CAPÍTULO 8
EXPERIENCIAS CERCANAS A L MUERTE

Joyce Evans está con vida y reside en Inglaterra. Pero nadie podrá convencerla jamás de que no «murió» en 1972, al surgir complicaciones durante el nacimiento de su hijo David1.

Cuando David nació por cesárea, salió mal casi todo lo que podía salir mal. El médico de la señora Evans le dijo más tarde que para él era un milagro que ella hubiera sobrevivido.

Lo que recuerda Joyce es que de repente descubrió que se desplazaba rápidamente por un oscuro túnel, acercándose a una luz brillante en el extremo opuesto.

«Supe con gran claridad que me moría. Se escuchaba que sonaba una música bella; el aire estaba lleno de su sonido. La luz al final de túnel era muy brillante—manifestó Joyce—. Recuerdo que pensé: Te ha llegado el fin; sin embargo, no sentía temor alguno».

Al llegar al final de túnel, Joyce quedó encantada al ver que su padre la esperaba allí, y le sonreía. Se lo veía exactamente igual a como ella lo recordaba en el período de su niñez. Lo reconoció inmediatamente, pese a que llevaba catorce años muerto.

«Me dio sumo placer verlo y estar con él, y había una sensación sobrecogedora de paz y tranquilidad», recuerda Joyce. Pero justo antes de que llegara a su lado, él levantó la mano para detenerla.

«Todavía no es tu tiempo—le dijo—. ¡Regresa! ¡Regresa! Tienes un bebé que te necesita».

Joyce no recuerda nada más hasta que se encontró en su cuarto de hospital recobrando la conciencia. Estaba muy enferma y tenía por delante un largo período de recuperación. Aun así, se sentía contenta de estar con vida. No quería dejar a su esposo ni a sus hijos.

«Sentí que se me había concedido una segunda oportunidad—manifestó ella—. Pero a la vez también sé que vi cómo es la muerte, y no hay nada que temer. Vi cuán bien y feliz se veía mi padre, y eso me resultó sumamente tranquilizador. Pero por sobre todas las cosas, recuerdo la sensación agradable que tuve todo el tiempo que permanecí en el túnel».

UNA EXPERIENCIA VIVIDA POR MUCHOS

Millones de personas en todo el mundo dicen haber pasado por experiencias semejantes a la que describe Joyce Evans. Hoy las denominamos experiencias cercanas a la muerte o ECM. Una encuesta Gallup reveló que aproximadamente ocho millones de estadounidenses han vivido esa clase de experiencias, y muchos cuentan historias bastante similares a la que relató Joyce Evans2.

Ellos, también, recuerdan haber viajado por un oscuro túnel desplazándose hacia una luz brillante en el extremo opuesto. A menudo relatan haber visto familiares muertos que los esperaban en la luz. A veces han podido ver a Jesús o a un ser benevolente «de luz» que a su entender era Jesús. Luego han escuchado una voz, o alguien se les acercó y les dijo que debían volver. Y acto seguido, se encontraron de regreso en el quirófano, o en el lugar del accidente automovilístico, o dondequiera que hubieran estado a punto de «morir».

En su mayoría, las personas manifiestan haberse sentido muy desilusionadas cuando se les dijo que no podían quedarse. A diferencia de Joyce, no querían regresar. También informan que la experiencia los cambió para siempre. Ya no le temen a la muerte. Y finalmente, muchos dicen que entienden la importancia de ser amables y bondadosos.

Un hombre, que fue entrevistado con respecto a su experiencia cercana a la muerte, manifestó:

Si mi esposa estuviera escuchando, tendría que decir que lo más importante que me ha sucedido fue conocerla y casarme con ella. Pero en realidad, mi ECM es el suceso más importante de mi vida. Me cambió más que cualquier otra cosa. Me formó. Modificó mi personalidad, algo que mi esposa había intentado sin éxito durante años. Tener una ECM es lo más profundo que uno podría vivir, salvo la muerte misma3.

UNA ANTIGUA HISTORIA QUE PASA A SER NUEVA

Aun cuando las experiencias cercanas a la muerte han existido desde hace siglos, recién hace unos treinta años que han pasado a ser noticia. Fue en ese entonces que Raymond A. Moody, Jr. publicó un libro titulado Vida después de la vida. El doctor Moody decidió escribir su libro cuando varias personas que habían resucitado después de «morir» le relataron las asombrosas experiencias que habían tenido.

Se vendieron millones de ejemplares de Vida después de la vida en todo el mundo, y se inició un intenso debate acerca de la naturaleza y la credibilidad de esos relatos. Su libro fue acogido como un gran avance, porque se trataba de la primera vez que alguien de la comunidad científica parecía tomar con seriedad los fenómenos de experiencias cercanas a la muerte. El doctor Moody había quitado las experiencias cercanas a la muerte del ámbito del mito, del folclore y de la superstición, convirtiéndolas en algo respetable.

En cuanto a él mismo, el doctor Moody estaba convencido de que algo absolutamente real les había sucedido a las personas que habían «muerto» y luego vuelto a la vida. No intentó descartarlo mediante explicaciones, ni atribuirlo a la imaginación o a alucinaciones. Y estuvo a un tris de insistir en que tales experiencias constituían una prueba de la vida después de la muerte.

En Vida después de la vida el doctor Moody enumeró varias características comunes de la típica experiencia de cercanía con la muerte. Entre ellas se incluyen:

¿QUÉ HEMOS DE PENSAR ACERCA DE LAS EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE?

Casi todas las historias que coleccionó el doctor Moody tuvieron otro elemento común: Eran en su mayoría positivas, apenas un momento atemorizante en todo ese montón de cosas.

Por cierto que sería maravilloso pensar que no tenemos por qué temerle a la muerte. ¿Acaso no sería maravilloso creer que todos acabaremos en un sitio feliz, donde el sol brilla siempre y todo es bello? Pero por otro lado, ¿sería justo eso? ¿Podría verdaderamente ser cierto que no tiene importancia lo que creemos o lo que hacemos durante esta vida?

El hecho es que no todas las experiencias cercanas a la muerte son apacibles y serenas. Algunas de ellas resultan absolutamente aterradoras.

El investigador doctor Michael Grosso, que entrevistó a docenas de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, cuenta de un hombre que intentó matarse mediante una sobredosis de drogas y a consecuencia de eso sufrió un infarto cardíaco masivo. Algunos amigos lo encontraron y rápidamente llamaron a los paramédicos. Pero para cuando llegaron, su corazón se había detenido; no respiraba, y su cuerpo ya se había tornado azul.

Según su relato su alma realizaba una travesía a un lugar que no quiere ver nunca más. No había ningún túnel, ninguna luz brillante, y ninguna presencia consoladora. En cambio, el hombre descubrió que descendía a un infierno en el que algunas criaturas de aspecto horrible lo agarraban y lo rasguñaban con sus garras. Más tarde recordó que le había costado respirar y que se sentía claustrofóbico.

Afortunadamente para él, los paramédicos pudieron lograr que el corazón volviera a latir, y de repente se encontró de nuevo en su cuerpo. Dijo que había decidido hacer cambios importantes en su estilo de vida porque no deseaba volver a ese sitio horrible.

NO RECUERDAN NADA

El cardiólogo Maurice Rawlings, en su libro Beyond Death‧s Door [Más allá del portón de la muerte], escribe:

Antes de recopilar material para el presente libro, personalmente consideraba que la mayoría de las experiencias ocurridas después de la muerte eran fantasía, conjeturas o imaginación. En su mayoría, los casos de los que había leído o escuchado parecían representar travesías eufóricas de una mente anóxica. Luego una noche de 1977, mientras resucitaba a un paciente aterrado, ese paciente me dijo que estaba en el infierno. Me rogó que lo sacara de allí y que no le permitiera morir. Cuando tuve plena conciencia del temor genuino y extremo que experimentaba, yo también tuve miedo. Otros casos posteriores de experiencias aterradoras me han cargado de una sensación de urgencia en cuanto a escribir este libro. Ahora tengo la seguridad de que existe la vida después de la muerte, y no es solamente buena6.

Según la descripción del doctor Rawlings, el paciente arriba mencionado tenía «una grotesca mueca que expresaba puro terror. Sus pupilas estaban dilatadas, sudaba y temblaba … parecía tener el cabello erizado»7.

El médico trabajó con ahínco para salvar la vida del hombre, y tuvo éxito. Como cardiólogo, estaba acostumbrado a enfrentar situaciones de vida o muerte. Pero no pudo borrar de su mente aquella experiencia aterradora. Por eso, unos pocos días después, cuando el paciente se estabilizó, el médico fue a preguntarle por qué había estado tan atemorizado. ¿Había visto llamas o monstruos? ¿Quizá incluso al diablo mismo?

Sin embargo, para su sorpresa el hombre no sabía a qué se refería su médico. No recordaba nada.

El doctor Rawlings escribe: «Aparentemente, la experiencia le resultó tan atemorizadora, tan horrible, tan dolorosa que su mente consciente no podía sobrellevarla; y por consiguiente fue reprimida en lo profundo de su inconsciente»8.

El doctor Rawlings ahora cree, a partir de su experiencia con aquel paciente y de otras similares, que «cuando de alguna manera se demora la realización de la entrevista con el paciente, eso puede darle el tiempo suficiente como para que las buenas experiencias se retengan mentalmente y se informen mientras que las malas se rechacen y se borren del recuerdo»9.

También ha llegado a creer que las aterradoras experiencias cercanas a la muerte quizá sean tan comunes como lo son las positivas, e informa que algunos de los pacientes que ha hecho regresar desde el borde de la muerte por cierto recuerdan algunos detalles de sus experiencias negativas. Recuerdan que entraron en un mundo oscuro y borroso en el que personas grotescas se escondían en las sombras o estaban de pie a lo largo de la orilla de un lago de fuego. «Los horrores son imposibles de describir y difíciles de recordar»10.

Para algunas personas el horror ha sido darse cuenta de que se alejaban de Dios en lugar de acercarse a él. Beyond Death‧s Door [Más allá del portón de la muerte] relata la historia de una mujer a la que le cayó un rayo en un viaje de campamento. Ella dice:

En el momento en que el relámpago se abatió sobre mí, supe exactamente lo que había sucedido. Tenía la mente clara como el cristal. Nunca estuve tan plenamente viva como en el acto de la muerte. A esa altura en el acto de la muerte, recibí lo que yo denomino la respuesta a una pregunta que nunca le había expresado a nadie, y que ni siquiera me había animado a enfrentar por mí misma: ¿Será verdad que hay un Dios? No lo puedo describir, pero la totalidad y la realidad del Dios viviente estalló dentro de mi ser, y él llenó cada átomo de mi cuerpo con su gloria. Al momento siguiente, descubrí horrorizada que no me dirigía hacia Dios. Me alejaba de él. Era como ver lo que podría haber sido, a la vez que me alejaba de ello11.

Con pánico, esa mujer manifiesta que clamó a Dios y le dijo que viviría para él desde ese momento en más si le perdonaba la vida. Lo hizo. Se encontró nuevamente en su cuerpo, y al cabo de tres meses se había recuperado por completo.

NADIE PIENSA QUE IRÁ AL INFIERNO

Jean Ritchie, en su libro Death‧s Door [La puerta de la muerte], cita un estudio en el que algunos modernos relatos de experiencias cercanas a la muerte fueron comparados con otros registrados durante la época medieval. Muchos elementos eran los mismos: la sensación de estar fuera del cuerpo, desplazarse por un túnel, el repaso de la vida de uno. Sin embargo, ese estudio puso de manifiesto una diferencia importante, en la época medieval las experiencias negativas eran mucho más frecuentes. Las personas se referían con más asiduidad a haber visto demonios, diablos y el infierno.

¿Por qué esa diferencia entre aquel tiempo y este?

Una teoría es que en aquel entonces, la gente creía en el infierno. En la actualidad generalmente no se cree que exista. Hace unos pocos siglos, las personas que llevaban vidas pecaminosas sabían a ciencia cierta que al morir acabarían en el infierno. Estaban preparados para ello y, a decir verdad, tenían esa expectativa. En la actualidad, la mayoría de las personas parece tener la convicción de que un Dios amoroso jamás enviaría a nadie al infierno. Pensamos: En realidad no tiene importancia lo que haga. Dios me perdonará. Tenemos la expectativa de que las puertas de perla del cielo se abran de par en par para nosotros en el instante en que muramos.

Es posible que las personas no vean el infierno sencillamente porque no creen que exista. Eso podría significar una de dos cosas:

  1. Una experiencia cercana a la muerte no es más que una alucinación que carece de verdadera conexión con lo que sucede después de la muerte.

  2. Las personas que alcanzan a vislumbrar el infierno quedan tan conmocionadas y aturdidas ante la visión de una cosa en la que nunca han creído (y que jamás pensaron que les sucedería) que su mente sencillamente no la puede retener.

LO QUE DICE LA BIBLIA CON RESPECTO A LA MUERTE

Si creemos en la Biblia, también debemos creer en la existencia del infierno. Jesús enseñó que el infierno existe. Él dijo que en el día del juicio, los injustos «irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna» (Mateo 25:46).

También dijo: «Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco, que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:43).

El libro de Apocalipsis nos cuenta que cuando sean juzgados los muertos, aquel cuyo nombre no esté escrito en el libro de la vida será arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:15).

La Biblia también parece enseñar que algunos podrán escapar al infierno por un margen sumamente pequeño, tal como le sucedió al hombre que el doctor Rawlings revivió. El apóstol Pablo dice que en el día del juicio, el «trabajo» de cada uno será puesto a prueba de fuego: «Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego» (1 Corintios 3:14-15).

Según vemos, la Biblia nos dice que el infierno es un lugar sumamente real.

Y también lo es el cielo.

Jesús les dijo a sus discípulos:

No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté (Juan 14:1-3).

Jesús también dijo que en el día del juicio, a los justos se les dirá: «Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo» (Mateo 25:34).

La Biblia no solo nos dice que el cielo existe, sino que también nos brinda instrucciones precisas para llegar allí. Probablemente hemos escuchado esto un millón de veces, pero no por ello es menos cierto: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que lo seguirían hasta el cielo, Tomás objetó:

—Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino?

—Yo soy el camino, la verdad y la vida—le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí (Juan 14:4-6).

Aun cuando la Biblia diga que los que han aceptado a Cristo irán al cielo (y los que no lo han aceptado no irán), no nos dice exactamente cuándo es que sucederá. Tampoco señala precisamente qué ocurre al momento de morir. Lo que sí nos declara es que «está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio» (Hebreos 9:27).

Algunos creen que cuando morimos vamos a un sitio de espera, un sitio de clasificación, a fin de aguardar el juicio. Si esto es cierto, es probable que los que han vivido experiencias cercanas a la muerte solo hayan experimentado el sitio de espera, y en verdad no han vislumbrado su destino final.

En Beyond Death‧s Door, Maurice Rawlings escribe:

Resulta interesante que todos mis pacientes que dan informes de una continuidad entre una vida y la otra, fuera esta buena o mala, por lo general se encontraron con seres queridos fallecidos en lo que constituye una especie de sitio de clasificación, que a menudo disponía de una barrera que impedía la entrada a una existencia de tipo más permanente12.

Claro que nadie desea escuchar malas noticias. Nos resultaría fácil observar todas las historias positivas y decir: «¡La vida después de la muerte es maravillosa para todos!». Sin embargo, no podemos permitir que ciertas experiencias tengan prioridad sobre lo que establece la Biblia. La Palabra de Dios es la autoridad definitiva en todo; particularmente en cuestiones que atañen a la vida después de la muerte.

UNAS PALABRAS EN CUANTO AL SUICIDIO … ¡NO LO HAGA!

A propósito, el doctor Rawlings manifiesta que hay un área en la que las experiencias cercanas a la muerte han resultado casi universalmente negativas. Se trata de los casos relacionados con intentos de suicidio. Cuenta acerca de una muchacha de catorce años de edad que intentó matarse tragando un frasco entero de aspirinas. Mientras los médicos luchaban por salvarle la vida, ella gritó: «¡Ayúdame, mamá! ¡Intentan lastimarme!». También dijo que esos «demonios en el infierno» la tenían agarrada y no la soltaban. Más tarde, después de que se recuperara por completo, no recordaba nada del incidente13.

En Vida después de la vida, el doctor Moody escribe:

Un hombre que estaba abatido por causa de la muerte de su esposa se disparó, «murió» como consecuencia de ello, y fue resucitado. Él declara: «No fui al lugar donde se encontraba [mi esposa]. Fui a un lugar horrible […] Inmediatamente me di cuenta del error que había cometido […] Pensé: “Ojalá no lo hubiera hecho"»14.

Otra mujer que tomó una sobredosis de drogas informó:

Recuerdo que descendía por un agujero negro, dando vueltas y vueltas. Luego vi un punto resplandeciente al rojo vivo que se hacía cada vez más grande hasta que pude ponerme de pie. Todo estaba rojo, caliente y encendido. La tierra parecía lodo viscoso que se hundía alrededor de mis pies, y costaba mucho moverse. El calor era espantoso y dificultaba la respiración. Clamé: «Oh, Señor, dame otra oportunidad». Oré una y otra vez. Nunca sabré cómo regresé15.

¿Acaso sugiero con esto que todas las víctimas de suicidio se van al infierno?

Claro que no.

Solo Dios es el juez de eso. Sin embargo, esas experiencias parecen respaldar la verdad de que el suicidio es siempre la peor salida a cualquier problema.

LO QUE DICE LA CIENCIA

Antes de abandonar el tema de las experiencias cercanas a la muerte, me parece importante destacar que muchos expertos opinan que existe una base científica para las que no tiene nada que ver con la vida después de la muerte. En cambio, piensan que esas experiencias ocurren durante el proceso de la muerte, cuando el cerebro está dejando de funcionar. Según ellos, la sensación de volar por un túnel podría producirse a raíz del colapso del campo visual en el lóbulo occipital. Algunos científicos también creen que la luz que parece brillar al final del túnel puede ser causada por una falta de oxígeno.

La doctora Susan Blackmore del Brain and Perception Laboratory [Laboratorio del cerebro y la percepción] de la Bristol University de Inglaterra, señala que la corteza visual del cerebro es una de las últimas regiones que mueren, y acota:

Las células vitales que normalmente regulan la actividad en el sector visual del cerebro (la corteza visual) se inhiben seriamente por la falta de información sensorial que va en aumento. Esto desestabiliza los controles visuales normales, produciendo franjas de actividad irregular. Al desplazarse la información entre la retina del ojo y el cerebro, las franjas son interpretadas como anillos concéntricos, túneles o espirales ondulantes, luz en el centro y bordes más oscuros … La mente se aferra a las imágenes del túnel y las acepta como una nueva actualidad16.

LO FUNDAMENTAL

Lo fundamental es que no hay manera de saber a ciencia cierta, de este lado de la eternidad, exactamente lo que son las experiencias cercanas a la muerte. Lo único que podemos conocer con certeza es que los cristianos no tienen ninguna razón para temerle a la muerte. Podemos tener confianza en las palabras de Jesús, que dijo: «Voy a prepararles un lugar» (Juan 14:2).

Pienso en la muerte de Dwight L. Moody, uno de los más famosos evangelistas que Estados Unidos ha producido. Mientras yacía moribundo, Moody exclamó: «¡La tierra se desvanece! ¡El cielo se abre delante de mí!». Y luego se dirigió a su hijo: «No se trata de un sueño, Will. ¡Es bello! Si esta es la muerte, es dulce. ¡Dios me llama y debo ir! ¡No pidas que regrese!»17

Ciertamente, para los cristianos: «La muerte ha sido devorada por la victoria» (1 Corintios 15:54).