ACABAS DE RECIBIR LOS RESULTADOS del examen y todavía estás tratando de asimilar la noticia: ¡vas a tener un bebé! Crece la emoción (además de tu útero), y también la lista de preguntas. Muchas, sin duda, tienen que ver con esos síntomas salvajes y alocados que ya podrías estar experimentando (luego hablaremos más de eso). Pero muchas otras preguntas podrían tener que ver con el perfil personal de tu embarazo. ¿Y qué es ese perfil del embarazo? Es la suma de tus antecedentes ginecológicos, médicos generales y obstétricos (si no eres primeriza). En definitiva, tu historial. En tu primera visita prenatal al médico discutirás con él este panorama (que puede tener gran incidencia sobre la historia del embarazo que está por desarrollarse). Mientras tanto, este capítulo puede ayudarte a hacer un balance del perfil de tu embarazo y determinar cómo podría o no afectar tus nueve meses de gestación del bebé.
Ten en cuenta que gran parte de este capítulo podría no aplicarse en tu caso, debido a que tu perfil de embarazo (al igual que el bebé que esperas) es único. Lee lo que te corresponda y deja pasar lo demás.
“Me embaracé mientras usaba píldoras anticonceptivas. Las seguí tomando durante más de un mes, porque no tenía idea de que estaba embarazada. ¿Esto afectará a mi bebé?”
Lo ideal sería que una vez que dejas de tomar anticonceptivos orales, tuvieras por lo menos un ciclo menstrual regular antes de intentar quedar embarazada. Pero la concepción no siempre espera las condiciones ideales y, ocasionalmente, una mujer se embaraza mientras toma la píldora. Pese a las advertencias que leerás en el envase, no hay motivos para preocuparte. No hay evidencias sólidas que prueben que el riesgo del bebé aumenta cuando la mamá ha concebido tomando pastillas anticonceptivas. ¿Necesitas mayor tranquilidad? Comenta la situación con tu médico y, por cierto, te la dará.
“Concebí mientras usaba un condón con espermicidas y los seguí usando antes de saber que estaba embarazada. ¿Hay motivo de preocupación sobre defectos del nacimiento?”
No debes preocuparte si quedaste embarazada mientras usabas un condón o un diafragma con espermicidas, un condón cubierto de espermicida, o solamente espermicidas. La buena noticia es que no existe ningún vínculo conocido entre los espermicidas y los defectos de nacimiento. De hecho, los estudios más recientes y convincentes no han detectado ningún aumento en la incidencia de problemas aun con el uso reiterado de espermicidas en el comienzo del embarazo. Tranquilízate y disfruta de tu estado, aunque haya llegado un poquito de sorpresa.
“He estado usando un dispositivo intrauterino (IUD, por sus siglas en inglés) y acabo de descubrir que estoy embarazada. ¿Podré tener un embarazo saludable?”
Quedar embarazada mientras usas algún método para el control de natalidad es siempre un poquito inquietante (¿no era ése el motivo por el que lo usabas?), pero decididamente sucede. Las probabilidades de que quedes embarazada usando un dispositivo intrauterino son muy escasas. Para ser más precisos, aproximadamente un caso de cada 1.000, dependiendo del tipo de dispositivo usado, cuánto tiempo estuvo en su lugar, y si fue insertado correctamente o no.
Si venciste las probabilidades y te embarazaste usando un dispositivo, tienes dos opciones que deberías consultar con tu médico lo antes posible: dejar el dispositivo donde está o retirarlo. La mejor opción dependerá de si a través de un examen se puede ver o no el cordón del dispositivo sobresalir del cuello del útero. Si no está a la vista, existen buenas probabilidades de que el embarazo siga su curso sin problemas con él en tu interior. Cuando el saco amniótico que rodea al bebé comience a expandirse, el dispositivo será empujado hacia arriba contra las paredes del útero y, durante el parto, lo más probable es que sea expulsado junto con la placenta. Sin embargo, si el cordón del dispositivo está visible al comienzo del embarazo, puede aumentar el riesgo de una infección. En ese caso, las probabilidades de un embarazo seguro y exitoso son mayores si éste es removido tan pronto sea posible, una vez confirmada la concepción. Si no se retira, es probable que se produzca un aborto espontáneo, riesgo que se reduce a sólo un 20% cuando es removido. Si eso no te tranquiliza, ten en cuenta que la tasa estimada de abortos espontáneos en los embarazos conocidos es de un 15% a 20%.
Si el dispositivo intrauterino se queda en tu interior durante el primer trimestre podría aumentar el riesgo de complicaciones al comienzo del embarazo, por lo tanto mantente alerta a signos de hemorragia, calambres o fiebre. Avisa inmediatamente al médico si tienes algunos de estos síntomas.
“He tenido fibroides durante varios años y nunca me causaron problemas. ¿Podría tenerlos ahora que estoy embarazada?”
Lo más probable es que los fibroides no te provoquen complicaciones en el embarazo. De hecho, en la mayoría de los casos la presencia de estos diminutos tumores no malignos en las paredes del útero no afecta el embarazo en absoluto.
A veces, una mujer con fibroides siente presión o dolor abdominal. Si te ocurre, dile a tu médico, aunque por lo general no hay razones para preocuparse. El reposo en cama durante cuatro o cinco días tomando analgésicos seguros (pídele a tu médico que te los recomiende) suele ser santo remedio.
Sólo ocasionalmente, los fibroides pueden aumentar el riesgo de complicaciones como el desprendimiento prematuro de la placenta, nacimiento prematuro y parto de nalgas, pero éstos pueden ser reducidos aún más con las precauciones adecuadas. Pídele a tu médico que te informe sobre esta condición y de si hay riesgos en tu caso. Si tu médico sospecha que los fibroides podrían interferir con un alumbramiento vaginal seguro, es posible que opte por la cesárea. En la mayoría de los casos, sin embargo, aun un fibroide abultado se apartará del paso del bebé a medida que el útero se vaya expandiendo durante el embarazo.
“Me extirparon un par de fibroides hace algunos años. ¿Afectará mi embarazo?”
En la mayoría de los casos, una cirugía para extraer pequeños fibroides uterinos (particularmente si se practicó laparoscopia) no afecta un embarazo posterior. Pero una intervención quirúrgica de consideración para remover fibroides grandes podría debilitar el útero lo suficiente como para que no sea capaz de afrontar el trabajo del parto. Si después de estudiar tus antecedentes quirúrgicos el médico decide que éste es el caso, planeará una cesárea. Familiarízate con los signos del inicio del proceso de parto, en caso de que las contracciones comiencen antes de la operación prevista (consulta la página 387). Además, diseña un plan para llegar rápidamente al hospital si comienzas con contracciones.
“Después de años de padecer de endometriosis, por fin estoy embarazada. ¿Tendré problemas con mi embarazo?”
La endometriosis se asocia típicamente con dos desafíos: dificultad para concebir y dolor. Si quedaste embarazada significa que has superado el primero de los dos (¡felicitaciones!). Y las buenas noticias mejoran aún más. Estar embarazada podría realmente ayudarte con el segundo desafío.
Los síntomas de la endometriosis, incluyendo el dolor, mejoran durante el embarazo. Al parecer, debido a los cambios hormonales. Cuando la ovulación se toma un descanso, los implantes del endometrio generalmente se vuelven más pequeños y menos sensibles. La mejoría es mayor en algunas mujeres que en otras. Muchas no presentan síntomas durante todo el embarazo mientras que otras podrían sentir una incomodidad creciente a medida que el feto va creciendo y va dando pataditas fuertes (en especial si esos golpecitos impactan en zonas sensibles). Pero afortunadamente, tener endometriosis no parece plantear ningún riesgo durante el embarazo o el alumbramiento (aunque si has tenido cirugía uterina, tu médico probablemente optará por practicar una cesárea).
La noticia menos buena es que el embarazo sólo te da un respiro de los síntomas de la endometriosis, pero no representa una cura. Después del embarazo y lactancia (y a veces antes), los síntomas suelen reaparecer.
“Un año antes de quedar embarazada me hice una colposcopia y una biopsia de cuello uterino. ¿Corre algún riesgo mi embarazo?”
La colposcopia, por lo general, sólo se efectúa después de que un Papanicolaou de rutina detecta algunas células irregulares en el cuello del útero. El sencillo procedimiento requiere el uso de un microscopio especial para visualizar mejor la vagina y el cuello del útero. Si el Papanicolaou revela células anormales, como probablemente ocurrió en tu caso, el médico practica una biopsia de cuello uterino (en las que se extraen muestras de tejido de la zona sospechosa y se envían al laboratorio para su evaluación a fondo), criocirugía (durante la cual las células anormales son congeladas) o una extirpación electrocauterizada (loop electrocautery excision procedure, LEEP en inglés, durante la cual se extirpa el tejido afectado, utilizando una corriente eléctrica indolora). La buena noticia es que la mayoría de las mujeres que ha sido sometida a estos procedimientos ha tenido embarazos normales. Sin embargo y, dependiendo de cuánto tejido se haya extirpado durante el procedimiento, algunas mujeres podrían correr mayor riesgo para determinadas complicaciones del embarazo, como cuello del útero incompetente (o insuficiencia cervical) y nacimiento prematuro. Asegúrate de que tu médico conozca tus antecedentes en esta área, para que controle tu embarazo rigurosamente.
Si se detectan células anormales durante tu primera visita prenatal, el médico podría optar por efectuar una colposcopia, pero las biopsias o procedimientos ulteriores suelen ser aplazados hasta después de que nazca el bebé.
“¿Tener VPH genital puede afectar mi embarazo?”
El VPH genital es el virus de transmisión sexual más frecuente en Estados Unidos, afectando a más del 75% de las personas sexualmente activas.
La mayoría de quienes se infectan ni siquiera se entera, debido a que comúnmente el VPH no causa síntomas evidentes y, por lo general, se soluciona por sí solo dentro de seis a diez meses.
Pero algunas veces el VPH sí presenta síntomas. Algunas variantes causan irregularidades en las células del cuello del útero (detectadas en el Papanicolaou); otras pueden causar verrugas genitales en la vagina, vulva y recto (y cuya apariencia puede variar de una lesión apenas visible a una protuberancia suave, plana y aterciopelada o en forma de coliflor. Su color varía de rosado pálido a rosado oscuro). Aunque por lo general no duelen, las verrugas genitales pueden arder, picar o, incluso, sangrar. En la mayoría de los casos desaparecen solas en un par de meses.
¿De qué manera el virus del papiloma humano afecta el embarazo? Afortunadamente, es improbable que lo afecte. Sin embargo, algunas mujeres notarán que el embarazo incide sobre su VPH haciendo que las verrugas se vuelvan más activas. Si ése es tu caso, y si las verrugas no desaparecen por sí solas, tu médico podría recomendarte un tratamiento durante el embarazo. Las verrugas pueden extirparse con seguridad mediante el frío, el calor eléctrico o la terapia con láser, aunque en algunos casos este tratamiento podría aplazarse hasta después del parto.
Si tienes VPH, tu médico también querrá examinar el cuello del útero para asegurarse de que no hay irregularidades en las células. Si detecta células anormales, probablemente postergará hasta después del parto cualquier biopsia necesaria para su extirpación.
Como el VPH es altamente contagioso, la mejor manera de prevenir su reaparición es practicar sexo seguro y la monogamia (atenerse a un solo compañero). Aunque actualmente existe una vacuna para prevenir el VPH en mujeres menores de 26 años, no se recomienda aplicarla durante el embarazo. Si comenzaste la serie de la vacuna (se administra en tres dosis) y quedaste embarazada sin completarla, deberás aplazar las dosis restantes hasta después del nacimiento del bebé.
“Tengo herpes genital. ¿Podría transmitírselo a mi bebé?”
Tener herpes durante el embarazo requiere cierta cautela, pero no alarma. De hecho, las probabilidades de que tu bebé llegue sano y salvo sin verse afectado son excelentes, particularmente si tú y tu médico toman las medidas necesarias durante el embarazo y el alumbramiento. Esto es lo que debes saber.
En primer lugar, la infección en un recién nacido no es común. El bebé sólo tiene menos del 1% de probabilidad de contagiarse si la madre padece de una infección recurrente durante el embarazo (eso es, si ya ha tenido herpes antes). En segundo lugar, una infección que aparece por primera vez al comienzo del embarazo tampoco es común –aunque de hacerlo aumenta el riesgo de aborto espontáneo y alumbramiento prematuro. Aun para los bebés con alto riesgo –aquellos cuyas madres tienen su primer brote de herpes a medida que se acerca el parto (lo que de por sí es raro debido a que se toman frecuentes pruebas para detectarlo)– hay hasta un 50% de probabilidades de que escapen a la infección. Finalmente, aunque la enfermedad es seria, parece ser actualmente más benigna de lo que era en el pasado.
Por eso si contrajiste una infección de herpes antes del embarazo, que es lo más probable, el riesgo para tu bebé es muy bajo. Y con buena atención médica puede reducirse todavía más.
A las mujeres que tienen antecedentes de herpes y que tienen herpes recurrente durante el embarazo se les suele recetar medicamentos antivirales para proteger a sus bebés. Las que presentan lesiones activas al comienzo del parto tienden a ser sometidas a cesárea. En el caso improbable de que el bebé contraiga la infección, será tratado con un fármaco antiviral.
Después del alumbramiento, tomar las precauciones adecuadas permitirá cuidar y amamantar a tu bebé sin transmitirle el virus, aunque tengas una infección activa.
“Concebí a mi bebé mediante fertilización in vitro. ¿Qué tan diferente será mi embarazo?”
Antes que nada, ¡merecidas felicitaciones por tu éxito con la fertilización in vitro! Con todo lo que has pasado hasta llegar a este punto, te has ganado el derecho a tener un proceso apacible y, felizmente, lo tendrás. Haber concebido en un laboratorio en vez de la cama no debería afectar mucho tu embarazo, al menos una vez que pase el primer trimestre. Al comienzo, sin embargo, habrá algunas diferencias en tu embarazo y en tu propio cuidado. Como un resultado positivo en un examen no significa necesariamente que el embarazo prosperará, las primeras seis semanas de un embarazo por medio de la FIV suelen ser las de mayor tensión. Eso porque no hay certeza de cuántos de los embriones de probeta se desarrollarán en fetos, sumado a que la idea de volver a intentarlo puede ser agotadora emocional y financieramente. Además, si has tenido abortos espontáneos en intentos anteriores, las relaciones sexuales y otras actividades físicas podrían verse restringidas. Como precaución adicional, probablemente te recetarán la hormona progesterona para apoyar el proceso del embarazo durante los dos primeros meses.
Pero una vez pasado este período, puedes esperar que tu embarazo sea muy parecido al de cualquier otra mujer, a menos que seas portadora de más de un feto, como ocurre con más del 30% de las madres con FIV. Si es tu caso, lee el Capítulo 16.
“Éste es mi segundo embarazo. ¿En qué se diferenciará del primero?”
Como no hay dos embarazos exactamente iguales, no hay manera de predecir qué tan diferentes (o similares) serán estos nueve meses a los de la primera vez. Pero existen algunas generalidades sobre el segundo y subsiguientes embarazos que tendrán validez al menos parte del tiempo (al igual que toda generalidad, ninguna es válida todo el tiempo):
Probablemente te “sentirás” embarazada antes. La mayoría de las madres embarazadas por segunda vez están más atentas a los síntomas tempranos del embarazo y los reconocen con mayor facilidad. Los síntomas en sí pueden variar: podrías tener más o menos náusea, indigestión y otros problemitas del estómago; o estar más cansada (especialmente si pudiste dormir siesta durante tu primer embarazo, pero ahora apenas tienes tiempo para sentarte) o menos cansada (quizás porque estás demasiado ocupada como para darte cuenta de qué tan cansada estás o porque ya te acostumbraste a estarlo); podrías tener mayor o menor frecuencia urinaria (aunque es probable que aparezca antes).
Los síntomas que, por lo general, son menos pronunciados en el segundo y siguientes embarazos incluyen antojos o aversiones de alimentos, sensibilidad de los senos, y preocupación (como ya lo has experimentado, has hecho esto y aquello, y has sobrevivido para contarlo, es menos probable que el embarazo te provoque pánico).
“Lucirás” embarazada antes. Gracias a los músculos abdominales y uterinos que están más flojos (no hay una manera más diplomática de decirlo), es probable que tu barriga aparezca mucho antes que la primera vez. También es posible que el bebé número dos (o tres o cuatro) sea más grande que el primero, por lo tanto tendrás más peso que cargar. Producto de esos abdominales “ablandados”, el dolor de espalda y otros dolores del embarazo podrían pronunciarse más.
Sentirás los movimientos más pronto. Gracias a la soltura de esos músculos, esta vez podrías llegar a sentir las pataditas del bebé mucho antes, alrededor de las 16 semanas (quizás antes, quizás después). También es más probable que te des cuenta antes por haberlas experimentado antes. Claro que si el embarazo anterior te dejó muchos rollitos extras de los que no te has podido deshacer, esas primeras pataditas podrían ser más difíciles de sentir.
Es posible que no te sientas tan entusiasmada. Eso no significa que no estés encantada de estar embarazada nuevamente. Podrías notar que el nivel de entusiasmo (y esa ansiedad por contarles la buena nueva a todos con quienes te cruzas en la calle) no es tan elevado. Es una reacción completamente normal (claro, ya has pasado por ello antes) y de ningún modo refleja tu amor por este bebé. Ten en cuenta también que estás preocupada (física y emocionalmente) con el bebé que ya tienes en casa.
Probablemente tendrás un parto más fácil y un alumbramiento más rápido. Ésa es la mejor parte de tener los músculos más flojos. Todo ese aflojamiento (particularmente en las áreas relacionadas con el parto), combinado con la experiencia anterior de tu cuerpo, puede asegurar una salida más rápida del bebé número dos. Es posible que cada fase del trabajo del parto y el alumbramiento sea más breve y que se reduzca el tiempo en que tengas que hacer fuerza para empujar.
Podrías preguntarte cómo contarle al bebé número uno sobre el nuevo bebé que está en camino. Durante el embarazo, debes preparar al primogénito para que haga la transición de hijo único a hermano mayor de una manera realista y adecuada para su edad. Para consejos, consulta los libros El Primer Año del Bebé (What to Expect the First Year), y What to Expect the Toddler Years. Los libros ilustrados What to Expect When Mommy´s Having a Baby y What to Expect When the New Baby Comes Home también te ayudarán a preparar al hermanito mayor.
“Mi primer bebé fue perfecto. Ahora que estoy embarazada nuevamente, no puedo quitarme el temor de que esta vez no seré tan afortunada”.
Las probabilidades de volver a ganarte el premio mayor de la lotería son excelentes e, incluso, todavía mejores por ya haber tenido un embarazo exitoso. Además, con cada embarazo tienes la oportunidad de mejorar las probabilidades aún más, acentuando todos los factores positivos (buena atención médica, dieta y ejercicios apropiados y elección de estilos de vida sanos).
“Mi primer embarazo fue muy incómodo; debo haber experimentado todo síntoma posible. ¿Volveré a tener tan mala suerte?”
En general, tu primer embarazo puede ayudar a predecir tus embarazos futuros, si todo se mantiene más o menos igual. Por eso, es un poquito menos probable que respires tranquila durante el nuevo embarazo que alguien que ya lo ha hecho. Sin embargo, siempre existe la esperanza de que tu suerte cambie para bien. Todos los embarazos, como todos los bebés, son diferentes. Por ejemplo, si la náusea o los antojos te pesaron durante tu primer embarazo, tal vez casi no los notarás durante el segundo (o viceversa). Aunque una combinación de suerte, predisposición genética y el que hayas experimentado determinados síntomas anteriormente, tiene mucho que ver con lo tranquilo o incómodo que sea este embarazo, hay otros factores -incluyendo algunos que están bajo tu control- que pueden alterar el pronóstico. Estos factores incluyen:
Salud general.
Estar en buenas condiciones físicas te da mayores posibilidades de tener un embarazo cómodo y tranquilo.
Aumento de peso.
Ganar peso a un ritmo regular y mantenerlo dentro de las pautas recomendadas (consulta la página 179) puede mejorar tus probabilidades de evitar o reducir al mínimo algunos inconvenientes del embarazo como hemorroides, várices, estrías, dolor de espalda, fatiga, indigestión y falta de aliento.
Dieta.
Aunque no ofrece ninguna garantía, comer bien (lee el Capítulo 5) mejora las probabilidades de tener un embarazo más saludable y cómodo. No sólo puede ayudar a evitar o reducir al mínimo las molestias de la náusea y la indigestión, sino también a combatir la fatiga excesiva, el estreñimiento y las hemorroides, e impedir infecciones del tracto urinario y la anemia por deficiencia de hierro. E, incluso, evitar jaquecas. Si de todos modos tu embarazo resulta molesto, tu buena alimentación le dará a tu bebé las mejores posibilidades de nacer saludablemente.
Estado físico.
Practicar los ejercicios apropiados y en una dosis suficiente (consulta las recomendaciones en la página 232) te ayudará a mejorar tu bienestar general. El ejercicio es especialmente importante en el segundo y siguientes embarazos, porque los músculos abdominales tienden a estar más flojos, lo que te hará más propensa a tener una variedad de molestias y dolores, particularmente en la espalda.
Ritmo de vida.
Llevar un ritmo de vida frenético (¿quién no lo tiene en estos días?) puede agravar o, a veces, desencadenar uno de los síntomas más molestos del embarazo -la náusea- y acentuar otros, como fatiga, jaqueca, dolor de espalda e indigestión. Conseguir alguna ayuda en la casa, tomarte un descanso de lo que más te irrite, reducir la carga en el trabajo, postergar las tareas de menor prioridad, o practicar técnicas de relajación o de yoga, pueden ayudarte a recobrar la calma y sentirte mejor.
Niños en casa.
Algunas embarazadas que ya tienen niños notan que cuidar de sus hijos las mantiene tan ocupadas que apenas tienen tiempo para darse cuenta de las molestias del embarazo. Para otras, en cambio, todo lo que implica correr tras los niños tiende a realzar los síntomas del embarazo. Por ejemplo, la náusea puede aumentar durante los momentos de estrés (la prisa por llevar a los niños a la escuela o por servir la comida en la mesa); la fatiga puede aumentar, porque da la impresión de que no te queda tiempo para descansar; el dolor de espalda puede representar una carga extra si además tienes que cargar en brazos a los niños; incluso el estreñimiento se vuelve más probable si nunca tienes tiempo para ir al baño cuando lo necesitas. Además, estarás más susceptible a los resfríos u otras enfermedades, cortesía de los pequeños propagadores de gérmenes que tienes en casa. (Lee el Capítulo 20 para prevenir y combatir esas enfermedades).
No sería realista anteponer tu propio confort a las necesidades de tus otros niños (la época del embarazo consentido se terminó con tu primer parto), pero algunas medidas podrían ayudarte a aliviar la carga, reduciendo al mínimo esas molestias del embarazo. Por ejemplo, tómate más tiempo para cuidar de ti, pon tus pies en alto mientras lees un artículo, duerme una siesta (en vez de pasar la aspiradora) mientras tu niño lo hace, acostúmbrate a comer un bocadillo saludable aun cuando no hay tiempo para sentarse a la mesa, y aprovecha toda ayuda que encuentres disponible.
“Tuve algunas complicaciones en mi primer embarazo. ¿Será éste igualmente difícil?”
Un embarazo complicado decididamente no significa que el siguiente también lo será. Si bien algunas complicaciones pueden repetirse, muchas comúnmente no lo hacen. Otras pueden haber sido desencadenadas por un episodio puntual, como una infección o un accidente, lo que significa que es extremadamente improbable que se vuelvan a presentar. Tampoco lo harán si fueron causadas por hábitos en tu estilo de vida que ya has cambiado (como fumar, beber o consumir drogas), o por haber estado expuesta a un riesgo ambiental (como plomo) al que ya no lo estás, o por no haber recibido atención médica al comienzo del embarazo (asumiendo que esta vez sí la has tenido). Si la causa fue un problema crónico de salud, como diabetes o hipertensión sanguínea, corregir o controlar ese estado antes de la concepción o muy temprano en el embarazo puede reducir en gran medida el riesgo de sufrir las mismas complicaciones. También ten en cuenta que aunque las dificultades anteriores se puedan volver a presentar, su detección y tratamiento a tiempo (porque tanto tú como tu médico estarán atentos a ellas) puede marcar una gran diferencia.
Discute con tu médico las complicaciones que tuviste anteriormente y qué puedes hacer para evitar su repetición. Independiente de los problemas o sus causas (aunque no se haya precisado ninguna), los consejos enunciados en respuesta a la pregunta anterior te pueden ayudar a tener un embarazo más cómodo y seguro para ti y tu bebé.
“Quedé embarazada inesperadamente sólo 10 semanas después de tener a mi primer hijo. ¿Qué efecto tendrá sobre mi salud y la del bebé que llevo dentro?”
¿Estás ampliando tu familia (y tu vientre) un poquito antes de lo esperado? Iniciar otro embarazo antes de haberte recuperado del anterior puede ser lo suficientemente duro, sin contar el estrés que puede generar. Por eso, en primer lugar, relájate. Aunque dos embarazos muy próximos pueden dejar su huella física en la futura mamá que recién se ha convertido en mamá, hay muchas medidas que puedes tomar para ayudar a que tu organismo enfrente mejor el desafío de gestar un bebé tras otro, incluyendo:
Conseguir la mejor atención prenatal tan pronto como sospeches que estás embarazada.
Comer tan bien como puedas (consulta el Capítulo 5). Es posible que tu cuerpo no haya tenido la oportunidad de reponer su reserva de vitaminas y nutrientes, y eso puede dejarte en desventaja nutritiva, particularmente si sigues amamantando. Podrías necesitar una compensación nutritiva para asegurarte de que tanto tú como el bebé en gestación reciban lo suficiente. Presta particular atención a la proteína y el hierro (pregunta a tu médico si deberías tomar un suplemento) y sigue tomando tus vitaminas prenatales. Trata de que la falta de tiempo o de energías (sin duda te escasearán las dos) no te impida comer lo suficiente. Los bocadillos saludables pueden ayudarte a acomodar esos nutrientes en tu apretada agenda de actividades.
Ganar peso suficiente. Al pequeño feto le tiene sin cuidado si has tenido tiempo para deshacerte de las libras de más que su hermanito o hermanita te dejó. Ambos necesitan ganar peso en este embarazo, a menos que tu médico te recomiende otra cosa. Por eso, abandona por ahora cualquier plan para bajar de peso. Si ganas peso gradualmente, bajo un cuidado controlado, será más fácil que lo pierdas después, sobre todo si se debió a una dieta de alta calidad y, especialmente, una vez que tengas que atender a un bebé y a un infante al mismo tiempo. Controla tu aumento de peso y, si los números no suben como debieran, vigila cuidadosamente el consumo de calorías y sigue los consejos para aumentar el peso, enunciados en la página 194.
Tener una alimentación apropiada. Si estás dando de mamar a tu primer bebé, continúa tanto como puedas. Pero si estás absolutamente agotada, podrías optar por un suplemento con fórmula o considerar el destete. Discute las opciones con tu médico. Si decides seguir amamantando, consume calorías extra para alimentar tanto a tu bebé como a tu feto (pregúntale a tu médico el mejor modo de hacerlo). También necesitarás mucho descanso.
Descansar. Necesitas más descanso de lo que se considera humanamente (y ahora maternalmente) posible. Ello no sólo requerirá de toda tu determinación, sino también de la ayuda de tu esposo (y de otros) quien deberá encargarse de la comida, la limpieza y el cuidado del bebé tanto como sea posible. Establece prioridades: despreocúpate de las tareas domésticas menos importantes y oblígate a descansar cuando tu bebé esté durmiendo la siesta. Si no estás amamantando, deja que el papi se encargue de alimentar al bebé por las noches; y si lo estás haciendo, al menos deja que él se encargue de atender al bebé a las 2 de la mañana.
Ejercítate. Pero sólo lo suficiente como para cargarte de energías y no para quedar con la lengua afuera. Si te parece que no tienes el tiempo para una rutina regular de ejercicios para embarazadas, entonces diseña tu propia actividad física que puedas integrar a las tareas diarias con el bebé. Sal a pasear con el cochecito a paso ligero. O inscríbete en una clase de ejercicios o de natación para embarazadas en un club o centro comunitario que ofrezca servicio de niñeras.
Elimina o reduce al mínimo todos los demás factores de riesgo para el embarazo que se apliquen en tu caso, como el cigarrillo y el alcohol. Tu organismo y tu futuro bebé no necesitan estrés adicional.
“Estoy embarazada por sexta vez. ¿Significa esto un riesgo para mi bebé o para mí?”
¿ Estás tratando de averiguar si es más barato por docena? Afortunadamente para ti y para tu descendencia numerosa, las mujeres que reciben buena atención prenatal tienen excelentes probabilidades de gestar bebés saludables y normales en el sexto embarazo… y posteriores. De hecho, más allá de un pequeño aumento en la incidencia de nacimientos múltiples (mellizos, trillizos, etc., lo que implica que tu familia numerosa podría aumentar todavía más), estos embarazos al estilo de “mientras más, mejor”, tienen casi tantas probabilidades de carecer de complicaciones como el primero o segundo.
De modo que disfruta de tu embarazo y de tu familia numerosa. Pero mientras tanto:
Descansa… todo lo que puedas. A esta altura el embarazo no tiene secretos para ti, pero eso no significa que no debas reposar. Toda embarazada necesita descanso, pero las que además cuidan de un hogar con muchos niños (además de la casa) necesitan aun más.
Consigue toda la ayuda que puedas. Esto te permitirá recibir el descanso que necesitas (o por lo menos en parte). Empieza por tu marido, que debería encargarse lo más posible del cuidado de los niños y de la casa. Pero no te detengas allí. Si todavía no lo has hecho, enséñales a tus hijos mayores a ser más autosuficientes y asígnales tareas apropiadas. Deja por ahora las tareas de menor importancia que puedas encargar a alguien más.
Aliméntate. Las mamás con muchas bocas que alimentar suelen descuidar su propia alimentación. Pasar por alto el desayuno o la cena o consumir comida chatarra no sólo perjudica a tu organismo (dejándote con menos energías de las que tenías), sino también al bebé a bordo. Por eso tómate el tiempo para comer bien. Crearte el hábito de prepararte bocadillos saludables puede ayudarte mucho (pero comerse los restos de un emparedado de mantequilla de maní y jalea y trocitos de pollo rebozados no cuentan precisamente).
Vigila tu peso. Es frecuente que las mujeres que han tenido varios embarazos aumenten unas libras de más con cada bebé. Si es tu caso, preocúpate de alimentarte adecuadamente y de mantener el aumento dentro de las pautas del embarazo (las que deben ser fijadas por tu médico). En la otra cara de la moneda, asegúrate de no estar tan ocupada como para que no comas lo suficiente para obtener el peso apropiado.
“He tenido dos abortos. ¿Afectarán mi actual embarazo?”
Los abortos múltiples en el primer trimestre de gestación, probablemente no tendrán ningún efecto en los embarazos futuros. Por lo tanto, si tuviste abortos antes de la semana 14, es posible que no tengas motivos para preocuparte. Sin embargo, los abortos múltiples en el segundo trimestre (es decir, entre las semanas 14 y 27), podrían aumentar ligeramente el riesgo de nacimiento prematuro. En cualquiera de los dos casos, es imprescindible que tu médico esté al tanto de tus abortos. Mientras más conozca tus antecedentes obstétricos y ginecológicos, mejor será la atención que recibas.
“Tuve un nacimiento prematuro en mi primer embarazo. He eliminado todos mis factores de riesgo, pero sigo preocupada de que se repita”.
Felicitaciones por estar haciendo todo lo posible para que esta vez tu embarazo sea muy saludable, y por dar a tu bebé las mejores oportunidades de seguir a bordo hasta el momento adecuado. Ése es un gran primer paso. En colaboración con tu médico, hay otros pasos que puedes dar para reducir la posibilidad de que se repita un parto prematuro.
En primer lugar, pregunta a tu médico sobre las investigaciones más recientes que existen para prevenir el parto prematuro. Los investigadores han concluido que la hormona progesterona –administrada en inyecciones o en un gel durante las semanas 16 a 36– reduce el riesgo de nacimiento prematuro en las mujeres que ya tuvieron uno. Si ése es tu caso, pregunta a tu médico si eres una buena candidata para recibir esta hormona.
Segundo, pregúntale si es conveniente que te hagas alguno de los dos exámenes disponibles que existen para pronosticar el riesgo de tener un alumbramiento prematuro. Usualmente, estos exámenes sólo se recomiendan para las mujeres en alto riesgo, porque los resultados positivos no se consideran un pronóstico certero mientras que los resultados negativos pueden ayudar a evitar intervenciones innecesarias, como también a descartar la ansiedad. El examen de fibronectina fetal (fetal fibronectin, fFN en inglés) detecta una proteína en la vagina que sólo está presente si el saco amniótico se ha separado de la pared uterina (un indicador temprano del parto). Si tu fFN da negativo, es improbable que tengas un parto prematuro en las semanas siguientes al examen, por lo tanto puedes respirar tranquila. Si da positivo, el riesgo es significativamente mayor, y tu médico podría tomar medidas para prolongar tu embarazo y preparar los pulmones de tu bebé para un nacimiento prematuro.
El segundo examen medirá la longitud del cuello del útero. Ésta se mide por vía ultrasónica, y si hay algún indicio de que se acorta o se abre, el médico podría tomar medidas para reducir el riesgo de parto prematuro, como ordenar reposo en la cama o suturar el cuello del útero (si aún no se han completado las 22 semanas).
Saber es poder, pero en este caso el conocimiento también puede ayudar a que tu segundo bebé no nazca demasiado pronto. Y eso es muy positivo.
“Tuve un aborto espontáneo en el quinto mes de mi primer embarazo. El médico dijo que fue producto de una insuficiencia cervical. Un test de embarazo me acaba de dar positivo y me preocupa volver a tener el mismo problema”.
La buena noticia (y aquí realmente la hay) es que no tiene por qué suceder nuevamente. Ahora que te han diagnosticado cuello del útero incompetente o insuficiencia cervical como la causa de tu primera pérdida, tu obstetra podrá tomar medidas para impedir que se produzca otra. Con un tratamiento adecuado y atenta vigilancia, las probabilidades de que esta vez tengas un embarazo saludable y un alumbramiento seguro están muy a tu favor. (Si ahora tienes un médico distinto, infórmale sobre tus antecedentes de insuficiencia cervical a fin de recibir el mejor tratamiento posible).
El cuello del útero incompetente, es decir, el que se abre antes de tiempo bajo la presión del crecimiento del útero y del feto, se produce aproximadamente en uno a dos de cada 100 embarazos y se le considera responsable del 10% al 20% de los abortos espontáneos ocurridos en el segundo trimestre. Puede ser el resultado de una debilidad genética del cuello del útero, del estiramiento extremo o lesiones severas en éste durante uno o más partos anteriores, de una extensa biopsia practicada para detectar células precancerosas, de una intervención quirúrgica o terapia con láser en el área. Portar más de un feto también puede producir insuficiencia cervical, pero el problema, por lo general, no se repite en embarazos subsiguientes con un solo feto.
Usualmente, se diagnostica insuficiencia cervical cuando una mujer tiene un aborto espontáneo en el segundo trimestre, después de haber experimentado un progresivo e indoloro borramiento y dilatación del cuello del útero, sin aparentes contracciones ni sangrado vaginal.
Para ayudar a proteger este embarazo, tu obstetra podría practicarte cerclaje (un procedimiento en el que se sutura la abertura del cuello uterino), cuando estás en el segundo trimestre (entre 12 y 22 semanas). Aunque recientes investigaciones han cuestionado seriamente la efectividad del cerclaje (hacen falta más estudios), muchos médicos lo siguen practicando. Pero con mayor frecuencia, los médicos sólo lo harán cuando un examen ultrasónico o vaginal revela que el cuello del útero se está acortando o abriendo. Este simple procedimiento se realiza a través de la vagina, con anestesia local. Doce horas después de la cirugía podrás reanudar tus actividades normales, aunque podrían prohibirte las relaciones sexuales por el resto del embarazo. Y es posible que necesites exámenes médicos frecuentes. El momento para retirar los puntos dependerá, en parte, de las preferencias del médico y, en parte, de la situación. Por lo general, se retiran unas semanas antes de la fecha estimada de parto.
En algunos casos, no se removerán hasta que comience el proceso de parto a menos que haya infección, hemorragia o ruptura prematura de las membranas.
Tendrás que estar alerta a los signos de posibles problemas en el segundo o comienzo del tercer trimestre: presión en la parte inferior del abdomen, flujo sanguíneo, frecuencia urinaria inusual, o la sensación de tener un bulto en la vagina. Si experimentas cualquiera de estos problemas, llama a tu médico inmediatamente.
“Mi médico me dijo que mis exámenes de sangre indican que tengo Rh negativo. ¿Qué significa eso para mi bebé?”
A fortunadamente no significa mucho, al menos ahora que tanto tú y tu médico lo saben. Con esta información a mano, se pueden tomar medidas sencillas que protegerán efectiva y completamente a tu bebé de la incompatibilidad de Rh.
¿Qué es exactamente el Rh incompatible y por qué tu bebé necesita protección? Una sencilla lección de biología puede ayudarte a aclarar la cuestión rápidamente. Cada célula del organismo tiene numerosos antígenos o estructuras en forma de antenas. Uno de dichos antígenos es el factor Rh. Todos heredan células sanguíneas que tienen el factor Rh (que hace a la persona Rh positivo) o carecen del factor (que la hace Rh negativo). En un embarazo, si la madre es Rh negativa mientras que el bebé es Rh positivo, el sistema inmunológico de la mujer podría considerar al feto (y a sus células sanguíneas Rh positivo) como un “cuerpo extraño”. En una reacción inmunológica normal, el sistema de la mamá generará ejércitos de anticuerpos para atacar a este extranjero. A esto se le conoce como Rh incompatible.
Todas las mujeres son examinadas al comienzo del embarazo para determinar su factor Rh, usualmente, en la primera visita prenatal. Si la mujer es Rh positivo, como en el 85% de los casos, la cuestión de la incompatibilidad es irrelevante debido a que ya sea que el feto tenga Rh positivo o Rh negativo, no habrá antígenos extraños en sus células que hagan movilizar el sistema inmunológico de la madre.
En cambio cuando la madre es Rh negativo, como en tu caso, el padre debe ser examinado. Si tu pareja es Rh negativo, tu feto también lo será (puesto que dos padres “negativos” no pueden engendrar un bebé “positivo”), lo que significa que tu cuerpo no lo considerará un “extraño”. Pero si tu esposo es Rh positivo, existe una posibilidad significativa de que tu feto heredará el mismo factor Rh, creando una incompatibilidad entre tú y el bebé.
Esta incompatibilidad no suele ser un problema en un primer embarazo. Las dificultades comienzan a gestarse en el caso de que parte de la sangre del bebé entre en la circulación sanguínea de la madre durante su primer embarazo o alumbramiento (o aborto provocado o aborto natural). El organismo de la madre, en una respuesta de protección natural, produce anticuerpos contra el factor Rh. Los anticuerpos en sí son inofensivos, hasta que vuelve a quedar embarazada con otro bebé Rh positivo. Durante el siguiente embarazo, estos anticuerpos nuevos podrían cruzar la placenta hasta la circulación del bebé y atacar sus glóbulos rojos, causando una anemia en el feto que puede ser desde muy leve (si los niveles de los anticuerpos maternales son bajos) a muy seria (si son elevados). Muy rara vez estos anticuerpos se forman en los primeros embarazos, como reacción a la filtración de la sangre fetal por la placenta hasta el sistema circulatorio de la mamá.
Prevenir el desarrollo de anticuerpos es la clave para proteger al feto cuando hay un Rh incompatible. La mayoría de los médicos ataca por partida doble. A las 28 semanas, a la madre se le aplica una inyección de inmunoglobulina Rh, conocida como RhoGAM (Rh- immune globulin, en inglés), para prevenir el desarrollo de anticuerpos. Si los exámenes de sangre indican que su bebé es Rh positivo, se le administra una segunda dosis dentro de las 72 horas después del alumbramiento. Pero si éste es Rh negativo, no se requiere ningún tratamiento. RhoGAM también es administrada en otros casos como, por ejemplo, después de un aborto natural, un nacimiento ectópico, un aborto, un análisis de vellosidades coriónicas, una amniocentesis, sangrado vaginal o un trauma durante el embarazo. La aplicación de RhoGAM según sea necesario en esas instancias puede prevenir problemas en embarazos posteriores.
Si una mujer Rh negativo no recibió RhoGAM durante su embarazo anterior, y los exámenes revelan que ha desarrollado anticuerpos Rh capaces de atacar a un feto Rh positivo, es posible que le practiquen una amniocentesis para verificar el tipo de sangre del feto. Si éste es Rh negativo, la mamá y el bebé tienen tipos de sangre compatibles, por lo tanto no hay razón para preocuparse ni de tratamiento. Pero si es Rh positivo y, por lo tanto, incompatible con el tipo de sangre de la madre, los niveles de anticuerpos maternales se deben controlar regularmente. Si los niveles se vuelven peligrosamente altos, se deben realizan exámenes de ultrasonido para evaluar la condición del feto. Si en cualquier momento se ve amenazada su seguridad debido al desarrollo de una enfermedad hemolítica o del Rh, podría ser necesario hacer una transfusión de sangre Rh negativo al feto.
El uso de RhoGAM ha reducido a menos del 1% la necesidad de transfusiones en casos de embarazos de Rh incompatible, y en el futuro podría hacer de este procedimiento salvador un milagro médico del pasado.
Una incompatibilidad similar puede surgir con otros factores en la sangre, como el antígeno Kell, aunque éstos son menos comunes que el Rh incompatible. Si el padre tiene el antígeno y la madre no, existe la posibilidad de un problema. Una prueba regular, que es parte del primer examen de sangre de rutina, busca detectar la presencia de anticuerpos circulando en la sangre de la madre. Si hay presencia de estos anticuerpos, se le practica un examen al padre del bebé para ver si es positivo, en cuyo caso el tratamiento es el mismo que con el Rh incompatible.
“Me vacunaron contra la rubéola cuando era niña, pero mis exámenes prenatales de sangre demuestran que mis niveles de anticuerpos a la rubéola son bajos. ¿Debo preocuparme?”
En estos días no hay muchos motivos para preocuparse de la rubéola, al menos en los Estados Unidos. No porque la enfermedad no siga siendo perjudicial para el bebé que está por nacer (todavía lo puede ser, particularmente en el primer trimestre; consulta la página 546), sino porque es casi imposible contraerla. El Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDC) considera que la rubéola ha sido erradicada en los Estados Unidos, y como la mayoría de niños y adultos ha sido –y seguirá siendo– vacunado contra ella, la probabilidad de quedar expuesto a la enfermedad es casi nula.
Aunque no serás inmunizada durante el embarazo, te aplicarán una nueva vacuna contra la rubéola inmediatamente después de que des a luz, incluso antes de que salgas del hospital. Entonces será seguro, aunque estés amamantando.
“Tengo unas 60 libras de más. ¿Significa un riesgo para mí y para mi bebé durante el embarazo?”
La mayoría de las madres excedidas de peso –e, incluso, las obesas (definida como alguien cuyo peso es superior en un 20% o más a su peso ideal)– tiene embarazos completamente seguros y bebés absolutamente saludables. Sin embargo, la obesidad siempre plantea riesgos a la salud, y eso ocurre también durante el embarazo. Cargar mucho peso extra mientras también se carga a un bebé, aumenta la posibilidad de determinadas complicaciones en el embarazo, incluyendo hipertensión sanguínea y diabetes gestacional. Estar excedida de peso también plantea algunos problemas prácticos. Puede ser más difícil precisar las fechas del embarazo sin un ultrasonido temprano, no sólo porque la ovulación es a menudo irregular en las mujeres obesas, sino también porque algunos de los criterios que suelen usar los médicos para establecer la fecha de parto (como la altura del fondo del útero, el tamaño del útero, la audición del latido cardíaco) podrían ser difíciles de detectar a través de las capas de grasa. Esos rollos podrían impedir también al médico determinar el tamaño y posición del feto (y a ti sentir esas primeras pataditas). Finalmente, puede haber dificultades en el alumbramiento si el bebé es mucho más grande que el promedio, lo que suele ocurrir con madres obesas (aun entre aquellas que no comen de más durante el embarazo y, particularmente, con las diabéticas). Y si hace falta una cesárea, el abdomen abultado puede complicar tanto la operación quirúrgica como tu recuperación.
Además, está la cuestión de la comodidad –o más bien incomodidad– durante el embarazo. Lamentablemente, a medida que aumentan las libras también aumentan los síntomas de incomodidad en el embarazo. Las libras de más (ya sean las que ya tenías o las que has ido ganando ahora) pueden provocarte más dolores de espalda, várices, hinchazón, acidez estomacal, entre otros problemas.
¿Te intimida? No hay motivos. Hay muchas medidas que tú y tu médico pueden tomar para disminuir los riesgos para ti y tu bebé así como las incomodidades… sólo te requerirá un esfuerzo extra. Desde el punto de vista médico, probablemente tendrás que someterte a más exámenes que la embarazada de bajo riesgo: un ultrasonido temprano para fechar tu embarazo de manera más precisa y, más adelante, para determinar el tamaño y posición del bebé; por lo menos, un examen de tolerancia a la glucosa para determinar si presentas signos de desarrollo de diabetes gestacional; y hacia el final del embarazo, un monitoreo cardíaco fetal y otros exámenes de diagnóstico para controlar el estado de tu bebé.
En lo que a ti respecta, cuidarte bien hará una gran diferencia. Eliminar todos los riesgos del embarazo que esté en tus manos –como el alcohol y el cigarrillo– será muy importante. También deberás mantener a raya tu aumento de peso, y es posible que tu objetivo sea menor que el de la mamá promedio y que sea controlado más atentamente por tu médico. El Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (American College of Obstetricians and Gynecologists, ACOG) recomienda que las mujeres excedidas de peso ganen entre 15 y 20 libras y que las obesas no aumenten más de 15 libras, aunque las sugerencias de tu médico podrían variar.
Aun con un tope menor al que atenerte, tu dieta diaria deberá contener calorías adecuadas y estar cargada de alimentos con gran concentración de vitaminas, minerales y proteínas (consulta la Dieta para el Embarazo en el Capítulo 5). Considera la calidad en vez de la cantidad y haz que cada bocado cuente, lo que ayudará a que rindas esas calorías y a que tu bebé reciba el mayor impacto nutritivo por las calorías que consumas. Tomar religiosamente tus vitaminas prenatales te brindará más seguridad (pero no incluyas en tu menú esos inhibidores de apetito que se venden sin receta y que puedes haber estado tomando antes del embarazo. Y tampoco las bebidas que proclaman suprimirte el apetito). Hacer ejercicios regularmente dentro de las pautas recomendadas por tu médico, te permitirá comer más de los alimentos saludables que tú y tu bebé necesitan, sin cargarte de libras excesivas.
Si planeas tener otro embarazo, intenta acercarte a tu peso ideal antes de concebir. Todo lo relativo al embarazo te resultará más fácil y menos complicado.
“Siempre he sido delgada. ¿De qué manera mi bajo peso afectará mi embarazo?”
El embarazo es decididamente el momento para comer bien y aumentar de peso, tanto para las delgadas como para quienes no lo son. Pero tendrás que llenar tu plato un poco más si has llegado al embarazo superdelgada (un IMC de 18,5 o menos, en inglés body mass index, BMI. Consulta la página 179 para calcular el tuyo). Eso debido a que hay algunos riesgos potenciales (como tener un bebé de crecimiento restringido) vinculados al embarazo con un peso excesivamente bajo, en especial si también estás desnutrida. Pero todo riesgo adicional puede eliminarse con una buena dieta (que no sólo incluya calorías extra, sino también frutas y verduras frescas, que proporcionan las vitaminas y minerales de las que suelen carecer las personas delgadas); vitaminas prenatales, y un adecuado aumento de peso. Dependiendo de cuál haya sido tu punto de partida en la balanza, tu médico te podría aconsejar ganar un poquito más, posiblemente de 28 a 40 libras en vez de las 25 a 35 libras recomendadas para las mujeres de peso promedio. Si tienes la suerte de tener un metabolismo rápido que te dificulte ganar libras, consulta la página 195 para algunos consejos. Sin embargo, mientras tu aumento de peso siga en buen camino, tu embarazo no debería encontrar ningún otro desnivel (excepto el de tu barriga).
“He estado combatiendo la bulimia durante los últimos diez años. Pensé que podría terminar con el ciclo de comilonas y vómitos ahora que estoy embarazada, pero parece que no puedo. ¿Perjudicaré a mi bebé?”
No lo harás si recibes la ayuda adecuada inmediata. Si has sufrido de bulimia (o anorexia) durante varios años significa que probablemente tus reservas nutricionales están bajas, lo que pone a tu bebé y a tu cuerpo en una desventaja al comienzo del partido. Pero afortunadamente, la necesidad de nutrición es menor al principio del embarazo que al avanzar el proceso, por lo tanto tienes la oportunidad de compensar tu escasez nutritiva antes de perjudicar a tu bebé.
Hay pocos estudios en materia de trastornos alimentarios y embarazo, en parte debido a que estos trastornos alteran los ciclos menstruales, reduciendo el número de mujeres bulímicas o anoréxicas que quedan embarazadas. Pero los estudios que se han hecho sugieren lo siguiente:
Si logras poner tu trastorno alimentario bajo control, probablemente tendrás un bebé saludable como cualquier otra mujer, siempre que los demás factores no se alteren demasiado.
Es importante que el médico que te atiende sepa de tu trastorno alimentario (no lo ocultes, aunque lo hayas tenido en el pasado).
Toda mujer que sufre trastornos alimentarios debiera buscar la ayuda de un especialista, pero es esencial si estás embarazada. También podrías encontrar grupos de apoyo (busca en la Internet, o pídele recomendaciones a tu médico o terapeuta).
Las mujeres bulímicas y anoréxicas que siguen tomando laxantes, diuréticos y otras drogas, pueden perjudicar a sus bebés en formación. Éstos le quitan a tu organismo nutrientes y fluidos antes de que puedan ser utilizados para alimentar a tu bebé (y más adelante para producir leche) y, de ser usados regularmente, podrían desembocar en anormalidad fetal. Las embarazadas no debieran tomar este tipo de medicamentos, así como ningún otro, a menos que sean recetados por un médico que esté en conocimiento del embarazo.
Las comilonas seguidas de vómitos durante el embarazo (en otras palabras, una bulimia activa) parecen aumentar el riesgo de aborto espontáneo, nacimiento prematuro y depresión posparto. Abandonar ahora ese hábito dañino te permitirá nutrir bien tanto a tu bebé como a tu cuerpo. Si tienes dificultades para lograrlo, busca la ayuda necesaria.
No ganar suficiente peso durante el embarazo puede conducir a numerosos problemas, incluyendo parto prematuro y un bebé pequeño para su edad gestacional.
La sola decisión de superar tu trastorno alimentario para empezar a nutrir al pequeño que llevas dentro, es el primer paso y el más importante. También deberás comprender la dinámica del aumento de peso durante el embarazo. Ten en cuenta:
El cuerpo de la embarazada es considerado universalmente saludable y hermoso. Su redondez es normal y un indicio de que está gestando un bebé. ¡Celebra esas curvas! ¡Acepta tu condición de embarazada!
Se supone que tienes que aumentar de peso durante el embarazo. La cantidad adecuada es vital para el crecimiento y bienestar de tu bebé como también para tu propia salud.
El peso ganado al ritmo apropiado, con las comidas adecuadas, irá a parar a los sitios que corresponda (tu bebé y esos productos secundarios esenciales para el bebé). Si te mantienes dentro de las pautas recomendadas (que son mayores para quienes comienzan el embarazo con una significativa falta de libras), no será tan difícil quitarte el peso de encima una vez que llegue el bebé. Esta estrategia (una cantidad moderada de peso ganada gradualmente con alimentos nutritivos) te ayudará a volver más rápido a tu estado anterior al embarazo y a asegurar un bebé saludable.
Cuando pasas hambre, también se lo haces pasar a tu bebé. Tu bebé depende de ti para una cuota regular de nutrientes. Si no comes, tampoco lo hará tu bebé. Si eliminas los nutrientes que consumes (ya sea vomitando o tomando laxantes o diuréticos), tu bebé no tendrá lo suficiente para crecer.
El ejercicio puede mantener tu aumento de peso a niveles razonables a la vez que conduce esas libras extra al lugar indicado. Debes elegir un programa de ejercicios adecuado para el embarazo (consulta primero con tu médico), y evitar el ejercicio agotador o excesivo (que puede quemar demasiadas calorías o aumentar tu temperatura).
No todo el aumento de peso durante el embarazo se perderá en los días posteriores al parto. Comiendo de manera razonable, la mujer promedio vuelve a acercarse a su peso anterior al embarazo –aunque no totalmente–, unas seis semanas después de dar a luz. Deshacerse de todo el peso de más y volver a estar en forma (lo que requiere ejercicio) puede tomar mucho más tiempo. Por este motivo, las mujeres con trastornos alimentarios sienten que esos sentimientos negativos sobre su aspecto corporal las llevan nuevamente al ciclo de comilonas y vómitos o a pasar hambre durante el período de posparto. Como estos hábitos nocivos pueden interferir con tu habilidad para recuperarte después de dar a luz, para desempeñarte como madre y para producir leche si deseas amamantar, es importante que después del parto recibas consejo profesional de algún experto en el tratamiento de trastornos alimentarios.
Lo más importante a tener en cuenta: el bienestar de tu bebé depende de tu propio bienestar durante el embarazo. Si no te alimentas bien, tampoco lo hará tu bebé. Un refuerzo positivo puede ser de gran ayuda, de modo que trata de colocar imágenes de hermosos bebés rellenitos en la puerta del refrigerador, en tu oficina y en el auto, para que te hagan recordar lo necesario que es tener una alimentación saludable. Imagina cómo los alimentos que comes llegan hasta tu bebé (y a tu bebé saboreando felizmente las comidas).
Si no puedes abandonar el ciclo de comilonas seguidas por vómitos, diuréticos o laxantes, o la práctica de matarte de hambre durante el embarazo, consulta a tu médico la posibilidad de hospitalizarte hasta que puedas controlar tu trastorno.
“Tengo 38 años y estoy embarazada con mi primer bebé. He leído mucho sobre los riesgos de un embarazo después de los 35 años y me pregunto si tengo motivos para preocuparme”.
Si quedaste embarazada después de los 35 años estás en buena –y creciente– compañía. Mientras la tasa de embarazos entre mujeres veinteañeras ha bajado ligeramente en las últimas décadas, la de mujeres mayores de 35 años ha aumentado casi un 40%. Y aunque el número de bebés nacidos entre las de 40 sigue siendo relativamente reducido, sus filas también han aumentado en un tercio en los años recientes.
Si has vivido más de 35 años, probablemente sabes bien que nada en la vida está libre de riesgos. En estos días, los peligros del embarazo son muy escasos, pero aumentan ligera y gradualmente a medida que lo hace tu edad. Sin embargo, los beneficios de iniciar una familia en el momento oportuno para ti pueden compensar con creces cualquier riesgo pequeño (que puede ser reducido de todos modos, gracias a los progresos médicos).
El mayor riesgo reproductivo que enfrenta una mujer en tu grupo de edad es el de no quedar embarazada debido a su menor fertilidad. Una vez que has superado ese obstáculo y has quedado embarazada (¡felicitaciones!) también enfrentas una probabilidad algo mayor de tener un bebé con el síndrome de Down. La incidencia aumenta con la edad de la mamá: 1 entre 1.250 para las madres de 25 años, unos 3 entre 1.000 para las de 30 años, 1 entre 300 para las de 35, y 1 entre 35 para las madres de 45 años (notarás que el riesgo aumenta gradualmente con la edad y no sólo culmina a los 35). Se especula que ésta y otras anormalidades en los cromosomas, aunque relativamente infrecuentes, son más comunes en las mujeres de mayor edad debido a que sus óvulos son también más viejos (toda mujer nace con una provisión de óvulos que envejecen junto con ella) y han tenido mayor exposición a los rayos X, fármacos e infecciones, entre otros. (Actualmente se sabe, sin embargo, que el óvulo no siempre es el responsable de dichas anormalidades en los cromosomas. Se calcula que por lo menos un 25% de casos del síndrome de Down puede vincularse a un defecto en el esperma de un padre mayor).
Algunos otros riesgos aumentan ligeramente con los años. Tener más edad, particularmente más de 40, implica mayor probabilidad de desarrollar hipertensión sanguínea (especialmente si estás excedida de peso), diabetes o enfermedad cardiovascular durante el embarazo. Pero, por lo general, todas esas afecciones son más comunes en los grupos de mayor edad, y son usualmente controlables. Estas futuras mamás también son más propensas a los abortos espontáneos (debido a sus óvulos más viejos), preeclampsia y parto prematuro. En promedio, el proceso de parto y el parto en sí son más prolongados y con probabilidades ligeramente mayores de presentar alguna complicación, y también son más comunes las cesáreas y otras formas de parto asistido (como extracción por ventosa o forceps). En algunas mujeres de mayor edad, la disminución del tono muscular y de la flexibilidad en las articulaciones podría dificultar un poco más el proceso de parto. Pero en muchas otras no es el caso, especialmente para quienes están en excelente estado físico gracias a un ejercicio regular y una dieta saludable.
Pero pese a estos riesgos, hay buenas noticias para las futuras mamás de más de 35 años. En estos tiempos, estas madres tienen mucho a su favor. Aunque el síndrome de Down no se puede prevenir, sí es posible identificarlo en el útero a través de una variedad de exámenes y pruebas de diagnóstico. Y las noticias mejoran aún más: los actuales controles no invasivos realizados en el primer trimestre (consulta la página 64), que se recomiendan a todas las embarazadas independiente de la edad, son mucho más precisos que en el pasado. Eso significa que muchas mujeres no necesitan someterse a una prueba de diagnóstico más invasiva (aun las de más de 35 años), lo que ahorra dinero y estrés. Las afecciones crónicas que son más comunes en las mamás de más de 35 años pueden controlarse bien. Los medicamentos y una supervisión médica rigurosa pueden prevenir a veces un parto prematuro. Y los progresos médicos siguen reduciendo los riesgos en la sala de parto.
Pero si bien la ciencia médica puede ayudarte a tener un embarazo y un bebé saludable, no es nada comparado con lo que tú misma puedes lograr con ejercicios, dieta y un buen cuidado prenatal. La edad más avanzada, por sí sola, no te pone en una categoría de mayor peligro, pero sí lo hace una acumulación de riesgos individuales. Elimina o reduce al mínimo todos los factores de riesgo y podrás restar años a tu perfil de embarazada, haciendo que tus probabilidades de dar a luz a un bebé sano sean prácticamente tan buenas como las de una madre más joven. Y quizás mejores.
Por eso relájate, disfruta de tu embarazo. Nunca ha habido un mejor momento para tener más de 35 años y esperar un bebé.
“Sólo tengo 31 años, pero mi marido tiene más de 50. ¿Su edad puede afectar a nuestro bebé?”
Alo largo de casi toda la historia, se pensaba que la responsabilidad del padre en el proceso reproductivo se limitaba a la fertilización. Sólo recién en el siglo veinte (demasiado tarde como para ayudar a esas reinas que perdían la cabeza por no dar a luz a un heredero varón) se descubrió que el esperma del padre emitía el voto genético decisivo para determinar el género del bebé. Y sólo en las últimas décadas los investigadores empezaron a sospechar que el esperma de un padre mayor podría aumentar el riesgo de aborto espontáneo o defectos del nacimiento. Al igual que los óvulos de la madre mayor de 35 años, los espermatocitos (los espermatozoides no desarrollados) del padre de mayor edad han tenido más exposición a los riesgos ambientales y podrían contener genes o cromosomas alterados o dañados. De hecho, los investigadores concluyeron que, sin importar la edad de la madre, el riesgo de aborto espontáneo de una pareja aumenta junto con la edad del papá. También parece haber un aumento en la incidencia del síndrome de Down cuando el padre tiene más de 50 ó 55 años (independientemente de la edad de la madre), aunque la relación es más débil que en el caso de la edad de la mujer.
De todos modos las evidencias no son concluyentes, principalmente porque la investigación sobre los padres de mayor edad todavía está en su período de infancia. Pese a las mínimas pero crecientes evidencias sobre las implicancias que tiene la edad del padre en los defectos de nacimiento y abortos espontáneos, los asesores genéticos no recomiendan practicar una amniocentesis sólo basándose en la edad avanzada del hombre. Los exámenes que ahora se ofrecen regularmente a toda futura madre, sin importar su edad, deberían tranquilizarte. Si las pruebas dan resultado normal, puedes dejar de pensar en la edad de tu pareja, sin necesidad de someterte a una amniocentesis.
“Me pregunto si tendré algún problema genético sin saberlo. ¿Debo buscar asesoramiento genético?”
Prácticamente todos portamos al menos un gen de un trastorno genético. Pero afortunadamente, como la mayoría de los trastornos requiere la combinación de un par de genes, uno de la mamá y otro del papá, no es probable que aparezca en sus hijos. Uno o ambos padres deben examinarse antes o durante el embarazo, pero estas pruebas sólo se justifican si existe una posibilidad mayor al promedio de que ambos sean portadores de un trastorno particular. La clave suele ser de origen étnico o geográfico. Por ejemplo, se recomienda que todos los caucásicos sean examinados por fibrosis quística (puesto que una mutación de ésta está presente en 1 de cada 25 caucásicos de ascendencia europea). Las parejas judías cuyos antepasados provienen de Europa Oriental deberían examinarse para detectar las enfermedades de Tay-Sachs y Canavan y, posiblemente, otros trastornos. Tay-Sachs también ha sido advertida en otros grupos étnicos, incluyendo los cajuns de Luisiana y los francocanadienses, por lo tanto debes considerar un examen si tu familia tiene estas raíces. Así también, las parejas afroamericanas deberían someterse a una prueba para detectar la presencia de la anemia de células falciformes (sickle cell anemia trait, en inglés), y las de ascendencia mediterránea y asiática, para el caso de talasemia (una forma hereditaria de anemia). Generalmente, se recomienda que sólo uno de los padres se haga el examen; el otro deberá hacerlo únicamente si el primero da positivo.
Las enfermedades que pueden ser transmitidas por un portador (la hemofilia, por ejemplo) o por uno de los dos padres afectado (enfermedad de Huntington), habitualmente se han manifestado antes en la familia, aunque no todos estén al tanto. Por eso cuando estés embarazada (o estés intentando concebir), es importante que lleves un historial médico de la familia y trates de averiguar a fondo los detalles sobre la salud de vuestros padres, abuelos y otros familiares cercanos.
Afortunadamente, la mayoría de los futuros padres corre un riesgo tan bajo de transmitir sus problemas genéticos que no necesita un asesoramiento en esta área. En muchos casos, un médico prenatal discute con la pareja las cuestiones genéticas más comunes y remite a un asesor en genética o a un especialista en medicina materno-fetal a quienes necesiten un asesoramiento especializado. Por ejemplo:
Parejas cuyos exámenes de sangre revelan que son portadores de un trastorno genético que podrían transmitir a sus hijos.
Padres o madres que ya han tenido uno o más hijos con defectos genéticos de nacimiento.
Parejas que han experimentado tres o más abortos espontáneos.
Parejas que sepan de la existencia de un trastorno hereditario en cualquiera de las ramas de su árbol genealógico. En algunos casos (como en la fibrosis quística o en determinadas talasemias), tomar una prueba de ADN de los padres antes del embarazo facilitará la interpretación posterior de las pruebas del feto.
Parejas en las que uno de los dos tiene un defecto congénito (como enfermedad cardíaca congénita).
Mujeres embarazadas cuyos exámenes para detectar un defecto fetal han resultado positivos.
Parejas emparentadas entre sí: el riesgo de una enfermedad heredada en la descendencia es mayor cuando los padres tienen un parentesco cercano (por ejemplo, 1 de cada 9 en el caso de primos hermanos).
El mejor momento para consultar a un asesor genético es antes de quedar embarazada o, en el caso de parientes cercanos que quieran comenzar una familia, antes de casarse. Este tipo de especialista está preparado para informar a las parejas sobre las probabilidades de que tengan un hijo saludable en base a sus perfiles genéticos, y puede guiarlos en la decisión de si tener o no tener hijos. Pero no es demasiado tarde aun después de confirmado el embarazo. El asesor podría sugerir un examen prenatal adecuado sobre la base del perfil genético de la pareja y, si el examen revela un defecto serio en el feto, puede comunicar a los padres todas las opciones posibles y ayudarles a decidir cómo proceder. El asesoramiento genético ha ayudado a incontables parejas de alto riesgo a evitar el dolor de dar a luz a niños con graves problemas, y a otras a cumplir sus sueños de tener bebés completamente saludables.
TODO ACERCA DE …
¿Es niño o niña? ¿Tendrá el pelo rubio o castaño? ¿Ojos verdes o azules? ¿Heredará la boca de la mamá y los hoyuelos del papá? ¿La voz del papá y la habilidad para los números de la mamá (o al revés)?
Los bebés decididamente mantienen a sus padres a la expectativa (y realizando apuestas amistosas) mucho antes de su llegada al mundo… a veces antes de ser concebidos. Pero la pregunta que los futuros padres se hacen con mayor frecuencia es aquella de la que casi ni se atreven a hablar: ¿Tendré un bebé saludable?
Hasta hace poco, esa pregunta sólo podía ser respondida al momento del nacimiento. Hoy, la respuesta se puede asomar ya desde el primer trimestre por medio de los exámenes prenatales y de diagnóstico. La mayoría de las futuras mamás se somete a varias pruebas durante sus 40 semanas, aun aquellas que tengan escasas probabilidades de tener un hijo con un defecto (debido a la edad, buena nutrición y excelente atención prenatal). Eso se debe a que este tipo de exámenes (desde las pruebas combinadas e integradas hasta el ultrasonido y la prueba cuádruple) no imponen riesgos a la mamá o el bebé y pueden ser una fuente de tranquilidad.
Sin embargo, no todas las mujeres deben dar un paso más adelante y someterse a los exámenes de diagnóstico definitivo (muestra de vellosidades coriónicas o CVS, amniocentesis o ultrasonidos más detallados). Muchos padres –particularmente aquellos cuyos exámenes dan resultado negativo– pueden seguir en la dulce espera con la feliz garantía de que tienen enormes probabilidades de que sus bebés sean completamente sanos. Pero para aquellas parejas cuyas preocupaciones van más allá de la ansiedad normal de esperar un hijo, los beneficios del diagnóstico prenatal pueden superar los riesgos con creces. Las mujeres que son buenas candidatas para dichas pruebas incluye a aquellas que:
Tienen más de 35 años (aunque una mamá con resultados positivos tempranos podría optar por no hacerse los exámenes de diagnóstico, previa consulta con su médico).
Han estado expuestas desde la concepción a una o más sustancias que puedan resultar perjudiciales para su bebé en gestación (consultar al médico puede ayudar a determinar si se justifica el diagnóstico prenatal en un caso particular).
Tienen un historial familiar de enfermedad genética y/o se ha demostrado que son portadoras de un tipo de ella.
Padecen de un trastorno genético (como fibrosis quística o enfermedad cardíaca congénita).
Han estado expuestas a infecciones (como rubéola o toxoplasmosis) que podrían causar un defecto de nacimiento.
Han tenido pérdidas de embarazos anteriores, o han tenido bebés con defectos de nacimiento.
Han tenido resultado positivo en un examen prenatal.
¿Por qué someterse a un examen de diagnóstico si implica algún riesgo? El principal motivo para hacerlo es la tranquilidad que casi siempre proporciona. La gran mayoría de los bebés cuyas madres en riesgo potencial se somete a este tipo de pruebas recibe un visto bueno perfecto, lo que significa que papá y mamá pueden dejar de preocuparse y empezar a disfrutar del embarazo.
¿Qué es? El ultrasonido es uno de los exámenes exploratorios más sencillos. Utilizando ondas sonoras de alta frecuencia que no pueden ser captadas por el oído humano, el ultrasonido permite visualizar y “examinar” el feto sin rayos X. Pese a que suele ser muy preciso para la mayoría de los usos, en la detección de defectos de nacimiento puede dar algunos resultados negativos falsos (parece como si todo estuviera bien, pero no es así) y algunos positivos falsos (da la impresión de que hubiese un problema cuando no lo hay).
Un ultrasonido en el primer trimestre (generalmente de nivel 1) se efectúa para:
Confirmar la viabilidad de un embarazo
Precisar las fechas del embarazo
Determinar el número de fetos
Determinar la causa de hemorragia, si la hay
Localizar un dispositivo intrauterino que estaba colocado en el momento de la concepción
Localizar el feto antes de una muestra de vellosidades coriónicas (CVS, por sus siglas en inglés) o amniocentesis
Evaluar el riesgo de anormalidad de los cromosomas como parte de un examen exploratorio
¿Cómo se hace?
Aunque el ultrasonido suele practicarse pasando un dispositivo manual o transductor sobe el abdomen (transabdominal), durante el primer trimestre podría optarse por un examen transvaginal, especialmente al principio. Los procedimientos pueden durar de 5 a 30 minutos y son indoloros, excepto por la incomodidad que provoca la vejiga llena, necesaria para realizar el examen transabdominal del primer trimestre.
Durante cualquiera de los dos exámenes la futura madre permanece acostada de espaldas. Para el transabdominal, se esparce una capa de gel en el abdomen descubierto para facilitar la conducción de las ondas sonoras. Después, un transductor se desplaza lentamente sobre el vientre. Para el examen transvaginal, se inserta el transductor en la vagina. En ambos procedimientos, los instrumentos registran los ecos de las ondas sonoras al rebotar en partes del bebé y las traducen en imágenes en una pantalla.
¿Cuándo se hace?
El ultrasonido se efectúa en cualquier momento durante el primer trimestre del embarazo, dependiendo del motivo por el cual se está realizando. El saco gestacional puede ser visualizado tan pronto como a las 4 ½ semanas después de tu último período; el pulso cardíaco puede detectarse ya desde las semanas 5 a 6 (aunque es posible que no se detecte tan pronto en todos los casos). Para mayor información sobre el ultrasonido en el segundo trimestre, consulta la página 71.
¿Qué tan seguro es?
Después de muchos años de utilizarlo y de estudiarlo clínicamente, no se han descubierto riesgos conocidos y, en cambio, muchos beneficios han sido asociados al uso del ultrasonido. Muchos médicos lo ordenan regularmente, al menos una vez durante el embarazo. Sin embargo, la mayoría de los expertos recomienda que sólo se use cuando haya un indicio válido.
¿Qué es?
Este examen incluye un ultrasonido y un análisis de sangre. El primero mide una película delgada de fluido que se acumula en la nuca del bebé, llamada translucidez nucal (nuchal translucency, NT, en inglés). Un aumento de fluido podría indicar un mayor riesgo de cromosomopatías, como el síndrome de Down, defectos cardíacos congénitos y otros trastornos genéticos.
Luego, el análisis de sangre mide los niveles elevados de proteína A plasmática asociada al embarazo (pregnancy-associated plasma protein A, PAPP-A en inglés) y la gonadotropina coriónica (hCG), dos hormonas producidas por el feto y transmitidas al flujo sanguíneo materno. Estos niveles, combinados con la medida de NT y la edad de la madre, pueden proporcionar un nivel de riesgo del síndrome de Down y el síndrome de Edwards o trisomía 18.
Algunos centros médicos también consideran la ausencia de un hueso nasal en el feto durante el ultrasonido. Algunos estudios han demostrado que la falta de un hueso nasal durante el primer trimestre podría indicar un mayor riesgo de síndrome de Down, aunque otros estudios no lo han confirmado, abriendo paso a la controversia.
Aunque la prueba combinada en el primer trimestre no te dará el diagnóstico definitivo que recibirías con pruebas de diagnóstico más invasivas, sí te podrá ayudar a decidir si quieres someterte a estas últimas. Si tus exámenes exploratorios revelan que tu bebé podría correr un mayor riesgo de sufrir una cromosomopatía, te pedirán una prueba de diagnóstico como la muestra de vellosidades coriónicas (CVS, consulta la página siguiente) o amniocentesis (consulta la página 69). Si el examen exploratorio no arroja un resultado de alto riesgo, tu médico podría recomendarte la prueba cuádruple durante el segundo trimestre (consulta la página 68), para descartar los defectos del tubo neural. Y como un registro mayor de NT también se asocia a defectos cardíacos fetales, si tus niveles son altos tu médico podría sugerir un ecocardiograma fetal alrededor de las 20 semanas. Los mayores niveles de NT también podrían relacionarse con un riesgo ligeramente mayor de parto prematuro, de modo que podrían examinarte también para esa posibilidad.
¿Cuándo se hace?
El examen exploratorio combinado en el primer trimestre se practica entre las semanas 11 y 14 del embarazo.
¿Qué tan preciso es?
Este examen exploratorio no busca directamente problemas de cromosomas ni tampoco diagnostica una afección específica. Más bien, los resultados sólo te dan las probabilidades estadísticas de que tu bebé tenga algún problema. Un resultado anormal en el examen combinado no significa que tu bebé presenta un problema de cromosomas, sino que tiene un mayor riesgo de presentarlo. De hecho, la mayoría de las mujeres que recibe un resultado anormal en su examen exploratorio llega a tener un niño perfectamente normal y sano. Al mismo tiempo, un resultado normal no es garantía de que tu bebé lo sea, sino que es muy improbable que presente un defecto de cromosomas.
El examen combinado del primer trimestre puede detectar en aproximadamente un 80% tanto el síndrome de Down como el problema de trisomía 18.
¿Qué tan seguro es?
Tanto el ultrasonido como el análisis de sangre son indoloros (a menos que cuentes el pinchazo de la inyección para el examen de sangre) y no representan un riesgo para tu bebé. Pero hay una advertencia. Este tipo de examen exploratorio requiere de una sofisticada tecnología ultrasónica. Para asegurar una mayor precisión en los resultados, sólo debería hacerse con equipo especial (una máquina de ultrasonido de alta calidad) y por médicos y expertos en ultrasonido, con entrenamiento especial. Ten en cuenta también que otros de sus riesgos es que un resultado positivo falso (positivo en la pantalla) puede conducir a procedimientos de seguimiento que presentan un riesgo aun mayor. Antes de considerar cualquier acción sobre la base de la prueba de examen exploratorio, espera a que un médico especializado o un asesor genético evalúen los resultados. En caso de duda, consulta una segunda opinión.
¿Qué es?
Es un examen de diagnóstico prenatal que requiere de una pequeña muestra del tejido que sobresale de la placenta (en forma de minúsculos dedos llamados vellosidades coriónicas), para la detección de anormalidades de cromosomas. Actualmente, se usa para detectar trastornos como el síndrome de Down, Tay-Sachs, anemia de células falciformes y la mayoría de los tipos de fibrosis quística. Este examen no puede revelar defectos anatómicos del tubo neural y otros. En general, los exámenes para detectar enfermedades específicas (aparte del síndrome de Down) sólo se hacen cuando hay antecedentes familiares o si se sabe que los padres son portadores. Se cree que con el tiempo, el análisis de vellosidades coriónicas llegará a detectar más de 1.000 trastornos de los que son responsables los genes o cromosomas defectuosos.
¿Cómo se hace?
Se practica habitualmente en un hospital, aunque también puede hacerse en un consultorio médico. Dependiendo de la ubicación de la placenta, la muestra de células se extrae de la vagina y el cuello del útero (CVS transcervical) o por medio de una aguja insertada en la pared abdominal (CVS transabdominal). Ninguno de los dos métodos es totalmente indoloro; la molestia puede ir de muy ligera a moderada. Cuando se extrae la muestra, algunas mujeres experimentan calambres (similares a los calambres menstruales). Ambos métodos duran unos 30 minutos, de principio a fin, aunque la remoción en sí de las células no lleva más de uno o dos minutos.
En el procedimiento transcervical, la mujer se acuesta de espalda, y se le inserta un tubo largo y delgado por la vagina hasta el útero. Guiado por las imágenes del ultrasonido, el médico coloca el tubo entre el revestimiento del útero y el corion, la membrana fetal que eventualmente formará el costado fetal de la placenta. Luego toma una muestra del vello coriónico para el diagnóstico.
En el procedimiento transabdominal la paciente también se acuesta con la barriga hacia arriba. El ultrasonido se usa para localizar la placenta y para ver las paredes del útero. También con la guía del ultrasonido, se inserta una aguja por el abdomen y la pared del útero hasta el borde de la placenta y mediante ésta se extraen las células para examinar.
Como las vellosidades coriónicas son de origen fetal, examinarlas puede proporcionar un panorama claro sobre la composición genética del bebé en desarrollo. Los resultados del examen están disponibles entre una y dos semanas.
¿Cuándo se hace?
El análisis de vellosidades coriónicas se realiza entre las semanas 10 y 13 del embarazo. Su principal ventaja es que puede practicarse en el primer trimestre y aportar resultados (y con frecuencia tranquilidad) antes que la amniocentesis, que suele realizarse después de la semana 16. El diagnóstico temprano es particularmente valioso para quienes podrían considerar terminar el embarazo por medios terapéuticos si algo grave se presenta, ya que un aborto temprano es menos complicado y traumático.
¿Cuál es su precisión?
Es capaz de detectar problemas cromosomáticos en el 98% de los casos.
¿Qué tan seguro es?
Es seguro y confiable, con una tasa de abortos espontáneos de 1 entre 370. Escoger un centro de exámenes con buenos antecedentes de seguridad y esperar hasta justo después de tu décima semana puede reducir todo riesgo asociado con el procedimiento.
Después del análisis de vellosidades coriónicas puedes sufrir sangrado vaginal y aunque no debe ser motivo de preocupación, debes informar al médico. También si el sangrado perdura por tres o más días. Como existe un ligero riesgo de infección, deberás llamar al médico en caso que tengas fiebre en los primeros días después del procedimiento.
¿Qué es?
Al igual que la prueba combinada del primer trimestre, el examen exploratorio integrado incluye un ultrasonido y un análisis de sangre. Sin embargo, en este caso el ultrasonido (para medir la translucidez nucal, NT) y un primer examen de sangre (para medir la concentración de proteína A plasmática asociada al embarazo, PAPP-A) se realizan en el primer trimestre, y un segundo examen de sangre (para medir los mismos cuatro marcadores en la sangre que la prueba cuádruple -consulta más abajo) se practica en el segundo trimestre. Los tres exámenes se integran parar dar un resultado. Al igual que otros exámenes exploratorios, éste no busca identificar problemas de cromosomas ni diagnostica una afección específica, sino que sus resultados te indican únicamente la probabilidad estadística de que tu bebé presente algún problema. Con esa información en la mano puedes decidir, junto con tu médico, si deseas someterte a pruebas de diagnóstico.
¿Cuándo se hace?
El ultrasonido y el primer examen de sangre se realizan el mismo día, entre las semanas 10 y 14. El segundo análisis sanguíneo se práctica entre las semanas 16 y 18. Obtendrás los resultados finales después de este segundo examen.
¿Qué tan preciso es?
Un conjunto de exámenes con información integrada del primer y segundo trimestre del embarazo, es más efectivo que una prueba que contenga datos sólo del primer o del segundo trimestre. Con el examen exploratorio integrado, se detecta un 90% de los casos de síndrome de Down y de un 80% a 85% de defectos del tubo neural.
¿Qué tan seguro es?
Tanto el ultrasonido como los análisis de sangre son indoloros y no representan riesgos para la mamá o para su bebé.
¿Qué es?
Se trata de un análisis de sangre que mide los niveles de cuatro sustancias producidas por el feto y que pasan al flujo sanguíneo de la madre: alfa-fetoproteína (alpha-fetoprotein, AFP en inglés), gonadotropina coriónica (hCG), estriol y, por último, inhibina-A. (Algunos médicos sólo examinan tres de las sustancias en una pantalla triple). Los niveles altos de AFP podrían sugerir la posibilidad (pero de ningún modo la probabilidad) de que un bebé corra mayor riesgo de un defecto del tubo neural. Los niveles bajos de AFP sumados a niveles anormales del resto de los marcadores, podrían indicar que el bebé en desarrollo tiene un riesgo más alto de presentar una anormalidad de cromosomas, como el síndrome de Down. Al igual que todos los exámenes exploratorios, la prueba cuádruple no puede diagnosticar un defecto de nacimiento, sino sólo indicar un riesgo mayor. Un resultado anormal sólo significa que es necesario practicar más exámenes.
Curiosamente, los estudios señalan que las mujeres que reciben resultados anormales en el examen cuádruple, seguidos de resultados normales en los exámenes posteriores, como la amniocentesis, aún podrían correr un riesgo ligeramente mayor de presentar determinadas complicaciones del embarazo como un feto pequeño para su estado de desarrollo, parto prematuro o preclampsia. Si recibes resultados de estas características, consulta con tu médico qué medidas puedes tomar para reducir las posibles complicaciones posteriores, aunque teniendo en cuenta que la asociación entre resultados anormales y dichas complicaciones es muy pequeña.
¿Cuándo se hace?
Se realiza entre las semanas 14 y 22.
¿Qué tan preciso es?
El examen cuádruple puede detectar un mayor riesgo aproximadamente en el 85% de los defectos del tubo neural, en casi el 80% de los casos del síndrome de Down y en el 80% de los problemas de trisomía 18. Su tasa de resultados positivos falsos es elevada. Sólo 1 ó 2 sobre 50 mujeres con registros altos de anormalidad, llegan a tener un feto con problemas. En el caso de las otras 48 a 49, exámenes posteriores revelan que el motivo por el que los niveles hormonales son anormales se debe a que hay más de un feto, o que el feto es unas semanas mayor o menor de lo que se pensaba, o que los resultados de la prueba simplemente fueron erróneos. Si la mujer tiene un solo feto y el sonograma revela que las fechas son correctas, se practica una amniocentesis como seguimiento.
¿Qué tan seguro es?
Como el examen cuádruple sólo requiere de una muestra de sangre, es completamente seguro. Su principal riesgo es que un resultado positivo pueda conducir a procedimientos posteriores que presentan mayores riesgos. Antes de considerar cualquier acción sobre la base del examen exploratorio prenatal, espera a que un médico especializado o un asesor genético evalúen los resultados.
¿Qué es?
Las células fetales, las sustancias químicas y los microorganismos del líquido amniótico que rodea el feto proporcionan una amplia gama de información sobre el bebé en desarrollo, tales como su composición genética, estado actual y nivel de madurez. Uno de los progresos más importantes en el diagnóstico prenatal, ha sido poder extraer y examinar muestras del líquido, por medio de la amniocentesis. Se recomienda cuando:
Los resultados del examen exploratorio (el examen combinado del primer trimestre, el examen integrado, el examen cuádruple o triple o el ultrasonido) son anormales y es necesario evaluar el líquido amniótico para determinar si hay o no una anormalidad fetal.
La madre tiene mayor edad (por lo general, más de 35 años), para determinar sobre todo si el feto tiene el síndrome de Down (aunque una mamá mayor con resultados alentadores en los exámenes exploratorios podría optar, en consulta con su médico, por esquivar la amniocentesis).
La pareja ya ha tenido un hijo con una anormalidad de cromosoma, tales como el síndrome de Down, un trastorno metabólico o una deficiencia enzimática, como fibrosis quística.
La madre es portadora de un trastorno genético asociado al cromosoma X, como hemofilia (que tiene un 50% de probabilidades de transmitir a todo hijo que conciba).
Ambos padres son portadores de un trastorno hereditario autosómico recesivo, como la enfermedad de Tay-Sachs o la anemia de células falciformes y, por lo tanto, tienen 1 probabilidad entre 4 de que su hijo padezca de estas enfermedades.
Se sospecha de la existencia de toxoplasmosis, eritema infeccioso o quinta enfermedad (“fifth disease” en inglés), citomegalovirus u otras infecciones fetales.
Es necesario evaluar la madurez de los pulmones fetales en un embarazo avanzado (ya que se cuentan entre los últimos órganos que están preparados para funcionar por sí solos).
¿Cómo se hace? Mientras la paciente está acostada de espaldas, el bebé y la placenta son localizados por vía del ultrasonido, lo que le permitirá al médico mantenerse alejados de ellos durante el procedimiento. Es posible aplicar una inyección de anestesia local en el abdomen, pero como la inyección es tan dolorosa como el procedimiento en sí, la mayoría de los médicos la evita. Se inserta una larga aguja hueca en la pared abdominal hasta el útero y se extrae una pequeña cantidad de líquido del saco que rodea el feto. (No hay que preocuparse: el bebé producirá más líquido amniótico para reemplazar el que le extraen). El ligero riesgo de pinchar al feto accidentalmente durante esta parte del procedimiento se reduce por el uso de una guía de ultrasonido simultánea. El procedimiento -incluyendo la preparación y el ultrasonidotarda generalmente unos 30 minutos, de comienzo a fin (aunque la extracción en sí del líquido amniótico no requiere más que uno o dos minutos). Si la embarazada es Rh negativo, se le aplicará una inyección de inmunoglobulina Rh (RhoGAM) después de la amniocentesis, para asegurarse de que el procedimiento no provoque problemas de Rh (consulta la página 51).
¿Cuándo se hace? La amniocentesis se realiza entre las 16 y 18 semanas del embarazo, aunque ocasionalmente tan pronto desde la 13 ó 14, o tan tarde hasta la 23 ó 24. Los resultados suelen estar después de 10 a 14 días. Algunos laboratorios ofrecen la hibridación in situ con fluorescencia (fluorescent in situ hybridization, FISH, en inglés), un método que hace un recuento rápido de determinados cromosomas dentro de las células. Se puede usar en una muestra de la amniocentesis para obtener un resultado más rápido, a menudo en uno o dos días (el Flash FISH ofrece resultados en un par de horas) –pero como el resultado no será completo, siempre se sigue con el examen habitual de cromosomas en el laboratorio. La amniocentesis también puede efectuarse en el último trimestre para evaluar la madurez de los pulmones fetales.
¿Qué tan precisa es?
La amniocentesis tiene una precisión superior al 99% para diagnosticar –o descartar, que es mucho más probable– el síndrome de Down (un examen FISH regular tiene un 98% de precisión).
¿Qué tan segura es?
La amniocentesis es extremadamente segura; se calcula que el riesgo de que el procedimiento termine en un aborto espontáneo es de apenas 1 en 1.600. Es posible experimentar unas pocas horas o minutos de calambres leves después del procedimiento. Algunos médicos recomiendan reposo por el resto del día. Rara vez puede ocurrir un ligero sangrado vaginal o una pérdida del líquido amniótico. En cualquiera de los dos casos, infórmalo inmediatamente. Lo más probable es que tanto una como otra cesen después de unos pocos días, pero el reposo y una observación cuidadosa suelen recomendarse hasta que así sea.
¿Qué es?
Aunque te hayas hecho un ultrasonido en el primer trimestre para fechar tu embarazo o como parte de los exámenes combinados o integrados, probablemente tendrás otro en el segundo trimestre. Este ultrasonido de nivel 2, o “dirigido”, es una exploración mucho más detallada que se concentra a fondo en la anatomía fetal y que puede ser utilizada para revisar el feto en desarrollo en busca de una variedad de otras razones a medida que avanza el embarazo. También puede ser mucho más entretenido de presenciar, ya que ofrece una imagen mucho más clara de tu futuro bebé.
En estos días, a medida que las imágenes del ultrasonido se vuelven cada vez más nítidas, incluso los no expertos (como los padres) pueden distinguir la cabeza de las nalgas, y mucho más. Durante tu ultrasonido de nivel 2, y con la ayuda del técnico o el médico, podrás divisar el corazón palpitante del bebé; la curva de la médula espinal; el rostro, los brazos y las piernas. Incluso lo podrías ver chupándose el pulgar. Por lo general se pueden distinguir los genitales y predecir el sexo, aunque sin un 100% de seguridad y dependiendo de la cooperación del bebé (si quieres que el sexo sea una sorpresa hasta el día del parto, asegúrate de que el médico o el técnico lo sepan por anticipado). En la mayoría de los casos, podrás llevarte a casa un recuerdo de tu examen, una “foto” o una copia del video digital de 3-D o 4-D para lucirte entre tus amistades y familiares.
¿Cuándo se hace?
Por lo general entre las 18 y 22 semanas.
¿Qué tan seguro es?
No se conocen riesgos y, por el contrario, se han asociado muchos beneficios al uso del ultrasonido. Muchos médicos ordenan exámenes de ultrasonido, al menos una vez en el embarazo y, a menudo, varias veces. Sin embargo, la mayoría de los expertos recomienda que sólo se utilice en el embarazo cuando exista un indicio válido.