Capítulo Veinticinco

Todos los teléfonos de la sala de investigación comenzaron a sonar.

Lorne miró al jefe y subió su mirada hacia el techo. Aquí vamos.

—Es el comisario, señor, quiere hablar con usted — gritó AJ.

—Para usted, señora, es Tony Warner —dijo el oficial Fox, ofreciéndole el teléfono.

Tanto Lorne como Sean partieron hacia sus oficinas para tomar las llamadas.

—Supongo que te enteraste de las noticias, ¿Verdad, Tony?

—Sí,¿ tienes idea de por qué hizo algo así?

—Solo Dios sabe que planea. Me envió una fotografía de Charlie a mi celular, seguido por un mensaje en el cual exige una suma de cuarenta millones de dólares.

—Mierda. ¿Puedo preguntar cómo se veía Charlie?

—Bastante golpeada, y llena de drogas. ¿Quién le haría algo así a una niña de trece años? —ella tragó con fuerza.

—¿Qué puedo decirte? Sabes tanto como yo lo peligroso que es este criminal, Lorne. Dices que aumentó su pedido…¿Sabes por qué o te dio algún otro ultimátum?

—No lo sé. A menos que… quizá sea bastante improbable… Pero ¿Y si se dio cuenta que la fiesta estaba siendo monitoreada? Eso lo haría enojar.

—Mmm… No lo creo. Los tipos con los que estamos trabajando son los mejores. Según lo que sé, todo salió tal como lo habían planeado.

—¿Qué otro motivo deberíamos considerar, Tony? Estoy abierta a sugerencias.

—Eh, hipotéticamente, ¿Y si uno de los ministros que vimos en la fiesta le dijo al Unicornio o a Abromovski que hoy revisaríamos el Palacio de Westminster?

—¿Hablas de otro infiltrado?

—Podría ser.

—Mira, sé que no debemos entrometernos, pero quizá el grupo no nos está manteniendo al tanto de las cosas. Por este motivo, le pediré a mi gente que investigue a los invitados de la fiesta. Solo para asegurarme de no nos perdamos de nada, o más bien, que no nos oculten nada. Si por algún motivo nos encontramos con algún obstáculo, ¿Puedo llamarte para pedirte ayuda?

—Ni lo dudes. Me aseguraré que nuestras computadoras estén a tu disposición de todas maneras. Tenemos hasta el mediodía, ¿verdad?

—Así es —ella miró su reloj. Cuatro y media de la mañana.

—Déjame consultar con algunos de mis compañeros, a ver si podemos llegar a algo. Me comunicaré contigo pronto, ¿está bien?

—Perfecto. Nos hablamos luego —sin querer ser cortante, alejó el teléfono de su oreja para terminar la conversación, pero antes alcanzó a escuchar:

—Oye, Lorne, mantén la frente en alto.

Ella no pudo responder. Su compasión rotunda la tomó por sorpresa, y colgó el teléfono de golpe.