QUIZÁS TU PERÍODO SE HA atrasado un solo día o ya han pasado tres semanas. O a lo mejor todavía no es el momento de que llegue, pero tienes una sensación en el estómago (específicamente en la barriga) de que algo se está cocinando… ¡como un nuevo panecillo en el horno! Quizás la única señal que te ha dado tu cuerpo hasta ahora es ese período atrasado. O ya has desarrollado todos los síntomas de la concepción. A lo mejor lo has estado intentando durante seis meses o más. O quizás esa noche apasionada de hace dos semanas fue tu primer encuentro sin anticonceptivos. O tal vez no has estado intentando activamente para nada. Sean cuales sean las circunstancias que te han traído hasta este libro, te estarás preguntando: ¿estoy embarazada? Bueno, lee para averiguarlo.
“Una amiga me dijo que sabía que estaba embarazada aun antes de hacerse un examen. ¿Hay algún modo de saber si estoy embarazada tan pronto?”
La única manera de estar absolutamente segura de que estás embarazada -al menos tan pronto- es a través de un examen de embarazo. Pero eso no significa que tu organismo no te esté dando señales de que estás a punto de convertirte en mamá. De hecho, es posible que te esté dando algunas pistas. Aunque muchas mujeres nunca sienten síntomas prematuros de embarazo (o no los sienten hasta semanas de iniciado), otras captan ciertos indicios de que hay un bebé en gestación. Experimentar alguno de los siguientes síntomas o advertir ciertas pistas podría ser el pretexto perfecto que necesitas para ir corriendo a la tienda en busca de un test de embarazo:
Senos y pezones sensibles.
¿Reconoces esa sensibilidad dolorosa en los senos antes de que llegue tu período? Eso no es nada comparado con la que podrías sentir después de la concepción. Los senos delicados, llenos, hinchados, con sensación de hormigueo, sensibles y dolorosos al tacto son algunas de las primeras señales que muchas mujeres (aunque no todas) advierten luego del encuentro del esperma con el óvulo. Esa sensibilidad puede comenzar pocos días después de la concepción (aunque comúnmente se afianza semanas después), y mientras avanza tu embarazo, podría pronunciarse aún más. Digamos mucho más.
Aréolas oscurecidas.
No sólo puedes tener sensibles los senos, sino también tus aréolas (el círculo que rodea el pezón) podrían estar cambiando de color. Es perfectamente normal que adquieran un tinte más oscuro durante el embarazo e, incluso, que aumenten algo de diámetro en las semanas posteriores a la concepción. Por éstos y otros cambios de coloración en la piel puedes agradecer a las hormonas del embarazo que están en plena ebullición (hablaremos mucho más sobre estas hormonas en los próximos meses).
¿Piel de gallina?
Bueno, no exactamente, pero al comienzo del embarazo podrías notar un aumento y alargamiento en los diminutos bultos de las aréolas (llamados tubérculos de Montgomery), que no habías notado antes. Aunque dan la sensación de piel de gallina, en realidad son glándulas sebáceas que lubrican tus pezones y aréolas; lubricación que, por cierto, será muy útil cuando tu bebé succione tus pezones si lo amamantas. Otra señal de que tu organismo está planificando con tiempo.
Sangrado ligero.
Algunas mujeres (aunque por cierto no todas) experimentan un sangrado ligero cuando el embrión se implanta en el útero. Ese sangrado de implantación, como lo llaman, probablemente ocurrirá antes del día en que debería llegar tu flujo mensual (usualmente alrededor de cinco a diez días después de la concepción) y probablemente tendrá una ligera o mediana coloración rosada (rara vez roja, como la del período).
Frecuencia urinaria.
¿Estás visitando el inodoro varias veces al día últimamente? Al inicio del embarazo (por lo general de dos a tres semanas después de la concepción) podrías tener la necesidad de orinar con mucha mayor frecuencia. ¿Te preguntas por qué? Consulta la página 146 para conocer los motivos.
Fatiga.
Fatiga extrema. O mejor dicho agotamiento. Completa falta de energía. Pereza total. Como quiera que la llames, ¡es una lata! Y a medida que tu cuerpo empieza a movilizar los engranajes de la máquina fabricante de bebés, se agotará aún más. Consulta la página 138 para saber por qué.
Náusea.
He aquí otro motivo por el que podrías considerar mudarte al baño, al menos hasta que termine el primer trimestre. La náusea y los vómitos -en lo que también se conoce como “malestar matutino” (morning sickness)… ¡si sólo se limitara a la mañana!- pueden afectar a la embarazada tan pronto después de la concepción, aunque hay mayor probabilidad de que comiencen alrededor de la sexta semana. Para conocer las causas, consulta la página 140.
Sensibilidad al olor.
La extrema sensibilidad del olfato es uno de los primeros cambios que experimentan algunas recién embarazadas, por lo tanto si tu nariz se vuelve más sensible y se ofende fácilmente, es posible que esté oliendo el embarazo.
¿Te sientes como si fueras un flotador ambulante? Esa sensación podría aparecer y desaparecer al comienzo del embarazo, aunque podría ser difícil diferenciar entre la hinchazón previa al período y la del embarazo. Es demasiado pronto como para atribuir la hinchazón al crecimiento de tu bebé, pero una vez más le puedes pasar la cuenta a las hormonas.
Alza de temperatura.
De la temperatura basal. Si has estado controlando tu temperatura matinal con un termómetro especial de temperatura basal, podrías notar que ésta sube alrededor de un grado cuando concibes -y continuará elevada durante todo tu embarazo. Aunque no es una prueba segura (es posible que tu temperatura suba por otros motivos), podría anticiparte una gran noticia, aunque todavía de tamaño muy pequeñito.
Atraso.
Es posible que esté revelando lo evidente, pero si no has tenido un período (especialmente si tus períodos funcionan como reloj) podrías sospechar ya de un embarazo, aun antes de que un examen lo confirme.
“¿Cómo puedo saber con seguridad si estoy embarazada o no?”
Aparte de ese sistema notable de diagnóstico que es la intuición femenina (algunas mujeres “sienten” que están embarazadas momentos después de la concepción), la ciencia médica moderna sigue siendo la mejor arma para diagnosticar un embarazo con precisión. Por suerte, en estos días hay muchos medios para descubrir con certeza que llevas un bebé a bordo:
El test de embarazo en casa.
Es tan fácil como hacer pipí, y puedes hacerlo en la privacidad y comodidad de tu propio baño. Las pruebas caseras del embarazo (home pregnancy test, HPT en inglés) son rápidas y confiables e, incluso, puedes usar algunas marcas antes de un atraso en tu período (aunque la precisión mejora a medida que te acercas al día de tu menstruación).
Todos los exámenes que puedes hacer en casa miden los niveles urinarios de la gonadotropina coriónica (hCG, por sus siglas en inglés), una hormona del embarazo producida por la placenta. La hCG entra en el flujo sanguíneo y la orina luego de que el embrión empieza a implantarse en el útero, entre 6 y 12 días después de la fertilización. En cuanto se detecte hCG en tu orina, podrás (teóricamente) obtener una lectura positiva. Pero hay un límite en qué tan rápido pueden arrojar un resultado: son sensibles, pero no siempre demasiado. Una semana después de concebir tendrás hCG en tu orina, pero no lo suficiente como para que la prueba la detecte, lo que significa que si te haces la prueba siete días antes del momento en que esperas el período, probablemente obtendrás un resultado negativo aunque estés embarazada.
¿No puedes esperar el momento de orinar en esa cinta reactiva? Algunas pruebas prometen un 60% de precisión cuatro días antes del momento en que esperas el período. ¿No eres de las que apuestan? Espera hasta el día en que tu período debiera llegar y tendrás un 90% de probabilidad de obtener un resultado correcto. Si lo intentas una semana después, el porcentaje ascenderá al 97%. La buena noticia de estas pruebas es que un resultado positivo tiene más probabilidad de ser correcto que un resultado negativo. Es decir, si el test dio positivo, tú también podrás estarlo. Otra buena noticia: como las HPT dan un diagnóstico preciso tempranamente en el embarazo –probablemente antes de que considerarías consultar a un médico o una partera– te ofrecen la oportunidad de empezar a cuidarte lo mejor posible días después de la concepción. De todos modos, es esencial consultar a un médico después de la prueba. Si el resultado es positivo, confírmalo con un análisis de sangre y un control prenatal completo.
El análisis de sangre.
El más sofisticado examen de sangre para el embarazo puede detectarlo con una precisión del 100% tan solo una semana después de la concepción (a menos que haya un error de laboratorio), usando apenas unas gotas de sangre. También puede ayudar a fechar el embarazo midiendo la cantidad exacta de hCG en la sangre, ya que éstos varían a medida que avanza el embarazo (consulta la página 151 para conocer más detalles sobre los niveles de hCG). Muchos médicos ordenan tanto análisis de orina como de sangre, para asegurarse del diagnóstico por partida doble.
El examen médico.
Con los test caseros y los análisis de sangre precisos, el examen médico –que busca detectar las señales físicas del embarazo como alargamiento del útero, cambios de coloración en la vagina y el cuello del útero, y un cambio en la textura de este último– es casi innecesario para confirmar el diagnóstico de un embarazo. Sin embargo, no lo es someterte a ese primer examen y comenzar el cuidado prenatal regular (consulta la página 21).
“Cuando me hice un test de embarazo en mi casa, me mostró una línea muy tenue. ¿Estaré embarazada?”
El único modo de que una prueba de embarazo arroje un resultado positivo es si tu organismo tiene un nivel detectable de hCG (más precisamente en la orina). Y la única manera de que el hCG pueda circular por tu cuerpo es si estás embarazada. Eso significa que si tu examen muestra una línea, no importa lo tenue que sea, estás embarazada.
El hecho de que aparezca una línea tenue en vez de la línea firme e inequívoca que esperabas, tiene mucho que ver con el tipo de examen que hayas usado (algunos son mucho más sensibles que otros) y con la etapa en la que está tu embarazo (los niveles de hCG aumentan día a día, por lo tanto si te examinas demasiado pronto, habrá muy poquito hCG que registrar).
Revisa el envase para saber qué tan sensible es tu test de embarazo, leyendo la medida de miliunidades internacionales por litro (milli-international units, mIU/L en inglés). Mientras más bajo el número, mejor (20 mIU/L te dirá si estás embarazada más pronto que un examen con una sensibilidad de 50 mIU/L). No es de sorprender que los test más sensibles sean los más caros.
Ten en cuenta, además, que mientras más avanzado esté tu embarazo, mayor será el nivel de hCG. Si te haces la prueba muy pronto (por ejemplo, unos pocos días antes o después del día en que debiera llegar tu período), es posible que aún no tengas suficiente hCG en tu sistema como para generar una línea inequívoca. Espera un par de días, vuelve a hacer la prueba y verás una línea que despejará toda duda de una vez por todas.
“Mi primer test de embarazo dio positivo, pero unos días después me hice otro que resultó negativo. Y después me llegó el período. ¿Qué es lo que pasa?”
Da la impresión de que hubieras experimentado un embarazo químico, que termina prácticamente antes de empezar. En un embarazo químico, el óvulo es fertilizado y empieza a implantarse en el útero, pero por algún motivo nunca completa el proceso de inserción.
En vez de resultar en un embarazo viable, desemboca en un período. Aunque los expertos calculan que hasta un 70% de todas las concepciones son químicas, la mayoría de las mujeres que lo experimenta ni siquiera se da cuenta de que ha concebido (de hecho, antes de que hubiese test caseros, las mujeres no se enteraban de que estaban embarazadas hasta mucho después). A menudo, un temprano resultado positivo de embarazo seguido de un período tardío (con demora de unos pocos días a una semana), son los únicos indicios de un embarazo químico. Por lo tanto, si hubo algún inconveniente con ese test que te realizaste demasiado pronto, quiere decir que decididamente experimentaste un embarazo químico.
Desde el punto de vista médico, un embarazo químico es, más que un aborto espontáneo, un ciclo en el que no ocurrió un embarazo. Emocionalmente, para las mujeres como tú que se han hecho un temprano examen y han obtenido un resultado positivo, puede tener una connotación diferente. Aunque técnicamente no es una pérdida, la pérdida de la promesa de un embarazo puede ser una desilusión para ti y tu pareja. La información sobre cómo sobrellevar una pérdida de embarazo en la página 621, te puede ayudar emocionalmente. Y ten en cuenta que si la concepción ya ocurrió una vez, es muy probable que vuelva a ocurrir pronto, y con el final feliz de un embarazo saludable.
“Siento como si estuviera embarazada, pero los tres test que me hice dieron negativo. ¿Qué puedo hacer?”
Si estás experimentando los síntomas del comienzo del embarazo y sientes –con prueba o sin ella– que estás embarazada, actúa como si lo estuvieras (tomando vitaminas prenatales, evitando las bebidas alcohólicas, dejando de fumar, comiendo bien, y todo eso) hasta que descubras definitivamente que no lo estás. Las pruebas de embarazo no son infalibles, especialmente cuando se hacen demasiado pronto. Conoces tu propio cuerpo mejor que ese chorrito de orina en una cinta. Para descubrir si tu intuición es más acertada que los exámenes, espera una semana y vuelve a intentarlo: a lo mejor era demasiado pronto para detectarlo. O pide a tu médico un análisis de sangre, que es más sensible a la hCG que el examen de orina.
Es posible, por supuesto, experimentar todos los signos y síntomas tempranos del embarazo y no estar embarazada. Después de todo, ninguno de ellos por sí solo o en combinación constituye una prueba absoluta de embarazo. Si los tests siguen siendo negativos, pero todavía no te ha llegado el período, consulta a tu médico para descartar otras causas biológicas de tus síntomas. Si también éstas son descartadas, es posible que tus síntomas puedan tener motivaciones emocionales. A veces, la mente puede ejercer una influencia sorprendentemente poderosa sobre el organismo, generando incluso síntomas de embarazo cuando no lo hay, en el caso de un deseo intenso de tenerlo (o temor a él).
“El test que me acabo de hacer en casa salió positivo. ¿Cuándo debo fijar la primera cita con mi médico?”
Un buen cuidado prenatal es uno de los ingredientes más importantes para tener un bebé sano. Por eso no te tardes. En cuanto sospeches que puedas estar embarazada o nada más el test dé positivo, pide una cita con tu médico. ¿Cuándo te la dará? Depende del trabajo del consultorio y de la política del médico. Algunos lo harán inmediatamente, mientras que otros consultorios muy ocupados podrían dártela varias semanas después. En algunos consultorios, el procedimiento de rutina para esa primera visita prenatal oficial es esperar hasta que la mujer tenga de seis a ocho semanas de embarazo, aunque algunos ofrecen una visita previa para confirmar que estás embarazada en cuanto tú sospechas que lo estás (o tienes los resultados positivos de HPT para demostrarlo).
Pero aun si tu cuidado prenatal oficial debe esperar hasta mediados del primer trimestre, eso no significa que debas postergar el cuidado de tu cuerpo y de tu bebé. Independientemente de cuándo es la cita con tu médico, empieza a actuar como embarazada nada más tengas el resultado positivo de la HPT. Probablemente estás familiarizada con muchos de los cuidados básicos (tomar vitaminas prenatales, eliminar el alcohol y el cigarrillo, comer bien, etc.), pero no dudes en llamar al médico si tienes preguntas específicas sobre el mejor modo de encaminarte en el programa del embarazo. Para ayudarte a responder algunas de tus dudas podrías incluso recoger un set de folletos informativos para embarazadas (muchos consultorios los ofrecen, con consejos que van desde lo que conviene o no para la dieta hasta las recomendaciones sobre vitaminas prenatales, pasando por una lista de medicamentos que puedes tomar sin problemas).
En un embarazo de bajo riesgo y desde el punto de vista médico, no se considera necesario que la primera visita sea pronto, aunque se te haga difícil la espera. Si ésta te pone demasiado nerviosa, o si crees que podrías ser un caso de alto riesgo (debido a antecedentes de abortos espontáneos o embarazos ectópicos, por ejemplo), pregunta al consultorio si puedes ir antes de la fecha fijada. (Para más detalles sobre lo que puedes esperar en tu primera visita prenatal, consulta la página 134).
“Mi médico calculó mi fecha de parto, ¿pero qué tan certera es?”
La vida sería mucho más sencilla si pudieras estar segura de que la fecha que te da el médico será exactamente la del parto, pero no suele ser tan simple. Según la mayoría de los estudios, sólo 1 de cada 20 bebés nace efectivamente en la fecha calculada. Como un embarazo normal de desarrollo completo puede durar entre 38 y 42 semanas, la mayoría nace dentro de las dos semanas de ese margen… lo que mantiene a los padres en una incógnita hasta el día del parto.
Por eso el término que usan los médicos es “fecha estimada de parto” (estimated date of delivery, EDD en inglés). La fecha es sólo un cálculo general, que puedes obtener así: resta tres meses desde el primer día de tu último período menstrual (last menstrual period, LMP en inglés) y luego suma siete días, y ésa será la fecha de parto. Por ejemplo, supongamos que tu último período empezó el 11 de abril. Cuenta tres meses hacia atrás, lo que te lleva hasta enero, y después suma siete días. Tu fecha de parto sería el 18 de enero.
Este sistema de cálculo funciona bien para las mujeres que tienen un ciclo menstrual regular. Pero si tu ciclo es irregular, el sistema puede que no funcione para nada. Supongamos que típicamente tienes tu período cada seis a siete semanas y no has tenido ninguno en tres meses. Al hacerte la prueba, te das cuenta que estás embarazada. ¿Cuándo concebiste? Como es importante tener una fecha de parto confiable, tú y tu médico deben tratar de calcularla. Aunque no puedas precisar el momento de concepción o no estés segura de cuándo ovulaste por última vez, hay indicios que te pueden ayudar.
El primero de todos es el tamaño de tu útero, que se determinará cuando te hagas el primer examen interno de embarazo. El segundo indicio será un temprano ultrasonido que podrá precisar más exactamente la fecha del embarazo. (Ten en cuenta que no todas las mujeres se someten a un ultrasonido al comienzo del embarazo. Algunos médicos lo practican regularmente, pero otros sólo lo recomendarán si tus períodos son irregulares, si tienes antecedentes de abortos espontáneos o si la fecha estimada de parto no se puede calcular en base a tu último período menstrual y tu examen físico). Más adelante, hay otros factores que confirmarán la fecha: la primera vez que se detecta el latido cardíaco fetal (de unas 9 a 12 semanas con un Doppler), cuando se sienten las primeras palpitaciones de vida (de unas 16 a 22 semanas), y la altura del fondo del útero en cada visita (por ejemplo, alcanzará la altura del ombligo aproximadamente a la semana 20). Estos indicios serán útiles, pero no definitivos. Sólo tu bebé sabe cuándo nacerá… y por ahora no abre la boquita.
TODO ACERCA DE …
Todos sabemos que hacen falta dos para concebir un bebé, pero se necesita un mínimo de tres –madre, padre y por lo menos un profesional de la salud– para hacer que la transición del óvulo fertilizado al recién nacido sea segura y exitosa. Asumiendo que tú y tu pareja ya se han encargado de llamar a la cigüeña, el siguiente desafío que ambos deben enfrentar es seleccionar a ese tercer miembro de tu equipo de gestación y asegurarte de que sea una decisión confiable y que puedas trabajar con él (por supuesto, puedes hacer esta selección aun antes de concebir).
¿Dónde comenzar la búsqueda del asistente perfecto que te guíe durante tu embarazo y en adelante? En primer lugar, tienes que pensar qué tipo de profesional se adecuará mejor a tus necesidades.
El obstetra.
¿Buscas a un profesional entrenado para manejar todo aspecto médico imaginable del embarazo, trabajo de parto, alumbramiento y período posparto, desde lo más evidente hasta la complicación más recóndita? Entonces querrás un obstetra ginecólogo. Estos profesionales no sólo proporcionan una completa atención obstétrica, sino también pueden hacerse cargo de todas tus necesidades de salud femenina no relacionadas con el embarazo (Papanicolaou, anticoncepción, exámenes de senos y otros procedimientos). Algunos ofrecen atención médica general y, por lo tanto, también pueden actuar como médico general.
Si tu embarazo es de alto riesgo, probablemente necesitarás un obstetra ginecólogo. Incluso podrías buscar un obstetra especializado en embarazos de alto riesgo que esté certificado en medicina maternofetal. Aunque desde el punto de vista médico tu embarazo luzca normal, podrías optar por un obstetra, tal como lo hace más del 90% de las mujeres. Si has estado consultando a un obstetra ginecólogo que te gusta, respetas y con quien te sientes cómoda, no hay motivo para cambiarlo ahora que estás embarazada. Si no has consultado a ninguno, o si no estás segura de que quieres dejar tu embarazo en manos del profesional al que has estado viendo, es hora de empezar a buscar otro.
El médico de familia.
Al igual que el médico general de hace años, el médico de familia de hoy (family physician, FP en inglés) provee un servicio médico integral. A diferencia del obstetra, que después de obtener el doctorado en medicina se especializa en el sistema reproductivo de la mujer, el médico de familia después de doctorarse en medicina se especializa en atención primaria, obstetricia y pediatría. Si te decides por un médico familiar, éste podría desempeñarse como tu internista, obstetra ginecólogo y, llegado el momento, como pediatra. Idealmente, conocerá la dinámica de tu familia y se interesará en todos los aspectos de tu salud, no sólo en los del embarazo. Si se presentan complicaciones, podría remitirte a un obstetra, pero se mantendrá continuamente involucrado en tu atención.
La enfermera-partera certificada.
Si buscas un profesional que te vea más como persona que como paciente, que dedique tiempo extra para hablarte no sólo sobre tu estado físico sino también de tu bienestar emocional, que ofrezca consejos nutricionales y apoyo en la lactancia, y que esté orientado hacia lo que sea “natural” en el nacimiento, entonces una enfermera-partera certificada (certified nurse-midwife, CNM en inglés) podría ser ideal para ti (aunque, por supuesto, muchos médicos también responden a ese perfil). Una enfermera-partera certificada es una profesional médica, una enfermera registrada que ha completado programas avanzados en obstetricia y está certificada por el Colegio Estadounidense de Enfermeras-Parteras. Está capacitada para atender mujeres con embarazos de bajo riesgo y para asistir partos sin complicaciones. En algunos casos, podría proporcionar atención ginecológica de rutina y, a veces, cuidado del recién nacido. La mayoría trabaja en ambientes clínicos mientras que otras asisten partos en centros de natalidad y/o a domicilio. Aunque en la mayoría de los estados estas profesionales tienen derecho a administrar anestesia epidural y otras formas de analgésicos, como también recetar medicamentos inductores del parto, no es común que un alumbramiento asistido por una enfermera-partera incluya dichas intervenciones. En promedio, las parteras tienen una tasa de parto por cesárea mucho menor que los médicos, como también mayores tasas de éxito en el parto vaginal después de una cesárea (vaginal birth after cesarean, VBAC en inglés), lo que en parte se debe a que sólo atienden embarazos de bajo riesgo, que tienen menor probabilidad de complicarse o requerir partos quirúrgicos. Los estudios demuestran que para los embarazos de bajo riesgo, los partos atendidos por enfermeras-parteras son tan seguros como los de los médicos. Y algo más para tener en cuenta: el costo de la atención prenatal de una enfermera-partera suele ser menor que el de un obstetra-ginecólogo.
Si optas por una enfermera-partera certificada (como lo hace un 8% de las futuras mamás), asegúrate de escoger una que tenga título y licencia (los 50 estados les otorgan licencias). La mayoría de ellas cuenta con un médico como respaldo en caso de complicaciones (muchas practican con uno o con un grupo). Para mayor información, consulta la página web midwife.org.
Parteras.
No son enfermeras de profesión, aunque podrían tener títulos en otras áreas de la salud. Es común que asistan más nacimientos en el hogar que las enfermeras-parteras, aunque algunas también lo hacen en centros de natalidad. Las que son evaluadas y certificadas por medio del Registro Norteamericano de Parteras (North American Registry of Midwives, NARM) son llamadas parteras profesionales certificadas (CPM, en inglés) mientras que hay otras que no lo son. Algunos estados ofrecen licencias para las parteras no enfermeras y, en algunos de estos casos, sus servicios son reembolsados por medio del seguro de salud Medicaid y otros planes privados de salud. En otros estados, las parteras no enfermeras no pueden practicar legalmente. Para mayor información, llama a la Alianza de Parteras de América del Norte (Midwives Alliance of North America) al (888) 923-6262 o consulta su página web en mana.org.
Una vez que has optado por un obstetra, un médico de familia o una enfermera-partera, deberás decidir el tipo de práctica médica que mejor te acomode. He aquí los tipos más comunes y sus posibles ventajas y desventajas:
Consulta médica individual.
El médico trabaja solo, utilizando los servicios de otro médico en los casos en que no esté disponible. Los obstetras o médicos de familia pueden atender en un consultorio individual; en cambio las enfermeras-parteras, en casi todos los estados, deben trabajar en una práctica colectiva con un médico. La ventaja principal de un consultorio individual es que en cada visita te atiende el mismo profesional. De este modo te familiarizas con él e, idealmente, te sientes más cómoda con esta persona antes del parto. La principal desventaja es que, si no está disponible, un sustituto a quien no conoces podría asistirte en el parto (aunque este contratiempo se puede remediar si te aseguras de conocer al médico suplente antes del parto). El consultorio individual también podría ser un problema si, a mediados del embarazo, descubres que no estás muy entusiasmada con el médico. Si eso ocurre y decides cambiar de profesional, tendrás que empezar de cero y buscar nuevamente al más adecuado.
Consulta participativa o de grupo.
Dos o más médicos de la misma especialidad atienden conjuntamente a los pacientes, viéndolos a menudo de manera rotativa (aunque por lo general te atienes a tu médico favorito durante la mayor parte del embarazo y sólo hacia el final del proceso, cuando empiezas a ir al consultorio semanalmente, comienza la rotación). En este tipo de práctica puedes encontrar tanto obstetras como médicos de familia. La ventaja es que al ver a un médico diferente cada vez llegas a conocerlos bien a todos, lo que significa que cuando los dolores del parto empiezan a sentirse intensa y rápidamente, tendrás la seguridad de contar con una cara familiar en la habitación. La desventaja es que no todos los médicos del consultorio podrían ser de tu agrado y, por lo general, no podrás elegir al que quieras el día del parto. Asimismo, oír distintos puntos de vista de los distintos profesionales podría ser una ventaja o una desventaja, dependiendo de si eso te tranquiliza o te inquieta.
Consulta combinada.
Incluye a uno o más obstetras y a una o más enfermerasparteras. Las ventajas y desventajas son similares a las de cualquier consulta en grupo. En algunas visitas existe la ventaja adicional de tener el tiempo y atención extra que puede ofrecer una partera y, en otras, el conocimiento médico extra que proporciona el amplio entrenamiento y experiencia de un doctor. Podrías tener la opción de un parto asistido por una partera, además de la garantía de que, si surge algún problema, habrá un médico conocido a tu lado.
Centros de maternidad o centros de alumbramiento.
En estos centros la atención está a cargo principalmente de las enfermeras-parteras certificadas, y sólo se llama a los médicos cuando es necesario. Algunos centros de maternidad tienen su sede en hospitales con salas especiales de alumbramiento, mientras que otras son instalaciones independientes. En todos ellos se atienden sólo a pacientes de bajo riesgo.
La ventaja de este tipo de consulta es evidente para aquellas mujeres que prefieren ser atendidas por parteras certificadas. Una desventaja potencial es que, si surge una complicación durante el embarazo, tendrías que comenzar a ver a un médico y a desarrollar una relación con él desde cero. O bien, si se presenta una complicación durante el parto o el alumbramiento, podrías dar a luz atendida por el médico de guardia, que probablemente será un completo extraño. Y finalmente, si hay complicaciones cuando estás dando a luz, podrías tener que ser trasladada al hospital más cercano para una atención de emergencia. Sin embargo, hay una ventaja potencialmente decisiva: los centros de maternidad o alumbramiento generalmente cobran menos que los médicos y los hospitales.
Consulta independiente de la enfermera-partera certificada.
En los estados que permiten su práctica independiente, la enfermera partera ofrece a la embarazada de bajo riesgo la ventaja de una atención personalizada y un alumbramiento natural (a veces en el hogar, aunque más a menudo en centros de alumbramiento u hospitales). Una enfermera-partera independiente debe contar con un médico disponible tanto para consultas como de guardia, en caso de emergencia: durante el embarazo, el alumbramiento y el posparto. La atención está cubierta por la mayoría de los planes de seguros de salud, aunque algunos sólo cubren los nacimientos asistidos por parteras en el hogar o en centros asistenciales que no sean un hospital.
Una vez que tienes una buena idea del tipo de atención que deseas y la consulta que prefieres, ¿dónde puedes encontrar a los posibles candidatos? Éstas son algunas fuentes confiables:
Tu ginecólogo, médico de familia (si no atiende partos) o internista, siempre y cuando estés conforme con la atención que brinda (los médicos tienden a recomendar a otros con filosofía similar a la suya).
Amistades o compañeras de trabajo que han tenido bebés recientemente y cuya manera de pensar sobre el embarazo sea similar a la tuya.
Una enfermera obstétrica que atienda en un consultorio de tu vecindario.
La sociedad médica local puede darte una lista de nombres de médicos que asisten alumbramientos, junto con informaciones sobre su preparación médica, especialidades, intereses especiales, tipo de consulta y certificación.
La Asociación Médica Estadounidense (American Medical Association, amaassn.org) te puede ayudar a buscar un médico en tu zona.
El Directorio del Colegio Estadounidense de Médicos Obstetras y Ginecólogos (American College of Obstetricians and Gynecologist Physician Directory) tiene los nombres de obstetrasginecólogos y especialistas en atención materno-fetal. Consulta acog.org o llama al 202-638-5577.
El Colegio Estadounidense de Enfermeras-Parteras (American College of Nurse-Midwives), si buscas una CNM. Visita la página acnm.org o mybirthteam.com, o llama al 240-485-1800.
La Liga La Leche local (Leche League), especialmente si estás firmemente interesada en amamantar.
Un hospital cercano que ofrezca los servicios que sean importantes para ti –por ejemplo, salas de natalidad provistas de bañeras hidromasaje, alojamiento tanto para el bebé como para el papá, o una unidad de cuidado neonatal intensivo– o una maternidad o centro de alumbramiento local. Solicita los nombres de los médicos asistentes.
Si esta información no te sirve de ayuda, consulta las Páginas Amarillas en Internet o tu guía telefónica local en Médicos (Physicians). Busca los encabezamientos Obstetricia y Ginecología (Obstetrics and Gynecology), Medicina Materno-Fetal (Maternal-Fetal Medicine) o Consulta Familiar (Family Practice).
Si tu compañía de seguros te proporciona una lista de profesionales de la salud, averigua sobre ellos por medio de amistades, conocidos u otros médicos para encontrar el más adecuado. Si esto no es posible, visita personalmente a varios de los candidatos. En la mayoría de los casos, debieras estar en condiciones de encontrar a alguno compatible. Y si no, finanzas de por medio, podrías cambiar de planes.
Una vez que hayas seleccionado el nombre de un candidato, pide una cita. Prepara preguntas que te permitan determinar si tu manera de pensar está en sintonía con la de él y si te sientes cómoda con su personalidad. No esperes que coincidan en todo; eso no ocurre ni en las relaciones más fructíferas. En la entrevista, observa cuidadosamente y trata de leer entre líneas (¿el médico o la partera sabe escuchar? ¿Explica con claridad? ¿Toma en serio tanto tus necesidades emocionales como las físicas?). Éste es el momento para descubrir su postura en las cuestiones de mayor importancia para ti: parto natural o con anestesia, lactancia, parto inducido, uso de monitoreo fetal o uso rutinario de intravenosa (IV), partos por cesárea, entre otras. Saber es poder, y saber cuál es la filosofía de tu médico evitará encontrarte con sorpresas desagradables más adelante.
Casi tan importante como lo que el profesional revele en la entrevista es lo que tú reveles sobre ti. Di todo lo que piensas y deja que tu personalidad se exprese sin tapujos. La respuesta del profesional te permitirá juzgar si éste se sentirá cómodo contigo y si será sensible a tus necesidades.
También querrás tener información sobre el hospital o centro de alumbramiento al que está afiliado el profesional. ¿Tiene suficientes salas de parto (Labor / Delivery / Recovery, LDR en inglés), salas de parto y posparto (labor, delivery, recovery and post-partum, LDRP), asistencia para la lactancia, bañera para el parto, equipos de monitoreo fetal avanzados, unidad de cuidado neonatal intensivo? ¿Hay flexibilidad respecto a procedimientos que te conciernen como, por ejemplo, suero intravenoso? ¿Permite la presencia de los hermanos en las salas de parto? ¿Permite a otros familiares durante un parto quirúrgico?
Antes de tomar una decisión definitiva, piensa en si el profesional te inspira confianza. El embarazo es uno de los viajes más importantes en los que te embarcarás y vas a necesitar un copiloto en el que puedas depositar toda tu fe.
Escoger el profesional adecuado que te acompañará es sólo el primer paso. El siguiente es establecer una buena relación. Aquí te aconsejamos cómo hacerlo:
Di toda la verdad y nada más que la verdad. Dale al profesional un panorama completo de tus antecedentes generales, ginecológicos y obstétricos. Revela si tienes un trastorno alimentario con el que has estado luchando o hábitos alimenticios poco saludables. Cuéntale sobre cualquier medicamento, ya sea con o sin receta (incluyendo herbales), drogas legales o ilegales, medicinales o recreativas, incluyendo alcohol y tabaco, que hayas estado tomando o hayas tomado recientemente, como también toda enfermedad o cirugía pasada o presente. Recuerda que lo que le dices a tu médico es confidencial y nadie lo sabrá.
Cuando entre una visita y otra te plantees un interrogante o una preocupación que no requiere una consulta inmediata, escríbela y llévala a tu próxima cita (podría ser de ayuda tener tu agenda electrónica a mano o hacer anotaciones en lugares convenientes –la puerta de la heladera, escritorio o mesa de luz–, para que siempre estén al alcance). De ese modo te asegurarás de recordar todas las preguntas y de anotar todos tus síntomas (te olvidarás si no los anotas; como descubrirás pronto, las embarazadas se vuelven muy olvidadizas). Junto con tu lista de preguntas, a cada visita al consultorio lleva una libreta y un lápiz, o tu agenda electrónica o el Diario y Organizador de Qué Esperar en el Embarazo (What to Expect Pregnancy Journal and Organizer) para anotar las indicaciones del médico. Si éste no te da toda la información que necesitas (los efectos secundarios de los tratamientos, cuándo dejar de tomar un medicamento si te lo recetan, cuándo volver a consultar sobre una situación problemática), pregunta antes de irte para evitar confusiones una vez que estés en la casa. Si hay tiempo, revisa rápidamente todas tus notas frente al profesional, para asegurarte de que escribiste exactamente lo que te aconsejó.
En la duda, llama. ¿Te asusta algún síntoma? ¿Algún medicamento o tratamiento parece haber desencadenado alguna reacción adversa? No te quedes sentada preocupándote. Llama a tu médico (o envíale un correo electrónico, si es que él prefiere responder de ese modo las cuestiones que no son de emergencia). Aunque no querrás llamar o enviar un correo cada vez que tengas una puntada en la pelvis, nunca dudes de consultar las preguntas que no pueden responderse en un libro como éste, y si sientes que no puedes esperar hasta la próxima visita. No temas si tus preocupaciones parecen tontas; si hay algo que te preocupa, no será una tontería. Además, los médicos y las parteras esperan que las futuras mamás les hagan muchas preguntas, especialmente si son primerizas. Cuando llames por teléfono o escribas ese correo electrónico, prepárate para describir tus síntomas con toda precisión. Si estás experimentando dolor, sé precisa sobre su ubicación, duración, descripción (¿es agudo, leve, como un calambre?) y su intensidad. Si puedes, explica qué lo empeora o alivia, por ejemplo, al cambiar de posición. Si se presenta flujo vaginal, describe su color (rojo brillante, rojo oscuro, marrón, amarillento, rosado), cuándo comenzó y su volumen. También reporta los síntomas que acompañan al dolor como fiebre, náusea, vómitos, escalofríos o diarrea. (Consulta Cuándo Llamar a tu Médico en la página 148).
Mantente al día. No vaciles en leer esas revistas para madres y en consultar las páginas web de embarazo. Pero también ten en cuenta que no puedes creer todo lo que leas, especialmente debido a que los medios de comunicación suelen publicar los progresos médicos antes de que se compruebe su seguridad o efectividad por medio de estudios, o bien reportan advertencias inquietantes sobre el embarazo en base a datos preliminares todavía no confirmados. Cuando leas (o escuches) acerca de algo nuevo en obstetricia, pídele la opinión a tu médico, por lo general, tu mejor fuente informativa.
Cuando oigas o leas algo que no coincide con lo que tu médico te ha dicho, no te lo guardes. Pídele una opinión, pero no de manera desafiante sino sólo para recibir la información correcta.
Si sospechas que tu médico puede estar equivocado sobre algún tema (por ejemplo, autorizar relaciones sexuales cuando tienes antecedentes de cuello uterino incompetente o insuficiencia cervical), no te calles. No asumas que tu médico o partera, aun con tu ficha médica a mano, recordará todos tus antecedentes médicos y personales. Como socia activa en el cuidado de tu salud, y como la que conoce tu organismo mejor que nadie, compartes la responsabilidad con el médico de asegurarte de que no se cometan errores.
Pide explicaciones. Averigua los efectos secundarios potenciales de cualquier medicamento recetado y si hay alternativas. Pregunta por qué te ordenan un examen, qué involucra, cuáles son sus riesgos y cómo y cuándo conocerás los resultados.
Escríbelo. Si te da la sensación de que tu médico no parece tener tiempo para responder todas tus preguntas o inquietudes, entrégale una lista por escrito. Si no puede contestar durante la visita, pregúntale si puede responder en un llamado telefónico posterior, en un correo electrónico o en una próxima visita más prolongada.
Sigue las recomendaciones de tu médico sobre fechas de citas, aumento de peso, descanso, ejercicio, medicamentos, vitaminas y demás, a menos que tengas buenos motivos para sentir que no debes o no puedes (en cuyo caso, háblalo con el médico antes de guiarte por tus instintos).
Recuerda que el cuidado personal es un componente vital para un cuidado prenatal adecuado. Por eso, una vez que descubras que estás embarazada o, mejor todavía, nada más empieces a tratar de concebir, cuídate lo mejor que puedas, con suficiente descanso y ejercicio, comiendo bien y evitando el alcohol, el cigarrillo y otras drogas y medicinas no recetadas.
Si tienes alguna queja –como tener que esperar demasiado o no recibir respuestas a tus preguntas– plantéalo de la manera más amistosa posible. Si dejas que un problema se agrave, podrías poner en peligro la buena relación entre médico y paciente.
Las compañías de seguros suelen oficiar como mediadores entre paciente y médico cuando hay un problema o una queja. Si tienes un problema con el profesional que no se soluciona hablando, contacta a tu compañía de seguro para buscar ayuda.
Si sientes que no puedes seguir las instrucciones de tu médico o un tratamiento recomendado, tal vez no estás en la misma sintonía con la persona que has escogido para que cuide de ti y de tu bebé durante tu embarazo, el parto y el alumbramiento. En ese caso –o si, por algún motivo, tu relación con el médico o partera no funciona– considera buscar un reemplazante (en el caso de que sea financieramente posible y que tu plan médico lo permita).