Capítulo Cuarenta y Nueve
Sam puso los codos sobre el escritorio de su hija y se tomó la cabeza en símbolo de desesperanza.
—¿Se encuentra bien, señor?
—No del todo, oficial Fox. Mi hija y mi nieta corren el riesgo de perder la vida en cualquier segundo, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Acabo de hablar con Lorne, intenté convencerla de que se ubique en un lugar seguro, pero es inútil. No es que no me lo esperaba… de hecho, no quería que me obedeciera. Charlie la necesita. ¿Acaso algo de lo que digo tiene sentido?
—No, señor. Porque no sé qué es lo que le pidió a Lorne que hiciera. Lo que sí sé es que Pete siempre decía que lo que más admiraba de ella era la determinación que tiene. Por eso amaba ser su compañero.
—En este caso, no es determinación lo que demuestra, más bien, es coraje y amor por su única hija. Ningún hombre puede hacer cambiar de opinión a una mujer que es madre.
Sam le explicó a Fox dónde estaba Lorne y por qué.
—Todo lo que puedo decir, señor, es que se ponga en su lugar. ¿No estaría haciendo lo mismo?
—Sí, así es. Pero eso tampoco lo justifica. Demasiado es que haya una vida en peligro. Ahora hay dos, y ambas son muy importantes para mí.
—Lo siento mucho, señor —contestó Fox mirando al piso.
—Gracias. Dime que tienes buenas noticias. ¿Conseguiste algo?
—De hecho sí, señor. Uno de los uniformados dejó entrever que habían encontrado el cuerpo de Abromovski en su departamento. Fingió no darse cuenta que podían escucharlo.
Intrigado, Sam preguntó:
—¿Y quién estaba cerca?
—Mark Reynolds, el abogado de Abromovski. Aparentemente, la mirada en su rostro fue impagable. De inmediato exigió que lo encerraran en una celda, con protección policial. Cree que es el próximo en la lista del Unicornio. El sargento Harris le preguntó a cambio de qué; y él dijo estar dispuesto a contar todo lo que sabe del Unicornio a cambio de estar a salvo.
—Buen trabajo. Se lo haré saber al jefe de inmediato. Gracias, John. Esto puede ser lo que tanto esperamos. Oh, por cierto… ¿Quién descubrió el cuerpo del ruso, y cómo?
Entretenido, Fox contestó:
—La brigada dejó algunas cámaras en la casa. Uno de los chicos volvió, diciendo que se habían olvidado un par de equipos. Siguió el camino que había visto tomar al Unicornio y Abromovski en cámara, y bingo. Parece que sufrió una muerta lenta y eterna, y déjeme decirle, el resultado no es nada lindo. Incluso utilizaron la palabra “bárbaro” en la descripción del archivo.
—Bien. Fox, diles a los oficiales que detengan los interrogatorios hasta que el jefe dé el visto bueno. Deja que Reynolds se pregunte qué haremos con su oferta, ya sabes, todo depende de la calidad de su información. Me pondré en contacto con el jefe.
Sam tomó el teléfono y llamó a Roberts.
—Hola, Sean. En cuanto respecta a Lorne, fue imposible, pero no puedo enojarme con ella, porque la entiendo, por más miedo que sienta por ambas. No esperaba otra cosa de Lorne. Por ahora debemos seguir las cosas a su manera. Sé que es demasiado riesgoso, pero si yo estuviese en su lugar, también hubiese atravesado la valla.
—Lo sé, Sam. Pero debíamos intentarlo.
—¿Hay alguna novedad?
Roberts golpeó el volante de su Lexus con la mano por enésima vez en el día.
—No, perdí su rastro cuando me detuve a llamarte. Es decir, unos minutos antes. El coche robado resultó ser solo una maldita maniobra de distracción. El helicóptero reportó que lo tenía en vista, y cuando el equipo lo interceptó en la ruta, nos llevamos la sorpresa de que el único ocupante era un criminal insignificante llevando a cabo el robo de su vida. El tipo no tenía ni idea que había sido engañado. Al parecer, los secuestradores metieron el coche dentro de un camión. Seguramente podamos ver la maniobra cuando consigamos las cámaras de seguridad de la zona. Luego, el camión partió y dejó el coche al pobre de este tipo, sin los secuestradores ni el hijo del primer ministro. Le dieron muchísimas instrucciones para llevar el vehículo hasta un garaje, lo que le hizo pensar que el coche era robado. Una de las órdenes fue evitar la policía a toda costa, pero una patrulla lo detuvo apenas subió a la autopista. Los oficiales decían que hasta sintieron lástima por él. No tenía idea de lo que estaba sucediendo ni quién lo había contratado. Pensó que el chico que estaba con el grupo estaba drogado o algo así, por que parecía ido. Mientras tanto, el grupo de secuestradores puede haber avanzado kilómetros y kilómetros en el camión o, lo más probable, pueden haber cambiado de coche sin si quiera ser detectados.
—Vaya, un plan elaborado, pero no es la primera vez que se usa. ¿Recuerdas la banda Ferry? Esos que capturamos antes de tu ascenso…
—Sí, pensé en ellos de inmediato. Robaron muchísimos coches de alta gama usando el método del camión, enviándolos a Irlanda a las pocas horas de haberlos robado. Todo gracias a que los ocultaban en los camiones y se los sacaban de encima rápido, para no poder ser rastreados. De hecho, revisaré el caso, por si llega a haber algún tipo de conexión. La mayoría de ellos ya deben haber salido de la cárcel. Te digo Sam, el maldito es como una puta anguila escurridiza. No sé ni cómo decirle a Lorne que lo perdimos. De todas maneras, cuando vimos que lo perdimos, pensé en volver a la escena principal, pero ya hay demasiados oficiales, por lo que volveré a la estación.
—Bueno, cuando escuches lo que tengo para ti, hubieras decidido lo mismo —Sam le comentó lo que el oficial Fox le había narrado antes.
—Bien, estaré allí en cinco minutos. Por cierto, el escuadrón de explosivos está allí y ya dieron el visto bueno para proceder. Estoy seguro de que Lorne y Charlie estarán bien.
Sam se sentó y escuchó a Sean. Tenía el corazón en la garganta. El hecho de que el escuadrón esté allí, no quería decir que estén en casa sanas y salvas. Un sin fin de cosas podían suceder. ¿Y si el francotirador estaba allí todavía, esperando las órdenes del maniático aquel?