Capítulo Treinta y nueve
—Jefe, el oficial de la entrada necesita saber si vamos a procesar a alguno del grupo que trajimos para declarar. De no ser así, solicita permiso para dejarlos salir. Dice que los abogados están constantemente quejándose por una u otra cosa.
—¡Mierda! Malditos abogados. Me gustaría decir que los procesemos a todos, pero lamentablemente solo tenemos el chisme que nos contó el jugador de futbol, nada concreto. Dile que pueden irse. ¡La puta madre!
—Lo mismo digo, jefe —dijo Lorne
—Una maldita pérdida de tiempo, inspectora. Juro que podría…
—No tiene sentido preocuparse por eso. Mire, llamaré a Warner en el camino para ver si tiene algo que nos ayude.
Lorne tomó su abrigo con una mano y llamó a Warner con la otra.
—Hola, Tony, soy Lorne. ¿Tienes alguna novedad para mí? —dijo, pasando el celular de un lado a otro para ponerse su chaqueta negra de lana.
—Estamos cerca de saber quién realmente es el Unicornio. Nos hemos rebajado a cuatro posibilidades. Solo estamos haciendo un par de revisiones más con Interpol antes de divulgarlo. ¿Qué hay de ustedes?
Lorne le resumió lo sucedido en la estación.
—Estás bromeando. ¿Tienes alguna posibilidad de involucrar el Unicornio y a Abromovski en la condena del crimen de Crane?
—Depende si Reynolds habla, lo que seguro hará una vez que se dé cuenta que sino queda solo en esto. Pero por el momento, aunque nos duela, debemos liberar a todos los sospechosos, incluyendo a Abromovski. No tenemos evidencia concreta, bueno, en realidad no lo suficiente. A lo que me refiero es que hasta los videos de la vigilancia pueden ser defendidos por un buen abogado y, a menos que consigamos el testimonio de alguna de las chicas, lo que dijo Phillip Solly no servirá de mucho. Por Dios, algo bueno tiene que suceder pronto. No puedo esperar a tener el placer de quitarle la sonrisa engreída al arrogante de Abromovski.
—Haré lo posible para que lo mantengan vigilado. Veré si alguno de mis compañeros se encuentra cerca del área de la demostración. De ser así, intentaré meterme en una de las camionetas.
—Entonces es probable que nos crucemos. Por favor, mantenme informada, Tony.
—No hace falta decirlo, Lorne.
Bajó la tapa del celular, y cuando estaba a punto de guardarlo en su bolsillo, vibró, indicando la llegada de un nuevo mensaje: Tu hija me queda como anillo al dedo.
La fuerza de Lorne pareció desaparecer de golpe. Sus piernas no soportaron el peso. El oficial Fox logró sostenerla cuando caía hacia el escritorio.
—Inspectora, ¿se encuentra bien?
—Oh, por Dios. Oh, papá… —ella le entregó el celular a su padre y vio como se le iba el color de la cara y su cuerpo se sacudía de un gran escalofrío. Luego, entregándole el celular al jefe, él hizo lo que Lorne sabía que haría. Se llenó de fuerza y se acercó a consolar a su hija.
—Él está provocándote hija. Tenlo en cuenta. Está preocupado. Sabe que estás acercándote a él, por lo que está usando todo en el manual del hijo de puta para ponerte nerviosa. Debes mantenerte enfocada. No lo dejes ganar, Lorne. Charlie te necesita.
Con el brazo de su padre sobre el hombro, y viendo el esfuerzo que estaba haciendo él, Lorne tomó lo que pudo de su fuerza e inhaló varias bocanadas de aire para controlarse y recuperarse.
Poniéndose el abrigo sobre su cuerpo frío, Lorne caminó hacia la salida, al estacionamiento.
El jefe gritó detrás de ella. —¿Estás segura que puedes hacerlo, Lorne?
—Si puedo hacerlo, señor. Estoy más lista que nunca. Estoy lista para atrapar a este hijo de puta —ella puso su mano sobre el arma que colgaba de su cintura. El solo hecho de tenerla, ya la hacía sentir más fuerte. No dejaría que nada se interponga en su camino a destruir al Unicornio. Sus días estaban contados.