Aproximadamente de 18 a 22 Semanas
LO QUE EN UN PRINCIPIO ERA completamente abstracto es ahora palpable, literalmente. Es posible que este mes o a principios del próximo, percibas los movimientos de tu bebé por primera vez. Esa sensación milagrosa, además de una barriga cada vez más redonda, hará que sientas por fin la realidad del embarazo. Aunque tu bebé está todavía muy lejos de hacer su aparición personal en la guardería infantil, es realmente agradable tener la certeza de que hay alguien allí.
Semana 18 Con 5½ pulgadas de largo y unas 5 onzas de peso (más o menos lo que pesa esa pechuga de pollo que tienes para la cena, pero mucho más encantador), tu bebé se está rellenando con gracia y estirándose lo suficiente como para que quizás ya empieces a sentir esos giros, volteretas, pataditas y golpes que está aprendiendo a perfeccionar. Otras habilidades que tu bebé está dominando son los bostezos e hipos (¡puede que empieces a sentir esos hipos muy pronto!). Y ahora tu bebé es más único que nunca, con sus huellas dactilares en manos y pies.
Semana 19 Esta semana tu bebé está pegando duro en las tablas de crecimiento con nada menos que 6 pulgadas de largo y media libra de peso. ¿A qué fruta se parece esta semana? Tu pequeño tiene el tamaño aproximado de un mango grande. Un mango untado con queso grasoso, para ser más precisos. Se trata de la vernix caseosa –un revestimiento sebáceo protector (parecido al queso)– que cubre ahora la piel sensible de tu bebé, protegiéndolo del líquido amniótico que lo rodea. Sin esa protección, tu bebé luciría muy arrugado al nacer. Esta cubierta desaparece a medida que se acerca el parto, pero algunos bebés prematuros la mantienen al nacer.
Tu Bebé, Quinto Mes
Semana 20 Esta semana tienes un bebé del tamaño de un melón cantalupo pequeño, de unas 10 onzas y 6 ½ pulgadas (de la cabeza al trasero). El ultrasonido de este mes debería detectar –si quieres saberlo– si es niño o niña. Y ¡oh boy! (como dicen en inglés) –o quizás ¡oh girl!–, tu bebé sí que ha estado activo. Si es una niña, su útero ya está completamente formado, sus ovarios son portadores de unos 7 millones de óvulos primarios (aunque al nacer la cifra será cercana a los 2 millones) y su canal vaginal se está empezando a desarrollar. Si es niño, sus testículos han empezado a descender del abdomen. En unos pocos meses bajarán al escroto (todavía en formación). Para su suerte, tu bebé todavía tiene mucho espacio en tu útero, lo que significa que tiene margen suficiente para girar, darse vuelta, patear, golpear y dar ocasionalmente una voltereta completa. Si todavía no has sentido estas acrobacias, ya lo harás en las próximas semanas.
Semana 21 ¿Qué tamaño tiene el bebé esta semana? Unas 7 pulgadas de largo (piensa en un plátano grande) y casi 11 onzas de peso. Y hablando de plátanos, podrías comer algunos esta semana si te agrada la idea de que al bebé también le gusten. O algunas zanahorias. Eso se debe a que el líquido amniótico varía día a día, dependiendo de lo que hayas comido (picante un día, dulce otro) y ahora que tu bebé lo está tragando a diario (para hidratación, nutrición y como práctica para tragar y digerir), empezará a sentir el gusto de lo que incluya tu menú. Otra novedad: sus brazos y piernas están finalmente en proporción, las neuronas están conectadas entre el cerebro y los músculos, y los cartílagos en todo el cuerpo se están solidificando en huesos. Eso significa que cuando tu bebé haga sus movimientos (que probablemente ya estás sintiendo), serán mucho más coordinados.
Semana 22 Olvídate ya de las onzas. Esta semana ya empezamos a hablar del considerable peso de una libra y una estatura de casi 8 pulgadas, el tamaño de una muñeca pequeña. Pero tu muñeca es de carne y hueso, con sentidos en pleno desarrollo, incluyendo tacto, vista, audición y gusto. ¿Y qué es lo que está tocando tu bebé? Tal vez el cordón umbilical (no hay mucho más a lo que pueda aferrarse allí adentro), practicando el firme movimiento que dentro de poco hará al apretar tus dedos (y al tirar tu pelo). ¿Y qué es lo que ve? Aunque está oscuro allí adentro –y sus párpados aun fusionados–, los fetos a esta edad pueden percibir la luz y la oscuridad. Si apuntas con una linterna a tu barriga, es posible que sientas la reacción de tu bebé intentando apartarse de la luz “brillante”. ¿Qué oye? El sonido de tu voz y el de tu pareja, tu latido cardíaco, el burbujeo de tu flujo sanguíneo, los gorgoritos que producen tu estómago e intestinos, el ladrido del perro, las sirenas, un televisor con el volumen alto. ¿Y qué saborea? Casi todo lo que tú saboreas.
Como siempre, recuerda que los embarazos y las mujeres son diferentes. Es posible que experimentes todos estos síntomas en un momento u otro, o sólo unos pocos. Algunos podrían venir del mes pasado y otros ser completamente nuevos. Incluso hay algunos que ni siquiera adviertes porque ya te has acostumbrado a ellos. O podrías presentar otros síntomas menos comunes. Esto es lo que puedes experimentar este mes:
Físicamente
Más energías
Movimiento del feto (probablemente hacia fines del mes)
Creciente flujo vaginal
Dolor en el bajo abdomen y a los costados (por el estiramiento de los ligamentos que apoyan el útero)
Estreñimiento
Acidez, indigestión, flatulencia, hinchazón
Dolores de cabeza, desvanecimiento o mareo ocasionales
Dolor de espalda
Congestión nasal y ocasional hemorragia nasal. Oídos tapados
Encías sensibles que podrían sangrar al cepillarte
Apetito abundante
Calambres en las piernas
Ligera hinchazón de tobillos y pies y, ocasionalmente, de manos y rostro
Várices en las piernas y/o hemorroides
Cambios en el color de la piel del abdomen y/o la cara
Un ombligo protuberante
Pulso cardíaco más acelerado
Mayor facilidad o dificultad para lograr un orgasmo
Emocionalmente
Una sensación creciente de que el embarazo es una realidad
Menores cambios de ánimo, aunque es probable que a veces tengas ganas de llorar y te sientas irritable
Estado de distracción permanente
Otra revisión más, y para entonces ya conocerás bien la rutina. Aunque podría haber variantes dependiendo de tus necesidades y el estilo de práctica del profesional, este mes es posible que tu médico controle lo siguiente:
Peso y presión sanguínea
Orina, para medir el nivel de azúcar y proteína
Latido fetal
Tamaño y forma del útero, por examen táctil (desde el exterior)
Altura del fondo del útero
Manos y pies para comprobar si hay hinchazón y, piernas, en busca de várices
Síntomas que hayas experimentado, especialmente inusuales
Preguntas o problemas que quieras discutir. Lleva contigo una lista
“Me siento acalorada y transpirada todo el tiempo en estos días, incluso cuando todos los demás sienten que está fresco. ¿Qué es lo que pasa?”
¿Te sientes muy acalorada en estos días? Una vez más, puedes “agradecer” a tus hormonas, así como al aumento del flujo sanguíneo y a un metabolismo acelerado del embarazo. Si a eso le agregas un clima particularmente cálido o el verano más caluroso que se haya registrado (o, incluso, una oficina con calefacción un poquito alta en pleno invierno), el calor te resultará agobiante. Por suerte, hay muchas maneras para mantenerte cómoda cuando aumenta la temperatura al aire libre, en interiores o en tu propio cuerpo. Sigue estos consejos para mantenerte fresca cuando te estás acalorando por partida doble:
Usa prendas sueltas, ligeras, con telas como algodón, y vístete con capas de ropa para ir quitándotelas a medida que te acalores.
Evita hacer ejercicios al exterior cuando hace más calor; haz tus caminatas antes del desayuno o después de la cena, o asiste a clases de ejercicios en un gimnasio con aire acondicionado. Y detente siempre antes de sentirte acalorada.
Evita estar bajo el sol, especialmente en los días muy calurosos.
Toma un baño o ducha fría para refrescarte. O nada, si tienes la posibilidad.
Mantente cerca del aire acondicionado. Los ventiladores por sí solos no te ayudarán a refrescarte cuando la temperatura supere los 90 grados Fahrenheit, por lo tanto si no tienes aire acondicionado en casa, pasa tiempo en el cine, un museo, la casa de una amiga o un centro comercial.
Acapara el termostato. Toma control exclusivo de la temperatura de tu casa para sentirte siempre cómoda. Y si a tu pareja le da frío, pídele que se abrigue con un suéter o una manta.
Bebe, bebe… y bebe. Mantenerte hidratada te ayudará a no sentirte débil y mareada cuando te acalores. Bebe por lo menos ocho vasos de agua de 8 onzas por día, y más si estás haciendo ejercicios y/o transpirando mucho.
Un poco de talco te puede ayudar a absorber algo de humedad (además de ayudarte a prevenir sarpullidos).
El lado positivo es que, aunque transpirarás más, olerás menos. Esto se debe a que la producción de transpiración apocrina (la variedad olorosa que producen las glándulas en las axilas, senos y el área genital) disminuye cuando estás embarazada.
“Me mareo cuando me levanto después de estar sentada o acostada. Y ayer casi me desmayé mientras hacía las compras. ¿Estoy bien?”
Sentirte un poquito mareada puede ser bastante desconcertante cuando estás embarazada (especialmente porque ya podrías tener un poco de dificultad para mantenerte de pie), pero no es peligroso. De hecho, es un síntoma bastante común –y casi siempre normal– del embarazo. Éstas son las razones:
En el primer trimestre, los mareos pueden ocurrir porque todavía no tienes un suministro de sangre adecuado para llenar tu sistema circulatorio en rápida expansión mientras que en el segundo trimestre pueden ser causados por la presión de tu útero creciente sobre los vasos sanguíneos.
Durante todo tu embarazo, los elevados niveles de tu vieja amiga progesterona hacen que los vasos sanguíneos se relajen y ensanchen, aumentando el flujo de sangre a tu bebé (bueno para él), pero retrasando su regreso hacia ti (no tan bueno para la mamá). Un menor flujo sanguíneo para ti significa menor presión sanguínea y un flujo reducido de sangre al cerebro, lo que puede contribuir a esa sensación de mareo y aturdimiento.
Levantarte muy rápido, produciendo una rápida baja de la presión sanguínea, puede producir una sensación de mareo. La solución es simple: levántate lentamente. Saltar como un resorte para responder el teléfono, probablemente hará que te desplomes de nuevo en el sofá.
Es posible también que te sientas mareada a causa de una baja de azúcar en la sangre (las futuras mamás son particularmente propensas a ello). Para evitar esa baja, consume algunas proteínas y carbohidratos complejos en cada comida (combinación que te ayudará a mantener parejos los niveles de azúcar en la sangre) y come con mayor frecuencia (recurriendo al plan de las comidas ligeras o comiendo bocadillos entre comidas). Ten siempre contigo una bolsita de frutas secas, semillas y dátiles, o una fruta, una barra de granola o algunas hojuelas de soya para cuando necesites darle un rápido empujoncito al azúcar en tu sangre.
La sensación de mareo puede ser un indicio de deshidratación, por lo tanto, bebe tu cuota de líquidos necesaria (al menos 8 vasos diarios, y más si has estado transpirando).
El vahído también puede ser causado por un ambiente mal ventilado –como una tienda atestada o calurosa, oficina o autobús–, especialmente si estás muy abrigada. En ese caso, sal al aire libre o abre una ventana. También puede aliviarte quitarte el abrigo y aflojar tu ropa, especialmente alrededor del cuello y la cintura.
Si te sientes mareada o a punto de desvanecerte, acuéstate sobre el costado izquierdo –con las piernas elevadas, si puedes– o siéntate con la cabeza gacha entre las piernas. Respira hondo y afloja tu ropa ajustada (como el botón del pantalón que te costó tanto abrochar en la mañana). En cuanto te sientas un poquito mejor, busca algo de comer y beber.
Cuéntale a tu médico sobre tus mareos en la próxima visita. Los desmayos son poco comunes, pero si los tienes no hay motivo de preocupación, ya que no afectará a tu bebé. Pero en el caso de que te desmayes, llama al médico enseguida (una vez que vuelvas en ti, claro está).
“Tengo mucho dolor de espalda. Me temo que no voy a ser capaz de levantarme cuando llegue el noveno mes”
Los dolores e incomodidades del embarazo no tienen el propósito de hacerte sentir miserable, aunque ése suele ser el resultado. Son los efectos secundarios de los preparativos que hace tu cuerpo para ese momento trascendental en que nacerá tu bebé. Y el dolor de espalda no es la excepción. Durante el embarazo, las habitualmente estables articulaciones de la pelvis empiezan a aflojarse para permitir que el bebé pueda salir más fácilmente al nacer (ojalá). Esto, sumado a tu abdomen abultado, te provoca un desequilibrio. Para compensarlo, tratas de echar atrás los hombros y arquear el cuello. Y estar de pie con la barriga sobresaliente –para asegurarte de que nadie deje de notar que estás embarazada– empeora el problema. El resultado es una pronunciada curvatura en la espalda a la altura de la cintura, tensión de los músculos dorsales, y dolor.
Pero incluso cuando el dolor tiene un propósito, duele. Los siguientes consejos te pueden ayudar a combatir (o al menos aliviar) el dolor:
Siéntate bien. Al estar sentada tensas la columna vertebral más que con cualquiera otra actividad, por lo tanto vale la pena hacerlo correctamente. Tanto en tu casa como en la oficina, asegúrate de que tus sillones tengan buen soporte, ojalá con un respaldo plano, apoyabrazos y un almohadón firme. Una silla que se recline también puede ayudarte a aliviar la presión. Usa un apoya pies para elevarlos ligeramente (mira la ilustración en la página 258) y no cruces las piernas, lo que puede hacer que la pelvis se incline hacia delante, empeorando esos tensos músculos de la espalda.
Permanecer sentada durante mucho rato puede ser tan perjudicial para tu espalda como sentarte mal. Trata de no estar sentada durante más de una hora sin hacer una pausa para caminar y estirarte. Si puedes establecer un límite de media hora, mejor aún.
Evita también permanecer mucho tiempo de pie. Si tienes que trabajar parada, pon un pie en una banqueta baja para aliviar un poco la presión en la espalda. Cuando estás de pie sobre un piso de superficie dura –como al cocinar o lavar los platos, por ejemplo– pon una pequeña alfombra antideslizante bajo tus pies para disminuir la presión.
Evita levantar cargas pesadas pero, si debes hacerlo, hazlo lentamente. Estabilízate, separando los pies, luego dobla las rodillas y no la cintura, y levanta haciendo fuerza con brazos y piernas y no con la espalda (mira la ilustración abajo). Si tienes que transportar una carga pesada de compras, divídelos en dos bolsas y lleva una en cada brazo en vez de llevar toda la carga delante de ti.
Trata de mantener el aumento de peso dentro de los parámetros recomendados (consulta la página 179). Las libras de más sólo aumentarán la carga con la que está lidiando tu espalda.
Flexiona las rodillas cuando levantes peso
Usa los zapatos adecuados. Evita los tacos muy altos o muy bajos. Los expertos recomiendan un taco grueso de 2 pulgadas de alto para mantener tu cuerpo adecuadamente alineado. También podrías considerar plantillas ortopédicas, diseñadas para dar soporte a los músculos.
Una posición cómoda para dormir con la ayuda de una almohada para el cuerpo (al menos de 5 pies de largo) te ayudará a reducir las molestias y los dolores cuando todavía estés despierta. Y cuando te levantes de la cama por la mañana, estira las piernas hacia el costado de la cama en vez de girar el cuerpo para levantarte.
Considera usar una faja diseñada para embarazadas, que te ayudará a restar el peso de tu barriga sobre tu espalda.
No intentes alcanzar las estrellas… ni las galletas de la despensa superior. Para alcanzarlas, usa una banqueta baja y estable, y evitarás un esfuerzo adicional.
Alterna frío y calor para aliviar temporalmente los músculos doloridos de la espalda. Usa una bolsa de hielo durante 15 minutos y después una almohadilla térmica durante otros 15. Envuelve tanto la bolsa como la almohadilla en una toalla o un paño.
Date un baño tibio (pero no caliente). O cambia el grifo cabezal de la ducha a masaje y disfruta del chorro en la espalda.
Frótate la espalda correctamente. Regálate un masaje terapéutico (con un masajista que sepa que estás embarazada y esté entrenado en el arte del masaje prenatal).
Aprende a relajarte. El estrés empeora muchos problemas de espalda. Si crees que es tu caso, prueba algunos ejercicios de relajación cuando sientas dolor. También sigue las sugerencias de la página 152 para lidiar con el estrés en tu vida.
Siéntate cómodamente
Haz ejercicios simples que fortalezcan tus músculos abdominales, como la Postura del Dromedario (página 240) y la Inclinación Pélvica (página 242). O siéntate sobre una pelota de ejercicio y mécete hacia atrás y hacia adelante (o acuéstate sobre ella para aliviar la incomodidad en la espalda y las caderas). Inscríbete en una clase de yoga o de gimnasia acuática para futuras mamás, o considera la terapia acuática si puedes encontrar a un terapeuta con conocimientos médicos para embarazadas.
Si el dolor es agudo, pregúntale a tu médico sobre fisioterapeutas o especialistas en medicina alternativa (como acupuntores o especialistas en retroalimentación), que a lo mejor podrían ayudarte.
“¿Qué son esas molestias y dolores que tengo en los costados inferiores del abdomen?”
Lo que estás sintiendo es probablemente el equivalente a los dolores del crecimiento: el estiramiento de los músculos y ligamentos que soportan tu útero en expansión. Técnicamente, se le conoce como dolor de los ligamentos redondos (aunque cuando te está tironeando de los costados ¿te importa realmente cómo lo llaman los expertos?) y la mayoría de las embarazadas lo experimentan. El dolor puede ser acalambrado, agudo y penetrante, o incómodo, y puede ser más perceptible cuando te levantas de la cama o de una silla, o cuando toses. Puede ser breve o durar varias horas. Y es completamente normal. Mientras sea ocasional y breve, y no esté acompañado de otros síntomas (como fiebre, escalofríos, sangrado o mareos), no hay razón para preocuparse.
Descansar en una posición cómoda debería darte algún alivio. En tu próxima visita al consultorio menciona el dolor –al igual que cualquier otro– para asegurarte de que se trata de otra molestia normal del embarazo.
“Siento los zapatos cada vez más apretados. ¿Me pueden estar creciendo los pies?”
La barriga no es la única parte de tu cuerpo embarazado que aumenta de tamaño. Si eres como muchas futuras mamás, descubrirás que también te están creciendo los pies. Una buena noticia si planeabas renovar toda tu colección de zapatos, pero no tanto si ya te has dado el gusto de comprarte dos pares costosos.
¿Por qué tus pies han dado un estirón? Si bien parte de la expansión se debe a la retención normal de líquidos y al ensanchamiento del embarazo (o a la nueva grasa en los pies si tu aumento de peso ha sido sustancial o rápido), también hay otro motivo. La relaxina, la hormona del embarazo que afloja los ligamentos y articulaciones alrededor de tu pelvis para que el bebé pueda acomodarse, no discrimina entre los ligamentos que te interesa aflojar (como los pélvicos) y los que preferirías dejar intactos (como los de los pies). Cuando se aflojan los ligamentos de los pies, los huesos que los soportan tienden a expandirse ligeramente, provocando que muchas mujeres terminen calzando medio o un número más. Aunque las articulaciones volverán a afianzarse después del parto, es posible que tus pies queden permanentemente más largos.
Mientras tanto, practica los consejos para reducir el exceso de hinchazón (consulta la página 308) si ése es tu problema, y consigue un par de zapatos que te calcen cómodamente y respondan a tus “crecientes” necesidades (para no terminar descalza y embarazada). Cuando vayas de compras, privilegia la comodidad al estilo, aunque sólo sea por esta vez. Busca zapatos con tacos de no más de 2 pulgadas de alto y que tengan tanto suelas no resbaladizas como también mucho espacio para que tus pies se extiendan con toda libertad (pruébatelos hacia el final del día cuando tienes los pies más hinchados). Los zapatos deben ser de un material que permita respirar a tus pies hinchados y sudorosos (nada sintético).
¿Te duelen los pies y las piernas, especialmente al final del día? Los zapatos y las plantillas ortopédicas diseñados para corregir el desplazamiento del centro de gravedad de las embarazadas, no sólo pueden dar mayor comodidad a tus pies sino también reducir los dolores de la espalda y de las piernas. Además, dar descanso a tus pies varias veces al día y elevarlos cada vez que puedas, te ayudará con la hinchazón y el dolor. Y aunque no sean el último grito en la moda, usar pantuflas cómodas para andar por la casa, también aliviará el cansancio y el dolor.
“El cabello y las uñas nunca me habían crecido tan rápido como ahora”
Aunque pareciera que las hormonas del embarazo se ponen de acuerdo para hacerte sentir desdichada durante tus nueve meses (estreñimiento, acidez y náusea, por nombrar algunos síntomas), esas mismas hormonas son responsables de una bonificación extra: uñas que crecen antes de que te puedas hacer la manicura y un cabello que crece antes de que tengas tiempo para hacer una cita con tu peluquero (y si eres realmente afortunada, pelo más brillante). Esas hormonas del embarazo producen un aumento en la circulación y un impulso en el metabolismo que nutren el cabello y las células de las uñas, haciéndolas más saludables que nunca.
Por supuesto, cada ventaja tiene su precio. Esa nutrición extra puede, lamentablemente, tener efectos poco felices: puede que el cabello crezca en lugares que preferirías que no lo hiciera (y probablemente no sabías que podía crecer, por lo menos en una mujer). Las áreas faciales (labios, barbilla y mejillas) son las más afectadas, pero también lo pueden ser brazos, piernas, pecho, espalda y barriga (para enterarte de los tratamientos seguros de remoción capilar, consulta la página 156). Y aunque tus uñas sean largas, también se pueden volver secas y quebradizas.
Ten en cuenta que estas alteraciones de cabello y uñas son sólo temporales. El período de abundancia capilar terminará con el parto, cuando la pérdida normal diaria de cabello que se detuvo durante el embarazo se reanudará con creces. Y tus uñas también retomarán su ritmo de crecimiento más lento después del parto (lo que no viene mal, ya que con un nuevo bebé alrededor preferirás mantenerlas cortas).
“Desde que quedé embarazada, siento que mi vista ha empeorado. Y parece que mis lentes de contacto ya no se ajustan bien. ¿Será mi imaginación?”
No, no estás viendo visiones. Lo que pasa es que no estás viendo tan bien como antes del embarazo. Los ojos son también víctimas de los cambios hormonales. No sólo tu visión es menos aguda sino que también tus lentes de contacto, si los usas, repentinamente dejan de parecerte cómodos. La sequedad ocular, causada por una disminución en la producción de lágrimas –inducida por las hormonas– puede ser al menos una culpable parcial de la irritación y la incomodidad. Y como si fuera poco, los aumentos de fluido que modifican la forma del lente del ojo pueden aumentar la miopía o la hipermetropía en algunas embarazadas. Tu visión podría aclararse y tus ojos retornar a su condición normal después del parto (por eso no te molestes en buscar una nueva receta de lentes, a menos que el cambio sea tan pronunciado que realmente ya no puedas ver bien).
Éste no es el momento de considerar la cirugía correctiva ocular con láser. Aunque el procedimiento no perjudicará al bebé, podría corregir en exceso tu visión y tardar más en cicatrizar, necesitando quizás una segunda operación más adelante (además de que las gotas que requieren no son recomendadas para las embarazadas). Los oftalmólogos recomiendan evitar la cirugía durante el embarazo, en los seis meses previos a la concepción y, por lo menos, seis meses después del parto (y si estás amamantando, medio año después del destete).
Aunque un ligero deterioro visual no es inusual durante el embarazo, otros síntomas requieren un llamado a tu médico. Si experimentas visión borrosa o atenuada o si sueles ver puntitos o hilitos movedizos llamados flotadores, o si tienes doble visión que persiste más de dos o tres horas, no esperes hasta que se te pase; llama a tu médico enseguida. Ver puntitos brevemente después de haber estado de pie durante un tiempo o al levantarte de golpe después de estar sentada, es común y no es motivo de preocupación, aunque deberías reportarlo en tu próxima visita al consultorio.
“Sentí pequeños movimientos todos los días durante la semana pasada, pero hoy no he sentido nada. ¿Hay algo mal?”
Sentir los giros, meneos, golpecitos, patadas y el hipo de tu bebé, es una de las mayores delicias del embarazo (claramente, mucho más grato que la acidez estomacal y los pies hinchados). ¿Qué mejor prueba de que una vida flamante –e increíblemente energética– se está desarrollando en tu interior? Pero los movimientos fetales también pueden distraer a la futura mamá con preguntas y dudas: ¿Mi bebé se mueve lo suficiente? ¿Demasiado? ¿¡Nada!? En un minuto estás segura de que sentías sus pataditas y, al siguiente, ya estás dudando (¿no serían gases?). Un día sientes sus giros y vueltas sin parar. Al día siguiente, tu diminuto atleta parece haberse quedado en la banca y no percibes nada.
No hay nada de qué preocuparse. En esta etapa del embarazo, las preocupaciones por los movimientos de tu bebé –aunque comprensibles– son, por lo general, innecesarias. La frecuencia de movimientos perceptibles a esta altura varía mucho, y las pautas son irregulares. Aunque tu bebé seguramente se mueve durante gran parte del tiempo, es posible que no lo sentirás de manera consistente hasta que tenga un puñito más poderoso. Tal vez no puedas notar algunos de esos pasitos de danza debido a su posición (si mira y patea hacia adentro, por ejemplo, en vez de hacia fuera). O debido a tu propia actividad; cuando caminas o te mueves mucho, tu feto podría dormirse por el efecto mecedor. O quizás está despierto, pero tú estás demasiado ocupada como para notar sus movimientos. También es posible que estés durmiendo durante el período más activo de tu bebé, que para muchos es la mitad de la noche. (Aun en esta etapa, es más probable que los bebés estén más activos cuando sus mamás están acostadas).
Un modo de favorecer el movimiento fetal, si no lo has percibido durante todo el día, es tenderte durante una o dos horas al anochecer, preferiblemente después de tomar un vaso de leche, jugo de naranja o comer algún bocadillo. La combinación de tu inactividad y el impulso de la energía alimenticia podrían movilizar al feto. Si no da resultado, no te preocupes e inténtalo nuevamente horas después. Muchas futuras mamás dicen que en este período no perciben movimientos por un día o dos, o aun de tres a cuatro días. Si sigues preocupada, llama a tu médico para que te dé tranquilidad.
Después de la semana 28, los movimientos fetales se hacen más consistentes, y es buena idea acostumbrarte a controlar diariamente la actividad de tu bebé (consulta la página 312).
“Tengo un embarazo perfectamente normal, sin ningún tipo de problema. Sin embargo, mi médico me ha recomendado hacerme un ultrasonido este mes. ¿Es realmente necesario?”
En estos días, un ultrasonido de nivel 2 en el segundo trimestre es casi un examen de rutina, independiente de lo normal que parezca un embarazo. Esto se debe a que para los médicos es un excelente medio para controlar el desarrollo del bebé y ofrecer un mensaje tranquilizador de que todo está funcionando como debe. Además, para los padres es divertido dar un vistazo al bebé y llevarse a casa una foto de recuerdo para empezar a preparar el álbum y conectarse afectivamente con el pequeño. También te puede dar el boletín informativo sobre su sexo (por supuesto si lo quieres saber; lee la siguiente pregunta).
Aunque hayas pasado por un ultrasonido en el primer trimestre (nivel 1) para confirmar o darle fecha a tu embarazo, o como parte de un examen exploratorio, el examen de nivel 2 (también llamado escáner anatómico), efectuado generalmente entre las semanas 18 y 22, le entrega a tu médico una valiosa información adicional sobre lo que pasa dentro de tu barriga. Por ejemplo, puede medir el tamaño de tu bebé y revisar todos los órganos principales. Puede determinar la cantidad de líquido amniótico para asegurarse de que es la suficiente, y evaluar la ubicación de tu placenta. En resumen, este ultrasonido del segundo trimestre –además de ser divertido de presenciar– les dará a ti y a tu médico un panorama claro (literalmente) de la salud general de tu bebé y de tu embarazo.
Si estás preocupada por la inminente exhibición de fotografías (y lo que revelan esas imágenes granulosas), pregúntale al médico qué es lo que desea revisar. Lo más probable es que salgas con más información (y satisfecha).
“Voy a hacerme mi ultrasonido de las 20 semanas y no estamos seguros si queremos saber el sexo del bebé”
Ésta es una decisión del embarazo que sólo la mamá y el papá pueden tomar (y una decisión no es mejor que la otra). Algunos padres prefieren saber por motivos prácticos: facilita la compra de la ropa del bebé, la elección del tono de la pintura de su habitación y del nombre. Otros lo hacen porque no pueden soportar el suspenso. Pero muchos padres y madres prefieren jugar a las adivinanzas y enterarse a la antigua, es decir, cuando la mitad inferior del bebé hace su aparición triunfal el día del parto. La elección es de ustedes como pareja.
Si decides enterarte ahora, ten en cuenta que el ultrasonido no es una ciencia exacta (en contraste con la amniocentesis, que determina el sexo del bebé por medio de análisis cromosómico). Muy ocasionalmente, el ultrasonido arroja como resultado que se trata de una niña y en el momento del parto oyen con sorpresa “¡es un niño!” (o viceversa). Por eso, si decides enterarte del sexo de tu bebé a través del ultrasonido, recuerda que no es completamente certero, por más preciso que sea.
“Según me dijo el médico, el ultrasonido reveló que tengo la placenta baja, cerca del cuello uterino. Me dijo que era muy pronto como para preocuparme, pero por supuesto no he podido evitarlo”
¿Crees que el bebé es lo único que se mueve en tu útero? Piénsalo bien. Al igual que el feto, la placenta se puede mover durante el embarazo. En realidad, no se separa y se vuelve a reubicar, pero parece migrar hacia arriba a medida que el segmento inferior del útero se estira y crece. Aunque un estimado del 10% de placentas se encuentra en el segmento inferior en el segundo trimestre (y en un porcentaje aun mayor antes de las 14 semanas), la gran mayoría se desplaza hacia el segmento superior a medida que se aproxima el momento del parto. Si esto no ocurre y la placenta permanece en la parte inferior del útero, cubriendo parcial o completamente el cuello uterino, se diagnostica lo que se conoce como “placenta previa”. Esta complicación ocurre en muy pocos embarazos (aproximadamente 1 en 200). En otras palabras, tu médico tiene razón. Es demasiado pronto como para preocuparse y, en términos estadísticos, las probabilidades de que tengas que llegar a preocuparte son escasas.
“Durante el ultrasonido, el técnico me dijo que tengo placenta anterior. ¿Qué significa?”
Significa que tu bebé está ocupando el asiento trasero de la placenta. Por lo general, un óvulo fertilizado se ubica en el útero posterior, la parte más cercana a la columna vertebral, lugar donde la placenta se desarrolla eventualmente. Pero en algunos casos, el óvulo se implanta en la parte opuesta del útero, más cerca del ombligo. Cuando la placenta se desarrolla, crece en el frente (o la parte anterior) del útero, con el bebé detrás. Y esto es, aparentemente, lo que ocurrió en tu caso.
Afortunadamente, a tu bebé le tiene sin cuidado en qué costado del útero reposa, y la ubicación de la placenta no ejerce ninguna influencia sobre su desarrollo. El inconveniente para ti es que tal vez te costará más sentir (y más adelante ver) las pataditas y golpes del bebé, porque la placenta servirá como amortiguador entre él y tu barriga (lo que podría preocuparte innecesariamente). Por el mismo motivo, tu médico o partera podrían tener más dificultad para oír los sonidos del corazón fetal (y dificultaría también la amniocentesis). Pero pese a estos ligeros inconvenientes –de los que no tienes que preocuparte– la placenta anterior es irrelevante. Y además, es muy probable que más adelante la placenta se desplace a una posición posterior (como suelen hacer las placentas anteriores).
“Siempre he dormido boca abajo. Ahora me da miedo hacerlo. Y por más que lo intento, parece que no encuentro ninguna otra posición cómoda”
Lamentablemente dos de las posiciones favoritas para dormir –de barriga o de espalda– no son las mejores opciones (ni por cierto las más cómodas) durante el embarazo. La posición de barriga, por motivos obvios: a medida que te crece el estómago, pareciera que durmieras sobre una sandía. La posición de espaldas, aunque es más cómoda, hace descansar todo el peso del útero embarazado sobre la espalda, los intestinos y los principales vasos sanguíneos. Esta presión puede empeorar los dolores de cabeza y hemorroides, hacer menos eficiente la digestión, interferir con una circulación óptima y, posiblemente, causar hipotensión o baja presión sanguínea, lo que te puede provocar mareos.
Esto no significa que tengas que dormir de pie. Encogerte o estirarte de costado –preferiblemente sobre el izquierdo, aunque cualquiera de los dos está bien– con una pierna cruzada sobre la otra y una almohada entre ellas (mira la ilustración al final de esta página) es ideal tanto para ti como para el feto. No sólo permite un máximo flujo de sangre y nutrientes a la placenta, sino también mejora la eficiencia renal, lo que significa mejor eliminación de desechos y fluidos y menos hinchazón (edema) de tobillos, pies y manos.
Duerme de costado
Muy pocas personas, sin embargo, logran permanecer en una sola posición durante toda la noche. No te preocupes (y lo repetimos, no te preocupes) si te despiertas y te encuentras acostada de espaldas o sobre el abdomen. No será perjudicial (y lo repetimos, no es perjudicial). Sencillamente vuelve a ponerte de costado. Tal vez te sentirás incómoda durante algunas noches, pero tu cuerpo pronto se ajustará a la nueva posición. Una almohada de por lo menos 5 pies de largo o en forma de cuña pueden darte apoyo y hacer mucho más cómoda la posición de costado.
Si no tienes ninguna de las dos, puedes improvisar con cualquier almohada extra, colocándola contra el cuerpo en diferentes posiciones hasta que encuentres la que te resulte ideal para dormir plácidamente… como un bebé.
“Tengo una amiga que insiste en que llevar a su bebé en gestación a conciertos le hará adorar la música, y otra cuyo marido le lee a su barriga todas las noches para que el bebé se aficione a la literatura. ¿Tiene sentido que yo también trate de estimular a mi bebé?”
Todos los padres quieren lo mejor para sus niños o, en este caso, sus futuros niños. Pero es importante tener cierta perspectiva antes de sintonizar Beethoven o recitar a Shakespeare.
Aunque la capacidad de audición del feto está bien desarrollada para fines del segundo trimestre, no hay pruebas de que un concierto intrauterino o una lección de los clásicos proporcione una ventaja en la educación del bebé (ni una carrera musical o literaria). Promover una agenda educativa o cultural a estas alturas, también puede tener sus inconvenientes, especialmente si es signo de una presión prematura, poniendo demasiado énfasis en los resultados a una edad demasiado tierna (y no hay ninguna más tierna que antes de nacer). Los fetos (al igual que los bebés y los niños en que se convierten antes de que te des cuenta) se desarrollan –y más adelante aprenden– a su propio ritmo, sin necesidad de presiones. Cuando los padres tratan de convertir el útero en un aula escolar, también existe el riesgo potencial de que alteren las pautas naturales de sueño de su futuro bebé, afectando su desarrollo en vez de nutrirlo (al igual que despertar a un bebé recién nacido para un juego de qué letra es ésta…).
Ahora bien, hechas estas salvedades, no tiene nada de malo –y puede ser muy positivo– proporcionar un ambiente uterino rico en lenguaje y música y, lo que es mucho más importante, encontrar los medios para establecer un contacto más íntimo con tu pequeño aun antes de acunarlo por primera vez. Hablar, leer o cantar a tu bebé en el útero (no necesitas un amplificador) no le garantizará una beca para Yale, pero sí permitirá que éste reconozca tu voz al nacer, y les dará a ambos una unión más íntima.
Si sintonizas música clásica ahora aumentará la probabilidad de que tu recién nacido aprecie e, incluso, se tranquilice por estos sonidos más adelante (aunque se ha demostrado que la exposición a la música y la literatura ejerce un efecto mucho más significativo después de que el bebé nace que en la etapa prenatal, así que puedes reservar las sonatas para después de su llegada). Y no subestimes el poder del tacto. Como este sentido también empieza a desarrollarse en el útero, frotarte ahora la barriga también podría profundizar el vínculo entre tú y tu bebé más adelante.
Por eso escucha Mozart, busca Bach, desempolva esos sonetos de Shakespeare y léeselos a la barriga si quieres (si puedes hacerlo sin que te baje un ataque de risa). Sólo piensa que lo estás haciendo para acercarte más a tu bebé, y no para que el pequeño se acerque en el futuro a un título en una prestigiosa universidad.
Por supuesto, si te sientes ridícula actuando para tu barriga abultada, no tienes que preocuparte de que se resentirá la intimidad entre ustedes dos. El bebé se acostumbra al sonido de tu voz –y a la del papá– cada vez que hablan entre sí o con otros. Por eso disfruta ahora del contacto con el bebé, pero decididamente no te preocupes por tratar de enseñarle tan pronto. Como descubrirás, los niños crecen demasiado rápido. No hay necesidad de acelerar el proceso, en especial antes del nacimiento.
“Tengo un hijo de tres años que siempre quiere que lo lleve en brazos. ¿Está bien seguir haciéndolo a esta altura del embarazo? Definitivamente me está destrozando la espalda”
Levantar cargas relativamente moderadas (aun las 35 a 40 libras de un preescolar) no implica riesgos durante el embarazo, a menos que tu médico te haya dicho lo contrario. Lo que pueda hacerle a tu espalda ceder a esos coros de “¡upa!” es otra historia, probablemente dolorosa. Romper ese hábito sería decididamente una mejor estrategia que seguir rompiéndote la espalda y, por eso, trata de hacer que una caminata le resulte divertida. Desafíalo a hacer carreritas o a treparse a una escalera al son de una canción. No te olvides de aplaudir sus esfuerzos cuando acceda a caminar en vez de subirse al “mamá taxi”, y trata de culpar a tu espalda por cargarlo menos en brazos (en vez de culpar al hermanito por nacer). Compensa, además, sosteniéndolo en la falda y abrazándolo cuando estés sentada. Y como habrá momentos en los que no querrá caminar por nada del mundo, dale algún alivio a la espalda aprendiendo el modo correcto de levantarlo (lee la página 256).
“Me pregunto si la maternidad me hará feliz. No tengo idea de cómo será”
La mayoría se aproxima a todo cambio decisivo en su vida –y no hay nada más decisivo que un nacimiento inminente–, preguntándose si le hará feliz. Y siempre es mucho más probable que sea un cambio feliz si tus expectativas son realistas.
Por eso, si te has imaginado que te llevarás del hospital a tu casa a un bebé sonriente y perfecto como una foto, es conveniente que leas cómo son en realidad los recién nacidos. Tu bebé no sólo no sonreirá durante varias semanas, sino que probablemente apenas se comunicará contigo excepto para llorar… y esto ocurrirá sobre todo cuando te sientes a cenar o empieces con el romance en la cama o te mueras por ir al baño o estés tan cansada que ni te puedes mover.
Y si tus imágenes de la maternidad se limitan a los paseos matinales por el parque, tardes soleadas en el zoológico, y horas dedicadas a ordenar ropa diminuta, limpia y resplandeciente, es conveniente que pongas los pies en la tierra. Por cierto tendrás tu cuota de paseos por el parque, pero también tendrás muchas mañanas que se prolongarán hasta el atardecer antes de que tú y tu bebé tengan la oportunidad de ver la luz del sol; muchos días soleados que pasarás atareada en el lavadero y muy poca ropa diminuta que logre escapar de la baba, del puré de plátano y de las vitaminas infantiles.
Sin embargo, lo que puedes esperar de manera realista, son algunas de las experiencias más asombrosas y milagrosas de tu vida. La satisfacción que sentirás cuando acunes a ese tierno y somnoliento bebé (aunque haya estado gruñendo poquito antes), es incomparable. Eso –junto con esa primera sonrisa desdentada sólo para ti– compensará todas las noches en vela, cenas retrasadas, montañas de ropa sucia y romance interrumpido.
¿Feliz? Espera y verás, mamá.
“¿Es seguro abrocharme el cinturón de seguridad en el auto? ¿Y qué pasa con las bolsas de aire durante el embarazo?”
Para una futura mamá –y su bebé en camino– no hay nada más seguro que viajar con el cinturón abrochado. Eso, sin contar que es obligatorio en la mayoría de los lugares. Para máxima seguridad y mínima incomodidad, ajusta el cinturón debajo de la barriga, a través de la pelvis y la parte superior de los muslos. Usa el arnés del hombro sobre el hombro (y no debajo del brazo), y en diagonal a través de los senos y del costado de la barriga. Y no te preocupes de que el tirón de una frenada brusca dañe a tu bebé. Éste está bien protegido por el líquido amniótico y el músculo uterino, dos de los mejores amortiguadores del mundo.
Abróchate el cinturón de seguridad por partida doble
En cuanto a las bolsas de aire, lo más seguro es mantener distancia. Si viajas en el asiento del pasajero, acomódalo lo más atrás que puedas (tus piernas también apreciarán el mayor espacio para estirarlas). Si estás manejando, apunta el volante hacia el pecho alejándolo de la barriga y, de ser posible, siéntate por lo menos a 10 pulgadas del volante.
“¿Es seguro tomarme las vacaciones que habíamos planeado para este mes?”
Nunca te resultará más fácil llevar a tu bebé de vacaciones. Imagínate en un año más, cuando estés lidiando con una sillita para el auto, pañales, juguetes y artículos a prueba de niños dondequiera que vayas, y verás por qué. Y no hay mejor momento para los viajes de la embarazada que su segundo trimestre. Después de todo, el cansancio, los mareos y los cambios de ánimo del primer trimestre ya quedaron atrás, y todavía no has llegado al extremo de que tu barriga tenga vida propia, dificultándote la movilización (y ni hablar del equipaje).
Por eso no tengas reservas acerca de las reservaciones que ya has hecho. Pero antes de empacar, busca el visto bueno de tu médico. Lo más probable es que te dé luz verde, ya que rara vez se restringen los viajes durante el embarazo a menos que haya una complicación obstétrica o médica.
Una vez que tengas la autorización para levantar vuelo, sólo necesitarás un poquito de planificación para un viaje seguro y placentero, ya sea un breve viaje de negocios o una luna de miel de tres:
Elige el momento justo.
Cuando planeas tus vacaciones estando embarazada, lo más importante es escoger el momento oportuno. Para viajes de larga distancia, el segundo trimestre es sin duda el ganador. Un viaje largo en el primer trimestre, aun con un embarazo de bajo riesgo, puede ser muy incómodo, especialmente si las náuseas matinales, la fatiga y otros síntomas tempranos te han pegado duro. Igualmente, tampoco se recomienda viajar muy lejos al final del tercer trimestre, por motivos obvios: si tienes un proceso de parto anticipado, podrías quedarte varada lejos de tu médico.
Elige un destino adecuado.
Un clima caluroso y húmedo podría ser difícil de lidiar debido a tu metabolismo acelerado. Si eliges un ambiente de estas características, asegúrate de que tu hotel y transportes tengan aire acondicionado, toma mucho líquido para no deshidratarte y no te expongas al sol. Los viajes a lugares a mucha altura (más de 7.000 pies sobre el nivel del mar) no son una buena opción, porque la adaptación al menor nivel de oxígeno podría exigir demasiado esfuerzo para la mamá y el bebé. Otros destinos inadecuados son las regiones del mundo en desarrollo que requieren vacunas, debido a que algunas podrían ser riesgosas durante el embarazo (consulta a tu médico). Y además, estas mismas regiones podrían incubar determinadas infecciones potencialmente peligrosas para las que no existen vacunas (otro motivo para evitarlas durante tu embarazo). Y ni mencionar además el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos o por el agua, comunes en esas áreas.
Planea un viaje relajante.
Una excursión turística podría ofrecerte un itinerario vertiginoso que te lleve a seis ciudades en seis días. Pero unas vacaciones en la que tú misma fijes el ritmo, es mejor que unas en la que el guía del grupo lo establezca por ti. Unas pocas horas de visitas turísticas o de compras (o reuniones) deben alternarse con momentos en que puedas mantener los pies en alto. Debes escuchar a tu cuerpo embarazado, que es el que en definitiva debe establecer la agenda.
Asegúrate.
Contrata un seguro de viajes confiable en caso de que una complicación en el embarazo requiera un cambio de planes y tengas que quedarte cerca de casa. Si viajas al exterior, considera también sacar seguro de evacuación médica en caso de que tengas que regresar pronto bajo supervisión médica. El seguro médico de viaje también puede ser útil si tu seguro regular no incluye atención en el exterior. Revisa la póliza con tiempo.
Llévate un botiquín para embarazadas.
Aprovisiónate de vitaminas prenatales suficientes como para todo el viaje, algunos bocadillos saludables, brazaletes antimareo o Sea-Bands si eres sensible a los mareos y un remedio para el estómago que te haya recomendado tu médico. Además, empaca zapatos cómodos suficientemente amplios como para acomodar los pies hinchados después de largas horas de visitas o trabajo, y un bloqueador solar.
Si viajas al exterior, consigue el nombre de un obstetra local para tener a mano por si acaso. Toma contacto con la Asociación Internacional de Asistencia Médica para Viajeros (International Association for Medical Assistance to Travelers, IAMAT) en el (716) 754-4883 o visita iamat.org, donde se ofrece una guía de médicos de habla inglesa en todo el mundo. Algunas cadenas hoteleras grandes también pueden darte este tipo de información. Y si por algún motivo necesitas un médico urgentemente y tu hotel no te lo puede proporcionar, llama a la embajada de Estados Unidos, a una base militar estadounidense o al hospital de instrucción más cercano. O puedes ir a la sala de emergencia del hospital. Si tienes seguro médico de viaje deberías tener un número telefónico donde llamar.
Lleva contigo hábitos alimenticios saludables.
Aunque estés de vacaciones, tu bebé sigue trabajando tan duro como siempre para crecer y desarrollarse y, por lo tanto, mantiene los mismos requisitos nutricionales. Escoge tus comidas con tino y podrás saborear la cocina local y, a la vez, satisfacer las exigencias nutricionales de tu bebé. Y muy importante: come con regularidad y recurre a los bocadillos según lo necesites. No pases por alto el desayuno o el almuerzo, para darte un gran banquete en la cena.
Come de manera selectiva.
En algunas regiones podría no ser seguro comer frutas o vegetales crudos o sin pelar, como también ensaladas. Pela la fruta tú misma, lavándola primero y luego lava tus manos, para evitar traspasar gérmenes a la fruta (las bananas y naranjas tienden a ser más seguras debido a su cáscara espesa). Dondequiera que vayas, evita los alimentos cocinados a temperatura ambiente o tibios, la carne de vacuno, pescado y aves cruda o poco cocida, así como también los productos lácteos no pasteurizados o no refrigerados y jugos y alimentos ofrecidos en puestos callejeros, aunque sean calientes. Para una información completa sobre estas restricciones, otros riesgos para la salud en el extranjero y vacunas, consulta la línea para viajeros del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), llamando al (877) FYI-TRIP (394-8747) o visitando www.cdc.gov/travel. También puedes enterarte de las advertencias de viajes del Departamento de Estado en el (202) 647-5225 o en www.travel.state.gov.
No bebas el agua (ni tampoco te cepilles los dientes con ella) a menos que sepas con certeza que es segura.
Si la pureza del agua es dudosa en tu destino, usa agua embotellada para beber y cepillarte los dientes (y siempre revisa que el sello en la tapa de la botella esté intacto antes de abrirla). También evita el hielo, a menos que estés segura de que está hecho con agua embotellada o hervida.
Tampoco nades.
En algunas áreas, los lagos y océanos podrían estar contaminados. Consulta al CDC sobre el estado de las aguas en tu destino para saber si son seguras antes de zambullirte en ellas. Y toda piscina que uses debe tener cloro (por lo general, la nariz te lo dirá).
Previene el estreñimiento del viajero.
Los cambios de programa y de dieta pueden empeorar los problemas de estreñimiento. Por eso hazte aliada de los tres combatientes más efectivos de este problema: fibras, líquidos y ejercicios. También te puede ayudar tomar desayuno (o al menos comer un bocadillo matutino) un poco más temprano, para que tengas tiempo de usar el baño antes de empezar la jornada.
Cuando hay que ir ¡hay que ir!.
No estimules una infección urinaria o estreñimiento, postergando las visitas al baño. Ve en cuanto sientas la necesidad (y puedas encontrar uno).
Consigue el soporte que necesites.
Es decir, el soporte de las medias elásticas si sufres de várices. Pero aunque sólo sospeches que pudieras tener predisposición a ellas, considera usar este tipo de medias cuando tengas que pasar mucho tiempo sentada (en autos, aviones o trenes, por ejemplo) y mucho tiempo de pie (en museos, en las filas de los aeropuertos). También te ayudarán a disminuir la hinchazón de pies y tobillos.
No te quedes inmóvil durante los viajes.
Estar sentada durante períodos prolongados puede restringir la circulación en las piernas, por lo tanto cambia de posición en el asiento con frecuencia y estira, flexiona, mece y masajea las piernas a menudo, y evita cruzarlas. Si puedes, quítate los zapatos y eleva un poquito los pies. Si viajas en avión o en tren, levántate al menos cada hora o dos para caminar por el pasillo. Cuando viajes en auto, no pases más de dos horas sin parar, para estirar las piernas y dar algunos pasos.
Si viajas en avión.
Consulta con anticipación con la aerolínea para saber si tienen regulaciones especiales relativas a las embarazadas (es el caso de muchas compañías). Reserva con tiempo un asiento en la parte delantera (preferiblemente en el pasillo para que puedas levantarte y estirarte o usar el baño cuando lo necesites), y si los asientos no son reservados, pide abordar antes.
Cuando reserves tu vuelo, pregunta si servirán comidas o si las venderán. Cada vez más, los llamados “cielos amistosos” se están volviendo en “cielos hambrientos”. Si las porciones son escasas (media onza de mezcla de bocadillos) en el mejor de los casos, llévate una comida por tu cuenta (un sándwich o una ensalada, por ejemplo). Aunque te ofrezcan una comida, ten presente que podría ser (a) escasa, (b) incomible, (c) demorada por demoras de vuelo, o (d) todas las anteriores. Lleva contigo los bocadillos adecuados: barritas o porciones de queso, vegetales crudos, frutas frescas, una combinación de frutas secas, semillas, dátiles, así como cereales secos o algunos chips saludables. Y no te olvides de beber mucha agua embotellada (no bebas agua del grifo del avión o agua que sospechas pueda tener esa procedencia), leche y jugo, para contrarrestar la deshidratación causada por el vuelo. Esta táctica también estimulará tus viajes al baño, lo que a su vez te permitirá estirar las piernas periódicamente.
Abróchate el cinturón de seguridad debajo de la barriga. Si estás viajando a otra zona horaria, ten en cuenta el desfase de horario o jet lag (lee el recuadro en la página 271). Descansa antes del viaje y tómatelo con calma durante los primeros días.
Si viajas en automóvil.
Lleva a mano una bolsa de bocadillos nutritivos y un termo de jugo o leche para cuando tengas hambre. Para los viajes largos, asegúrate de que tu asiento sea cómodo. Si no lo es, considera comprar o pedir prestado un almohadón de soporte para la espalda, que puedes conseguir en comercios de artículos automotores, tiendas especializadas o por Internet. Una almohada para apoyar el cuello también te dará mayor comodidad. Para recomendaciones sobre la seguridad en el automóvil, consulta la página 269.
Si viajas en tren.
Averigua si hay un coche comedor con un menú completo. De no ser así, lleva comidas y bocadillos adecuados. Si viajas de noche, intenta reservar un coche cama. No querrás comenzar tu viaje agotada.
TODO ACERCA DE …
Dejando de lado los milagros religiosos y médicos, todo embarazo empieza con el sexo. Por eso, ¿a qué se debe que lo que te llevó a esta situación se ha vuelto ahora tan complicado?
Ya sea que lo practiques con mayor o menor frecuencia, que lo disfrutes más o menos –o que no lo practiques o no lo disfrutes para nada–, lo más probable es que gestar un bebé ha cambiado la manera en que haces el amor. Desde determinar qué es o no seguro en la cama (o en la alfombra de la sala o el mostrador de la cocina) hasta imaginar qué posiciones resultan más adecuadas a tu barriga en expansión; desde los desencuentros (tú estás de ánimo y él no, o al revés), hasta el alboroto hormonal (que te han puesto los senos más tentadores que nunca, pero a la vez demasiado sensibles al tacto), el sexo durante el embarazo está repleto de desafíos a ambos lados de la cama. Pero no te preocupes. Un poco de creatividad, buen sentido del humor, mucha paciencia (y práctica) y, sobre todo mucho amor, lo pueden todo a la hora de intimar durante el embarazo.
Abajo, arriba, abajo… Aunque eso podría sonar a una nueva posición sexual, es en realidad una descripción certera de los altibajos que puede esperar la mayoría de las parejas en su vida amorosa durante los nueve meses del embarazo. En el primer trimestre, muchas mujeres notan que su interés sexual cae en picada en cuanto se les alborotan las hormonas. Y esa baja tiene su explicación. Después de todo, la fatiga, las náuseas, los vómitos y la hipersensibilidad de los pezones no son precisamente un buen aliado en la cama. Pero al igual que con todo lo relativo al embarazo, no hay dos mujeres iguales, lo que significa que las experiencias sexuales no se pueden generalizar. Si tienes suerte, durante el primer trimestre podrías excitarte más que nunca, gracias al aspecto positivo de los cambios hormonales: genitales ultrasensibles y excitados, y senos extragrandes y superdivertidos para tocar (o haber tocado).
A veces –aunque no siempre– el interés aumenta en el segundo trimestre, cuando los primeros síntomas del embarazo se reducen y queda más energía para el amor (y cuando menos tiempo en el baño deja más tiempo para el dormitorio). ¿Nunca antes habías tenido orgasmos múltiples (o ningún tipo de orgasmo)? Éste podría ser tu período de buena suerte, y tu oportunidad de seguir siendo afortunada una y otra vez. Eso se debe a que el flujo sanguíneo extra a los labios vaginales, el clítoris y la vagina puede llevarte al éxtasis más fácilmente que nunca, y hacerte experimentar orgasmos más intensos y duraderos. Pero no hay nada seguro en un embarazo. Algunas mujeres pierden ese entusiasmo en el segundo trimestre o no lo encuentran durante todos sus nueve meses, y eso también es normal.
A medida que se acerca el parto, el interés sexual vuelve a disminuir, a veces de manera aún más rotunda que en el primer trimestre, por motivos evidentes: en primer lugar, tu abdomen del tamaño de una sandía dificulta que tu compañero dé en el blanco, aun buscando la postura más adecuada; en segundo término, los dolores e incomodidad de la etapa avanzada del embarazo pueden enfriar hasta la pasión más ardiente; y tercero, hacia el final del trimestre, es difícil concentrarse en otra cosa que no sea el momento tan esperado. Aun así, algunas parejas logran superar esos obstáculos y se mantienen activas hasta la primera contracción.
Con todos los cambios físicos que estás experimentando durante los nueve meses de tu embarazo, no es de sorprender que el deseo y el placer sexual se vean afectados, tanto positiva como negativamente. Tendrás que aprender a adaptarte a algunos de los efectos negativos, para que su interferencia en tu vida sexual sea mínima.
Náusea y vómitos.
La náusea matutina ciertamente puede interponerse en tu vida amorosa. Después de todo, es difícil concentrarse en el placer cuando tienes el estómago revuelto. Por eso, aprovecha el tiempo de la mejor manera. Si la náusea matutina se levanta con el sol, aprovecha las horas de la noche. Si en cambio sientes mareos al caer la tarde, súbete al tren del amor por la mañana. Si la náusea y los vómitos te acompañan día y noche, tú y tu compañero tendrán que esperar a que se alivien los síntomas lo que, por lo general, suele ocurrir a fines del primer trimestre. Hagas lo que hagas, no te esfuerces por sentirte sexy cuando te sientas fatal. El resultado no será placentero para ninguno de los dos.
Cansancio.
Es difícil entrar en acción cuando apenas tienes energías para desvestirte. Pero afortunadamente, lo peor de la fatiga del embarazo suele ceder hacia el cuarto mes (aunque el agotamiento probablemente regresará en el último trimestre). Hasta entonces, haz el amor cuando la situación sea propicia (cada vez que se presente la oportunidad, para más pistas) en vez de obligarte a quedarte levantada para el romance después de la cena. Corona una velada amorosa de fin de semana con una siesta, o viceversa. Disfruta de un desayuno que no deje migajas en la cama.
Cambios en la silueta.
Hacer el amor puede ser complicado e incómodo cuando tu barriga prominente parece tan grande e imponente como una montaña del Himalaya. A medida que progresa el embarazo, algunas parejas consideran que la gimnasia necesaria para escalar ese abdomen en expansión ya no vale la pena. (Sin embargo, hay medios de sortear esa montaña: sigue leyendo para averiguarlo). Es más, tu figura más rellena que nunca podría hacerte sentir menos sexy (aunque algunas mujeres –y la mayoría de sus compañeros– consideran la figura de la embarazada como la más sensual de todas las formas femeninas). Si tu cuerpo te hace sentir poco sexy, usa ropa interior de encaje o ilumina tu nidito de amor a la luz de las velas. También trata de despojarte de esa imagen corporal negativa, convenciéndote de que (en el embarazo), mientras más grande, mejor.
Congestión de los órganos genitales.
El aumento del flujo sanguíneo a la zona pélvica, producto de los cambios hormonales del embarazo, puede aumentar el interés sexual de las mujeres. Pero también podría hacer menos satisfactorias las relaciones sexuales (especialmente más adelante en el embarazo) cuando tras el orgasmo queda una sensación desagradable, dejándote la impresión de que no lo lograste del todo. Para tu compañero, la congestión de tus genitales podría aumentar el placer o disminuirlo.
Escape de calostro.
Ya avanzado el embarazo, algunas mujeres producen esa primera leche llamada calostro, que puede escaparse de los senos durante la estimulación sexual y resultar un poquito desconcertante (y engorroso) en medio de los juegos preliminares. No hay nada de qué preocuparse, pero si les molesta a ti y a tu pareja, concéntrate en otras partes del cuerpo (¡como ese clítoris provocativo!).
Senos sensibles.
Para algunas parejas, los senos de la embarazada (plenos, firmes y posiblemente gigantes) se convierten en el juguete favorito con el que no se cansan de jugar. Pero para muchas otras, ese crecimiento durante el comienzo del embarazo cobra un precio elevado –sensibilidad dolorosa– y junto con ello una política de “se mira, pero no se toca”. Si tus senos te están dando más dolor que placer, asegúrate de que tu pareja lo sepa, y recuérdale que la sensibilidad disminuirá al final del primer trimestre, cuando podrá volver a tocarlos sin problemas.
Cambios en las secreciones vaginales.
La humedad no siempre es excitante cuando estás esperando. Las secreciones vaginales normales se intensifican durante el embarazo y, además, cambian de consistencia, olor y sabor. Si tu vagina siempre ha estado más bien seca, esa lubricación extra podría hacer más placenteras las relaciones sexuales. Pero a veces, ese exceso puede dejar tan humedecido y resbaloso el conducto vaginal que podría disminuir la sensación para los dos e, incluso, dificultar a tu pareja mantener su erección y alcanzar el orgasmo (un poco más de juegos previos podría ayudarle a él en esta tarea). El aroma y gusto más intensos de las secreciones podrían enfriar también el sexo oral. En este caso, puedes aplicarte aceites aromáticos en la zona del pubis o en el interior de los muslos (pero no en la vagina).
Aun con todas esas secreciones extra, algunas futuras mamás experimentan sequedad vaginal durante las relaciones sexuales. Los lubricantes no aromáticos en base al agua, como K-Y o Astroglide, son seguros para usar en tu período de “sequía”.
Sangrado debido a la sensibilidad del cuello uterino.
La boca del útero también se congestiona durante el embarazo –atravesada por numerosos vasos sanguíneos adicionales para acomodar el mayor flujo– y es mucho más suave que antes. Esto significa que una penetración profunda a veces puede causar un leve sangrado, particularmente avanzado el embarazo cuando el cuello uterino empieza a madurar preparándose para el parto (aunque también en cualquier momento del embarazo). Por lo general, este tipo de sangrado no es motivo de preocupación, aunque menciónaselo a tu médico para mayor tranquilidad.
También hay numerosas complicaciones psicológicas que pueden interponerse entre tu pareja y tú y el disfrute sexual pleno durante el embarazo. Pero también éstas se pueden reducir.
Temor a lastimar al feto o a causar un aborto natural.
Deja de preocuparte y empieza a disfrutar. En los embarazos normales, el sexo no es perjudicial. Tu bebé está bien cubierto y protegido dentro del saco amniótico y el útero, y tu útero está separado firmemente del mundo exterior por un tapón mucoso en la boca del cuello uterino. Tu médico te advertirá si hay motivos por los que no deberías tener relaciones sexuales durante tu embarazo. De no ser así, ¡adelante!
Temor a que un orgasmo estimule un aborto natural o un parto prematuro.
Aunque el útero se contrae después del orgasmo –y esas contracciones pueden ser muy intensas en algunas mujeres, con una duración de hasta media hora después de la relación sexual–, no es un indicio de parto ni es perjudicial en un embarazo normal. Pero una vez más, tu médico te advertirá si hay motivos por los que deberías evitar el orgasmo mientras estás esperando familia (por estar en riesgo elevado de aborto natural o parto prematuro, o si tienes un problema de placenta, por ejemplo).
Temor a que el feto esté “mirando” o “consciente”.
Es imposible. Aunque tu bebé pueda disfrutar del suave movimiento de las contracciones uterinas durante el orgasmo, no puede ver lo que estás haciendo, no tiene idea de lo que ocurre y, por cierto, no recordará nada. Las reacciones fetales (un movimiento atenuado durante las relaciones sexuales, y luego un furioso pataleo y retorcimiento y latido cardíaco acelerado después del orgasmo) son respuestas única y exclusivamente a la actividad uterina.
Temor a “golpear” la cabeza del bebé.
Aunque tu pareja no quiera admitirlo, no hay pene lo suficientemente grande como para lastimar a un feto, ni tampoco para acercársele. Una vez más, el bebé está bien protegido en su acogedor hogar uterino. Aunque tenga la cabecita en tu pelvis, una penetración profunda no puede hacerle daño (aunque si te resulta incómodo, evítala).
Temor a que el sexo pueda causarle una infección.
Mientras tu pareja no tenga una enfermedad de transmisión sexual y tu cuello uterino no esté abierto, no hay peligro de infección a la madre o al niño a través de las relaciones sexuales. En el saco amniótico, el bebé está aislado herméticamente del semen y de los organismos infecciosos.
Ansiedad por la atracción principal que viene.
Con toda seguridad ustedes dos están preocupados y quizás un poquito (o bastante) estresados. También podrías experimentar sentimientos contradictorios por la inminente llegada de tu bebé. Y a veces, es difícil pensar en tener sexo cuando tienes la mente superocupada con todas esas próximas responsabilidades y cambios de estilo de vida, sin mencionar el costo financiero y emocional de criar al bebé. ¿Qué te conviene? Habla abierta y frecuentemente sobre esos sentimientos, y no te los lleves a la cama.
El cambio en la relación.
Quizás tienes problemas para adaptarte a esos cambios inminentes en la dinámica familiar, la idea de que ya no van a ser solamente amantes o pareja, sino también madre y padre. O quizás descubras que la nueva dimensión en tu relación aporta una nueva intimidad a tu vida sexual y, con ella, un nuevo motivo de entusiasmo.
Resentimiento.
Una sensación de resentimiento –de tu compañero hacia ti, quizás celoso de que tú y tu embarazo se hayan convertido en el centro de atención, o de ti hacia él porque sientes que tú estás llevando toda la carga para el bebé que ambos querían y que los dos disfrutarán– puede enfriar el entusiasmo debajo de las sábanas. Es importante ventilar esos sentimientos, pero háganlo antes de ir a la cama.
La creencia que el sexo acelerará el proceso de parto una vez avanzado el embarazo.
Es cierto que las contracciones uterinas desencadenadas por el orgasmo se hacen más intensas a medida que avanza el embarazo. Pero a menos que el cuello uterino esté maduro y listo, estas contracciones no parecen provocar el parto, como pueden atestiguarlo muchas parejas con parto demorado. De hecho, los estudios demuestran que las parejas sexualmente activas durante el embarazo avanzado tienen más probabilidad de tener el nacimiento a los nueves meses.
Por supuesto, los factores psicológicos pueden aportar al placer sexual durante el embarazo (¡buenas noticias!). Para empezar, algunas parejas que se esforzaron para gestar a un bebé podrían sentirse felices de pasar del sexo procreador al sexo recreativo. En vez de estar pendientes de los pronosticadores de ovulación, tablas, calendarios y ansiedad mensual, pueden disfrutar del sexo espontáneo sólo por placer. Y además, muchas parejas descubren que la gestación de un bebé los acerca más que nunca y sienten que la barriga materna es el símbolo de ese acercamiento en vez de un obstáculo embarazoso.
Como hacer el amor tiene mucho que ofrecer a ti y a tu compañero mientras estás esperando, sería maravilloso que todas las parejas pudieran aprovechar esas ventajas durante todo el embarazo. Pero lamentablemente para algunas no es posible. En los embarazos de alto riesgo, las relaciones sexuales podrían prohibirse en determinados momentos o, incluso, durante los nueves meses. O podrían permitirse, pero sin orgasmo para la mujer. O quizás se permitan los juegos sexuales siempre que se evite la penetración. O que se permita la penetración sólo con el uso de un condón. Es esencial saber exactamente qué y cuándo es seguro, por lo tanto pide los detalles al médico si te dice que te abstengas. Pregunta por qué no puedes tener relaciones sexuales, y si la limitación abarca el coito, el orgasmo o ambos y si, además, las restricciones son temporales o si se aplicarán durante todo el embarazo.
Las relaciones sexuales probablemente se verán restringidas bajo las siguientes circunstancias (y posiblemente otras):
Si estás experimentando síntomas de parto prematuro o, posiblemente, si tienes antecedentes de parto prematuro
Si te han diagnosticado insuficiencia cervical o placenta previa
Posiblemente, si estás experimentando sangrado o si tienes antecedentes de abortos naturales
Si te prohíben la penetración pero te permiten el orgasmo, considera una masturbación mutua. Si el orgasmo es tabú para ti, podrías complacerte proporcionando placer a tu compañero de ese modo (él por cierto no protestará). Si te permiten las relaciones sexuales –pero no el orgasmo– podrías tratar de hacer el amor sin llegar al clímax. Aunque esto decididamente no te resultará muy satisfactorio (y quizás sea imposible si llegas al clímax muy pronto), de todos modos podrías rescatar algo de la intimidad que ambos ansían dando placer a tu pareja. Y si te han prohibido toda actividad sexual durante el embarazo, trata de que esta situación no se interponga entre ustedes como pareja. Concéntrate en otros modos de intimar; las manifestaciones de cariño aptas para todo público que quizás no cultivabas desde los comienzos de tu relación (tomarse de las manos, mimarse, besarse como en los viejos tiempos).
Las relaciones sexuales buenas y duraderas rara vez se construyen en un día (ni siquiera en una noche ardiente). Van creciendo con práctica, paciencia, comprensión y amor. Esto también es válido para una relación sexual ya establecida que sobrelleve los cambios emocionales y físicos del embarazo. Éstos son algunos consejos para “salir victoriosos”:
Disfruta de tu vida sexual en vez de analizarla. Aprovecha el momento mientras disfrutan el uno del otro. No te concentres en la mayor o menor frecuencia con que mantienen relaciones sexuales (la calidad es siempre más importante que la cantidad, especialmente cuando estás esperando) ni compares tu vida sexual antes y después del embarazo (son dos historias distintas y ustedes también lo son).
Acentúa lo positivo. Piensa en las relaciones amorosas como una buena preparación física para el parto y alumbramiento, lo que es especialmente cierto si te acuerdas de hacer tus ejercicios de Kegel durante el acto sexual (no muchos atletas se divierten tanto practicando). Piensa en el sexo como un tranquilizante (y la relajación es buena para todos los participantes, incluyendo al bebé). Piensa en la redondez de tu cuerpo embarazado como algo sensual y sexy. Piensa que cada abrazo es una oportunidad de acercarte más como pareja, y no sólo como una oportunidad de lograr placer.
Sé aventurera. ¿Esa vieja postura ya no la puedes hacer? Considera que tienes la oportunidad de probar algo nuevo (o muchas cosas nuevas). Pero dense tiempo para adaptarse a cada posición que prueben. Incluso podrían intentar “nadar en seco”, es decir, tratar primero una nueva posición sin quitarse la ropa, para que les resulte más familiar (y para que tengas más éxito) cuando lo hagan de verdad. Consulta el recuadro en la página anterior para leer algunas sugerencias.
Mantén expectativas realistas. El sexo durante el embarazo presenta numerosos desafíos y por eso sé flexible en la cama. Aunque algunas mujeres experimentan el orgasmo por primera vez durante el embarazo, para otras es más difícil que nunca de alcanzar. Tu objetivo no tiene por qué ser siempre el clímax por partida doble. Recuerda que la proximidad física puede ser la mejor parte y también la más satisfactoria.
No te olvides que hay muchas maneras de intimar (como hablar, por ejemplo). La comunicación es la base de toda relación, particularmente cuando se trata de hablar sobre cómo adaptarse a los cambios de vida. Discute abiertamente todo problema que estén enfrentando como pareja en vez de tratar de esconderlos debajo de la cama (y en vez de llevarlos al dormitorio). Si algún problema les parece demasiado grande como para manejarlo por sí solos, busquen ayuda profesional. Nunca ha habido un mejor momento para trabajar en dúo que ahora que están por convertirse en trío.
Bueno, malo o indiferente, recuerda también que toda pareja tiene su propio punto de vista respecto al sexo durante el embarazo, tanto física como emocionalmente. En definitiva (ya sea que estés arriba, abajo, de costado o sin hacer nada), lo que es normal, como ocurre casi siempre cuando estás embarazada, es lo que resulta normal para ti y tu pareja. Abraza ese concepto, abrácense los dos, y el resto… al cesto.