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Islas Vírgenes Británicas

Las siguientes dos semanas fueron la perfecta definición de la calma antes de la tormenta. En general, hasta la actividad en el iHub fue poca, los reporteros se encontraban trabajando frenéticamente para terminar sus notas. Yo estaba trabajando en una serie de historias relacionadas con Islas Vírgenes Británicas para llevármelas, ya que no estaba seguro de cuánto trabajo podría hacer una vez que me encontrara allí; siempre existía la posibilidad de que ni siquiera me dejaran entrar al territorio.

En el aeropuerto, el gobierno le había negado al reportero del Toronto Star la entrada a Islas Vírgenes Británicas, enviándolo de vuelta a Puerto Rico. Recuerdo haber leído su relato sobre la terminal, en el que decía que el mobiliario se tambaleaba y se quejaba de que el equipo de aire acondicionado estaba dañado; esto era irónico porque la primera historia a la que le di cobertura para el Beacon de Islas Vírgenes Británicas en 2002 fue la inauguración del nuevo aeropuerto. Si él hubiera querido ver algo tambaleándose, debió haber visto el viejo aeropuerto, una estructura que parecía que iba a caerse en pedazos en cualquier segundo. De hecho, de ese entonces recuerdo el impacto que me causó ver la antigua terminal, llena de pollos, y la idea del aire acondicionado era algo ridículo.

El gobierno también le había negado los permisos para filmar a los equipos de las televisoras de Finlandia y Australia. Sin embargo, sabiendo lo que había pasado con el reportero de Toronto, los periodistas australianos lograron entrar al territorio en un bote alquilado, pretendiendo ser turistas, aunque su presencia no pasó en absoluto inadvertida; mientras estuvieron en Tórtola se percataron de que eran seguidos por policías isleños, por lo que decidieron abandonar el territorio lo antes posible y así evitar que sus equipos fueran confiscados.

Resultó que estaban en lo correcto. El gobierno de Islas Vírgenes Británicas se había dado cuenta de su ingreso ilegal al territorio cuando compararon los nombres en las identificaciones que presentaron con los que aparecían en la solicitud de permiso para filmar que habían hecho, la cual fue denegada.

Rita supo que los habían descubierto, ya que tuvo acceso a documentación del gobierno de la isla y de la Asociación de Agentes Registrados; cuando vivía en Islas Vírgenes Británicas fue miembro activo de esta asociación, y los memos le fueron filtrados por contactos que ella mantenía dentro de la industria. Básicamente lo que hicieron fue advertir a sus miembros sobre la presencia de periodistas internacionales en Islas Vírgenes Británicas, y recomendarles que evitaran hablar con ellos.

Claramente era una medida intimidatoria. Las firmas que ofrecen servicios de registro de sociedades operan bajo una licencia que el gobierno de Islas Vírgenes Británicas otorga y revoca, por lo que rara vez desafiaban las indicaciones del regulador o las impuestas por la misma industria, en especial cuando éstas tenían que ver con hablar con periodistas internacionales sobre la industria que tan celosamente resguardaban. Este arreglo significa que por lo general las firmas legales no sacan el cuello muy lejos, y era una de las razones por las que hacer un reportaje sobre la industria resultaba tan difícil para cualquier medio de comunicación extranjero.

* * *

Para entonces nos habíamos acostumbrado a vivir nuestras vidas con el guardaespaldas, sin poder ir a ningún lado sin él, aunque tampoco es que tuviéramos tiempo para salir a ninguna parte. Rita tenía un periódico que editar cada día, mientras yo me enfocaba en asegurarme de que nuestras notas cubrieran todos los ángulos posibles.

En realidad no estábamos preocupados por nuestra seguridad personal. Había pensado que la idea de un guardaespaldas era algo tonto. A pesar de que alguien había desaparecido a Vernon Ramos, el investigador que indagaba en Financial Pacific, y a pesar de las amenazas indirectas de Mossack y su equipo, sentía seguridad en el hecho de que si algo nos pasara, ésta sería una noticia que cobraría interés internacional debido a la gran cantidad de medios de comunicación y periodistas involucrados en el proyecto. Los números nos protegían. En esta etapa, Mossack Fonseca había sido abordada por los siete equipos de televisión, y pronto sería inundada con preguntas de cientos de reporteros.

Por otro lado, la firma estaba comenzando a recibir toda clase de correos de sus clientes, que a su vez habían sido contactados por periodistas de todas partes del mundo. Podía asegurar que la firma de abogados estaba en pánico total, tratando de entender qué sucedía; en mi opinión, sin duda estarían demasiado preocupados para dedicar tiempo a La Prensa y sus periodistas. De hecho, yo en su lugar me sentiría intranquilo en cuanto a mi seguridad: después de todo, ellos eran los que habían sido ligados a traficantes de drogas y a políticos corruptos. Conocía las historias sobre Pablo Escobar y había leído suficiente acerca de cómo operaban los cárteles mexicanos como para saber que con frecuencia los abogados son los que se llevan la peor parte cuando las cosas andan mal.

Esto podía ser una percepción equivocada de mi parte, sin embargo, en La Prensa ya estábamos acostumbrados a ser intimidados. Durante la administración de Ricardo Martinelli nuestro periódico fue bloqueado por camiones de volquete de una compañía de construcción local cuyos dueños estaban molestos por nuestras notas, que ligaban a la compañía con el entonces presidente y con contratos aparentemente sospechosos.

Más aún, en un despliegue de esos que algunos hacen para demostrar su poder, el mismo Martinelli acudió a La Prensa por la noche supuestamente para mostrar su apoyo al periódico, mientras que la policía hacía poco para evitar el bloqueo al periódico. Esa noche, en una cadena humana los colaboradores tuvieron que cargar los bultos de periódicos hasta los carros en que los mayoristas y distribuidores los transportarían.

En su lucha contra la corrupción La Prensa siempre ha enfrentado a los poderosos, por lo que las amenazas eran algo con lo que el periódico estaba familiarizado, desde su fundación durante la dictadura militar.

Ya en ocasiones anteriores se había asignado custodia a los periodistas que trabajaban en investigaciones delicadas y ahora era el turno de Rita de recibir este nivel de protección; básicamente, era como una póliza de seguro que esperábamos no tener que usar.

* * *

En algún momento, después de que los equipos de la televisión estuvieran en Panamá y antes de que el proyecto se hiciera público, Rita sostuvo una conversación privada con El As: llamaremos así a su mentor en el mundo de las leyes, un importante, reconocido y respetado abogado panameño.

Ella le había solicitado la reunión para ponerlo al tanto sobre la situación, no sólo porque sabía que podría ayudar a contener el daño a la reputación de la jurisdicción, sino porque además era un compañero de años de su papá en el Club Rotario y Jürgen Mossack había sido elegido como futuro presidente de esa organización cívica.

Por supuesto que por semanas él estuvo oyendo los rumores sobre lo que ocurría; éste era el tema de conversación donde hubiese dos o más abogados y ya en las redes sociales se decía que una gran historia estaba por ser publicada, por lo que ella quería que El As supiese lo que realmente pasaba.

Fue una reunión muy difícil para ella. Sabía que el daño colateral también habría de impactar a su firma, a pesar de no haber estado nunca involucrado en ninguna actividad nefasta como en las que había incurrido Mossack Fonseca. Le hizo un resumen del alcance del proyecto: los números lo dejaron en shock, ya que no tenía idea de cuán grande era la escala en que Mossack Fonseca operaba.

Esto es una de las ironías de la industria offshore: es tan secreta que ni siquiera los que están dentro de ella saben lo que está pasando.

Durante el proyecto, Rita tuvo estas conversaciones con personas como El Rey, La Jota y El As, para que le ayudaran a entender las actividades de la firma legal y poder dar un poco de contexto en el manejo de sus historias a La Prensa y al resto de los equipos en el proyecto. Después de todo, nuestra posición era única tanto personal como profesionalmente. Desde este último punto de vista, le debíamos al lector la imagen completa de la industria; esto incluía entrevistar a nuestros contactos para obtener información que pudiese servir para entender los entuertos que encontrábamos durante la investigación.

Siempre pensé que, una vez hechas las primeras publicaciones, la mayoría de los medios dejarían de investigar y no volverían a escribir nuevamente historias significativas sobre la industria offshore y en particular sobre Mossack Fonseca. Sin embargo, este no fue el caso, ni para ellos ni para La Prensa. Poco después de la publicación del 3 de abril de 2016, nos dimos cuenta de que estaríamos trabajando en la historia de Mossack Fonseca por meses, si no es que por años; no era que la más poderosa firma legal del país fuera a desaparecer de buenas a primeras, por lo que Rita debía preparar al periódico y al resto de los socios del proyecto para sus coberturas futuras, y dudo que lo pudiese haber logrado de no haberse reunido con personas que están en la industria antes de que todo su mundo explotara.

Por otro lado, a nivel personal Rita había discutido con su mejor amigo algunos temas sobre la investigación, aunque sin poder revelar la esencia de la misma, a pesar de que era alguien en quien ella podía confiar. Ésta es la persona que probablemente sabe más que yo sobre mi relación con mi esposa, pero su interés por protegerlo le impidió darle más detalles.

* * *

Tan sólo horas antes de la publicación, Rita y yo nos reunimos con tres de sus amigos más cercanos en la industria: la mujer entrevistada por la BBC, el ex abogado de Mossack Fonseca y el socio de una firma de abogados en Panamá. Todos habíamos trabajado en Islas Vírgenes Británicas al mismo tiempo.

La reunión fue tensa. Cada uno de los abogados tenía algún interés significativo en Islas Vírgenes Británicas, y pensábamos que el territorio habría de soportar el peso de las críticas de los medios de comunicación internacionales, en especial las de la prensa británica.

Inmediatamente Rita comenzó a hacerme la señal de “detente” con la mano y a hablarme en español, a pesar de que habíamos acordado hacerlo en inglés para que yo pudiese participar por completo. Lo que resultó curioso, sin embargo, fue que me hablara en español, y luego los tres abogados me hicieran preguntas en inglés sobre lo que ella había dicho, las que yo procuraba responder; esto se debía a que, no importa cuánto quiero y respeto a Rita de todas las formas, ella tiene un problema particular para comunicarse cuando está nerviosa.

Resalté que, al hablar de los datos, no había grandes casos que involucraran a ciudadanos de Estados Unidos; esto era algo significativo, porque de haber algunos, el impacto internacional de la investigación habría sido mucho mayor. Pero al no ser así, los existentes tendrían poca cabida en Estados Unidos, especialmente en momentos en que Donald Trump estaba acaparando toda la atención.

El segundo punto en importancia era el hecho de que los peores comportamientos de la firma ya habían sido expuestos. Los lazos con los dictadores de Siria y Libia estaban bien documentados; los rumores sobre Putin habían estado en la palestra por varios años, e incluso el vínculo entre el padre de David Cameron y Mossack Fonseca era ya de conocimiento público.

El tercer punto a notar es que era probable que no hubiera ningún arresto. Cualquier acto criminal sería difícil de comprobar, y aun cuando las autoridades tuviesen acceso a toda la información de la firma, sería muy difícil de procesar para los fiscales encargados de las investigaciones.

También conversamos sobre mi viaje a Islas Vírgenes Británicas, y lo que haría mientras estuviese allí. Hablamos acerca de concertar una reunión con funcionarios del gobierno, sin embargo, la idea fue desechada cuando nos enteramos de que altos miembros de Mossack Fonseca ya se habían reunido con los funcionarios de Islas Vírgenes Británicas para hacerles saber que sus archivos habían sido comprometidos: lo único que lograría al tratar de acordar esa reunión sería alertar a las autoridades sobre mi presencia en la isla, y aumentar la posibilidad que me expulsaran de ella. En lugar de esto, se decidió que la mejor forma en que yo podría ayudar a Islas Vírgenes Británicas sería colaborando con el periódico donde había trabajado anteriormente, para ayudarlos en la cobertura de la historia y explicarles cuáles serían las preguntas que debían hacer.

El último de los puntos que discutimos fueron las posibles consecuencias una vez que la historia explotara. Les dije en términos muy claros que pensaba que Mossack Fonseca se declararía en quiebra, y que el gobierno debería tomar medidas rápidas para minimizar los daños. “La firma ya está muerta”, les dije. “Lo importante es no permitir que se lleven a todo el país con ellos.”

He vivido lo suficiente como para saber que a las personas como Ramón Fonseca y Jürgen Mossack no les importa nada, aparte de sí mismos; harían cuanto pudieran para sostener a su firma, incluso utilizar la influencia poderosa que poseen sobre el gobierno para que pelee por ellos. “Lo mejor que puede hacer el gobierno es mandar a ambos a la cárcel”, le dije principalmente al socio presente en la reunión, la persona con mayor influencia de las tres sentadas a la mesa. “Esto le mandaría el mensaje correcto al mundo.”

“Tú no entiendes, ésa no es la forma como funcionan las cosas aquí”, me dijo. “Simplemente no puedes hacer eso.”

Con mucho cuidado le delineé el alcance del proyecto: 11.5 millones de archivos, 350 reporteros y más de cien medios de comunicación.

“No importa cómo se hacían las cosas aquí realmente”, le dije. “Lo único que importa es que el gobierno no puede manejar esto como cualquier cosa que haya manejado con anterioridad. Y si no está listo para esto, para cuando lo esté será demasiado tarde.”

La verdad es que no sé si me escuchó o no. No sé qué fue lo que les dijo a sus socios principales, quienes tenían tanta o más influencia sobre el gobierno que Ramón Fonseca. Lo que sé es que una semana después de que las noticias salieran a la luz, los agentes del gobierno allanaron las oficinas de Mossack Fonseca en la ciudad de Panamá y estuvieron allí por más de veintisiete horas colectando evidencia. A pesar de que no hubiesen enviado a nadie a la cárcel, por lo menos le dejaron claro al mundo que los intereses del país estaban por encima de los de una firma legal, aun si dicha firma está dirigida por un amigo cercano del presidente.