Para facilitar la lectura de este capítulo, fijarse en:
•El problema en darles a todos los países al sur de los Estados Unidos un nombre general.
•La dificultad de formar generalidades sobre Latinoamérica.
•La diversidad de la geografía del continente, que dificulta su desarrollo económico y la distribución de sus riquezas.
•La variedad étnica, que dificulta la integración social.
•Las contradicciones que prevalecen acerca de Latinoamérica y los latinoamericanos.
•La necesidad esencial de comprender a los latinoamericanos.
Términos importantes:
•Coca, Concordato, Localismo, Mestizo(a), Monocultura, Mulato(a), Oligarquía, Socio-Político-Económico.
La gente al sur de los Estados Unidos (EE.UU.) se ofende que nosotros, los norteamericanos, nos llamemos “americanos.” Y con razón. Ellos también son “americanos.” El nombre de América viene del italiano Amerigo Vespucci (1454–1512)—piloto de cinco expediciones al Nuevo Mundo entre 1497 y 1502—quien describió sus viajes a sus amigos en Europa. Una vez publicadas, las descripciones de Vespucci fascinaron tanto a Martin Waldseemüller—un cartógrafo alemán—que bautizó al Nuevo Mundo con el nombre de “América” en honor a su autor. Poco a poco, “América,” como nombre de los dos nuevos continentes, alcanzó cierta popularidad en varias naciones europeas, aunque España siguió usando el nombre de “Indias” para referirse a sus colonias.
Hoy en día muchos de los latinoamericanos prefieren hablar de EE.UU. como “Norteamérica” y de nosotros como “norte-americanos” (los brasileños sencillamente dicen “americanos”). ¿Entonces ellos? ¿Quiénes son? No pueden ser solamente “sudamericanos,” porque la parte de México al norte del Trópico de Cáncer queda en Norteamérica, y la parte al sur de México, en conjunto con Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, y Panamá, constituye América Central. El escritor peruano Víctor Raúl Haya de la Torre (1895–1979) propuso el nombre “Indoamérica,” y el Argentino Ricardo Rojas (1882–1957), “Euroindia,” para toda la región. Estos nombres podrían ser razonables para países con marcada influencia indígena, como Bolivia, Ecuador, Guatemala, México, Paraguay, y Perú. Pero “Indoamérica” y “Euroindia” no son nombres válidos si tomamos en consideración solamente a Argentina y Uruguay, cuya población es en su mayoría europea. Existen zonas de notable influencia “afroamericana,” sobre todo en el Caribe, las costas de Centroamérica, Colombia, Venezuela, y el noreste de Brasil. Esta influencia afroamericana se debe a la concentración de esclavos africanos desde el período colonial hasta el siglo XIX. Entonces el nombre “Afroamérica” sería igualmente regional en vez de general. Con mucha frecuencia se oye el término “Hispanoamérica.” El problema es que este nombre excluye a “Lusoamérica” (Brasil), “Francoamérica” (Guadeloupe, Haití, Martinique, Surinam, y otras islas), y “Angloamérica” (las Bahamas, los Barbados, Belice, Jamiaca, y otras Islas)—sin mencionar la presencia de Holanda en el Caribe. Igualmente el término “Iberoamérica” excluye a Francia, Inglaterra y Holanda. Lo más factible, parece, es que nos quedemos con la denominación “Latinoamérica,” ya que casi todo el territorio durante el colonialismo pertenecía a tres países con lenguas de origen principalmente latino: España, Francia, y Portugal.
Vemos una vez más que la diversidad de la región resiste clasificación. De todas maneras, vamos a usar el término “Latinoamérica,” aunque no sea tan perfecto como quisiéramos.
Latinoamérica tiene un poco más de 7.9 millones de millas cuadradas, casi igual a Europa y EE.UU. combinados. La distancia desde la frontera de México y EE.UU. hasta la Tierra de Fuego al sur de Argentina, es de más de 7,000 millas, aproximadamente la distancia de Londres a Cape Town, África.
La mayor parte de Latinoamérica se encuentra en la zona tropical. Sin embargo, en las zonas montañosas, la altura sirve para cancelar los efectos de la latitud. Como gran parte de Colombia, Ecuador, Perú, y Bolivia está incluida en la cordillera andina, una parte de ésta es de clima templado en vez de tropical. Por ejemplo, Quito, la capital de Ecuador, tiene una altura de más de 9,000 pies sobre el nivel del mar, y un promedio de temperatura de solamente 55°F durante el mes más caliente. Además, la distribución de lluvias en el continente es irregular. La costa del Océano Atlántico por regla general es más húmeda que la del Océano Pacífico. En las grandes cuencas de los ríos Amazonas, Magdalena, Orinoco y Paraná, hay lluvias torrenciales durante las temporadas menos cálidas, que dan origen a extensiones de selva casi impenetrables. En los desiertos del norte de México, el noreste de Brasil, y de la Patagonia en el sur de Argentina, las lluvias son esporádicas, pero en las costas de Perú y el norte de Chile, llueve muy poco o casi nada. En resumen, aproximadamente la cuarta parte de Latinoamérica está cubierta de montañas, la misma cantidad de selvas, y el resto consiste de llanuras, desiertos y áreas semiáridas.
A pesar de que Latinoamérica tiene cuatro de los cinco sistemas fluviales1 más grandes del mundo—El Amazonas, el Magdalena, el Orinoco, y el de La Plata—la topografía irregular del continente presenta obstáculos para el transporte y el comercio debido a que segmentos de estos grandes ríos son innavegables. Además, hay grandes cordilleras que son casi impasables. Las principales son (1) la Sierra Madre Occidental y Oriental de México y las montañas de Centroamérica, que de repente suben de las llanuras costeras y se abren a mesetas de entre 3,000 y 7,500 pies de altura, y (2) los Andes de América del Sur, cordillera superada sólo por el Himalaya de Asia. Debido a estas regiones montañosas, hay obstáculos para el transporte y la comunicación, lo que ha dado lugar al fenómeno llamado localismo. El localismo es una característica de pueblos separados de otros pueblos por valles y montañas escabrosas, aunque estos pueblos estén relativamente cerca. De este modo, los pueblos aislados mantienen una autonomía que impide su convergencia en la corriente de la vida nacional del país (recuerde el término localismo, porque con frecuencia va a discutirse respecto a los países latinoamericanos contemporáneos).
Aparte de los obstáculos de comunicación y de transporte, existe también el problema de terremotos que a través de la historia han causado mucha destrucción y un número bastante elevado de muertes. De hecho, casi todas las grandes ciudades establecidas en—o cerca de las regiones montañosas de—Cuzco de Perú, la ciudad de Guatemala, Mendoza de Argentina, La ciudad de México, Quito de Ecuador, y Santiago de Chile han sido destruidas repetidas veces. Las erupciones volcánicas han sido igualmente devastadoras, sobre todo en Costa Rica, Chile, Ecuador, Guatemala, y México. También hay otras zonas donde la vida es insegura. Los huracanes en el Caribe han destruido ciudades y campos enteros. Además, las inundaciones periódicas a lo largo de los cauces2 de los grandes ríos han causado múltiples daños y muertes.
En Latinoamérica existe además el problema de una insuficiencia en la producción de comestibles. Con la excepción de la Pampa argentina, el sur de Brasil, los valles centrales de Chile, y otras zonas menores, relativamente hay poca tierra en Latinoamérica donde la agricultura es favorable y el acceso al agua para la irrigación es poco accesible (el noreste de Brasil, México, y Paraguay). También hay zonas demasiado frías para la agricultura (Patagonia de Argentina, el sur de Chile, y las Alturas de la cordillera andina). Aunque en las últimas décadas han abierto grandes extensiones de selvas—en Brasil, Colombia, Venezuela, y Centroamérica—a la producción agrícola, el problema es que dentro de varios años esas tierras resultan infértiles, sin la vegetación acostumbrada y sin defensa contra la erosión.
Por otra parte, las zonas montañosas ofrecen una abundancia de riquezas minerales. Los yacimientos de hierro en Brasil y Venezuela se cuentan entre los más ricos del mundo. Además, Latinoamérica produce una abundancia de minerales que se combinan con el hierro para la fabricación de acero. Hay manganeso en Brasil, Cuba, México, y el norte de Chile, cromo en Cuba y Guatemala, níquel en Brasil y Cuba, tungsteno en Argentina, Bolivia, Brasil, y Perú, y vanadio3 en Perú. Desafortunadamente, el carbón, elemento básico en la industria siderúrgica,4 se encuentra en limitada cantidad, y muchas veces es casi inaccesible o queda lejos de los depósitos de hierro. En cuanto a otros metales, hay plomo y cinc en Bolivia, Guatemala, México, y Perú; estaño en Argentina, Bolivia, Brasil, y México; plata en México (es productor número uno en el mundo), Bolivia, Perú, y Centroamérica; oro en Brasil, Colombia, México, y Perú. Hay platino en Colombia. Chile ha sido el productor número dos del mundo en cuanto a cobre, y hay cantidades notables de este metal en México y Perú también. México sobresale en producción de azufre. Hay petróleo en todos los países menos Paraguay y Uruguay. México y Venezuela son los dos grandes exportadores del “oro negro,” mientras Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, y Perú tienen suficiente para el uso de las crecientes necesidades internas. La producción de gas tiene importancia solamente en Argentina, Bolivia, México, y Venezuela.
En comparación con Asia, África y Europa, hay un nivel relativamente alto de homogeneidad lingüística en Latinoamérica debido a la imposición de los idiomas español y portugués a las poblaciones indígenas durante la época colonial. El español es el idioma oficial en dieciocho países dentro de los cuales la mayor parte de la población lo habla. Sin embargo, todavía se usan lenguas indígenas en Bolivia, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú, y México. Hay alrededor de 130 grupos lingüísticos indígenas en Latinoamérica, de los cuales los más importantes son el Náhuatl y el Quiché-Maya (México y Guatemala), Quechua y Aymara (Ecuador, Perú, y Bolivia), y Guaraní (Paraguay). Se calcula que en la actualidad hay aproximadamente veintiocho millones de amerindios en Latinoamérica. Hay que decir “se calcula” y “aproximadamente,” porque es frecuentemente difícil establecer una división definitiva entre amerindio y “mestizo,”5 ya que ha habido una fusión étnica en la mayor parte de las regiones. Lo cierto es que el número de amerindios está aumentando. De hecho pudo haberse doblado durante las últimas dos décadas.
Hay regiones en donde hasta finales del siglo XIX los esclavos de África formaban la base principal del trabajo, y hoy en día la presencia afroamericana es muy visible. Estas incluyen el Caribe y las costas de Centroamérica, las costas de Colombia y Venezuela en el Atlántico y de Ecuador en el Pacífico, y sobre todo, Brasil, de cuya población 6% es negra y 38% parda (mulata),6 con la mayor concentración en las costas del noreste. En muchas partes de Latinoamérica donde la influencia afroamericana es más notable, hay un alto índice de pobreza. Eso se debe en parte a la “discriminación”7 desde los tiempos de la esclavitud, que ha moldeado los valores culturales hasta la actualidad. La pobreza y la discriminación se encuentran sobre todo en las costas de Colombia y Ecuador, y en ciertas partes de Brasil—sobre todo en las favelas,8 donde hay más concentración de gente de etnicidad afroamericana.
Tanto para los afroamericanos como para los amerindios pobres de las zonas rurales, la inmigración a las ciudades les ha ofrecido una promesa que muchas veces ha desaparecido. En primer lugar, en las zonas urbanas, el índice de desempleo es alto generalmente, y en segundo lugar, muchos de los trabajos disponibles requieren capacidad técnica que no tienen los campesinos de las zonas rurales. Incluso hay evidencia en Brasil y Colombia de que los afroamericanos recién llegados a las ciudades viven en condiciones más paupérrimas que los no-afroamericanos. Pues, los pocos trabajos que se les ofrece son de sirvientas, jardineros, trabajadores sin oficio, y vendedores en la calle. Sin embargo, cada vez más afroamericanos tanto en Colombia como en Brasil han podido recibir una educación formal y se han integrado a la clase profesional, sobre todo cuando han migrado a las ciudades que tienen un porcentaje alto de europeos, como São Paulo de Brasil o Medellín de Colombia.
En fin, esta composición étnica de Latinoamérica, le da un aspecto único en el mundo. Si la región pudiera resolver estos problemas que se deben principalmente a las tensiones entre clases sociales, entonces serviría como un gran modelo para otras partes del mundo (Europa, Rusia, el Medio-este, EE.UU.) donde existen graves problemas de etnicidad, unos nuevos y otros antiguos.
En vista de nuestras observaciones hasta ahora, debemos estar conscientes de que en realidad, “Latinoamérica,” en el sentido puro del término, no existe. Lo que existe son veinte repúblicas principales, y otras entidades políticas que incluyen las Bahamas, los Barbados, Belice, Guadeloupe, las Guianas, Jamaica, Martinique, Puerto Rico, Surinam, Tobago, Trinidad, y algunas islas más. Latinoamérica no es, desde luego, una región fácil de comprender.
Cada País tiene su propia individualidad, y algunos países se distinguen radicalmente de otros. Por ejemplo, menos de cien millas separan a Uruguay de Paraguay. Sin embargo, el contraste entre los dos países es enorme. Durante las primeras décadas del siglo pasado Uruguay fue uno de los países más avanzados del mundo respecto a sus programas socio-político-económicos, gracias a los esfuerzos del gran estadista, José Battle y Ordóñez (1856–1929). Paraguay, en cambio, se quedó en el siglo XIX. Hace menos de setenta años, Uruguay era considerado la “Suiza de las Américas” por su alto nivel de conciencia social, su sistema democrático, y su impresionante desarrollo económico. Paraguay, en la misma época, tenía una población en su mayor parte analfabeta. Además, Paraguay ha sufrido de una larga serie de dictaduras. En la época más desastrosa de su historia (1864–1870) el tirano, Francisco Solano López, obligó a los paraguayos a luchar al mismo tiempo en contra de Argentina, Uruguay y Brasil. Esa “Guerra de la Triple Alianza” acabó con gran parte de la población masculina del país, lo que agotó sus recursos humanos.
El término, “socio-político-económico” se usará con frecuencia, primero porque el conjunto de los aspectos sociales, políticos, y económicos, facilitan la articulación de las condiciones generales de Latinoamérica. En segundo lugar, porque una consideración de lo social, político, y económico, en conjunto con las artes y la vida cotidiana, revelan en el sentido más amplio lo que son las Culturas y Civilizaciones del continente.
Otro ejemplo. Al norte de Sudamérica está Colombia, Ecuador y Venezuela. Aunque la geografía los conecte—los tres países tienen zonas costeñas y tropicales con una cordillera de por medio—difieren radicalmente en cuanto a su historia. Se ha dicho que Venezuela es producto de un cuartel militar, Colombia de una universidad, y Ecuador de un monasterio. La clasificación, por supuesto, es exagerada. No obstante, lo cierto es que Venezuela ha sufrido de una larga tradición de dictaduras brutales. Colombia ha estado tradicionalmente dividida entre liberales y conservadores, teniendo debates tan enardecidos que muchas veces terminaron en guerras civiles. Sin embargo, los colombianos siempre han dado prioridad a la educación. Ecuador, con un gran número de gente indígena, ha existido bajo mucha influencia eclesiástica—hasta el punto que el 1863 hubo un Concordato9 entre el Vaticano y el presidente-dictador Gabriel García Moreno.
Disparidades económicas también crean distinciones agudas entre varias naciones de la región. Venezuela ha gozado de una riqueza petrolera que todavía–hace algunas décadas—y antes de la presidencia de Hugo Chávez (1954–2013;)—le había dado a las clases media y aristocrática los recursos para mantener un nivel de vida relativamente alto. Por el contario, Ecuador es un país pobre en recursos naturales—aunque últimamente han podido exportar petróleo. Mientras que la mayoría de la población en Bolivia es indígena, con el índice de pobreza más alto de Sudamérica, su país vecino, Chile, tiene una población mayormente europea, con un nivel de vida relativamente alto. Al otro lado de los Andes, Argentina a principios del siglo XX gozaba de una economía que competía con la de los EE.UU.—aunque desde los años 1930 se ha quedado atrás, y desde principios del presente siglo ha sufrido de una serie de desastres económicos que impiden su avance en la economía global moderna. Existe otro problema que ha contribuido a la disparidad económica dentro de algunas sociedades: la plaga de la cocaína. En Bolivia, Colombia y Ecuador, esta droga es extraída de las hojas de coca que cultivan comunidades enteras de indígenas en las cordilleras. Los campesinos venden la coca a precios muy bajos, pero cuando el producto, la cocaína, aparece en las calles de las ciudades de EE.UU., vale oro.10 Entonces, se puede decir que la “industria” de la cocaína mantiene pobres a los pobres y enriquece a un grupo pequeño de criminales.
Así es que, con algunos ejemplos vemos que hay muchas diferencias pero también muchas características en común entre los países latinoamericanos. Todas las sociedades latinoamericanas manifiestan contrastes asombrosos—entre ciudades y campo, gente educada y analfabeta, aristocracias y clases populares (es decir, los pobres, la gran mayoría de los cuales son amerindios, afroamericanos, mestizos y mulatos). Con respecto a la política, hasta hace poco tiempo hubo de todo, desde dictaduras militares hasta democracias electorales, además del régimen socialista de Fidel y Raúl Castro en Cuba, y la tendencia populista más reciente de Hugo Chávez en Venezuela. Afortunadamente, en la mayoría de los países latinoamericanos la inclinación ha ido hacia gobiernos relativamente democráticos. Por lo que toca a la economía, por regla general Latinoamérica pertenece a los países “en desarrollo,” y sufre de problemas tales como disparidad de salarios, desempleo, inflación sin control, y a veces monocultura—esto es, mucha dependencia económica de un sólo producto (petróleo en Venezuela, café en Colombia, bananas en Honduras, etcétera).
En fin, la región latinoamericana parece sufrir de cinco contradicciones principales.
(1) Latinoamérica es a la vez joven y vieja. Es joven porque desde el principio la conquista y la colonización crearon un orden social que el mundo hasta entonces no había conocido. Ese nuevo orden estaba basado en la combinación, la jerarquización, y la asimilación mutua de las culturas indígenas, africanas, y europeas. La intervención europea cambió profunda e irreversiblemente a las civilizaciones indígenas. Sin embargo, los amerindios no dejaron de influir también directa e indirectamente en las culturas dominantes de los colonizadores. Además, el mercado de los esclavos de África y la influencia que los afroamericanos tuvieron en las culturas dinámicas de las Américas han contribuido profundamente al nuevo orden. Por otra parte, lo nuevo de Latinoamérica es en cierto sentido ya viejo. Latinoamérica es vieja, porque una mezcla profunda de culturas y grupos étnicos, que tiene una historia antigua en Latinoamérica, es reciente en otras regiones del mundo—por ejemplo, la mezcla entre gente de Latinoamérica y del Oriente con gente de EE.UU., gente del Medio-este y África con gente de Europa, gente de Europa del Este con gente de Europa del Oeste. También, Latinoamérica es en cierto sentido vieja, porque la mayoría de las repúblicas consiguieron su independencia política—de España y Portugal—a principios del siglo XIX, más de cien años antes de los movimientos anticoloniales en otros países del llamado “tercer mundo.”
(2) Latinoamérica tiene una historia de estabilidad, pero ha habido períodos esporádicos de tumulto. La conquista de América inició una tradición de violencia e inestabilidad que sobrevivió el colonialismo (siglos XV-XIX). Durante el período nacional (siglos XIX, XX y hasta ahora) muchas veces esa tradición ha culminado en golpes de estado, intervenciones militares, asesinatos, y movimientos sociales. Ha habido violentas confrontaciones ideológicas entre liberalismo y conservadurismo, y entre capitalismo y socialismo. Sin embargo, a pesar de tanta violencia e inestabilidad, hay estructuras socio-político-económicas antiguas que han perdurado casi intactas. Como veremos en los Capítulos 16 y 18, hasta en países que han tenido revoluciones sociales—México (1910), Nicaragua (1979)—muchos aspectos de la sociedad tradicional han sobrevivido. La Revolución Cubana (1959) parece ser la única excepción a esta generalidad, pero aún en Cuba, muchas costumbres tradicionales continúan profundamente arraigadas—además de que en los últimos años Cuba está “capitalizándose,” con creciente influencia de EE.UU. y Europa.
(3) Latinoamérica es independiente y a la vez dependiente, es autónoma y a la vez controlada. A principios del siglo XIX un gran esfuerzo por parte de las colonias para lograr su independencia política tuvo éxito hasta el año 1930, menos en algunas islas del Caribe. Pero a la vez, hubo una nueva penetración colonial de forma económica por parte de naciones poderosas tales como la Gran Bretaña, Francia, y EE.UU., que pusieron en riesgo a las jóvenes repúblicas latinoamericanas. Ya había independencia política, pero estaba acompañada por una nueva dependencia económica. Esa dependencia económica con frecuencia limitaba las alternativas disponibles de los países latinoamericanos; es decir, habían llegado a ser países políticamente autónomos, pero ahora estaban controlados por fuerzas económicas internacionales.
(4) Latinoamérica es tan pobre como próspera. Desde la conquista, ha perdurado la imagen del continente como un tesoro de riquezas, una cornucopia11 de opulencia fabulosa. Hoy en día, existe en Latinoamérica, según parece, una abundancia de petróleo, gas, cobre, hierro, café, azúcar, ganado, frutas tropicales, verduras, y otros productos. Mientras la idea de riquezas perdura, existe también—en contraste—una visión de pobreza: campesinos sin tierras, trabajadores sin empleo, niños hambrientos, madres sin esperanza. Hay dos refranes que se oyen entre los latinoamericanos y que crean una imagen fiel de la paradoja pobreza/riqueza: “Latinoamérica parece un limosnero sentado en una montaña de oro,” y “Latinoamérica consiste de unos cuantos ricos sentados encima de un montón de basura.” Son crueles pero desafortunadamente, tienen algo de razón.
(5) Latinoamérica es culta y a la vez ha quedado encarcelada dentro del analfabetismo. En Latinoamérica hay ingenieros que escriben poesía, abogados que enseñan literatura en las universidades, políticos que publican libros de historia, y novelistas que llegan a ser presidentes. Uno puede encontrar tanto grandes empresarios12 como choferes de taxis que leen las obras clásicas de literatura. Hay gente que apenas puede leer y escribir que se esfuerza por entender libros de economía, política, antropología e historia. Es así porque los latinoamericanos en general sienten mucho orgullo de lo que saben; tienen un gran interés en su propia cultura y en otras culturas. Por otra parte, con la excepción de Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y Cuba, el analfabetismo ha sido siempre uno de los grandes problemas sociales. Los indígenas del sur de México y de Bolivia, Ecuador, Guatemala, y Perú, los afroamericanos del noreste de Brasil y del Caribe, y en general los campesinos de todos los países latinoamericanos, quedan marginados. Es decir, no tienen suficiente educación formal para entrar en la corriente principal de la vida de su país y contribuir activamente a la economía.
Estas cinco contradicciones le dan a Latinoamérica un aspecto de “subdesarrollo.” Mientras se puede reconocer que las grandes ciudades de Latinoamérica son tan “modernas” como las de EE.UU. y Europa, la vida en el campo puede mantenerse casi igual que hace siglos. A fin de cuentas13 no hay cultura que no tenga sus propias contradicciones. ¿Puede usted nombrar algunas contradicciones de su propio país? ¿Cómo son en comparación con las de Latinoamérica?
Históricamente EE.UU. ha tenido fuertes relaciones políticas con los países latinoamericanos. Sin embrago, en el siglo XX, sublevaciones en las repúblicas del sur por parte de grupos revolucionarios de izquierda,14 y respuestas represivas por parte de gobiernos y ejércitos de derecha,15 han presentado problemas para la política exterior de EE.UU.
Hay oligarquías16 tradicionales que siguen en el poder en algunos países latinoamericanos. Estas oligarquías resisten el cambio y la verdadera democratización. Sin embargo, son precisamente esas clases sociales conservadoras las que gozan de las relaciones más fuertes con las grandes empresas estadounidenses. Entonces, ¿cómo puede EE.UU. promover tendencias democráticas (en contra de la ideología de las oligarquías) y al mismo tiempo proteger el capital que sus empresas han invertido en Latinoamérica? Existe un conflicto de intereses. Si EE.UU. promueve la democratización del continente, tendrá que combatir a las oligarquías, y entonces los empresarios estadounidenses, que tienen el apoyo de las oligarquías, estarán inconformes. Si EE.UU. se hace amigo de las oligarquías, lo más probable es que tendrá que olvidarse de la verdadera democratización del continente, lo que irá en contra de sus principios más profundos. Este conflicto ha causado tensiones en las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y los países latinoamericanos.
A pesar de estas tensiones, parecía que en los últimos años había un poco más diálogo entre los líderes de EE.UU. y los países latino-americanos. Pero a veces las apariencias engañan. Por ejemplo, en 1980 después de su inauguración, el presidente Ronald Reagan tuvo una reunión con el entonces presidente mexicano, José López Portillo. Sin embargo, como notaremos en el Capítulo 17, algunos años después, hubo un serio desacuerdo tanto entre EE.UU. y México—como en la mayoría de las otras repúblicas latinoamericanas—respecto a la simpatía de EE.UU. hacia los “contras” en su intento de eliminar el gobierno “sandinista”17 de Nicaragua. Otro ejemplo. En 1993 unas semanas antes de su inauguración, Bill Clinton tuvo una conferencia con otro presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. Esa conferencia alentó renovadas esperanzas para que hubiera un entendimiento mutuo y duradero. En realidad no lo hubo. Después, durante la presidencia de Clinton, y con la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC, “North American free Trade Agreement” [NAFTA]), otra vez hubo esperanzas. Sin embargo el mismo día de la inauguración del TLC (Enero 1, 1994), en el estado de Chiapas hubo una sublevación de campesinos que puso en riesgo18 el tratado y las relaciones entre EE.UU. y México. Al principios de 1995, y en vista de una fuerte crisis económica en México, Clinton, contra el sentimiento de muchos legisladores de EE.UU., le concedió al país vecino un préstamo de 20 mil millones de dólares. Lamentablemente ese acto sirvió para agravar las hostilidades entre ciertos grupos de EE.UU. contra México. En fin, esa clase de relaciones a veces amistosas y a veces discordes, a ratos calientes y a ratos frías, marcan toda la historia de los acuerdos y las contiendas entre EE.UU. y Latinoamérica.
Además, hay un fenómeno que no deja de ser importante: la “hispanización” de EE.UU. Esta “hispanización,” que la periodista norteamericana Betty Holcomb ha llamado “the browining of America,” se debe a la influencia de inmigrantes, sobre todo de México, Puerto Rico, Centroamérica, y el Caribe. Desde Miami, Houston, San Antonio, Phoenix, Los Ángeles, Nueva York, Chicago y otras ciudades principales, hasta las zonas rurales del Medio-oeste de EE.UU., cada vez hay más familias de hispanohablantes. Sin embargo, un gran número de norteamericanos sigue en la ignorancia respecto a los hispanos de EE.UU. y los países latinos del sur. Algunos ciudadanos de nuestro país están pidiendo un control de la inmigración y medidas a veces crueles con respecto a los inmigrantes que ya radican aquí en EE.UU. Siguen vigentes los estereotipos: los latinoamericanos son “sencillos,” “volubles,” “volátiles,” “irracionales,” “desorganizados” y “flojos,” aunque también “hospitalarios,” “alegres” y “orgullosos de su herencia.” Además, ha existido la tendencia a que se perpetúen los estereotipos fomentados por imágenes populares y comerciales como “Frito Bandito,” el café de “Juan Valdés,” y la “Chiquita Banana,” el perrito Chihuahua de “Taco Bell,” los “Latin Lovers,” las “mulatas brasileñas” del carnaval y las playas de Copacabana, y el amerindio mexicano con su sombrero ancho y durmiendo debajo de un cactus. Piénselo usted. ¿Hasta qué punto pueden estos estereotipos enmascarar lo que es la realidad latinoamericana?
Bueno, basta ya de observaciones preliminares. Ahora hay que tratar de comprender esa enredada complejidad que es Latinoamérica.
1.¿Por qué a los latinoamericanos no les gusta que nos llamemos a nosotros mismos “americanos”?
2.¿Cuáles son las razones para adoptar el término “Latinoamérica” en vez de otras denominaciones?
3.¿Por qué es arriesgado hacer generalizaciones sobre Latinoamérica?
4.¿Cuáles son las zonas geográficas principales de Latinoamérica?
5.¿Por qué la geografía de Latinoamérica limita el desarrollo económico en estos países?
6.¿Cuál es el problema principal con respecto a la distribución de los recursos minerales de Latinoamérica?
7.¿Cuál es la composición étnica de Latinoamérica y cómo está distribuida?
8.¿Cuáles son las contradicciones de Latinoamérica?
9.¿Qué problemas han existido entre Estados Unidos y Latinoamérica?
10.¿Por qué es esencial—sobre todo hoy—que entendamos a los latinoamericanos?
11.¿Qué es la “hispanización” de los Estados Unidos?
1.Haga una lista de las ventajas y desventajas con respecto a las “contradicciones” que existen en Latinoamérica.
2.Discuta qué problemas se presentan cuando se hablan muchas lenguas y cuando hay muchas culturas y subculturas diferentes dentro de un mismo país.
Se forman dos grupos en la clase. Uno defiende el nombre de EE.UU. como “América” y el otro critica este término por “etnocentrista.”
1 Sistema fluvial = watershed (of river system).
2 Cauce = riverbed, channel.
3 Vanadio = vanadium.
4 Industria siderúrgica = steel industry.
5 Mestizo(a) = a mixture of two ethnic groups, most commonly Spanish and Amerindian.
6 Mulato(a) o Pardo(a) = mulatto, a mixture of European and African ethnic groups.
7 Observaremos más adelante que, por regla general (aunque haya un número considerable de excepciones), la “discriminación” en Latinoamérica obedece más a un prejuicio de tipo “clase social” que de “raza,” aunque sea difícil definir la frase “El prejuicio es más de clase social que racial” para lectores de la cultura Anglo.
8 Favela (Port.) = ghetto; lower socio-economic area of the city.
9 Concordato = concordat, an agreement between the Pope and a sovereign government regarding the regulation of ecclesiastical matters.
10 Vale oro = it’s worth its weight in gold.
11 Cornucopia = horn of plenty.
12 Empresario = entrepreneur, business tycoon.
13 A…cuentas = in the end, in the final analysis.
14 La izquierda = leftist political groups, including liberals, socialists, and Marxists.
15 La derecha = right-wing, conservative political groups, traditionally supported by the upper classes, the military, and the Church.
16 Oligarquía = a small class of conservative and powerful people, generally of the aristocracy, composed of families related by intermarriage, who largely control the political and economic affairs of the country.
17 Sandinista = a member of the Sandinista National Liberation Front, which is a social democratic political party in Nicaragua, named after Augusto César Sandino, who led the Nicaraguan resistance against the U.S. occupation of Nicaragua in the 1930s.
18 Poner…riesgo = to place at risk, jeopardize.