Una encuesta Gallup revela que más del cuarenta por ciento de los estadounidenses asevera haber visto, oído o percibido la presencia de un fantasma alguna vez. Se trata de personas comunes y corrientes que se hallaron cara a cara con algo que no comprendían y cuya presencia no buscaron. No intentaban comunicarse con los espíritus de los muertos. Solo sucedió.
Lo extraño es que casi un tercio de las personas que manifestaron haber tenido un encuentro con un fantasma expresó que no creía en la vida después de la muerte1. Eran conscientes de que se habían topado con algo verdaderamente extraño, pero no estaban convencidos de que se tratara de un espíritu humano incorpóreo.
¿Sigue la vida después de la muerte?
La Biblia manifiesta con claridad que el alma es eterna y que pasaremos la eternidad en la presencia de Dios o separados de él para siempre. Aun así, ¿es esa una razón válida para que creamos que los fantasmas o sus apariciones constituyen una prueba de la supervivencia del alma humana?
Si no fuera así, ¿qué son, entonces, los fantasmas?
Larry y Susan estaban encantados cuando finalmente pudieron comprar una casa después de casi diez años de vivir en un apartamento. La vivienda, en un suburbio de Pittsburgh, no era una mansión, pero tenía el doble del tamaño de su apartamento, y resultaba maravilloso contar con un poco más de espacio para sus hijos, Jason, de ocho años, y Derek, de cuatro.
Una de las cosas de la casa que le agradaba a Larry era que tenía un sótano terminado, que él pensaba convertir en una sala de recreación. A los muchachos también les gustaba ese espacio, y desde el día en que la familia se mudó a la casa, pasaban mucho tiempo allí, jugando y viendo televisión.
Los niños también empezaron a referirse a un amigo que habían conocido en el sótano. Le decían «el viejo». A veces Larry escuchaba que sus hijos se reían y armaban escándalo allá abajo, y cuando preguntaba: «¿Qué están haciendo?», le respondían que «el viejo» les estaba contando cuentos graciosos.
Jason asistía a la escuela, de modo que rápidamente trabó amistades en el nuevo vecindario. Pero Derek pasaba mucho tiempo a solas. Larry decidió que para ayudarlo a pasar las largas horas solitarias, le compraría a su hijo un sistema de videojuegos. Lo puso en el sótano, guardado en su caja, y le dijo a Derek que se lo armaría durante el fin de semana.
A la mañana siguiente, mientras se preparaba para ir al trabajo, escuchó la risa de Derek que subía desde el sótano. Escuchó también otra cosa: los bips y los estruendos del videojuego en acción. Al bajar por la escalera, encontró a Derek jugando alegremente con el aparato.
—¿Hijo? ¿Quién armó todo esto?—le preguntó.
—Lo hice yo—le respondió.
—¿Tú lo hiciste?—No parecía ser algo que pudiera realizar un niño de cuatro años.
—Pues … no lo hice completamente solo. El viejo me mostró cómo hacerlo.
Sintiéndose bastante desconcertado, Larry llamó a su oficina, les dijo que llegaría tarde esa mañana, y fue a ver al agente de la inmobiliaria que le había vendido la casa. Le contó acerca del encuentro de sus hijos con «el viejo» y le preguntó si había alguna información de la casa que él debería conocer.
Después de un largo momento de vacilación, el agente finalmente dijo:
—Su casa antes perteneció a un hombre llamado Johnson. Tenía setenta y tantos años al morir.
—¿Y?
El agente de la inmobiliaria tragó saliva antes de proseguir.
—No quería decirle esto, pero. él se ahorcó en el sótano.
Esa es la historia, según la cuenta Larry. También dice que consideró la posibilidad de vender la casa, pero después de que él y su esposa conversaron al respecto, decidieron quedarse. Les encantaba la casa, de modo que tomaron la decisión de compartirla con el ente extraño, fuere lo que fuera, y se esforzarían por lograr una coexistencia pacífica.
Hasta donde yo sé, el arreglo ha resultado bien. No están preocupados, porque pertenecen a Jesucristo y saben que no existe en el universo poder espiritual mayor que él y su amor. Y sin embargo, se plantea aquí una pregunta muy seria.
¿Exactamente qué es lo que ocurre en esa casa o en cualquier otra casa similar en el mundo? Mi primera inclinación es a tratar de encontrar una explicación natural y creerla, y dejar que la otra historia pase por un cuento chino de alguien que tiene mucha imaginación. Sin embargo, se ha creído en la existencia de los fantasmas desde hace miles de años.
El capítulo 14 de Mateo cuenta lo que sucedió cuando Jesús se acercó a sus discípulos caminando sobre el agua:
En la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados.
—¡Es un fantasma!—gritaron de miedo.
Pero Jesús les dijo en seguida:
—¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo (Mateo 14:25-27).
Algunos de los discípulos tuvieron una reacción similar cuando Jesús se les apareció después de su resurrección:
Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:
—Paz a ustedes.
Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu.
—¿Por qué se asustan tanto?—les preguntó—. ¿Por qué les vienen dudas? Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo (Lucas 24:36-39).
Jesús no los reprendió por ser supersticiosos. No dijo: «Deberían saber que no existe tal cosa». Eso no constituye un aval para creer en algún tipo de manifestación sobrenatural; sin embargo, resulta interesante que Jesús no sintiera necesidad alguna de referirse al asunto.
Parecería que, de alguna manera, los fantasmas existieran. Pero, repito, ¿se tratará de los espíritus de los fallecidos?
No lo creo.
Me parece que las pruebas apuntan a una variedad de explicaciones diferentes, algunas muy sencillas y otras bastante complejas.
Algunos expertos que han estudiado a los fantasmas y las casas encantadas han arribado a la conclusión de que muchas de esas experiencias ocurren únicamente para los ojos y oídos del que los observa. O sea, que se trata de una alucinación de tipo realista.
Los investigadores paranormales Jenny Randles y Peter Hough explican que las manifestaciones de fantasmas pueden a veces «tener sus raíces en ilusiones ópticas o anomalías de la percepción. La voluntad de creer puede con frecuencia proporcionar su propia evidencia persuasiva»2.
Entre otras pruebas que respaldan esa conclusión, citan la historia de Ruth, una mujer que informó que a menudo recibía la visita del «fantasma» de su padre. Lo que hacía que esto resultara sumamente inusual, en comparación con otros cuentos de fantasmas, era que su padre estaba vivito y coleando en ese momento.
Con la ayuda del psiquiatra Morton Schatzman, Ruth pudo a la larga controlar su capacidad de «crear» alucinaciones realistas. Había aprendido a hacer aparecer imágenes tridimensionales de otras personas, y a veces le costaba distinguir entre sus alucinaciones y las personas reales que estaban presentes.
En cierto experimento se le pidió a Ruth que creara una imagen de su padre y que lograra que se pusiera de pie frente a unas luces centellantes, las que estaban programadas para interactuar con sus ritmos cerebrales. Luego se midió la actividad cerebral de Ruth a fin de determinar si podía ver las luces a través de la imagen de su padre. ¡El experimento reveló que Ruth ni siquiera veía las luces centellantes! Era como si su padre verdaderamente estuviera de pie frente a ellas. El fantasma no era real, pero era lo suficientemente real como para bloquear su visión.
Randles y Hough concluyen: «Esas pruebas muestran que el cerebro es capaz de “ver” algo que no existe de una manera tan real que puede falsear ciertas respuestas perceptivas. Hay razones para sospechar que las apariciones pueden tratarse, al menos a veces, de alucinaciones muy vívidas»3.
Otros experimentos han demostrado que entre el cuatro y el ocho por ciento de las personas es «propensa a la fantasía». A esta gente le cuesta distinguir los sueños de la realidad y puede tener alucinaciones que parecen ser cien por ciento reales.4
No hay forma de saber con seguridad cuántos avistamientos de fantasmas tienen explicaciones tan lógicas como la anterior. Pero si el noventa y cinco por ciento de los avistamientos de OVNIS pueden explicarse como interpretación equivocada de información (tal como se planteó en el capítulo cinco), resulta probable que un número importante de lugares encantados sean producto de interpretaciones equivocadas similares.
Otros lugares encantados parecen relacionarse directamente con el deseo de creer.
A principios de la década de los ‘70 un investigador británico de nombre Frank Smyth decidió inventar un cuento de fantasmas, presentarlo como verdadero, y ver si se producía alguna respuesta. Fabuló una historia acerca del fantasma de un clérigo que se aparecía en una casa en Londres e hizo que la publicaran en una revista. Su historia incluía la dirección de la casa para aquellos que quizá tuvieran la predisposición de investigar la historia por su propia cuenta.
A lo largo de los años siguientes, recibió numerosos informes de personas que aseveraban haber visto al fantasma. Algunos describían la aparición con vívidos detalles, cuello eclesial incluido.
Cuando Smyth reveló que la historia era falsa, recibió un diluvio de cartas de personas que insistían en que él se equivocaba. Estaban convencidos de que verdaderamente habían visto el fantasma del clérigo, y nada haría que cambiaran de parecer. Uno de los que escribieron cartas insistió que Smyth solo creyó haber inventado la historia, pero que en realidad la había escrito estando bajo la influencia de un fantasma de verdad5.
Muchas otras apariciones fantasmales y ciertos encantamientos parecen ser producto de la simple y antigua codicia. Se puede ganar bastante dinero con el negocio de los fantasmas.
A la mayoría de las personas les gusta el misterio. Nos gusta tener miedo, siempre y cuando no exista posibilidad de un peligro real. Por eso a muchos de nosotros nos gusta la montaña rusa, las películas de terror, y el escalofrío que nos recorre la espalda cuando escuchamos «historias reales» acerca de acontecimientos ocurridos en casas encantadas, casas como la que aparece en la película The Amityville Horror y sus muchas sagas. Tal vez conozcamos esa historia. Si no, podemos decir que es bastante típica:
Ocurre una truculenta masacre en esa casa.
Una familia desprevenida compra la casa, sin saber nada acerca de su terrible historia.
Cuando se mudan a la casa se ven sometidos a todo tipo de ataques por parte de los entes malévolos que habitan en ella; cosas como hedores insoportables, multitud de moscas que revolotean sobre ellos, repentinas bajas de temperatura, la aparición de moho verde en las puertas y paredes, y objetos que vuelan por el aire.
La experiencia terrible vivida por esa familia se convirtió en el tema de un libro que fue éxito de ventas de librería y objeto de varias películas. Algunas personas que, según se dice, estuvieron presentes cuando ocurrieron algunas de esas cosas horribles, ahora señalan que no vieron nada fuera de lo común.
Se ha dicho que la familia que compró la casa estaba sumamente necesitada de dinero. También se informó que el abogado del hombre que fue culpado de los homicidios que ocurrieron en la casa tuvo una reunión con la familia con el propósito de lograr que ellos declararan públicamente que la casa estaba embrujada.
¿Por qué?
Se alega que tenía la esperanza de convencer a un jurado de que su cliente era inocente porque había estado bajo el control de fuerzas malignas sobrenaturales cuando cometió los homicidios, las mismas fuerzas que ahora atormentaban a los nuevos propietarios de la casa6.
¿Qué fue lo que en realidad sucedió en Amityville? Muchos creen que más allá de cuatro homicidios truculentos, prácticamente nada más.
Lo mismo puede decirse de una de las casas embrujadas más famosas del mundo, Borley Rectory [la casa parroquial de Borley], en Inglaterra, que fue construida en 1863. Según informes, el primer avistamiento de un fantasma ocurrió en 1885. En 1900 las cuatro hijas de Henry Bull, el que construyó la casa parroquial, informaron haber visto el fantasma de una monja que caminaba por el terreno del lugar.
Uno de los acontecimientos más famosos de Borley fue que se cambiaron de lugar varios féretros pesados dentro de la cripta del edificio. Según se informó, cada féretro pesaba algunos cientos de kilos, pero una fuerza desconocida los había acomodado una y otra vez, como si fueran un montón de piezas de dominó.
La reputación del edificio se vio realzada durante 1927, cuando por un período de seis meses una docena de clérigos con sus esposas visitaron la casa parroquial con la intención de fijar su residencia en ese lugar. Todos ellos decidieron no hacerlo por diversos motivos, los que, según se informó, incluían haber oído ruidos extraños y visto otros acontecimientos espeluznantes.
Finalmente el reverendo Guy Eric Smith y su esposa ocuparon la casa. Lograron permanecer en el lugar por espacio de nueve meses. Durante ese tiempo informaron que a menudo escuchaban pisadas y voces que retumbaban por la casa cuando nadie más estaba presente. También manifestaron haber visto un fantasmal carruaje tirado por caballos que se acercaba por el camino de entrada, y en especial los perturbaba un timbre de la puerta que sonaba a cada rato, pese a que no había nadie en la entrada. Por fin dijeron basta, y se fueron de allí.
Al menos eso se cuenta. Sin embargo…
El hecho es que la casa parroquial de Borley le debía gran parte de su fama a un investigador psíquico llamado Harry Price. Jenny Randles y Peter Hough escriben con respecto a Price: «No se puede negar que él les hacía la corte a los medios de comunicación, y la evidencia de que él exageraba, y en ocasiones hacía trampa a fin de promocionar a Borley como un sitio embrujado, parecería ser bastante sólida»7.
Por lo menos en algunas instancias, es así como nacen las leyendas de fantasmas. Quizá hayan ocurrido algunas cosas misteriosas en la casa parroquial de Borley; sin embargo, lo más probable es que hayan sido magnificadas y exageradas cada vez que se volvían a relatar, y luego algún «investigador» sumamente entusiasta las habrá tergiversado aun más. Al parecer, eso es lo que sucede vez tras vez con los «cuentos de fantasmas» y relatos por el estilo.
Es posible que eso mismo haya ocurrido con el relato de Larry y Susan al que nos referimos anteriormente.
¿Alguna vez nos tocó la experiencia de escuchar a alguien describir un suceso que ambos habíamos presenciado, y preguntarnos cómo podría esa persona hacer un relato tan desacertado? Es una tendencia natural confundir y exagerar los acontecimientos. Así es la naturaleza humana. Por ese motivo, resulta sumamente posible que todo el relato solo se trate de una serie de coincidencias estimuladas por una imaginación hiperactiva. Quizá sea cierto que Larry compró la casa y se enteró después de que el propietario anterior se había suicidado en el sótano. Quizá sus hijos tuvieran un amigo imaginario al que llamaban «el viejo», que en realidad solo era producto de la imaginación de ellos. Quizá acontecimientos como esos comenzaron a convergir en la mente de Larry para hacer que la historia se agrandara más allá de lo que en realidad era.
Por otro lado, también es posible que la casa de Larry estuviera «embrujada» por algún ente misterioso de origen desconocido. Después de todo, hay algunas experiencias de fantasmas que parecieran desafiar las explicaciones naturales. Por ejemplo los «duendes».
Los duendes parecen ser ruidosos, destructivos y maliciosos. Se dice que son los «bromistas» del mundo sobrenatural, y que supuestamente hacen chistes que atemorizan y resultan costosos.
Según informes, los duendes lanzan cosas de un lado a otro, rompen platos y corren muebles, y ha habido varios casos bien documentados de tal actividad.
Uno de los más famosos disturbios de duendes de las últimas décadas ocurrió en Bristol, Connecticut, a lo largo de un lapso de dos semanas. Las víctimas fueron una pareja llamada John y Susan Sanford y sus dos hijos. Durante ese tiempo se supone que los platos salían volando de los aparadores y se estrellaban contra el piso, los cuadros se caían de las paredes en toda la casa, y los muebles se corrían solos. La familia también informó que escuchaba ruidos de gruñidos, y veía ojos rojos que espiaban por la ventana de la sala.
Un fotógrafo llamado Paul Eno, que fue a investigar los fenómenos, manifestó que cuando estaba en la casa percibía algo semejante a una corriente eléctrica que hacía que se le erizara el cabello. Al revelar su película, en una de las fotografías supuestamente podía verse una cara barbada que miraba hacia dentro de la casa a través de una ventana8.
Sea quien fuere, o lo que fuere, que se encargaba de la actividad extraña en la casa, no duró mucho tiempo. Se detuvo de manera tan repentina como había comenzado. algo que suele suceder en el caso de los duendes.
Repito, nadie sabe a ciencia cierta qué son los duendes. Algunos sienten que son espíritus que se nutren del temor y del odio. Sin embargo, la Biblia tiene otro nombre con el que denomina a esa clase de espíritus. Los llama (¿lo adivinaron?) demonios.
Y, tal como lo expresamos en el capítulo 3, ningún demonio está a la altura del poder y la autoridad de Jesucristo.
Una mujer me contó acerca de una experiencia aterradora por la que pasó cuando tenía poco más de veinte años. No era cristiana en ese entonces, si bien sabía acerca de Jesucristo y de las afirmaciones de la Biblia en cuanto a que él había muerto por los pecados de toda la humanidad. Manifestó haberse despertado en medio de la noche sintiéndose sumamente fría y aterrada. Inmediatamente supo que había algo maligno en su cuarto. Abrió los ojos de golpe, y vio a una criatura que se asemejaba a una gárgola, que estaba parada al pie de su cama. No se parecía a nada que ella hubiera visto con anterioridad, y nunca olvidará el odio acérrimo que se vislumbraba en los ojos feroces y aterradores de la criatura.
—¡Jesús!—exclamó—. ¡Ayúdame!
Inmediatamente la criatura desapareció. Percibió a su dormitorio más cálido, y ya no sintió temor. Sigue convencida de que no fue un sueño ni una alucinación. Algo maligno había invadido su cuarto, pero desapareció al instante que invocó el nombre de Jesús.
Poco después de su encuentro fantasmal, esa mujer empezó a leer la Biblia y orar con regularidad. Más tarde entregó su vida a Cristo, y en la actualidad es una misionera que sirve a Dios en Francia.
Otra mujer cuenta que al promediar una noche la despertó una fuerza que ejercía presión sobre su cuerpo. No podía ver nada, pero era capaz de percibir unas manos fantasmales que la empujaban hacia abajo. Al intentar forcejear contra su atacante, descubrió que no se podía mover, ni podía abrir la boca para gritar. Parecía estar paralizada, completamente impotente en contra del espíritu que la atacaba.
Sin embargo, pudo elevar una oración silenciosa: «¡Te ruego, Dios … en el nombre de Jesús … ayúdame!
En ese momento se detuvo el ataque. La presión se levantó, y ella saltó de la cama, encendió la luz, y vio que el cuarto estaba vacío.
Pasó el resto de la noche en su sala de estar, con todas las luces encendidas, pero su atacante no regresó.
A veces alguno señala lo que a su entender son referencias a fantasmas en la Biblia. Hay dos pasajes específicos que se citan como prueba de que los fantasmas son las almas de los que han partido.
El primero es el capítulo 17 de Mateo, que nos dice que cuando Jesús fue transfigurado, Moisés y Elías (ambos llevaban cientos de años de muertos) aparecieron y conversaron con él. Sin embargo, tal como mencionamos anteriormente, el propósito de ese pasaje no es el de probar la existencia de los fantasmas. Tiene que ver con que Jesús se preparaba para la cruz y esa constituía una prueba de que él era aun mayor que cualquiera que hubiera vivido antes que él, ya fuera Moisés o Elías.
El segundo pasaje que se cita es el capítulo 28 de 1 Samuel. Ese pasaje cuenta acerca de la visita del rey Saúl a la adivina de Endor, la que evocó para él al espíritu del profeta Samuel. Obviamente, según Deuteronomio 18:10-12, Saúl se oponía diametralmente a la ley de Dios al visitar a la adivina. Pero en esa instancia, parecería que Dios le hubiera permitido al fallecido profeta aparecer y comunicarle un mensaje muy importante al rey. Ese mensaje fue: «Has pecado, y Dios te quitará el reino».
En realidad ninguno de esos pasajes tiene nada que ver con fantasmas ni con casas embrujadas. En ambos casos la aparición de espíritus de los muertos se produjo por un acto soberano de Dios. Dios puede hacer cualquier cosa que desee, y como él decida hacerla.
Toda alma humana, tanto la que vive como la que está muerta, está bajo su control.
Si bien lo que creemos en cuanto a los fantasmas es importante, no resulta tan importante como lo que creemos acerca de los mensajes que nos llegan a través de ellos. Recordemos lo dicho con anterioridad. Toda criatura, sea de índole física o espiritual, que niegue la divinidad de Jesucristo (o que afirme cosas que contradigan directamente la Palabra de Dios) no es de fiar.
En lo que se refiere a los fantasmas (o a cualquier otro ente sobrenatural) resulta vital que pongamos a prueba los espíritus, según 1 Juan 4, y que recordemos las palabras del apóstol Pablo en el primer capítulo de Gálatas:
Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! Como ya lo hemos dicho, ahora lo repito: si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición! (Gálatas 1:8-9).
En la década de los ’60, James A. Pike, un obispo de la iglesia episcopal, se convirtió en un franco defensor de la «comunicación con los espíritus» y de otras prácticas ocultistas. El prelado se transformó en defensor del ocultismo por lo que a su entender eran encuentros con el fantasma de su hijo, que había fallecido a raíz de una sobredosis de drogas.
El «espíritu» del hijo del obispo Pike supuestamente le dijo, con voz lastimera, que deseaba poder decirle a su padre que Jesús era Señor y victorioso sobre todo, pero que eso sencillamente no era verdad. También le dijo al obispo que incluso «en el más allá», había conjuntos de «creyentes» que aún consideraban a Cristo como su Salvador, los que aguardaban con paciencia su segunda venida. Pero, por supuesto, eran necios, de los que los verdaderamente iluminados se burlaban y compadecían.
Por indicación de su hijo, el obispo Pike se alejó de la fe en Cristo. Lamentablemente, a través de sus numerosos libros, artículos y presentaciones televisivas, hizo que muchos más se alejaran también de la fe en el Señor.
Sin embargo, la Biblia es clara en cuanto a esto. Si alguien (humano, ángel, extraterrestre, o fantasma) nos dice que podemos ser salvos de alguna otra forma que no sea por medio de la fe en Cristo, es un mentiroso y una herramienta de Satanás en la que no se puede confiar.
Ya he dicho que no sé lo que son los fantasmas. Eso es cierto. Pero no creo, ni siquiera por un instante, que sean los espíritus de las personas muertas.
Nuevamente, echemos un vistazo a lo que dice la Biblia:
Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan (Hebreos 9:27-28).
No es posible que eso sea más claro. Después de que un hombre muere, es juzgado, y luego se lo envía al lugar correspondiente de recompensa o de castigo.
Después de la muerte no es posible pasar por la casa de un viejo amigo a fin de aparecer como invitado de honor o jugar algunas vueltas en un tablero Ouija. Tampoco se pueden hacer visitas a la casa de algún viejo enemigo con el propósito de sacudir algunas cadenas y causarle piel de gallina.
¿Recordamos la parábola de Jesús acerca del hombre rico y Lázaro? Después que el rico murió y fue juzgado, se lo envió a un lugar de tormento. Él le rogó a Abraham que se le acercara y le refrescara la lengua con unas gotas de agua, pero Abraham no pudo hacerlo.
Abraham le contestó:
«Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente. Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá» (Lucas 16:25-26).
Existe un gran «abismo» entre el cielo y el infierno y entre esta vida y la venidera. Solo por ese motivo no prestaré atención a ninguna criatura que diga que ha venido de «la vida del más allá» con el propósito de iluminarme.
Es posible que no sepa lo que son los fantasmas, pero sé lo suficiente como para no prestar atención a lo que digan.
Es indudable que el tema de los fantasmas y las casas embrujadas resulta fascinante. Pero también puede ser peligroso. El interés en los fantasmas puede constituir una puerta abierta hacia el mundo del ocultismo que sería mejor dejar cerrada. Un fantasma que aparente ser tan amable como Casper puede, en realidad, ser un demonio ansioso por engañarnos y convencernos de que en realidad no tiene importancia lo que creamos.
Pero, tal como lo manifestó Jesús una y otra vez, por supuesto que lo que creemos es importante. Es lo que marca la diferencia entre una eternidad en el cielo y una eternidad en el infierno.