CAPÍTULO 17

UNA ERA DE CAMBIOS POLÍTICOS

Fijarse en:

El significado del gran sueño de la modernidad.

La importancia de Eva Perón en el experimento argentino.

Las condiciones especiales de Brasil y la naturaleza de su dictadura.

Las semejanzas y diferencias entre Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas

en sus respectivos intentos de realizar su sueño.

El porqué de las intervenciones militares en Argentina y Brasil.

La diferencia fundamental entre Perú, por una parte, y Argentina y Brasil, por otra.

Las características de la teoría de la “dependencia.”

Términos:

Aprismo, Dependencia, Desaparecidos, Ditabranda, Estado Novo, Guerra Sucia, Junta, Justicialismo, Manifiesto, Modernidad.

SUEÑOS

Desgraciadamente en este volumen ha sido necesario, por falta de espacio, omitir muchos nombres, lugares, y sucesos importantes. El problema es que el calidoscopio cultural del continente es de tal complejidad que no permite una revelación amplia en unas cuantas páginas.

Pero así también es la vida al sur de las fronteras con de EE.UU.: calidoscópica, compleja y de una velocidad vertiginosa. Lo que pasa es que una gran parte de los latinoamericanos quieren alcanzar la “modernidad.” Quieren cambios inmediatos. En muchos casos—aunque no todos, como vamos a ver—la gente, sobre todo la de clase media, tiene la idea de que los cambios que quiere traerán progreso económico. Habrá prosperidad y abundancia, y entonces estarán al alcance casa, carro, televisión, computadora, juegos de video, y teléfono celular. EE.UU., para bien o para mal, ha contribuido a la proyección de esa imagen—de la buena vida del consumismo—en todos los países en desarrollo. La imagen fascina a los hambrientos y los desempleados, y nutre los sueños que perduran en la mente de la clase media. Como resultado, existe la esperanza de que el “milagro económico mexicano, brasileño, chileno, argentino, peruano, etcétera,” se va a realizar, y todo quedará resuelto. Pero como escribió el dramaturgo español del Siglo de Oro, Pedro Calderón de la Barca (1600-1681): “la vida es sueño, y sueño, sueño es.” Sí, los sueños son sueños, y nada más. Sin embargo, perduran.

Son dignos de mención especial dos caminos hacia la realización de esos sueños de la sociedad consumista además del sueño de lograr un sistema socio–político ideal: (1) a través de experimentos “desde arriba” (Argentina, Brasil, Perú), y (2) a través de experimentos socialistas o casi-socialistas (Chile, Cuba, Nicaragua). En breve se verá cada uno de estos casos, los primeros tres en este capítulo y los últimos tres en el capítulo que sigue.1

DEL EXPERIMENTO AL HECHO HAY UN TRECHO: ARGENTINA

Después del lema del estadista Juan Bautista Alberdi, “Gobernar es poblar,” Argentina logró una transformación democrática a base de ola tras ola de inmigrantes, la gran mayoría de ellos italianos y españoles.

Mientras estuvo de presidente Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), se había establecido en Argentina la base de educación pública más sólida de toda Latinoamérica. El presidente Julio A. Roca había limpiado la pampa de amerindios al marginarlos hasta la Patagonia—y desafortunadamente en algunos casos al exterminarlos. El puerto de Buenos Aires estaba ya equipado para la exportación de pieles de ganado en cantidades impresionantes, y se estableció el inicio de una red de vías de ferrocarril y un sistema de telégrafo. Ahora el país estaba listo para recibir a los inmigrantes, sobre todo granjeros y ganaderos, para trabajar en las estancias. En 1880, 26.000 inmigrantes llegaron a buenos Aires, número que subió hasta 219.000 para 1889. En 1890, Buenos Aires tenía cerca de 300.000 habitantes, 90% de ellos extranjeros. Para 1909 la ciudad porteña contaba con 1.244.000 habitantes, y en 1914 la población del país había alcanzado 7.900.000.

El problema fue que la oligarquía tradicional estuvo en control de las estancias y de la política del país desde 1890 hasta 1910. Durante esa época la Unión Cívica Radical (los “radicales”) cada vez alcanzaba más influencia—se llamaban “radicales,” aunque en términos políticos de hoy no serían tan “radicales.” La oligarquía cedió el poder a los “radicales” por voto popular en 1910, y ellos se mantuvieron en el poder hasta 1930, cuando volvió el antiguo régimen conservador. Pero la Argentina de entonces, envuelta en la Gran Depresión Económica, y con la caída de los precios del trigo y la carne de res, ya no era la Argentina próspera del pasado. La oligarquía en realidad no había creado oportunidades económicas para las olas de inmigrantes, y por desgracia no tuvo la visión de establecer una base industrial que complementara la producción de la agricultura. Entonces mientras Europa y EE.UU. importaron los productos de la industria pesada2 a Argentina a precios cada vez más altos, el trigo y el ganado, que los argentinos exportaban, valían menos. Como consecuencia, el balance de comercio cambió de favorable a desfavorable. A la vez, el crecimiento demográfico de Buenos Aires continuaba a pasos asombrosos. Se conglomeraban en los barrios de Buenos Aires los hijos de la generación de inmigrantes italianos y españoles, y los trabajadores recién llegados de las estancias casi-feudales de la pampa en busca de una vida mejor. Todos anhelaban sueldos más respetables en los mataderos3 y en los frigoríficos.4 Estaban dispuestos a dar su apoyo a cualquiera que les prometiera mejores condiciones. Los burócratas y profesionales de la clase media, insatisfechos con sus sueldos, también soñaban con un mundo mejor. La situación era precaria.

Ahora entra Juan Domingo Perón (1895-1974), caudillo impresionante y jefe del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una organización militar. En 1943, Perón fue designado como Ministro de Trabajo, e inmediatamente se puso a organizar a los trabajadores, cuya membresía en los sindicatos había subido del 10% al 70% en sólo dos años. El prestigio de Perón creció al mismo tiempo, animándolo a lanzar una campaña presidencial para las elecciones de 1946. Ganó con facilidad y comenzó a crear una organización política poderosa con el fin de mejorar los sueldos de los trabajadores, los llamados “descamisados,”5 promoviendo la industrialización del país. Su esposa, Eva Duarte de Perón, mujer guapa, extrovertida y de familia pobre, había trabajado en la radio y era muy conocida en Buenos Aires. Consiguió la simpatía de la clase trabajadora, sobre todo la de los pobres, y emprendió una lucha para mejorar sus condiciones. “Evita” tenía una energía impresionante: salía a la calle para conocer personalmente y apoyar a “los de abajo,” y con la sanción de la Iglesia, hizo campaña para mejorar la asistencia médica, organizar centros de ayuda para los desempleados, y otros programas sociales. Mientras tanto, Juan Perón extendía promesas a los trabajadores a través de una denuncia de la oligarquía conservadora.

El programa político de Perón consistió en un camino intermediario: eligió algunos elementos del capitalismo, otros tantos del socialismo, y unos cuantos más del fascismo, creando una ideología ecléctica e indefinida que bautizó con el nombre de justicialismo. El programa llegó a ser, a medida que Perón le daba referencias imprecisas a su retórica política, una mezcla de corporativismo—el caudillo admiraba a Benito Mussolini de Italia—con una fachada más o menos democrática. Los Perón, Juan y Evita, tuvieron suerte en iniciar el programa durante un nuevo período de prosperidad económica, de modo que pudieron lanzar una serie de proyectos sociales y exigir a las empresas mejores sueldos para los trabajadores. Sin embargo, el período de prosperidad fue breve, y la situación financiera del país pronto se agravó. Poco a poco, Juan y Evita perdieron el apoyo de la Iglesia y del ejército, y cultivaron nuevas enemistades entre gente de la oligarquía, que nunca los habían querido desde un principio. El acontecimiento más trágico para Perón llegó con la muerte de su esposa en 1952. Sin el carisma de la enigmática Evita, y ya habiendo perdido mucho de su ímpetu, el sueño de Perón comenzó a desvanecerse. Mientras tanto, la oposición cada vez cobraba más vigor. Presintiendo su caída, el 19 de septiembre de 1955 Perón renunció y buscó asilo político en Paraguay. Había acabado el experimento populista-justicialista.

Durante los años que siguieron al derrocamiento de Perón, Argentina sufrió de: (1) un golpe de estado por parte del ejército en 1962, (2) una vuelta al peronismo con el voto de los eternamente fieles trabajadores a favor de Perón en 1973, y su muerte repentina en 1974, (3) un desastroso período en el que la segunda esposa y luego viuda de Perón, Isabel, fue presidente (1974-1976)—la primera mujer presidente en toda Latinoamérica—y (4) un régimen militar de 1974-1983. Durante esa última dictadura, la violación de los derechos humanos se intensificó, con un estimado de 23.000 desaparecidos—enemigos reales o imaginarios que dejaron de existir, sin rastro—en lo que se ha denominado la guerra sucia. El régimen cultivaba más antipatía con cada año que pasaba. En 1982 el ejército ocupó las Malvinas (Falkland Islands), que Argentina había estado reclamando de la Gran Bretaña desde el siglo XIX. Se supone que ese acto desesperado por parte del ejército fue un intento de demostrar su patriotismo y salvar su reputación. Sin embargo, no dio resultado. La represalia de la Gran Bretaña fue inmediata y el ejército argentino fue derrotado rotundamente. Un grito de indignación del pueblo a causa de la ineptitud de la dictadura fue espontáneo, y en 1983 el ejército, con prudencia, permitió elecciones.

Pero ahora, un nuevo mal empezó a correr la república: la inflación (de 4.923% en 1989) ligada con el estancamiento económico (“stagflation”), y la deuda externa (que alcanzó 65 millones de dólares, la más grande después de Brasil y México). Por fin, el nuevo presidente “peronista,” Carlos Saúl Menem (1989-1995, y re-elegido hasta 1999), pudo controlar la inflación con la imposición de un programa de austeridad que inyectó la economía con una pequeña dosis de vitalidad. No obstante, las medidas impuestas por Menem causaron una brecha más grande entre ricos y pobres, lo que causó nueva inquietud. En 1999 fue elegido Fernando de la Rúa de la Unión Cívica Radical (UCR). De la Rúa no cambió el plan económico de Menem, a pesar de que la crisis se agravaba, lo que causó descontento general. Comenzó la fuga de capital a la que se confrontó con el congelamiento de cuentas bancarias (el corralito), medida que provocó pánico, caos y protestas por parte de la población. En 2001 de la Rúa fue forzado a renunciar. El congreso eligió a Eduardo Duhalde como presidente interino. Duhalde obliteró la taza fija de intercambia puesta en vigor por Menem, entonces para 2002 la crisis empezó a mejorar. En 2003 el neo-peronista Néstor Kirchner fue elegido presidente. Kirchner continuó el plan económico de Duhalde, terminando con la crisis económica y alcanzando significativo crecimiento de PIB fiscal y superávit comercial. Bajo su mandato, Argentina re-estructuró su deuda externa con un descuento sin precedente de 70% ante el Fondo Monetario Internacional. Además empezó a perseguir legalmente a militares acusados de crímenes contra la humanidad durante la Guerra Sucia. Su esposa, Cristina Kirchner fue elegida presidente en 2007 y la situación económica en Argentina ha ido empeorando paulatinamente desde entonces. También, Kirchner ha estado envuelta en acusaciones de corrupción y violación de derechos humanos, además de tratar de amordazar a la prensa.

(Con respecto a Argentina y otros países del cono sur, hay que mencionar brevemente el Mercosur, un mercado común redactado en Asunción, Paraguay en 1991 entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y puesto en vigor en 1995. Según este acuerdo, los países de los cuatro países circularían libremente con una tarifa de entre 0% y 20%, y el dinero invertido desde un país a otro gozaría de las mismas garantías que existieran dentro del país de donde provenía el dinero invertido. El éxito del acuerdo, desde luego, dependería del control de la inflación en los cuatro países, y de un crecimiento económico equilibrado entre ellos. A pesar de su tenue comienzo, Carlos Menem enfatizó que el Mercosur debería considerarse como un paso necesario para establecer un mercado común hemisférico. Venezuela se unió a Mercosur en 2012).

CAMBIOS SÍ, PERO SUAVES DESDE LUEGO: BRASIL

Como se ha observado, en 1822 en Iripanga Dom Pedro I declaró “Indepencia ou morte!,” y con relativamente poca violencia, Brasil quedó libre del colonialismo. En 1831 Pedro I dejó el país en desorden, y diez años después Pedro II fue proclamado emperador. Reinó hasta 1889, cuando comenzó la “Primera República” (1889-1930), durante la cual dominaron los republicanos.

A principio, los republicanos estaban divididos. Pero pronto formaron una coalición débil que apenas controlaba a los caudillos (Port., coroneis) locales, que a menudo entraban en guerras con el gobierno federal El poder político oscilaba entre São Paulo y Rio de Janeiro hasta 1906, cuando se formó una alianza entre los dos centros de poder económico, São Paolo y Minas Gerais (alianza de café con leche, le decían), que se prolongó hasta 1930. Durante ese tiempo, São Paulo pudo dominar Rio y el sur del país.

Para el año 1930 la Gran Depresión económica había tenido un efecto desastroso en Brasil, y las élites estaban divididas. Getúlio Vargas, gobernador del estado de Rio Grande do Sul, hizo campaña para la presidencia en 1930 y perdió. De todos modos, el ejército lo colocó en la silla presidencial, y Vargas comenzó a gobernar, casi sin programa político aparte da su obsesión por acabar con el dominio de la élite cafetera de São Paulo. Hombre enérgico y práctico, Vargas se aprovechó de los caciques de las provincias (ahora eren conocidos como los tenientes [Port. Tenentes]) que formaban una coalición sumamente tenue pero eficaz. Los tenientes instituyeron reformas sociales tales como educación obligatoria y derechos para los trabajadores. Pero esas reformas, muy pocas y mal organizadas, sólo sirvieron para incrementar la vehemente oposición de los paulistas. Vargas concedió la libertad a los viejos republicanos de São Paulo para gobernarse tal como quisieran. A la vez, para satisfacer a los que pedían más democracia, lanzó una reforma electoral con el voto de las mujeres y más colaboración de los estados en los asuntos del gobierno federal. De esta manera, se presentó como un líder que representaba todo para todo el mundo: un caudillo audaz y eficaz, práctico pero enigmático.

De 1930 a 1945 Vergas se mantuvo en el poder a través de una “dictadura benigna” o “blanda” (Port., en vez de “ditadura,” “ditabranda”), típica de la personalidad relativamente suave de los brasileños. Bautizó el régimen con el nombre de Estado Novo, siguiendo más o menos el ejemplo del dictador fascista, António de Oliveira Salazar de Portugal. Pero el gobierno de Vargas no fue del todo fascista. Vargas nunca formó un sistema dictatorial en todo el sentido de la palabra, ni gozaba de carisma como Perón. Su gobierno fue en cierto sentido semejante al de Porfirio Díaz de México: “Mucha administración y poca política,” como decía el mismo Díaz. Es decir, escogía con cuidado a los administradores de modo que formaran una coalición, aunque débil. Sin embrago, Vargas no se olvidaba de las masas de pobres en el campo y en la ciudad como hizo Díaz. Su táctica fue la de un héroe con mil máscaras. Se ponía una de las máscaras mientras bailaba en los salones de las élites, otra máscara en el mercado y las oficinas cuando se asociaba con la clase profesional, y una máscara más al ponerse en el desfile carnavalesco con los explotados y oprimidos. Reiterando: quería presentarse como representante de todo para todos.

Los problemas más apremiantes de Brasil eran la unificación nacional y la industrialización. Como solución, Vargas empezó poco a poco a reducir el poder de los estados—a los que antes les había permitido concebir ilusiones de autonomía para conquistar su apoyo. Puso secretarías de industria y trabajo bajo el poder del gobierno central—sin embargo, los intereses agrícolas poderosos seguían intocables. En un acto puramente simbólico, fueron quemadas las banderas de los estados para indicar que de ahí en adelante Brasil se guiaría por una sola bandera: la que representaba a un Brasil para todos los brasileños. Ahora, según el sueño de Vargas, existía un pueblo y un país, lo que era algo irónico en vista de la población étnica tan diversificada de norte a sur, con la riqueza en el sur y la pobreza en el noreste. De todas formas, el Estado Novo intentó crear un ambiente de movilidad social y económica y un orgullo nacional. Se aprovechó de la ficción de los brasileños por el fútbol soccer, el carnaval, la música, y el arte para fomentar un sentimiento de nacionalismo.

No obstante, había demasiados conflictos en esa sociedad tan pluralista, y la deseada creación de un Brasil para todos no pudo realizarse con la facilidad que Vargas hubiera deseado. En 1945, Vargas reinició bajo mucha presión del ejército y varios grupos elitistas. Regresó a Rio Grande do Sul, y se dedicó a cuidar su ganado. Pero todavía no le había llegado la tranquilidad espiritual que deseaba. En 1951 volvió a la política y fue elegido presidente de nuevo. Sin embargo, los demonios dentro de su cabeza lo seguían torturando, sus enemigos no lo dejaban en paz, y se suicidó en 1954, dejando para la posteridad una misteriosa carta en la que denunciaba las intervenciones clandestinas de la oligarquía nacional y de países extranjeros en los asuntos de la nación.

A la larga, el experimento de Vargas fracasó. Pudo centralizar la máquina política, pero la simpatía de la gente seguía descansando en los jefes provincianos en vez del gobierno central. Estableció una base industrial, pero el país todavía dependía demasiado de la agricultura. Ahora hasta cierto punto Brasil era para los brasileños, sin embargo continuaban las enemistades en las provincias, clases sociales, y grupos étnicos. El sueño fue bonito, y hubo beneficios gracias al experimento con una democracia limitada, por cierto, pero la utopía todavía quedaba en el lejano horizonte.

Una época nueva, la de la llamada “República Democrática,” siguió a Vargas desde 1946 hasta 1964. Fue un período de inquietud social, de coaliciones esporádicas y desorganización política, además de subidas y bajadas económicas. En 1964 intervino el ejército con el pretexto de “limpiar” a política del país. Comenzó entonces otra ditabranda (¡y apenas unas horas después, el Presidente Lyndon Johnson de EE.UU. telefoneó a los generales, felicitándolos por haber llevado a cabo una transformación “democrática’!). Los generales echaron a la mayoría de los políticos principales, acusándolos de “corruptos” y “comunistas”—términos tan generales y ambiguos de la época que podían aplicarse a todos los que no estuvieran de acuerdo con la política conservadora. Represión política hubo durante la época, nadie puede negarlo. Pero fue una represión sutil—típico de la ditabranda—en los niveles subterráneos de la sociedad. A un turista pasando sus vacaciones en Rio de Janeiro le habría parecido una sociedad de placer y alegría, con el máximo de libertad. Sin embargo, debajo de la superficie, había violencia política. De todas maneras, quizá haya una nota positiva como resultado de la ditabranda. A base de un programa de austeridad impuesto por el ejército, en poco tiempo la inflación fue reducida a niveles tolerables, y hubo nuevo influjo de vida en la economía del país. Con la nueva estabilidad, durante los años 1970 la exportación de productos de la industria brasileña llegó a ser de importancia prima. Lo malo es que, según la crítica—y con razón—el “milagro económico” fue realizado a costa de los trabajadores y la gente marginada.

En 1985 hubo elecciones y un civil, José Sarney, jefe del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) tomó las riendas de la presidencia. Ahora había más libertad, por cierto, pero menos control. Comenzó una época de hiper-inflación, hubo nueva polarización de las fuerzas políticas, y la división entre ricos y pobres llegó a ser cada vez más profunda. En 1989 fue elegido Fernando Collor de Mello, joven conservador de cuarenta años de edad. Para este año la inflación había bajado un poco pero todavía alcanzó 1.765% por año. La disparidad social ahora era pésima: 60% de los pobres recibían sólo 16.4% de los ingresos nacionales, mientras el 10% recibía 66.6. Una pequeña minoría había recibido el beneficio del desarrollo económico desequilibrado desde la Segunda Guerra Mundial. Las medidas de Collor de Mello para remediar esta disparidad social fueron dramáticas. Bajo su plan para un “Nuevo Brasil,” puso en dieta de austeridad al cuerpo gordo de la burocracia, aflojó las restricciones económicas para que hubiera más libertad de comercio, y congeló los precios en un esfuerzo por bajar la inflación—lo que enajenó a gran parte de la clase adinerada. En general, a pesar de que Collor de Mello a veces se portaba como “payaso” en público con sus intentos ridículos de presentarse como populista, Brasil alcanzó un nivel moderado de estabilidad y crecimiento económico (aunque desequilibrado).

Sin embargo, Collor de Mello acabó desempeñando el papel de protagonista en un teatro de farsa. En 1992, fue relevado de su puesto (incapacitado o “impeached”) por un acto del congreso a causa de veinte denuncias, incluyendo transacciones económicas ilegales, uso ilegítimo de su oficina, falsificación de documentos, y extorsión. Ese acto del congreso desató una celebración de gente de la clase media por toda la república que alcanzó euforia de carnaval. De repente parecía que la democracia estaba funcionando: por acción civil en vez de militar se pudo superar una crisis política, y ese medio implicaba precisamente la voluntad del pueblo. La gran ironía fue que Collor de Mello había llegado a la presidencia con la promesa de acabar con la corrupción.

Al fin de cuentas, la política, política es. Relativamente poco cambió después de Collor de Mello aparte de una disminución impresionante de inflación, y el país forzosamente volvió a la brusca realidad. Lo que urgentemente le hacía falta a Brasil era incluir a las clases trabajadora y campesina dentro de la prosperidad de que gozan la clase media y alta, aunque fuera un poco. El sueño, desde luego, persistió, aunque a veces amenazaba con volverse pesadilla para el presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-1998). Afortunadamente, la administración de Cardoso logró controlar la inflación gracias al éxito del Plano Real,6 lo que le valió la re-elección en 1998. Luís Inácio Lula de Silva, candidato opositor, fue electo presidente en 2002 y re-elegido en 2006 dentro de un ambiente de paz, lo que parecía probar que Brasil había alcanzado la estabilidad política. En 2013 fue electa Dima Rousseff, la primera mujer presidente. Sin embargo, su mandato se ha ensombrecido con acusaciones de abuso de poder por parte de la policía, desigualdad social, y corrupción. Entonces por una parte se logró el sueño de una aparente igualdad sexual en la política, pero la brecha entre las clases sociales y una falta de transparencia en la administración, continúa causando problemas para Brasil.

TODOS MILITARES, SÍ SEÑOR, PERO RESPONSABLES: PERÚ

Al independizarse Perú, más de la mitad de los peruanos eran amerindios, la mayor parte de ellos no hablaban español. Ese hecho no pudo menos que agravar las dificultades que se presentaron al pueblo peruano, ansioso de forjar una nueva nación. Lo peor fue que los peruanos, profundamente conscientes del glorioso pasado colonial de Perú como centro de poder, sus actividades comerciales, y su cultura, quisieron extender su autoridad a los nuevos vecinos de Bolivia y Ecuador. Generales ambiciosos de los tres países pasaron la primera década después de la independencia peleándose entre sí. Pero fue en vano: en realidad, nadie logró nada.

De 1840 a 1880, ricos depósitos de guano7 y nitratos8 en la costa de Perú, Bolivia—entonces tenía territorio que daba al mar—y Chile, exigían buenos precios a Europa, ya que había cada vez más demanda de fertilizantes. La competencia por esos depósitos culminó con la Guerra del Pacífico (1879–1882). Chile fue victorioso, Perú perdió territorio, y Bolivia quedó sin costa. Entre los años 1880 y los 1930, hubo en Perú un fuerte influjo de capital extranjero. La producción de azúcar, textiles, y cobre, y la construcción de vías de ferrocarril, puertos, utilidades, y edificios públicos, estaban en manos de intereses internacionales, lo que causó una ola creciente de crítica por parte de la clase media del país. Hubo demandas de: (1) menos concentración del poder en manos de extranjeros y terratenientes, (2) derechos civiles para los marginados, y (3) más libertad para la prensa.

Críticos dignos de notar fueron Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) y el marxista José Carlos Mariátegui (1894-1930). Mariátegui, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) enfocó sus ataques en los graves problemas sociales de su país. Haya de la Torre, autor de Espacio-tiempo histórico (1948), propuso un programa universal ambicioso para el continente americano. Mientras estaba en el exilio en México, e impresionado con el movimiento revolucionario de ese país, Haya de la Torre fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), que predicaba una llamada a los latinoamericanos a unificarse en lo político, social, y económico para resistir a EE.UU. y Europa. Haya de la Torre, representando su Partido Aprista Peruano (PAP), cada cinco años Haya de la Torre atraía la simpatía de los trabajadores y la clase media liberal e hacía campaña para presidente. Pero a causa de la oposición de la iglesia, el ejército, los terratenientes, e intereses extranjeros, nunca fue elegido. De hecho, su carrera política fue esporádica e interrumpida con períodos de encarcelamiento y exilio.

Durante la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. necesitaba cobre, y otros minerales, además de algodón y azúcar, lo que mantuvo viva la economía peruana. Sin embargo, al final de la guerra, volvieron los mismos problemas. Los conservadores le echaban la culpa a los apristas, y los apristas y otros grupos radicales culpaban a los conservadores. Nada se resolvió, aunque abundaban promesas ambiguas de reformas. El liberal, Fernando Belaúnde Terry, fue elegido presidente en 1963, y al año siguiente puso en marcha una reforma agraria. La reforma agraria, sin embargo, tuvo una visión limitada; pues, las fincas de azúcar y algodón en las costas, y la industria del ganado quedaban inmunes a las transformaciones reformistas. El proyecto predilecto de Belaúnde fue el desarrollo de la zona selvática con la construcción de una carretera marginal que conectara la zona andina y la costa. Opinaba que esa zona del interior, cobrando importancia por los yacimientos de petróleo, era estratégica, ya que Ecuador también mostraba señales de interés en su propio territorio interior. En vista de una amenaza creciente de movimientos radicales izquierdistas—real o imaginaria—en 1968 el ejército quitó a Belaúnde, y una junta9 dirigida por Juan Velasco Alvarado tomó las riendas del gobierno. Y entonces, otro experimento.

Por medio de un manifiesto, la junta anunció su intento de llevar a cabo una “revolución pacífica.” El manifiesto condenó de injusto al sistema social y económico que ponía las riquezas nacionales al alcance de una minoría, mientras la gran mayoría sufría las consecuencias de la marginación. Le hacía falta a Perú, declaraban los militares, un nuevo orden económico que no fuera ni capitalista ni comunista, capaz de abolir las desigualdades y crear un ambiente para que cada ciudadano pudiera gozar de justicia y dignidad. La visión de Velasco y la junta era la de un sistema económico no muy diferente al que se había formado en México a través de los años. Sin embargo, la revolución peruana se generó desde “arriba,” y no sufrió una sangrienta guerra civil como México de 1910-1917. Metas nobles, ideales admirables, sueños bonitos, de esa junta que se había lanzado hacia espacios desconocidos.

En general, tres características distinguen a la junta peruana de otros gobiernos militares de Latinoamérica hasta entonces. (1) Gozó de autonomía social y económica. El ejército peruano actuó por su cuenta, no por medio de presión de grupos poderosos como los terratenientes, empresas extranjeras, o la iglesia, todos aterrorizados por la supuesta amenaza “comunista.” De esta manera, la junta no tenía que responder a nadie. (2) Adoptó la teoría de la dependencia que estaba de moda entre muchos intelectuales de la época. Según esa teoría, la economía de los países del llamado “Tercer Mundo” está subordinada a, y al mismo tiempo dependiente de, intereses capitalistas del exterior. El sistema de dependencia es como una serie de círculos concéntricos en que cada círculo se nutre de los círculos que contiene. Para romper con ese sistema de dependencia, la junta propuso una independencia de las fuerzas extranjeras a través de la nacionalización de bancos, fábricas, y casa de comercio. (3) La junta manifestó simpatía genuina hacia los campesinos oprimidos. Esa fue una medida extraordinaria entre los ejércitos latinoamericanos después de un golpe de estado. Pues los terratenientes, opinaba Velasco y su junta, ya no comerían bistecs a costa de la pobreza de los campesinos.

La junta organizó el Sistema Nacional de Apoyo de la Movilización Social (SINAMOS) para llevar a cabo las reformas. Atacó el sistema agrario. Expropió las grandes fincas, las subdividió, y entregó las parcelas a los campesinos en forma de cooperativas. Hacia 1979, la mitad de 21 millones de hectáreas en la costa de la región andina había vuelto a manos de los campesinos. Para crear estabilidad y un espíritu de comunidad, la junta comenzó a organizar las barriadas10 escuálidas alrededor de Lima en un conjunto de Pueblos Jóvenes, cada uno con su propia administración. (Esos Pueblos Jóvenes según el plan, eran algo remotamente semejante a los cabildos de la época colonial, o sea, hubo grupos formados dentro de las barriadas trabajando para mejorar sus condiciones).

Para 1974, la mayoría de las barriadas se habían convertido en Pueblos Jóvenes. Con el fin de fomentar una comunidad industrial, estableció una ley según la cual, con el tiempo, a los trabajadores se les pasara un mínimo de 50% de las acciones de la empresa11 en que trabajaban con el derecho de representación en la mesa de directores. De esta manera se suponía que los trabajadores llegarían a ser codueños. Hacia el final de 1974, había alrededor de 3.500 comunidades industriales, con 200.000 socios en control de aproximadamente 13% de las acciones de las fábricas. Por último, la junta nacionalizó los bancos, las minas, el petróleo, y otras propiedades que estaban en manos de intereses extranjeros.

Entonces la revolución peruana “desde arriba hacia abajo” tuvo el fin de integrar a las masas urbanas y rurales marginadas en la corriente principal de la vida nacional del país con una base de desarrollo independiente de las fuerzas capitalistas externas y del comunismo internacional. La junta creía que se podían reducir los conflictos de las clases sociales y realizar un avance económico sin las injusticias del capitalismo y sin la represión acostumbrada de los estados “comunistas.” Este método, reiterando, no era muy diferente al de Cárdenas de México.

Sin embargo, el gobierno de Velasco no escapó la crítica de los apristas, de campesinos que no se conformaban con los mandatos de “los de arriba,” y de las viejas élites horrorizadas con lo que estaba ocurriendo. En vista de las protestas, el régimen empezó a cerrar periódicos y difusoras de televisión y radio. Enemigos del régimen fueron perseguidos, encarcelados y exiliados. Obviamente, el gobierno militar, a pesar de toda la retórica, se inclinaba al final hacia el autoritarismo, un “autoritarismo burocrático.” Pero todavía difería de los regímenes de Argentina y Brasil: seguía libre de fuerzas extranjeras, aún intentaba conseguir el apoyo de las clases populares, y no había emprendido una campaña de terror (de todos modos, cuando la oposición presentó la cara, el ejército estuvo ahí para darle una bofetada, aunque leve). El sueño era lindo, y fue fabricado con buenas intenciones, pero la tradición resistía los cambios profundos que ese experimento exigía.

En 1980 hubo elecciones, y Belaúnde ganó otra vez. Desgraciadamente para el nuevo presidente, problemas imprevistos aparecieron. Una recesión mundial frustró todos los esfuerzas de Belaúnde por mantener la economía en vigor. Tenía que aplicar austeridad, para la cual el pueblo ya no tenía paciencia. Además, había otro reto formidable: la aparición de Sendero Luminoso, una organización guerrillera en la sierra. Pequeño pero violento, y a base del comunismo Maoísta,12 algunos observadores comparaban al Sendero Luminoso con el Khmer Rouge de Camboya. En vista de la amenaza de los senderos, por la persistencia de los problemas económicos, y sobre todo por las medidas de austeridad, la popularidad de Belaúnde cayó. En 1985 los apristas ganaron la presidencia por primera vez con el carismático Alan García, y en 1990 Alberto Fujimori, político a todo parecer escrupuloso, ganó con una coalición con el partido del candidato conservador, el novelista internacionalmente conocido, Mario Vargas Llosa. Fujimori volvió a ganar la presidencia en 1995 a través de unas elecciones controvertidas y en contra de candidatos que incluían a José Pérez de Cuéllar, ex-secretario de las Naciones Unidas.

A principios de 1995, Perú y Ecuador se enfrentaron nuevamente en la Guerra de Cenepa,13 luchando por un territorio que se encuentra en la frontera de los países. Finalmente se firmó un tratado de paz en 1998, gracias a la intervención de Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos, quedando el territorio para Perú. Acusado de corrupción, en noviembre de 2000 Fujimori renunció y se auto-exilió. Alejandro Toledo fue electo en 2001, y Alan García volvió a ganar las elecciones presidenciales en 2006. En 2011 Ollanta Umala fue elegido presidente. A partir del fin del régimen de Fujimori, Perú se ha enfocado en combatir la corrupción a la vez de fomentar el desarrollo económico.

ENTONCES, ¿PARA DÓNDE HAY QUE IR?

En realidad todo no es tan oscuro como quizá parezca después de leer las secciones anteriores. Los pueblos de Argentina, Brasil y Perú, igual que los de Uruguay, Paraguay, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Honduras, Santo Domingo y otros han tenido sus sueños, por cierto. A veces se han realizado, cuando menos en parte, y a veces han sido inalcanzables, pero nunca mueren.

No mueren, porque lo que principalmente perdura en el espíritu latinoamericano es una capacidad inagotable de seguir luchando. Esta capacidad puede a veces llamarse persistencia, resistencia, o perseverancia. Aunque también pude llamársele tenacidad, obstinación, terquedad, y la capacidad de aguantar todo. Ese temperamento en parte tiene su origen en la obsesión ibérica casi-religiosa en contra de los moros, y luego en contra de los amerindios, obsesión que le daba vitalidad y energía en un momento de la historia que pocos pueblos han conocido. En la América Latina esa obsesión poco a poco se convertía en un tipo humano mixto, de acurdo con la pluralidad cultural, que por naturaleza se oponía a cualquier fuerza contraria. El tipo humano latinoamericano emerge desde la mentalidad peninsular, del estoicismo del amerindio, y de la vivacidad del afro-latinoamericano, tendencias opuestas que se unen para crear una tensión viva y dinámica.

Entonces, se sigue soñando. Como dijo una vez el escritor mexicano Juan Rulfo (1918-1986), autor de Pedro Páramo (1955), “el sueño nunca muere bien muerto, sino que sigue vivito, aunque sea muy poquito.”14 Sí, se sueña. Los latinoamericanos son quizá los soñadores por excelencia del mundo actual, lo que da testimonio de su grandeza, aunque por desgracia también de sus fracasos.

PREGUNTAS

1.¿Cuáles son los sueños de la modernidad que tienen los latinoamericanos?

2.¿Dentro de cuáles dos caminos existe la posible realización de los sueños?

3.Describa el progreso de Argentina en la última parte del siglo XIX.

4.¿Cuáles fueron las tácticas de Juan y Eva Perón?

5.¿Qué es el justicialismo?

6.¿Cuáles fueron los problemas de Argentina después de Perón?

7.¿Cuál fue el gran error del régimen militar de Argentina de 1976-1983?

8.¿Qué es el Mercosur?

9.¿Cómo fue la política brasileña en el siglo XIX?

10.¿En qué diferían Vargas y Perón?

11.¿Cómo era que la dictadura de Brasil era una ditabranda?

12.¿Qué medidas tomó Vargas para resolver los problemas de Brasil?

13.¿Qué fue el Estado Novo?

14.¿Qué características tenía la nueva ditabranda de Brasil después de 1964?

15.¿Qué problemas surgieron después del régimen militar de Brasil?

16.¿Cuál fue el gran problema de Perú—que Argentina y Brasil no tuvieron—después de su Independencia?

17.¿Quién fue Haya de la Torre y qué ideas propuso?

18.¿En qué sentido fue extraordinario el gobierno militar de Perú?

19.¿Qué son los Pueblos Jóvenes?

20.¿Qué es el Sendero Luminoso?

21.¿Cuáles son los problemas actuales de Perú?

TEMAS PARA DISCUSIÓN Y COMPOSICIÓN

1.Comparar los intentos de lograr la fórmula del progreso socio-político-económico ideal de los argentinos, los brasileños, y los peruanos.

2.¿Cómo es el sueño de la modernidad que han tenido los países latinoamericanos? ¿Por qué cree usted que no han podido realizar ese sueño? ¿Cómo cree usted que sería Latinoamérica si en el futuro pudieran realizar ese sueño?

3.¿Por qué son necesarios los sueños para cualquier cultura del mundo? ¿Podría mantenerse dinámica una cultura sin éstos?

UN DEBATE AMIGABLE

Una discusión entre dos grupos con dos opiniones: (1) La modernización de Latinoamérica es la clave para remediar sus problemas socio-político-económicos. (2) ¡No! Los latinoamericanos deben recordar las enseñanzas de José Enrique Rodó: los valores morales, éticos, y estéticos son más importantes que el puro progreso material.

Notas al pie

1 Aunque hay otros países que también merecen discutirse, desgraciadamente hay que limitarse.

2 Industria pesada = heavy industry, producing durable manufactured goods.

3 Mataderos = slaughterhouses.

4 Frigoríficos = meat packing houses and refrigeration chambers.

5 Descamisados = the shirtless ones.

6 Plano Real = a series of measures taken to stabilize the Brazilian economy in 1994.

7 Guano = seabird droppings, used as fertilizer.

8 Nitratos = nitrates, chiefly potassium nitrate, used as fertilizer.

9 Junta = a council, usually of military personnel, charged with directing the affairs of the country.

10 Barriadas = slums.

11 Empresa = business enterprise, company

12 Maoísta, de Mao Tze-tung, líder del gobierno comunista de China después de la revolución de 1949.

13 Guerra de Cenepa = a war between Ecuador and Perú for border territory. This conflict had caused war in the past.

14 El señor Rulfo ofreció esa opinión durante una charla con Floyd Merrell.