Fijarse en:
•La dolorosa trayectoria de la Revolución Cubana y sus consecuencias.
•Las características sobresalientes de la política chilena.
•El por qué la Revolución de Nicaragua estaba destinada al fracaso.
•La manera en que las revoluciones de Chile y Nicaragua difieren de la de Cuba.
•La importancia de la persistencia de los sueños para el pueblo latinoamericano.
•Las teorías de la “modernización” y la “dependencia,” sus puntos débiles y sus puntos fuertes.
•El papel que ha tenido EE.UU. en los asuntos latinoamericanos, y la manera en que hubiera sido diferente.
Términos:
•Chileanización, Colonia Política/Colonia Económica, Contra-Sueño, Destino, Manifiesto, Economía Mixta, Gobierno Parlamentario, Iniciativa, Económica/Iniciativa, Moral-Ética, Monocultura, Nueva Sociedad, Nuevo Hombre, Revolución Genuina, Socialismo Cristiano.
La entrada de EE.UU. apoyando a Cuba en su lucha por la Independencia en 1898 frustró el esfuerzo de España por retener los últimos vestigios de su grandeza colonial. España fue rápidamente derrotada, perdiendo Cuba y Puerto Rico, entre otras posesiones. Puerto Rico fue después incorporado a los EE.UU. En cambio los cubanos vieron una ocupación militar del “Coloso del Norte” hasta 1902.
En ese año, Cuba no tuvo más remedio que aceptar la Enmienda Platt según la cual, Cuba sería un protectorado (“protectorate”) de EE.UU., y concederle el derecho a EE.UU. de establecer una base militar en Guantánamo.1 Durante la primera mitad del siglo XX, inversiones de capital norteamericano crecieron exponencialmente, para bien o para mal. Esto demandó lazos más fuertes entre la isla y EE.UU. Durante la década de 1950, dos tercios del azúcar cubano era exportado a EE.UU, y tres cuartos de las importaciones de Cuba venían de los EE.UU. Por esto, muchos cubanos sentían que el colonialismo aún no había acabado.
Para fines de los 1950, Cuba tenía seis millones de habitantes de los cuales un millón vivía en, o alrededor, de la Habana. En cuanto a la vida material, Cuba era uno de los países más avanzados de Latinoamérica. Hacia fines de 1954 salió un anuncio proclamando que en ese año se habían vendido más carros de marca Cadillac en la Habana que en ninguna otra ciudad del mundo. En parte debido a la proximidad con los EE. UU., Cuba tenía más aparatos de televisión que cualquier otro país Latinoamericano. Hoteles lujosos, casinos brillantemente iluminados y hermosas playas atraían millones de dólares en turismo cada año. Sin embargo, en el campo, los guajiros (campesinos) seguían sumidos en la pobreza y el analfabetismo. Cuba era efectivamente un país de contrastes.
El general Fulgencio Batista había entrado a la fuerza en el palacio presidencial en 1952, después de un breve período de democracia bajo las presidencias de Ramón Grau San Martín (1944–1948) y Carlos Prío Socorrás (1948–1952). En 1953 Fidel Castro Ruz intentó por primera vez derrocar a Batista al tomar posesión de los cuarteles militares de Moncada. Ese intento, que ocurrió exactamente un siglo después del nacimiento del poeta y apóstol de la Independencia Cubana, José Martí, llegó a llamarse el “Movimiento del 26 de julio.” Sin embargo, el movimiento fracasó, y Castro acabó en la prisión. Después, recibió perdón, y en 1955 se fue a México para reorganizar el movimiento revolucionario.
El programa de Castro en 1953 no parecía muy explícito con respecto al marxismo-leninismo. Sencillamente formulaba una vuelta a los principios democráticos. Después, cuando Castro se unió con el médico argentino, Ernesto “Che” Guevara (1928–1967) en México—y durante su campaña desde la Sierra Maestra de Cuba en 1956 hasta la victoria de la revolución en enero de 1959—tampoco había indicio de que su ideología era marxista–leninista. Todo parecía “normal.” Las fuerzas revolucionarias habían tumbado del poder a Batista con facilidad, y con fuerte apoyo popular, Castro había asumido el control de la isla. Según parecía, el caudillo de la Sierra maestra no representaba más que otro intento de la clase media por exigir sus derechos democráticos de un régimen militar. No obstante, Castro comenzó a cambiar de máscara poco a poco, revelando que su meta verdadera era una transformación radical de Cuba. Entonces volaron las esperanzas de la clase media y aristocrática por restaurar los preceptos democráticos tal como estaban escritos en la Constitución de 1940 (en vista de que Castro y sus camaradas gobernaron sin constitución formal hasta 1976, cuando el mismo Castro fue nombrado presidente). Al darse cuenta de esa nueva cara de Castro, la clase privilegiada comenzó a expatriase a Florida, EE.UU. y en otros lugares.
Los anti-castristas expatriados se preparaban para un movimiento en contra de la Revolución. En abril de 1961 invadieron Cuba desde Playa Girón.2 La invasión tuvo la sanción, aunque no la participación activa, de EE.UU. Fue inútil: las fuerzas revolucionarias rechazaron con facilidad a los invasores. En diciembre de 1961, Castro declaró formal y públicamente que la Revolución Cubana seguiría el camino marxista-leninista de ahí en adelante. Poco tiempo después, EE.UU impuso a Cuba un embargo. Durante los años que siguieron, más del 80% de la producción del azúcar se nacionalizó. Se cerraron todos los establecimientos que tenían que ver con el turismo como: casinos, burdeles, hoteles, etc. Finalmente, lo que causó gran descontento en los EE.UU fue que las refinerías de petróleo en Cuba, petróleo que venía de Venezuela y se exportaba a EE.UU., fueron también nacionalizadas. Todas esas medidas—en la mente del pueblo del “Mundo Libre”—hicieron ver a Cuba como un nuevo “satélite comunista.” Lo peor es que estaba en las Américas.
La Revolución Cubana, de acuerdo con la ruta por donde Castro la llevó, tenía metas ambiciosas. En poco tiempo fue instituida una de las campañas educativas más comprensivas en toda la historia de Latinoamérica, lo que pronto convirtió a Cuba en un país con casi nada de analfabetismo. Durante la década de 1960, bajo los experimentos del Ministro de Industria, Che Guevara, hubo un programa de industrialización con un plan para diversificar la economía y convertir a Cuba en una sociedad independiente de la monocultura. Había, no obstante, un problema. Como ideólogo y guerrillero en la sierra, el “Che” sin duda era extraordinariamente capaz; pero como administrador de los asuntos económicos del país, fue algo inepto. El proyecto fracasó, y Cuba no tuvo más remedio que volver a la monocultura—el azúcar—aunque sí hubo expansión de la pesca y otras industrias de menor importancia. Cuba, ya sin otro remedio y en vista del camino ideológico al que se dirigía, se encontraba cada vez más estrechamente ligado a la Unión Soviética, y dependiente de ésta para su venta de azúcar.
Desde el principio Castro quiso crear una “Nueva Sociedad” y un “Nuevo Hombre.” Quería acabar con el prejuicio racial, la discriminación contra las mujeres, y la diferencia entre clases sociales. Quería establecer una sociedad no a base de iniciativa económica y de consumismo, como veía la situación en los países capitalistas, sino a base de una iniciativa moral-ética. Cada ciudadano, educado y consciente, tendría una profunda responsabilidad con la comunidad entera, y se conduciría de acuerdo con esa responsabilidad. Su vida no sería el producto de la competencia agresiva y brutal que frecuentemente terminaba en injusticias y la explotación de unos a otros, como ocurría—según Castro—en las sociedades capitalistas. Todo lo contrario. Cada quien trabajaría por el bien de la comunidad, no sencillamente para beneficiarse a sí mismo. Además, la salud pública, la educación y las artes deberían estar al alcance de todos los cubanos, y por lo tanto serían gratis.
Al principio los revolucionarios tenían un fervor que recordaba la obsesión de los primeros misioneros españoles en las nuevas colonias, como Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas, y los Jesuitas en Paraguay en su esfuerzo por crear un “Nuevo Mundo” en las Américas. En verdad, la fe de Castro en que los guerrilleros de la Sierra Maestra habían sido los prototipos del “Nuevo Hombre” le dio a la Revolución un aura impenetrable de legitimidad. La visión era la de un “Nuevo Mundo” en todo el sentido de la palabra. Iba a haber una transformación de todos los compatriotas, y como fruto de sus esfuerzos, el medio ambiente se transformaría.
Sí, ese fue el sueño, muy lindo por cierto. Sin embargo, como ya se ha visto, el hecho es que no todos los cubanos compartían ese sueño. Muchos, de la clase media y alta—la mayor parte profesionales—habían salido al exilio, y ahora radicaban en Miami, Nueva York, y otros sitios. Desde luego, no se puede negar que Castro les dio una nueva vida a los campesinos y la clase pobre de las ciudades. Por ejemplo, durante los primeros años de la Revolución, cuando llegaba el tiempo de la zafra,3 la responsabilidad de cortar la caña de azúcar recaía en todos los cubanos. Doctores, abogados, profesores, oficiales del gobierno, y hasta el mismo Castro, salían al campo para prestar servicio a su patria. Esa clase de trabajo, antes delegada a los campesinos, la mayoría de los cuales de descendencia africana, ahora les daba dignidad. En general, los afro-cubanos, tanto hombres como mujeres y niños, recibieron derechos que jamás habían creído posibles. Además, Castro había desafiado al “Coloso del Norte” (EE.UU) y había sobrevivido, lo que contribuyó a infundir un sentimiento de patriotismo en los cubanos. Ahora Cuba era para los cubanos. Sí, parecía un sueño digno de admiración.
No obstante, vamos a escuchar la reacción anticastrista. Los numerosos contrarrevolucionarios, radicando en el extranjero, sostenían que Castro hizo a un lado la posibilidad de una Cuba libre y se entregó al totalitarismo soviético. Opinaban que la Cuba de Castro sí era el verdadero colonialismo político y económico, y que Castro dio lugar a un sistema aún más tiránico que la dictadura que le precedió. “¿Dónde está la justicia?” preguntaban. “En un sistema que ofrece la libertad para que todos puedan, por su propio trabajo, mejorar su condición económica? ¿O en el sistema cubano actual que a la fuerza reduce a todos a un mismo nivel de pobreza?” “En realidad,” continuaban los anticastristas, “cuando Cuba se entregó política y económicamente a los comunistas, se puso en un camino que la llevó a un grado de subdesarrollo peor que en el que antes estaba. La escasez de alimentos, ropa, y artículos básicos, volvió intolerable la vida. Lo que ha agotado aún más la economía cubana es que los rusos obligaron a Cuba a entrenar y equipar soldados revolucionarios para exportar la revolución a otras partes de Latinoamérica y lugares como Angola en África.” Es decir, para los contrarrevolucionarios el sueño era más bien una locura que estaba acabando con todas las tradiciones y los verdaderos sueños cubanos: la Iglesia, la libre empresa, la libertad de expresión, en fin, la democracia.
Bueno. Lo cierto es que el caso de Cuba fue uno de los experimentos socio-político-económicos más profundos del mundo en el siglo XX. No obstante, como se ha visto repetidas veces en los capítulos sobre la conquista y el período colonial, los ideales de la mente humana muchas veces están en inevitable conflicto con la brusca realidad. Sería demasiado esperar que Cuba fuera una excepción a la regla. Poco a poco el sueño de Castro empezó a revelar algunos puntos débiles. Mataron al “Che” en la sierra de Bolivia en 1967 mientras guiaba un grupo de campesinos revolucionarios. En 1971 el crítico y poeta Heberto Padilla fue arrestado y obligado a confesar sus “crímenes” contra la Revolución, y en los siguientes años otros escritores y artistas tuvieron que exiliarse. Además, el caso de Padilla dividió el mundo intelectual hispano. Escritores de renombre internacional como Octavio Paz y Carlos Fuentes (México), Mario Vargas Llosa (Perú), y Juan Goytisolo (España), que antes habían apoyado la Revolución Cubana, ahora la veían como un proceso de “estalinización.”4 En cambio, otros escritores del mismo renombre, como Gabriel García Márquez (Colombia) y Julio Cortázar (Argentina) reafirmaron su lealtad hacia Castro.
¿Dónde está la verdad, entonces? En un régimen medio cerrado como el de Cuba es imposible saber con certeza qué sucede. Sin embargo, han ocurrido varias cosas. Durante las últimas dos décadas del siglo XX, cubanos seguían escapándose de la isla por una u otra razón. Uno de los acontecimientos más notables ocurrió en 1980, cuando casi 11.000 personas buscaron asilo en la embajada peruana de la Habana. Las autoridades cubanas trataron de arreglar la situación para abrir el puerto de Mariel a los que deseaban irse. Cerca de 125.000 “marielistas” salieron para la Florida en pequeños barcos y lanchas. Aparte de los que no querían salir bajo el régimen, muchos de los inmigrantes eran delincuentes, drogadictos, y gente con problemas psicológicos. Al parecer, Castro los invitó a salir de Cuba para deshacerse de elementos indeseables, y además, para poner en ridículo al gobierno de EE.UU. con la implicación de que sólo los enfermos y los mal adaptados querían dejar el “Nuevo Mundo” en el trópico. Otro asunto notable fue la ejecución en 1989 del héroe de las guerras en Angola—el General Arnaldo Ochoa Sánchez—que estaba implicado en el tráfico de Drogas. En la misma época, con el fin de la “Guerra fría” y la desintegración del “bloque comunista,” Cuba perdió su aliado y fuente principal de auxilio económico: La Unión Soviética. Como consecuencia, la economía fue de mal en peor, y Castro empezó a permitir cierto grado de “capitalización” de la sociedad cubana, quizá como única salida.
De todos modos, hay que conceder que la Revolución Cubana logró eliminar muchas injusticias sociales y económicas que aún persisten en otras partes de Latinoamérica. A pesar de la austeridad y la carestía de la libertad individual, la población en general no sufría excesivamente de hambre o de falta de beneficios médicos—hay más médicos por cada mil habitantes en Cuba que en cualquier otro país Latinoamericano. Quizá la hazaña más notable de la Revolución haya sido el fomentar un sentido de identidad nacional, y de un espíritu de comunidad—aunque los problemas económicos de las últimas décadas lo han menoscabado. Ese mismo espíritu, cabe notar, que hace falta en otras sociedades del continente.
Se había dicho que tal como fuera Castro, así iría la Revolución Cubana. Pero con serios problemas de salud desde 2006, Castro por fin se jubiló, pasando por completo el poder en 2008 a su hermano, Raúl Castro. En febrero de 2013, Raúl Castro implementó términos específicos y límites de edad para futuros presidentes de Cuba, actos que daban la idea de que quizás en algún día del futuro, el régimen cubano pudiera entrar en un camino hacia la democracia. En mayo de 2015 la administración del Presidente Barak Obama de EE.UU. anunció que Cuba no estaría más en la lista de los países que promueven el terrorismo. Con este se abre una nueva etapa para la restauración de las relaciones entre la isla y los EE.UU. Será interesante ver lo que pasa en los siguientes años con Cuba y la transformación de su sueño.
Cabe mencionar que hacia 1999 surgió en Latinoamérica un fenómeno conocido como “Marea Rosa” [“Pink Tide”], que fue esencialmente una vuelta hacia la izquierda por parte de varios países en Latinoamérica, principalmente Cuba, Venezuela y Brasil. Las relaciones entre estos países se fortalecieron, prestándose ayuda mutua y presentando un frente común—más simbólico que otra cosa—frente a la política neoliberal de los EE.UU. Sin embargo, a raíz de la muerte de Hugo Chávez en 2013, quizá su principal proponente, la “Marea Rosa” perdió vigor.
Chile emergió de su independencia como el país más estable y con la economía más dinámica del continente. Hubo una larga serie de presidentes elegidos, gracias a la base democrática establecida por el Presidente Diego Portales (1793–1837) en la Constitución de 1833. El éxito de Chile se debió en parte a que la oligarquía estaba concentrada en el valle central alrededor de Santiago, y no existía el problema de la competencia de las élites de varias regiones—el localismo—como en Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela.
Después de una época esporádica de violencia que acabó en guerra civil, en 1981 se estableció un gobierno parlamentario,5 con representación de varias regiones que duró hasta 1924. No obstante, a fines de ese período parlamentario las cosas no marcharon bien. En 1920, hubo acalorados debates entre los de la recién formada facción política, Alianza Liberal (AL), que querían acabar con el sistema. El candidato de AL, Arturo Alessandri, ganó las elecciones ese mismo año. De forma semejante a los radicales de Argentina, Alessandri y los liberales chilenos proponían la intervención directa del estado, que incluía la nacionalización de los bancos y la industria de nitratos, reformas educativas, derechos para los trabajadores, y un programa de seguro social. Con la entrada a la arena política de programas tan radicales, brotaron vigorosos debates por todos los rincones del gobierno de arriba abajo. De ahí en adelante la política chilena poco a poco se volvió pluralista y sumamente compleja. Es decir, el sistema político se fracturó en muchas facciones representando la mayoría de las ideologías que existían en aquel tiempo. En este sentido, la política chilena adquirió una característica extraordinaria entre los países latinoamericanos. A continuación se discutirá cómo ocurrió esto.
El ejército—temiendo que el orden del país se alterara—intervino en 1924 apoyando a Alessandri, quien en realidad no les había pedido ningún tipo de ayuda. Como protesta, Alessandri se negó a gobernar por la gracia de la fuerza militar, y se fue a Italia. La inestabilidad tomó lugar en el país hasta 1932, cuando Alessandri fue re-elegido. Los liberales, protestando ahora, se alejaron del AP y formaron el Frente Popular (FP), una coalición de izquierdistas. El FP triunfó en las elecciones de 1938, dándole a Chile el primer régimen a base de una coalición de facciones políticas diversas en el continente. Después de 1938, hubo tres divisiones de bloques parlamentarios conservadores, varios partidos de clase media, y otro número de bloques izquierdistas. Obviamente la situación había cambiado de compleja a perpleja, de más o menos democrática a laberíntica.
Lo sorprendente es que, a pesar de esa confusa pluralización, y de las inevitables riñas e intrigas, desde 1924 el ejército se había mantenido en paz, cuando por toda Latinoamérica los ejércitos estaban interviniendo en los asuntos de los gobiernos civiles. Era de seguro un reflejo de la larga tradición democrática y parlamentaria de la que había gozado el país. También está el hecho de que el ejército chileno consistía de profesionales relativamente educados, en contrates con los ejércitos de otros países latinoamericanos llenos de reclutas analfabetos. En general los militares chilenos se preocupaban por el bienestar social de la nación. Así es que estaba establecida la vía para una extraordinaria diversidad política desde la década de 1930 hasta la de 1960. Aprovechándose al máximo de esta diversidad, Eduardo Frei llegó al poder bajo el pendón de un fenómeno también nuevo en toda Latinoamérica, la Democracia Cristiana (DC), y sirvió como presidente de 1964 hasta 1970. Frei comenzó inmediatamente a poner en vigor un programa de “socialismo cristiano” (una “revolución reformista” dentro de la libertad), reestructurando la nación con la “chileanización”6 de las minas de cobre y una reforma agraria. En poco tiempo, sin embrago, Frei cayó de la gracia de la oligarquía por su programa “socialista,” y de las clases populares por un alto nivel de inflación junto con un aumento de desempleo.
En gran parte, a causa de esa inquietud, en las elecciones de 1970 triunfó un socialista sin tanto cristianismo, Salvador Allende. Llegando a la presidencia con una coalición llamada la Unidad Popular (UP), fue el primer triunfo del socialismo-marxismo en Latinoamérica a través de las urnas electorales. No obstante, Allende triunfó sin el voto de la mayoría. Al parecer en Chile, con su compleja política, ya no disfrutaba de esos lujos. Ganó Allende pero con una pluralidad,7 recibiendo apenas 36.3% de los votos. El gobierno de Allende se enfrentó rápidamente con una formidable oposición de EE.UU.—ya que tenía desagradables recuerdos de Fidel Castro—y de la oligarquía y la clase media de Chile. A pesar de la oposición, las metas de la UP eran revolucionarias: romper el poder de la oligarquía, el capitalismo monopolista, y del imperialismo, lo que significaba la nacionalización y socialización de os recursos del país. Solamente de esta manera, razonaba Allende, se podía acabar con el “subdesarrollo” de Chile. Sin embargo, no eran las metas a largo plazo las que causaron la caída de Allende, sino sus programas inmediatos.
En parte por el esfuerzo de Allende de redistribuir los recursos del país, la inflación llegó al nivel más alto en la historia de Chile. Para controlarla se intentó limitar los precios con la idea de que de esa manera la producción aumentaría con un crecimiento económico satisfactorio. Esa medida dio resultados por solamente un año ya que después volvió la inflación. El valor del peso bajó rápidamente, el mercado negro floreció, y nadie estaba contento: la clase trabajadora porque su sueldo no compraba lo mismo que antes, la clase media porque los artículos importados costaban más, y la clase alta simplemente por ser la clase alta. El programa de nacionalización tampoco dio los frutos esperados. A medida que minas, bancos, teléfonos, telecomunicaciones, y varias empresas fueron nacionalizadas, la inflación que devaluaba el peso le quitaba al gobierno el capital necesario para pagar recompensas a las empresas expropiadas. Cuando el problema de Chile llegó a un punto culminante, el entonces Presidente Richard Nixon de EE.UU. le cortó el crédito y los préstamos a Chile, empeorando la situación.
En cuanto a la reforma agraria, Allende se puso a trabajar con el programa que ya había instituido la DC en 1967, que incluía la expropiación de las haciendas de más de 80 hectáreas. Sin embargo el programa fue en realidad reformista, no radicalmente revolucionario y no se desarrolló de acuerdo con las expectativas de los campesinos. Allende sí quería poner en práctica un programa agrario capaz de resolver de una vez por todas el problema del campo. No obstante, mientras aumentaban las demandas de los campesinos por una reforma agraria genuina, el plan de Allende se perdía en el laberinto burocrático del nuevo gobierno socialista. Por consecuencia, crecía la inquietud por parte de las mismas masas a las que Allende trataba de ayudar. Así, con los elementos conservadores y los intereses extranjeros hostiles, la clase media enajenada, y la clase trabajadora y campesina con la paciencia colmada, llegó la última hora. El 11 de septiembre de 1973 hubo un golpe de estado (organizado, se sospecha, en parte por la CIA de EE.UU. y la Compañía Internacional de Teléfonos [IT&T]). Allende murió defendiendo el palacio presidencial, el General Augusto Pinochet (1915–2006) ocupó la presidencia, y una ola de sistemática violencia arrasó a Chile.
Pinochet tenía un doble objetivo: erradicar todo vestigio de socialismo—lo que provocó medidas que incluyeron la tortura y el homicidio—y desmontar el sector estadista-socialista con la introducción de la privatización. Su justificación, al establecer esas medidas traumáticas, era la supuesta necesidad de corregir los errores del socialismo. Muchos de los consejeros de Pinochet eran economistas tecnócratas. Se habían educado en la Universidad de Chicago bajo el tutelaje del Profesor Milton Friedman, un proponente del concepto del mercado libre. Por eso llamaban los “Chicago Boys” a esos opositores radicales de la intervención del estado en los asuntos económicos de la nación. De hecho, el régimen de Pinochet estaba tan obsesionado con el libre comercio como lo había estado Allende con la intervención del estado. A diferencia de Allende, sin embargo, Pinochet creía que se podía llevar a cabo su programa sólo a través de la completa represión de la oposición, por eso la violencia de Pinochet y el ejército.
No obstante, hubo algunas buenas noticias. Después de un comienzo débil, la economía se fortaleció: un “pequeño milagro chileno.” Durante la ocupación militar, el crecimiento económico fue de 5%–6% entre 1985–1988, el más alto de la región. El problema era la desigualdad en el progreso. En 1981 el 20% de la población que consistía de los ricos consumía lo mismo que en 1969, mientras el 20% de la población que incluía a los pobres estaba consumiendo 20% menos. Se criticaba al gobierno de Pinochet y había mucha inquietud. Además, el pueblo chileno no se contentaba sólo con pan, añoraba la libertad que había tenido durante sus largos años de tradición democrática.
En vista del aumento de la crítica al régimen militar, Pinochet permitió un plebiseito8 en 1988. Los que apoyaban al dictador veían el futuro bajo el régimen comparable al “milagro económico” de Taiwán. En cambio, la oposición no veía ningún futuro prometedor, ya que el progreso económico que había existía a costa de la opresión del pueblo y de mucho sufrimiento. Pinochet, con sólo 42% de los votos, perdió. Para sorpresa de muchos, aceptó los resultados del plebiscito, aunque de mala gana. En 1989 hubo elecciones, resultando ganador Patricio Aylwin de la DC.
En suma, Salvador Allende, como Castro, tuvo un sueño socialista. Un sueño que optó por el camino de la legitimidad en vez del de la revolución armada, con toda la acostumbrada violencia. Sin embargo, Allende no pudo con9 sus enemigos unidos con las fuerzas internacionales. El sueño llegó a ser una pesadilla que al final destruyó a su creador. Pinochet tuvo un contra-sueño, manteniendo que el sueño de Allende no era más que una importación artificial y peligrosa. El contra-sueño de Pinochet, no obstante, se volvió en su contra, y fue consumido por una realidad que hasta entonces había desconocido: el deseo intransigente del pueblo por la libertad. Partidos y contra-partidos, ideologías y contra-ideologías, tendencias y contra-tendencias: el caso de Chile en cierto sentido es una imagen de la polarización de toda América Latina. Cabe mencionar que acusado de corrupción y malversación de fondos, Pinochet fue arrestado y confinado en su casa por dos años en Inglaterra, pero no fue procesado por razones de salud. Desafiante, volvió a Chile en el año 2000, donde todavía tenía partidarios. Sin embargo, en 2005 el ejército aceptó que era culpable de violación de los derechos humanos, y en 2006 Pinochet fue acusado de secuestro y tortura, así como de varios asesinatos, y hasta de tráfico de drogas. Murió en diciembre del mismo año a los 91 años de edad.
Nicaragua ha tenido una tumultuosa historia. Desde su independencia hasta mediados del siglo XIX, una rivalidad que existía entre los liberales de León y los conservadores de Granada no permitió la organización de la nación en su debida manera.
En 1855 el filibustero norteamericano y creyente fanático del Destino Manifiesto,10 William Walker, invadió la república con el pretexto de prestarles ayuda a los liberales. Ocupó Granada y se declaró Jefe del Ejército de Nicaragua. Con pretensiones ego-maniáticas, hizo preparaciones para una larga ocupación del país, pero duró poco, ya que en 1857 tuvo que huir a EE.UU?
Durante los siguientes 35 años, Nicaragua sufrió de la batalla liberal-conservador típica de todo el continente. El conflicto alcanzó su punto culminante en 1893, cuando José Santos Zelaya subió al poder e inició uno de los regímenes más atroces de Centroamérica. Su comportamiento volátil e infantil fue motivo para que interviniera un congreso internacional con el propósito de arbitrar disputas entre Santos Zelaya y una serie de ofendidos. Durante el arbitraje, el Secretario de Estado de EE.UU. denunció al tirano de Nicaragua como una vergüenza para su patria. De hecho, la opinión del Secretario, en conjunto con las quejas de banqueros de Nueva York y Londres de que Nicaragua faltaba al pago de préstamos, motivó la petición de que EE.UU. interviniera en Nicaragua. E intervino. Esa primera invasión norteamericana tuvo lugar en 1912. Como consecuencia, Nicaragua se convirtió en el paradero de la Infantería de Marina11 y de consejeros estadounidenses hasta 1925, cuando los préstamos fueron por fin pagados. Sin embargo, tan pronto se sintió la ausencia de EE.UU., brotó una guerra civil. De nuevo entró la Infantería de Marina estadounidense, ahora para quedarse hasta 1933.
Esta vez la ocupación de EE.UU se manchó de una serie de episodios que dejaron irreparable resentimiento en gran parte de la población nicaragüense. En 1931, Augusto César Sandino se alzó en armas contra las fuerzas de ocupación. A causa de la tenacidad de Sandino, ni él ni el ejército norteamericano podían lograr la victoria. Por fin en 1933 hubo un acuerdo entre Sandino y los representantes de EE.UU. en el que las tropas norteamericanas abandonarían el país si él cesaba su rebelión. Sandino cumplió, y la Infantería de Marina se marchó, pero no sin dejar bien colocado a Anastasio (“Tacho”) Somoza como Jefe de la Guardia Nacional—una organización creada por los mismos norteamericanos. Hubo elecciones, y el liberal, Juan B. Sacasa, ganó. Todo parecía ir bien hasta 1934, cuando Somoza mandó a asesinar a Sandino. Así dejaba de existir el héroe que había desafiado a EE.UU., ganando en el proceso la simpatía de todos los latinoamericanos. Ahora Nicaragua quedaba vulnerable, controlada por “Tacho.”
Durante las próximas décadas la república parecía convertirse en una gran finca de la familia Somoza. Hubo construcción de escuelas, hospitales, plantas hidroeléctricas y carreteras, y mecanización de a agricultura. Sin embargo, parecía que cada planta, cada máquina, cada escuela y hospital, y cada nueva carretera, tenía como fin el de servir a las fincas de los Somoza, sus “compadres,” y sus “socios.” Además, una gran parte de los productos que se vendían en el mercado internacional venía de las mismas fincas. Sin embargo, en Washington, “Tacho” era considerado un “amigo,” y se le extendía una abundancia de préstamos. Era bastante agradable la vida del déspota.
En 1956, sin embargo, “Tacho” fue asesinado, y su hijo, Luis Somoza probó la silla presidencial. Se quedó ahí hasta 1967, cuando le llegó el turno a su hermano, Anastasio Jr. (“Tachito”), quien fue declarado “triunfador” en las fraudulentas elecciones presidenciales, obviamente arregladas a su favor. La corrupción y la opresión poco a poco llegaron a los extremos, enajenando al pueblo que por fin no pudo aguantar más. Varias facciones políticas se unieron en contra de la familia Somoza, y con el nombre de “Sandinistas” en memoria de su héroe, se rebelaron, derrotando con facilidad a “Tachito” en 1979. Sin embargo, “Tachito” no aceptó culpa ninguna: mantenía que no había sido el pueblo nicaragüense el que lo había tumbado, sino una conspiración internacional que tenía como fin el convertir a Nicaragua, e incluso a toda la América Latina, en “satélites comunistas.” Poco tiempo después “Tachito,” el último de los Somoza, fue asesinado en Paraguay.
Para fines de la década de 1970 la mayoría de la población de Latinoamérica vivía bajo gobiernos militares. Es sobre todo por eso que la Revolución de Nicaragua era observada por los izquierdistas como un aliento de aire fresco. Se hacían comparaciones con la Revolución Cubana. Tal vez como el régimen de Batista fue derrumbado con facilidad porque interiormente estaba enfermo y porque era ya un vestigio de épocas pasadas, así el gobierno de los Somoza decayó porque pertenecía a un tiempo ya muerto. Tal como José Martí era visto por los castristas como un héroe martirizado mientras luchaba contra el imperialismo y la dominación de EE.UU., así los sandinistas evocaban el nombre de su héroe, Augusto César Sandino, quien había emprendido una rebelión contra el “Goliat del Norte.” Tal como después del triunfo de la Revolución Cubana, Castro se opuso a EE.UU., así uno de los primeros actos del gobierno sandinista bajo el mando de Daniel Ortega fue el de resistir la total dependencia a Norteamérica. Sin embargo hubo diferencias importantes. Los sandinistas propusieron la creación de una “economía mixta” que no era ni capitalista ni comunista en su conjunto. Habría control de la economía cuando fuera necesario para proteger los derechos de la ciudadanía, pero en general la base de la economía estaría en manos de los mismos ciudadanos.
Hay que conceder que la Revolución de Nicaragua tuvo un comienzo prometedor. El entonces Presidente Jimmy Carter de EE.UU., al contrario de la antipatía que sentía Dwight D. Eisenhower hacia la Revolución Cubana, invitó a Daniel Ortega y a los líderes sandinistas a la Casa Blanca, mandó 8.000.000 dólares a Nicaragua para gastos urgente, y ofreció un paquete de préstamos de 75.000.000 dólares para proyectos futuros. Así es que al principio el dinero no faltaba. Además, al expropiar las propiedades somocistas, se pusieron los sandinistas en control de aproximadamente 20% de los recursos del país. Fue más fácil que la expropiación en Cuba, donde los castristas tuvieron que enfrentarse con numerosos dueños de la oligarquía cubana y otros propietarios extranjeros. En vista de que una parte considerable de Nicaragua no había sido más que una finca somocista, al correr a la familia Somoza, muchas de las barreras de expropiación ya no existieron.
Los sandinistas inmediatamente atacaron los mismos problemas sociales que habían sido el blanco de ataque de castro: reforma agraria, educación, y asistencia médica. Al principia dieron la bienvenida tanto a la ayuda de Cuba como a la de EE.UU. sin ponerse en una posición subordinada ni al comunismo, ni al capitalismo, ni a EE.UU. ni a la Unión Soviética. Castro, en señal de amistad, mandó 2.500 médicos, enfermeras, maestros, e ingenieros sanitarios para completar la ayuda que Nicaragua había recibido de EE.UU. Sin embargo, las relaciones medio buenas entre los sandinistas y EE.UU. duraron poco tiempo. El señor Ronald Reagan ganó las elecciones presidenciales en 1980, e inmediatamente hubo una voltereta. Ahora desde la Casa Blanca, la Revolución nicaragüense era considerada como producto de infiltración de “ideología comunista.” Reagan, por consiguiente, lanzó una campaña contra el gobierno sandinista que incluía un embargo que, a falta de otros remedios, obligó a los nicaragüenses a establecer relaciones más estrechas con Cuba y el bloque comunista. Ese cambio les sirvió a los de Washington como “prueba” de que Daniel Ortega no era sino uno más de los odiados “comunistas.”
Hay que aceptar que en realidad hubo ambigüedad en cuanto a la naturaleza del régimen sandinista. Como se ha mencionado, Nicaragua no parecía ni dictatorial ni democrática, sino que oscilaba entre los dos polos. Por una parte, el gobierno había cerrado la prensa que estaba en su contra, y por lo tanto se acercaba a un régimen dictatorial. Por otra parte, el gobierno seguía bastante abierto: la mayoría de la tierra todavía estaba en manos de la tierra todavía estaba en manos de dueños particulares, se permitían partidos políticos de oposición, y ciertas empresas internacionales (la empresa petrolera de Esso, por ejemplo) seguían funcionando. Para ese entonces el gobierno también mostraba una cara democrática. Parece, a pesar de todo, que la sociedad nicaragüense estaba más abierta que la cubana—es importante notar que Castro mismo había aconsejado a los sandinistas que, para evitar problemas, no rompieran completamente con el mundo capitalista como él mismo había hecho en Cuba. De todas maneras, se intensificó la lucha entre los sandinistas y los llamados “contras” (o “freedom fighters,” como les había bautizado Reagan). Los “contras” eran ex-compatriotas de los Somoza y otros que se habían desilusionado con la Revolución Sandinista. Formaron un ejército que, según las evidencias, fue en parte fundado de manera clandestina por los EE.UU.
Entonces, como las buenas relaciones entre los sandinistas y Norteamérica se veían imposibles, Nicaragua no tuvo otra opción que acercarse paulatinamente al modelo cubano. A medida que continuaba la guerra entre los “contras” y los sandinistas, comenzó a verse que no habría ni vitoria ni derrota de ninguna de las partes a corto plazo.12 Los “contras” tenían bastante fuerza para atacar al ejército sandinista, pero no era suficiente para penetrar en el territorio nicaragüense y marchar hacia la capital. Por su parte, los sandinistas se defendían con bastante energía, pero no se atrevían a invadir a los “contras,” ya que su base de operaciones estaba en Honduras—país que tenía un acuerdo con EE.UU. para permitir actividades antirrevolucionarias. Los “contras” sí obligaron al gobierno nicaragüense a gastar casi la mitad del presupuesto nacional en defender al país. Esa quizás fue su mayor victoria.
En 1987 el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, propuso un plan de paz para toda Centroamérica—había también una guerra civil en El Salvador, y mucha inquietud en Guatemala—acto por el cual se le otorgó el Premio Nobel de la Paz ese mismo año. En 1988 los sandinistas y los “contras” firmaron un acuerdo, en parte motivado por el plan Arias. Según el acuerdo, cesaría el fuego, se permitiría más libertad para facciones que se oponían al gobierno, y habría elecciones en 1990. Un año después, el bloque comunista de Europa del Este se desintegró, la “Guerra Fría” llegó a su etapa final, y la Unión Soviética comenzó a presionar a los sandinistas para que permitieran elecciones. Las hubo, y para sorpresa de todos, Violeta Barrios de Chamorro—la primera mujer democráticamente elegida presidente en las Américas—que era la candidata de una coalición de 14 partidos, le ganó a Daniel Ortega. Prácticamente dicho, la Revolución había terminado.
En fin, La Revolución Sandinista: otro sueño bonito y otro fantasma evasivo. Otro intento de resolver problemas nacionales sin la posibilidad de desprenderse de fuerzas internacionales, y otra desilusión. La Presidenta Chamorro proponía la nueva ola de privatización y libre comercio. Sin embargo, Nicaragua tenía muchos problemas y relativamente pocos recursos. Lo que dificultaba más la situación era que tanto la prensa como el gobierno de EE.UU. casi ignoraban a Chamorro y su pequeña república, como si todo ya estuviera resuelto. Después de Chamorro, Amoldo Alemán fue elegido presidente. Su triunfo, igual que el de Chamorro, fue inadvertido por EE.UU. Y en 2001 Enrique Bolaños—quien fuera el vicepresidente de Alemán—fue elegido presidente. Sin embargo, en 2003 Alemán fue arrestado y sentenciado a 20 años de prisión por malversación de fondos, lavado de dinero, y corrupción.
Los miembros sandinistas parlamentarios, consecuentemente, intentaron implicar en este asunto a Bolaños. La situación empeoró cuando se supo que el entonces Secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell le pidió a Bolaños distanciarse del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional). Se iba a tumbar del poder a Bolaños pero hubo presión de los presidentes centroamericanos, de EE.UU., de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y de la Unión Europea para impedir un golpe de estado. En 2006 Daniel Ortega volvió al poder con sólo 37.99% de los votos, gracias a un cambio en el proceso electoral. En 2011 ganó de nuevo pero ahora con un 62.46%, y en 2014 la asamblea nacional aprobó cambios a la constitución para que Daniel Ortega pueda ser re-elegido en 2016. El país continúa con graves problemas económicos y sociales. Por ejemplo, antes de que Ortega volviera al poder en 2006, la asamblea nacional aprobó una ley que convirtió a Nicaragua en uno de los cinco países del mundo donde el aborto de niños es legal sin excepción.
Uruguay merece aquí un comentario, ya que ese país fue considerado la “Suiza de las Américas” por su programa social tan avanzado a principios del siglo XX. Esto gracias a la obra visionaria de José Batlle y Ordoñez (1856–1929). Sin embargo, por la década de 1960, la economía uruguaya se estancó, y ya no podía sostener sus programas sociales. Como respuesta a la crisis, y siguiendo la tradición uruguaya de un alto nivel de preocupación social por parte de la ciudadanía por Batlle y Ordoñez, en 1967 aparecieron los “tupamaros”—nombre derivado de Tupac Amaru, inca rebelde en 1780. Representando la primera fuerza guerrillera urbana en Latinoamérica, los “tupamaros” emprendieron una lucha contra el gobierno. En particular, criticaban: (1) los procesos políticos que a través de los años se habían burocratizado y ahora estaban casi estáticos, (2) la falta de diversidad económica que evitaba la entrada de Uruguay en la arena de los países desarrollados, y (3) el desequilibrio social que estaba apareciendo por causa del estancamiento económico. El movimiento de los “tupamaros” no acabó hasta que hubo una intervención militar y suspensión de los procesos constitucionales en 1973. Esta intervención duró hasta 1984. El caso de los “tupamaros” es de importancia especial, porque puso a la vista precisamente las faltas de la llamada “teoría de La Modernización.”
Aparte de los casos revolucionarios ya estudiados de México, Cuba, Chile, y Nicaragua, ha habido revoluciones genuinas en Bolivia y Guatemala, que luego fueron abortadas.13 Los problemas socio-político-económicos de estos países todavía están lejos de resolverse.
De todos modos, en Guatemala de 1945–1954 y Bolivia de 1952–1964, representantes internacionales observaban cuidadosamente cada maniobra, y cada paso, como si estas pequeñas repúblicas en realidad representaran una amenaza. Cada indicio más remoto de lo que pareciera “comunismo” tenía inmediatas repercusiones en EE.UU. Surgen preguntas. ¿Si hubieran dejado en paz a estos países para que buscaran su propio camino, hubieran quizá tenido más éxito? ¿Por qué no se les permitió ejercer su propia soberanía? Bueno. Una respuesta no es fácil. Cuando menos, para comprender un poco mejor la situación, tenemos que incluir a toda Latinoamérica desde las últimas décadas.
En las ciencias sociales de las universidades de EE.UU a fines de la década de 1950, y poco antes de la Revolución Cubana, había bastante optimismo respecto al futuro de Latinoamérica. Ese optimismo queda ejemplificado en estudios tales como el del historiador John J. Johnson in Political Change in Latin America (1958). Johnson aplicó confiado la “teoría de la modernización” al continente entero. Esa teoría, que tiene como contra-teoría la de la “dependencia” (brevemente descrita en el Capítulo 17), es “reformista” en vez de “revolucionaria.” La “teoría de la modernización” cabe dentro de las fórmulas de la democracia y la libre empresa, mientras la “teoría de la dependencia,” como “revolucionaria,” generalmente—aunque no siempre—está cargada de elementos socialistas-marxistas. Según Johnson, efectivamente se podría poner en práctica la “teoría de la modernización” en Latinoamérica. El crecimiento de la economía del continente engendraría transformaciones sociales que a su vez harían posible el desarrollo de la esfera política. Entonces, como si fuera un proceso de evolución natural, los problemas socio-político-económicos poco a poco se resolverían. No habría habido necesidad ni de la Revolución Cubana ni de las otras revoluciones que siguieron.
El “milagro” iba a funcionar de esta manera. Desde hacía años por toda Latinoamérica había habido una transformación social de pueblos predominantemente rurales a poblaciones urbanas. A causa de esa transformación, la gente—como en los países desarrollados—empezaría a identificarse con, y a participar en, las varias organizaciones políticas que por naturaleza emergerían. Estas organizaciones servirían para conducir a la gente hacia una conciencia colectiva verdaderamente democrática. Lo más importante es que surgiría una clase media numerosa, fuerte, dinámica y progresista. Los miembros de esa clase media tomarían la responsabilidad de crear las condiciones económicas para los menos afortunados—obreros y campesinos—pudieran mejorar su nivel de vida. Dentro de poco, la clase media de todos los países latinoamericanos representaría la mayoría. Todo bien. Pues, eso es más o menos lo que había ocurrido en EE.UU. y Europa, y parecía que el proceso ya había comenzado en los países del sur.
La realidad, no obstante, fue más intransigente de lo que se esperaba. Hubo crecimiento económico en Latinoamérica durante la década de 1960 hasta 1970, por cierto. Sin embargo, una vez que la clase media distribuyó las riquezas a todo el mundo a través de programas sociales, la desigualdad se agravó. A la vez, al parecer la política de los países latinoamericanos tenía su propio camino, y éste no era el que pronosticaban los profetas de la “modernización.” La “conciencia colectiva” de la clase media emergía, pero en los momentos críticos, muchas veces apoyaba a la oligarquía y a los ejércitos. Tal fue el caso de Argentina en 1955 al caer Perón y en 1962 con el golpe de estado, de Brasil en 1964 con la entrada de los generales, y de Chile en 1973 con Pinochet. Hubo también transiciones hacia gobiernos militares, muchos de ellos dictaduras, en Uruguay, Bolivia, Perú, Panamá, Guatemala, y Santo Domingo. Lo que fue peor, como contradicción de la “teoría de la modernización,” los países que sufrieron más a causa de las dictaduras militares fueron precisamente los países que habían alcanzado el nivel más alto de desarrollo socio-político-económico: Argentina, Chile, y Brasil.
¿A qué se debió el fracaso? Hay en general tres explicaciones. (1) Las tradiciones culturales de Latinoamérica y sus orígenes de España y Portugal—el catolicismo y paternalismo que tendían a producir sociedades autoritarias y jerárquicas—no eran compatibles con el tipo de desarrollo que había ocurrido en el norte de Europa y en EE.UU. (2) el desarrollo democrático se dificultaba por el hecho de que las economías de Latinoamérica eran ya dependientes de las sociedades desarrolladas, lo que puso un obstáculo infranqueable por delante (la teoría de la “dependencia”). Es decir, Latinoamérica funcionaba como una clase baja de EE.UU. y Europa, y por eso no había la posibilidad de que allí surgiera una clase media dentro de la misma clase baja—esa fue la interpretación predilecta de los marxistas por razones obvias. (3) todos los países latinoamericanos estaban estrechamente ligados a EE.UU., por lo tanto las transiciones de la política de EE.UU. tenían impacto en la política de todo el continente. Por un lado, cuando la política de EE.UU. experimentaba una vuelta hacia la izquierda, generalmente había una evolución en Latinoamérica hacia programas más democráticos. Por otro lado, cuando EE.UU. gravitaba hacia la derecha, con más preocupación por los asuntos de escala internacional—sobre todo la supuesta amenaza del “comunismo”—había entre los países latinoamericanos una tendencia hacia dictaduras para evitar la infiltración de la “amenaza comunista.” De esta manera, los ejércitos de los países latinoamericanos desde 1960 hasta fines de la década de 1980 no hicieron más que responder a los mensajes “anticomunistas” de EE.UU.
De las tres explicaciones del “fracaso” de la clase media de Latinoamérica, ¿dónde estará la verdad? ¿Es la revolución genuina el único camino a las transformaciones socio-político-económicas necesarias? Es dudoso, porque la violencia contenida en el camino revolucionario trae problemas. ¿Acaso hay otro camino “reformista” y con menos violencia, un camino que no viole los derechos humanos? El problema es que ese camino, desafortunadamente, tiende a favorecer más a los ricos que a los pobres. Las preguntas, al parecer, quedan sin una respuesta satisfactoria o duradera. No obstante, quizá se puede concluir que: las teorías de la “dependencia” y la “modernización” no ofrecen fórmulas válidas, y el futuro en gran parte depende de las relaciones que se establecen entre Latinoamérica y EE.UU.14
Parece que estamos viendo todo con ojos sumamente pesimistas. En realidad, respecto a Latinoamérica hay estrellas brillantes que penetran las zonas de oscuridad que les rodea. Vamos a fijarnos ahora en algunas de ellas.
1.¿Cuáles fueron los resultados de la enmienda de Platt?
2.Describa brevemente la trayectoria de Fidel Castro desde Moncada hasta el triunfo de la Revolución Cubana.
3.¿Cuáles fueron los sucesos que revelaron la ideología marxista de Castro?
4.¿En qué consistían la “Nueva Sociedad” y el “Nuevo Hombre” que deseaba Castro para Cuba? ¿Fue simplemente un sueño? ¿Por qué?
5.¿Qué opinión tienen los anticastristas de la Revolución Cubana?
6.¿Por qué cambiaron de opinión varios escritores acerca de Cuba?
7.¿Cómo fue el caso de los marielistas?
8.¿Cómo es la situación de Cuba hoy en día?
9.¿Cuál es la naturaleza extraordinaria del sistema político de Chile?
10.¿Por qué es la política chilena más pluralista que la de otros países?
11.¿Cuáles problemas se le presentaron a Allende, y cómo trató de resolverlos?
12.¿Cuáles fueron las medidas de Pinochet, y cómo fueron los resultados?
13.Describa brevemente la historia tumultuosa de Nicaragua hasta el régimen somocista.
14.¿Quién fue Sandino y qué importancia tuvo?
15.¿Cómo subió la familia Somoza al poder y cuál fue su plan para Nicaragua?
16.¿De qué manera fueron semejantes y diferentes las Revoluciones de Nicaragua y Cuba?
17.¿Quiénes son los “contras”? ¿Cómo es que hubo un tipo de jaque mate15 entre ellos y los somocistas?
18.¿Quién es Oscar Arias y qué hizo?
19.¿Cuál es la teoría de la “modernización”? ¿Cuáles fueron los problemas de esta teoría con respecto a la situación latinoamericana?
20.¿Por qué han fracasado los “sueños” latinoamericanos?
1.Hacer una breve comparación de las revoluciones de Cuba, Chile, y Nicaragua. ¿Cree usted que habría sido posible el mismo camino para las tres repúblicas?
2.¿Cómo podría haber sido diferente la política exterior de EE.UU. para que países como Cuba, Chile, y Nicaragua pudieran haber resuelto mejor sus problemas?
Se organiza una polémica que incluye tres perspectivas: (1) que la teoría de la dependencia es válida, (2) que tendría más éxito la teoría de la modernización, y (3) que ni una ni la otra, porque Latinoamérica tiene problemas propios y únicos, por lo tanto debe encontrar un camino propio.
1 Aunque la enmienda fue abolida en 1934, EE.UU. sigue en control de la base en Guantánamo hasta hoy en día.
2 Playa Girón = “Bay of Pigs.”
3 Zafra = the sugar cane harvesting season.
4 “Estalinización” = “stalinization,” the term is derived from Joseph Stalin—undisputed leader of the USSR from 1929 until his death in 1953—who helped turn Russia into an industrialized nation, but at the expense of institutionalized terror that brought about the death of millions of people.
5 Gobiemo parlamentario = parlimentary government, a government consisting of a representative body having supreme legislative powers, as in the United Kingdom, made up of the House of Lords and the House of Commons; there is considerably less power invested in the equivalent in a democratic government of the executive and judicial branches.
6 Chileanización = nationalization of private owned enterprises in Chile.
7 Pluralidad = plurality, the winning vote in elections consisting of more than two candidates, even though that winning vote is less than 50%.
8 Plebiscito = plebiscite, a direct vote in which the people are asked to accept or reject the political party or person in charge.
9 No…con = could not handle.
10 Destino Manifiesto = Manifest Destiny, the 19th century doctrine that the United States had the responsibility, and quasi-religious duty, to expand its dominion throughout the whole of North America.
11 Infantería de Marina = the Marine Corps.
12 A…plazo = short range, in the short run.
13 Una revolución genuina, como leímos en el capítulo sobre la Revolución Mexicana, es más que un golpe de estado, es decir, un cambio limitado a la esfera política. Es necesario que haya transformaciones profundas en las tres esferas: social (una re-estructuración de la composición de la composición de las clases sociales), política (un grupo enteramente nuevo llega al poder), y económica (una redistribución de las riquezas del país).
14 Una nueva teoría, siguiendo el “neoliberalismo,” implica la privatización, y relativamente poca intervención del estado en los asuntos económicos para dejar que los procesos de negociación entre empresas internacionales dicten la naturaleza del mercado. Esta teoría no puede recibir la atención que merece en este texto. Sin embargo, ha sido el tema de acalorados debates en las últimas décadas. (Para una lectura sobre el tema, ver los libros sobre NAFTA en la lista que corresponde al Capítulo 21).
15 Jaque mate = check mate.