Fijarse en:
•La naturaleza de la novela del fin del siglo XX y el principio del siglo XX, y por qué la novela en Latinoamérica tiene una cara diferente a la de Europa.
•Las características especiales de las obras literarias discutidas en este capítulo.
•La literatura como expresión de la diversidad de las culturas latinoamericanas.
•La importancia de la Semana de Arte Moderno en Brasil.
•La función de la literatura como reflejo de una identidad nacional.
Términos:
•Afro-latinoamericanismo, Arielismo, Criollismo, Europeizante, Identidad Nacional, “Modernismo,” Novela de la Tierra, Novela Indigenista, Novomundismo, Primitivismo, Realismo-Naturalismo, Regionalismo, Semana de Arte Moderno.
En la narrativa de Latinoamérica a fines del siglo XIX y a principios del XX la expresión realista-naturalista complementa la poesía del modernismo hispanoamericano.
En términos generales, mientras el modernismo busca la estética ideal de la imaginación, el realismo-naturalismo busca un reflejo fiel del mundo tal como es. Es posible ver ejemplos de literatura realista en obras como La parcela (1898) de José López Portillo y Rojas (1850–1923) de México. Encontramos los ejemplos más puros del naturalismo en la colección de cuentos de protesta social—Sub Terra (1904) y Sub Sole (1907)—del chileno Baldomero Lillo (1867–1923), y Os Sertões (1902) del escritor brasileño, Euclydes da Cunha (1866–1909), un estudio literario-sociológico de una sublevación de campesinos en el noroeste de Brasil. De todos modos, por regla general, en las letras latinoamericanas existe una mezcla de las dos tendencias: por eso el término está combinado en realismo-naturalismo.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la expresión realista-naturalista en Hispanoamérica dio lugar a un movimiento llamado criollismo. Las manifestaciones literarias principales que emergieron del sentimiento criollista se denominaban: novela de la tierra (o novela telúrica) y novela indigenista. La novela de la tierra tiene su acción en el campo como retrato de la vida y las costumbres típicas de América. La novela indigenista retrata la vida y las costumbres de las culturas que se mezclaron con la cultura peninsular para formar el núcleo de lo típicamente latinoamericano. La expresión que sintetiza toda esa narrativa—el criollismo, la novela de la tierra, y la novela indigenista—proviene de la idea del novo-mundismo, es decir, una marcada vuelta al Nuevo Mundo con el propósito de descubrir la esencia de “lo americano.”
Como fenómenos literarios originados en Europa, el realismo y el naturalismo son dos movimientos distintos. Es decir, la expresión “del pueblo.” Mientras el romanticismo pone énfasis en lo subjetivo, el realismo resalta el predominio del estudio objetivo de la sociedad por medio de la observación empírica. Es decir, la literatura realista no debe ser simplemente el producto de lo que se siente y se inventa, sino el resultado de lo que se observa. Una obra realista debe ser el reflejo fiel de la sociedad misma. El naturalismo, movimiento que prosiguió al realismo, va aún más lejos con una aproximación científica. Propone una consideración de la sociedad como si ésta fuera un gran laboratorio dentro del cual el escritor experimenta con la conducta humana para alcanzar conclusiones universales, y o supuesto, “científicas.” En Latinoamérica, como ya se ha visto, no hay una división clara entre realismo y naturalismo, de modo que—en sentido pluralista—se unen los dos movimientos en una tendencia mejor conocida como realismo-naturalismo.
Pero ya nos hemos hundido en un diluvio de términos hasta ahora desconocidos en este volumen. Mejor vayamos a paso más lento. Los “ismos” mencionados en el párrafo anterior y en los cuadros descriptivos tuvieron su origen un poco después de 1900, año en el que el pensador uruguayo José Enrique Rodó (1871–1917) publicó un ensayo titulado Ariel. Usando como modelo The Tempest de William Shakespeare (1564–1616), Rodó presenta a Próspero, quien aconseja a un grupo de jóvenes (por implicación, la juventud latinoamericana) a través del contraste entre dos figuras simbólicas: Ariel y Calibán. El personaje de Ariel presenta valores espirituales, morales, éticos, y estéticos, mientras Calibán simboliza crudos apetitos materialistas. Rodó presenta esa dualidad como manifestación de las diferencias principales entre las culturas latinoamericanas y la anglosajona de los EE.UU. El autor de Ariel admite que tanto las características de Ariel como las de Calibán existen en todas las culturas del nuevo mundo, pero insiste en que las características de Ariel predominan en Latinoamérica mientras que las de Calibán son más comunes en EEUU. Por lo tanto, Rodó sugiere una resistencia contra la creciente influencia del materialismo de los anglosajones—evidente también en los abusos de la filosofía positivista—y un nuevo enfoque en el espíritu genuino de los latinoamericanos. Por medio de su obra, Rodó expresa que los intelectuales localizados al sur de los EE.UU. tienen una misión importante: La de servir como voceros1 para propagar la tradición humanística grecorromana. Esa tradición, precisamente, podría ser la contribución de Latinoamérica a todo el continente para contrarrestar las prácticas materialistas del industrialismo norteamericano.
Hay, entonces, un espíritu novomundista indudable en Ariel. Rodó estaba obsesionado con la esencia de la expresión latinoamericana en una época en que Europa y EE.UU., con su poder económico, empezaban a relegar a Latinoamérica a una posición de poca importancia. Rodó sentía que el papel de los latinoamericanos no consistía en solamente importar la ola de la modernidad europea y estadounidense a sus propias culturas, sino el de complementarla con valores espirituales, morales, éticos y estéticos. La preocupación de Rodó se debía en gran parte a las tendencias expansionistas de la economía de EE.UU. y esto impresionó a muchos intelectuales jóvenes de su época. Entonces hasta cierto punto Ariel concuerda con la tesis de José David Saldívar, brevemente discutida en el capítulo anterior, de que los poetas modernistas indirectamente emprendieron una rebelión contra el colonialismo económico de EE.UU. La obra de Rodó alcanzó un impacto que seguramente el autor nunca imaginó ni en sus sueños más optimistas. Emergió toda una generación novo-mundista que abrió la conciencia a la posibilidad de valores hispanoamericanos genuinos.
No hay que confundir el criollismo en la literatura con el criollo como tipo cultural-social (el español nacido en América). Sin embargo, los dos términos están relacionados. Mientras el criollismo intenta representar una expresión genuinamente americana en la literatura (con la novela de la tierra, la novela indigenista, y otras corrientes), el criollo como tipo humano representa un producto étnico genuino del colonialismo americano. Es decir, el criollismo, y los criollos son en su propia forma una manifestación más de la rica pluralidad latinoamericana.
Sin embargo, el “arielismo”—como expresión del novomundismo—no escapó a la crítica, del mismo Saldívar y otros. Hubo escritores criollistas con inclinación hacia el indigenismo cuyas obras dibujaban la vida y los problemas de los amerindios, y otros escritores igualmente criollistas que en la novela de la tierra narraban la confrontación de ser humano y la inmensidad del paisaje americano. Ellos culpaban al arielismo de “elitista.” Muchas obras del indigenismo y la novela de la tierra eran de contenido social, como reacción contra la explotación de los amerindios y la violencia que definía la vida del campo. En cambio, el arielismo tenía intereses literarios, intelectuales, y cosmopolitas principalmente. Es por esto que con frecuencia se les culpaba a Rodó y a sus seguidores, los arielistas, de ser europeizantes, y tan envueltos en su “torre de marfil” que habían vuelto la espalda a lo más íntimo de su propia cultura.
Bueno. Seguramente el arielismo no tenía como principal meta el atacar directamente los problemas políticos y sociales de los países latinoamericanos. Sin embargo, el hecho de que la expresión arielista generalmente no criticara gobiernos, instituciones y la explotación de las clases pobres y los amerindios, no quiere tampoco decir que aprobara el statu quo. Existe el argumento de que la fuga a la “torre de marfil” debido al malestar por las condiciones socio-político-económicas es el primer paso a la expresión y acción revolucionarias. Tenemos, por ejemplo, el ya mencionado caso del poeta y ensayista, José Martí, cuya expresión estética complementa su acción directa en el campo de batalla (donde murió) por la Independencia de su país—Cuba. El hecho es que los arielistas de ninguna manera eran instrumentos manipulados por las instituciones de sus respectivos países. Diseminaban la idea de que cada individuo debía desarrollar sus capacidades intelectuales y artísticas hasta donde le fuera posible, haciendo así una valiosa contribución a su patria y al pueblo.
Inevitablemente surge la pregunta: ¿Qué balance debe existir entre la expresión puramente moral-ética-estética y la protesta social en países donde abundan las injusticias? Para hallar una posible respuesta a esta pregunta, vamos a ver con más detalle la otra cara del criollismo.
Ya observamos que en términos generales la novela criollista era motivada por un profundo deseo de re-descubrir la esencia de América: el aspecto geográfico, los tipos humanos, los acontecimientos históricos y políticos, y los problemas morales, sociales y económicos.
Esta literatura a veces tendía hacia el pesimismo, ya que se fijaba en la lucha entre el individuo y su medio físico, que casi siempre vencía al individuo. A menudo la literatura criollista era también panorámica y épica, con el intento de elevar la expresión local hasta niveles universales para incluir problemas comunes de la humanidad. Además, hay un aspecto innegable de realismo que le daba a esa literatura un aspecto documental, como testimonio de lo que hay, lo que pasa, y lo que debe hacerse para remediar los problemas existentes. Entonces, aunque la narrativa criollista tuviera un sello particular y regional, de todos modos reconocía antecedentes europeos e intentaba ligarlos a las raíces americanas. En fin, hasta cierto punto se puede decir que los escritores trataban de fusionar lo popular y lo criollo (del realismo) con una expresión artística (con influencia del modernismo). El producto llegó a conocerse en algunos círculos la novela de la tierra. La novela de la tierra y la novela indigenista contrastaban con el espíritu del arielismo, una expresión más moral-ética-estética que socio-política y regional.
Uno de los grandes escritores de la novela de la tierra fue Rómulo Gallegos (1884–1969) de Venezuela, cuya novela más famosa es Doña Bárbara (1929), brevemente discutida en el Capítulo 3. Esta novela se trata del conflicto entre Doña Bárbara, terrateniente y “devoradora de hombres,” y Santos Luzardo, un abogado de la ciudad. Doña Bárbara representa la barbarie de los llanos venezolanos, simbólica de Juan Vicente Gómez, dictador del país de 1908–1935. En cambio, Santos Luzardo representa el elemento civilizador. Incorpora las supuestas características nobles y progresistas del país. A través de la novela, los defectos concentrados en la mujer luchan contra las virtudes que posee el hombre. Por fin, la naturaleza, es decir, la barbarie (doña Bárbara) está destinada a triunfar sobre la civilización (Luzardo). Según la opinión crítica, esta novela de gallegos es una de las mejores del regionalismo criollista de la primera mitad del siglo XX.
El colombiano José Eustasio Rivera (1889–1928) publicó en 1924 La Vorágine, novela regionalista de la selva americana por excelencia. En esta novela, el poeta y rebelde Arturo Cova, huye con su novia Alicia de Bogotá hacia la selva. Hay intrigas—en una de las cuales se escapa Alicia—y aventuras brutales, además de largas jornadas en la selva donde Cova conoce la esclavitud y explotación de los amerindios en la industria cauchera.2 Al final Cova mata al vendedor de esclavos amerindios y, ya reunido con Alicia, decide regresar a la civilización. Sin embargo, los dos terminan devorados por la misma selva en que antes habían buscado refugio, lo que marca su separación de la modernidad. En la obra de Gallegos la barbarie triunfa sobre la civilización, igual la naturaleza misma en La Vorágine sofoca cualquier impulso civilizador. En suma, La Vorágine presenta la selva como la verdadera protagonista, pero además, por el desarrollo de los personajes y el estilo a veces poético, la obra de Rivera merece su lugar entre las mejores novelas de la tierra.
Don Segundo Sombra (1926), de Ricardo Güiraldes (1886–1927), es una novela nostálgica de la vida del gaucho de la pampa argentina. Narra la historia de un joven de unos catorce años atraído por el aura de misterio que rodea a Don Segundo Sombra, representante del tipo nacional por excelencia: el gaucho. En el momento en que Güiraldes escribe la novela, la tradición del gaucho está pasando a la historia, y por lo tanto Don Segundo no es más que una “sombra,” un vago recuerdo de una época heroica retratada en el famosísimo poema gauchesco cuasi-épico del siglo XIX, Martín Fierro (1870–1872) de José Hernández (1834–1886), entre otras obras. En Don Segundo Sombra el joven Fabio Cáceres huye de su casa de adopción para hacerse un gaucho verdadero bajo la tutela de Don Segundo Sombra a quien llama “padrino.”3 Después de cinco años, y ya hecho un gaucho genuino, le llega al joven la noticia de que ha heredado una estancia de su familia. Siguiendo la recomendación de Don Segundo, Fabio decide aceptar su destino y herencia. Abandona la vida de gaucho, y se hace hombre culto, estanciero responsable y escritor. Como evocación a un período de la nación argentina que ya casi había desaparecido, y como estudio de la psicología juvenil y la sociología del gaucho, Don Segundo Sombra no tiene igual en Latinoamérica. Además, como expresión puramente criolla, es el máximo ejemplo. Estas características distinguen a la novela de Güiraldes de Doña Bárbara y La Vorágine en el sentido de que la gran lucha entre el individuo y la naturaleza, y el triunfo de esta última casi no entra como tema: el mensaje principal es la desaparición de una forma de vida que les había concedido a los argentinos una identidad nacional.
En la misma época de la llamada novela de la tierra y el criollismo, se desarrolló la novela indigenista. Dos de las principales características de esta novela son la explotación de los amerindios y la búsqueda de la manera más indicada para integrarlos a la corriente principal de la vida social, política y económica de sus respectivos países.
A veces la novela indigenista defiende al mestizo como heredero étnico y cultural tanto de la civilización amerindia como de la europea, y a veces o denigra como explotador brutal de la misma gente con la que comparte su cultura. A veces intenta recobrar la grandeza pasada del amerindio, y a veces sugiere la disolución de su etnicidad y cultura para incorporarlo a la cultura dominante europea. A veces pinta al amerindio como torpe, brutalizado, y sin identidad propia a causa de su maltrato generacional, y a veces lo retrata como un individuo noble de valores superiores a sus contrapartes, los europeos. En fin, la novela indigenista tiene muchas facetas, y por eso es difícil clasificarla.
Aves sin nido (1889) de la peruana Clorinda Matto de Turner (1852–1909) fue la primera novela indigenista ampliamente diseminada y de personajes bien desarrollados. Aunque quepa dentro del romanticismo, esta obra queda lejos de las novelas indianistas del movimiento romántico con personajes puramente cosméticos e idealizados. Describe con mucho detalle las condiciones de miseria, abyección, e injusticia en que vivían los amerindios dentro de una sociedad de explotación y abusos. Aves sin nido despertó mucho interés, y fue motivo de denuncia de las prácticas comunes respecto a los indígenas americanos. Pronto alcanzó tres ediciones y una traducción al inglés que fue publicada en Londres.
Huasipungo (1934),4 del ecuatoriano Jorge Icaza (1906–1978), también gozó de fama inmediata. Relata la construcción de una carretera por Alfonso Pereira, terrateniente adinerado, para abrir tierras en el interior del país y venderlas a una empresa capitalista de Norteamérica. Usando maniobras engañosas, don Alfonso consigue el trabajo gratis de los amerindios por medio de falsas promesas, y muchos de ellos pierden la vida al servicio de su patrón. El punto culminante de la historia ocurre cuando los amerindios se dan cuenta de que don Alfonso ha vendido tierras que incluyen sus huasipungos, y pronto tendrán que abandonarlos. Se rebelan, pero están destinados a la derrota, porque la oposición consiste de las fuerzas combinadas del empresario norteamericano, el latifundista, el gobierno, y la iglesia. Huasipungo es una fuerte expresión del elemento indígena de América. Sin embargo, hay que aceptar que le falta un argumento bien desarrollado, ya que es poco más que una sucesión de escenas, a veces sin conexión bien definida. (En realidad, muchas novelas de la época padecen de lo mismo, por ejemplo Raza de bronce [1919] del boliviano Alcides Arguedas [1879–1946], aunque siguen teniendo valor histórico).
El peruano Ciro Alegría (1909–1967) nos ha dejado El mundo es ancho y ajeno (1941), considerada en su tiempo como la cumbre de la novela indigenista. El autor describe una comunidad amerindia ejemplar, pero sujeta a muchas injusticias. Cuando Rosendo Maqui, el alcalde indígena, muere injustamente en la cárcel, no pueden aguantar más los amerindios, y se rebelan contra sus explotadores—sin embargo, esto no sucede antes de que un mestizo, y líder de un sindicato, simbólicamente les enseñe la base de las ideas marxistas. La obra termina con el sonido de los rifles del ejército aplastando la rebelión a favor de los intereses de los grandes latifundistas. El mensaje es fuerte: el mundo es “ancho” para el que tiene el poder, pero queda “ajeno” para el pobre amerindio que considera las tierras que habita suyas por herencia. Con respecto al tema de la novela indigenista, no hay que olvidar a otro escritor peruano, José María Arguedas (1911–1969), cuyas principales novelas—Los ríos profundos (1958), y Todas las sangres (1964)—mezclan antiguos mitos quechuas dentro de la condición vigente del amerindio. Además El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971), libro póstumo de Arguedas es impresionante testimonio personal de la vida del amerindio, se extiende hacia la condición general de la humanidad. De México y Centroamérica destacan sobre todo los nombres del laureado del Premio Nobel en 1968, Miguel Ángel Asturias (1899–1974) de Guatemala, y la escritora mexicana, Rosario castellanos (1925–1974). Hombres de Maíz (1949) de Asturias es un intento de recapitular la historia entera de los mayas, y por extensión los amerindios de todas las Américas a través de la mitología. Se trata del conflicto entre el indígena y el criollo Guatemalteco sobre el maíz. Para el amerindio, el maíz es algo sagrado: como la base de su alimento, equivale a la vida misma. En cambio, para el criollo el maíz no representa más que una función comercial, y por eso hay que destruir la selva para sembrar maíz y otros productos de la tierra en grandes cantidades. Al final, la novela rebela el alma del amerindio y su postura tradicional-mítica vis-à-vis la situación socio-política-económica de Centroamérica en el proceso de su modernización.
Rosario Castellanos, habiendo vivido en íntimo contacto con los amerindios del estado de Chiapas, México desde su niñez, tenía una intuición bastante certera sobre el espíritu del indígena americano. Posiblemente su mejor obra, Oficio de tinieblas (1962), pone al descubierto la degeneración de la psicología del criollo de la zona y el deplorable estado de miseria e ignorancia en que ha caído el amerindio. El violento conflicto entre las dos culturas desde la época de la conquista ha llegado a ser endémico, produciendo conformismo por parte de los explotados y los explotadores, contra lo cual castellanos lucha por medio de su pluma. Sin embargo, al final la autora reconoce con pesimismo que un diálogo entre las dos culturas nunca se va a realizar.
Existe, además, una rica expresión afro-latinoamericana en la literatura que contribuye a la pluralidad cultural de América Latina. Esta literatura encuentra su mejor expresión en la poesía, aunque hay casos notables en la prosa, tales como Ecué-Yamba-O (1933) y El reino de este mundo (1949) del escritor cubano, Alejo Carpentier (1904–1980). La primera novela es una historia de los afro-cubanos, y la segunda—escrita después de que el autor visitara Haití—trata de la sublevación de los esclavos y su participación en la Independencia de este país, la primera en toda Latinoamérica en 1804. En la poesía, autores como el puertorriqueño Luis Palés Matos (1898–1959) y el cubano Nicolás Guillén (1902–1989), intentan captar el ambiente psicológico y social, los sentimientos e intuiciones, así como los sufrimientos y las creencias místicas y mágicas del afro-latinoamericano. Esta poesía revela su forma de hablar y de vivir, sus ritos, música y danza, además de sus tradiciones folklóricas. Es poesía dinámica, con mucho ritmo y sonoridad.
Hay poetas afro-latinoamericanos que son negros y mulatos, como el mismo Nicolás Guillén. Sin embargo, la mayoría de los poetas de esta expresión son criollos. En América Latina, el interés por las culturas afro-latinoamericanas despierta durante los años 1920s con la vanguardia artística francesa. Esa vanguardia tuvo enfoque en el “primitivismo” de las culturas tradicionales, sobre todo en el continente africano. Entonces la literatura afro-latinoamericana desde el principio fue, propiamente dicho, solamente un movimiento nacido directamente del suelo americano: fue frecuentemente una “importación” por parte de gente criolla, “los de arriba.” Sin embargo, el hecho de que la literatura afro-latinoamericana surgiera de orígenes indirectos no le quita necesariamente valor como literatura. A menudo, la expresión literaria afro-latinoamericana a través de un autor criollo le da más sabor al pluralismo cultural latinoamericano.
Un ejemplo de la fusión de elementos vanguardistas y la expresión literaria de todos los días del afro-latinoamericano—fusión que Alfonso Reyes (1884–1959), intelectual mexicano, bautizó con el nombre de jitanjáforas—es el de la “Danza negra” (1926) de Palés Matos:
Calabó y bambú
Bambú y calabó
El gran Cocoroco dice: tu-cu-tú
La gran Cocoroca dice: to-co-tú
Rompen los junjunes en furiosa ú
Los gongos trepidan con profunda ó
Es la raza negra que ondulando va
En el ritmo gordo de mariyandá
Estos versos deben leerse en voz alta para sentir el ritmo de la tradición oral, la ondulación de los sonidos, y la combinación juguetona de las vocales y las consonantes. Deben leerse despacio poniendo especial atención a los movimientos de las cuerdas vocales, la lengua y los labios.
¿Ya agarró usted el ritmo? Éste se tiene que vivir. Es decir, el ritmo vive porque la vida misma es ritmo. En resumen pues, la literatura latinoamericana: una fusión y confusión llena de intriga e inspiración.
A través de las obras indianistas de José de Alencar y otros escritores del siglo XIX, los intelectuales brasileños comenzaron a escudriñar5 su pasado—su herencia europea y sus raíces culturales en un esfuerzo por descubrir la esencia de lo brasileño. La búsqueda les despertó una conciencia social que culminó en la lucha para abolir la esclavitud en los últimos años de ese siglo.
Esa nueva conciencia de los brasileño emergió en São Paulo entre el ocho y el dieciocho de febrero en forma de una nueva expresión artística. Durante esa semana, conocida como la Semana de Arte Moderno, se estableció un movimiento llamado el “modernismo.” Los grandes patriarcas del “modernismo” de Brasil incluían a Mário de Andrade (1893–1945), el llamado “Papa del modernismo,” Manuel Bandeira (1886–1968), y José Oswald de Souza Andrade (1890–1954), cuya frase irónica shakespeariana, “Tupí or not tupí, that is the question,” condensa la mencionada fusión de lenguas y culturas en una sola frase. El culto a la modernidad se nota de manera dramática en dos obras de Mário de Andrade, Paulicéia desvairada (1922; “Ciudad alcinada”) y Macunaíma (1928).
El “modernismo” brasileño es distinto al modernismo hispanoamericano. El modernismo de Hispanoamérica, que antecedió al “modernismo” de Brasil, se limita principalmente a la pura expresión literaria, con una marcada preocupación por las tendencias de la modernidad del mundo occidental y su influencia en Hispanoamérica. En cambio, el “modernismo” del país de habla portuguesa trata de integrar todas las artes en una sola expresión artística. Representa una fusión de las tendencias vanguardistas de Europa, sobre todo el interés en la combinación del “primitivismo” africano con lo genuinamente brasileño—incluyendo la tradición oral de los amerindios y afro-latinoamericanos. Además, comprende un culto a los avances materialistas y tecnológicos del mundo occidental “moderno,” culto que en Europa se ha llamado el “futurismo.”
Macunaíma es una fusión cultural de la tradición mítica mágica, el colonialismo, el folklore, y la modernidad occidental. Macunaíma, el protagonista, es el hibridismo viviente: representa la fusión de múltiples perspectivas culturales. Con rasgos de amerindio, afro-brasileño y europeo, manifestando culturas tradicionales y “modernas”—y como analfabeto y a la vez conocedor de las literaturas y el pensamiento del mundo—Macunaíma incorpora dentro de sí todos los aspectos pluralistas de la naciente cultura brasileña contemporánea. Es la condensación de todos los brasileños, es el símbolo mismo de la nación brasileña. Aunque Macunaíma como obra ha quedado fuera de la conciencia colectiva del pueblo brasileño, Macunaíma, el protagonista, sigue como expresión de la Semana de Arte Moderno que no ha perdido su vitalidad, continúa sirviendo como fuerza impulsora para todas las artes en Brasil.
En fin, el arielismo, criollismo, indigenismo, afro-latinoamericanismo, y el modernismo brasileño son expresiones que, además de las aportaciones de Europa, brotaron como fuente del corazón y la mente de los intelectuales latinoamericanos. Hay antecedentes a esos movimientos el modernismo hispanoamericano y obras brasileñas del siglo XIX, desde luego, y no se pueden ignorar las múltiples influencias del extranjero. Lo importante, no obstante, es que hubo un intento—que llegó a convertirse en una obsesión—por encontrar la esencia de “lo americano.” Fue una vuelta hacia el interior, a la contemplación y a introspección, formulando preguntas como: ¿Por qué somos como somos? ¿Qué es lo que nos distingue de los demás pueblos? ¿Qué contribuciones únicas y legítimamente nuestras hemos aportado al mundo?
Se abren los ojos, los oídos, y las conciencias a las realidades latinoamericanas, y lo que se ve es un nuevo mundo, un mundo que había ocultado la conquista, la colonia, y el nacionalismo de tendencias imitativas del siglo XIX. Por primera vez en Latinoamérica, se puede ver lo que había sido el otro (lo amerindio, afro-latinoamericano, mestizo). Como resultado, América empieza a “inventarse” de nuevo. Esa nueva invención fue—y todavía es, porque no se ha completado—dolorosa y deslumbrante al mismo tiempo, aterradora y atrayente.
Durante las primeras dos décadas del siglo XX, en la esfera socio-política-económica, el impulso máximo de esa nueva “invención” no podría ser otra cosa que la Revolución Mexicana, que merece atención especial en el próximo capítulo.
1.¿Qué es el realismo-naturalismo? ¿Por qué están estos dos términos unidos en uno?
2.¿Qué es el criollismo? ¿El novomundismo?
3.¿Cómo se definen la novela de la tierra y la novela indigenista que nacieron del sentimiento criollo?
4.¿Por qué es importante Ariel y por qué lo han también criticado?
5.¿Qué características tienen Doña Bárbara, La Vorágine, y Don Segundo Sombra?
6.Describa brevemente Aves sin nido, Huasipungo, y El mundo es ancho y ajeno.
7.¿Cómo se puede definir la expresión afro-latinoamericana?
8.¿Por qué ha sido la poesía la expresión más vigorosa de la literatura afro-latinoamericana?
9.¿Qué fue la Semana de Arte Moderno?
10.¿Cuál es la diferencia entre el modernismo hispanoamericano y el modernismo de Brasil?
11.¿Qué cualidades sobresalientes tiene Macunaíma?
12.¿En qué consistió la nueva “invención” de América?
13.¿Por qué son tan importantes las nuevas tendencias literarias de Latinoamérica durante las primeras décadas del siglo XX?
1.Explicar la controversia entre los arielistas y los criollistas o americanistas. ¿Por qué fue importante y saludable que brotara esa polémica?
2.¿Cuál puede ser el papel de la literatura en la formación de la identidad colectiva de un pueblo? ¿Hasta qué punto desempeñó la literatura este papel en Latinoamérica?
Un equipo de debate defiende un punto de vista algo intelectual y quizás “elitista” del “arielismo,” mientras otro equipo defiende la necesidad de una expresión “popular,” es decir, la expresión “del pueblo.”
1 Vocero = spokesperson.
2 Industria cauchera = the harvesting and processing of latex from the rubber trees.
3 Padrino = godfather.
4 “Huasipungo” es el nombre que daban a las parcelas de tierra que cultivaban los amerindios durante la era prehispánica.
5 Escudriñar = to scrutinize, search for.