COMO ES LÓGICO, AHORA QUE ESTÁS esperando familia tendrás que hacer algunos ajustes en tu vida cotidiana (adiós tacones, bienvenidas zapatillas). Y tal vez te estés preguntando qué tan drástico tendrá que ser este cambio de estilo de vida ahora que estás viviendo por dos. ¿Qué pasa con ese cóctel antes de la cena? ¿Tendrá que esperar hasta después del nacimiento? ¿Y esas zambullidas en la tina caliente después del gimnasio, también se deben posponer? ¿Podrás limpiar el lavamanos del baño con ese hediondo (¡pero efectivo!) desinfectante? ¿Y qué es lo que has oído sobre las cajas de arena de los gatos? ¿Acaso estar embarazada significa que tienes que pensar dos veces acerca de todos esos aspectos que nunca antes te cuestionaste… desde dejar que tu mejor amiga fume en la sala de tu casa hasta calentar tu cena en el microondas? En algunos pocos casos la respuesta es un rotundo sí (como en “nada de vino para mí, por favor”). Pero en muchos otros, serás capaz de seguir desarrollando tus actividades y disfrutando de tus placeres como de costumbre, quizás con una pizca de precaución (“Querido, es tu turno de limpiar la cajita del gato… ¡por los próximos nueve meses!”).
“¿Puedo seguir con mi programa regular de ejercicios ahora que estoy embarazada?”
En la mayoría de los casos, el embarazo no significa abandonar la actividad deportiva; sólo recuerda que es razonable usar la moderación ahora que eres portadora de otra vida. Muchos médicos no sólo permiten sino también estimulan a las futuras mamás con embarazos normales a continuar con sus rutinas de ejercicios y actividades atléticas, siempre y cuando sean apropiadas y tengan en cuenta algunas advertencias. Entre las más importantes: consulta siempre con tu médico antes de continuar o iniciar un programa de ejercicios, y nunca ejercites al extremo de fatigarte. (Consulta la página 232 en busca de más información).
“Consumo café para mantenerme en pie todo el día. ¿Tengo que abandonar la cafeína durante mi embarazo?”
No tienes por qué deshacerte de tu tarjeta de Starbucks, pero posiblemente tendrás que visitarlo con menos frecuencia. La mayoría de las evidencias sugiere que beber hasta aproximadamente 200 mg de cafeína por día es seguro durante el embarazo. Dependiendo de como tomes tu café (negro o con mucha leche), tendrías que limitarte a unas dos tazas (más o menos) por día. Eso significa, además, que puedes seguir bebiéndolo (y abastecerte de tu cuota diaria de energía) si eres una bebedora de ligera a moderada, pero que tendrás que reconsiderar tu consumo si no puedes resistir la tentación de Java Jones y acostumbras a regalarte lattes bien cargados varias veces al día.
¿Por qué es necesario reducir tanto la dosis? Bueno, para empezar, tú compartes esos lattes –como todo lo que comes y bebes cuando estás embarazada– con tu bebé. La cafeína (característica del café pero también presente en otros alimentos y bebidas) atraviesa la placenta, aunque no está del todo claro en qué medida afecta al feto. Información actualizada indica que un alto consumo de cafeína al inicio del embarazo aumenta ligeramente el riesgo de un aborto espontáneo.
Pero la historia de la cafeína no termina ahí. Nadie discute que tiene extraordinarios poderes estimulantes, pero igualmente tiene notables poderes diuréticos, provocando que el calcio y otros nutrientes claves para el embarazo sean eliminados de tu sistema antes de que sean absorbidos. Otro inconveniente de este diurético es que te hace orinar con más frecuencia, y eso es lo último que necesita una embarazada (aun sin el café, harás mucho pipí por el hecho de estar esperando). ¿Necesitas más motivación para reducir su consumo? Los efectos estimulantes de la cafeína pueden acentuar tus cambios de ánimo, volviéndolos aun más inconstantes e intensos de lo que ya son (o de lo que serán una vez que tus hormonas entren en acción). También pueden impedir que recibas el descanso que tu cuerpo reclama más que nunca, especialmente si la consumes después del mediodía. Además, el exceso de cafeína puede interferir con la absorción de hierro que tú y tu bebé necesitan.
Cada médico tiene sus propias recomendaciones sobre el consumo de cafeína, por lo tanto consulta con él para que te dé las indicaciones precisas sobre tu infusión favorita. Calcular tu consumo diario de cafeína no es tan simple como contar las tazas que bebes. La cafeína no sólo está presente en el café, sino también en algunos refrescos (¡ojo con tomar una montaña de Mountain Dew!), café con helado de crema, té, barras energéticas y chocolate (aunque la cantidad varía de producto a producto). Necesitas saber, además, que algunas infusiones que se venden en las cafeterías contienen mucha más cafeína que las caseras; asimismo, el café instantáneo contiene menos que el café con filtro (consulta el recuadro en la próxima página).
¿Cómo puedes reducir un arraigado hábito de cafeína (o suprimirlo completamente)? Depende de lo que la cafeína te ofrezca. Si es parte de tu ritual diario (una ayuda para despejarte cuando te despiertas, un acompañante camino al trabajo, un infaltable en tu escritorio, una taza para revitalizarte por la tarde) del que no te quieres separar, no tienes necesidad de hacerlo. Limítate a hacer tus cafés regulares por la mañana y descafeinados por la tarde. O pide tu latte descafeinado en vez de regular, o con menos expreso y más leche (de todos modos te vendrá bien para el calcio).
Si lo que buscas es el impulso energético –al que tu organismo se ha acostumbrado–, reducir su consumo será más difícil. Como todo amante del café lo sabe bien, una cosa es motivarse a reducir o suprimir la cafeína y otra muy distinta pasar del dicho al hecho. La cafeína es adictiva (por eso la ansiedad) y abandonarla –o, incluso, reducirla– desencadenará una serie de síntomas del llamado síndrome de abstinencia, incluyendo jaqueca, irritabilidad, fatiga y letargo. Por eso es buena idea reducir gradualmente su consumo. Trata de eliminar de una taza por vez y de darte algunos días para ir ajustándote a la dosis menor, antes de eliminar una segunda taza. Otro modo de reducir su consumo: toma cada taza mitad regular y mitad descafeinada, pasando gradualmente a descafeinada total, hasta que tu consumo de cafeína se reduzca al objetivo de dos tazas diarias o menos.
Independientemente de lo que te haya impulsado al hábito del café, reducir o eliminar la cafeína será menos pesado si sigues algunas de las siguientes soluciones energizantes:
Mantén un nivel elevado de azúcar en la sangre (y, por lo tanto, tu nivel de energía). Recibirás un impulso natural y duradero si consumes con frecuencia alimentos saludables, especialmente carbohidratos complejos y proteínas (un dúo que te dará una fuente interminable de energía).
Ejercítate todos los días con alguna rutina apropiada para el embarazo. El ejercicio también te alimenta de energía y, a la vez, libera esas endorfinas tan reconfortantes. Si al ejercicio le agregas aire fresco, la energía será todavía mayor.
Duerme lo suficiente. Darle a tu cuerpo el descanso necesario por la noche (que probablemente te resultará más fácil sin toda esa cafeína que te mantenía en vilo) te ayudará a sentirte más fresca por la mañana, aun antes de haber disfrutado de tu primera taza.
“Tomé algunos tragos un par de veces antes de enterarme de que estaba embarazada. ¿Es posible que el alcohol haya perjudicado a mi bebé?”
¿No sería agradable que tu cuerpo te enviara un mensaje instantáneo para anunciarte el momento exacto de la cita entre el esperma y el óvulo? (“Sólo quería avisarte que tenemos un bebé a bordo… Es hora de que te pases a Evian”). Pero como esa biotecnología no existe (no todavía, por lo menos), muchas futuras mamás ignoran que están embarazadas hasta después de varias semanas de gestación. Y mientras tanto, pueden haber hecho un par de cosas que no habrían hecho de haberlo sabido. Como tomarse unos cuantos traguitos en más de una oportunidad. Por eso tu preocupación es una de las más comunes que se plantean durante la primera visita prenatal.
Por suerte, es una preocupación que puedes eliminar de la lista. No hay evidencias de que un par de tragos tomados al inicio del embarazo, cuando ni siquiera sabías de tu condición, pueda perjudicar a un embrión en desarrollo. Por eso tú –y todas las demás mamás que no recibieron el mensaje enseguida– pueden tranquilizarse.
Pero es, decididamente, el momento de cambiar ahora mismo esa práctica. A pesar de que has escuchado historias sobre mujeres que bebieron moderadamente durante el embarazo –un vaso de vino todas las noches, por ejemplo– y que dieron a luz a bebés perfectamente saludables, no hay ningún estudio que asegure que es una apuesta segura. De hecho, el secretario de salud (Surgeon General), el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) y la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) concuerdan en que no hay una cantidad de alcohol segura para las embarazadas. Esa notificación –y las investigaciones que la sustentan– conducen a una recomendación: aunque no deberías preocuparte sobre lo que bebiste antes de saber que estabas embarazada, sería prudente que dejaras el alcohol durante el resto de tu embarazo. (También puedes preguntarle a tu propio médico qué recomienda).
¿Por qué la comunidad médica es tan tajante en el tema? Porque es preferible pecar de prudente cuando hay un bebé a bordo. Aunque nadie sabe a ciencia cierta si hay un límite seguro de consumo de alcohol durante el embarazo (o si ese límite puede variar en diferentes mujeres), sí se sabe que el alcohol entra en el flujo sanguíneo fetal aproximadamente en la misma concentración presente en la sangre materna. En otras palabras, una mujer embarazada nunca bebe sola: comparte por igual con su bebé cada copa de vino, cada cerveza, cada cóctel. Como al feto le toma el doble de tiempo que a la madre eliminar el alcohol de su sistema, el bebé podría estar completamente borracho cuando la mamá sólo está gratamente mareada.
El consumo excesivo (considerado por lo general de cinco a seis copas de vino, cerveza o licor por día) durante todo el embarazo, no sólo puede provocar serias complicaciones obstétricas sino también el síndrome de alcoholismo fetal (fetal alcohol syndrome, FAS). Descrito como “la resaca que dura toda una vida”, esta condición es responsable de bebés más pequeños de lo normal, por lo general mentalmente deficientes, con deformaciones múltiples (sobre todo en la cabeza y el rostro, miembros, corazón y sistema nervioso central) y de una elevada tasa de mortalidad. Posteriormente, los que sobreviven padecen problemas de visión, aprendizaje, comportamiento y ajuste social y, por lo general, carecen de habilidad como para formarse juicios sensatos. También es más probable que terminen con un problema de alcoholismo al llegar a los 21 años. Mientras más temprano deje el alcohol una bebedora excesiva, menores riesgos correrá su bebé.
Los riesgos de seguir bebiendo son decididamente proporcionales a la dosis: mientras más bebes, mayor será el riesgo potencial para tu bebé. Pero aun el consumo moderado durante todo el embarazo (una o dos copas diarias o en alguna velada de cinco o más tragos), está asociado a una variedad de problemas serios como un mayor riesgo de aborto espontáneo y complicaciones en el parto, bajo peso al nacer, nacimiento sin vida, crecimiento anormal y problemas de desarrollo y bajo coeficiente intelectual en la niñez. Ese nivel de consumo también ha sido asociado al más sutil efecto alcohólico fetal (fetal alcohol effect, FAE), caracterizado por numerosos problemas de desarrollo y comportamiento.
Dejar de beber durante el embarazo es muy fácil para algunas mujeres, especialmente para las que desarrollan una aversión al gusto y al olor del alcohol al inicio del período, sensación que a veces se prolonga hasta el nacimiento. Para las que están acostumbradas a relajarse con un Cosmopolitan al final del día o a disfrutar de una copa de vino tinto en la cena, la abstinencia podría requerir un esfuerzo continuado e incluir un cambio en su estilo de vida. Si bebes para relajarte, por ejemplo, trata de sustituirlo por otro método de relajación: música, baños tibios, masajes, ejercicios o lectura. Si la bebida es parte de una rutina diaria que no quieres abandonar, prueba con un Virgin Mary (un Bloody Mary sin vodka) en el almuerzo, jugos efervescentes o cerveza sin alcohol en la cena, o un jugo spritzer (mitad jugo de frutas, mitad agua con gas, con una rodajita de limón) –servidos a la misma hora, en los mismos vasos o copas (a menos, por supuesto, que esas bebidas de apariencia similar te impulsen a buscar la versión original). Si tu esposo te acompaña en el viaje (al menos mientras está en tu compañía) el trayecto será considerablemente más llevadero.
Si tienes problemas para dejar el alcohol, consulta a tu médico para que te remita a un programa que te pueda ayudar a hacerlo.
“He fumado durante diez años. ¿Le hará daño a mi bebé?”
Por fortuna, no hay evidencias claras de que todo lo fumado antes del embarazo –incluso si lo has hecho por diez años o más– pueda perjudicar a un feto en desarrollo. Pero está comprobado (como también impreso en cada cajetilla de cigarros) que fumar durante el embarazo, particularmente después del tercer mes, no sólo es peligroso para tu salud sino también para tu bebé.
En efecto, cuando fumas el feto queda confinado en un útero lleno de humo. Su pulso cardíaco se acelera y, lo que es peor, debido a la insuficiencia de oxígeno no puede crecer y desarrollarse como es preciso.
Los resultados pueden ser devastadores. Fumar puede aumentar el riesgo de una serie de complicaciones en el embarazo, incluyendo (entre los más graves) un embarazo ectópico, implantación anormal de la placenta, desprendimiento prematuro de la placenta, ruptura prematura de la membrana y, posiblemente, parto prematuro.
También existen evidencias claras de que el desarrollo intrauterino del bebé se ve directa y adversamente afectado por el tabaquismo de la futura mamá. Los riesgos más comunes para los bebés de las fumadoras son escaso peso al nacer, piernas más cortas y circunferencia de la cabeza más pequeña, como también fisura del paladar o labio leporino y defectos cardíacos. Y nacer demasiado pequeño es la mayor causa de enfermedades infantiles y muerte perinatal (las que ocurren justo antes, durante o inmediatamente después del nacimiento).
Los riesgos potenciales no terminan ahí. Los bebés de las fumadoras tienen mayor probabilidad de sufrir del síndrome de muerte súbita del lactante (sudden infant death syndrome, SIDS). También son más proclives a la apnea (falta o suspensión de la respiración) y, en general, no son tan saludables al nacer como los bebés de las no fumadoras. La mamá que fuma tres cajetillas diarias tiene cuatro veces mayor riesgo de que su bebé obtenga una baja puntuación en la prueba de Apgar (una escala estándar para evaluar las condiciones del bebé al nacer). Y las evidencias indican que, en promedio, estos niños padecerán de un déficit físico e intelectual en el largo plazo, especialmente si los padres siguen fumando delante de ellos. Son particularmente proclives a tener un sistema inmunológico más débil, enfermedades respiratorias, infecciones en el oído, cólicos, tuberculosis, alergias a los alimentos, asma, baja estatura y problemas escolares, incluyendo el trastorno de hiperactividad con déficit de atención (attention deficit hyperactivity disorder, ADHD). Algunos estudios también indican que las embarazadas que fuman tienen más probabilidad de tener hijos anormalmente agresivos durante su infancia que siguen teniendo problemas de conducta hasta que son adultos. Los hijos de mujeres que fumaron durante el embarazo son hospitalizados con más frecuencia en su primer año de vida que los de las mujeres que no lo hicieron. Estos niños tienen mayor probabilidad de convertirse en fumadores en el futuro.
Los efectos del uso del tabaco, al igual que del alcohol, están íntimamente relacionados. El uso del tabaco reduce el peso de los bebés al nacer en directa proporción al número de cigarrillos fumados; la fumadora de una cajetilla diaria tiene una probabilidad 30% mayor de dar a luz a un niño de escaso peso que una no fumadora. Por eso, reducir el número de cigarrillos puede ser de ayuda. Pero sólo reducirlo puede ser engañoso, porque una fumadora a menudo compensa esta disminución con pitadas más profundas y frecuentes, y fumando más de cada cigarrillo. Esto también puede ocurrir cuando trata de reducir el riesgo fumando cigarrillos bajos en alquitrán o nicotina.
Pero no todas las noticias son negativas. Algunos estudios revelan que las embarazadas que dejan el cigarrillo antes del tercer mes, pueden eliminar todos los riesgos asociados. Para algunas fumadoras, es más fácil dejar de fumar al principio del embarazo cuando es posible que desarrollen un repentino desagrado por los cigarrillos (probablemente la advertencia de un organismo intuitivo). Cuanto antes, mejor, pero incluso abandonar el hábito en el último mes puede ayudar a preservar el flujo de oxígeno al bebé durante el parto.
A algunas les preocupa que al dejar el cigarrillo aumentarán de peso. Aunque no hay evidencias de que fumar impedirá que engorden (muchas fumadoras están excedidas de peso, después de todo), es cierto que algunas fumadoras suben de peso en el proceso de dejar el cigarrillo. Curiosamente, las que aumentan un poco de peso al tratar de abandonar el hábito tienen más probabilidades de lograrlo, y no tienen dificultades para bajar esas libras extras más adelante. Si intentas hacer dieta al mismo tiempo que dejar de fumar, es probable que lleves las de perder en los dos frentes. Es más, nunca es buena idea hacer dieta durante el embarazo. Por eso, aunque debes olvidarte del cigarrillo para siempre, no te preocupes si empiezas a aumentar unas libras de más. Nunca ha habido una mejor razón para dejar de fumar y subir de peso.
Como la nicotina es una droga adictiva, la mayoría experimenta el síndrome de abstinencia al dejar de fumar, aunque los síntomas y su intensidad varían de una persona a otra. Además de la explicable ansia por el tabaco, algunos de los síntomas más comunes son irritabilidad, ansiedad, inquietud, hormigueo o entumecimiento de manos y pies, aturdimiento, fatiga y trastornos de sueño y gastrointestinales. Algunas personas sienten que al comienzo disminuye su desempeño físico y mental. La mayoría advierte que durante un tiempo tose más porque su cuerpo es repentinamente capaz de expulsar todas las secreciones que se han acumulado en los pulmones.
Para tratar de suavizar la liberación de nicotina y el consiguiente nerviosismo que puede generar, evita la cafeína, que puede contribuir a ese estado de ansiedad. Descansa bastante (para contrarrestar la fatiga) y haz ejercicios (para reemplazar la excitación que solías recibir de la nicotina). Evita las actividades que requieran de mucha concentración si es que te encuentras un poco distraída, pero mantente ocupada cumpliendo tareas mecánicas. También puede servir de ayuda frecuentar lugares públicos donde las leyes de tu estado prohíben fumar. Si experimentas una depresión aguda como parte de la abstención, consulta inmediatamente a tu médico.
Los peores efectos de la abstención durarán de unos pocos días a unas pocas semanas. Pero sus beneficios perdurarán durante toda la vida: tanto para tu bebé como para ti. Consulta el recuadro de la página anterior con más consejos para dejar de fumar.
“Yo no fumo, pero mi marido sí. ¿Puede perjudicar a nuestro bebé?”
Fumar no afecta solamente al fumador. También afecta a todos los que le rodean, incluyendo un feto en desarrollo si la madre está cerca. Por eso si tu marido (o cualquier otro cercano) fuma, el organismo de tu bebé absorberá casi tanta contaminación por los derivados del humo del tabaco como si tú hubieras encendido el cigarrillo.
Si tu pareja dice que no puede dejar de fumar, pídele que por lo menos lo haga fuera de la casa, lejos de ti y el bebé (pero recuerda que el humo y sus derivados se adherirán a sus ropas y su piel, lo que implica que igualmente estarás expuesta a ellos). Por supuesto que dejar de fumar sería mejor, no sólo para su propia salud, sino también para el bienestar del bebé a largo plazo. Si cualquiera de los padres fuma, aumenta el riesgo del síndrome de muerte súbita en la infancia, de problemas respiratorios a toda edad y de daños a los pulmones aun en la adultez. Y también es mayor la probabilidad de que tus hijos se conviertan en fumadores algún día.
Probablemente no podrás lograr que tus amistades y otros familiares dejen de fumar, pero podrías pedirles que no fumen cerca de ti (de otro modo deberás pasar menos tiempo en su compañía). Mantener a tus colegas fumadores a distancia será más fácil si en tu lugar de trabajo hay leyes que protegen a los no fumadores (muchos estados las tienen). Pero si la ley no está de tu lado, intenta persuadirlos diplomáticamente: muéstrales esta sección sobre los peligros del humo de segunda mano para el feto. Si esto falla, trata que en tu lugar de trabajo se establezca una regulación para limitar el tabaquismo a determinadas áreas, como una sala, y que prohíba fumar cerca de los no fumadores. Si nada de eso da resultado, trata de mover tu espacio de trabajo durante el embarazo.
“He fumado marihuana ocasionalmente –sólo socialmente– y lo he venido haciendo por años. ¿Puede haber causado perjuicios al bebé que espero? ¿Es peligroso fumar marihuana durante el embarazo?”
Lo pasado, pisado. Aunque se suele recomendar a las parejas que tratan de concebir que no fumen marihuana porque puede interferir con la concepción, tú ya estás embarazada y, por consiguiente, eso no será problema para ti. Por el momento, no hay evidencias de que la marihuana que has fumado antes de concebir dañe al feto.
Pero ahora que estás embarazada, es hora de despedirse del hábito. Las investigaciones están a mitad de camino, y las que se han hecho hasta ahora no son las más aclaratorias. Eso, debido a que es difícil estudiar el uso de marihuana –al igual que muchos otros estilos de vida– en un vacío. A menudo quienes la fuman durante el embarazo también beben alcohol, fuman cigarrillos o usan otras drogas, restando contundencia a los datos (¿ese problema fetal se debe a la marihuana, a la cerveza o a los cigarrillos?). Otras veces, las embarazadas que fuman marihuana pueden tener una atención prenatal que dista de ser ideal, por lo tanto, es difícil saber si un mal resultado se debe a la droga o a la falta del cuidado médico. Lo que se sabe hasta ahora es que la droga atraviesa la placenta, lo que significa que cuando fumas marihuana, la estás compartiendo con tu bebé por nacer. Algunos estudios asocian su consumo con un escaso crecimiento del feto y con bebés pequeños para su edad gestacional mientras que otros estudios no indican esa relación. Otras investigaciones han revelado efectos más nocivos, desde temblores y un llanto parecido al síndrome de abstinencia durante el período postnatal hasta problemas de atención, aprendizaje y comportamiento durante la niñez.
Sin pruebas que confirmen que la marihuana no representa un riesgo durante el embarazo –y algunas evidencias que sugieren que podría ser perjudicial– es sabio tratarla como si fuese cualquier otra droga: aprende a decir que no.
Si ya has fumado al inicio de tu embarazo, no te preocupes. Pero si te tienta la idea de seguir haciéndolo, prueba con algunas de las sugerencias para dejar el cigarrillo (y el alcohol); dejar una adicción es similar a abandonar otra. Concéntrate especialmente en las prácticas saludables de relajación como yoga, meditación, masaje e, incluso, ejercicio liberador de endorfinas. Si no puedes dejar de fumar marihuana, consulta con tu médico o busca otro tipo de ayuda profesional lo antes posible.
“Consumí algo de cocaína una semana antes de saber que estaba embarazada. Ahora me preocupa lo que pueda haber hecho a mi bebé”.
No te inquietes si consumiste cocaína en el pasado, pero asegúrate de que haya sido la última vez. Una noticia alentadora: un solo uso de cocaína antes de descubrir que estabas embarazada probablemente no tendrá ningún efecto. Pero si la sigues consumiendo durante el embarazo puede ser peligroso. ¿En qué medida? No está claro. Los estudios sobre el uso de cocaína durante el embarazo no son fáciles de interpretar, principalmente porque quienes la consumen suelen ser también fumadores, lo que dificulta separar los probables efectos negativos del uso de uno y otro. Lo que han demostrado numerosos estudios es que la cocaína no sólo penetra la placenta una vez que se desarrolla, sino que también puede dañarla, reduciendo el flujo sanguíneo al feto y restringiendo el desarrollo fetal, particularmente la cabeza del bebé. También se cree que puede conducir a defectos de nacimiento, abortos espontáneos, parto prematuro, escaso peso al nacer; nerviosismo y llantos similares a los de la abstención en el recién nacido. Asimismo, podría ocasionar numerosos problemas para el niño a largo plazo, incluyendo los de tipo neurológico y conductual (como dificultad para controlar los impulsos, para prestar atención y para responder a otros), déficit en el desarrollo motor y, posiblemente, un bajo coeficiente intelectual durante la niñez. Por cierto, mientras más cocaína use la futura mamá, mayor será el riesgo para su bebé.
Cuéntale a tu médico sobre la cantidad de cocaína que has consumido desde que concebiste. Al igual que con el resto de tus antecedentes médicos, mientras más información tenga tu médico o partera, mejor será el cuidado que pueda brindarte a ti y a tu bebé. Si tienes dificultad para dejar atrás la cocaína, busca ayuda profesional inmediatamente.
Las embarazadas que usan cualquier tipo de drogas –excepto las prescritas por un médico que esté al tanto del embarazo– ponen en riesgos a sus bebés. El uso continuado de toda droga ilícita conocida (incluyendo heroína, metanfetamina, crack, Ectasy, “ice”, LSD y fenciclidina) y de muchos fármacos bajo receta de cuyo uso se suele abusar (narcóticos, tranquilizantes, sedantes y otras píldoras de dieta), puede causar serios daños al feto en desarrollo y/o a tu embarazo. Consulta con tu médico u otro profesional experto sobre cualquier droga que hayas consumido durante el embarazo. Y si sigues usándolas, busca ayuda profesional (de un especialista en el tratamiento de adicciones o en un centro de tratamiento) para ayudarte a dejarlas ya mismo. Inscribirte ahora en un programa de embarazo libre de drogas puede marcar una enorme diferencia en el resultado de tu embarazo.
“Paso horas al día hablando por mi teléfono celular. ¿Puede tener algún efecto sobre mi bebé?”
Mira quién habla (en el celular): prácticamente todo el mundo. Y, por suerte, no hay necesidad de apagar tu celular ahora que estás hablando por dos. Jamás se ha sugerido que el uso del teléfono celular genere algún riesgo al embarazo. Y hay muchas buenas razones para mantenerte conectada a él: te permite estar disponible para ese llamado del médico o de la partera que no puedes esperar en casa, hacer citas con pediatras mientras esperas tu turno en el consultorio del obstetra, alertar a tu esposo cuando sientes la primera contracción y estás lejos de cualquier teléfono fijo. El celular también podría darte más flexibilidad en tu jornada laboral y en la cantidad de tiempo que pasas encadenada al escritorio (lo que podría darte a su vez más tiempo para el necesario descanso y relajación o los preparativos para el bebé).
Dicho esto, hay que agregar que los teléfonos celulares no son totalmente inofensivos. Es peligroso manejar mientras hablas con el celular en la mano– a cualquier velocidad y en cualquier circunstancia– especialmente cuando la bruma del embarazo te tiene más distraída que nunca. Incluso una conversación usando el sistema de manos libres puede ser riesgosa, si te quita la atención de la carretera. Sé prudente y detente en un área segura si necesitas hacer un llamado.
“Uso mi microondas prácticamente todos los días para calentar la comida o, incluso, cocinar. ¿Es segura la exposición al microondas durante el embarazo?”
El microondas puede ser el mejor amigo de una madre, permitiéndole preparar rápidamente comidas saludables, con un mínimo de esfuerzo y de olor a cocina. Afortunadamente, todas las investigaciones señalan que los microondas son completamente seguros para usar durante el embarazo (como también en todo otro momento). Sólo dos precauciones: utiliza sólo los utensilios de cocina especialmente producidos para su uso en el microondas y no dejes que los envoltorios de plástico toquen la comida mientras se calientan.
“Tenemos un jacuzzi en casa. ¿Hay algún riesgo al usarlo durante el embarazo?”
No es necesario cambiarlo por duchas de agua fría, pero es buena idea que te mantengas fuera de la bañera de hidromasaje. Todo lo que provoque un aumento de la temperatura del cuerpo por encima de los 102 grados Fahrenheit y la mantenga en ese nivel durante un tiempo –ya sea un remojo en el jacuzzi o en un baño extremadamente caliente, o un ejercicio excesivo en el verano– es potencialmente peligroso para el embrión en desarrollo o el feto, especialmente en los primeros meses. Algunos estudios han revelado que una bañera de hidromasaje no eleva de inmediato la temperatura de la mujer a niveles peligrosos, sino que tarda por lo menos 10 minutos (más si no tiene sumergidos hombros y brazos, o si el agua está a 102 grados Fahrenheit o menos). Pero como las respuestas individuales y las circunstancias varían, sé prudente y mantén tu vientre fuera del jacuzzi. Aunque puedes remojar los pies.
Si ya te has dado algunas zambullidas en el jacuzzi, probablemente no hay motivos para preocuparse. La mayoría de las mujeres se sale de la bañera antes de que su temperatura corporal alcance los 102 grados Fahrenheit, porque el calor las incomoda rápidamente. Es probable que también te ocurra. Pero si estás preocupada y quieres tranquilizarte, consulta con tu médico sobre la posibilidad de que te haga un ultrasonido u otro examen prenatal.
Tampoco es prudente pasarse mucho tiempo en el sauna o cuarto de vapor. Una embarazada corre mayor riesgo de deshidratación, mareo y una baja de presión y todos estos síntomas pueden pronunciarse en condiciones de calor extremo. Y al igual que con el jacuzzi, las embarazadas deberían evitar todo lo que pueda elevar su temperatura.
Para mayor información sobre la seguridad de otros tipos de tratamientos spa (masaje, aromaterapia y otros) consulta la página 158.
“Escuché que los gatos son portadores de una enfermedad que puede dañar al feto. Tengo dos gatos en casa, ¿tendré que deshacerme de ellos?”
No es necesario que tus amiguitos felinos hagan sus maletas. Como has vivido con ellos durante un tiempo, es muy probable que ya hayas contraído toxoplasmosis, la enfermedad relacionada con los gatos y que, por lo tanto, hayas desarrollado inmunidad a ella. Se calcula que hasta el 40% de la población estadounidense ha estado expuesta, y el porcentaje es mucho mayor entre las personas que tienen gatos que pasan tiempo al aire libre, como también entre quienes comen carne cruda con frecuencia o beben leche no pasteurizada, factores que también pueden alojar y transmitir la infección. Si no te examinaron en la etapa prenatal para saber si eras inmune, probablemente no lo harán a esta altura, a menos que muestres síntomas de la enfermedad (aunque algunos médicos practican el test a todas las embarazadas y otros sólo a las que viven con gatos). Si fuiste examinada en el período prenatal y detectaron que no eres inmune, o si no estás segura si lo eres o no, toma las siguientes precauciones para evitar la infección:
Lleva a tus gatos al veterinario para saber si tienen una infección activa. Si es así, déjalos en una residencia para animales o pídele a algún amigo que los cuide durante al menos seis semanas, período durante el cual la infección se puede transmitir. Si no están infectados, no permitas que coman carne cruda, que vagabundeen fuera de la casa, que cacen ratones o pájaros (que pueden transmitir la toxoplasmosis a los gatos) o que jueguen con otros gatos.
Deja que otra persona manipule la caja de arena de los gatos. Si no hay nadie más que pueda hacerlo, usa guantes desechables y lávate las manos al terminar, como también después de tocar a tus animales. La caja de arena debería cambiarse diariamente.
Usa guantes cuando realices tareas de jardinería y no trabajes en terreno donde los gatos puedan haber defecado. Si tienes niños, no los dejes jugar en la arena que pueda haber sido usada por los gatos u otros animales.
Lava las frutas y verduras, especialmente las que crecen en los jardines caseros, enjuagándolas rigurosamente o pelándolas y/o cocinándolas.
No comas carne cruda o poco cocida ni tomes leche sin pasteurizar. En los restaurantes, pide la carne bien cocida.
Lávate las manos rigurosamente después de manipular carne cruda.
Algunos médicos ordenan exámenes de rutina a todas las mujeres antes de la concepción o al inicio del embarazo, a fin de que las que den positivo se relajen sabiendo que son inmunes, y quienes den negativo puedan tomar las precauciones necesarias para prevenir la infección. Sin embargo, las autoridades de salud pública creen que el costo financiero de dichos exámenes no justifica sus beneficios. Consulta a tu médico para saber qué te recomienda.
“¿En qué medida debo preocuparme por los peligros domésticos como los productos de limpieza y los insecticidas? ¿Y qué hay del agua del grifo… es segura para tomar durante mi embarazo?”
El sentido común puede ser uno de tus mejores aliados durante el embarazo. Seguramente habrás leído u oído que los productos de limpieza, insecticidas, agua potable y otras sustancias en el hogar pueden representar algún riesgo, especialmente cuando estás viviendo por dos. Pero el hecho es que tu casa es probablemente un lugar muy seguro para ti y para tu bebé, especialmente si refuerzas el sentido común con una pizca de precaución. He aquí lo que debes saber sobre los llamados riesgos del hogar:
Productos de limpieza para el hogar.
Barrer el piso de la cocina o lustrar la mesa del comedor pueden ser tareas exigentes para tu espalda de embarazada, pero no lo es para tu embarazo. De todos modos, la prudencia exige que lo hagas con cuidado. Deja que tu nariz y las siguientes recomendaciones sean tu guía:
Si el producto tiene un olor penetrante o despide gases, no lo respires directamente. Úsalo en un ambiente con mucha ventilación o deja de usarlo (¿qué mejor pretexto para hacer que tu marido limpie el inodoro?).
Jamás (aun cuando no estés embarazada) mezcles amoníaco con productos en base a cloro, ya que la combinación produce gases mortíferos.
Trata de no usar productos como limpiadores de hornos y líquidos para la limpieza en seco cuyas etiquetas adviertan claramente sobre su toxicidad.
Usa guantes de goma cuando utilices productos muy fuertes. Además de proteger tus manos del ajetreo, impedirá que tu piel absorba sustancias químicas.
Plomo.
La exposición al plomo no es sólo un peligro potencial para los niños pequeños sino también para las embarazadas y sus bebés en gestación. Afortunadamente, es un riesgo muy fácil de evitar. ¿Cómo?
Como beber agua es una fuente común de plomo, asegúrate de que la tuya esté libre de él (consulta más abajo).
La pintura vieja es una fuente importante de plomo. Si tu casa fue construida antes de 1955 y por alguna razón han decidido remover capas de pintura, mantente alejada de tu hogar mientras se trabaja en ello. Si la pintura se está descascarando en una casa vieja o si tienes un mueble antiguo cuya pintura se está pelando, considera la idea de que vuelvan a pintarlos para evitar el descascarillado de la pintura con plomo o que la remuevan. Una vez más, no debes estar presente mientras hacen el trabajo.
¿Eres aficionada a los mercados de pulgas? Entonces te interesará saber que el plomo también puede filtrarse de vajillas antiguas, piezas de cerámica y de loza. Como la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration, FDA) no estableció límites de plomo en la fabricación de platos sino hasta 1971, si tienes jarros o platos de fabricación casera, importados, antiguos o simplemente viejos no los uses para servir comidas o bebidas, especialmente aquellas que son ácidas (limón, vinagre, tomates, vino, refrescos).
Agua del grifo.
Sigue siendo la mejor bebida de la casa y, en la mayoría de lo hogares, es perfectamente seguro beber agua del grifo. Para tener certeza de que al llenar un vaso de agua beberás a tu salud –y a la de tu bebé– haz lo siguiente:
Consulta con la oficina local de la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency, EPA) o el departamento de salud sobre la pureza y seguridad del agua potable en la comunidad o de un pozo, si es la fuente del agua de tu casa (visita en Internet la dirección epa. gov/safewater/dwinfo/index.html). O consulta la línea telefónica de EPA (Water Safety Hotline) al (800) 426-4791 o la dirección de Internet scorecard.org. Si existe alguna posibilidad de que la calidad del agua de tu casa sea diferente a la del resto de la comunidad (debido al deterioro de una cañería, o de que tu casa está junto a un vertedero o debido a un gusto o color extraño), solicita una prueba para medir su pureza. La oficina local de EPA o el departamento de salud te pueden indicar cómo hacerlo.
Si el agua del grifo de tu casa no aprueba el examen, invierte en un filtro (cuya clase dependerá de la composición del agua) o usa agua embotellada para beber y para cocinar. Pero ten en cuenta que ésta no está automáticamente libre de impurezas; algunas contienen más que el agua del grifo y otras son embotelladas directamente del grifo (hablando de tirar el dinero por el desagüe). Muchas no contienen fluoruro (fluoride), un mineral importante, especialmente para el crecimiento de los dientes (de tu bebé). Para controlar la pureza de una marca particular, consulta con la Fundación Nacional de Salubridad (National Sanitation Foundation) llamando al (800) 673-6275 o visitando nsf.org. Evita las aguas destiladas (de las que se han suprimido minerales beneficiosos).
Si sospechas que el agua de tu casa contiene plomo, o si un examen revela que tiene altos niveles, reemplazar la cañería sería la solución ideal, aunque esta opción no siempre es posible. Para reducir los niveles de plomo en el agua que bebes, usa sólo agua fría cuando bebas y cocines (el calor filtra más plomo de las cañerías), y haz correr el agua fría durante unos cinco minutos por la mañana (o en cualquier momento en que el grifo haya estado cerrado durante más de seis horas) antes de usarla. Puedes advertir que el agua fresca sin plomo de la cañería de la calle ha llegado a tu grifo cuando ha pasado de fría a tibia y nuevamente a fría.
Si el agua huele o sabe a cloro, ponla a hervir o déjala reposar durante 24 horas, para que se evapore buena parte de la sustancia química.
Insecticidas.
¿No soportas las cucarachas, hormigas y otros insectos desagradables? Por algo les has declarado la guerra con pesticidas químicos. Afortunadamente, el control de las plagas y el embarazo pueden ser compatibles, si se toman unas cuantas precauciones básicas. Si en tu vecindario están fumigando, evita pasar mucho rato afuera hasta que el olor de las sustancias químicas desaparezca, habitualmente después de dos o tres días. Si estás dentro de la casa, cierra las ventanas. Si están fumigando para matar cucarachas u otros insectos en tu departamento o tu casa, cierra herméticamente los armarios de ropa y de la cocina (para que las sustancias químicas no se filtren y se adhieran a los platos y los alimentos) y cubre todas las superficies donde preparas la comida. Ventila los cuartos con las ventanas abiertas hasta que los gases se disipen. Una vez que el pulverizador esté asentado, hay que limpiar aquellas superficies donde se prepara comida que estén cerca o en la zona fumigada.
Cuando sea posible, trata de combatir las pestes con métodos naturales. Despeja la maleza en vez de fumigarla. Elimina algunas pestes del jardín y las plantas dentro de la casa, rociándolas con la manguera o con una mezcla de jabón insecticida biodegradable (hay que repetir el proceso varias veces para que funcione). Invierte en un ejército de mariquitas (también conocidas como vaquitas de San Antonio, petacas o ladybugs) u otros depredadores beneficiosos (disponibles en algunos comercios de artículos para jardín) a quienes les encanta alimentarse de los insectos que te fastidian.
Dentro de la casa usa el “motel” u otros tipos de trampas para insectos, ubicándolas estratégicamente en los rincones de mayor tráfico de cucarachas y hormigas; usa bloques de cedro aromáticos en vez de naftalina en los armarios de ropa; y busca pesticidas que no sean tóxicos en catálogos o tiendas ambientalistas. Si tienes niños pequeños o mascotas, mantén las trampas e insecticidas fuera de su alcance. Aun los llamados insecticidas naturales, incluyendo el ácido bórico, pueden ser tóxicos si se ingieren o inhalan, y pueden irritar los ojos. Para mayor información sobre un control natural de plagas, contacta a la oficina local del Servicio de Extensión Cooperativa (Cooperative Extensión Service) o a algún grupo ambientalista local. Es posible que también haya un fumigador “verde” en tu vecindario.
Ten presente que es improbable que una exposición breve e indirecta a insecticidas o herbicidas sea perjudicial. Lo que aumenta el riesgo es una exposición frecuente a largo plazo, lo que se da en el caso de trabajar diariamente en contacto con ellos (en una fábrica o un campo intensamente fumigado).
Emanaciones de la pintura.
En todo el reino animal, el período previo al nacimiento (o puesta de huevos) es de frenéticos preparativos para la llegada de la cría. Los pájaros empluman sus nidos, las ardillas cubren los troncos de los árboles con hojas y ramitas, y los padres y madres humanos revisan ansiosamente por Internet los catálogos de diseños. Y casi siempre, los planes incluyen pintar la habitación del bebé (una vez que se logren poner de acuerdo sobre el color, claro está). Afortunadamente, las pinturas de hoy no contienen plomo ni mercurio y son seguras de usar cuando estás embarazada. De todos modos, hay buenos motivos por el que te conviene pasarles la brocha a otros, aunque estés desesperada por mantenerte ocupada en esas últimas semanas de espera. El movimiento repetitivo de pintar puede forzar los músculos de la espalda que ya están presionados por el peso extra del embarazo. Además, hacer equilibrio arriba de una escalera es inseguro, por decir lo menos, y el olor a la pintura (aunque no es dañino) puede ofender a la nariz de la embarazada y provocarle náuseas.
Mientras se está pintado, intenta permanecer fuera de la casa. Estés o no, mantén las ventanas abiertas para ventilar. Evita completamente la exposición a los disolventes de pintura, porque son sumamente tóxicos, y ni te acerques cuando estén removiendo la pintura (ya sea con sustancias químicas o lijadoras), especialmente si ésta es vieja y pudiera contener mercurio o plomo.
“¿La contaminación de la ciudad puede dañar a mi bebé?
Respira hondo. Normalmente, respirar en la gran ciudad es mucho más seguro de lo que supones. Después de todo, millones de mujeres viven y respiran en las grandes ciudades del país y dan a luz a millones de bebés sanos. De todos modos, siempre es prudente evitar exponerse a dosis extraordinariamente elevadas de los elementos contaminantes del aire. Aquí verás cómo:
Evita los ambientes cargados de humo. Como el tabaco del cigarrillo es un contaminante que se sabe perjudica al feto, pide a tus familiares, a tus visitas y a tus compañeros de trabajo que no fumen cerca de ti. Eso también cuenta para las pipas y puros, porque despiden más humo que los cigarrillos.
Haz revisar el tubo de escape de tu auto para evitar que filtre gases nocivos y prevenir su oxidación. Nunca enciendas el auto dentro del garaje con la puerta cerrada; mantén cerrada la puerta trasera de un vehículo utilitario deportivo (SUV) o minicamioneta cuando el motor está en marcha; y mantén cerrada la entrada de aire de tu automóvil cuando manejes en tránsito pesado.
Si hay una alerta de contaminación en tu área, permanece dentro de la casa tanto como puedas, con las ventanas cerradas y, si lo tienes, enciende el aire acondicionado. Sigue las instrucciones que den las autoridades de salud a los residentes que estén en mayor riesgo. Si quieres ejercitarte, ve al gimnasio o da una larga caminata en un centro comercial cerrado.
No corras, camines ni andes en bicicleta en carreteras congestionadas, independientemente de cómo esté el clima, ya que al estar activa respiras más aire -y contaminación. Escoge, en cambio, una ruta en un parque o una zona residencial con poco tránsito y muchos árboles. Los árboles, al igual que los espacios verdes interiores, ayudan a mantener el aire puro.
Asegúrate de que las chimeneas y que las estufas a gas y a leña en tu hogar tengan una ventilación adecuada. Y que el conducto de la chimenea esté abierto antes de encender el fuego.
Prueba la Solución Ecológica (consulta la página 91). Las plantas, a través de sus propiedades de purificación del aire, pueden ayudarte a respirar mejor dentro y fuera de tu casa.
TODO ACERCA DE …
Atrás quedaron los días en que la comunidad médica tradicional le daba a la medicina alternativa la misma credibilidad que a los cuentos de viejas. Actualmente, ambas ramas de curación aparentemente no relacionadas, ya no son consideradas incompatibles. De hecho, cada vez más médicos en ambos bandos las consideran complementarias. Por eso, la medicina complementaria y alternativa (complementary and alternative medicine, CAM) tiene cada vez más probabilidad de encontrar un espacio –en alguna forma– en tu vida y en la de tu familia.
Los practicantes de la medicina complementaria tienen un enfoque amplio sobre la salud y el bienestar, ya que además de las condiciones físicas examinan e integran las influencias nutricionales, emocionales y espirituales. También pone énfasis en la habilidad del cuerpo para curarse con una pequeña ayuda de algunos amigos naturales como hierbas, manipulación física, el espíritu y la mente.
Como el embarazo no es una enfermedad sino una parte normal de la vida, la medicina alternativa podría ser un complemento natural a la atención obstétrica tradicional. Y para un número creciente de mujeres y de proveedores de la salud, lo es. Una variedad de prácticas de la medicina complementaria y alternativa es usada ahora en el embarazo, el parto y el alumbramiento, con varios grados de éxito. Éstas son algunas de sus prácticas:
Acupuntura.
Desde hace miles de años, los chinos han sabido que la acupuntura puede aliviar numerosos síntomas del embarazo, pero sólo desde hace muy poco la comunidad obstétrica tradicional ha empezado a entender sus beneficios. Los estudios científicos actuales avalan la antigua sabiduría; los investigadores han descubierto que la acupuntura libera varias sustancias químicas cerebrales, incluyendo endorfinas, que bloquean las señales de dolor. ¿Cómo funciona? El acupuntor inserta docenas de agujitas finas en determinados puntos del cuerpo a lo largo de meridianos invisibles. Según la antigua tradición, los meridianos son los canales por los que fluye la fuerza vital, conocida como chi. Los investigadores han detectado que los puntos corresponden a nervios muy arraigados, de modo que al girar las agujas (o al estimularlas eléctricamente, en un procedimiento llamado electropuntura), se activan los nervios que liberan endorfinas, aliviando desde dolores de espalda, náuseas y otros síntomas, incluyendo la depresión en el embarazo. La acupuntura también puede usarse durante el proceso de parto para aliviar el dolor. Y para quienes no han podido concebir, la acupuntura podría ser de ayuda en asuntos de fertilidad.
Acupresión.
También conocida como shiatsu, la acupresión se basa en los mismos principios de la acupuntura, pero en vez de agujas se utiliza el pulgar o los dedos, u otros dispositivos, para estimular los puntos del organismo. La presión en determinado punto justo por encima de la parte interna de la muñeca, puede aliviar la náusea (es por eso que las Sea-Bands o pulseras anti-mareo también pueden dar resultado; consulta la página 144). Ejercer acupresión en el centro del pie, ayudaría a aliviar los dolores que algunas mujeres sufren en la parte baja de la espalda producto de las contracciones durante el parto. También se dice que hay varios puntos de acupresión que inducen contracciones (como en el tobillo), y por eso deben evitarse hasta el término del período del embarazo (llegado el cual las futuras mamás impacientes podrían hacer la prueba, claro está, en manos de un profesional).
Retroalimentación.
La retroalimentación (biofeedback) es un método que ayuda a los pacientes a aprender a controlar sus respuestas biológicas al dolor físico o el estrés emocional, y puede usarse sin riesgo para aliviar una serie de síntomas del embarazo, incluyendo jaquecas y dolores de espalda, entre otros, además de insomnio y posiblemente mareos y náuseas. La retroalimentación también puede ser usada para reducir la presión sanguínea y combatir la depresión, ansiedad y estrés.
Medicina quiropráctica.
Esta terapia utiliza la manipulación física de la columna vertebral y otras articulaciones para permitir que los impulsos nerviosos circulen libremente por un cuerpo alineado, estimulando la habilidad natural del organismo para sanar. La medicina quiropráctica puede ayudar a las mujeres embarazadas a combatir la náusea; los dolores de espalda, cuello y articulaciones, y la ciática, como también a aliviar el dolor de posparto. El quiropráctico que consultes debe estar familiarizado con el cuidado de las embarazadas, usando mesas que se ajusten a sus cuerpos y aplicando técnicas que eviten las presiones en el área abdominal.
Masaje.
El masaje puede ayudar a aliviar algunas de las incomodidades del embarazo, incluyendo la acidez estomacal y la náusea (sólo en algunas mujeres; otras, en cambio, se marean aun más con el masaje), jaquecas, dolor de espalda y ciática, a la vez que prepara los músculos para dar a luz. También puede ser de ayuda durante el parto y el alumbramiento, para relajar los músculos entre cada contracción y reducir el dolor en la parte baja de la espalda. Además, es una excelente técnica para bajar los niveles de estrés y para relajarse. El masajista debe estar entrenado en el arte del masaje prenatal (no todos los terapeutas masajistas lo están). Consulta la página 158 para más información.
Reflexología.
Similar a la acupresión, la reflexología es una terapia en la que se aplica presión en áreas específicas de pies, manos y orejas para aliviar una variedad de molestias y dolores, como también para estimular el parto y reducir el dolor de las contracciones. Como la aplicación de presión a determinadas áreas en o cerca de pies y manos puede desencadenar contracciones, es muy importante que el reflexólogo que visites esté bien entrenado, tenga conocimiento de tu embarazo, y que evite estas áreas antes de completar los nueves meses (aunque en su momento podría ser la clave que necesitas para que empiece el largamente esperado proceso de parto).
Hidroterapia.
Este uso terapéutico de agua tibia (por lo general, en una tina de hidromasaje) se usa en varios hospitales y centros de natalidad para ayudar a relajar a la mujer en el proceso de parto y reducir su malestar. Algunas mujeres eligen dar a luz en el agua (consulta la página 25).
Aromaterapia.
Algunos profesionales de la salud utilizan aceites aromáticos para sanar el cuerpo, la mente y el espíritu durante el embarazo. Sin embargo, la mayoría de los expertos aconseja prudencia debido a que ciertos aromas (en esta forma concentrada) pueden ser riesgosos para las embarazadas (consulta la página 159).
Técnicas de meditación, visualización y relajación.
Todas estas técnicas pueden ayudar a la mujer a sobrellevar una variedad de tensiones físicas y emocionales durante el embarazo, desde las molestias del mareo y náusea hasta los dolores del parto y el alumbramiento. También pueden hacer maravillas para reducir la ansiedad de la futura mamá. Consulta la página 153 para conocer los ejercicios de relajación que puedes practicar.
Hipnoterapia.
La hipnosis puede ser útil para aliviar los síntomas del embarazo (desde la náusea hasta las jaquecas), reducir el estrés y aliviar el insomnio, cambiar de posición al bebé ante un potencial nacimiento de nalgas (conjuntamente con la versión cefálica externa más tradicional), retrasar el parto prematuro y controlar el dolor durante el proceso de parto y el alumbramiento (hipnoparto). Funciona manteniéndote profundamente relajada, tanto que en el caso del control del dolor, ni siquiera te enteras de las molestias. Ten en cuenta que la hipnosis no es para todos: un 25% de la población presenta gran resistencia a la sugestión hipnótica y otro porcentaje mayor no es lo suficientemente sugestionable como para usarla como un método efectivo de alivio al dolor. El hipnoterapeuta que consultes debe ser certificado y experimentado en las terapias del parto. Para más información sobre el hipnoparto, consulta la página 330.
Moxibustión.
Esta técnica de medicina alternativa combina la acupuntura con el calor (utilizando la raíz prensada de la hierba Artemisa) para cambiar gradualmente de posición a un bebé que nacerá de nalgas. Si estás interesada en recurrir a la moxibustión, busca a un experto en la técnica (no todos los acupuntores lo son).
Plantas medicinales.
Las plantas medicinales se han venido usando desde que la humanidad empezó a buscar alivio a sus dolencias, y algunos las siguen usando para aliviar los síntomas del embarazo. Pero la mayoría de los expertos no recomienda plantas medicinales para las embarazadas porque todavía no se han hecho estudios adecuados sobre su seguridad.
Sin duda, la medicina complementaria y alternativa está teniendo impacto en la obstetricia. Aun los obstetras ginecólogos más tradicionales admiten que es una fuerza holística que hay que considerar y que se puede comenzar a incorporar a sus prácticas regulares. Pero si quieres que la medicina alternativa te acompañe en el embarazo, es conveniente actuar con prudencia y tener en cuenta lo siguiente:
Infórmale a tu médico regular o partera que estás buscando un tratamiento de este tipo, para que sea verdaderamente complementario. Para tu seguridad y la de tu bebé es importante que mantengas al tanto a todo tu equipo prenatal.
Las medicaciones complementarias (como preparaciones homeopáticas y botánicas) no son testeadas ni aprobadas por la FDA. Y como no han sido examinadas rigurosamente –como ocurre con los medicamentos aprobados por la FDA– su seguridad no ha sido establecida clínicamente. Esto no quiere decir que estos medicamentos no sean seguros o beneficiosos durante el embarazo, sino que no existe un mecanismo oficial que determine cuáles lo son y cuáles no. Hasta que no haya más información, tiene sentido que evites tomar toda medicina homeopática o botánica, suplementos dietéticos o tratamiento de aromaterapia a menos que hayan sido prescritos por un médico tradicional que tiene conocimiento de medicina alternativa y, también, de tu embarazo. (Esto también se aplica para después del nacimiento del bebé si estás amamantándolo).
Los procedimientos complementarios que suelen ser benignos –e incluso beneficiosos– para la no embarazada podrían no ser seguros durante el embarazo. Desde el masaje terapéutico hasta las maniobras quiroprácticas, deben tomarse precauciones especiales cuando la paciente está embarazada.
Dependiendo de cómo las uses, el potencial de la medicina alternativa podría ser terapéutico o peligroso. Ten presente que “natural” no es sinónimo de “seguro” al igual que “químico” no es sinónimo de “peligroso”. Permite que tu médico te ayude a evitar los tropezones en el camino y te oriente hacia las prácticas alternativas que te puedan favorecer –y no perjudicarcuando estás en la dulce espera.