Aproximadamente de 23 a 27 Semanas
YA NO QUEDA NINGUNA DUDA DE que la actividad dentro de tu barriga se debe al bebé y no a los gases (aunque probablemente los sigas teniendo también). Y a medida que esos pequeños brazos y piernas empiezan a cobrar fuerza, esta gimnasia infantil –y a veces tandas de hipo– se hará más perceptible desde afuera e, incluso, podría convertirse en un entretenimiento para los que te rodean. Este mes marca el final del segundo trimestre, lo que significa que ya estás completando dos tercios del proceso. Sin embargo, todavía te falta bastante por andar –y por crecer– al igual que al bebé, que todavía es una carga relativamente leve comparada a la que tendrás que llevar en uno o dos meses. Aprovecha la circunstancia y, mientras todavía puedas verte los pies (aunque no tocarte los dedos), levanta un poquito tus tacos de dos pulgadas.
Semana 23 Una ventana al útero revelaría que la piel de tu bebé está un poquito suelta, ya que cuelga de su cuerpecito. Eso se debe a que la piel crece más rápido que la grasa y a que todavía no hay suficiente grasa como para rellenar su piel. Pero no te preocupes, la grasa está por ponerse al día. A partir de esta semana, tu bebé (que mide unas 8 pulgadas de largo y pesa apenas algo más que una libra) empieza a ganar más libras (¡lo que significa que tú también!). De hecho, para fines de mes tu bebé pesará el doble que ahora (afortunadamente no te pasará lo mismo a ti). Una vez que se completen esos depósitos de grasa, tu bebé lucirá menos transparente. Ahora mismo se pueden ver sus órganos y huesos a través de la piel, que tiene una apariencia rojiza gracias al desarrollo de las venas y arterias sanguíneas en su interior. Pero para el mes 8, ¡ya no se podrá ver a través de su piel!
Tu Bebé, Sexto Mes
Semana 24 Con un peso de 1½ libras y una longitud de unas 8½ pulgadas, tu bebé ha superado toda comparación con el tamaño de las frutas y ahora tiene la medida de una carta regular (pero que, por cierto, necesitaría mucho más que un sello postal para despachar). Su aumento de peso semanal es ahora de unas 6 onzas, no tanto como lo que tú aumentas, pero acercándose. Gran parte de ese peso proviene de la acumulación de grasa fetal, como también del crecimiento de sus órganos, huesos y músculos. Ahora la carita de tu bebé está casi completamente formada y luce adorable, con su juego de pestañas, cejas y espolvoreado de cabellos en la cabeza. ¿Será tu bebé rubio, castaño, pelirrojo? En estos momentos es blanco como la nieve, ya que por ahora la cabeza carece de pigmentos.
Semana 25 Tu bebé crece a pasos agigantados (en pulgadas y onzas) para alcanzar esta semana una longitud de 9 pulgadas y más de 1½ libras de peso. Y también hay novedades en el horizonte. Los capilares se están formando debajo de la piel y llenándose de sangre. Para fin de la semana, los alvéolos pulmonares revestidos de capilares también se desarrollarán en los pulmones de tu bebé, preparándolos para esa primera bocanada de aire fresco. Ten en cuenta que esos pulmones todavía no están listos para una respiración plena y todavía tienen que madurar antes de alcanzar esa etapa. Aunque ya están empezando a desarrollar surfactante, una sustancia que les ayudará a expandirse después del nacimiento, los pulmones de tu bebé todavía están demasiado subdesarrollados como para enviar suficiente oxígeno al flujo sanguíneo y despedir anhídrido carbónico de la sangre (más conocido como respirar). Y hablando de respirar, las fosas nasales de tu bebé, que habían estado cerradas hasta ahora, empiezan a abrirse esta semana. Esto le permite empezar a practicar “respiración”. Las cuerdas vocales de tu bebé ya funcionan, lo que le produce hipo ocasional (que, por cierto, sentirás).
Semana 26 La próxima vez que vayas a comprar carne, escoge el corte aguja (o chuck roast) de 2 libras. No, no para la cena, sino para que te des una idea del tamaño que tiene tu bebé esta semana. Así es, tu bebé pesa ahora 2 libras completas y mide 9 pulgadas o más de largo. Otro desarrollo trascendental esta semana: los ojos de tu bebé empiezan a abrirse. Los párpados habían estado fundidos durante los últimos meses (para que pudiera desarrollarse la retina, la parte del ojo que permite enfocar las imágenes). La parte de color del ojo (el iris) todavía no tiene mucha pigmentación y, por lo tanto, es demasiado pronto como para empezar a adivinar que tono tendrán. Y aunque no haya mucho que ver en los confines oscuros de su hogar uterino, el bebé ya es capaz de ver. Con el mayor sentido de la vista y la audición que posee ahora, podrías notar un aumento de actividad cuando tu bebé ve una luz brillante u oye un ruido intenso. De hecho, si acercas un ruido fuerte a la barriga, tu bebé se asombrará y parpadeará.
Semana 27 Esta semana tu bebé pasa a una nueva tabla de crecimiento. Ya no será medido de cabeza a trasero sino de pies a cabeza. Y en estos días esa longitud alcanza las 15 pulgadas (¡más de un pie de largo!). El peso de tu bebé también se está acercando a otra tabla de medida con un poquito más de 2 pulgadas. Y un dato curioso de la vida fetal: tu bebé tiene ahora más papilas gustativas que las que tendrá al nacer (y más allá). Lo que significa que no sólo es capaz de degustar las diferencias en el líquido amniótico cuando consumes comidas diferentes, sino que incluso podría reaccionar a ellas. Por ejemplo, algunos bebés responden a las comidas picantes con hipos. O pateando cuando sienten el impacto del picante.
Como siempre, recuerda que los embarazos y las mujeres son diferentes. Es posible que experimentes todos estos síntomas en un momento u otro, o sólo unos pocos. Algunos podrían venir del mes pasado y otros ser completamente nuevos. Incluso hay algunos que ni siquiera adviertes porque ya te has acostumbrado a ellos. O podrías presentar otros síntomas menos comunes. Esto es lo que puedes experimentar este mes:
Físicamente
Actividad fetal más evidente
Flujo vaginal
Dolor en el bajo abdomen y a los costados (por la extensión de los ligamentos que sostienen el útero)
Estreñimiento
Acidez, indigestión, flatulencia, hinchazón
Dolores de cabeza, desvanecimiento o mareo ocasionales
Congestión nasal y ocasional hemorragia nasal. Oídos tapados
Encías sensibles que podrían sangrar al cepillarte
Apetito abundante
Calambres en las piernas
Ligera hinchazón de tobillos y pies y, ocasionalmente, de manos y rostro
Várices en las piernas y/o hemorroides
Picazón en el abdomen
Un ombligo protuberante
Cambios en el color de la piel del abdomen y/o la cara
Dolor de espalda
Estrías
Aumento del tamaño de los senos
Emocionalmente
Menos cambios de ánimo
Estado de distracción permanente
Cierto aburrimiento con el embarazo (“¿No hay nadie que pueda pensar en otra cosa?”)
Cierta ansiedad sobre el futuro
Gran entusiasmo sobre el futuro
El examen de este mes probablemente será bastante rutinario. Aunque podría haber variantes dependiendo de tus necesidades y del estilo de práctica del profesional, al finalizar tu segundo trimestre es posible que tu médico controle lo siguiente:
Peso y presión sanguínea
Orina, para medir el nivel de azúcar y proteína
Latido fetal
Altura del fondo del útero
Tamaño del útero y posición del feto por examen táctil (desde el exterior)
Manos y pies para comprobar si hay hinchazón y, piernas, en busca de várices
Síntomas que hayas experimentado, especialmente inusuales
Preguntas o problemas que quieras discutir. Lleva contigo una lista
“Nunca he tenido problemas para dormir… hasta ahora. Al parecer, no logro relajarme por la noche”
Entre las carreras al cuarto de baño a medianoche, una mente embalada, los calambres en las piernas, una acidez que te mantiene en posición vertical, un metabolismo acelerado que nunca se detiene y la imposibilidad de ponerte cómoda cuando alojas una pelota de baloncesto en tu interior, no es de extrañar que no puedas dormir bien de noche. Aunque este insomnio es decididamente una buena preparación para las noches en vela que te esperan cuando seas una flamante mamá, no significa que tengas que aceptarlo sin chistar. Prueba los siguientes consejos para caer en los brazos de Morfeo, el dios del sueño:
Mueve el cuerpo durante el día. Un organismo que se ejercita de día estará más somnoliento de noche. Pero no hagas ejercicio muy cerca de la hora de dormir, ya que la excitación posterior a éste podría impedirte cerrar los ojos cuando apoyes la cabeza en la almohada.
Despeja la mente. Si te desvelas por problemas en el trabajo o en la casa, descárgalos conversando con tu esposo o con una amiga al atardecer para que no te acosen por la noche. Si no tienes a nadie con quien hablar, escribe tus preocupaciones. Llevarlas al papel puede ser terapéutico y podría ayudarte a pensar en una solución. A medida que se acerque la hora de dormir deja de lado esas preocupaciones, vacía la mente y trata de concentrarte sólo en pensamientos felices.
Tómate tu tiempo para cenar. En vez de engullir tu cena (por lo hambrienta que estarás cuando la tengas frente a ti), hazlo con calma. Comer lenta y pausadamente te reducirá la acidez nocturna e, idealmente, impedirá que te des vueltas en la cama después de apagar la luz. Y no vayas directamente de la cena a la cama, porque una barriga repleta te puede dejar demasiado energizada –e incómoda– como para dormir.
Ni mucho ni poco. Demasiada comida antes de acostarte puede interferir con tu sueño, pero también si consumes muy poco. Para impedir que la necesidad de masticar algo por la noche te despierte, come un bocadillo ligero como parte de tu rutina nocturna. Esa vieja costumbre nocturna del vaso de leche tibia puede ser especialmente efectiva, probablemente porque te recordará cuando te enfundabas en la cama abrazada a tu osito de peluche. Tendrás un efecto soporífero parecido combinando una proteína ligera con carbohidratos complejos, por lo que te conviene comer fruta y queso, o yogur y pasas, o remojar un muffin o galletitas de avena en la leche.
Reduce el caudal. Si los viajes frecuentes al baño interfieren con tu sueño, limita los líquidos después de las 6 de la tarde (sólo asegúrate de ingerir tu cuota diaria antes de esa hora). Bebe si tienes sed, pero no te tomes una botella de agua de 16 onzas justo antes de la hora de dormir.
No te sobreexcites. Evita la cafeína en todas sus formas por la tarde y noche (sus efectos pueden mantenerte estimulada hasta durante seis horas). Lo mismo con el azúcar (especialmente combinada con la cafeína, como en el chocolate), lo que te dará un impulso energético cuando menos lo deseas y te dejará tu nivel de azúcar en la sangre fluctuante durante la noche.
Habitúate a una rutina nocturna. No es sólo para los niños. La repetición de rituales nocturnos relajantes puede ayudar también a los adultos a dormir bien de noche. Concéntrate en actividades que te calmen después de la cena, preferiblemente practicadas en un orden previsible. Algunas buenas opciones para tener en cuenta: una lectura ligera (pero no una que te absorba y no puedas dejar) o televisión (siempre que evites todo programa con escenas de violencia o de impacto emocional fuerte), música suave, ejercicios de estiramiento, poses serenas de yoga o ejercicios de relajación, un baño tibio, un masaje en la espalda, o romance en la cama.
Ponte cómoda. Cuando estás embarazada no hay almohadas que te basten. Úsalas para apuntalarte, apoyarte cuando lo necesites o por gusto. Mientras más pronto aprendas a dormir cómodamente de costado, más fácil te será lograrlo. Busca un colchón que sea cómodo y trata de que tu dormitorio no esté demasiado caluroso o demasiado frío.
Respira aire puro. Es difícil adormecerse en un ambiente sofocante, especialmente cuando te acaloras por partida doble. Por eso abre una ventana, excepto cuando haga demasiado frío o calor (cuando puedas hacer circular el aire con un ventilador o con aire acondicionado). Y no duermas con la cabeza debajo de la colcha. Esto disminuye el oxígeno y aumenta el anhídrido carbónico que respires, lo que te puede causar dolores de cabeza.
Pregunta antes de actuar. Aunque hay somníferos que son seguros para uso ocasional durante el embarazo, no tomes ninguno (con o sin receta médica o herbal) a menos que te lo recete tu médico. Si te ha recomendado tomar un suplemento de magnesio (o un suplemento de calcio-magnesio) para combatir el estreñimiento o los calambres en las piernas, es conveniente hacerlo antes de irte a la cama porque el magnesio es un relajante natural.
Adormécete por la nariz. Una almohada con fragancia de lavanda que te lleves a la cama o un sachet seco perfumado de lavanda entre la almohada y su funda pueden ayudarte a relajarte y a dormirte más rápido.
Reserva la cama para el sueño (y el sexo). No lleves a la cama actividades que asocies con estar bien despierta y posiblemente estresada (como responder correos electrónicos de la oficina en tu computadora portátil o pagar cuentas). Encárgate de los negocios en otras partes de la casa y reserva tu dormitorio para sus propósitos más tradicionales.
Vete a la cama cuando estés cansada. Treparte en la cama antes de estar somnolienta es una receta para una noche en vela. Paradójicamente, postergar la hora de dormir puede ayudarte a dormir mejor. Pero tampoco esperes hasta estar agotada y con menor capacidad para relajarte.
Evita controlar el reloj. Juzga si estás durmiendo lo suficiente por cómo te sientes y no por el número de horas que has pasado en la cama. Ten en cuenta que mucha gente que dice tener problemas de sueño duerme más de lo que cree, y tanto como necesita. Si no sufres de un cansancio crónico (más allá de la fatiga normal del embarazo), quiere decir que estás descansando lo suficiente. Y hablando del reloj, si mirar esa esfera luminosa (y las horas que va marcando) te estresa, retíralo de tu vista.
No te quedes acostada en vela. Cuando el sueño no quiere venir –y ya no tienes más ovejas para contar– levántate y haz una actividad relajante (leer, ver televisión) hasta que te sientas somnolienta.
Que la falta de sueño… no te quite el sueño. Estresarte por la falta de sueño sólo empeorará el problema. De hecho, despojarte de esa preocupación (“¿me dormiré alguna vez?”) es a veces todo lo que necesitas para sumergirte en los dulces sueños.
“Mi ombligo solía ser un hoyo perfecto. Ahora sobresale completamente. ¿Se quedará así después del parto?”
¿Se te ha salido el ombligo? ¿Se insinúa entre las ropas? ¿Está adquiriendo vida propia? No te preocupes: los ombligos que se asoman no son nada nuevo en el embarazo. Prácticamente todos los ombligos lo hacen alguna vez. A medida que el útero en expansión empuja hacia delante, aun el ombligo más profundo seguramente se asomará como el termómetro automático en el pavo (excepto que en la mayoría de las mujeres el ombligo “salta” mucho antes de que el bebé esté “listo”). Éste debería regresar a su posición regular pocos meses después del parto, aunque podría quedarle la marca de la maternidad: la apariencia de un estirón. Hasta entonces, mira el lado positivo de tu ombligo protuberante: te da la oportunidad de limpiar toda la pelusa que acumuló desde que eras niña. Si consideras que su protuberancia no pega con la moda ajustada al cuerpo que te interesa lucir, cúbrelo (podrías usar una curita siempre que no se irrite o una cinta especial para el ombligo). Pero mientras tanto, recuerda que es sólo una insignia de honor de la maternidad para lucir orgullosa.
“Algunos días, el bebé patea todo el tiempo, pero otros parece estar muy quieto. ¿Es normal?”
Los fetos son humanos. Al igual que nosotros, tienen días activos en los que se sienten con ganas de flexionar los pies (y los codos y las rodillas) y días inactivos, en los que prefieren quedarse echados de espaldas y tomarse las cosas con calma. Por lo general, su actividad se relaciona con lo que tú has estado haciendo. Al igual que los bebés después de nacer, los fetos se adormecen con los movimientos mecedores. Por eso, cuando estás moviéndote todo el día, probablemente tu bebé se tranquilizará con el ritmo de tu rutina y no notarás muchas pataditas (en parte debido a que el bebé está tranquilo y, en parte, a que tú estás muy activa). En cuanto reduzcas el ritmo o te relajes, el bebé empezará a movilizarse (lamentablemente esta pauta de conducta tiende a continuar después de que nacen). Por eso, es más probable que sientas el movimiento fetal en la cama por la noche o cuando estés descansando durante el día. La actividad podría aumentar después de una comida o un bocadillo, quizás como reacción al aumento del azúcar en tu sangre. O también cuando estás excitada o nerviosa –justo antes de una presentación, por ejemplo–, posiblemente debido a que tu adrenalina estimula al bebé.
Los bebés están más activos entre las semanas 24 y 28, cuando son suficientemente pequeños para practicar la danza del vientre, volteretas, boxeo y una clase completa de aeróbica en su espacioso hogar uterino. Pero sus movimientos son erráticos y, por lo general, breves, y no siempre son sentidos por una mamá ocupada (aunque son visibles con el examen de ultrasonido). Generalmente, entre las semanas 28 y 32 la actividad fetal se vuelve más organizada y consistente, con períodos de descanso y actividad más definidos. Y decididamente ésta se siente más tarde y con menor intensidad cuando se interpone una placenta anterior (consulta la página 265).
No te tientes a comparar los movimientos de tu bebé con los de otras embarazadas. Cada feto, al igual que cada recién nacido, tiene una pauta individual de actividad y desarrollo. Algunos parecen siempre activos, otros más bien quietos. La actividad de algunos fetos es tan regular que sus mamás pueden coordinar sus relojes a su compás mientras que en otros no hay ninguna pauta regular. Mientras no haya una inactividad radical o cese de actividad, todas las variantes son normales.
Hasta la semana 28 no es necesario llevar la cuenta de las pataditas de tu bebé (consulta la página 312).
“A veces el bebé patea tan fuerte que me duele”
A medida que tu bebé madura en el útero, se vuelve cada vez más fuerte, y esos movimientos fetales que eran tan suaves como el aleteo de una mariposa van ganando en potencia. Por eso no te sorprendas si te patea en las costillas o te golpea el abdomen o el cuello uterino con tanta fuerza que duele. Cuando sientas un ataque particularmente intenso, trata de cambiar de posición. Tu pequeño atleta podría perder el equilibrio y así, podrás contener temporalmente su ofensiva.
“El bebé parece estar pateando por todos lados. ¿Es posible que esté esperando mellizos?”
En determinado momento de su embarazo, prácticamente toda mujer piensa que está esperando mellizos o un pulpo humano. Eso se debe a que mientras el feto tiene espacio para moverse (generalmente hasta la semana 34) es capaz de hacer múltiples acrobacias. Por eso, aunque a veces te parezca que una docena de puños (o una camada) te golpea, es más probable que sólo se trate de dos puños, además de diminutas rodillas, codos y pies. (Y si tuvieras un segundo pasajero a bordo, probablemente ya lo habrías descubierto a través de uno de los exámenes de ultrasonido).
“La barriga me pica constantemente. Me está volviendo loca”
Únete al club. Las barrigas embarazadas pican, y puede que la tuya lo haga cada vez más a medida que pasan los meses. Esto se debe a que a medida que ésta crece, la piel se estira rápidamente, lo que la va privando de humedad y dejando un escozor incómodo. Trata de no rascarte, ya que sólo empeorará la picazón y podría causarte irritación. Un humectante podría reducirla temporalmente (aplícate uno suave con frecuencia y en abundancia). Una loción para la picazón (como calamina) puede aliviar, como también un baño de avena. Pero si experimentas una picazón general no relacionada con la piel seca o sensible, o un sarpullido en el abdomen, consulta al médico.
“Últimamente se me cae todo lo que tomo. ¿Por qué de repente estoy tan torpe?”
Al igual que las pulgadas de más que tienes en la barriga, los pulgares extras en tus manos te hacen sentir como que fueran parte del paquete completo del embarazo. Esta torpeza real (y lamentablemente a la vista de todos) es causada por la soltura de las articulaciones y ligamentos y la retención de agua, factores que hacen que tomes los objetos sin la firmeza y seguridad de antes. Otros factores incluyen la falta de concentración, como resultado de la mala memoria durante el embarazo (consulta la página 231) o la falta de destreza, como consecuencia del síndrome del túnel carpiano (lee la siguiente pregunta). Y por cierto, no ayuda el hecho de que tu barriga creciente te haya desplazado el centro de gravedad, desequilibrándote. Este equilibrio precario –sea consciente o no– es más aparente cuando estás subiendo una escalera, caminando por una superficie resbalosa (algo que no deberías hacer de todos modos) o transportando algo pesado (lo mismo). No poder ver tus pies más allá de la barriga (si no te ha ocurrido todavía, decididamente lo hará) también puede provocarte tropiezos en el borde de la acera, en escalones o sobre las zapatillas que tu marido dejó tiradas frente a la puerta del baño. Finalmente, la fatiga del embarazo puede dejarte fuera de forma (o fuera de equilibrio), facilitando los tropiezos y caídas.
La mayor parte de la torpeza del embarazo es sólo molesta. Levantar varias veces las llaves del piso, por ejemplo, es solamente una incomodidad (y un dolor en la espalda si te olvidas de flexionar las rodillas). Las caídas, sin embargo, pueden ser un asunto más serio y, por eso, la precaución debe ser tu guía rectora durante el embarazo.
Si por estos días te sientes como un toro en medio de una tienda de cristales, tendrás que hacer algunas modificaciones a tu rutina diaria. Decididamente no entres en comercios de cristalería (y no acerques tus torpes garras a la loza en casa). Guarda tu vasija de cristal favorita en la estantería durante todo tu embarazo y deja que otra persona cargue y descargue el lavaplatos, especialmente cuando incluya la loza fina. También te ayudará si aflojas el ritmo, caminas más cuidadosamente (especialmente cuando hay hielo o nieve en el piso), eres extra precavida en la bañera o la ducha, mantienes los pasillos y escaleras libres de objetos en los que podrías tropezar, evitas pararte sobre una silla (no importa lo que tengas que alcanzar), y tratas de no agotarte (mientras más cansada estés, más torpe estarás). Y, lo más importante, reconoce tus limitaciones actuales y tu falta de coordinación y trata de tomarlas con una pizca de humor.
“Me levanto en la mitad de la noche porque algunos dedos de la mano derecha están dormidos. ¿Tiene relación con el embarazo?”
¿Sientes un hormigueo constante en estos días? Lo más probable es que no se deba al romance y ni siquiera al entusiasmo por el bebé, sino al entumecimiento y hormigueo normal en los dedos de las manos y los pies que muchas mujeres experimentan durante el embarazo, tal vez como resultado de la presión que ejercen los tejidos en expansión sobre los nervios. Si sólo se adormece el pulgar, el índice, el dedo medio y la mitad del anular, probablemente tienes síndrome del túnel carpiano. Aunque esta afección es más común en la gente que realiza tareas que requieren movimientos repetitivos de las manos (como tocar el piano o escribir sobre un teclado), también es muy común en las embarazadas. Esto se debe a que el túnel carpiano en la muñeca, por medio del cual discurre el nervio a los dedos afectados, se hincha durante el embarazo (como muchos otros tejidos del cuerpo) y la presión resultante causa entumecimiento, hormigueo, ardor y dolor. Los síntomas pueden afectar también la mano y la muñeca y se podrían propagar hasta el brazo.
Aunque el dolor del síndrome del túnel carpiano puede atacar en cualquier momento del día, podrías tener que lidiar con la molestia en muñecas, sobre todo por la noche. Esto se debe a que los fluidos que se acumulan en las extremidades inferiores durante el día se redistribuyen al resto del cuerpo (incluyendo las manos) cuando estás acostada. Dormir apoyada sobre las manos puede empeorar el problema y, por eso, trata de mantenerlas elevadas sobre otra almohada durante la noche. Cuando sientas que se adormecen, sacude las manos para encontrar alivio. Si no da resultado y si el entumecimiento te dificulta dormir, consulta el problema con tu médico. Es posible que un soporte de muñeca te pueda ayudar, al igual que la acupuntura.
Los remedios antiinflamatorios sin esteroides recetados para el síndrome del túnel carpiano podrían no ser recomendados durante el embarazo. Consulta con el médico. Afortunadamente, cuando la hinchazón general del embarazo se reduzca después del parto, también disminuirán los síntomas del túnel carpiano.
Si crees que este síndrome está relacionado con tus hábitos de trabajo (o el uso de la computadora en casa) como también con tu embarazo, consulta la página 205.
“En la noche tengo calambres en las piernas que no me dejan dormir”
Entre tu mente sobrecargada y tu barriga prominente, probablemente tendrás suficientes dificultades para dormir sin que los calambres te acalambren el sueño. Pero lamentablemente, esos espasmos dolorosos que se propagan arriba y debajo de las pantorrillas y que se producen sobre todo de noche, son muy comunes entre las futuras mamás entre el segundo y tercer trimestres.
No se sabe con certeza cuál es la causa de los calambres en las piernas. Varias teorías lo atribuyen a la fatiga de llevar el peso del embarazo, la compresión de los vasos sanguíneos en las piernas y, posiblemente, la dieta (un exceso de fósforo y escasez de calcio o magnesio). También podrías culpar a las hormonas, ya que éstas parecen ser las causantes de tantas molestias y dolores durante el embarazo.
Sea cual sea la causa, hay modos de prevenirlos y aliviarlos:
Cuando sientas el calambre, endereza la pierna y flexiona el tobillo elevando lentamente los dedos del pie hacia la nariz. Esto debería aliviar el dolor. Repetir este movimiento varias veces con cada pierna antes de acostarte podría, incluso, ayudarte a prevenir los calambres.
Los ejercicios de elongación también pueden ayudarte a evitar los calambres. Antes de acostarte, párate a una distancia de unos 2 pies de la pared y apóyate con las palmas de las manos. Inclínate hacia la pared manteniendo los talones sobre el piso. Mantén la posición durante unos 10 segundos y relájate durante otros 5. Intenta hacerlo tres veces (mira la ilustración).
Para aliviar la carga diaria sobre tus piernas, eleva los pies tantas veces como puedas, alterna los períodos de actividad con períodos de descanso, y usa medias elásticas durante el día. Flexiona los pies periódicamente.
Trata de pararte sobre una superficie fría, lo que a veces puede detener un espasmo.
Para mayor alivio puedes recurrir a un masaje o a la aplicación local de calor, pero no hagas ni lo uno ni lo otro si ni las flexiones ni el frío mejoran la situación.
Bebe suficiente líquido. Al menos ocho vasos por día.
Consume una dieta equilibrada que incluya mucho calcio y magnesio.
Los calambres realmente intensos (como un charley horse, denominación que se da al dolor y rigidez de un músculo debido a un esfuerzo excesivo del músculo cuádriceps) pueden causar dolor muscular por varios días. No es motivo de preocupación. Pero si el dolor es severo y persistente, consulta a tu médico porque existe una ligera posibilidad de que un coágulo sanguíneo se haya desarrollado en una vena, lo que requiere tratamiento médico (consulta la página 607).
“Me aterroriza tener hemorroides… He oído que son comunes durante el embarazo. ¿Hay algo que pueda hacer para evitarlas?”
Es una verdadera molestia que experimenta más de la mitad de las embarazadas. Al igual que las venas de las piernas son más susceptibles a las várices en esta etapa, lo mismo ocurre con las venas del recto. La presión de tu útero en expansión, sumada al mayor flujo de sangre a la zona pélvica, puede provocar que las venas de la pared rectal se hinchen, se abulten y piquen (¿puede haber algo menos placentero?).
El estreñimiento puede agravar o, incluso, causar las hemorroides (también llamadas almorranas). Por eso, la mejor prevención es, en primer lugar, evitar el estreñimiento (consulta la página 186). Hacer tus ejercicios de Kegel (página 318) también puede prevenir las hemorroides, ya que mejora la circulación del área, así como dormir de costado y no de espaldas, ya que le resta presión a esta zona. También te conviene evitar estar largas horas de pie o sentada, y pasarte mucho tiempo en el inodoro (no dejes este libro ni otro material de lectura en el baño para no tentarte a sentarte y leer). Sentarte en el inodoro con los pies sobre una banqueta podría facilitar la descarga.
Para aliviar la comezón de las hemorroides, aplícate compresas de hamamelis (hazel pads) o una bolsa de hielo. Un baño tibio también podría reducir la incomodidad. Si sientes dolor al sentarte, usa una almohada circular para aliviar la presión. Pregúntale a tu médico antes de usar cualquier medicamento. Pero olvídate de la cura de la abuela –tragarte una cucharada de aceite mineral–, ya que podría llevarse valiosos nutrientes por tu puerta trasera.
A veces, las hemorroides pueden sangrar, especialmente cuando estás haciendo fuerza sentada en el baño, aunque el sangrado rectal también puede ser originado por las fisuras anales (grietas dolorosas en la piel del ano causadas por el esfuerzo del estreñimiento). Este sangrado siempre debe ser evaluado por tu médico, aunque lo más probable es que las hemorroides o fisuras sean las culpables. Las hemorroides no son peligrosas (sólo incómodas) y generalmente desaparecen después del alumbramiento, aunque también podrían desarrollarse después de que des a luz como resultado del esfuerzo realizado durante el parto.
“Me preocupa un pequeño bulto sensible que tengo en el costado de un seno. ¿Qué puede ser?”
Aunque aún te faltan meses para amamantar a tu bebé, pareciera que tus senos ya se están preparando. ¿El resultado? Un conducto de leche tapado. Estas protuberancias rojas, delicadas y duras en los senos son muy comunes aun en esta etapa temprana del embarazo, especialmente en un segundo o subsiguiente embarazo. Compresas tibias (o dejar deslizar agua tibia sobre los senos en la ducha) y masajes suaves, probablemente destaparán el conducto en unos pocos días, al igual que ocurrirá durante la lactancia. Algunos expertos sugieren que evitar los sostenes con armazón de alambre también ayuda, pero de todos modos asegúrate de tener suficiente sostén… en tu sostén.
Recuerda que debes seguir auto-examinándote los senos mensualmente durante el embarazo. Aunque detectar bultos es más engañoso cuando estás esperando debido a los cambios en los senos, es importante intentarlo. Si sientes una protuberancia, infórmaselo a tu médico en tu próxima visita.
“No veo la hora de ser mamá, pero no tanto de parir. Lo que me preocupa es el dolor del parto”
Casi toda futura mamá aguarda entusiasmada el nacimiento de su niño, pero a pocas les entusiasma el proceso de parto y el alumbramiento (y todavía menos el dolor asociado a ellos). Y muchas, como en tu caso, se pasan buena parte de los meses previos obsesionadas por el dolor. No es de sorprender. Para aquellas que nunca han experimentado una dolencia significativa (excepto por un dolor de muelas por aquí, un tirón muscular por allá), el temor al dolor del parto –que es una incógnita, después de todo– es muy real y normal.
Pero es importante tener en cuenta lo siguiente: el parto es un proceso normal de la vida, que las mujeres han experimentado desde que hay humanos sobre la tierra. Por cierto conlleva dolor, pero es un dolor con un propósito positivo (aunque no necesariamente lo sentirás positivo cuando lo experimentes): abrir el cuello uterino y traer el bebé a tus brazos. Pero también es un dolor que trae incorporado su propio límite. Aunque no lo creas (especialmente cuando rondas la marca de los 5 centímetros), el parto no es eterno. No sólo eso, sino que es un dolor con el que ni siquiera tienes que lidiar. Hay analgésicos disponibles, ya sea que los quieras o los necesites, o todas las anteriores.
Por eso no hay necesidad de obsesionarse por la idea del dolor (especialmente porque tienes la opción de evitarlo o, por lo menos, de evitarlo en su mayor parte), aunque es conveniente estar preparada para enfrentarlo, de manera realista y racional, conociendo toda opción y cada eventualidad. Prepararte ahora (física y mentalmente, puesto que los dos ámbitos tienen que ver en la experiencia del dolor) te puede ayudar a reducir la actual ansiedad y el grado de incomodidad que sentirás cuando te empiecen las contracciones.
Edúcate para el parto.
Uno de los motivos por el que las generaciones anteriores le tenían tanto miedo al parto era que no sabían lo que le ocurría a sus cuerpos ni por qué. Sólo sabían que había dolor involucrado. Hoy día, una buena clase de educación para el parto puede reducir el temor (y en definitiva el dolor), aumentando el conocimiento, preparando a las mujeres y a sus compañeros, paso a paso y etapa por etapa, para el parto y el alumbramiento.
Si no puedes inscribirte en una clase o no quieres hacerlo, lee todo lo que puedas sobre la materia. Lo que ignoras te puede preocupar más de lo necesario. Tomar las clases tiene sentido, incluso si planeas pedir una epidural o si tienes programada una cesárea.
Entrénate para el parto.
No pensarías en correr una maratón sin el entrenamiento físico adecuado. Tampoco deberías enfrentar el parto (un evento no menos desafiante) sin prepararte. Practica a conciencia los ejercicios de respiración, elongación y tonificación que te recomiende tu médico o tu instructor del curso de educación para el parto. Además, no te olvides de realizar los ejercicios de Kegel.
Forma tu equipo para el parto.
Ya sea que tengas a tu pareja para consolarte y darte cubitos de hielo, una doula o asistente (lee la página 322) para masajearte la espalda, o una amiga que te seque la frente –o los tres, si realmente te encanta la compañía–, un poquito de apoyo puede ayudarte mucho a aliviar tus temores. Aunque termines sintiéndote más tensa que conversadora durante el proceso del parto, te resultará reconfortante saber que no estarás sola. Y asegúrate de que tus acompañantes estén entrenados también. Haz que tu pareja asista a las clases de parto contigo o, si no es posible, sugiérele que lea la sección sobre parto y alumbramiento a partir de la página 410 para que sepa qué esperar y cómo puede ayudar mejor.
Ten un plan (y otro alternativo) para el parto.
Quizás ya decidiste que la epidural es para ti. O a lo mejor confías sobrellevar esas contracciones respirando como se debe, o asistida por la hipnosis o con otra estrategia de medicina alternativa para manejar el dolor. O tal vez estás esperando tomar esa decisión una vez que sientas la magnitud del dolor. Sea como sea, piensa con anticipación y sé flexible (porque el parto se caracteriza por no seguir siempre el camino previsto). Al final, necesitarás hacer lo que sea mejor para ti y tu bebé (aunque eso suponga aceptar analgésicos cuando esperabas aguantar sin ellos). Recuerda que no tienes por qué ser una mártir para ser una mamá. De hecho, a veces el alivio del dolor es absolutamente necesario para que la mujer en proceso de dilatación pueda colaborar mejor. Consulta la página 324 para leer más sobre al alivio del dolor durante el parto y el alumbramiento.
“Tengo miedo de hacer algo embarazoso durante el parto”
Eso se debe a que todavía no has llegado al parto. Seguro que la idea de gritar, maldecir o vaciar involuntariamente la vejiga o el intestino puede parecer embarazosa ahora, pero durante el parto será la menor de tus preocupaciones. Además, nada que puedas hacer o decir durante ese momento sorprenderá a quienes te asistan, quienes lo han visto todo y más. Por eso controla tus inhibiciones cuando llegues al hospital o al centro de natalidad y no dudes en hacer lo que sientas natural, como también lo que te haga sentir más cómoda. Si eres una persona expresiva y emotiva, no te esfuerces por reprimir tus gruñidos y gemidos o, incluso, tus alaridos. Pero si eres de naturaleza callada o estoica y prefieres ahogar tus sollozos en la almohada, no te sientas obligada a superar los gritos de la madre que se dilata en la sala de al lado.
“Tengo ideas bien definidas de lo que me gustaría que ocurriera durante el parto y el alumbramiento. No me agrada nada la idea de perder el control de la situación”
Si eres el tipo de persona que le agrada estar a cargo de la situación, la idea de ceder el control de tu parto y alumbramiento al equipo médico te podría resultar enervante. Por supuesto querrás que médicos, enfermeras y parteras les brinden la mejor atención a ti y a tu bebé, pero igualmente querrás controlar todo lo que sea posible. Y tal vez lo puedas hacer, si conoces a fondo los ejercicios de preparación para el parto, si te familiarizas con el proceso y si desarrollas una relación abierta y productiva con tu médico, si es que ya no lo has hecho. Establecer un plan (consulta la página 317), especificando lo que te gustaría y lo que no durante un parto y alumbramiento normales, también aumentará tu control sobre la situación.
Sin embargo, es importante que comprendas que no necesariamente estarás en condiciones de controlarlo todo durante el parto, no importa lo bien preparada que estés ni qué tipo de profesional te atienda. Los planes mejor trazados de las futuras madres y sus médicos pueden quedar desbaratados por una variedad de imprevistos, por lo tanto es importante estar preparada también para esa posibilidad. Por ejemplo, a lo mejor planeabas sobrellevar el proceso del parto sin ninguna medicación, pero una fase extremadamente prolongada y exigente ha agotado tus fuerzas. O tal vez deseabas una epidural, pero tu proceso se acelera en extremo y el anestesiólogo no llega a tiempo. Aprender cuándo ceder el control –y ser flexible– en pos de tu interés y del bebé, es una parte importante de tu preparación para el parto.
“Siempre asocié los hospitales con gente enferma. ¿Cómo puedo acostumbrarme a la idea de dar a luz en uno de ellos?”
La sala de parto y natalidad es lejos la más alegre del hospital. Sin embargo, si no sabes qué esperar, podrías llegar no sólo con contracciones sino también con cierto recelo. Es por eso que la mayoría de los hospitales y centros de natalidad motiva a las parejas en espera a hacer un recorrido por la sección de maternidad en los meses previos al parto. Pregunta sobre dichas visitas cuando te registres y busca también la información en Internet. Algunos hospitales y centros de natalidad tienen páginas web que ofrecen giras virtuales. También puedes darle un vistazo informal durante los horarios de visitas; aunque la sala de parto y alumbramiento esté cerrada al público en ese momento, podrás recorrer las salas de posparto y echar un buen vistazo a la sala cuna. Además de sentirte más cómoda sobre el ambiente en el que darás a luz, te dará la oportunidad de ver cómo lucen los recién nacidos antes de tomar en brazos al tuyo.
Es probable que quedes gratamente sorprendida en tu visita. Las instalaciones varían de un hospital a otro y de un centro de natalidad a otro, pero a medida que aumenta la competencia por las pacientes de obstetricia, la gama de amenidades y servicios ofrecidos los hacen parecerse más a hoteles que a hospitales. Habitaciones cómodas son la regla más bien que la excepción en más y más hospitales (siempre han sido comunes en los centros de natalidad manejados por parteras).
TODO ACERCA DE …
Comenzó la cuenta regresiva. El bebé ya está a la vuelta de la esquina y estás ansiosa esperando su llegada. Pero ¿estás igualmente entusiasta por la llegada del parto y el alumbramiento? ¿Sientes una mezcla de ansiedad (o hasta de pánico) con esa anticipación tan anhelada?
Relájate. Es normal que estés un poco nerviosa por el parto o, incluso, muy nerviosa si eres primeriza. Pero afortunadamente hay un camino ideal para calmar los nervios, aliviar las preocupaciones y sentirte menos ansiosa y más confiada cuando sientas la primera contracción: educándote.
Un poquito de conocimiento y mucha preparación pueden ayudarte a sentirte más cómoda cuando entres a la sala de parto. Leer todo lo que esté a tu alcance te dará una idea de lo que puedes esperar (y puedes empezar a hacerlo en la página 410), pero una buena clase de preparación para el parto puede ayudarte a llenar los espacios en blanco. Por eso ¡de vuelta a clases, mamá (y papá)!
¿Cuál es la ventaja de apuntarse en un curso de educación para el parto para ti y tu pareja? Eso depende, por supuesto, del curso que tomes, del instructor y de tus actitudes (al igual que en tu vida escolar, mientras más dedicación, más provecho sacarás de una clase de educación para el parto). Sea como sea, hay algo para todos los integrantes del equipo en la dulce espera. Algunos beneficios potenciales incluyen:
Una oportunidad de pasar tiempo con otras parejas que están en la misma etapa del embarazo que tú, para compartir experiencias y consejos; comparar progresos; comentar mutuamente las aflicciones, preocupaciones, incomodidades y dolores; e intercambiar notas sobre el ajuar del bebé y de su futuro cuarto, pediatras y cuidado infantil. En otras palabras, una gran camaradería y empatía maternal. También es la oportunidad de entablar amistad con otras parejas que, al igual que ustedes, pronto serán padres y madres (una ventaja apreciable si tu actual grupo de amigos todavía no ha hecho ningún encargo a la cigüeña). Si mantienes contacto con ellos después del parto tendrás tu propio grupo de padres y madres y, en un futuro, de juegos para niños. Muchas clases mantienen “reuniones” después que todas han dado a luz.
Una oportunidad para que el futuro papá también participe. Como el embarazo gira en torno a la mamá, a veces el futuro padre se siente al margen, como si estuviera mirando desde afuera. Las clases de educación para el parto están dirigidas a ambos y ayudan a que el papá se sienta un miembro valioso del equipo (muy importante si no ha podido asistir a todas las visitas prenatales). Las clases también le permitirán ponerse al día con los aspectos del parto y el alumbramiento, para ser un acompañante más efectivo cuando empiecen las contracciones. Lo mejor de todo, quizás, es que podrá relacionarse con otros hombres con los que pueda identificarse, entre otras cosas, por los efectos que le han causado esos cambios de ánimo de la mujer y los molestos sentimientos de dudas paternas. Algunos cursos incluyen una sesión especial sólo para padres, que les da la oportunidad de ventilar las preocupaciones que de otro modo no se atreverían a manifestar.
Una oportunidad de plantear dudas que han surgido entre una visita prenatal y otra o con las que no te has sentido cómoda para preguntar al médico (o que no has tenido tiempo de hacer en el contexto de una visita a toda prisa).
Una oportunidad de aprenderlo todo… es decir, del parto y el alumbramiento. Por medio de lecturas, debates, y vídeo, podrás enterarte desde los síntomas previos al parto hasta el corte del cordón umbilical. Mientras más sepas, más cómoda te sentirás cuando llegue el momento.
Una oportunidad de aprender todo sobre los recursos para aliviar el dolor, desde Demerol hasta una anestesia epidural o una espinal e, incluso, técnicas de medicina alternativa.
Una oportunidad de recibir instrucción práctica sobre respiración, relajación y otros enfoques alternativos para el manejo del dolor y de recibir una opinión experta mientras aprendes. Dominar estas estrategias –y las técnicas para tu compañero– te ayudarán a estar más tranquila durante el parto y el alumbramiento, disminuyendo tu percepción del dolor. También resulta práctico si estás planeando inscribirte para recibir una epidural u otras medicinas para aliviar el dolor.
Una oportunidad de familiarizarte con las intervenciones médicas que se realizan a veces durante el parto, incluyendo el monitoreo fetal, intravenosas, extracción al vacío y cesáreas. Tal vez ninguna de ellas se aplique en tu caso –o quizás una o dos–, pero conocerlas por adelantado hará que el parto sea menos intimidante.
Una oportunidad de tener un parto más llevadero –y relativamente menos estresante– gracias a todo lo descrito anteriormente. Por lo general, las parejas que han tenido preparación para el parto consideran que la experiencia es más satisfactoria que las que no la tuvieron.
Una oportunidad de potenciarte. Saber es poder, pero puede ser especialmente poderoso cuando estás por dar a luz. La clase para el parto te ayudará a eliminar el temor a lo desconocido (lo que no sabes, en este caso, decididamente puede afectar tu confianza), lo que te hará sentir con una mayor sensación de control y más potenciada, lista para enfrentar cualquier eventualidad que la naturaleza te haya reservado.
Has decidido asistir a clases para el parto, pero ¿por dónde empezar a buscar? ¿Cómo elegir?
En algunas comunidades, donde las opciones de clases son limitadas, la elección es sencilla. En otras, la variedad puede ser abrumadora y confusa. Los cursos son ofrecidos por hospitales, instructores privados o por médicos o parteras a través de sus consultorios. Hay clases prenatales ofrecidas en el primer o segundo trimestre, que cubren temas del embarazo como nutrición, ejercicios, desarrollo fetal y sexo mientras que otros cursos suelen comenzar en el séptimo u octavo mes, que duran de 6 a 10 semanas y que se concentran en el parto, el alumbramiento y el cuidado posparto de la mamá y el bebé. Incluso hay cursos de fin de semana.
Si la oferta es escasa, acudir a cualquier clase de preparación para el parto es probablemente mejor que no inscribirse en ninguna. Pero si hay muchos cursos para elegir, las siguientes consideraciones te pueden ayudar a tomar una decisión:
¿Quién provee la clase?
Una clase dirigida por tu médico, bajo sus auspicios o su recomendación, suele ser lo mejor. También puede ser útil una clase impartida por el hospital o centro de natalidad donde darás a luz. Si la filosofía de tu instructor varía mucho del de la persona o el personal que te asistirá en el parto, probablemente te encontrarás con contradicciones y conflictos. Si surgen diferencias de opinión, discútelas a fondo con tu médico mucho antes de la fecha de parto.
¿Cuál es el tamaño de la clase?
Mientras menos, mejor. El número ideal es de cinco a seis parejas por clase (más de 10 ó 12 no es recomendable). Con un grupo reducido el instructor no sólo será capaz de prestar más tiempo y atención individual a las parejas –importante sobre todo durante las sesiones de práctica de técnicas de respiración y relajación– sino también la camaradería entre las parejas tenderá a ser más sólida.
¿Qué es lo que ofrece?
Para saberlo, pide el programa. Un buen curso incluye una discusión sobre el parto con cesárea (reconociendo el hecho de que más de una cuarta parte de las estudiantes podría tener una) y sobre medicación (admitiendo, también, que muchas la necesitarán o la querrán). Abarca los aspectos psicológicos y emocionales del parto además de los técnicos.
¿Cómo se imparte la clase?
¿Se exhiben vídeos de partos reales? ¿Hay testimonios de madres y padres que acaban de tener hijos? ¿Los futuros padres tienen la oportunidad de hacer preguntas? ¿Hay tiempo suficiente durante la clase para practicar las técnicas que se enseñan?
Las clases en tu zona podrían ser impartidas por enfermeras, enfermeras-parteras u otros profesionales certificados. Los enfoques pueden variar de una clase a otra, aun entre los instructores de los mismos programas. Las clases más comunes incluyen:
El enfoque de Lamaze, promovido por el Dr. Fernand Lamaze en la década del 50, es probablemente el más utilizado en los Estados Unidos. Se basa en el uso de técnicas de relajación y respiración de la embarazada, junto con el apoyo continuo del marido (u otra persona) y una enfermera especializada para permitir que la futura mamá experimente un parto más “natural” (recuerda que en los años 50, la mayoría era completamente anestesiada). Según la filosofía Lamaze, el parto es un proceso normal, natural y saludable, y la confianza y capacidad de la mujer para dar a luz naturalmente puede ser reforzada o disminuida según el nivel de apoyo que reciba de su médico, como también de la comodidad del ambiente para dar a luz (que puede ser un centro de maternidad, el hogar o un hospital).
El objetivo del entrenamiento Lamaze es la concentración activa basada en la relajación y las pautas de respiración rítmica. Para ayudarles a concentrarse, las mujeres son alentadas a dirigir su atención en un punto determinado. Los cursos también incluyen posiciones cómodas para el parto y alumbramiento; técnicas de respiración, distracción y masaje; habilidades de comunicación, y otras medidas de alivio, como también información sobre el período de posparto y la lactancia. Aunque la filosofía Lamaze sostiene que las mujeres tienen derecho a dar a luz libres de las intervenciones médicas de rutina, por lo general las clases abarcan las intervenciones más comunes (incluyendo los procedimientos analgésicos) para preparar a las parejas para cualquier eventualidad en el parto. Un curso Lamaze tradicional consiste en seis sesiones de 2 a 2½ horas.
Bradley.
Este método pone énfasis en la respiración abdominal profunda en vez de los jadeos. Bradley recomienda que durante el parto la mujer se concentre en sí misma y sintonice su propio cuerpo para controlar el dolor de las contracciones en vez de depender de distracciones. Las mujeres aprenden a imitar la posición y respiración (que es profunda y lenta) que adoptan al dormir para usar durante el parto, y a utilizar técnicas de relajación para hacerlo más cómodo.
Según la técnica Bradley, durante el parto la mujer necesita oscuridad, silencio y comodidad física con el apoyo de almohadas, y mantener los ojos cerrados. Los instructores del método Bradley admiten que el parto es doloroso y enfatizan la aceptación del dolor. La medicación se reserva para las complicaciones y las cesáreas (que son debatidas para que los padres y madres estén preparados para cualquier eventualidad) y, de hecho, un 87% de las graduadas de Bradley que tienen partos vaginales no hacen uso de ella. El curso Bradley típico dura 12 semanas, a partir del quinto mes y, en su mayoría, es enseñado por matrimonios. También se imparten clases Bradley al comienzo del embarazo, enfocadas en asuntos prenatales.
Clases de la Asociación Internacional de Educación para el Parto (International Childbirth Education Association (ICEA).
Estas clases tienden a ser más amplias y abarcan más de las numerosas opciones disponibles actualmente para los futuros padres en los centros de maternidad y del recién nacido. También reconocen la importancia de la libertad de elección, por lo que las clases incluyen una variada gama de posibilidades en vez de un solo enfoque. Los instructores son certificados por ICEA.
Hipnoparto.
Las clases individuales o en grupo que enseñan cómo usar la hipnosis para reducir la incomodidad y el dolor (y en los casos de algunas mujeres altamente sugestionables, para eliminarlos totalmente), para alcanzar un estado profundo de relajación, así como también para mejorar el ánimo y la actitud durante el parto y el alumbramiento, están cada vez más disponibles. Consulta con tu médico o una organización nacional de hipnosis clínica para conocer la lista de profesionales certificados que enseñan el hipnoparto. (Para leer más sobre esta técnica consulta la página 330).
Otras clases para el parto.
La variedad es grande. La Asociación de Asistentes y Educadores del Parto (Association of Labor Assistants and Childbirth Educators, ALACE) promueve el derecho de la mujer a un parto natural o no medicado, cuando es posible. En vez de tratar de enseñar a los futuros padres y madres cómo evitar el dolor del parto y el alumbramiento, las clases suministran herramientas para sobrellevar las molestias. La Preparación Educativa para el Parto (Childbirth Education Preparation, CEP) certifica a enfermeras y enfermeras prácticas como educadoras de parto, entrenadas para impartir clases que explican y enseñan las muchas opciones que hay disponibles, incluyendo los métodos Lamaze y Bradley. Además, hay clases de educación para el parto diseñadas para preparar a las parejas a dar a luz en un hospital en particular, y clases patrocinadas por grupos médicos, organizaciones para el cuidado de la salud (HMO) u otros grupos proveedores de atención médica. En algunas áreas también se ofrecen clases prenatales que abarcan todo aspecto del embarazo y el parto, por lo general a partir del primer trimestre.
Estudio en casa.
Si estás en reposo en la cama, si vives en una zona remota, o si por alguna otra razón no puedes o no quieres asistir a una clase en grupo, podrías ver el programa de Lamaze en vídeo o DVD disponible en Lamaze International.
Clases de fin de semana en centros turísticos.
Ofrecen el mismo programa de las típicas clases, pero en un solo fin de semana. Son una opción agradable para aquellos que pueden y desean viajar. Además de promover la camaradería entre los futuros padres (especialmente gratificante si no tienes otras amigas embarazadas con quienes hablar), estos fines de semana también promueven el romance, una bonificación interesante para los dúos que están por convertirse en tríos. Son también una buena oportunidad para mimarse antes de que llegue el bebé.