Aproximadamente de 28 a 31 Semanas
¡BIENVENIDA A TU TERCER Y ÚLTIMO trimestre! Aunque no lo creas, ya completaste dos tercios del trayecto hacia la meta y estás a sólo tres meses de abrazar (y besar y mimar) a tu pequeño trofeo. En este último tramo del embarazo (decididamente el mayor, por lo menos en lo que se refiere a tu barriga), probablemente sentirás que aumentan tu entusiasmo y expectativas, junto con las molestias y dolores del embarazo, que tienden a multiplicarse a medida que se incrementa la carga que llevas en tu interior. Aproximarte al final del embarazo también significa que te acercas al parto y alumbramiento, un acontecimiento que tendrás que comenzar a planear, y para el cual tendrás que prepararte y educarte. Es hora de pensar en inscribirte en esas clases, si no lo has hecho todavía.
Semana 28 Esta semana tu notable bebé ha alcanzado las 2½ libras y podría medir casi 16 pulgadas. ¿Cuáles son sus habilidades este mes? Parpadea. Sí, además de los trucos de su creciente repertorio que ya incluyen toser, succionar, tener hipo y practicar aspiraciones, tu bebé ya puede parpadear esos dulces ojitos. ¿Sueñas con tu bebé? El bebé podría estar soñando contigo también, gracias al sueño denominado “movimiento ocular rápido” (REM, por sus siglas en inglés) que ya ha comenzado a experimentar. Pero este pequeño soñador todavía no está listo para el gran día de su nacimiento. Aunque sus pulmones ya están casi completamente maduros (lo que facilitaría a tu bebé –y a ti– respirar si estuviese por nacer ahora), todavía le falta mucho por crecer.
Tu Bebé, Séptimo Mes
Semana 29 Tu bebé podría alcanzar una altura de 17 pulgadas y pesar casi 3 onzas. Aunque ya se está acercando (en unas 3 pulgadas más o menos) a su longitud definitiva al nacer, el bebé todavía tiene mucho que aumentar. De hecho, en las 11 semanas siguientes tu bebé prácticamente duplicará su peso (y en algunos casos podría casi triplicarlo). Gran parte de ese aumento se deberá a la acumulación de grasa debajo de la piel. Y a medida que tu bebé se va rellenando, el espacio en el útero empezará a sentirse un poquito estrecho, dificultando que percibas sus fuertes pataditas, pero facilitando que sientas más los impactos de sus puños, codos y rodillas.
Semana 30 ¿Qué es lo que mide 17 pulgadas, pesa más de 3 libras y es realmente divino? Es tu bebé, que está creciendo día a día (en caso de que no lo compruebes por el tamaño de tu barriga). Su cerebro también se está agrandando, preparándose para la vida extrauterina, y para toda una vida de aprendizaje. A partir de esta semana, el cerebro de tu bebé empieza a parecerse a uno de verdad, con esos característicos canales y hendiduras. Esas arrugas permitirán la futura expansión del tejido cerebral que será crucial a medida que tu bebé se desarrolle paulatinamente de recién nacido indefenso a un infante receptivo, de un niño que se expresa a un preescolar curioso y más allá. Su cerebro también empieza a tomar control de algunas tareas antes delegadas a otras partes de su organismo, como la regulación de la temperatura. Ahora que el cerebro es capaz de aumentar el calor (con la ayuda de ese suministro creciente de grasa corporal), tu bebé empezará a perder el lanugo, ese vello suave y aterciopelado que hasta ahora lo había mantenido templado. Lo que significa que, cuando nazca, probablemente ya no estará tan peludito.
Semana 31 Aunque tu bebé todavía tiene que aumentar de 3 a 5 libras más antes del parto, esta semana ya está pesando más de 3 libras. Y con 18 pulgadas de largo (un par más o menos, porque a esta altura los hay de todas las medidas), tu bebé se está aproximando rápidamente a la longitud que tendrá al nacer. En estos días también se están desarrollando sus conexiones cerebrales (tiene que establecer billones de ellas). Y es capaz de aprovechar muy bien esa compleja red de conexiones cerebrales, que ya está procesando información, rastreando la luz y percibiendo señales provenientes de los cinco sentidos. El cerebrito de tu bebé es también dormilón, ya que tiene mayores períodos de sueño, particularmente el REM, y por eso tal vez advertirás pautas más definidas de vigilia (y pataditas) y de sueño (quietud) de tu angelito.
Como siempre, recuerda que los embarazos y las mujeres son diferentes. Es posible que experimentes todos estos síntomas en un momento u otro, o sólo unos pocos. Algunos podrían venir del mes pasado y otros ser completamente nuevos. Incluso hay algunos que ni siquiera adviertes porque ya te has acostumbrado a ellos. O podrías presentar otros síntomas menos comunes. Esto es lo que puedes experimentar este mes:
Físicamente
Actividad fetal más firme y frecuente
Creciente flujo vaginal
Dolor en el bajo abdomen o a los costados
Estreñimiento
Acidez, indigestión, flatulencia, hinchazón
Dolores de cabeza, desvanecimiento o mareo ocasionales
Congestión nasal y ocasional hemorragia nasal. Oídos tapados
Encías sensibles que podrían sangrar al cepillarte
Calambres en las piernas
Dolor de espalda
Ligera hinchazón de tobillos y pies y, ocasionalmente, de manos y rostro
Várices en las piernas
Hemorroides
Picazón en el abdomen
Estrías
Falta de aliento
Dificultad para dormir
Contracciones aisladas de Braxton Hicks, generalmente sin dolor (el útero se endurece durante un minuto y después vuelve a la normalidad)
Torpeza
Aumento del tamaño de los senos
Calostro que sale de los pezones (aunque tal vez esta sustancia no aparecerá sino hasta después del parto)
Emocionalmente
Mayor entusiasmo (¡ya viene el bebé!)
Mayor aprensión (¡ya viene el bebé!)
Estado de distracción permanente
Sueños extraños y vívidos
Cierto aburrimiento y cansancio por el embarazo, o un sentido de satisfacción y bienestar, sobre todo si te sientes muy bien físicamente
El control de este mes incluye un par de chequeos nuevos, además de los ya conocidos. Aunque podría haber variantes dependiendo de tus necesidades y del estilo de práctica del profesional, al entrar a tu último trimestre es posible que tu médico controle lo siguiente:
Peso y presión sanguínea
Orina, para medir el nivel de azúcar y proteína
Latido fetal
Tamaño del útero y posición del feto por examen táctil (desde el exterior)
Altura del fondo del útero
Manos y pies para comprobar si hay hinchazón, y piernas en busca de várices
Examen exploratorio de glucosa
Examen de sangre para determinar si hay signos de anemia
Síntomas que puedas haber experimentado, especialmente inusuales
Preguntas o problemas que quieras discutir. Lleva contigo una lista
“Estaba llena de energías durante los últimos meses y ahora estoy empezando a decaer de nuevo. ¿Es esto lo que debo esperar en el tercer trimestre?”
El embarazo es un sube y baja, no sólo en lo que se refiere a los cambios de ánimo (y de la libido) sino también a los niveles de energía. A esa fatiga tradicional del primer trimestre suele seguir un alza de la energía en el segundo trimestre, haciendo de esos meses relativamente cómodos del medio el momento ideal para practicar casi cualquier actividad (¡Ejercicios! ¡Sexo! ¡Viajes! ¡Los tres en un fin de semana!). Pero para el tercer trimestre, muchas futuras mamás vuelven a sentir el peso de la fatiga y a añorar ese mullido sillón.
Y no es de sorprender. Aunque algunas mujeres siguen a un ritmo acelerado a medida que se acercan a la recta final (recuerda que cada embarazo es diferente, incluyendo en lo que se refiere a los niveles de energía), hay muchos buenos motivos por los cuales podrías estar quedándote atrás. El motivo principal puede estar en la mitad de tu cuerpo. Después de todo, estás cargando mucho más peso allí (y en otros sitios) que antes, y la carga de esas libras extras puede ser agotadora. Otra razón: en estos días, ese bulto extra podría estar interponiéndose entre tú y una noche de sueño reparador, dejándote menos descansada cada mañana. Tu mente sobrecargada con todo lo relativo al bebé (abrumada con listas de compras, listas de tareas por cumplir, listas de nombres, listas de preguntas para hacer al médico) también podría estar privándote de sueño y energías. Si a todo eso agregas otras responsabilidades adicionales –como un empleo, el cuidado y alimentación de otros niños, entre otras–, el factor fatiga se multiplica enormemente.
Pero el hecho de que el cansancio acompañe el tercer trimestre no quiere decir que tengas que resignarte a tres meses de agotamiento, ni adueñarte del sofá durante el resto del proceso. Como siempre, la fatiga es una señal del organismo y, por eso, debes prestarle atención. Si has estado viviendo de manera acelerada (demasiados preparativos para el bebé, descanso insuficiente), reduce un poco el ritmo. Elimina toda tarea esencial… que realmente no sea esencial (¡no es justo que consideres que todo es esencial!) y empieza a incorporar cierto descanso y recreación en tu agenda diaria. Haz ejercicio, pero que sea el apropiado (una caminata de 30 minutos puede revitalizarte, pero correr durante una hora podría dejarte postrada en el sofá), y en el momento adecuado (no demasiado cerca de la hora de dormir, para que te provoque sueño, y no lo impida). Y como movilizarte con el estómago vacío puede debilitarte rápidamente, no te olvides de agregar el combustible energético que necesitas. Frecuentes bocadillos saludables (queso y galletitas, una combinación de frutas secas, semillas, dátiles o un batido de yogur) te permitirán mantener el nivel de azúcar en la sangre de manera más duradera que la cafeína o el azúcar. Sobre todo, recuerda que la fatiga del tercer trimestre es la forma que tiene la naturaleza para indicar a las futuras mamás que deben conservar energías. Necesitarás todo aliento de energía que puedas ahorrar ahora para el parto, el alumbramiento y, lo más importante, para lo que vendrá después. Para encontrar más consejos acerca de cómo conservar energías, vuelve a revisar los de la página 138.
Si tomas el descanso extra que reclama el cuerpo pero todavía te sientes consistentemente agotada, consulta a tu médico. A veces, la fatiga extrema que no se alivia es causada por la anemia del tercer trimestre (consulta la página 224), y es por eso que la mayoría de los médicos repite el examen de sangre de rutina en el séptimo mes.
“Me parece que se me hinchan los tobillos y los pies, especialmente al final del día. ¿A qué se debe?”
Tu barriga no es lo único que se hincha en estos días. Esa apariencia de mamá inflada también suele extenderse a las extremidades. Y aunque no te siente fenomenal –especialmente cuando sientas apretados los zapatos y el reloj y te resulte cada vez más difícil sacarte los anillos–, una hinchazón ligera (más conocida como edema) en tobillos, pies y manos es completamente normal, causada por el necesario aumento de fluidos corporales durante el embarazo. De hecho, el 75% de las mujeres experimenta esa hinchazón en determinado momento de su embarazo, usualmente alrededor de este período (el otro 25% nunca advierte hinchazón, lo que también es normal). Como habrás notado, suele ser más pronunciada hacia el final del día, cuando hace calor, o después de pasar mucho tiempo sentada o parada. Y asimismo, podrías notar que buena parte de la hinchazón desaparece por la noche o después de varias horas de estar recostada (otro buen motivo para tomar ese descanso).
Por lo general, este tipo de hinchazón no significa más que una ligera incomodidad, y algunas concesiones que tendrás que hacer a la moda si no puedes ponerte esos zapatos elegantes. Pero, si es posible, puedes recurrir a otros medios para deshincharte. Para encontrar alivio, ten en cuenta estos consejos:
Ni de pie ni de cola. Si tu trabajo exige largos períodos de pie o sentada –en la oficina o en casa– tómate descansos periódicos. Siéntate si has estado parada, y levántate si has estado sentada. O, mejor todavía, haz una caminata enérgica de 5 minutos para estimular la circulación (que debería hacer fluir esos líquidos amontonados).
¡Arriba se ha dicho! Eleva las piernas cuando estés sentada. Si hay alguien que merece poner los pies en alto, eres tú.
Tómate un descanso de costado. Si todavía no has adquirido el hábito, es hora de intentarlo. Acostarte de lado permite que tus riñones funcionen mejor, intensificando la eliminación de los desechos y reduciendo la hinchazón.
Busca tu comodidad. Éste es el momento de anteponer la comodidad a la moda. Opta por los zapatos más cómodos (esas sandalias ajustadas no te quedan ahora, de todos modos), y de vuelta en casa ponte las pantuflas.
Muévete. Mantener tu rutina de ejercicios (si el médico te lo ha autorizado) reducirá la hinchazón. Caminar (probablemente pronto lo llamarás caminar como un pato) es bueno para los pies hinchados, porque mantiene la sangre en movimiento en vez de agolpada. Nadar o hacer aeróbicos en el agua es, incluso, mejor porque la presión del agua empuja el fluido de los tejidos de nuevo en tus venas, luego pasa a los riñones y, a partir de ahí, lo podrás orinar.
Elimina el agua con agua. Aunque parezca contradictorio, es verdad: mientras más agua bebas, menos retendrás. Beber por lo menos de ocho a diez vasos de 8 onzas de líquido diarios ayudará a que tu organismo elimine los productos de desecho. Por el contrario, restringir la ingestión de líquidos no disminuirá la hinchazón.
Usa sal a gusto. Se creía que la restricción de sal ayudaba a mantener la hinchazón a raya, pero ahora se sabe que limitarla aumenta la hinchazón. Por eso usa sal a gusto, pero como en casi todo, la moderación es la clave.
Consigue el apoyo que necesitas. Las medias son muy efectivas para reducir la hinchazón. Hay varios modelos disponibles para las embarazadas, incluyendo la media pantalón (con buen espacio para la barriga) o las medias almuslo (que al menos son más frescas para usar), aunque evita los modelos que son elásticos en la parte superior.
Además de ser normal, el edema es temporal. Los tobillos se te deshincharán y los dedos se te estilizarán poco después de dar a luz (aunque para algunas mamás la hinchazón durará algunas semanas, en algunos casos un mes o más, antes de que desaparezca totalmente). Mientras tanto mira la parte positiva: dentro de poco tu barriga va a estar tan abultada que ni siquiera podrás ver lo hinchados que tienes los pies.
Si tu hinchazón es más bien severa, consulta a tu médico. La hinchazón excesiva puede ser un signo de preeclampsia, pero cuando es así viene acompañada de varios otros síntomas (como un repentino aumento de peso excesivo, presión sanguínea alta y proteína en la orina). Si tu presión sanguínea y orina son normales (son controladas en cada visita prenatal) no hay motivo de preocupación. Pero si además de la hinchazón has subido mucho de peso, súbita e inexplicablemente en corto tiempo, o si experimentas dolores de cabeza intensos o perturbaciones en la vista, llama a tu médico y descríbele tus síntomas.
“Como si tener estrías no fuera suficiente, ahora parece que en ellas estuvieran apareciendo unos granitos que me causan picazón”
Ánimo. Te faltan menos de tres meses para el parto, cuando podrás decir adiós a la mayoría de los efectos secundarios desagradables del embarazo, entre ellos estas nuevas erupciones. Hasta entonces, podría consolarte saber que, aunque pueden ser incómodas (y un poquito antiestéticas), las protuberancias no son peligrosas ni para ti ni para tu bebé. Conocidas en la jerga médica –de manera impronunciable– como pápulas y placas urticariformes pruriginosas del embarazo (PPUPE) –trata de decirlo rápido tres veces– o erupción polimorfa del embarazo (EPE), la afección por lo general desaparece después del alumbramiento y no reaparece en embarazos subsiguientes. Aunque suelen aparecer en las estrías abdominales, a veces también se manifiestan en los muslos, nalgas o brazos de las futuras mamás. Muestra la erupción al médico, que te podría recetar algún medicamento tópico, un antihistamínico, o una inyección para aliviar el malestar.
Una variedad de afecciones en la piel y erupciones podrían presentarse durante el embarazo (¡qué afortunada! ¿no?) para hacerte sentir menos feliz dentro de tu piel. Aunque siempre debes informar sobre cualquier erupción a tu médico, ten en cuenta que muy rara vez son motivo de preocupación. Consulta la página 260 para saber más.
“He tenido dolores en el costado de la espalda a la altura de la cintura que se extiende hasta la cadera y la pierna. ¿Qué es?”
Parece como que tu bebé te estuviera machacando los nervios… el nervio ciático, precisamente. Entre la mitad y el final del embarazo, tu bebé empieza a acomodarse en la posición adecuada para el nacimiento (muy positivo). Pero al hacerlo, su cabeza –y el peso de tu útero cada vez más grande– podría apoyarse sobre el nervio ciático en la parte inferior de tu columna vertebral (muy negativo). La ciática resultante puede producirte un dolor agudo y punzante, un hormigueo o entumecimiento que empieza en las nalgas o la parte inferior de la espalda y se propaga hacia abajo de la espalda o a las piernas. Por momentos, la ciática puede ser muy intensa y, aunque puede pasar si el bebé cambia de posición, también podría persistir hasta el parto, y a veces un poquito más allá.
¿Cómo puedes aliviar el dolor de la ciática? Prueba estos consejos:
Toma asiento. Dejar de estar de pie puede aliviar algo del dolor de piernas y de espalda asociado a la ciática. Recostarte también puede aliviar la presión, siempre que encuentres la posición que te haga sentir mejor.
Dale calor. Una almohadilla térmica caliente aplicada en el lugar donde sientes el dolor puede reducirlo, como también un largo remojo durante un baño tibio.
Estíralo. Las inclinaciones pélvicas o movimientos de estiramiento pueden quitar algo de la presión.
Alívialo con la ingravidez acuática. Como la natación y los ejercicios en el agua te quitan peso, su práctica es particularmente adecuada cuando tienes dolor de ciática. La natación estira y fortalece los músculos de la espalda, aliviando ese dolor intenso.
Busca una alternativa. Las terapias alternativas como acupuntura, medicina quiropráctica o masaje terapéutico (siempre con un instructor entrenado y licenciado) podrían ayudarte a aliviar la ciática.
Si el dolor es muy agudo, pregunta a tu médico si te puede recomendar un analgésico.
“Pese a lo cansada que estoy por la noche, no puedo descansar porque siento las piernas inquietas. He probado todos los consejos para los calambres en las piernas, pero no me han dado resultado. ¿Qué más puedo hacer?”
Con tantas otras preocupaciones que te impiden dormir bien en el tercer trimestre, no es justo que tus piernas también te causen problemas. Pero para el 15% de embarazadas que experimenta el síndrome de las piernas inquietas (SPI) –sí, tiene un nombre–, eso es exactamente lo que sucede. El nombre lo dice todo: una sensación inquieta, progresiva, hormigueante en el interior del pie y/o la pierna que impide que el resto de tu cuerpo descanse. Es más común por la noche, pero también puede ocurrir al caer la tarde o casi en cualquier momento en que estés recostada o sentada.
Los expertos no están seguros cuál es la causa en algunas embarazadas (aunque parecería tener un componente genético) y están todavía menos seguros de cómo tratarlo. Ninguno de los trucos para los calambres en las piernas –incluyendo masaje o flexión– parece tener efecto. Los medicamentos tampoco son una buena opción, porque muchos de los que se usan para tratar el SPI no son seguros durante el embarazo (consulta con tu médico).
Es posible que la dieta, el estrés y otros factores ambientales puedan contribuir al problema, por lo tanto vigila lo que comes, lo que haces y cómo te sientes cada día para ver qué hábito, si es que hay alguno, te produce los síntomas. Algunas mujeres, por ejemplo, advierten que comer carbohidratos a última hora del día empeora su SPI. También es posible que la anemia por deficiencia de hierro pueda ser el causante, y por eso es conveniente que tu médico te examine para descartar esa posibilidad, como también que te sugiera otro tratamiento. La acupuntura puede ayudar a algunas mujeres, como también el yoga, la meditación u otras prácticas de relajación. Y por supuesto, no está de más probar los consejos para dormir de la página 287. Lamentablemente, sin embargo, algunas mujeres siguen sin encontrar alivio. Si es tu caso, el SPI es algo que podrías tener que tolerar hasta el parto. Si llegaste al embarazo con esa afección, podrías tener que esperar hasta después de dar a luz (y posiblemente el destete, si amamantas) para reanudar cualquier tratamiento con fármacos que estuvieras siguiendo.
“A veces siento espasmos regulares y ligeros en el abdomen. ¿Son pataditas, un tic o algo más?”
Aunque no lo creas, tu bebé posiblemente tiene hipo, un fenómeno común entre los fetos en la segunda mitad del embarazo. Algunos tienen hipo varias veces al día, todos los días. Otros no lo tienen nunca. La misma pauta podría continuar después del nacimiento.
Pero antes de que empieces a contener la respiración o intentar otros trucos para el hipo, deberías saber que éste no causa la misma incomodidad en los bebés –ni dentro ni fuera del útero– que en los adultos, aunque les duren 20 minutos o más. Por eso tranquilízate y disfruta de este entretenimiento en tu interior.
“Hoy mientras caminaba, me tropecé con el borde de la acera y me caí de barriga en el pavimento. ¿La caída puede haber lastimado al bebé?”
¿El embarazo te está haciendo una zancadilla? No es de sorprender. Después de todo, una vez que entraste en el tercer trimestre hay muchos factores que se pueden combinar para ponerte literalmente “patas para arriba”. Para empezar, tu sentido alterado del equilibrio, debido al desplazamiento hacia delante de tu centro de gravedad. Además, tus articulaciones más flojas y menos estables se suman a la confusión y te hacen propensa a caídas menores, especialmente aquellas que te hacen besar el suelo con la barriga. También contribuyen a ello tu tendencia a cansarte con mayor rapidez, tu predisposición a las preocupaciones y a soñar despierta, y la dificultad que podrías tener para verte los pies por debajo de la barriga. Todo esto te dificulta ver los bordes de la acera y otros obstáculos en tu camino.
Pero aunque una caída junto a la acera podría causarte rasguños y moretones (particularmente en tu ego, si fue una caída en público), es extremadamente raro que un feto sufra las consecuencias de la torpezas de su madre. Tu bebé está protegido por uno de los sistemas de amortiguación más avanzados del mundo, compuesto por líquido amniótico, membranas resistentes, el útero elástico y muscular y la robusta cavidad abdominal, que está rodeada de músculos y huesos. Para ser penetrado y para que tu bebé se lastime deberías padecer lesiones muy graves, de ésas que probablemente te enviarían al hospital.
Pero si te preocupa, sin embargo, llama a tu médico para mayor tranquilidad.
“Después de que tengo un orgasmo, mi bebé deja de patear durante una media hora. ¿Eso quiere decir que el sexo no es seguro a esta altura del embarazo?”
Hagas lo que hagas en estos días, tu bebé te acompaña en la marcha. Y en lo que respecta a hacer el amor, esa marcha lo adormece. El movimiento mecedor de la relación sexual y las contracciones rítmicas uterinas que suceden al orgasmo suelen sumirlo en el séptimo sueño. Algunos bebés, por otra parte (debido a que cada uno de ellos es un individuo), se vuelven más activos después que los papás hacen el amor. Las dos reacciones son normales y saludables, y no hay ningún indicio de que las relaciones sexuales no sean seguras. Ni tampoco, en caso de que te lo estés preguntando, es una señal de que es consciente de lo que pasa entre las sábanas (el bebé está a oscuras, literalmente).
De hecho, a menos que tu médico te haya dicho lo contrario, puedes seguir disfrutando de las relaciones sexuales y los orgasmos hasta el parto. Y aprovecha a hacerlo mientras puedas. Admitámoslo: podría pasar un tiempo antes de que te resulte tan conveniente hacer el amor nuevamente con tu bebé en casa.
“He tenido sueños tan reales –día y noche– sobre el bebé que estoy empezando a pensar que estoy perdiendo la razón”
¿Has estado proyectando en tu sueño algunos de esos programas extraños de trasnoche? Los sueños –y ensoñaciones y fantasías– desde los más horribles (como el de dejar al bebé en el autobús) hasta los estimulantes (pellizcar mejillas rollizas, empujar cochecitos por el parque soleado) hasta los extravagantes (dar a luz a un bebé extraterrestre con una cola o una camada de perritos) son saludables, normales y muy, muy frecuentes durante el embarazo. Y aunque te hagan sentir como que estás perdiendo la razón (¿era realmente un salame gigante lo que te perseguía en el estacionamiento de Babies “R” Us anoche?) en realidad te están ayudando a mantener la cordura. Son sólo un recurso que tiene tu subconsciente para manejar la sobrecarga mental de ansiedades, temores, esperanzas e inseguridades a fin de aceptar la inminente alteración en tu vida: una válvula de escape para las mil y una emociones conflictivas que sientes (desde la ambivalencia hasta la perturbación, pasando por el entusiasmo y alegría desbordantes), pero que te resultaría difícil manifestar de otra manera. Piensa que es como una terapia nocturna.
Las hormonas también contribuyen a tener sueños fuera de lo común (¿a qué no contribuyen después de todo?). Además, pueden hacerlos mucho más reales. Tu sueño más ligero también ayuda a tu habilidad para recordar tus sueños, y a hacerlo en alta definición. Como te estás despertando más a menudo de lo habitual, ya sea para usar el baño, quitarte algunas colchas o, sencillamente, voltearte para tratar de ponerte cómoda, tienes más oportunidades de hacerlo en medio de un ciclo REM. Con los sueños tan frescos en tu mente cada vez que te despiertas, eres capaz de recordarlos en mayor –y a veces desconcertante– detalle.
Éstos son algunos de los sueños y fantasías más comunes reportados por las embarazadas. Algunos probablemente te resultarán familiares.
Sueños ¡Huy! Aquellos en los que pierdes u olvidas objetos (desde las llaves del auto hasta tu bebé). Olvidas alimentar al bebé o una cita con el médico o vas de compras y dejas al bebé solo en casa. La sensación de que no estás preparada para la llegada del bebé puede revelar el temor común a que no estás preparada para ser mamá.
Sueños ¡Ay! Aquellos en los que eres atacada o lastimada –por intrusos, ladrones, animales, o caes por las escaleras después de un empujón o un resbalón– podrían representar un sentimiento de vulnerabilidad.
Sueños ¡Auxilio! Aquellos en los que estás encerrada o eres incapaz de escapar –atrapada en un túnel, un automóvil, un cuarto pequeño; ahogarse en una piscina, un lago, un túnel de lavado de autos– pueden significar el temor a sentirse atada y privada de libertad a causa del bebé que esperas.
Sueños ¡Ay, no! Aquellos en los que no aumentas de peso o aumentas demasiado de la noche a la mañana, o en los que te llenas de comida o en los que comes o bebes lo que no corresponde (una bandeja de sushi regada con una jarra de martini), son frecuentes entre quienes tratan de atenerse a una dieta.
Sueños ¡Uf! Aquellos en los que te vuelves desagradable o repulsiva para tu esposo o en los que éste se va con otra mujer, expresan el temor común de que el embarazo destruirá tu figura para siempre y te hará poco atractiva para tu pareja.
Sueños sexuales. Aquellos sobre encuentros sexuales –sean positivos o negativos, que te provoquen sentimiento de placer o de culpa– podrían reflejar la confusión y ambivalencia sexual experimentada a menudo durante el embarazo.
Sueños con seres queridos fallecidos. Aquellos en los que están presente la muerte y resurrección –aparición de padres o familiares fallecidos– podrían ser el modo del subconsciente de unir la antigua y la nueva generación.
Sueños de la vida con el bebé. Aquellos en los que estás lista para recibir al bebé y en los que lo amas y juegas con él, son una práctica para la maternidad, una vía del subconsciente para ligarte con tu bebé antes de dar a luz.
Sueños de imaginar al bebé. Aquellos en los que imaginas cómo será tu bebé pueden revelar una amplia variedad de preocupaciones. En los que el bebé aparece deforme, enfermo, demasiado grande o pequeño expresan ansiedad sobre su salud. Las fantasías de que el infante tenga habilidades inusuales (como hablar o caminar al nacer) podrían indicar preocupación por su inteligencia y las ambiciones para su futuro. Las premoniciones de que será varón o mujer pueden significar que te inclinas por uno u otra. Lo mismo con los sueños sobre el color de cabello, de ojos, o su parecido con el papá o la mamá. Las pesadillas de que el bebé nace adulto, podrían significar tu temor a cuidar de un ser diminuto.
Sueños sobre el parto. Aquellos en los que sueñas con el dolor de parto –o la falta de dolor– o en los que no eres capaz de empujar al bebé para que salga, podrían reflejar tus ansiedades sobre el parto.
En definitiva, en lo que respecta a tus sueños y fantasías… no pierdas el sueño por ellos. Son completamente normales y tan comunes en las futuras mamás como la acidez y las estrías (sólo pregunta a otras embarazadas y recibirás respuestas interesantes). Ten en cuenta, además, que tal vez no eres la única que tiene sueños inquietantes en tu cama. Los futuros papás también pueden tener sueños extraños y fantasías mientras intentan lidiar con sus ansiedades conscientes y subconscientes acerca de su inminente paternidad (y para ellos no es tan fácil culpar a las hormonas). Contarse los sueños por la mañana puede ser divertido (¿puedes superar el mío?) como también terapéutico, facilitando la transición a la paternidad y maternidad real. Y, además, puede acercarlos más. Por eso ¡sigan soñando!
“Estoy empezando a preocuparme porque no sé si seré capaz de manejar el trabajo, la casa, el matrimonio… y también el bebé”
Esto es lo primero que deberías saber acerca de cómo lidiar con todas tus responsabilidades: no puedes hacerlo todo, hacerlo todo bien, hacerlo todo bien a la vez, y hacerlo todo bien todo el tiempo. Toda mamá es súper, pero aun la mejor es sólo humana. Muchas nuevas mamás han intentado vestir la capa de “supermamá”, imponiéndose una carga completa de trabajo en el empleo, manteniendo la casa impecable, la bolsa de ropa sucia vacía, la heladera repleta y las comidas calientes sobre la mesa, así como también mostrándose una compañera excesivamente afectuosa (léase sexy) y madre ejemplar y, al estilo de la heroína, pretendiendo sortear un edificio de un solo salto… pero la mayoría se ha dado cuenta a la mitad del vuelo heroico de que es necesario ceder.
Qué tan bien manejarás tu nueva vida probablemente dependerá de lo pronto que hayas llegado a esa conclusión. Y el mejor momento para empezar es ahora, antes de que llegue el nuevo (y adorable) desafío en tu vida.
En primer lugar, tendrás que determinar cuáles son tus prioridades y ordenarlas según la importancia (y no todas pueden ser número uno). Si las prioridades son el bebé, el marido y el trabajo, quizás mantener la casa limpia tendrá que pasar a un segundo (y desordenado) plano. Tal vez la comida cocinada en casa deberá dar paso a la comida encargada afuera, al menos parte del tiempo, o la ropa sucia pasar a ser responsabilidad de otra persona. Si estás pensando que la maternidad de tiempo completo es para ti, y puedes darte el lujo de quedarte en la casa por un tiempo, quizás puedas hacer una pausa temporal en tu carrera. O podrías considerar trabajar tiempo parcial o compartir tu trabajo con otra mamá, si puedes hacerlo, o trabajar desde la casa si es posible.
Una vez que hayas establecido tus prioridades, tendrás que abandonar tus expectativas poco realistas (tú sabes, las mismas de las que están llenas las ensoñaciones). Consulta con mamás experimentadas y pondrás pronto los pies en la tierra. Como toda madre descubre tarde o temprano –y te ahorrarás mucho estrés si lo haces temprano– nadie es perfecto. Pese a tus anhelos de hacerlo todo bien, no podrás hacerlo e, incluso, algunos días te parecerá que no puedes hacer nada bien. No obstante tus mejores esfuerzos, las camas podrían quedar sin hacer, la ropa sin doblar, la mesa servida con comida encargada, y ponerte “sexy” podría significar encontrar por fin el momento de lavarte el pelo. Si te impones expectativas muy exigentes –aunque hayas podido cumplirlas en tu etapa previa a la maternidad–, te toparás con una decepción innecesaria.
Sea como sea que decidas reacomodar tu vida, será más fácil si no tienes que hacerlo sola. Al lado de las mamás más exitosas hay un papá que no solamente comparte por igual las tareas caseras, sino también es un socio pleno en la paternidad, en todos los rubros desde cambiar pañales hasta bañar y acunar. Si el papi no está tan disponible como quisieras (o si no lo está para nada), entonces deberás considerar otras fuentes de ayuda: los abuelos u otros familiares, una niñera o una mucama, cooperativas de niñeras o guarderías infantiles.
“Una amiga que acaba de dar a luz me dijo que preparó un plan para el nacimiento con su médico. ¿Yo también debería hacerlo?”
Decisiones, decisiones… El nacimiento de un hijo implica más decisiones que nunca, y las embarazadas y sus compañeros están involucrados más que nunca en la toma de ellas. ¿Pero de qué modo tú y tu médico pueden controlar todas estas decisiones, desde cómo hacer frente al dolor hasta quién será el primero en recibir al bebé? Aquí entra a jugar el plan para el nacimiento.
Un plan para el nacimiento es sencillamente eso, un plan (o, mejor dicho, una lista ideal de lo que deseas). En él, las embarazadas y sus compañeros pueden trazar el escenario ideal: cómo les gustaría que se desarrollaran el parto y el alumbramiento si todo saliera de acuerdo con el “plan”. Además de enumerar esas preferencias paternas y maternas, el plan típico tiene en cuenta lo que es práctico, lo que es posible y lo que el médico y el hospital o el centro de natalidad encuentran aceptable (no todo en un plan para el nacimiento podría ser factible médica, obstétrica o políticamente para el hospital). No es un contrato sino un entendimiento por escrito entre un paciente y su médico y/o el hospital o centro de natalidad. Un buen plan para el nacimiento no sólo puede proporcionar una mejor experiencia, sino también descartar expectativas irrealistas, minimizar las decepciones, y eliminar los conflictos y fallas de comunicación entre una mujer que da a luz y sus asistentes durante el alumbramiento. Algunos médicos piden rutinariamente a la pareja que llene un formulario con un plan mientras que otros están dispuestos a discutir dicho plan según se les solicite. Un plan también proporciona una base de diálogo entre la paciente y el médico.
Algunos planes abarcan sólo lo básico, otros son extremadamente detallados (hasta la música y la iluminación en la sala de parto). Y como cada embarazada es diferente –no sólo en lo que considera ideal para su experiencia sino en lo que podría esperar, dados sus particulares antecedentes médicos y obstétricos– el plan para el nacimiento debe ser individualizado (y por eso no elabores el tuyo en base al de una amiga). Éstos son algunos de los temas que podrías abarcar en tu plan, si decides trazar uno. Puedes usarlo como una guía general y luego detallarlo según sea necesario (puedes remitirte a las páginas adecuadas antes de tomar tus decisiones). Para una lista más detallada y una muestra de un plan para el nacimiento, consulta el Diario y Organizador de Qué Esperar en el Embarazo (What to Expect Pregnancy Journal and Organizer).
Cuánto tiempo desearías permanecer en casa durante tu proceso de parto y en qué punto preferirías trasladarte al hospital o al centro de natalidad
Lo que comerás y beberás durante el proceso de parto (página 399)
Si estarás fuera de la cama (caminando o sentada) durante el proceso de parto
Personalización del ambiente con música, iluminación, objetos de tu hogar
El uso de una cámara de fotos o de vídeo
El uso de un espejo para que puedas ver el nacimiento
El uso de una IV (administración intravenosa de fluidos, página 401)
El uso de medicamentos analgésicos y el tipo de medicación para el dolor (página 325)
Monitoreo fetal externo (continuo o intermitente); monitoreo fetal interno (página 402)
El uso de oxitocina para inducir o aumentar las contracciones (página 398)
Posiciones para el alumbramiento (página 406)
El uso de compresas calientes y masaje perineal (páginas 380 y 405)
Episiotomía (página 404)
Uso de fórceps o extractor al vacío (página 405)
Cesárea (página 430)
La presencia de otros familiares o amigos (además de tu pareja) durante el parto y/o alumbramiento
La presencia de hijos mayores durante el alumbramiento o inmediatamente después
La aspiración de mucosidades del recién nacido y la participación del padre en ello
Tomar en brazos al bebé inmediatamente después del nacimiento; amamantarlo inmediatamente
Postergar el corte del cordón umbilical, el pesar al bebé, y/o la administración de gotas oculares hasta después de que tú y tu bebé se conozcan
Hacer que el padre ayude en el alumbramiento y/o corte el cordón umbilical
Conservar sangre del cordón umbilical (página 356)
Quizás también desees incluir algunos temas referentes al posparto en tu plan para el nacimiento, tales como:
Tu presencia durante el peso del bebé, el examen pediátrico y su primer baño
La alimentación del bebé en el hospital (si será controlada según el horario de la sala de recién nacidos o el hambre de tu bebé; si pueden evitarse biberones y chupetes adicionales en el caso de estar amamantando)
Circuncisión (consulta Qué Esperar en el Primer Año, What to Expect the First Year)
Compartir la habitación con el bebé (página 466)
Visitas de otros niños a ti y/o al bebé
Medicación o tratamientos tras el parto para ti o tu bebé
La duración de la estancia en el hospital siempre que no haya complicaciones (página 464)
Por supuesto, la flexibilidad es la característica más importante de un buen plan para el nacimiento. Como el nacimiento de un niño –al igual que la mayoría de las fuerzas de la naturaleza– es imprevisible, los planes mejor trazados no siempre salen, digamos, según el plan. Aunque existen muy buenas probabilidades de que tu plan se cumpla al pie de la letra, siempre existe la posibilidad de que no sea así. No hay manera de pronosticar exactamente cómo avanzarán (o no) el parto y el alumbramiento hasta que empiecen las contracciones y, por eso, el plan que diseñes por anticipado podría no ser prudente desde el punto de vista obstétrico o médico y podría necesitar ajustes a último minuto. Después de todo, la mayor prioridad es tu bienestar y el de tu bebé, y si tu plan no coincide con esa premisa, deberá hacerse a un lado. Un cambio de idea (tuya) también puede motivar un cambio de plan (por ejemplo, estabas convencida de que no necesitarías una epidural, pero al llegar a los 4 centímetros te convenciste de lo contrario).
En definitiva: los planes para el nacimiento, aunque no son necesarios (puedes dejarte llevar y dar a luz con o sin uno), son una gran opción que cada vez más futuros padres están aprovechando. Para informarte más y determinar si un plan es tu mejor opción, consúltalo con tu médico en la próxima visita.
“Mi médico dice que necesito hacerme un examen de glucosa para determinar si tengo diabetes gestacional. ¿Por qué lo necesito y en qué consiste?”
Casi todos los médicos realizan test de diabetes gestacional en casi todas las pacientes, entre las semanas 24 y 28 (aunque las que corren mayor riesgo de sufrirla, incluyendo las madres de mayor edad u obesas o las que tienen antecedentes familiares de diabetes, son examinadas antes en su embarazo y más a menudo). Por eso, es probable que el examen que te encomendó tu médico sea sólo de rutina.
Y es también sencillo, especialmente si tienes debilidad por los dulces. Te pedirán que tomes una bebida con glucosa muy dulce, que por lo general sabe a una soda de naranja, una hora antes de extraerte sangre. No necesitarás ayunar. La mayoría se traga la poción sin ningún problema ni efectos secundarios mientras que unas pocas, especialmente a las que no les gustan los líquidos dulces, sienten un poco de náusea después.
Si el examen de sangre arroja cifras elevadas –lo que sugiere que podrías no estar produciendo suficiente insulina para procesar la glucosa extra en el organismo– se ordena el examen de tolerancia a la glucosa. Este examen, que requiere ayunar durante tres horas y que exige una bebida con mayor concentración de glucosa, se usa para diagnosticar la diabetes gestacional.
La diabetes gestacional se produce en un 4% a 7% de las futuras mamás, lo que la convierte en una de las complicaciones más comunes en el embarazo. Afortunadamente, es también una de las más fáciles de tratar. Si el azúcar en la sangre es controlada estrictamente mediante dieta, ejercicio y, de ser necesario, medicación, es muy probable que las mujeres con diabetes gestacional tengan embarazos perfectamente normales y bebés saludables. Consulta la página 589 para leer más.
“He estado leyendo mucho sobre la gran cantidad de bebés que nace con bajo peso. ¿Hay algo que pueda hacer para que al mío no le suceda eso?”
Algunos casos se pueden evitar, por lo tanto es mucho lo que puedes hacer (y si estás leyendo este libro, es probable que ya lo estés haciendo). A nivel nacional, 8 de cada 100 recién nacidos son catalogados de bajo peso al nacer (menos de 5 libras 8 onzas, o 2,500 gramos), y poquito más de 1 en 100 bebés como de muy bajo peso (3 libras 5 onzas, o 1,500 gramos, o menos). Pero esa tasa es mucho menor entre las mujeres que son conscientes del cuidado médico y del cuidado de sí (y son suficientemente afortunadas para solventar el primero y suficientemente informadas como para hacer un buen trabajo con el segundo). La mayoría de las causas comunes de bajo peso al nacer –el uso de tabaco, alcohol o drogas (particularmente cocaína), nutrición deficiente, estrés emocional extremo (pero no niveles normales de estrés) y un cuidado prenatal inadecuado– se puede evitar. Muchas otras, como enfermedades crónicas de la madre, pueden ser controladas mediante una buena sociedad de trabajo entre la mujer y su médico. Una causa importante –parto prematuro– a veces puede prevenirse.
Por supuesto, a veces un bebé es pequeño al nacer por motivos que nadie puede controlar: el propio bajo peso de la mamá al nacer, por ejemplo, o una placenta inadecuada o un trastorno genético. Un intervalo muy breve (menos de nueve meses) entre embarazos, también podría ser un motivo. Pero aun en estos casos, una dieta y un cuidado prenatal excelentes a menudo pueden compensar e inclinar la balanza a favor del bebé. Además, la atención médica de primera actualmente disponible les da aun a los más diminutos una buena probabilidad de sobrevivir y crecer saludablemente.
Si crees tener motivos reales de preocupación de que tu bebé pueda nacer con bajo peso, comparte tu inquietud con el médico. Un examen y/o un ultrasonido probablemente te tranquilizarán, asegurándote que tu feto crece a un ritmo normal. Y si se da el caso de que tu bebé está entre los más diminutos, pueden tomarse medidas para descubrir la causa y, de ser posible, corregirla. Consulta la página 594 para mayor información.
TODO ACERCA DE …
Admitámoslo. Esas 15 horas más o menos en las que tarda en salir el bebé no se llaman parto por ser precisamente un paseo por el parque. El proceso de parto (y el alumbramiento) es un trabajo duro, que puede doler bastante. Y si consideras lo que realmente está sucediendo allí adentro, no es de sorprender que duela. Para dar a luz, tu útero se contrae una y otra vez a fin de forzar el paso de un bebé relativamente grande por un espacio relativamente estrecho (el cuello del útero), para salir por otro todavía más pequeño (la vagina, la misma abertura que alguna vez pensaste que era demasiado pequeña para un tampón). Como dicen, es un dolor con un propósito–un propósito realmente adorable–, pero dolor al fin y al cabo.
Aunque el dolor del parto no se pueda eliminar del todo (a menos que tengas prevista una cesárea, en cuyo caso evitarás el proceso de dilatación y su dolor), existen muchos modos de sobrellevarlo. Como futura mamá que dará a luz puedes escoger entre una variedad de opciones analgésicas, tanto las médicas como las no médicas (e, incluso, puedes optar por una combinación de ambas). Podrías pasar todo el proceso del parto sin medicamentos o sólo una parte de él (como esos más fáciles primeros centímetros). También puedes recurrir a la medicina alternativa y a recursos sin medicamentos para sobrellevar el dolor (acupuntura, hipnosis o hidroterapia, por ejemplo). O puedes dar a luz a tu bebé con una ayudita –o mucha ayuda– de un analgésico, como la popular anestesia epidural (que te deja con poco o ningún dolor de parto, pero te mantiene despierta durante todo el proceso).
¿Cuál es la mejor opción para ti? Para determinarlo, estúdialas todas. Lee acerca del manejo del dolor durante el parto (la sección que sigue cubre ese aspecto). Habla con tu médico. Aconséjate con amigas que hayan dado a luz recientemente. Y después, piénsalo. Recuerda que la mejor opción para ti podría ser una combinación de varias alternativas (la reflexología seguida de una epidural, o una variedad de técnicas de relajación coronada por una serie de acupuntura). Recuerda también la ventaja de mantenerte flexible y no sólo para poder estirarte en una de esas posiciones que aprendiste en las clases para el parto. Después de todo, la opción u opciones que escojas ahora podrían tener que ser adaptadas hacia la mitad del parto (tú planeabas una epidural, pero te diste cuenta que podías manejar bien el dolor, o viceversa). A menos que se produzca una situación obstétrica que determine el curso de tu parto y alumbramiento, recuerda que eres tú quien hace la elección: es tu parto, a tu manera.
Cuando se trata de aliviar el dolor durante el parto, existe una amplia variedad de medicamentos para escoger, incluyendo anestesias (sustancias que producen la pérdida de la sensación o hacen dormir), analgésicos (que alivian el dolor) y ataráxicos (tranquilizantes). En la mayoría de los casos, eres tú quien deberá elegir la alternativa para que tu proceso de parto y alumbramiento sean lo más cómodos posibles, aunque tu elección podría limitarse dependiendo de la etapa del parto, si hay una situación de emergencia, si tus antecedentes médicos o tu condición actual (o la de tu bebé) excluyen un medicamento en particular, así como también de la preferencia y experiencia del anestesiólogo.
Algo más que debes tener en cuenta al empezar a explorar tus opciones: la efectividad de un medicamento para aliviar el dolor dependerá de cómo te afecte a ti (algunos medicamentos afectan de manera diferente a distintas personas), la dosis y otros factores. Siempre existe una remota posibilidad de que un medicamento no te dé el alivio que esperabas, o que no te dé ninguno. Sin embargo, en la mayoría de los casos los medicamentos para el dolor actúan exactamente del modo que se espera, suministrando lo que tú y tu médico dispusieron.
Éstos son los medicamentos de uso más común durante el proceso de parto y el alumbramiento:
Epidural.
La anestesia epidural es el procedimiento para el dolor escogido por dos tercios de todas las mujeres que dan a luz en los hospitales. Su popularidad se debe a que es relativamente segura (sólo se necesita una pequeña dosis para lograr el efecto deseado), es fácil de administrar y sus resultados son muy favorables para las pacientes (alivio del dolor localizado en la parte inferior del cuerpo, que te permite permanecer despierta durante el nacimiento y alerta como para recibir inmediatamente después al bebé en tus brazos). También está considerada más segura para tu bebé que otros anestésicos, porque se inyecta directamente en la médula espinal (técnicamente en el espacio epidural, que está localizado entre el ligamento que envuelve las vértebras y la membrana que cubre la médula espinal), lo que significa que el fármaco apenas llega al flujo sanguíneo (al contrario que otros anestésicos). Y algo todavía mejor: puedes recibir una epidural en cuanto la solicites, sin necesidad de esperar a alcanzar cierto grado de dilatación (3 ó 4 cm, por ejemplo). Los estudios demuestran que aun recibir una epidural muy al inicio del proceso no aumenta las probabilidades de una cesárea como se suponía ni tampoco demora significativamente el parto. Y aun si el proceso de parto baja su ritmo con la epidural, tu médico puede darte Pitocin (una versión sintética de la oxitocina, la hormona que provoca contracciones naturalmente), para ayudarte a reencauzarlo nuevamente.
Esto es lo que puedes esperar si recibes una epidural:
Antes de la administración de la epidural, se aplican fluidos por vía intravenosa (un efecto lateral de la epidural es la baja en la presión sanguínea, y los líquidos impiden que baje demasiado).
En algunos hospitales (las políticas varían), se inserta un catéter (tubo) en la vejiga justo antes o después de que se inyecta la epidural y se mantiene en su lugar para vaciar la orina mientras la epidural sigue su curso (ya que el medicamento podría suprimir la necesidad de orinar). En otros hospitales, la vejiga se vacía intermitentemente con un catéter según haga falta.
En la parte baja y media de la espalda se aplica una solución antiséptica y una pequeña área de ésta se insensibiliza con un anestésico local. En la zona adormecida se inyecta una aguja más grande en el espacio epidural de la médula espinal, generalmente mientras estás tendida de costado o sentada, e inclinándote hacia una mesa o sostenida por tu cónyuge, asistente o enfermera. Algunas mujeres sienten un poquito de presión cuando se inserta la aguja. Otras sienten un pequeño cosquilleo o un dolor momentáneo mientras la aguja encuentra el lugar adecuado. Si eres afortunada (muchas lo son), tal vez no sientas nada al momento de la inyección. Además, si se compara con el dolor de las contracciones, la incomodidad provocada por el pinchazo de una aguja es ínfima.
Se retira la aguja dejando en su lugar un catéter flexible. El tubo está adherido a tu espalda, por lo tanto te puedes mover de un lado a otro. Después de tres a cinco minutos de la dosis inicial, los nervios del útero empiezan a dormirse. Por lo general, después de 10 minutos empezarás a sentir el efecto completo (ojalá, dulce alivio). La medicación adormece los nervios en toda la parte inferior del cuerpo, lo que hace más difícil sentir las contracciones (y ése es precisamente su propósito).
Te controlarán frecuentemente la presión sanguínea para asegurarse de que no baje demasiado. Los fluidos vía IV y mantenerte de costado contribuirán a contrarrestar una caída en la presión sanguínea.
Como a veces la epidural se asocia a una reducción en el ritmo de los latidos cardíacos fetales, también es necesaria una constante vigilancia fetal. Aunque esa vigilancia limita tus movimientos, permite al médico monitorear el latido cardíaco del bebé y a ti “ver” la frecuencia e intensidad de tus contracciones (porque, idealmente, no las sentirás).
Por suerte, la epidural tiene pocos efectos secundarios, aunque algunas mujeres podrían experimentar un adormecimiento de un solo lado del cuerpo (a diferencia de una anestesia total). Las epidurales podrían no ofrecer un dominio completo del dolor si las contracciones te provocan dolor en la espalda producto de que el bebé está en una posición posterior, o sea, con la cabecita presionándote la espalda.
Epidural espinal combinada (alias “epidural andante”).
Produce el mismo alivio al dolor que la epidural regular, pero usa una dosis más pequeña para lograr ese objetivo. No todos los anestesiólogos u hospitales ofrecen este tipo de epidural (pregunta a tu médico si estará disponible). El anestesiólogo te inyectará un analgésico directamente en el fluido espinal para aliviar el dolor, pero como el medicamento sólo se inyecta en el fluido espinal, podrás seguir sintiendo y usar los músculos de las piernas (y por eso se le llama epidural andante). Cuando sientas que necesitas más alivio al dolor, te inyectarán más dosis en el espacio epidural (por medio de un catéter que te insertaron en el momento de la administración de la epidural). Aunque podrás mover las piernas, las sentirás débiles, por lo tanto es poco probable que quieras caminar alrededor.
Bloqueo espinal (para parto con cesárea) o bloqueo en silla de montar (para parto vaginal asistido con instrumental).
Estas anestesias regionales, que actualmente se usan poco, son administradas en una sola dosis justo antes de dar a luz (en otras palabras, si no tuviste una epidural durante el proceso del parto, pero quieres alivio para el dolor durante el alumbramiento, recibirás el bloqueo espinal de acción rápida). Como la epidural, son administrados mientras estás sentada o recostada de lado, inyectando la anestesia en el fluido que rodea la médula espinal. Los efectos secundarios de ambos tipos de anestesia son los mismos que para una epidural (una posible baja en la presión sanguínea).
Anestesia por bloqueo del nervio pudendo.
Usada ocasionalmente para aliviar el dolor al principio de la segunda etapa, este tipo de anestesia se suele reservar para el mismo alumbramiento vaginal. Administrada por medio de una aguja insertada en el área vaginal, la medicación reduce el dolor en la región pero no provoca incomodidad uterina. Es útil cuando se usan fórceps o extractor al vacío, y sus efectos pueden durar durante la episiotomía (de ser necesario) y la reparación de una episiotomía o desgarro.
Anestesia general.
Hoy en día rara vez se usa y sólo se emplea en casos específicos para nacimientos quirúrgicos de emergencia. Un anestesiólogo en la sala de parto/quirófano te inyecta fármacos por vía intravenosa que te ponen a dormir. Estarás despierta durante los preparativos e inconsciente durante el alumbramiento (por lo general cuestión de minutos). Al despertar, estarás adormilada, desorientada e inquieta. También podrías tener tos e irritación de garganta (debido al tubo que insertan por la boca hasta la garganta) y experimentarás náusea y vómitos.
La principal desventaja de la anestesia general (además de que la mamá se pierde el nacimiento) es que también seda al bebé. El equipo médico reducirá esos efectos sedantes, administrándote la anestesia lo más cerca posible del alumbramiento. Así el bebé puede salir antes de que la anestesia alcance a surtir efecto en él. El médico también podría inclinarte de costado o darte oxígeno para que le llegue más al bebé, reduciendo al mínimo el efecto temporal del fármaco.
Demerol.
Es uno de los analgésicos más utilizados en obstetricia. Este fármaco inyectado (a veces en las nalgas o por vía intravenosa) se usa para amortiguar el dolor y relajar a la madre para que pueda sobrellevar mejor las contracciones. Puede repetirse cada dos a cuatro horas, según sea necesario. Pero no a todas las madres les agrada la somnolencia que produce el Demerol, y algunas se sienten menos capaces de tolerar el dolor bajo su efecto.
Puede producir efectos secundarios (dependiendo de la sensibilidad de la mujer), incluyendo náusea, vómitos y una baja en la presión sanguínea. El efecto que el Demerol producirá en el recién nacido, dependerá de la dosis total y cuán cerca del alumbramiento se ha suministrado. Si se da muy cerca del alumbramiento, el bebé podría estar somnoliento e incapaz de succionar y, con menor frecuencia, podría tener dificultades para respirar y necesitar más oxígeno. Por lo general, los efectos en el recién nacido pasan rápidamente y, de ser necesario, pueden ser tratados.
Usualmente, no se administra sino hasta que se tiene claridad de que la mujer ha entrado en proceso de parto y después de que se ha descartado un parto falso, pero no después de que falten dos o tres horas para el alumbramiento.
Tranquilizantes.
Estos fármacos (como Phenergan y Vistaril) se usan para calmar y tranquilizar a una futura mamá extremadamente ansiosa, a fin de que pueda participar más activamente en el parto. Los tranquilizantes también pueden afianzar la efectividad de analgésicos como Demerol. Al igual que éstos, los tranquilizantes suelen administrarse después de establecerse con certeza que ha comenzado el proceso del parto, y mucho antes del alumbramiento. Pero se emplean ocasionalmente a comienzos del proceso si la ansiedad de la madre hace más lento el progreso del parto. Las reacciones a los efectos de los tranquilizantes varían. A algunas mujeres les encanta la suave sensación de somnolencia que provoca mientras que otras sienten que interfiere con su control de la situación y con sus recuerdos de esta memorable experiencia. La dosis decididamente cuenta. Una dosis pequeña puede aliviar la ansiedad sin disminuir la lucidez. Una dosis mayor podría dificultar el habla y adormecer entre contracción y contracción, dificultando el uso de técnicas de parto. Aunque los riesgos de los tranquilizantes para el feto o el recién nacido son mínimos, la mayoría de los médicos prefiere no usarlos a menos que sean realmente necesarios. Si crees que estarás extremadamente nerviosa durante el parto, podrías aprender algunas técnicas de relajación sin medicamentos (como meditación, masaje, hipnosis; lee más abajo), y así evitar el uso de tranquilizantes.
No toda mujer desea los medicamentos tradicionales para combatir el dolor, sin embargo la mayoría quiere que su parto sea lo más cómodo posible. Y es aquí donde entran a jugar las terapias que ofrecen la medicina complementaria y alternativa (CAM, por sus siglas en inglés). En estos días, no sólo los practicantes de las CAM elogian los beneficios de estas técnicas, sino que también cada vez más médicos tradicionales se están subiendo al carro triunfal de la medicina alternativa. Muchos recomiendan estas técnicas a sus pacientes, ya sea como una alternativa a los medicamentos analgésicos o como un suplemento tranquilizante a éstos. Aunque estés convencida de que la epidural es para ti, podrías explorar también el mundo de las CAM (y explorarlas bien antes de la fecha del nacimiento, puesto que muchas de ellas requieren práctica –o clases– para dominarlas y, la mayoría, requiere mucha planificación). Pero recuerda buscar a quienes tengan licencia y certificación y mucha experiencia en embarazos, partos y alumbramientos.
Acupuntura y acupresión.
Los estudios científicos confirman actualmente lo que los chinos saben desde hace miles de años: la acupuntura y la acupresión son medios efectivos para aliviar el dolor. Los investigadores descubrieron que la acupuntura, por medio de agujitas insertadas en puntos determinados del cuerpo, libera varias sustancias químicas cerebrales, incluyendo endorfinas, que bloquean las señales del dolor y alivian el dolor del parto (e, incluso, podrían contribuir al progreso del proceso de parto). La acupresión funciona según el mismo principio de la acupuntura, excepto que en vez de pincharte con agujitas, el practicante usará la presión de los dedos para estimular esos puntos. Se dice que la acupresión en determinado punto de la planta del pie ayuda a aliviar el dolor en la espalda, cuando el bebé está en una posición posterior, presionando con su cabecita. Si planeas usar alguna de las dos técnicas cuando des a luz, informa a tu médico que un practicante de CAM te acompañará durante el proceso del parto.
Reflexología.
Los reflexólogos creen que es posible acceder a los órganos internos del cuerpo mediante puntos específicos en los pies. Al masajear los pies durante el parto, el reflexólogo puede relajar el útero y estimular la glándula pituitaria, aparentemente disminuyendo el dolor e, incluso, reduciendo la duración del proceso de parto. Algunos de los puntos de presión son tan poderosos que deberías evitar estimularlos a menos que efectivamente estés en proceso de parto.
Terapia física.
Desde masajes y compresas calientes hasta bolsas de hielo y contrapresión intensa en las áreas delicadas, la terapia física durante el parto puede aliviarte gran parte del dolor. El masaje en las manos por parte de un compañero o una doula dedicados, o un profesional de la salud, pueden aportar un relajante alivio y ayudar a disminuir el dolor.
Hidroterapia.
No hay nada como un baño tibio, especialmente uno con chorros de hidromasaje dirigidos en tus áreas doloridas, sobre todo si estás en proceso de parto. Escoge una tina de hidromasaje (o una tina de inmersión) para una sesión de hidroterapia durante el parto para reducir el dolor y tranquilizarte. Muchos hospitales y centros de natalidad ofrecen ahora dichas tinas para el proceso de parto e, incluso, para el alumbramiento.
Hipnoparto.
Aunque la hipnosis no ocultará tu dolor, ni entumecerá tus nervios, ni reprimirá las contracciones, puede relajarte de tal manera que ni te enteres del dolor (algunas mujeres dicen que se sienten como una de esas muñecas desarticuladas). La hipnosis no funciona para todas sino sólo para las que son más fáciles de sugestionar (algunas características son tener una capacidad de concentración prolongada, una rica imaginación, y disfrutar –o que no te moleste– de estar sola). Y son cada vez más las mujeres que buscan la ayuda de un hipnoterapeuta con certificación médica (no querrás a alguien que no cumpla esos requisitos) para que les enseñe a autohipnotizarse durante el proceso de parto (a veces te puede acompañar un hipnoterapeuta durante el proceso). No puedes comenzar a intentarlo cuando sientas las primeras contracciones, sino que tendrás que practicar mucho durante el embarazo hasta poder lograr una relajación total, aun con un terapeuta certificado a tu lado (y mientras practicas, puedes aprovechar la hipnosis para aliviarte las molestias, dolores y estrés del embarazo). Un sólido beneficio de la hipnoterapia es que, mientras estás totalmente relajada, también estás completamente despierta y consciente de cada momento en el nacimiento de tu bebé. Tampoco hay efectos físicos para el bebé (ni para ti).
Distracción.
Aunque no seas el tipo de persona que quiera probar la hipnosis (o aunque no hayas planeado con suficiente anticipación), igualmente podrías tratar de desviar la atención de tu mente de los dolores del parto usando técnicas de distracción. Todo lo que te distraiga del dolor –ver televisión, escuchar música, meditar– puede disminuir tu percepción del mismo. También lo puedes lograr concentrándote en un objeto (una imagen del ultrasonido de tu bebé, un paisaje que te relaje, la foto de tu sitio favorito) o haciendo ejercicios de visualización (por ejemplo, imaginar a tu bebé impulsado gentilmente por las contracciones, preparándose para salir del útero, entusiasmado y feliz). Mantener el dolor en perspectiva también es clave para un parto más fácil. Si permaneces descansada, tranquila y positiva (recuerda que el dolor de una contracción tiene un propósito –cada una te acerca más a tu bebé– y te repites a ti misma que no durarán para siempre) te sentirás mucho más cómoda.
Estimulación nerviosa eléctrica transcutánea.
Esta técnica emplea electrodos que emiten pulsos de bajo voltaje para estimular las vías nerviosas al útero y al cuello del útero, supuestamente bloqueando el dolor. Los estudios no han dado evidencia de que esta técnica es realmente efectiva para reducir el dolor del parto, pero algunos indican que permite acortar la primera etapa del proceso de parto y el menor uso de medicamentos para el dolor.
Ahora tienes la información sobre las opciones disponibles para manejar el dolor durante el parto y el alumbramiento, precisamente la que necesitas para tomar una decisión con conocimiento de causa. Pero antes de decidir lo que más les conviene a ti y a tu bebé, deberías:
Discutir el tema del manejo del dolor y la anestesia con tu médico mucho antes del parto. Su experiencia lo convierte en un socio invalorable en el proceso de toma de decisiones, aunque la última palabra sea tuya. Mucho antes de tu primera contracción, averigua qué tipos de medicamentos o técnicas de medicina alternativa usa más a menudo, qué efectos secundarios puedes experimentar, cuándo considera que la medicación es absolutamente necesaria, y cuándo la opción es tuya.
Ser flexible. Aunque es importante pensar con anticipación lo que podría convenirte en determinadas circunstancias, es imposible pronosticar qué tipo de parto y alumbramiento tendrás, cómo reaccionarás a las contracciones y si querrás, necesitarás o deberás tener medicación. Aunque estés absolutamente convencida de que querrás una epidural, tal vez no quieras cerrar completamente las puertas a probar algunas técnicas alternativas. Después de todo, tu parto podría resultar mucho más fácil de manejar (o mucho más breve) de lo que pensabas. Y aunque seas ferviente partidaria de un alumbramiento sin medicamentos, deja abierta las puertas (aunque sea una rendija) para esta alternativa en caso de que tu parto resulte más difícil de lo que esperabas.
Y, lo más importante, a medida que repases las opciones para manejar el dolor, recuerda el fondo de la cuestión: tu bebé. Después de todo, no importa cómo termines sobrellevando el dolor del parto –e, incluso si no terminas manejándolo como querías o esperabas–, ya que igualmente darás a luz a tu bebé. ¿Y qué podría ser más importante que eso?