sin embargo, los términos de la reunión habrían de cambiar. Fue el mismo Jürgen Mossack quien vendría y no Ramón Fonseca, quien llamó al periódico para comentar: “No tengo nada que decirles. No obstante, mi socio irá a hablar con ustedes”, esto luego de publicaciones que el diario hizo esa misma semana sobre dos casos internacionales que involucraban a la firma.

Jürgen Mossack acudió el viernes por la mañana con Carlos Sousa-Lennox, director de Mercadeo, y Sara Montenegro, directora legal de la firma: se reunieron con Navarro, Rolando Rodríguez, jefe de la unidad de investigación, y Lourdes de Obaldía, directora de La Prensa. Mossack trató de explicarles que la firma estaba siendo victimizada por los medios de comunicación internacionales y que a los periodistas locales les hacía falta ética; hasta este punto él tampoco sabía que los documentos de su firma se habían filtrado, ni tenía idea de cuán grande era la investigación.

“Sabemos que hay una periodista de ustedes que los está ayudando”, dijo, procediendo a dar la descripción de Rita, a quien erróneamente identificó con el nombre de otra persona. En esos momentos no sabía quién era Rita, y definitivamente ignoraba su experiencia dentro de la industria offshore; probablemente creía que se trataba de una reportera a la que podría intimidar fácilmente. Mossack habría de verse descrito como “molesto, pero no furioso” cuando dijo que las acciones de La Prensa tendrían “implicaciones legales”.

La reunión duró varias horas, de forma que los equipos de televisión estuvieron a punto de llegar cuando Mossack iba saliendo. De haberse encontrado, no sé cuáles hubieran sido las consecuencias: después de todo, él era la ballena blanca del proyecto.

El equipo de la televisión alemana había tratado de localizarlo en su casa en la ciudad de Panamá, sin tener éxito; sin embargo, notaron que el guardia de seguridad situado afuera de la propiedad hablaba tanto español como alemán, cosa rara en Panamá.

Al mismo tiempo, nos sentíamos aliviados de que los equipos no lo encontrasen, lo que nos hubiera puesto en un dilema durante las últimas semanas del proyecto. Es importante recordar que ésta era una de las más poderosas firmas de abogados en el país; Ramón Fonseca era el presidente del Partido Panameñista y había sido consejero de los dos últimos mandatarios. También era un escritor destacado y un miembro de la sociedad altamente respetado.

Mossack no tenía ni por mucho el perfil público de Fonseca, pero esto no quería decir que no tuviese una influencia considerable. La gravedad de la situación no nos había pasado desapercibida ni tampoco habíamos olvidado que las personas desesperadas hacen cosas desesperadas.

Cuando llegamos al periódico, alrededor del mediodía, llamaron de inmediato a Rita para informarle de la reunión; mi trabajo era mantener ocupados a los medios de televisión hasta que ella pudiese unírsenos.

Cuando Rita finalmente llegó traía noticias, y debía hablarme en privado. Me dijo que Mossack la había identificado como la persona de La Prensa que trabajaba con los periodistas extranjeros, y que habían tomado la decisión de asignarle, y por consiguiente a mí también, un guardaespaldas; tampoco podría mostrarme en el documental alemán ni en ninguna otra grabación, lo cual me devastó. Ya me habían impedido aparecer en el programa de la BBC, y ahora me sacaban de la televisión alemana. No estuve de acuerdo con la decisión, sin embargo, sabía cuándo debía mantener la boca cerrada.

El proyecto acababa de tornarse muy real.

* * *

A lo largo del proyecto se dieron muchas coincidencias, pero ninguna fue tan inusual como cuando nuestros amigos cercanos Susan y Steve, de Islas Vírgenes Británicas, visitaron Panamá al mismo tiempo que los equipos de TV.

Varias semanas antes nos sorprendieron con sus planes de visitarnos, y realmente no podíamos decirles que no viajaran, ya que ellos tienen otros amigos en Panamá, por lo que sería raro que les aconsejáramos no tomar sus vacaciones, en especial cuando nos vemos una o dos veces al año.

El momento de aquel viaje no podía haber sido peor, debido a que la investigación se encontraba en su fase más sensible. Susan trabaja en la industria offshore en Islas Vírgenes Británicas; de saber ella en lo que estábamos trabajando, la noticia podría conocerse en la isla, resultando comprometidas la industria y toda la investigación.

El domingo siguiente a su llegada a Panamá, el mismo día que el equipo alemán, desayunamos con ellos. Inmediatamente supieron que algo pasaba porque Rita les dijo que estaríamos muy ocupados durante la semana. Esto no tenía sentido ya que, si bien ella trabaja muy duro, yo nunca estaba tan atareado: por lo general siempre tenía las tardes libres para hacer el papel de guía o mantener a Steve ocupado de alguna forma mientras ella se enfocaba en sus compras. El único día en que realmente pudimos pasar un rato juntos fue el sábado siguiente, luego de que la mayoría de los medios de televisión se habían ido. Los planes que hicimos eran cocinar en nuestro apartamento; esa mañana Rita y yo teníamos una reunión con un abogado que nos ayudaba en el proyecto, por lo que hicimos planes para recogerlos alrededor del mediodía y dirigirnos a nuestra casa.

Necesitábamos una historia que nos cubriera para explicarles por qué estaba conduciendo Melitón, nuestro guardaespaldas, de forma que Rita decidió decirles que era un chofer de Uber y que no había estacionamiento en el lugar de la reunión de esa mañana, por lo que decidimos utilizar dicho servicio de automóviles; esto como que funcionó, porque cuando aparecimos en el hotel no parecieron sorprendidos. Sin embargo, mientras íbamos de vuelta a casa, Rita y Susan en la parte de atrás, y Steve y yo en el asiento del frente, noté que Melitón había dejado su revólver en la consola entre los dos asientos delanteros, a plena vista de quienes iban en el asiento trasero. Estaba en una bolsa, por lo que resultaba difícil saber lo que era, pero de prestar un poco de atención al bulto, ellos se habrían dado cuenta.

Melitón había dejado también la pancarta que decía “LA PRENSA” sobre el piso del asiento del copiloto, la cual había usado para ayudar a identificar a los equipos que llegaban al aeropuerto; lo noté, e hice lo más que pude para cubrirla con los pies.

Era una tarde agradable, y tengo que darles crédito a Susan y Steve por no presionarnos para saber lo que ocurría, y también por no preguntar la razón por la cual yo tenía que trabajar por primera vez en mi vida.

Cuando se iban, intercambiamos nuestra información de WhatsApp, herramienta práctica que Rita y yo usamos para mantenernos en contacto, así como con los otros miembros del equipo internacional. Lo que Susan y Steve no sabían era que yo tenía reservación para viajar a Islas Vírgenes Británicas en dos semanas, ya que el periódico había decidido enviarme para cubrir las repercusiones del proyecto a medida que las publicaciones globales salieran a la luz; se tomó esa decisión porque era poco lo que podía hacer en Panamá, y dado que Islas Vírgenes Británicas era una de las jurisdicciones más usadas por la firma, la cobertura desde Tórtola era importante.

No les dije adiós, sino “los veo pronto”, siendo ésta una de las pocas veces durante los últimos seis meses en que les decía la verdad a mis amigos.