Aproximadamente de 32 a 35 Semanas
EN ESTE PENÚLTIMO MES, PODRÍAS estar disfrutando de cada detalle de la espera, o tal vez ya estás cansada de crecer, crecer… y crecer. Como sea, seguramente sientes una mezcla de preocupación y gran entusiasmo por la inminente llegada de tu bebé. Por supuesto, junto con esa generosa cuota de entusiasmo (¡el bebé ya casi está aquí!), es muy probable que tú y tu pareja estén experimentando también una cuota de temor (¡el bebé ya casi está aquí!), especialmente si ésta es la primera incursión en la maternidad y paternidad. Conversar sobre estos sentimientos perfectamente normales –y consultar la opinión de amigos y familiares que ya han debutado como padres– les ayudará a darse cuenta de que todos se sienten igual, sobre todo la primera vez.
Semana 32 Esta semana tu bebé pesa casi 4 libras y mide unas 19 pulgadas. Pero seguir creciendo no es la única actividad de la agenda en estos días. Mientras tú estás ocupada preparando todo para su llegada, tú bebé también lo está, preparándose para el gran debut. La consigna de estas últimas semanas es practicar, practicar y practicar sus habilidades para sobrevivir fuera del útero: desde tragar y respirar hasta patear y succionar. Y hablando de succionar, ya desde hace algún tiempo tu pequeño es capaz de chuparse el pulgar (bueno, convengamos que no es una habilidad de supervivencia, pero sí una práctica absolutamente adorable). Otro cambio esta semana: la piel de tu bebé ya no es traslúcida. A medida que se va acumulando cada vez más grasa debajo de la piel, finalmente se vuelve opaca (¡como la tuya!)
Tu Bebé, Octavo Mes
Semana 33 En estos días, el bebé está aumentando de peso casi tan rápido como tú (promediando una media libra por semana), lo que da un total superior a las 4½ libras. Sin embargo, tu bebé tiene mucho por crecer y madurar. Podría crecer una pulgada entera sólo esta semana y aproximarse a duplicar su peso para el gran día. Y con tanto bebé dentro de tu útero, el nivel del líquido amniótico se ha colmado (ya no hay espacio para más). Lo que explica por qué esos golpecitos y pataditas a veces resultan extremadamente incómodos: hay menos fluido para amortiguarlos. Los anticuerpos también pasan de ti al bebé, mientras el pequeño sigue desarrollando su propio sistema inmunológico. Estos anticuerpos decididamente resultarán útiles cuando salga al exterior y lo protegerán de muchos de esos gérmenes en los patios de recreo.
Semana 34 Tu bebé podría medir ahora 20 pulgadas y pesar unas 5 libras. ¿Es niño? Si lo es, entonces ésta es la semana en la que los testículos empiezan a descender desde el abdomen hasta su destino final: el escroto (cerca del 3% al 4% de los niños nace con testículos sin descender, lo que no es motivo de preocupación y, por lo general, viajan al sur antes del primer cumpleaños). Y entre otras noticias, esas diminutas uñitas probablemente han llegado al extremo de sus dedos para esta semana, ¡por eso asegúrate de tener un cortaúñas para bebé en tu lista de compras!
Semana 35 Tu bebé pisa fuerte –si pudiera ponerse de pie, claro está– con su estatura de 20 pulgadas y sigue el plan de aumentar ½ libra por semana, con su peso actual de 5½. Aunque su altura alcanzará un tope (el bebé promedio de término completo mide unas 20 pulgadas), tu pequeño seguirá acumulando libras hasta el día del nacimiento. Además, en las últimas semanas restantes está cargando más células cerebrales. El desarrollo del cerebro continúa a un ritmo asombroso, lo que le hace lucir un poquito cabezón. Y hablando de cabeza, a esta altura la mayoría de los bebés se ha colocado en el interior de la pelvis cabeza abajo y colita arriba, o pronto lo hará. Es un aspecto positivo, ya que es más fácil para ti si la cabeza del bebé (la mayor parte de su cuerpo) sale primero durante el alumbramiento. Y ésta es otra ventaja: su cabecita puede ser grande, pero todavía es flexible (al menos el cráneo), lo que hace que esa salida por el ajustado canal de parto sea un poco menos estrecha.
Como siempre, recuerda que los embarazos y las mujeres son diferentes. Es posible que experimentes todos estos síntomas en un momento u otro, o sólo unos pocos. Algunos podrían venir del mes pasado y otros ser completamente nuevos. Incluso hay algunos que ni siquiera adviertes porque ya te has acostumbrado a ellos. O podrías presentar otros síntomas menos comunes. Esto es lo que puedes experimentar este mes:
Físicamente
Actividad fetal más firme y frecuente
Creciente flujo vaginal
Creciente estreñimiento
Acidez, indigestión, flatulencia, hinchazón
Dolores de cabeza, desvanecimientos o mareos ocasionales
Congestión nasal y ocasional hemorragia nasal. Oídos tapados
Encías sensibles
Calambres en las piernas
Dolor de espalda
Presión y/o dolor en la pelvis
Ligera hinchazón de tobillos y pies y, ocasionalmente, de manos y rostro
Várices en las piernas
Hemorroides
Picazón en el abdomen
Un ombligo protuberante
Estrías
Falta creciente de aliento a medida que el útero se desplaza a los pulmones, que se alivia cuando el bebé baja
Dificultad para dormir
Aumento de la “práctica” de las contracciones (Braxton Hicks)
Mayor torpeza
Aumento del tamaño de los senos
Calostro que sale de los pezones (aunque tal vez esta sustancia no aparecerá sino hasta después del parto)
Emocionalmente
Ansiedad creciente de que termine el embarazo
Aprensión por el parto y el alumbramiento
Estado de distracción permanente
Temor de llegar a ser madre, si es tu primera vez
Entusiasmo de que ya no falta tanto
Después de la semana 32, tu médico podría pedirte que lo visites semana por medio para observar más detenidamente tu progreso y el de tu bebé. Aunque podría haber variantes dependiendo de tus necesidades y del estilo de práctica del profesional, es posible que tu médico controle lo siguiente:
Peso y presión sanguínea
Orina, para medir el nivel de azúcar y proteína
Latido fetal
Altura del fondo del útero
Tamaño (es posible calcular un peso aproximado) y posición del feto por examen táctil (desde el exterior)
Manos y pies para comprobar si hay hinchazón, y piernas en busca de várices
Examen del estreptococo del grupo B
Síntomas que puedas haber experimentado, especialmente inusuales
Preguntas o problemas que quieras discutir. Lleva contigo una lista
“Cada tanto me da la impresión de que el útero se contrae y endurece. ¿A qué se debe?”
Es una práctica. Como el alumbramiento está a la vuelta de la esquina, tu organismo se está preparando para el gran día flexionando sus músculos… literalmente. A esta gimnasia uterina se le conoce como contracciones Braxton Hicks, una práctica para las contracciones del parto que usualmente comienza después de la semana 20 del embarazo (aunque son más perceptibles en los últimos meses del embarazo). Estas contracciones de ensayo (que las mujeres que ya han tenido un embarazo suelen experimentar antes y con mayor intensidad), se sienten como una sensación de endurecimiento que empieza en la parte superior del útero y después se va propagando hacia abajo, con una duración de 15 a 30 segundos, aunque a veces puede llegar hasta dos minutos o más. Si te palpas la barriga durante una contracción Braxton Hicks, incluso podrías ver lo que estás sintiendo: tu abdomen habitualmente redondeado podría aparecer puntiagudo o curiosamente encogido. Raro de observar, pero normal.
Aunque las contracciones Braxton Hicks no son una señal de dilatación, puede ser difícil distinguirlas de las del parto real, especialmente a medida que aumentan en intensidad, lo que suele ocurrir cuando el embarazo se acerca a su fin. Y aunque no son suficientemente eficientes como para dar a luz a tu bebé (aunque pueden llegar a ser realmente incómodas), podrían darte una ventaja para el parto haciendo que los procesos previos de borramiento y dilatación del cuello uterino empiecen en el momento adecuado.
Para aliviar la incomodidad que provocan estas contracciones, trata de cambiar de posición: recuéstate y relájate si has estado de pie, o levántate y camina si has estado sentada. Asegúrate además de beber suficiente líquido. La deshidratación (aun leve) puede a veces causar contracciones, incluyendo éstas de práctica. También puedes utilizar este ensayo para practicar tus ejercicios de respiración y las otras numerosas técnicas que has aprendido, lo que te facilitará lidiar con las contracciones de verdad cuando lleguen.
Si las contracciones no pasan luego de un cambio de actividad, y si se vuelven cada vez más intensas y frecuentes podrías estar realmente en el proceso de parto, por lo tanto no vaciles en llamar al médico. Una buena regla práctica: si tienes más de cuatro Braxton Hicks en una hora, llama a tu médico para decírselo. Si te cuesta distinguir entre las contracciones Braxton Hicks y las reales –especialmente si es tu primer embarazo y nunca has experimentado las verdaderas– lee sobre los diferentes tipos de contracciones en la página 387 y llama a tu médico para describirle exactamente lo que estás sintiendo.
“Siento como que mi bebé tuviera los pies atascados en mi caja torácica y realmente me duele”
En los últimos meses, cuando los fetos se quedan sin lugar para estirarse en su ámbito reducido, las ingeniosas criaturas a veces parecen encontrar un nicho para sus pequeños pies entre las costillas de la mamá, y ésa es una gracia… que no te hace gracia. Cambiar tu posición podría convencer al bebé de cambiar la suya. Un ligero y gentil codazo o algunas inclinaciones pélvicas podrían desalojarlo. O trata de reposicionarlo con este ejercicio: respira hondo mientras elevas un brazo sobre la cabeza y después exhala mientras lo bajas; repite la maniobra unas cuantas veces con cada brazo.
Si ninguna de estas tácticas te da resultado, ten paciencia. Cuando tu dulce atormentador se acomode sobre la pelvis, lo que suele suceder dos o tres semanas antes del alumbramiento en los embarazos primerizos (aunque a menudo no sucede hasta que empieza el parto en los embarazos subsiguientes), probablemente no será capaz de estirar tan alto sus deditos.
Otro motivo del dolor en las costillas del que no puedes culpar a tu bebé –al menos directamente– es el aflojamiento de las articulaciones en el área, cortesía de las hormonas del embarazo. El acetaminofeno (Tylenol) puede aliviar el dolor. Así también, evita levantar cargas pesadas, ya que podría empeorarlo (y que no deberías estar haciendo a estas alturas de todos modos).
“A veces tengo dificultades para respirar, aun cuando no esté gastando energías. ¿Por qué me ocurre? ¿Eso significa que mi bebé no está recibiendo suficiente oxígeno?”
No es de sorprender que te sientas un poquito escasa de aire en estos días. Tu útero en permanente expansión está presionando todos tus órganos en un intento por dar suficiente espacio para tu bebé que no deja de crecer. Y tus pulmones son algunos de los órganos que sienten esta presión, ya que tu útero los ha comprimido, limitando su capacidad para expandirse plenamente cuando respiras. Esto, sumado a la progesterona extra que te ha venido cortando el aliento durante meses, explica por qué en estos días subir una escalera puede hacerte sentir como si acabaras de correr un maratón (sin una gotita de aire). Afortunadamente, si bien esta falta de aliento puede hacerte sentir muy incómoda, a tu bebé no le molesta en absoluto. Eso, debido a que está bien provisto de todo el oxígeno que necesita por medio de la placenta.
El alivio a esta sensación de no poder respirar suele llegar hacia el final del embarazo, cuando tu bebé baja hasta la pelvis en preparación para el nacimiento (en los embarazos primerizos esto ocurre generalmente de dos a tres semanas antes del alumbramiento mientras que en los subsiguientes a menudo no pasa hasta que comienza el parto). Hasta entonces, podrías respirar mejor si te sientas erguida en vez de reclinada y si duermes con el cuerpo algo levantado, con la ayuda de dos o tres almohadas.
A veces la falta de aliento puede indicar que tus reservas de hierro están escaseando, por lo tanto consulta a tu médico. Llama inmediatamente o dirígete a la sala de emergencia si la falta de aliento es severa y acompañada de una respiración acelerada, si tienes una coloración azulada en los labios y las puntas de los dedos, dolor de pecho y/o pulso acelerado.
“Anoche vi una película muy divertida y cada vez que me reía parecía que me orinaba. ¿A qué se debe?”
Como si ir al baño con frecuencia no fuera molestia suficiente, el tercer trimestre trae incorporado un nuevo problema de vejiga: incontinencia de orina de esfuerzo. Esta falta de control de la vejiga –que te hace soltar un poquito de orina cuando toses, estornudas, levantas algo pesado o, incluso, cuando te ríes (aunque no resulte nada gracioso)– es resultado de la presión creciente del útero sobre la vejiga. Algunas mujeres también experimentan una incontinencia de urgencia, la súbita e impostergable necesidad de orinar (¡tengo que ir ahora ya!) hacia el final del embarazo. Sigue los siguientes consejos para prevenir o controlar los dos tipos de incontinencia:
Vacía la vejiga todo lo que puedas inclinándote hacia adelante cada vez que vas al baño.
Practica tus ejercicios de Kegel. Cumplirlos al pie de la letra te ayudará a fortalecer los músculos pélvicos y prevenir o corregir la mayoría de los casos de incontinencia inducida por el embarazo. Y además, de cara al futuro, también te ayudarán a prevenir la incontinencia posparto. Para saber cómo practicar los ejercicios de Kegel, consulta la página 318.
Haz los ejercicios de Kegel o cruza las piernas cuando sientas que vas a toser, estornudar o reírte.
Usa un pantiprotector si necesitas uno o si temes que lo necesitarás. Cámbialo por una toalla femenina absorbente cuando las filtraciones puedan resultar demasiado inconvenientes.
Ve al baño con regularidad, porque los excrementos no evacuados pueden imponer presión sobre la vejiga. Además, esforzarte demasiado cuando estás sentada en el baño (como es probable que lo hagas cuando estás estreñida) puede debilitar los músculos de la pelvis. Para saber cómo combatir el estreñimiento, consulta la página 186.
Si son las ganas las que te vuelven loca (y te hacen salir corriendo al baño a cada rato), trata de entrenar tu vejiga. Orina con mayor frecuencia –cada media a una hora– para ir antes de sentir esa necesidad incontrolable. Después de una semana, trata de prolongar paulatinamente los períodos entre las visitas al baño, agregándoles 15 minutos cada vez.
Sigue bebiendo por lo menos ocho vasos de líquido por día, aunque experimentes la incontinencia de esfuerzo o ganas frecuentes. Limitar la ingestión de líquidos no limitará las filtraciones y podría desembocar en una infección urinaria y/o deshidratación. Ello no sólo puede producir otros problemas (incluyendo contracciones prematuras), sino que además las infecciones urinarias pueden empeorar la incontinencia de orina de esfuerzo. Consulta la página 538 para saber cómo mantener saludable el sistema urinario.
Para asegurarte de que lo que despides es orina (que seguramente es eso) y no fluido amniótico, es prudente que compruebes cómo huele. Si el líquido que despides no huele a orina (que tiene un olor como amoníaco mientras que el líquido amniótico tiene un olor dulzón), consúltalo con tu médico inmediatamente.
“Todos me dicen que mi barriga parece pequeña y baja para estar en el octavo mes. Mi partera dice que todo está bien, ¿pero qué pasa si mi bebé no está creciendo como debe?”
La verdad es que no se puede saber nada de un bebé por la forma de la barriga de la mamá. La forma y volumen de tu barriga tiene mucho menos que ver con la complexión de tu bebé que con los siguientes factores:
Tu propia complexión, forma y estructura ósea. Las barrigas vienen en todo tamaño, al igual que las futuras mamás. Una mujer menuda podría tener el bulto más compacto (pequeño, bajo y saliente) que una mujer más grande. Por otra parte, algunas mujeres muy excedidas de peso nunca parecen sobresalir demasiado. Esto se debe a que sus bebés tienen mucho espacio disponible para crecer en el ya amplio abdomen de la mamá.
Tu tono muscular. La barriga de una mujer con músculos muy firmes podría no sobresalir tan pronto ni tanto como otra con músculos más flojos, particularmente si ya ha tenido uno o dos bebés.
La posición del bebé. El modo en que el feto esté ubicado en el interior también podría determinar lo grande o chica que se vea tu barriga.
Tu aumento de peso. Un aumento de peso mayor no pronostica necesariamente un bebé más grande, sino sólo una mamá más grande.
La evaluación médica sobre el tamaño del feto que hace tu médico en las visitas prenatales es la única a la que hay que prestar atención y no a las evaluaciones de tu cuñada, tu compañera de trabajo o desconocidas en el supermercado. Para evaluar con mayor precisión el progreso de tu bebé en cada visita prenatal, tu médico no sólo revisará tu barriga. También te medirá rutinariamente la altura del fondo del útero y te palpará el abdomen para localizar las partes del adorable cuerpo de tu bebé y calcular su tamaño. Otros exámenes, incluyendo el ultrasonido, también podrían utilizarse para calcular el tamaño aproximado.
En otras palabras, lo que cuenta es lo que está adentro y, al parecer, lo que tienes dentro de tu barriga es un bebé del tamaño adecuado.
“Todos me dicen que tendré un niño, porque tengo mucha barriga y nada de caderas. Sé que probablemente se trata de un cuento de viejas, ¿pero tiene algo de cierto?”
Las predicciones sobre el sexo del bebé –de viejas o de otras personas– tienen exactamente el 50% de ser ciertas. (En realidad, un poquitito más si se pronostica un varón, porque nacen 105 niños por cada 100 niñas). Buena probabilidad si estás apostando en Las Vegas, pero no necesariamente si estás eligiendo la ropa y el nombre de tu bebé en base a ella.
Lo mismo puede decirse de los otros dichos: “es niño si tu barriga sobresale hacia delante y niña si se expande hacia los lados”, “las nenas te hacen crecer la nariz, los nenes no” y cualquier otro pronóstico que no esté basado en los datos del informe genético del bebé o en un ultrasonido.
“Mido cinco pies y soy muy menuda. Me temo que tendré problemas para dar a luz a mi bebé”
Cuando se trata del parto, el tamaño cuenta… pero dentro de ti y no en el exterior. Es el tamaño y forma de tu pelvis en relación con el tamaño de la cabeza de tu bebé lo que determina la dificultad (o facilidad) del parto, y no tu estatura ni tu complexión. Y el hecho de que seas muy menuda no significa necesariamente que tengas una pelvis diminuta. Una mujer baja y delgada puede tener una pelvis más espaciosa (o de configuración más adecuada) que una mujer alta y robusta.
¿Cómo sabrás cuál es el tamaño de tu pelvis (después de todo no viene con una etiqueta: pequeña, mediana, extragrande)? Tu médico puede calcular el tamaño, utilizando medidas aproximadas tomadas en tu primer examen prenatal. Si hay alguna preocupación de que la cabeza de tu bebé es demasiado grande para pasar por tu pelvis durante el parto, se podría recurrir a un ultrasonido para tener una mejor idea (y medida).
Por supuesto, en general, el tamaño de la pelvis –al igual que el de toda la estructura ósea–, es menor en las mujeres de menor tamaño. Por suerte, la naturaleza no suele dar a una mujer pequeña un bebé muy grande. En cambio, los recién nacidos suelen ser bien proporcionados al tamaño de sus mamás y sus pelvis (aunque podrían estar destinados a cosas mayores en el futuro). Y lo más probable es que tu bebé sea exactamente del tamaño adecuado para ti.
“He aumentado tanto de peso que temo que mi bebé será muy grande y difícil de dar a luz”
Sólo porque has aumentado mucho de peso no significa necesariamente que lo mismo ha ocurrido con tu bebé. Su peso se determina por una serie de variables: la genética, tu propio peso al nacer (si naciste grande, es más probable que tu bebé también lo sea), tu peso antes del embarazo (las mujeres con mayor peso tienden a tener bebés con mayor peso) y el tipo de alimentos que te hayan hecho aumentar. Dependiendo de estas variables, un aumento de 35 a 40 libras puede resultar en un bebé de 6 a 7 libras y una ganancia de 25 libras puede dar uno de 8 libras. En promedio, sin embargo, mientras más sustancial sea tu aumento de peso, más grande será el bebé.
Al palparte el abdomen y medir la altura del fondo del útero, tu médico podrá darte una idea del tamaño de tu bebé, aunque esas aproximaciones pueden errar por una libra de más o de menos. Un ultrasonido puede detectar el peso con mayor precisión, pero tampoco será necesariamente exacto.
Aunque tu bebé sea grande, no significa automáticamente que tendrás un parto difícil. Aunque un bebé de 6 a 7 libras a menudo hace su aparición más rápido que otro de 9 a 10 libras, la mayoría de las mujeres puede dar a luz a un bebé grande (o incluso extragrande) por vía vaginal y sin complicaciones. El factor determinante, como en todo parto, es si la cabeza del recién nacido (la parte más voluminosa) puede pasar por tu pelvis. Lee la pregunta anterior para informarte más sobre el tema.
“¿Cómo puedo saber hacia dónde apunta mi bebé? Quiero estar segura de que está en la posición adecuada para nacer”
Jugar a adivinar “qué es ese bultito” (tratar de averiguar cuáles son los hombros, los codos, la colita) podría ser más entretenido que ver el mejor reality show de la televisión, pero no es el modo más adecuado para determinar la posición de tu bebé. Tu médico podrá darte una mejor idea palpándote el abdomen en busca de las partes reconocibles de su pequeño cuerpo. La localización del latido cardíaco del bebé es otra pista de su posición: si su presentación será de cabeza, el latido por lo general se oirá en la mitad inferior de tu abdomen y el sonido se escuchará más fuerte si tiene su espalda hacia tu frente. Si queda alguna duda, un ultrasonido ofrece un resultado más confiable sobre la posición de tu bebé.
¿Aún no te resistes a continuar con tu pasatiempo favorito de palpar esos bultitos redondeados? Practícalo, y para hacer el juego más interesante (y para darte más pistas) busca las siguientes señales la próxima vez:
La cabeza del bebé tiene generalmente un contorno suave y convexo en contraste con una serie de diminutas irregularidades, que son las “partes pequeñas” como manos, pies, codos.
En el octavo mes, la cabeza por lo general se ha asentado cerca de tu pelvis. Es redonda, firme y cuando se le empuja hacia abajo rebota sin que se mueva el resto del cuerpo.
La colita del bebé tiene una forma menos regular y más suave que la cabeza.
“En mi última visita prenatal, el médico me dijo que sintió la cabeza de mi bebé cerca de mis costillas. ¿Eso quiere decir que está de nalgas?”
Aunque su alojamiento es cada vez más estrecho, tu bebé todavía podrá practicar algunos movimientos gimnásticos sorprendentes durante las últimas semanas de gestación. De hecho, aunque la mayoría de los fetos se posiciona de cabeza entre las semanas 32 y 38 (los partos de nalgas ocurren en menos del 5% de los embarazos a término), algunos no dejan saber qué es lo que saldrá primero hasta unos pocos días antes del nacimiento. Esto significa que aunque por ahora la colita esté abajo no necesariamente nacerá de nalgas.
Si tu bebé permanece obstinadamente de nalgas a medida que se aproxima el parto, tú y tu médico discutirán las posibles maneras para hacer que la cabecita mire hacia abajo y el mejor método de alumbramiento (lee más abajo).
“Si mi bebé está en posición de nalgas, ¿es posible hacer algo para que se dé vuelta?”
Existen varias formas para tratar de mover a un bebé que está colita abajo y cabeza arriba. En lo práctico, tu médico podría recomendarte ejercicios sencillos, como los descritos en el recuadro de esta página. Otra opción (moxibustión) proviene de las técnicas de medicina alternativa y usa una forma de acupuntura y hierbas ardientes para ayudar a dar vuelta a un feto obstinado.
Si tu bebé no está dispuesto a moverse, tu médico podría sugerirte el método más común y médicamente aprobado para voltear al feto a la codiciada posición de cabeza abajo: la versión cefálica externa (VCE). La VCE se efectúa preferentemente alrededor de las semanas 37 ó 38 o muy temprano en el proceso del parto, cuando el útero todavía está relativamente relajado. Algunos médicos prefieren intentar el procedimiento después de que se ha aplicado la epidural. Tu médico (guiado por el examen de ultrasonido y generalmente en un hospital) colocará las manos en tu abdomen (sentirás alguna presión, pero probablemente ningún dolor, especialmente si estás bajo los efectos de una epidural) y tratará gentilmente de dar vuelta a tu bebé. El estado del feto es controlado continuamente para asegurar que todo está bien mientras se completa el procedimiento.
Las probabilidades de éxito son muy altas. Aproximadamente en dos tercios de los casos, las VCE son exitosas (y la tasa es aun mayor para quienes han dado a luz antes, gracias a esos músculos uterinos y abdominales más distendidos). Sin embargo, algunos bebés se rehúsan a voltear, y un pequeño número de fetos se darán vuelta cabeza abajo, para nuevamente colocarse en posición de nalgas.
“Si mi bebé se mantiene en posición de nalgas, ¿de qué modo afectará el parto y el alumbramiento? ¿Podré intentar un parto vaginal?”
Tu posibilidad de tener un alumbramiento vaginal dependerá de una serie de factores, incluyendo la política de tu médico y tu situación obstétrica. La mayoría de los obstetras practica rutinariamente la cesárea cuando el bebé está en posición de nalgas (de hecho, sólo el 0,5% de los bebés en posición de nalgas nace por parto vaginal) debido a que muchos estudios han sugerido que es la opción más segura. Sin embargo, algunos médicos y parteras consideran razonable intentar un parto vaginal bajo ciertas circunstancias (como cuando tu bebé está en una completa posición de nalgas y está claro que tu pelvis es suficientemente espaciosa como para acomodarlo).
Si tu bebé sigue de nalgas deberás ser flexible en tus planes para el nacimiento. Aunque tu médico dé el visto bueno a la prueba de parto vaginal, es sólo eso, una prueba. Si tu cuello uterino se dilata muy lentamente, si tu bebé no avanza a un ritmo constante por el canal del parto o si se presentan otras complicaciones, probablemente tendrás que tener una cesárea. Consulta tus opciones con el médico para que estés preparada ante cualquier eventualidad el día del parto.
“El médico me dijo que mi bebé está en posición oblicua. ¿Qué es y qué significa para el alumbramiento?”
Los bebés pueden retorcerse hasta acomodarse en todo tipo de posiciones inusuales, y la oblicua es una de ellas. Esto significa que la cabeza de tu bebé (aunque abajo) apunta hacia los costados de las caderas en vez del cuello uterino. Una posición oblicua dificulta la salida vaginal, por lo tanto es posible que tu médico intente una versión cefálica externa (lee la página 342) para tratar de enderezar a tu bebé cabeza abajo. De no lograrlo, probablemente optará por la cesárea.
La posición transversal es otra manera en la que tu bebé se puede acomodar, es decir, recostado de lado, atravesando el útero, en vez de ocupar una posición vertical. En estos casos también se intentará una versión cefálica externa para intentar posicionar al bebé boca abajo. Si no da resultados, es necesario realizar una cesárea.
“Esperaba un parto vaginal, pero el médico me acaba de decir que probablemente tendré que tener una cesárea. La noticia me tiene muy decepcionada”
Aunque está considerada como cirugía mayor (pero la más feliz que podrías tener), la cesárea es una manera muy segura de dar a luz y, en algunos casos, la manera más segura. Es también un modo cada vez más común. Actualmente, 30% de las mujeres es sometida a una cesárea, lo que significa que las probabilidades de que tu bebé llegue por la vía quirúrgica son de aproximadamente 1 de 3, aunque no presentes factores de predisposición.
Si quieres de corazón un parto vaginal, es comprensible que te sientas decepcionada por la noticia de que tu bebé podría llegar quirúrgicamente. Las visiones de empujar a tu bebé del modo que lo dispuso la naturaleza –y quizás el modo que siempre imaginaste– podrían verse desplazadas por las preocupaciones propias de una operación, de tener que pasar más tiempo en el hospital, de una recuperación más difícil y de la inevitable cicatriz.
Pero hay ciertos detalles a considerar si tu médico decide que definitivamente la mejor estrategia de salida de tu bebé es a través de tu abdomen: la mayoría de los hospitales se esfuerza actualmente por hacer del nacimiento por cesárea el acontecimiento más familiar posible, con la mamá despierta (pero adecuadamente anestesiada), el papá en la sala a su lado, y una oportunidad de dar un buen vistazo a tu bebé e, incluso, de besarlo y mimarlo inmediatamente si no existen motivos médicos para impedirlo (el tiempo para mimos más extensos y la lactancia por lo general debe esperar hasta que estés en recuperación, después que te hayan puesto los puntos). Por eso la experiencia de un parto quirúrgico podría ser más satisfactoria de lo que imaginas. Y aunque la recuperación será más prolongada y la cicatriz inevitable (aunque por lo general ubicada discretamente), también darás a luz con el periné intacto y los músculos vaginales sin estirar. La ventaja de la cesárea para el bebé es puramente cosmética, además de temporal: como no tiene que esforzarse para pasar por el canal del parto, su apariencia aventajará inicialmente a los bebés que nazcan por parto vaginal (piensa en la cabecita redondeada y no en punta).
Pero lo más importante para tener en cuenta a medida que se aproxima la llegada de tu bebé es que el mejor nacimiento es el más seguro. Y cuando es necesario desde el punto de vista médico, el nacimiento por cesárea es decididamente el más seguro.
Y, después de todo, un parto que traiga un bebé saludable al mundo y a tus brazos es un parto perfecto.
“¿Por qué me da la impresión de que todas las mujeres que conozco (mi hermana, mis amigas, además de casi todas las celebridades) están teniendo cesárea en estos días?”
Ahora que las tasas de partos por cesárea en los Estados Unidos están más elevadas que nunca (más del 30% de las mujeres puede esperar un parto quirúrgico), prácticamente todos conocen a alguien que ha tenido una. Y si los últimos años son un indicio de las tendencias que vienen, puedes esperar que estas cifras seguirán aumentando y que, por lo tanto, seguirás oyendo historias de cesáreas de las flamantes mamás a tu alrededor.
Muchos factores contribuyen al aumento en las tasas de cesáreas, incluyendo:
Seguridad.
El parto por cesárea es extremadamente seguro –tanto para la mamá como para el bebé–, especialmente con las mejoras tecnológicas de hoy (como el monitor fetal y una variedad de tests) que pueden indicar con mayor precisión si el feto está en problemas.
Bebés más grandes.
La tendencia actual de las futuras mamás de excederse del peso recomendado de 25 a 35 libras, además del aumento en la tasa de diabetes gestacional, ha conducido a un mayor número de bebés más grandes, que a veces tienen más dificultades para nacer vía vaginal.
Mamás más grandes.
La tasa de cesáreas también ha subido con el aumento en la tasa de obesidad. Estar obesa (o aumentar demasiado de peso durante el embarazo) aumenta significativamente la probabilidad de que la mujer necesite una cesárea. Eso se explica en parte por los otros factores de riesgo que acompañan la obesidad (diabetes gestacional, por ejemplo) y también debido a que las mujeres con sobrepeso tienden a tener procesos de parto más prolongados, los cuales tienen mayor probabilidad de terminar en la mesa de operaciones.
Madres de mayor edad.
Existen cada vez más mujeres cercanas a los 40 años (y bien entrados los 40) que son capaces de tener embarazos exitosos, pero que tienen mayor probabilidades de tener partos por cesárea. Lo mismo ocurre con las mujeres que tienen problemas crónicos de salud.
Cesáreas repetidas.
Aunque el parto vaginal después de una cesárea (VBAC, por sus siglas en ingles; lee la página 350) se considera todavía una opción viable en algunos pocos casos, cada vez más médicos y hospitales disponen cirugías programadas en vez de una prueba de parto.
Menos partos con instrumental.
Menos bebés nacen actualmente con la ayuda de la extracción al vacío y aun menos con fórceps, lo que significa que los médicos recurren con mayor frecuencia al parto quirúrgico mientras que en el pasado habrían acudido a la ayuda del instrumental.
Petición de las madres.
Como las cesáreas son tan seguras y pueden prevenir el dolor del parto dejando el periné intacto, algunas mujeres –particularmente las que han tenido una antes– prefieren la cesárea al parto vaginal y de hecho la solicitan (lee la página 348).
Satisfacción.
Las políticas abiertas a las familias han permitido partos quirúrgicos mucho más satisfactorios. Como las mamás pueden estar bien despiertas y alertas durante una cesárea y las políticas hospitalarias más flexibles permiten que los papás las acompañen, el primer encuentro con el bebé puede ocurrir en la misma mesa de parto. Además, la cesárea es muy rápida y apenas dura 10 minutos o menos (la sutura de las mamás toma otros 30 minutos).
Aun con la tasa de cesáreas tan elevada como en la actualidad (y es mucho menor para las parteras, que sólo asisten partos de bajo riesgo), ten en cuenta que el parto quirúrgico todavía involucra una minoría de nacimientos. Después de todo, dos de cada tres mujeres pueden esperar dar a luz a sus bebés por parto vaginal.
“¿Es posible saber con anticipación que se va a tener una cesárea o normalmente se sabe a último momento? ¿Cuáles son los motivos para tener una cesárea?”
Algunas mujeres no sabrán si tendrán una cesárea hasta que estén en pleno proceso de parto mientras que otras lo sabrán con anticipación. Los médicos tienen diferentes políticas en lo que respecta a los alumbramientos quirúrgicos. Los motivos más comunes para practicar una cesárea incluyen:
Un parto previo por cesárea, cuando el motivo para ella todavía existe (por ejemplo, si la mamá tiene una pelvis de conformación anormal), o si se practicó antes una incisión vertical (en vez de una horizontal, que es más común y que puede soportar mejor la presión del parto). También se requiere un parto quirúrgico cuando se debe inducir el parto en una mujer que ya ha tenido un alumbramiento con cesárea
Cuando se considera que la cabeza del feto es demasiado grande como para pasar a través de la pelvis de la mamá (desproporción cefalopélvica)
Nacimientos múltiples (casi todos los trillizos o más nacen por cesárea y también muchos mellizos)
Presentación fetal de nalgas u otra posición inusual
Una condición fetal o enfermedad en la madre (dolencia cardíaca, diabetes, preeclampsia) que podría hacer riesgoso un parto y alumbramiento vaginal
Obesidad materna
Una infección activa de herpes, especialmente primaria, o una infección del VIH
Placenta previa (cuando la placenta bloquea parcial o completamente la abertura cervical) o desprendimiento de la placenta (cuando la placenta se separa demasiado pronto de la pared uterina)
A veces la decisión de practicar una cesárea se toma en pleno proceso de parto por los siguientes motivos:
Un parto que no avanza, como cuando el cuello uterino no se ha dilatado con suficiente rapidez, o si toma demasiado tiempo para empujar al bebé. En la mayoría de los casos, los médicos tratarán de estimular las contracciones con oxitocina antes de recurrir a la cesárea.
Sufrimiento fetal
Prolapso del cordón umbilical
Ruptura del útero
Si tu médico dice que una cesárea es necesaria –o que probablemente lo será– pídele una explicación detallada de los motivos. Pregúntale también si tienes otras alternativas.
“He oído decir a algunas mujeres que prefieren tener una cesárea. ¿Es algo que yo también debería considerar?”
Puede que haya actualmente más demanda que nunca de cesáreas, pero eso no significa que tú te tengas que apuntar a una. Optar por un parto quirúrgico cuando no es necesario desde el punto de vista médico, es una decisión que no deberías tomar a la ligera (y decididamente que no deberías basar en lo que hacen los demás). Merece una cuidadosa consideración, y una conversación profunda con tu médico acerca de sus pros y sus contras.
Aunque podrías tener muchos motivos para querer tener una cesárea, asegúrate de sopesar las dos caras de la moneda. Si estás…
… asustada por el dolor de un parto vaginal, ten en cuenta que elegir una cesárea no es el único modo de dar a luz sin dolor. Hay muchas opciones efectivas de alivio del dolor para los partos vaginales (consulta la página 325).
… preocupada por los efectos posteriores del parto vaginal, como el desgaste pélvico y el aflojamiento de los músculos vaginales. Recuerda que los ejercicios pélvicos regulares (Kegel, para más pistas) pueden reducir significativamente el riesgo de esos efectos. Además, un parto vaginal no tiene más probabilidades de dejarte con incontinencia urinaria que una cesárea (lo que significa que la ruta de salida de tu bebé no incide sobre las probabilidades de que tengas filtraciones posparto).
… esperando dar a luz cuando es conveniente para ti, asegúrate de tener en cuenta también el mayor período de recuperación y de estada en el hospital, además del mayor riesgo de la cirugía para ti y tu bebé si optas por la cesárea. Eso no es exactamente conveniente.
… planeando tener otro bebé, comprende que optar ahora por una cesárea podría limitar tus opciones la próxima vez. Hoy en día, algunos médicos y hospitales limitan los partos vaginales después de una cesárea (VBAC), lo que significa que tal vez no podrás optar por un nacimiento vaginal para tu segundo bebé, si luego decides que las cesáreas no son para ti.
Algo más a tener en cuenta cuando consideras una cesárea no necesaria desde el punto de vista médico: el mejor momento para que tu bebé haga su entrada triunfal es cuando está listo para ello. Cuando se planea un alumbramiento electivo, existe siempre la posibilidad de que el bebé nazca involuntariamente demasiado pronto (en especial si se calculan mal las fechas).
Si después de una cuidadosa consideración sigues interesada en solicitar una cesárea, conversa con tu médico y decidan juntos si es la elección adecuada para ti y tu bebé.
“He tenido dos cesáreas y quiero tener mi tercer… y quizás cuarto hijo. ¿Hay un límite en el número de cesáreas que se puede tener?”
¿Piensas tener muchos bebés, pero no estás segura si podrás hacer varios viajes al quirófano más feliz del hospital? Lo más probable es que sí lo puedas hacer. Ya no se imponen arbitrariamente límites al número de partos por cesárea que puede tener una mujer y, por lo general, tener varias cesáreas se considera una opción mucho más segura que antes. El grado de seguridad depende del tipo de incisión que te hayan hecho durante las operaciones anteriores, como también de las cicatrices que se hayan formado después de las cirugías, por lo tanto discute los detalles de tu caso con tu médico.
Dependiendo de cuántas incisiones has tenido, dónde las has tenido y cómo han cicatrizado, las cesáreas múltiples pueden aumentar un poco el riesgo de ciertas complicaciones. Éstas incluyen ruptura del útero, placenta previa (una placenta que se implanta en la porción inferior del útero) y placenta acreta (una placenta adherida anormalmente). Por eso tienes que estar muy alerta si adviertes un sangrado de color rojo brillante durante tus embarazos, como también indicios de un parto inminente (contracciones, sangrado profuso, ruptura de membranas). Si adviertes cualquiera de estas señales, díselo a tu médico inmediatamente.
“Tuve a mi último bebé por cesárea. Estoy embarazada nuevamente y me pregunto si esta vez debería intentar un parto vaginal”
La respuesta a tu pregunta dependerá de con quién hables. Cuando se trata de determinar si es seguro que una mujer intente un parto vaginal después de una cesárea (VBAC), el péndulo de opiniones –de expertos o de legos– sigue oscilando de un lado a otro. Antes, los médicos y las parteras aconsejaban a las embarazadas que ya habían tenido una cesárea que por lo menos intentasen un nacimiento vaginal (una prueba de parto). Pero después apareció un estudio que advirtió sobre los riesgos de intentar un VBAC (como el de la ruptura del útero o de que se abriera la incisión), lo que dejó a muchas embarazadas –y a sus médicos– confundidas e inseguras de qué hacer en su nuevo embarazo después de una cesárea.
Estudiando las estadísticas, sin embargo, tus probabilidades de tener un VBAC exitoso siguen siendo muy buenas. Más del 60% de las mujeres que tuvo una cesárea y que es candidata a una prueba de parto, es capaz de tener un parto normal y un alumbramiento vaginal en embarazos subsiguientes. Aun las mujeres que han tenido dos cesáreas tienen una buena probabilidad de tener un parto vaginal, siempre que se tomen las medidas adecuadas. Además, el estudio que puso en duda los VBAC reveló en realidad que el riesgo de la ruptura del útero es muy infrecuente, con una incidencia de sólo el 1%. Es más, ese riesgo es sólo mayor para determinadas mujeres en determinadas circunstancias, como las que tienen una cicatriz uterina vertical en vez de una transversal baja (el 95% de las incisiones son transversales bajas; revisa los registros de tu cesárea anterior para tener certeza sobre qué tipo de incisión tuviste), o aquellas cuyo proceso de parto es inducido por prostaglandinas u otros estimulantes hormonales (que intensifican las contracciones). Esto significa que vale la pena intentar un VBAC si tu médico y tu hospital están dispuestos (muchos hospitales tienen reglas estrictas acerca de quién puede o no intentar un VBAC e, incluso, algunos han dejado de permitirlas completamente).
Si decides intentar un VBAC, debes encontrar un médico que te respalde en tu decisión (las parteras están más dispuestas a practicarlas y a menudo tienen más éxito en su resultado). Si te empeñas en empujar tú misma a tu bebé, lo más importante es aprender todo lo que puedas sobre los VBAC, incluyendo qué opciones tendrás en cuanto a analgésicos (algunos médicos limitan los analgésicos durante los VBAC mientras que otros ofrecen anestesia epidural). Ten en cuenta además que si la inducción es necesaria, tu médico probablemente no permitirá un parto vaginal.
Si, pese a todos tus esfuerzos, terminas teniendo otra cesárea, no te decepciones. Recuerda que aun la mujer que nunca ha tenido una cesárea tiene aproximadamente 1 probabilidad en 3 de necesitar una. No te sientas culpable, tampoco, si en consulta con tu médico decides por adelantado programar una segunda cesárea electiva en vez de intentar un VBAC. Alrededor de una tercera parte de las cesáreas corresponde a repeticiones, y muchas se efectúan a pedido de la madre. Una vez más, lo que es mejor para tu bebé –y para ti– es lo que realmente importa.
“Mi obstetra me estimula a tener un VBAC, pero no estoy segura de si debiera intentarlo”
Aunque tus sentimientos definitivamente cuentan en la decisión de si intentar o no un VBAC, tu obstetra tiene un argumento valedero que deberías considerar. Los riesgos de un VBAC son muy escasos, y una cesárea, después de todo, es cirugía mayor. Un parto vaginal significa pasar menos tiempo en el hospital, menor riesgo de infección, nada de cirugía abdominal y una recuperación más rápida… todos buenos motivos para optar por un parto vaginal después de una cesárea. Por eso tiene sentido equiparar los pros y los contras de un VBAC y los de una nueva cesárea antes de tomar tu decisión.
Pero si después de haberlo considerado y discutido sigues convencida de que el VBAC no es para ti, comunica al obstetra tu decisión y tus motivos, y programa tu parto por cesárea sin ningún sentimiento de culpa.
“Mi médico me va a examinar para determinar si soy portadora de la infección del estreptococo del grupo B. ¿Qué es esto?”
Significa que tu médico quiere ir a lo seguro, y cuando se trata del estreptococo del grupo B, prevenir es lo mejor y más seguro.
El estreptococo del grupo B (GBS) es una bacteria que puede encontrarse en la vagina de mujeres saludables (y no está relacionada con el estreptococo del grupo A, que causa la infección a la garganta). En las portadoras (un 10% al 35% de las mujeres saludables lo es) no causa ningún tipo de problema. Pero en un bebé recién nacido, que puede contraerlo durante su paso por la vagina en el nacimiento, el GBS puede causar una infección muy seria (aunque sólo 1 de cada 200 bebés nacidos de madres de GBS positivo se verá afectado).
Si eres portadora de GBS, no tendrás ningún síntoma (lo que es una ventaja). Pero eso significa también que es improbable que estés al tanto de que eres portadora (una desventaja que podría causar problemas en tu bebé al nacer). Es por eso que las futuras mamás son examinadas rutinariamente entre las semanas 35 y 37 (los exámenes realizados antes de las 35 semanas no pronostican con precisión quiénes serán portadoras de GBS en el momento del parto). Pronto llegará a los hospitales (aunque no estará disponible en todas partes) un examen rápido de GBS que puede examinar a las mujeres durante el parto y que arroja resultados dentro de una hora, lo que haría innecesaria hacer la prueba entre las semanas 35 y 37.
¿Cómo se toma el examen actualmente? Se efectúa como un Papanicolaou, usando hisopos de algodones vaginales y rectales. Si tu examen da positivo (lo que significa que eres portadora) te administrarán antibióticos vía intravenosa durante el parto, eliminando completamente todo riesgo para tu bebé. El GBS también puede aparecer en tu orina durante una prueba rutinaria en un control prenatal. Si es así, será tratado inmediatamente con antibióticos orales.
Si tu médico no te ofrece el examen de GBS hacia fines del embarazo, puedes solicitarlo. Si no te han examinado y llegas al parto con ciertos factores de riesgo que insinúen una infección GBS, tu médico te tratará con antibióticos vía intravenosa para asegurarse de que no pases la infección a tu bebé. Si has dado a luz anteriormente a un bebé con GBS, es probable que tu médico opte por no examinarte entre las semanas 35 y 37 y administrarte directamente el tratamiento durante el parto.
Irse a lo seguro realizando un examen –y de ser necesario, aplicar un tratamiento– significa que tu bebé estará a salvo de GBS. Y eso es lo que cuenta.
“¿Está bien que me bañe a esta altura de mi embarazo?”
No solamente está bien, sino que además un baño tibio podría darte un gran alivio a esas molestias y dolores del embarazo avanzado después de un largo día (¿y qué día no es largo cuando estás embarazada de ocho meses?) Por eso salta –o más bien lleva cuidadosamente tu anatomía y esa barriga prominente– a la bañera y disfruta de un buen remojón.
Si te preocupa que el agua jabonosa te entre en la vagina, relájate (podrías haber escuchado esa advertencia en el molino de rumores sobre el embarazo). A menos que sea una penetración forzada –como una ducha vaginal o al saltar en una piscina, dos cosas que de todos modos no deberías hacer a esta altura– el agua no entrará donde no debe. Y aunque entrara un poquito de agua, el tapón de mucosa cervical que sella la entrada al útero protege efectivamente su precioso contenido de la invasión de organismos infecciosos, en caso de que hubiese alguno flotando en tu bañera.
Aunque estés en el proceso de parto y el tapón mucoso se haya desplazado, igualmente puedes darte un baño. De hecho, la hidroterapia durante el parto puede aliviar el dolor. Incluso puedes elegir dar a luz en una tina (lee la página 25).
Una advertencia cuando te estás bañando por partida doble, especialmente tan avanzado tu embarazo: asegúrate de que la tina tenga una superficie no resbaladiza o una alfombra antideslizante para no resbalar. Y, como siempre, evita los baños con burbujas irritantes, como también los demasiado calientes.
“Apenas tengo espacio detrás del volante. ¿Debería seguir manejando?”
Puedes seguir en el asiento del conductor mientras todavía tengas espacio y para eso puedes retroceder el asiento e inclinar el volante hacia arriba. Suponiendo que tienes el espacio –y que te sientes capaz– no hay problema que manejes distancias cortas hasta el día del parto.
Los viajes de más de una hora en auto, sin embargo, podrían ser demasiado agotadores a esta altura del embarazo, independiente de quién esté manejando. Si tienes que hacer un viaje más largo, cambia de posición en tu asiento frecuentemente y para cada una o dos horas para caminar un poco. También te sentirás más cómoda si haces algunas flexiones de cuello y de espalda.
Sin embargo, no intentes conducir al hospital cuando estás en proceso de parto (una contracción realmente intensa puede probar ser peligrosa en el camino). Y no te olvides de la regla de tránsito más importante en cualquier viaje, ya seas conductora o pasajera (y aun si eres una pasajera en parto camino al hospital o al centro de natalidad): abróchate el cinturón.
“Es posible que tenga que hacer un importante viaje de negocios este mes. ¿Es seguro viajar a esta altura del embarazo o debo cancelarlo?”
Antes de planificar tu viaje, llama o visita a tu médico. Cada médico tiene su propia opinión sobre los viajes en el último trimestre. Que te estimule o te desaliente a viajar –ya sea por tierra o por aire–, dependerá de su punto de vista, como también de varios otros factores. Lo más importante es el tipo de embarazo que hayas tenido hasta ahora: es probable que obtengas el visto bueno si no ha sido complicado. También pesará en su decisión la etapa en que estás (la mayoría de los médicos aconseja no viajar en avión después de la semana 36) y si corres algún riesgo de parto prematuro. Asimismo es muy importante cómo te has estado sintiendo. Los síntomas del embarazo que se multiplican a medida que pasan los meses también tienden a multiplicarse con el paso de las millas; viajar puede aumentar los dolores de espalda y el cansancio, empeorar las várices y las hemorroides, y agregar cargas emocionales y físicas. Otras consideraciones incluyen hasta dónde y por cuánto tiempo tendrás que viajar (y cuánto tiempo estarás en tránsito), qué tan exigente será el viaje en términos físicos y emocionales, como también qué tan necesario es hacerlo (los viajes opcionales o los que puedan ser cancelados fácilmente hasta después del parto, son preferibles evitarlos ahora). Si viajas en avión, también tendrás que tener en cuenta las restricciones de la aerolínea de tu elección, en caso de que las tenga. Algunas no te dejarán viajar en el noveno mes sin una carta de tu médico en la que garantice que no estás en peligro inminente de entrar en proceso de parto durante el vuelo. Otras son más tolerantes.
Si tu médico te da luz verde, hay muchos otros arreglos que deberás hacer además de los del viaje. En la página 270 encontrarás consejos para hacer tu viaje más llevadero, seguro y cómodo. Es muy importante que descanses mucho. Pero lo más importante es que lleves el nombre, número de teléfono y dirección de un médico recomendado (y del hospital o centro de natalidad donde atienda) en tu lugar de destino y, por supuesto, cuyos servicios estén cubiertos por tu seguro en caso de que los necesites. Si haces un viaje de larga distancia, podrías considerar la posibilidad de que tu pareja te acompañe ante la remota eventualidad de que entres en proceso de parto cuando llegues a tu destino. Así, al menos no tendrás que dar a luz sin él.
“Estoy confundida. He oído muchas informaciones contradictorias acerca de si las relaciones sexuales en las últimas semanas del embarazo son seguras, y si desencadenan el parto”
Se han hecho muchas investigaciones sobre las relaciones sexuales hacia el final del embarazo, pero en general los resultados son contradictorios dejándote a ti y a tus pares sin saber bien cómo proceder, en el caso de que todavía sientas ganas de proceder. Se cree que ni las relaciones sexuales ni el orgasmo en sí desencadenan el parto a menos que estén dadas las condiciones, aunque muchas parejas impacientes por dar a luz han disfrutado tratando de demostrar lo contrario. Si están dadas las condiciones, se ha teorizado que las prostaglandinas en el semen podrían contribuir a ayudar a empezar la fiesta del parto. Pero esto tampoco está comprobado, ni es una teoría con la que puedas contar para acelerar tu visita al hospital, aun en las condiciones más adecuadas. De hecho, un estudio arrojó que las mujeres con embarazos de bajo riesgo que mantuvieron relaciones sexuales en las últimas semanas cargaron en su interior a sus bebés por un poco más de tiempo que quienes se abstuvieron de hacer el amor durante ese período. ¿Todavía estás confundida?
En base a lo que se sabe, la mayoría de los médicos y parteras permite a las pacientes con embarazos normales hacer el amor hasta el día del parto. Y, al parecer, la mayoría de las parejas puede hacerlo sin problemas.
Consulta con tu médico para saber cuál es la más reciente opinión autorizada y qué es lo más seguro en tu situación. Si te da luz verde (que es lo más probable) sumérgete en las sábanas con tu pareja, si tienes la voluntad y las energías (y la habilidad gimnástica que podrías necesitar a estas alturas). Pero si la luz es roja (y probablemente lo será si estás en alto riesgo de parto prematuro, si tienes placenta previa o si estás experimentando un sangrado inexplicable), trata de lograr la intimidad por otras vías. Mientras todavía puedan disfrutar a solas de algunas noches, regálense una cena romántica a la luz de las velas o un paseo a la luz de la luna. Mímense mientras ven televisión o enjabónense mutuamente bajo la ducha. O usa el masaje como medio íntimo. O haz todo lo que quieras hacer excepto…, aprovechando las manos y la boca a gusto, siempre y cuando tu médico no te haya prohibido tener orgasmos. Es posible que la experiencia no sea tan satisfactoria como el sexo hecho y derecho, pero trata de recordar que tienes por delante una larga vida amorosa… aunque las opciones serán escasas, por lo menos hasta que el bebé se acostumbre a dormir durante toda la noche.
“El bebé no ha nacido todavía y la relación con mi marido ya parece estar cambiando. Los dos estamos absortos en el nacimiento y en el bebé que está por llegar, en vez de estar pendientes el uno del otro tal como solía ocurrir”
Los bebés traen mucho consigo a la vida de una pareja: alegría, entusiasmo y una cantidad de pañales sucios, para empezar. Pero también traen cambios: y considerando su presencia diminuta, cambios bastante grandes para su tamaño.
No es de sorprender que la relación con tu esposo sea uno de los ámbitos en los que observes estos cambios y, al parecer, ya los has notado. Y eso, en realidad, es positivo. Cuando el bebé tercia en la relación, tu pareja experimentará algunos cambios de dinámica y modificación de prioridades. Pero esta conmoción previsible suele ser menos estresante y más fácil de adaptar, cuando la pareja comienza la evolución natural e inevitable de su relación durante el embarazo. En otras palabras, los cambios en tu relación probablemente representarán un cambio positivo si empiezan antes de la llegada del bebé. Las parejas que no anticipan por lo menos alguna alteración al romance habitual –aquellas que no se dan cuenta de que el vino y las rosas a menudo darán lugar a flemas y puré de zanahorias, que las maratones amorosas quedarán atrás de las maratónicas sesiones para adormecer al bebé, que un trío no siempre resulta tan íntimo como un dúo, al menos no de la misma manera– suelen encontrar más dificultades para enfrentar la realidad cuando a ella se suman las exigencias de un recién nacido.
Piensa y planea con anticipación, y prepárate para el cambio. Pero a medida que ambos se disponen a dedicarse al bebé, no olviden que no es el único que necesitará dedicación. Aunque es normal y saludable estar concentrada en el embarazo y en su adorable resultado, también es importante reservar algunas energías emocionales para la relación que creó a ese pequeño ser. Ahora es el momento de aprender a combinar el cuidado y nutrición de tu bebé con el cuidado y nutrición de tu relación. Mientras estás ocupada emplumando tu nidito, haz un esfuerzo por reforzar el romance. Por lo menos una vez por semana hagan algo juntos que no esté relacionado con el nacimiento o con los bebés. Vean una película, salgan a cenar, jueguen golfito, visiten un mercado de pulgas. Y mientras vas de compras para el pequeñín, compra algo especial (e inesperado) para esa otra persona importante en tu vida. O sorpréndelo con un par de entradas para un espectáculo o un juego deportivo que le encante. En la cena, dedica por lo menos algún momento para preguntarle cómo le fue en el trabajo, para hablar de ustedes dos, para discutir las noticias del día, para rememorar la primera cita, para fantasear sobre una segunda luna de miel (aunque no se vea venir durante muchas lunas), sin que sea necesario mencionar al bebé. De vez en cuando lleva aceite de masajes a la cama y masajéense como deben; aunque no estés de ánimo para hacer el amor –o si te parece una tarea demasiado exigente en estos días– cualquier tipo de contacto contribuirá a la intimidad. Ninguno de estos recursos para reavivar el amor disminuirá el entusiasmo por la llegada del gran día, pero les recordará a ambos que en la vida hay más que cursos de Lamaze y ropa infantil.
Tener en mente este principio tan importante te facilitará mantener encendida la lamparita del amor más adelante, cuando los dos se turnen para atender al bebé a las 2 de la mañana. Y esa lamparita encendida, después de todo, es lo que hará feliz y seguro el nido de amor que estás preparando para tu bebé, y que compartirán todos como una familia segura y feliz compuesta por tres.
Durante las últimas 30 semanas, probablemente has visto (y sentido) cómo tus senos han ido creciendo y creciendo… y creciendo. Si has pensando en lo que está ocurriendo debajo de esas ahora gigantescas tazas, sabrás que tus senos no están creciendo al azar sino preparándose para una de las tareas más importantes de la naturaleza: la lactancia del bebé.
Está claro que tus senos ya están preparados para ella. Aunque tú también lo estés, o aunque todavía estés evaluando tus opciones para alimentar al bebé, probablemente querrás saber más sobre este asombroso proceso, que convierte los senos (¡tus senos!) en los más perfectos proveedores del más perfecto alimento infantil. Aquí recibirás algunos consejos e ideas valiosas, pero para aprender más sobre la lactancia (desde el porqué hasta el cómo) consulta Qué Esperar en el Primer Año (What to Expect the First Year).
Al igual que la leche de cabra es el alimento ideal para los cabritos y la leche de vaca es la mejor para los terneritos, tu leche humana es el alimento perfecto para tu recién nacido. Y éstas son las razones:
Es un alimento a la medida.
Preparado para satisfacer las necesidades de los infantes humanos, la leche materna contiene por lo menos 100 ingredientes que no se encuentran en la leche de vaca y que no pueden ser reproducidos por las fórmulas comerciales. La principal proteína en la leche de tu pecho es lactalbúmina, que es más nutritiva y digerible que el principal contenido proteínico de la leche de vaca y el componente de la fórmula, caseinógeno. La cantidad de grasa en las dos leches es similar, pero la de la leche materna es de más fácil digestión para el bebé. A los infantes también les resulta más fácil absorber los importantes micronutrientes en la leche materna que en la leche vacuna.
Es segura.
Puedes estar segura de que la leche que sale directamente de tu seno no está mal preparada, contaminada, alterada o estropeada. Nunca hay que retirarla de los estantes ni tiene fecha de expiración.
Alivia la barriga.
Los bebés amamantados casi nunca padecen de estreñimiento, gracias a que la leche materna es fácil de digerir. Asimismo, rara vez tienen diarrea, ya que al parecer la leche de mamá parece destruir algunos organismos causantes de la diarrea y estimular el crecimiento de una flora beneficiosa en el aparato digestivo, que también contribuye a evitar trastornos digestivos. Desde un punto de vista puramente estético, la caquita de un bebé amamantado tiene un olor más dulce (al menos hasta que comienza a consumir sólidos). También tiende a producir menos sarpullidos del pañal.
Aplasta las grasas.
La lactancia no sólo tiende a formar menos niños excedidos de peso, sino que tomar la leche materna por lo menos durante seis meses (o, mejor todavía, por un año) parece estar relacionado con menores tasas de obesidad en la vida adulta. También podría vincularse con menores registros de colesterol en el futuro.
La lactancia parece aumentar ligeramente el coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés) del niño. Esto no sólo podría estar relacionado con los ácidos grasos que contiene (DHA-ácido docosahexaenoico), sino con la proximidad e interacción entre el bebé y la madre que genera la lactancia, y que naturalmente estimula el desarrollo intelectual.
Evita las alergias.
Prácticamente ningún bebé es alérgico a la leche materna (aunque de vez en cuando un recién nacido puede tener una reacción alérgica a determinado alimento o alimentos en la dieta de la mamá, incluyendo leche de vaca). Por otra parte, la betalactoglobulina, una sustancia que contiene la leche de vaca, puede desencadenar una reacción alérgica con una variedad de síntomas, que van de leves a severos. Las fórmulas con leche de soya, que suelen ser las sustitutas cuando un bebé es alérgico a la leche de vaca, se diferencian todavía más en su composición de la pensada por la sabia naturaleza y también pueden causar una reacción alérgica. Los estudios revelan, asimismo, que los bebés amamantados tienen menos probabilidad de contraer asma de niños que los alimentados con fórmula.
Previene infecciones.
Los bebés amamantados no sólo tienen menos predisposición a tener diarrea sino también a todo tipo de infecciones, incluyendo las del aparato urinario y las del oído. De hecho, una serie de estudios sugiere que los niños amamantados parecen presentar un menor número de enfermedades, incluyendo meningitis bacterial, síndrome de muerte súbita (SIDS, por sus siglas en inglés), diabetes, algunas variantes de cáncer infantil, la enfermedad de Crohn y otros trastornos digestivos crónicos. En parte, la protección se debe a los factores inmunológicos que reciben a través de la leche materna y del calostro, la sustancia que precede a la leche.
Fortalece la boca.
Debido a que succionar el pecho requiere mayor esfuerzo que chupar de un biberón, la lactancia podría estimular un desarrollo óptimo de las mandíbulas, los dientes y el paladar. Asimismo, estudios recientes indican que los bebés amamantados tienen menor probabilidad de tener caries durante la infancia que quienes no lo son.
Expande pronto las papilas gustativas.
¿Quieres criar un niño con paladar aventurero? Empieza dándole el pecho. El desarrollo de esas pequeñas papilas gustativas con la leche materna, que adquieren el sabor de todo lo que has comido, podría acostumbrar al bebé a todo un mundo de sabores. Los investigadores señalan que los bebés amamantados tienen menor probabilidad de tener gustos tímidos que los alimentados con fórmula cuando se gradúan a la sillita alta. Eso aumenta las probabilidades de que abran la boca con gusto ante esa cuchara llena de ñame (o ese tenedor de pollo con curry) más adelante.
La lactancia también ofrece una serie de ventajas para la mamá:
Conveniencia.
La lactancia no exige planificación, empaque ni un equipo apropiado y está siempre disponible (en el parque, en un avión, en la mitad de la noche) a la temperatura justa. Cuando amamantas, puedes tomar al bebé y salir a la calle sin tener que proveerte de biberones, tetillas o artículos de limpieza. Y tus senos siempre estarán listos (¡tampoco puedes olvidarte de llevarlos!). Asimismo, puedes olvidarte de esas incursiones a la cocina a las 2 de la mañana para buscar el repuesto de la fórmula y alimentarlo tarde por la noche no requiere nada más complicado que un camisón de fácil acceso y una tierna y acogedora intimidad con tu pequeño. Cuando no estás cerca del bebé (si trabajas fuera de casa, por ejemplo), te puedes extraer leche por adelantado y guardarla en el congelador para llenar el biberón según sea necesario.
Economía.
La leche materna es gratis, como también su sistema de suministro.
Rápida recuperación.
Cuando el bebé succiona tus pechos, desencadena la liberación de la hormona oxitocina, que contribuye a acelerar la contracción del útero a su tamaño anterior al embarazo. Eso podría disminuir el flujo de loquios (sangrado vaginal posparto), lo que conlleva a una menor pérdida de sangre. Amamantar también te permite períodos de reposo, lo que es particularmente importante durante las primeras seis semanas que siguen al parto.
Rápido retorno a tu figura anterior al embarazo.
Todas esas calorías extra que tu bebé te está exprimiendo significan que, aunque estés agregando más calorías a tu dieta para producir leche, no acumularás las libras en tu cuerpo, y podrías recuperar tu cintura de antaño más pronto.
Postergación del período.
Tu período tardará más en regresar ¿alguien podría reclamar por eso? Pero a menos que quieras tener hijos muy seguidos –o disfrutas de las sorpresas– no debes depender de la lactancia como tu único recurso anticonceptivo. La mayoría de las madres que amamanta exclusivamente, probablemente está protegida durante algunos meses después del parto. Sin embargo, podría empezar a menstruar a los cuatro meses de dar a luz y ser fértil antes de ese primer período.
Fortalece los huesos.
La lactancia puede fortalecer la mineralización de tus huesos después del destete y podría reducir el riesgo de fractura de cadera después de la menopausia, siempre y cuando consumas suficiente calcio para satisfacer tus necesidades y los requerimientos para la producción de leche.
Beneficios para la salud.
Darle pecho al bebé puede reducir tus riesgos de algunas variantes de cáncer. Las mujeres que amamantan tienen menor riesgo de desarrollar cáncer ovárico y de mama. La lactancia también parece reducir el riesgo de la diabetes de tipo 2.
La mayor y mejor ventaja de todas.
La lactancia te pone en contacto íntimo con tu bebé, piel a piel, ojo a ojo, por lo menos seis a ocho veces por día. La gratificación emocional, la intimidad, el compartir el amor y el placer, no sólo puede ser muy satisfactorio y contribuir a la relación madrehijo, sino que también puede afianzar el desarrollo cerebral de tu bebé. Una nota para las mamás de mellizos: todas las ventajas de la lactancia se te dan por partida doble. Consulta la página 483 para encontrar consejos sobre lactancia para dos.
Para mayor información sobre lactancia, toma contacto con la sucursal local de La Leche League, (800) La Leche (525-3243) o visita LLLUSA.org.
Tal vez has decidido que la lactancia no es para ti. O quizás hay algún motivo por el que no puedas amamantar, al menos no exclusivamente. No te sientas culpable si prefieres el biberón al pecho (o aun si combinas ambos; consulta la página 362). Éstas son algunas de las ventajas del biberón:
Mayor responsabilidad compartida.
Dar el biberón permite al papá compartir con más facilidad las responsabilidades alimenticias y los beneficios del contacto con el bebé (aunque también el padre de un niño alimentado con leche materna puede obtener los mismos beneficios siempre y cuando su bebé tome el biberón con leche de la madre, como también involucrándose en otras actividades del cuidado del recién nacido como bañarlo, cambiarle el pañal y ponerlo a dormir).
Mayor libertad.
El biberón no ata a la madre al bebé. Ella puede trabajar fuera de la casa sin preocuparse de extraer y almacenar leche. Puede viajar algunos días sin el bebé, aun dormir durante toda la noche, porque alguien más puede alimentar al pequeño. Por supuesto, estas opciones también están disponibles para las mamás que amamantan, que se extraen leche o la suplementan con fórmula.
Potencialmente, más romance.
El biberón no interfiere con la vida sexual de la pareja (excepto cuando el bebé se despierta y reclama atención en ese momento preciso). La lactancia podría interferir, en alguna medida. En primer lugar, porque las hormonas de la lactancia pueden mantener la vagina relativamente seca (aunque los lubricantes vaginales pueden remediar el problema); y segundo, porque la leche que sale de los senos durante el acto sexual puede actuar como una ducha de agua fría para algunas parejas. Para aquellos que alimentan al bebé con el biberón, los senos pueden desempeñar un papel estrictamente sensual en vez de utilitario.
Menores limitaciones a tu dieta.
El biberón no interfiere con tus gustos alimenticios. Puedes comer todos los alimentos picantes y el repollo que quieras (aunque muchos bebés no objetan esos sabores en la leche materna, y algunos hasta los disfrutan), así como beber una copa diaria de vino o un cóctel sin tener que pensar en la próxima vez que tienes que dar pecho. Además, no tienes que preocuparte por cumplir tantos requerimientos nutricionales.
Nada de exhibiciones públicas.
Si te incomoda la posibilidad de dar el pecho en público, amamantar puede resultar inconcebible. Pero ese temor se suele superar pronto. Muchas mujeres que intentan amamantar, pronto descubren que lo hacen con toda naturalidad (y con la mayor discreción) aun en los lugares más públicos.
Menos estrés.
Algunas mujeres temen que son demasiado impacientes o tensas para amamantar. Pero una vez que lo intentes, podrías descubrir que la lactancia es muy relajante: reduce el estrés en vez de inducirlo (al menos una vez que está bien establecida).
Para más y más mujeres, la opción es clara. Algunas saben que preferirán dar el pecho al biberón antes siquiera de decidir quedar embarazadas. Otras, que nunca lo pensaron demasiado antes del embarazo, optan por la lactancia después de leer sobre sus numerosos beneficios. Algunas se muestran indecisas durante el embarazo hasta el momento en que dan a luz. Y unas pocas mujeres, convencidas de que amamantar no es para ellas, no pueden despojarse del sentimiento insistente de que deben hacerlo de todos modos.
¿Estás indecisa? Pruébalo: podría gustarte. Siempre puedes dejarlo si no te agrada, pero al menos habrás despejado esas dudas insistentes. Y lo mejor de todo es que tú y tu bebé habrán cosechado algunos de los beneficios más importantes de la lactancia, aunque sólo haya sido por un breve período.
Pero asegúrate de darle una oportunidad a la lactancia. Las primeras semanas podrían ser exigentes, incluso para las más entusiastas de la leche materna, y es siempre un proceso de aprendizaje (aunque recibir consejos de una asesora de lactancia o una hermana o amiga que haya amamantado podría facilitarte el proceso si tienes dificultades). Un mes completo, o aun seis semanas de dar el pecho, es lo que se necesita usualmente para establecer una relación alimenticia exitosa y para dar a la mamá la oportunidad de decidir si la lactancia es lo mejor para ella.
Algunas mujeres que deciden amamantar descubren –por un motivo u otro– que no pueden o no quieren hacerlo exclusivamente. Quizás alimentar al bebé sólo a través del pecho no resulta práctico en el contexto de su estilo de vida (demasiados viajes de negocios lejos de casa o un trabajo que hace de la extracción de leche una pesadilla). Tal vez resulta demasiado exigente desde el punto de vista físico. Afortunadamente, ni la lactancia ni el biberón son opciones excluyentes, y para algunas mujeres la combinación de ambos resulta práctica. Si eliges esta opción, ten en cuenta que deberás esperar hasta que la lactancia esté bien establecida (al menos de dos a tres semanas) antes de introducir la fórmula. Para mayor información sobre cómo combinar ambas vías de alimentación lee Qué Esperar en el Primer Año (What to Expect the First Year).
Lamentablemente, la opción de amamantar no está disponible para todas las madres primerizas. Algunas mujeres no pueden o no deben dar el pecho a sus recién nacidos. Los motivos podrían ser emocionales o físicos, debido a la salud de la madre o del bebé, ya sean temporales (en cuyo caso la lactancia podría comenzar más adelante) o de largo plazo. Los factores maternos más comunes que podrían prevenir o interferir con la lactancia incluyen:
Enfermedades debilitantes serias (como insuficiencia cardíaca o renal, o anemia severa) o delgadez extrema. Sin embargo, algunas mujeres logran superar los obstáculos y amamantar a sus bebés.
Infecciones serias, como una tuberculosis activa no tratada. Durante el tratamiento, los senos pueden ser bombeados para extraer la leche y establecer un suministro una vez que se reanude la lactancia.
Afecciones crónicas que necesitan medicamentos que pasan a la leche materna y podrían ser perjudiciales para el bebé, como antitiroideos, anticarcinógenos o antihipertensivos así como fármacos que alteran el ánimo como litio, tranquilizantes o sedantes. Si tomas cualquier tipo de medicamento, consulta con tu médico si es que estás considerando amamantar. En algunos casos, un cambio de medicamento o el espaciamiento de las dosis podrían permitirte amamantar. Una necesidad temporal de medicamentos, como penicilina, aun en el momento de dar el pecho, habitualmente no tendrían por qué interferir con la lactancia. Las mujeres que necesitan antibióticos durante el parto o debido a una infección en los senos (mastitis), pueden seguir dando pecho mientras toman su medicación.
La exposición a determinadas sustancias químicas tóxicas en el lugar del trabajo. Consulta con la Administración de Seguridad y Salud Laboral (OSHA por sus siglas en inglés, lee la página 209).
Abuso de alcohol. Un trago ocasional está bien, pero demasiado alcohol puede acarrear problemas a un bebé amamantado.
Abuso de drogas, incluyendo el uso de tranquilizantes, cocaína, heroína, metadona o marihuana.
Sida, o infección del VIH, que puede transmitirse por fluidos corporales, incluyendo la leche materna.
Algunas condiciones del recién nacido podrían dificultar la lactancia, aunque no imposibilitarla (con el apoyo médico adecuado). Éstas incluyen:
Un bebé prematuro o muy pequeño, que podría tener dificultades para succionar o aferrarse de manera adecuada. Un bebé prematuro enfermo y que tiene que pasar un tiempo en la unidad de terapia intensiva neonatal (NICU, por sus siglas en inglés) tal vez tampoco pueda ser amamantado, aunque puedes extraerte leche para establecer un buen suministro y alimentarlo con leche materna con la ayuda del personal del hospital.
Los trastornos como intolerancia a la lactosa o fenilcetonuria (PKU) en los que no se puede digerir ni leche humana ni de vaca. En el caso de la PKU, los bebés pueden ser amamantados si también reciben una fórmula suplementaria libre de fenilalanina mientras que con la intolerancia a la lactosa (que es extremadamente inusual al nacer), la leche materna puede ser tratada con lactasa para hacerla digerible.
El labio leporino u otras deformidades en la boca que interfieren con la succión. Aunque el éxito del amamantamiento depende en cierta medida del tipo de defecto, por lo general es posible. Los bebés con fisura del paladar no pueden tomar pecho, pero de todos modos pueden ser alimentados con leche extraída de la madre.
Muy rara vez, el suministro de leche materna no resulta adecuado, quizás debido a un insuficiente tejido glandular en el seno, y no es posible amamantar, a pesar de todo el esfuerzo materno e infantil.
Si no puedes amamantar a tu bebé –por más que lo desees– no hay motivo para agregar sentimientos de culpa a tu decepción. De hecho, es importante que no te culpes para evitar que dichos sentimientos interfieran con el importante proceso de conocer y amar a tu bebé. Un proceso en el que de ninguna manera es imprescindible amamantar.