Existen muchas otras creencias ocultistas. Y, tal como lo hemos dicho anteriormente, el mismo patrón aparece en ellas una y otra vez:
No necesitamos que sea Jesús el que reciba el castigo por nuestros errores.
Podemos llegar a ser como Dios por nuestra propia cuenta.
Jesucristo fue un buen maestro, pero definitivamente no es el Hijo de Dios.
La mayoría de estas creencias se presentan bajo el encabezado de la Nueva Era. Echaremos un rápido vistazo a las siguientes:
Canalización
Astrología
Proyección astral
Yoga
Poder del cristal
Percepción extrasensorial
Universalismo
La canalización no es algo nuevo. Se trata de lo mismo que han hecho los médiums espiritistas durante siglos: entregar el control de su cuerpo y de su mente a entes invisibles que hablan a través de ellos. Como ya lo hemos observado, estos entes a veces aseveran ser espíritus de muertos, ángeles o extraterrestres que provienen de civilizaciones avanzadas en el espacio sideral.
Los entes que hablan a través de los canalizadores de la Nueva Era solo se diferencian de los tradicionales en que se autodenominan antiguos espíritus que han evolucionado a lo largo de miles de años y que han regresado para compartir su sabiduría.
Acabamos de mencionar las tres mentiras favoritas de Satanás. Fijémonos en un par de aquellos entes canalizados que son los más populares en la actualidad y comparemos sus enseñanzas. De paso, si no han leído el capítulo tres, ahora puede ser un buen momento para echarle un vistazo.
Seth empezó a hablar por medio de una mujer llamada Jane Roberts en la década del 60. Desde ese momento hasta su muerte, en 1984, Roberts produjo unos cuantos libros que llevaban el nombre de Seth, los que vendieron millones de ejemplares.
Roberts empezó a canalizar a «Seth» cuando ella y su esposo escribían un libro acerca de la percepción extrasensorial. Usaban un tablero Ouija para hacer investigaciones referidas a su obra cuando empezaron a recibir mensajes de alguien que se identificó como Frank Withers. Al poco tiempo Withers cambió de parecer en cuanto a su identidad, y explicó: «Prefiero que no se me llame Frank Withers. Esa personalidad me resulta un tanto aburrida. Pueden llamarme como quieran. Yo me autodenomino Seth. Ese nombre le calza bien al yo que hay en mí, la personalidad se aproxima con mayor claridad a la totalidad de quien soy, o de quien intento ser»1.
Seth se describe como «una esencia de energía de la personalidad que ya no se centra en la realidad física»2.
La mayoría de los libros escritos por «Seth» fueron dictados a través de la voz de Roberts estando ella en trance. Al escribir como Seth, ella dice: «Se te concede el don de los dioses; puedes crear tu realidad según tus creencias; tuya es la energía creativa que crea tu mundo; no hay limitaciones para uno mismo salvo aquellas en las que uno cree»3.
¿Será que me lo imagino o acaso esto suena muy parecido a: «Usted tiene dentro suyo el poder de llegar a ser como Dios»?
Los libros de Seth aún hoy gozan de popularidad; sin embargo, su reconocimiento ha sido usurpado por el recién llegado Ramtha. Asevera que es un espíritu de treinta y cinco mil años de edad y se denomina «el iluminado». Lo canaliza una mujer llamada J.Z. Knight. Parece que a Ramtha le encanta ser el foco de atención. Hace numerosas presentaciones públicas en las que brinda consejos retorcidos a creyentes boquiabiertos que han pagado hasta mil dólares cada uno por el privilegio de escuchar su sabiduría.
Ramtha declara haber vivido en Lemuria, una civilización antigua pero sumamente avanzada que se hundió en el Océano Pacífico hace siglos. No existe evidencia que demuestre que Lemuria alguna vez haya existido, sin embargo los devotos de Ramtha lo creen por completo.
En su libro Channeling [Canalización], el autor Jon Klimo describe las presentaciones de Ramtha:
Knight entra en un trance profundo o cataléptico, en el que calma su cuerpo de modo que «Ramtha», una poderosa presencia masculina, pueda presentarse. «Ramtha» habla de una manera un tanto arcaica y estilizada, y declara haberse encarnado hace treinta y cinco mil años como un líder político y espiritual conocido como «El Carnero», que provino de la legendaria Lemuria y llegó hasta lo que ahora se conoce como la India.
El tema de «Ramtha» es que somos todos como dioses, una parte de Dios, sin embargo no tenemos conciencia de esa identidad. No obstante, creamos nuestras propias realidades para expresarnos dentro de ellas, para reaccionar en contra de ellas, para aprender a partir de ellas, y de ese modo evolucionar. Se trata de una óptica que resulta prácticamente idéntica a las enseñanzas de «Seth», al igual que muchos otros materiales canalizados4.
¿Les suena conocido? Al igual que tantos otros, Ramtha insiste en que debemos aprender a «adorarnos» a nosotros mismos:
La razón por la que estoy aquí es para decirles lo importantes que son. Porque la única forma de entrar al Reino de los Cielos, no es por medio de la adoración a otro sino mediante la adoración del Todo. Y la única manera de llegar a comprender el Todo es desde el propio punto de vista. Y el punto de vista de cada uno se llama Dios y es allí donde se lo encuentra. ¿De qué manera les parece, mis amados, que alguna vez llegarán a ser? ¿Al seguir a otro, mediante la adoración de algo que nunca vieron y que nunca comprendieron? Llegarán a ser al adorarse a ustedes mismos5.
Y desde luego que Ramtha también parece apropiarse un poco del concepto de «semejanza a dios» para beneficio propio:
Yo opto por regresar de esta manera, en forma corporal de mujer, no para demostrar que un hombre y una mujer pueden vivir juntos pacíficamente (pueden hacerlo) sino [para probar] que Dios es tanto hombre como mujer, en forma igual y pareja. [Opto por regresar de esta manera] a fin de no dejarles ninguna imagen que puedan atarse al cuello o colgar en la pared o tallar en piedra, porque siempre los ha caracterizado su adoración a otros6.
Da la impresión de ser psicología inversa. «Pues bien, tienen razón, soy un dios, pero no me adoren. Y hagan lo que hicieren no adoren a nadie más, salvo, por supuesto, al dios que llevan dentro».
Como vemos, ni los entes como Ramtha ni los mensajes que traen tienen nada de novedoso. De paso, Douglas James Mahr, que era el «escriba escogido» de Ramtha y registró las palabras que se citan arriba, se ha convertido a Cristo y ya no cree en el mensaje ni en el poder de «el iluminado».
La astrología dice que nuestra personalidad y nuestra vida están gobernadas por la posición de las estrellas y de los planetas. La mayoría de las personas declara no confiar mucho en la astrología. Sin embargo, todo periódico importante de los Estados Unidos publica una columna de astrología y un horóscopo diario, y ellos no desperdiciarían el espacio si la gente no lo leyera.
La astrología es una forma de leer la suerte que niega sutilmente el poder de Dios. Si la reducimos a su esencia básica, podemos decir que enseña que dependemos de la posición de las estrellas y los planetas en lugar de depender de la gracia y la voluntad de Dios.
Dios mismo se burla de la práctica de la astrología cuando dice por medio del profeta Isaías:
Que se presenten tus astrólogos, los que observan las estrellas, los que hacen predicciones mes a mes, ¡que te salven de lo que viene sobre ti! ¡Míralos! Son como la paja, y el fuego los consumirá. Ni a sí mismos pueden salvarse del poder de las llamas (Isaías 47:13-14).
Además de negar el poder de Dios, la astrología no es verdadera por varias razones más. La más importante de ellas es que toda esa creencia se fundamentó sobre la idea errónea de que las estrellas giraban alrededor de la tierra. También existen grandes desacuerdos entre los astrólogos en cuanto a la índole de los signos del zodíaco, que resultan esenciales para poder delinear el horóscopo de un individuo. Algunos astrólogos afirman que son ocho los signos del zodiaco, mientras que otros insisten en que son doce, otros catorce y otros más en que son veinticuatro.
Obviamente, la astrología es cualquier cosa menos una ciencia exacta.
Algunas personas quedan atrapadas porque parece dar resultado, al menos a veces. Claro que sí. Uno tendría que ser un pésimo adivino para equivocarse siempre. Además, muchos acontecimientos relacionados con la astrología quizá solo se cumplen gracias a las expectativas previas. Alguien se levanta por la mañana y lee su horóscopo, que le comunica que tendrá un día difícil. De modo que se va al trabajo pensando: Estaré muy contento cuando se termine este día. Espera lo peor, y hace que se cumpla. Realiza su trabajo de manera desprolija, piensa que los demás procuran atacarlo, y ante el primer indicio de dificultad, levanta las manos y dice: «¡Ya sabía que hoy sería un día horrible!».
Sin embargo, la razón principal para evitar la astrología es que Dios se opone a ella cuando dice:
Cuando levanten los ojos y vean todo el ejército del cielo—es decir, el sol, la luna y las estrellas—, pueden sentirse tentados a postrarse ante ellos y adorarlos. Esos astros los ha designado el SEÑOR, el Dios de ustedes, como dioses de todas las naciones que están debajo del cielo (Deuteronomio 4:19).
La proyección astral, o «viaje del alma», es la creencia de que nosotros los seres humanos podemos proyectar nuestra alma fuera del cuerpo por voluntad propia. Existen clases en las que a los estudiantes supuestamente se les enseña cómo hacer eso mediante respiración controlada, meditación, visualización y otras técnicas de orientación ocultista.
Al prepararme para el presente libro, miré un video instructivo de una de esas clases. El instructor se reía al comunicarles a sus estudiantes que el viaje del alma era un suceso tan natural para él que a menudo olvidaba llevar consigo su cuerpo. Justamente la otra noche, contaba él, había decidido levantarse de la cama y dirigirse a la cocina para comer algo. Solo que cuando intentó tomar el picaporte, vio que le atravesaba la mano, ahí se dio cuenta de que había dejado su cuerpo acostado en la cama.
Todos sus jóvenes y entusiastas alumnos se rieron, obviamente deseosos de que llegara el día en que ellos también se volvieran expertos en proyección astral.
Pero, ¿es posible realmente tratar al cuerpo como si fuese un sobretodo, y ponérselo o quitárselo a voluntad?
En California un investigador llamado doctor Charles Tart logró resultados mixtos al llevar a cabo experimentos con una mujer que supuestamente era experta en proyección astral. Se le pidió que viajara a otro sector y que leyera un número que se había escrito en un papel.
Solo acertó en uno de cuatro intentos7.
No resulta demasiado impresionante. Sin embargo, el doctor Tart acotó que en cierta ocasión la mujer parecía poder ver la hora en un reloj que no se veía desde donde estaba sentada. Ahora nos referimos a dos de cinco. Eso representa el cuarenta por ciento de efectividad. Aun así no resulta muy convincente.
Nada en la Biblia prohíbe la proyección astral de manera específica. Sin embargo, si es posible juzgar una filosofía por los elementos que la acompañan (en este caso, la comunicación con los espíritus fallecidos y la reencarnación), yo no alentaría a nadie a intentar realizar el viaje del alma. Es una experiencia de tipo ocultista y si se va en pos de ella, se puede abrir la puerta a otras prácticas claramente más peligrosas.
Ya sea posible o no el viaje del alma, creo firmemente que nuestro enemigo tiene la capacidad de crear una ilusión y hacer que parezca que sucedió. Por consiguiente, las personas que van tras esta experiencia tal vez busquen algo que puede resultar un engaño peligroso.
Algunos que creen en la proyección astral señalan sucesos bíblicos en los que Dios de manera sobrenatural trasladó a personas a grandes distancias en un instante. Por ejemplo, en el capítulo ocho de Hechos está el relato de Felipe y la conversión del eunuco etíope. La Biblia dice que después de que fuera bautizado el eunuco, «cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, pero siguió alegre su camino. En cuanto a Felipe, apareció en Azoto, y se fue predicando el evangelio en todos los pueblos hasta que llegó a Cesarea» (Hechos 8:39-40).
De ninguna manera esto puede interpretarse como un viaje del alma. Felipe estaba en un lugar, y luego, al momento siguiente, estaba en un sitio a gran distancia, en espíritu, alma y cuerpo. Viajó el ser entero de Felipe, no solo su alma.
Una vez escuché a un hombre que había sido médico misionero en África contar sobre una experiencia similar. Estaba en su oficina, poniéndose al día con el papeleo, cuando unos aldeanos entraron corriendo y pidiéndole a gritos que fuera rápidamente con ellos porque uno de sus amigos había enfermado de repente. El misionero tomó su maletín y salió apresurado de la oficina y de repente se encontró corriendo en la entrada de la choza del hombre enfermo. En forma instantánea había recorrido una distancia de casi cinco kilómetros.
Los aldeanos que habían llegado para pedir su ayuda luego le dijeron que lo vieron salir corriendo de su casa, pero que después había desaparecido de inmediato. La situación era urgente, de modo que Dios suplió el medio de transporte.
Pero repito, no fue solo el alma de este hombre la que viajó, sino la totalidad de su persona. Y no había buscado la experiencia. Dios se la dio cuando hizo falta.
El yoga puede ser, aunque no siempre lo es, otro componente del paquete de la Nueva Era. Algunos partidarios insisten en que el yoga solo tiene que ver con una serie de ejercicios y meditaciones cuyo propósito es el de mantener el organismo y la mente saludables. Solo se trata de una manera de mantener el estado físico, dicen ellos, y eso ¿qué tiene de malo? Por afuera, nada. Y si una persona se mantiene en ese nivel, probablemente sea poco el daño. Pero los que han estudiado el yoga con detenimiento manifiestan que va mucho más profundo que eso. El yoga verdadero es más que una manera de mantener el estado físico. Es una forma de adoración hindú.
El diccionario MSN Encarta, en línea, expresa que el yoga es «una disciplina hindú que promueve la unidad espiritual con un ser supremo por medio de un sistema de posturas y ritos»8.
Douglas Hunt, en su libro a favor del ocultismo Exploring the Occult [Exploración de lo oculto] manifiesta: «El término yoga significa prácticamente lo mismo que la palabra yugo en español, y es un sistema cuyo propósito es el de crear un enlace entre lo humano y la fuente de su ser. En otras palabras, tiene casi exactamente el mismo significado que la palabra religión que también procura unir al hombre con su Amo»9.
Uno se pregunta a cuál Amo se refiere.
Este autor se lamenta de que los occidentales no siempre perciban los «beneficios» religiosos que ofrece el yoga y de que «rara vez alcanzamos a ver algo más que el aspecto físico o material de las cosas»10.
Sin embargo, el negarse a mirar los aspectos religiosos del yoga no hace que desaparezcan. Si alguien me dice: «Yo sé que el yoga incluye la adoración a dioses hindúes, pero no tomo eso con seriedad, así que para mí está bien», yo le respondo: «Quizá tengas razón». No obstante, si uno profundiza más, y se fija en la raíz de esa práctica, resulta imposible pasar por alto el hecho de que el yoga está directamente conectado con dioses falsos, y que por esa razón puede resultar potencialmente dañino.
Por ejemplo, uno de los aspectos más importantes del yoga es vaciar la mente mediante la meditación.
A diferencia de la meditación bíblica, en la que se nos estimula a llenar la mente de Dios y su Palabra, la meditación oriental nos alienta a vaciar la mente.
Y esa es una diferencia enorme.
Permítame contarle acerca de Mark.
Al igual que muchos de nosotros, llevaba una vida agitada, acelerada, pero nunca lograba ponerse al día con todo. Estaba tan agobiado por el estrés que solo conseguía dormir unas pocas horas por noche. Perdió el apetito. Tenía una constante presión sobre el pecho y ardor en el estómago.
Un compañero de trabajo le sugirió que probara con la meditación oriental. Su amigo le dijo que él mismo lo hacía y que eso le traía calma, le proporcionaba una óptica positiva, y que lo había ayudado a sobrellevar las frustraciones diarias.
Le pareció fantástico. Pese a que Mark recordaba algo acerca de que esta forma de meditación incluía prácticas religiosas «místicas», no tuvo reparo en probar. Estaba dispuesto a intentar cualquier cosa, y pensó que la meditación con seguridad sería mejor que una dosis diaria de Prozac.
Mark descubrió que la meditación era exactamente como su compañero de trabajo le había dicho. Casi de inmediato se sintió renovado y relajado. Meditaba tantas veces como le resultaba posible, incluso en el trabajo. Cerraba la puerta de su oficina, recitaba su mantra, y dejaba atrás sus preocupaciones. A pesar de que Mark era un cristiano devoto, se preguntaba cómo había logrado sobrevivir antes de descubrir la meditación.
En sus momentos de mayor y más profunda paz, sentía que había establecido contacto con espíritus benevolentes que provenían de más allá de este mundo, seres que eran bellos, amorosos, y estaban llenos de gozo y paz.
Llegó un punto en el que a Mark le resultaba fácil deslizarse hasta un estado como de ensoñación. Era casi como un trance.
Y allí fue que tuvo la visión.
En una tarde tranquila y silenciosa, estando a solas en la sala de su casa, Mark tuvo un encuentro con algo maligno, algo que lo había estado esperando en las profundidades de su experiencia de meditación.
Dije que fue una visión. Mark no estaba tan seguro. A él le pareció que la criatura de repente se había hecho presente en el cuarto junto a él, instándolo a que profundizara cada vez más en ese estado que se asemejaba a un trance, burlándose y desafiándolo a que intentara recuperar el control de su vida.
—Tuve conciencia—me dijo—de que caía en las manos de alguien que yo ni siquiera deseaba que me tocara.
—¿Fue Satanás?—le pregunté.
—Si no lo era, se le parecía bastante.
—¿Por qué la «criatura» escogió ese momento para revelarse?
—No tengo idea. Quizá supusieron que estaba tan ido que me tenían completamente tomado, de modo que no perderían nada al revelarse a mí.
—¿Ellos?—le pregunté.
—Los que están detrás de todo este asunto—dijo él—. Satanás y sus demonios.
Se trata de una moda que va y viene. ¿Son peligrosos los cristales?
No más que la habitual pata de conejo o el trébol de cuatro hojas. Pero pueden revestir gran importancia en el mundo de la Nueva Era y se supone que atraen energía positiva, aportando salud y suerte.
Nada de que sorprenderse.
Los cristales han sido una parte importante del ocultismo desde hace siglos. Todo adivino que se precie de serlo, tradicionalmente ha tenido una bola de cristal para «revelar secretos» acerca del futuro.
Supongo que es fácil entender por qué los cristales tienen tanto atractivo. Son bellos. Son geométricamente perfectos. Pueden refractar la luz blanca convirtiéndola en un despliegue reluciente de colores. Pueden convertir la energía de radiofrecuencia en energía de audiofrecuencia. Y con ellos se fabrican bellas copas.
Pero no son mágicos.
He estado en países sudamericanos y africanos en los que los pobres cuentan con toda suerte de amuletos y piezas de buena suerte en los que depositan su esperanza y su confianza. Podemos llamarlos superstición. Podemos llamarlo algo primitivo. ¿Pero acaso esos artículos no podrían ser también cristales?
Ahora bien, eso todavía no indica que el interés de la Nueva Era en los cristales tenga algo de malo, ¿no es cierto?
No.
El problema es que alguien tenga la esperanza de que un cristal lo proteja, lo mantenga saludable y lo haga prosperar, porque le está concediendo al cristal un lugar en su vida que solo Dios merece. Se ha convertido en una especie de ídolo, y todos tenemos una idea bastante aproximada de lo que siente Dios con respecto a los ídolos.
Al igual que los cristales de los que hemos hablado, la percepción extrasensorial y la investigación psíquica pueden juzgarse según los elementos que las acompañan. Por lo general se las agrupa con cosas como la adivinación y la comunicación con los espíritus. Por consiguiente, el interés por la percepción extrasensorial invariablemente conducirá a un interés por otras cuestiones más profundamente ocultistas.
Cuando realizaba una investigación para mi novela, Threshold [Umbral], me asombró la cantidad de tiempo y dinero que los científicos dedicaban al estudio de la percepción extrasensorial. Solo la CIA había gastado más de veinte millones de dólares y dedicado más de veinte años a la investigación. En muchos casos los resultados fueron bastante impresionantes, comprobando mediante la ciencia lo que nosotros ya sabemos por la fe: que existe un mundo sobrenatural.
Esa es la buena noticia. La mala es que lo que ocurre con mayor frecuencia es que esos hombres y mujeres bien intencionados entren al mundo del ocultismo sin siquiera darse cuenta.
Nunca olvidaré la visita que realicé a uno de los principales laboratorios de investigación psíquica del mundo mientras llevaba a cabo un exhaustivo estudio de percepción extrasensorial. Allí, en el centro mismo de su experimento, estaba apoyado un tablero Ouija. (Véase capítulo 6).
La percepción extrasensorial, la investigación psíquica y otros escarceos con el ocultismo, sean cuales fueren nuestras intenciones o nuestro intelecto, constituyen emprendimientos riesgosos. Y mi consejo a esas personas es el mismo que les doy a todos los demás: ¡No participen!
Si jugamos con el fuego del diablo, a la larga nos quemaremos.
Existen muchas otras creencias y prácticas que se agrupan bajo el encabezamiento de Nueva Era. Pero la última que deseo tratar es el universalismo, la creencia de que todas las religiones en última instancia conducen a Dios y que a la larga todos se salvarán. Las personas que se adhieren a tal creencia consideran que el cristianismo tradicional es divisivo y de mentalidad estrecha. Yo comprendo su postura. Pero cuando se trata de establecer si creo en lo que marca la tendencia de última moda o en lo que dice Jesucristo mismo, yo decido poner mi confianza en el hombre que se levantó de entre los muertos (y levantó a otros tres también), y al que la mayoría de las personas considera como uno de los más grandes maestros de todos los tiempos.
Y, según él, solo hay un camino que lleve al cielo:
Yo soy el camino, la verdad y la vida—le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí (Juan 14:6).
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna […] El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios (Juan 3:16, 18).
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás (Juan 11:25–26).
Más claro, imposible.
Por lo tanto, ¿qué hemos aprendido acerca de la «Nueva Era»? Sencillamente que no tiene nada de nuevo.
En el mejor de los casos, se trata de una campaña de mercadeo, un intento de tomar algunas de las tretas más antiguas y disfrazarlas con paquetes nuevos y resplandecientes. En el peor de los casos, tiene que ver con algo que proviene de nuestro enemigo, el padre de la mentira, que siempre procura encontrar una nueva perspectiva para robar, matar y destruir.