Meses después de que la investigación salió a la luz pública, no había ninguna acción concreta relacionada con los Panama Papers, sin embargo, esto no significaba que los medios de comunicación o incluso los propios gobiernos no hubieran tratado de dar una imagen diferente.
En agosto de 2016, el Departamento de Servicios Financieros del estado de Nueva York anunció haber impuesto una multa al banco taiwanés Mega International Commercial Bank por dejar de cumplir con las regulaciones antilavado y en especial aquéllas sobre políticas de cumplimiento, en particular la de conocer a sus clientes. La multa fue por 180 millones de dólares.
La agencia realizó el anuncio en una conferencia de prensa, ocasión que aprovechó para ligar al Mega Bank tanto con Panamá como con Mossack Fonseca, lo que sin duda hizo que la noticia apareciera en los medios de comunicación alrededor del mundo con titulares como el del Wall Street Journal el 22 de agosto: “BANCO MULTADO POR FALTAS AL ANTILAVADO, LIGADO A LOS PANAMA PAPERS”.
“El regulador financiero del estado de Nueva York impuso una multa de 180 millones de dólares al Mega International Commercial Bank de Taiwán por faltas a las normas antilavado, que incluyen vínculos con la firma legal que es el centro del escándalo de los Panama Papers”, decía la publicación.
Según los documentos proporcionados por el Departamento de Servicios Financieros, la oficina principal del Mega Bank se mostró indiferente con respecto a los riesgos potenciales relacionados con transacciones que involucraban a Panamá y a las sociedades creadas por Mossack Fonseca que mantenían cuentas en el banco; lo curioso de esta conclusión del regulador era que hacía una afirmación sin argumentos sólidos que probaran que Panamá o Mossack Fonseca realmente habían estado involucrados en alguna de las faltas del banco, o peor aún, que efectivamente se hubiese cometido un delito con alguna de estas sociedades o por falta de rigurosidad en las políticas de “conozca a su cliente” o antilavado de cualquier entidad panameña. Se limitaba, únicamente, a decir que un “número sustancial” de sociedades, formadas con la ayuda de la firma de abogados Mossack Fonseca, de Panamá, mantenían cuentas en el banco. Esto sin duda era una consecuencia del daño ocasionado por Mossack Fonseca a la reputación de Panamá.
Al ver esta información, me di a la tarea de buscar en la base de datos del ICIJ todo lo relacionado con este banco, y para mi sorpresa, la búsqueda de Mega International Commercial Bank dio como resultado un número increíblemente bajo de coincidencias: aparecía 194 veces. Considerando que Rita aparecía alrededor de cuarenta veces y que en su carrera como abogada apenas había tenido alguna relación con Mossack Fonseca, era evidente la relación poco significativa que Mega International había tenido con Mossack Fonseca.
El comunicado de prensa de la agencia decía:
El Mega Bank tiene una sucursal en la ciudad de Panamá, y otra en la Zona Libre de Colón, en Panamá. La investigación del Departamento de Servicios Financieros ha identificado diversas transacciones realizadas entre las sucursales del Mega Bank de Nueva York y las de Panamá. También la investigación determinó que existe un número sustancial de sociedades, las cuales tienen o han tenido cuentas en varias de las sucursales del Mega Bank, que fueron formadas con la asistencia de la firma de abogados Mossack Fonseca, de Panamá. Mossack Fonseca es una de las firmas legales que se dedican a la creación de sociedades fantasma, posiblemente diseñadas para eludir las leyes bancarias y fiscales en todo el mundo, incluidas las de Estados Unidos, y destinadas a combatir el lavado de dinero.
Lo que omitió el comunicado de prensa es que las operaciones del Mega Bank en Panamá eran increíblemente pequeñas; sus oficinas son también pequeñas en contraste con las de otros bancos, que tienen rascacielos con sus nombres visibles en la parte superior.
El regulador neoyorquino también olvidó decir que Panamá ha sido un centro bancario desde los años setenta y tiene bancos de representación de varios países, aparte de ser una de las pocas naciones que han reconocido a Taiwán como Estado.
Además, la investigación sobre la falta de cumplimiento del banco había comenzado en 2014, mucho antes de que los Panama Papers fuesen filtrados. Más importante aún, la misma multa se debió a faltas comprobadas dentro del Departamento de Cumplimiento del banco. ¿Cómo podrían entonces Panamá o Mossack Fonseca ser responsables por las faltas cometidas por la oficina de Cumplimiento del banco en Nueva York?
Pero la agencia había sido clara sobre quién era realmente la parte culpable en este caso. En mi opinión, su objetivo estaba claro: quería atraer la mayor atención que pudiese al hecho de que había tomado una acción contra un gran banco, independientemente del poco sentido que tenía atribuirle a Panamá y a Mossack Fonseca estas faltas. Y de hecho funcionó: la noticia se publicó en los periódicos de todo el mundo. Si el comunicado de prensa no hubiese mencionado los Panama Papers, no habría generado nada más que algún escrito en publicaciones comerciales y financieras poco conocidas. Todo el mundo aceptó como una verdad del Evangelio lo que la agencia reportó, sin siquiera reparar en el fondo del asunto; bueno, todo el mundo excepto un periódico: La Prensa, que reportó que el Mega International no tenía casi lazos con Mossack Fonseca, y dado que yo era el reportero designado para lidiar con las entidades de Estados Unidos, fui asignado para obtener los comentarios del Departamento de Servicios Financieros.
A continuación, el correo electrónico que envié el 20 de agosto a la Oficina de Asuntos Públicos de la agencia.
Mi nombre es Scott Bronstein, y soy reportero del periódico La Prensa en la República de Panamá. Fui también parte del proyecto los Panama Papers, que investigó los archivos de la firma legal Mossack Fonseca.
Recientemente su agencia ha emitido un comunicado de prensa relacionado con la multa de 180 millones de dólares impuesta al Mega Bank; en ese comunicado ustedes indican que el banco tenía una relación con Mossack Fonseca.
En dicho comunicado se lee lo siguiente: “La investigación también determinó que un número sustancial de entidades cliente, que tienen o han tenido cuentas en varias de las otras ramas del Mega Bank, fueron aparentemente formadas con la asistencia de la firma legal Mossack Fonseca de Panamá”. Sin embargo, de acuerdo con los registros de la firma legal, el Mega Bank sólo se menciona 194 veces: éste es un número absurdamente bajo para sustentar su pretensión de que la firma legal tenía una gran relación con el banco. ¿Tendría usted alguna respuesta para el hecho de que Mossack Fonseca se las ingenió para tener un número sustancial de clientes, y no tener nunca un registro detallado relacionado con estos?
También mencionan que: “Las violaciones a los requerimientos antilavado de dinero cometidas por el Mega Bank fueron descubiertas durante una inspección que realizara recientemente el Departamento de Servicios Financieros, en la que encontró que la oficina principal del banco parecía ser indiferente a los riesgos relacionados con las transacciones que involucran a Panamá, reconocida como una jurisdicción de alto riesgo de lavado de dinero”.
El lavado de dinero es obviamente una grave transgresión a la ley. ¿Podría usted explicarme por qué no se han presentado cargos criminales?
Espero su respuesta con ansiedad.
No es extraño que el Departamento nunca me contestara, a pesar de que su trabajo es responder las preguntas de los medios de comunicación, aun si su respuesta fuese: “Sin comentario”.
Las acciones del regulador del Estado me llenaron de una rabia indescriptible. Realmente no puedo discrepar cuando se hace referencia a Panamá como un centro con condiciones apropiadas que facilitan el lavado de dinero. No estoy ciego, la mitad de mi vecindario está lleno de venezolanos que se han reubicado en Panamá para escapar del gobierno de su país; siendo realistas, debieron haberse involucrado en alguna forma de lavado de dinero para poder sacar sus fondos de Venezuela. La situación por la cual estaba molesto es que por cada venezolano que vive en Panamá, existen otros cien en Miami que han hecho más o menos la misma cosa; más aún, el que una entidad de Nueva York critique a alguien por la forma en que regula su sistema financiero es para mí el colmo de la hipocresía. Después de todo, Nueva York fue la zona cero de la crisis financiera de 2008, que casi termina con la civilización tal como la conocemos. Quien tiene por lo menos la mitad del cerebro funcionando entiende que dicha crisis se debió a la falta de vigilancia de agencias como el Departamento de Servicios Financieros del estado de Nueva York. Nadie en Panamá estaba empaquetando hipotecas tóxicas en instrumentos financieros complejos para luego vendérselos fraudulentamente a fondos de pensiones, mientras que al mismo tiempo se esperaba que estos fallasen; nadie en Panamá estaba permitiendo que la industria hipotecaria navegara sin rumbo, poniendo en riesgo los ahorros de toda la vida de millones de personas que trabajaron duro. Todo esto sucedió principalmente en Nueva York, ¿y aun así Panamá es “una jurisdicción de alto riesgo de lavado de dinero”?
Para mí, el colmo de la indignación era el hecho de que, igual que siempre, nadie iba a ir a prisión por los delitos del Mega Bank, lo cual a estas alturas no me sorprendía, porque básicamente nadie va a prisión por delitos financieros.
En su lugar, lo que hace el gobierno es sacar la mano y colectar algo de dinero: aparentemente, en Nueva York esto es lo que se conoce como justicia. En mi concepto, éste es un sistema corrupto, diseñado para proteger a una industria que tiene mucha influencia y ningún respeto por las leyes o la decencia común.
* * *
Pero las acciones del Departamento de Servicios Financieros del estado de Nueva York palidecen cuando se comparan con las de la persona que se ha convertido rápidamente en el enemigo número uno de Panamá: Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía.
El 29 de abril, a raíz del escándalo de los Panama Papers, el gobierno constituyó un comité independiente formado por expertos locales e internacionales para examinar el sistema financiero.
La estrella del comité era Stiglitz, quien había recibido el Nobel en 2001 y era, tal vez, la figura más sobresaliente del mundo en materia económica; tenía la habilidad especial de jugar un papel destacado en momentos de crisis económicas como en Grecia en 2010 y en España en 2011, donde arremetió contra las medidas de austeridad.
Es algo misterioso cómo terminó en la comisión del gobierno de Panamá. Dijo no estar recibiendo pago por su participación, por lo que tengo la sensación de que se ofreció como voluntario al panel. Lo que sí sé es que actualmente nadie asume el crédito por incorporarlo, pues al final la gracia se convirtió en tragedia.
El comité se reunió pocas veces y luego, el 5 de agosto, Stiglitz hizo un anuncio explosivo que conmocionó a todos: dejaba el comité por diferencias con el gobierno de Panamá. De acuerdo con una nota publicada por la agencia Reuters, Stiglitz estaba preocupado por la forma en que los resultados del reporte serían manejados. “Pensé que el gobierno estaba más comprometido, pero obviamente no lo está”, dijo. “Es sorprendente cómo trataron de socavarnos.”
Sus acciones, al igual que las del regulador de Nueva York, consiguieron titulares alrededor del mundo. Rita y yo nos enteramos cuando Marina Walker, líder del proyecto del ICIJ, le envió a ella un mensaje de texto urgente sobre esto mientras estábamos en el cine, a mitad de una película.
El mensaje denotaba cierto aire de emoción incontrolada. La decisión era la prueba concreta de lo que muchas personas habían estado diciendo todo este tiempo, acerca de que Panamá había trabajado mano a mano con Mossack Fonseca para minar el sistema financiero global: ése era el tono general de las noticias que aparecieron en todo el mundo en relación con las acciones del notable economista. Después de todo, había sido invitado al país para ayudar a limpiar el enredo y ahora se iba como una niñera disgustada, incapaz de aguantar al niño malcriado que se suponía debía cuidar.
Pero algo no me olía bien sobre esta historia. Por un lado, el gobierno, y específicamente el presidente Varela, nunca había dicho que no reconocería el reporte; lo único que se dijo era que primero iba a revisarlo antes de hacerlo público. Estos parámetros eran conocidos antes de que el comité fuese formado.
Más importante aún es que como presidente del comité fue nombrado Alberto Alemán Zubieta, director de la Autoridad del Canal de Panamá desde 2000 hasta 2014, tiempo en que supervisó la operación de la vía acuática desde que los estadounidenses la devolvieron a Panamá.
Lo que las personas no saben sobre Panamá es que, mientras la nación entera lucha con los problemas de corrupción y falta de transparencia, el canal de Panamá es tal vez la entidad menos corrupta y más transparente de Latinoamérica. Es una entidad autónoma con estándares completamente diferentes a los de cualquier otra agencia en el país.
Por ejemplo, durante la administración de Ricardo Martinelli los escándalos de corrupción mancharon a casi todos los departamentos y agencias del Estado, incluidos algunos que tienen autonomía, como el aeropuerto de Panamá; sin embargo, ninguno de estos escándalos implicó irregularidades cometidas por la Autoridad del Canal de Panamá.
Personalmente tengo información de primera mano sobre cómo opera: conozco a muchos contratistas en Panamá, y me han dicho una y otra vez que no participan en licitaciones de proyectos en el canal porque las especificaciones son demasiado exigentes; varias veces tratamos el tema en reuniones sociales durante el proyecto de ampliación, supervisado por un consorcio formado principalmente por compañías europeas. Éstas y sus respectivos gobiernos trataron de presionar a Panamá para que pagase cantidades obscenas por sobrecostos para hacer que el proyecto se terminara más rápido; el razonamiento parecía ser: “Entre más rápido se termine, más rápido empiezas a ganar dinero de los peajes, y todos ganamos”. Sin embargo, la Autoridad del Canal se rehusó a salirse del presupuesto del contrato original, y obligó al consorcio a seguir las reglas del juego inicialmente establecidas. Esta postura frente a la intensa presión nacional e internacional para que simplemente se finalizaran los trabajos lo más rápido posible sigue siendo uno de los ejemplos más conmovedores de transparencia y compromiso con un proceso de desarrollo libre de corrupción en la historia de la región.
De forma que cuando Stiglitz se quejó de la falta de transparencia, Rita y yo nos molestamos muchísimo. Simplemente no tenía sentido: si el gobierno hubiese querido mantener los hallazgos del comité en secreto, nombrar a Alemán Zubieta como presidente del grupo parecía ser el movimiento más torpe que Varela pudiera haber hecho.
De forma que mientras Stiglitz acusaba a Panamá de rehusarse a ser transparente con respecto a los hallazgos del comité, yo sospechaba que había otra razón para que él hubiese tomado la decisión de renunciar, y era una que no tenía nada que ver con la transparencia.
Poco tiempo después de que las acciones de Stiglitz y del regulador del estado de Nueva York tuvieran lugar, Rita y yo recibimos otra visita muy interesante: se trataba del periodista Jake Bernstein, ganador de un Premio Pulitzer y colaborador del proyecto de investigación global. Jake era especialista en temas financieros, y si el proyecto tenía una estrella de rock, sin duda era él. Durante los meses de investigación previos a las publicaciones del 3 de abril, había trabajado en la que tal vez era la noticia más importante de todas: la conexión entre el presidente ruso Vladimir Putin y Mossack Fonseca. Esta nota fue preparada en colaboración con periodistas de Rusia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos; estaba seguro de que le valdría a Jake un segundo Pulitzer, por lo que debo admitir que su visita me tenía emocionado.
Luego de que el proyecto salió a la luz pública, Jake comenzó a trabajar en un libro sobre los Panama Papers y poco tiempo después ya había firmado un contrato para que su obra se convirtiera en una película bajo la dirección de Steven Soderbergh, ganador del Oscar.
El momento de su visita no pudo ser más interesante. Las noticias sobre Stiglitz y Mega International Bank todavía estaban sobre la mesa y Panamá se encontraba de alguna forma en estado de alerta; además, Rita y yo habíamos tenido las primeras conversaciones sobre la posible publicación de nuestro propio libro. Jake llegó a Panamá pocos días después de que la Feria Internacional del Libro hubiese culminado y de que el manuscrito de esta obra estuviera casi completo. De alguna forma, si nuestro libro era publicado nos convertiríamos en competencia, pero siendo realistas nunca lo vimos así: él llevaba mucho más tiempo que nosotros en la prensa, y además había creado una importante red de contactos en la industria. Por otro lado, nuestra historia era más personal, vivencias que sólo alguien en nuestro lugar pudo haber tenido, y aunque hay espacio para ambos, en mi concepto uno era el complemento perfecto del otro, casi como el aperitivo y el plato fuerte en una cena: el primero era pequeño pero poderoso, explosivo y lleno de sabores, y el segundo mucho más complejo en el modo de contar la historia.
Para añadir más intriga, el equipo del ICIJ, junto con los periodistas alemanes, había firmado un contrato con Netflix por los derechos de su libro para hacer otra película. De un tiempo a la fecha esto no es poco común en Hollywood, ya que varios manuscritos sobre la historia de Edward Snowden revolotearon por los corredores filmográficos hasta que finalmente la película se hizo.
Sin embargo, ni Rita ni yo íbamos a tomar partido, ambos equipos eran nuestros amigos y al final nuestra posición fue que lo único que queríamos en realidad era que la película que se hiciera contara la historia de la manera más exacta posible, y en particular los roles de Panamá y los nuestros. Después de todo, cada uno de los periodistas involucrados en este proyecto, que luego escribieron libros y firmaron acuerdos para películas, buscaban que les contáramos nuestra historia, la historia que hoy está en estas páginas.
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Como era de esperar, Jake pasó su semana en Panamá conversando con Rita y conmigo la mayor parte del tiempo, y además de unas charlas que Rita coordinó, consiguió otras entrevistas que en algunos casos nos dejaron con la boca abierta; él nos decía que el Pulitzer suele abrir puertas que normalmente no se abren.
Pero la realidad es que muchas de las personas que conversaron con Jake también vieron la oportunidad de dar su versión de los hechos, pues aunque internacionalmente se había escrito mucho sobre presuntas actividades ilegales llevadas a cabo en Mossack Fonseca, la mayoría de los documentos reflejaban el curso normal de operaciones de un proveedor de servicios financieros, cosa que fue ignorada por la mayoría de los medios internacionales.