Capítulo Veintisiete

—Arriba, arriba. Buen día, pequeñita.

Despertando de a poco, Charlie parpadeó. Las luces brillantes le perforaban sus ojos frágiles mientras intentaba ajustarse a la luz y terminaba de despertar. De golpe se dio cuenta donde estaba. El terror aumentó. El hombre que estaba inclinado sobre ella, cuyos ojos la penetraban con horror, le hacía recordar pequeñas escenas anteriores que la atemorizaban profundamente. Se acordaba de su nombre, el Unicornio. Se preguntó por qué le dirían así.

—Es hora de tu medicina, pequeñita.

Su risa amarga la hizo vibrar, e hicieron eco en las paredes. Luego se dio cuenta que no solo él era quien se reía. Dos hombres estaban parados cerca de la puerta. La postura de ellos los hacía ver como guardias de seguridad y ambos seguían a la par, la risa del Unicornio.

Ella intentó concentrarse. ¿Qué quiso decir con su medicina?

Pudo estar más consciente de su alrededor cuando él la levantó. La habitación, tan lujosa y extravagante, le recordaba las recamaras de las estrellas de pop que ella había visto en revistas.

Sábanas de seda de color oro cubrían su cuerpo desnudo. Sin advertencia, el Unicornio le arrancó la sabana de un tirón. Voló por el aire, se infló y cayó lentamente detrás de él. Ella, temerosa y avergonzada, se cubrió.

—No, no. Por favor.

Los hombres le hicieron burla, y el Unicornio largó una carcajada. Sus ojos recorrieron el delgado cuerpo de la pequeña. Ella se acurrucó detrás de las almohadas.

—Suficiente. Terminemos con esto.

La habitación quedó en silencio. Los hombres se ubicaron uno de cada lado de la cama. La sujetaron de los brazos, estirándoselos hacia ambos lados. Ella gritó, pateó y rogó, pero su fuerza no se comparaba con la de estos tipos.

El unicornio abrió el cajón de la mesa que estaba junto a la cama y sacó algo que brilló en la luz.

Charlie miró de inmediato. Su voz no podía pronunciar el miedo que sentía. Parecía como si la estuvieran estrangulando. Unas gotas de líquido transparente saltaron desde la aguja y le cayeron sobre el brazo como si fuera lluvia. Luego, la aguja traspasó su piel.

Su mente, llamando desesperadamente a su mamá, le dio la fuerza para hablar.

—Por favor, no. Por favor, llama a mi mamá de nuevo. Ella te dará lo que quieras. Es una persona muy importante.

—Deberías ser comediante, chiquitita. Ella no es tan importante. Si así fuese ya hubiera negociado por tu vida —dijo mientras vaciaba la jeringa.

—Sí lo es. Trabaja en la policía. Es inspectora y mi abuelo era el jefe principal, entre los dos tienen muchos contactos…gente importante. Solo llámala, por favor.

Su voz sonaba extraña, como lejana. Parecía como si estuviese en un túnel y las palabras no terminaran de formarse. Se sentía muy mareada y la cabeza le daba vueltas.

—Estúpida perra. ¿Crees que no sé quién es tu madre y a que se dedica? ¿Por qué crees que estás aquí? Llévenla al baño.

Ella simplemente no podía sacar fuerzas de ningún lado para evitar que los hombres la arrastren.

El vapor humedeció su rostro cuando ellos la empujaron a través de la puerta. Un par de manos más delicadas la recibieron. Poco a poco, Charlie pudo divisar el rostro de una joven mujer. Su voz tenía un tono cruel, pero sus expresiones decían lo contrario. Ella le guiñó el ojo y puso el dedo índice sobre los labios de Charlie, haciendo que se calmara.

—Vamos, entra a la bañera. Apúrate, perra.

Charlie tuvo una sensación de seguridad cuando la mujer la ayudó a meterse en la bañera, llena de agua caliente y reconfortante.

La mujer se inclinó para alcanzarle el jabón y la esponja, y le susurró: —Mi nombre es Sasha. Quiero ayudarte. Haz lo que te digo y nadie te lastimará.

Charlie asintió con la cabeza, pero el miedo hizo que se dudara de sus motivos. ¿Es posible que alguien pueda ayudarme a salir? ¿O esta chica con cara de ángel solo me dará falsas esperanzas para atraparme en la idea de seguridad?

Sasha sonrió y de inmediato apretó uno de los botones de la bañera. El agua salió con fuerza, como la lava de un gran volcán. Charlie se relajó, pero luego de unos instantes, se sintió asqueada y repugnada. Se puso tensa al sentir que las burbujas la rozaban en partes que habían cambiado para siempre, y que nunca más podría considerar como sus partes personales y privadas.

Sasha la miró con compasión, comprendiendo su sentimiento.

—Podemos hablar más cómodas con el ruido. Solo disfruta el baño. No te hará daño, cariño.

Charlie se relajó y dejó que el agua caliente calmara el inmenso dolor entre sus piernas. Cerró sus ojos, pero sintió que la cabeza le daba vueltas, por lo que volvió a abrirlos. Tenía la rara sensación como si recién se hubiera bajado del juego más salvaje del parque de diversiones.

—¿Qué me han dado?

—Heroína. Te terminarás acostumbrando. Aunque te sentirás rara al principio.

—Pero no quiero acostumbrarme a esto.

Un golpe seco en la puerta la hizo saltar del susto. Había hablado demasiado alto.

—¿Qué sucede allí adentro?

Sasha posó su dedo en los labios de Charlie y gritó: —Lo lamento, el agua estaba demasiado caliente. Está todo bien.

—Tengo mucho dolor entre las piernas. ¿De qué es? ¿Me violaron? —murmuró. Parte de ella ni siquiera quería saber la respuesta.

Sasha asintió con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Lo lamento. No puedo detenerlos. Yo soy como tú. Me secuestraron en mi ciudad natal, en Rumania. Me metieron en la parte trasera de un camión junto a quince chicas más. Solo que ellas están todas juntas, y yo estoy aquí para él. Me viola varias veces al día.

Charlie jadeó de golpe.

—¡Oh! Yo… yo no debí haberte dicho eso. Eres tan pequeña —Ella le acarició suavemente la mejilla.

—Eso no te pasará a ti, Charlie. Tienes mi palabra. Yo te ayudaré a escapar.

—¿Cómo? Y si es posible, ¿Por qué no escapaste antes?

—Ya encontraremos el momento. Tendremos una oportunidad. Solo tenemos que ser pacientes. En cuanto a mí, yo no puedo escapar. Tienen a mi familia. Me han advertido, si yo solo intento escapar, los matarán a todos. Los quemarán vivos.

—¡Oh, no!

La puerta se abrió de golpe.

—Vamos, ya fue suficiente. Ahora sal de ahí y vístete —ordenó el matón.

Charlie se sumergió en el agua.

—Por favor, ¿un minuto más? No le he lavado el cabello todavía.

—Tienes treinta segundos.

Sin aguantar más la respiración, Charlie salió de debajo del agua, solo para encontrar al hombre observando su cuerpo. Sus ojos la recorrían de una manera asquerosa. Se le dio vueltas el estómago, y en ese momento aprendió, que la mujer podía ser violada de distintas maneras.

—Ten mucho cuidado, Charlie. Es mejor que hagas lo que ellos te dicen, así no te lastimarán. Solo recuerda que estoy intentando ayudarte.

Charlie intentó buscar consuelo en sus palabras, pero fue inútil.