SE SUPONE QUE EL EMBARAZO ES UN momento de gozo, desbordante de entusiasmo y de ensoñaciones sobre la vida con tu futuro bebé (mezclados con una pizca normal de inquietud y ansiedad). Y por lo general suele ser así, aunque no siempre. Si has experimentado la pérdida de un embarazo o de un recién nacido, sabes de primera mano que no hay palabras para expresar la magnitud de tu dolor. Este capítulo está dedicado a ayudarte a sobrellevar esa pena y a lidiar con una de las pérdidas más difíciles de la vida.
Sólo porque a menudo el aborto espontáneo ocurre al inicio del embarazo no significa que no sea doloroso para los padres. El dolor que puede provocar es real, independientemente de qué tan pronto en el embarazo has perdido a tu bebé. A pesar de que nunca lo viste, excepto quizás en el ultrasonido, sabías que estaba creciendo dentro de ti y podrías haber formado un vínculo con el bebé, aunque fuese abstracto. Desde el momento en que descubriste que estabas embarazada puedes haber fantaseado sobre tu bebé y haberte imaginado como una flamante madre. Y después, todo el entusiasmo de meses (y años y décadas) se acaba abruptamente. Comprensiblemente, podrías sentir una amplia gama de emociones: triste y abatida por la pérdida; indignada y resentida de que te haya ocurrido a ti; posiblemente retraída de familiares y amistades (especialmente de quienes están embarazadas o acaban de tener bebés). Es posible que tengas dificultades para dormir y comer, y para aceptar la situación. Podrías llorar mucho o nada. Éstas son algunas de las muchas reacciones normales, saludables, ante la pérdida de un embarazo (recuerda que tu reacción es lo que es normal para ti).
De hecho, para algunas parejas, lidiar con la pérdida al inicio del embarazo podría ser, al menos en ciertos sentidos, tan difícil de sobrellevar como una pérdida más adelante. ¿Por qué? En primer lugar, porque como muchas parejas se abstienen de pasar la voz sobre su embarazo hasta completar el tercer mes, aun amistades íntimas y familiares podrían no haberse enterado todavía, lo que significa que el apoyo podría hacerse esperar. Aun quienes sabían sobre el embarazo y/o les informes sobre el aborto espontáneo podrían ofrecer menos apoyo que el que te habrían dado si el embarazo hubiese estado más avanzado. Podrían tratar de disminuir el significado de la pérdida diciéndote “No te preocupes, puedes volver a intentarlo”, sin darse cuenta de que la pérdida de un bebé, no importa lo temprano que ocurra, puede ser devastadora. En segundo lugar, el hecho de que no tienes la posibilidad de sostener al bebé, tomarle una foto, ofrecerle un funeral y un entierro –rituales de duelo que pueden contribuir a dar alguna medida de consuelo a los padres de los bebés que nacen muertos– podría complicar el proceso de recuperación.
De todos modos, si has tenido un aborto espontáneo (o un embarazo ectópico o molar), es importante recordar que tienes derecho a entristecerte tanto –o tan poco– como lo necesites. Hazlo de cualquier manera que te ayude a consolarte y, a la larga, a seguir adelante.
Quizás encontrarás consuelo en una ceremonia privada con familiares íntimos o sólo tú y tu esposo. O compartiendo tus sentimientos –individualmente, por medio de un grupo de apoyo, o en la red– con otras parejas que han experimentado un aborto espontáneo temprano. Como a muchas mujeres les ocurre al menos una vez durante sus años reproductivos, podría sorprenderte descubrir cuántas otras conocidas han tenido la misma experiencia que tú, pero nunca te lo habían dicho a ti o, incluso, nunca se lo habían comentado a nadie. Si no te sientes en condiciones de compartir tus sentimientos, o si no sientes la necesidad, no lo hagas. Haz sólo lo que sientas que está bien para ti. Algunos de los consejos para quienes experimentan pérdidas más adelante en el embarazo también podrían servirte a ti. Asimismo, podrías leer sobre las Etapas del Duelo (consulta el recuadro en la página 631) que quizás se apliquen a tu caso.
Admite que siempre tendrás un lugar en el corazón para el embarazo que perdiste, y podrías sentirte triste o decaída en el aniversario de la fecha de parto prevista o en el aniversario de la pérdida misma, incluso años más tarde. Si sientes que te ayuda, planea hacer algo especial en ese momento –al menos por el primer año– que sea alentador y, a la vez, te permita recordar: planta algunas flores o un arbolito, comparte un picnic tranquilo en el parque, o una cena conmemorativa con tu marido.
Si bien es normal llorar tu pérdida –e importante consolarte a tu manera–, deberías empezar a sentirte mejor poco a poco, a medida que pasa el tiempo. Si no te sucede, o si tienes dificultades constantes para lidiar con el día a día –si no comes ni duermes, si no puedes concentrarte en el trabajo, si te estás aislando de familiares y amistades– o si sigues sintiéndote muy ansiosa (la ansiedad es un síntoma aun más común que la depresión después de un aborto espontáneo), una asesoría profesional podría ayudar a tu recuperación.
Trata de recordar que puedes volver a quedar embarazada –lo que es muy probable– y dar a luz a un bebé saludable. Para la gran mayoría de las mujeres, el aborto espontáneo es un acontecimiento aislado y, por cierto, una señal de futura fertilidad.
Cuando no oyes (o sientes) a tu bebé durante varias horas o más, es natural temer lo peor. Y lo peor es que tu bebé en gestación haya muerto.
Probablemente estarás sumida en una bruma de incredulidad y pesar si te dicen que no pueden localizar el latido cardíaco de tu bebé y que ha muerto en el útero. Quizás te resulte difícil o aun imposible continuar con una vida normal mientras llevas en tu interior un feto que ya no vive. Los estudios revelan que una mujer tiene mayor probabilidad de padecer una depresión severa después de tener un niño muerto si el parto es retrasado más de tres días después que se diagnostica la muerte. Por este motivo, se tomará en cuenta tu estado emocional cuando tu médico decida cuál será el próximo paso. Si el parto es inminente, o si ya ha comenzado, tu bebé muerto será traído al mundo. Si no hay indicios claros de que el parto esté por comenzar, la decisión de si inducirlo o no de inmediato, o permitir tu regreso a casa hasta que comience espontáneamente, dependerá de cuánto te falte para la fecha prevista, o de tu estado físico y emocional.
El proceso de duelo por el que atravesarás si tu feto ha muerto en el útero tal vez será muy similar al de los padres cuyo bebé ha muerto durante o después del nacimiento. Los mismos pasos te ayudarán a iniciar el largo período de consuelo, incluyendo –cuando sea posible y práctico– sostener a tu bebé en tus brazos y ofrecerle un funeral o servicio fúnebre. Lee más adelante para informarte sobre el tema.
Aveces la pérdida de un bebé ocurre durante el parto o el alumbramiento, y otras veces, inmediatamente después del nacimiento. De un modo u otro, el mundo se te viene abajo. Habías esperado este momento durante meses, y ahora te irás a casa con las manos vacías.
Probablemente no hay un dolor más grande que el causado por la muerte de un hijo. Y aunque nada puede sanar el dolor que sientes, hay pasos que puedes seguir ahora para disminuir la inevitable tristeza que viene con la tragedia:
Mira a tu bebé, sostenlo, dale un nombre. El duelo es un paso vital para aceptar tu pérdida y recuperarte, y es difícil condolerse por un niño sin nombre al que no has visto nunca. Aun si tu bebé tiene deformaciones, los expertos aconsejan que es mejor verlo, debido a que lo que puedes imaginar suele ser peor que la realidad. Sostener y darle un nombre a tu bebé hará su muerte más real y, en definitiva, más fácil la recuperación. Por eso arregla un funeral y entierro o un servicio fúnebre, ya que te dará otra oportunidad de decirle adiós. Si hay un entierro, la tumba te ofrecerá un lugar permanente donde puedas visitar a tu bebé en el futuro.
Guarda una fotografía u otros recuerdos (un mechón de cabello, una huella) para tener algunos recordatorios tangibles para atesorar cuando pienses en el bebé que perdiste. Trata de concentrarte en los detalles que querrás recordar más adelante –ojos grandes, pestañas largas, manos hermosas y dedos delicados, una cabecita llena de cabello.
Discute los resultados de la autopsia y otros informes médicos con tu doctor para que te ayude a aceptar la realidad de lo que te ocurrió y para que te ayude en el proceso del duelo. Tal vez te dieron muchos detalles en la sala de parto, pero es posible que los medicamentos, tu estado hormonal y la conmoción te hayan impedido comprenderlos completamente.
Pide a amistades o familiares que dejen los preparativos que habías hecho para el bebé en casa tal como estaban. Regresar a una casa que parece que nunca esperaba a un bebé, sólo hará más difícil aceptar lo ocurrido.
Ten en cuenta que el proceso de duelo suele tener muchas etapas, incluyendo negación y aislamiento, indignación, depresión y aceptación. No te sorprendas si sientes esas emociones, aunque no necesariamente en ese orden. Y tampoco te sorprendas si no sientes ninguna de ellas, o si experimentas otras emociones en vez de éstas o además de éstas. Cada persona es diferente y reacciona de manera diferente, aun en una situación similar, y especialmente en algo tan personal.
Espera momentos difíciles. Durante algún tiempo podrías sentirte deprimida, muy ansiosa, o sólo profundamente triste, y tener problemas para dormir, comer o concentrarte en el trabajo. También podrías mostrarte irascible con tu marido y con tus otros hijos, si los tienes. Es posible que te sientas sola –aun si estás rodeada de gente que te ama– y vacía e, incluso, podrías imaginar a tu bebé llorando en la mitad de la noche. Probablemente sentirás la necesidad de ser una niña, de ser amada, mimada y cuidada. Todo esto es normal.
Llora: tanto como quieras y con la frecuencia que sientas necesaria.
Reconoce que los padres también están de duelo. Su dolor podría parecerte menos intenso o más breve que el tuyo, en parte porque él no llevó al bebé en su seno durante tantos meses. Pero eso no significa que su dolor sea menos real o que el proceso del duelo sea menos vital para consolarse. A veces, el padre tiene mayor dificultad para expresar su dolor, o podría guardarse sus emociones en un esfuerzo por mostrarse fuerte ante su pareja. Si crees que ése es el caso de tu marido, los dos podrían encontrar un alivio reconfortante desahogando el dolor mutuo. Estimúlalo a que se desahogue contigo, con un asesor o con otro padre que haya pasado por esa pérdida.
Cuídense mutuamente. El dolor puede ser muy absorbente. Tú y tu marido podrían verse tan sumidos en vuestro dolor, que no les queden reservas emocionales para consolarse el uno al otro. Lamentablemente, pueden producirse problemas de relación cuando las parejas se aíslan de ese modo, dificultando aún más la recuperación. Aunque por cierto habrá momentos en que querrás estar sola con tus pensamientos, hazte también el tiempo para compartirlos con tu marido. Considera la posibilidad de ir juntos a un psicólogo o unirse a un grupo de apoyo para parejas. No sólo podría ayudarles a encontrar consuelo sino también a preservar e, incluso, profundizar la relación de pareja.
No enfrentes el mundo sola. Si te aterra que las caras amigas te pregunten “¿Ya tuviste tu bebé?”, lleva a una amiga que pueda responder las preguntas por ti en las primeras visitas al supermercado, la tintorería y otros sitios. Asegúrate de que la gente en el trabajo, en tu lugar de culto y en otras organizaciones en las que estés activa, esté informada antes de tu regreso para no tener que dar explicaciones difíciles más de lo absolutamente necesario.
Ten en cuenta que algunas personas amigas o familiares podrían no saber qué hacer o decir. Algunas podrían sentirse tan incómodas, que se abstendrán de verte durante el período de duelo. Otras podrían decir cosas que te indignen en vez de consolarte: “Sé cómo te sientes” o “Oh, puedes tener otro bebé”, o “Es bueno que el bebé haya muerto antes de que hayas formado un vínculo con él”. Aunque por cierto tienen buenas intenciones, podrían no comprender que nadie que no ha perdido un bebé puede saber cómo se siente, que ningún otro bebé podrá ocupar jamás el lugar del que perdiste, o que los padres establecen un vínculo con el bebé mucho antes de su nacimiento. Si oyes ese tipo de comentarios con frecuencia, pide a alguna amiga íntima o familiar que explique cómo te sientes y que haga saber a los demás que sólo preferirías que te dijeran que sienten tu pérdida.
Busca el apoyo de quienes ya han pasado por la experiencia. Al igual que muchos otros padres y madres, podrías cobrar fuerza incorporándote a un grupo para padres que hayan sufrido una pérdida. También hay grupos de apoyo en Internet que pueden ofrecer algún consuelo. Prueba compassionatefriends.org o missingangel.org. Pero trata de evitar que dichos grupos se conviertan en un mecanismo para perpetuar tu dolor en vez de dejarlo ir. Si después de un año sigues teniendo problemas para aceptar tu pérdida (o antes, si tienes problemas para funcionar normalmente), busca terapia individual.
Cuídate. En vista de tanto dolor emocional, tus necesidades físicas podrían ser la menor de tus preocupaciones. Pero no debería ser así. Comer bien, dormir lo suficiente y hacer ejercicios es vital no sólo para mantener tu salud sino también para contribuir a tu recuperación. Haz un esfuerzo consciente para sentarte a comer, aunque no sientas muchas ganas. Date un baño tibio o haz algunos ejercicios de relajación para tranquilizarte antes de acostarte y para dormir mejor por la noche. Trata de incorporar alguna actividad física a tu jornada, aunque sea sólo una caminata antes de la cena. Y trata de distraerte de vez en cuando. Ve una película, acepta una invitación de tus amistades, tómate un fin de semana en el campo, y disfruta sin sentimientos de culpa. Para que la vida siga, después de todo, debes seguir viviendo.
Recuerda a tu bebé de manera tan privada o tan pública como lo sientas. En lo que respecta a un funeral, haz lo que te parezca adecuado para ti. Podría ser una ceremonia completamente privada –que les permita a tu marido y a ti compartir vuestros sentimientos a solas– u otra que te rodee del amor y el apoyo de familiares, amistades y la comunidad.
Honra la memoria de tu bebé de una manera que sea significativa para ti, si te ayuda. Compra libros para algún centro de cuidado infantil que atienda a niños necesitados, o haz una donación a alguna organización que ayude a las futuras mamás en desventaja; planta un árbol o un nuevo macizo de flores en tu jardín o en un parque local.
Recurre a la religión, si te consuela. Para algunos padres en duelo, la fe es un gran consuelo.
Vuelve a quedar embarazada, si es lo que deseas, pero no como un esfuerzo por sentirte mejor ni reemplazar al bebé que perdiste. Es mejor esperar hasta que haya pasado el momento de tristeza más profunda antes de pensar en volver a concebir. Consulta la página 631 para leer más sobre el tema.
Puedes esperar que tu dolor disminuirá con el tiempo. Al principio sólo tendrás días malos, después algunos días buenos de vez en cuando; a la larga, habrá más días buenos que malos. Pero prepárate para la posibilidad de que los vestigios del dolor duren mucho más. El proceso de duelo, que podría incluir pesadillas y dolorosos flashbacks, suele no completarse hasta los dos años, pero lo peor suele quedar atrás de tres a seis meses después de la pérdida. Si luego de seis a nueve meses tu dolor sigue siendo el foco de tu vida, si tienes problemas para funcionar o para concentrarte, o si tienes poco interés en todo lo demás, busca ayuda. También búscala si, desde el comienzo, no has podido entristecerte en absoluto. Y recuerda que la depresión posparto también puede obstaculizar el proceso de sanación; consulta la página 624.
Reconoce que el sentimiento de culpa puede agravar innecesariamente el dolor y dificultar más la aceptación de la pérdida. Si sientes que la pérdida de tu bebé fue un castigo por haber sido ambivalente sobre tu embarazo, o por carecer de la capacidad de crianza u otras cualidades necesarias para la maternidad, o por cualquier otro motivo, busca ayuda profesional para que te ayude a comprender que de ninguna manera eres responsable de tu pérdida. Búscala también si has tenido dudas en el pasado y ahora crees que éstas se han confirmado (que no podías gestar un bebé vivo). Si te sientes culpable incluso de pensar en retomar tu vida normal porque serías insensible al bebé que perdiste, tal vez te pueda ayudar el pedir a tu bebé, en espíritu, perdón o permiso para volver a disfrutar de la vida. Podrías tratar de hacerlo en una “carta”, en la que expreses tus sentimientos, esperanzas y sueños.
A veces, la donación de órganos es posible cuando un bebé nace vivo y con algunos órganos en funcionamiento, pero con un pronóstico sin esperanzas. La posibilidad de ayudar a que otro bebé sobreviva podría darte algún consuelo en ese caso.
Los padres que pierden un mellizo (o más bebés, en el caso de trillizos o cuatrillizos), enfrentan la posibilidad de celebrar un nacimiento (o nacimientos) y lamentar una muerte (o muertes) al mismo tiempo. Si esto sucede, podrías sentirte en conflicto tanto como para lamentar la pérdida de un niño como para disfrutar del nacimiento de otro, ambos procesos de vital importancia. Comprender por qué te sientes de ese modo podría ayudarte a lidiar con tus sentimientos, que podrían incluir todos o algunos de los siguientes aspectos:
Podrías sentirte desconsolada. Has perdido un bebé, y el hecho de que tienes otro no disminuye tu pérdida. Ten en cuenta que tienes derecho a estar de duelo por el bebé que perdiste, aunque estés celebrando el nacimiento de otro. De hecho, lamentar esa pérdida es una parte importante del proceso de recuperación. Tomar las medidas para los padres de duelo descritas en la sección anterior, podría ayudarte más fácilmente a aceptar la muerte de tu bebé como una realidad.
Podrías sentirte feliz también, pero sin estar segura de manifestarlo públicamente. Tal vez sientas que es inapropiado demostrar entusiasmo por la llegada de tu bebé o, incluso, sentirte desleal con el que no sobrevivió. Es un sentimiento natural, pero que tendrás que tratar de olvidar. Amar y criar al hermanito será un modo maravilloso de honrar al bebé que no pudo sobrevivir; además, es esencial para el bienestar de tu bebé.
Podrías querer celebrar, pero no sabes si está bien hacerlo. Un nuevo bebé es siempre motivo de celebración, aun cuando la feliz noticia llegue teñida de tristeza. Si te sientes incómoda de organizar una bienvenida al bebé, sin reconocer a la vez tu pérdida, considera realizar primero una ceremonia en memoria o de despedida del bebé que murió.
Podrías considerar la muerte de tu bebé como un castigo, tal vez porque realmente no estabas segura de si lo deseabas, o si ibas a poder manejarte como madre de múltiples, o porque querías una niña más que un niño (o viceversa). Aunque este tipo de sentimiento de culpa es común entre las madres que experimentan una pérdida de embarazo de cualquier tipo, no tiene ningún fundamento. Nada de lo que hayas hecho –o que hayas imaginado o deseado– pudo haber causado la pérdida.
Podrías sentirte decepcionada de que no seas madre de múltiples. Es normal estar triste por la pérdida de este entusiasmo, especialmente si habías imaginado y planeado la llegada de más de un bebé durante meses. Incluso podrías lamentarte cuando veas otros mellizos. No te sientas culpable por sentirte así; es completamente comprensible.
Podrías temer que resulte incómodo y difícil explicar tu situación a familiares y amistades, especialmente si habían estado esperando ansiosamente la llegada de mellizos. Para facilitar un poquito ese escenario, pídele a una amiga o familiar íntima que circule la voz y así no lo tengas que hacer tú. En las primeras semanas, trata de que alguien te acompañe cuando salgas con tu bebé, para que esa persona pueda anticiparse y responder las preguntas inevitables y posiblemente dolorosas.
Podrías tener dificultades para lidiar con las reacciones y comentarios de familiares y amistades. En su afán por tratar de ayudar, amigas y parientes podrían exagerar su entusiasmo al dar la bienvenida a tu hijo sobreviviente, sin reconocer el hecho de que perdiste otro. O podrían instarte a olvidar al bebé perdido y apreciar al que tienes contigo. Aunque sus palabras y acciones sean bien intencionadas, también pueden herirte y contrariarte. Por eso no dudes en decirle a la gente –especialmente a quienes tengas más cerca– cómo te sientes. Hazles saber que necesitas llorar al bebé que perdiste al igual que celebrar al recién llegado.
Podrías sentirte demasiado deprimida por tu pérdida como para cuidar de tu nuevo bebé. O, si todavía estás embarazada, de cuidar de tu bebé cuidándote a ti misma de la mejor manera posible. No te castigues por tus sentimientos de infelicidad o contradictorios. Son normales y completamente comprensibles. Pero asegúrate de recibir la ayuda necesaria para empezar a satisfacer los requerimientos de tu bebé, tanto físicos como emocionales. Los grupos de apoyo te pueden ayudar, como también un consejero profesional.
Podrías sentir que estás sola en tu dolor. Recibir apoyo de otras personas que sepan por lo que estás pasando, puede ayudarte más de lo que imaginas. Busca ese apoyo en un centro local o en Internet. Puedes contactar al Centers for Loss in Multiple Births (CLIMB) en climb-support.org.
Independientemente de lo que estés sintiendo –y dada tu situación, tus sentimientos podrían abarcar toda la gama emocional– date tiempo. Lo más probable es que te sientas paulatinamente mejor (y mejor por sentirte mejor).
Después de una pérdida, tomar la decisión de volver a intentar un embarazo –y un nuevo bebé– no siempre es fácil, y decididamente no es tan fácil como podrían pensar quienes te rodean. Es una decisión muy personal y también puede ser dolorosa. Éstos son algunos aspectos que podrías considerar para decidir cuándo –y si– lo intentarás nuevamente:
Intentar tener otro bebé después de perder uno (o más) requiere valentía. Date el mérito que mereces –y la palmadita en la espalda que necesitas– al embarcarte en este proceso.
El momento adecuado es el que sea adecuado para ti. Podría pasar un corto tiempo para que te sientas emocionalmente preparada para intentar tener otro bebé, o tomar mucho más tiempo. No te presiones (ni dejes que otros lo hagan) para intentarlo demasiado pronto. Y no dudes (ni te paralices) esperando más de lo que debas. Escucha a tu corazón y sabrás cuándo estarás emocionalmente preparada y lista para contemplar un nuevo embarazo.
También deberás estar físicamente preparada. Consulta con tu médico para comprobar si necesitarás un período de espera. A menudo puedes intentarlo tan pronto como te sientas dispuesta (y tan pronto como tu ciclo menstrual empiece a cooperar). Si hay un motivo por el que tengas que esperar más tiempo del que quisieras (como podría ser el caso de un embarazo molar), usa ese período para ponerte en el mejor estado físico posible para la concepción (consulta el Capítulo 1), si es que ya no lo estás.
Un nuevo embarazo podría ser menos inocente. Ahora sabes que no todos tienen un final feliz, lo que significa que en tu nuevo embarazo probablemente no darás nada por sentado. Tal vez te sientas más nerviosa que la primera vez, especialmente hasta que hayas pasado el aniversario de la semana en que perdiste a tu bebé (y si perdiste a tu bebé en su nacimiento, o justo antes o después, podrías preocuparte más durante los nueve meses). Podrías tratar de mantener tu entusiasmo a raya y descubrir que tu alegría se ve templada por la inquietud, tanto que hasta podrías vacilar en conectarte con tu nuevo bebé hasta que se haya disipado ese temor de amarlo y perderlo nuevamente. Es posible que estés más atenta que nunca a todo síntoma del embarazo: los que te dan esperanzas (senos hinchados, náusea y vómitos, las carreras frecuentes al baño) y los que despiertan tu ansiedad (punzadas pélvicas, sensación de calambres). Todo esto es completamente comprensible y normal, como descubrirás si te conectas con otras mujeres que han dado a luz después de experimentar una pérdida. Pero si este tipo de sentimientos te impide cuidar y nutrir tu nuevo embarazo, busca ayuda rápidamente para solucionarlo.
Pensar en esa recompensa inigualable –ese bebé que estás tan ansiosa por acunar– en vez de pensar en tu pérdida, te ayudará a mantener una actitud positiva. Recuerda que la gran mayoría de mujeres que ha experimentado una pérdida de embarazo o la pérdida de un bebé, llega a tener embarazos completamente normales y bebés completamente saludables.