19

—¡Dame eso!

—¡K!

—Ah, ¡no mames! ¿El güey te escribe? ¿Quemo los boletos de la rifa?

—No es para tanto.

—¿No? ¡No chingues! Tiene años que el único hombre que te escribe un whatsapp es tu papá. —Luna entornó los ojos.

—¿Ya acabaste de violar mi privacidad?

—Güey, la privacidad entre besties es como los unicornios: suena bonita, pero no es real.

«Ahí te veo», tecleó Karen en el chat.

—¿Ves? soy tan buena fingiendo ser tú que hasta escribo mensajes en ñoño.

—¡Vete a la mierda! Ándale, empínate el café, que se nos hace tarde.

—¿Prisa por ver a Bruno bebé?

—¡Ya párale!

Ese día todo fue risas trayecto a la escuela. Karen analizaba pieza por pieza a Bruno. Sus ojos, sus brazos, su ropa. Luna pensó que era absurdo: si acaso lo había visto de lejos un par de veces, no podía tener tantos detalles.

Lo cierto era que se levantó temprano, descansada por primera vez en mucho tiempo y de buen humor. Cuando Eric la dejó en el claro y ella se cansó de hacer berrinche, se recostó de nuevo bajo el manzano. Esta vez, donde él había estado segundos antes. Miró las partículas de polvo danzar en la luz.
Algunas flores caían desde las ramas describiendo rutas aleatorias. Se quedó dormida antes de notarlo y no supo de sí hasta que sonó la alarma del celular. ¿Es posible quedarse dormida en sueños?, se preguntó al tiempo que se prometía hablarlo con Eric la próxima vez. ¿Habría una próxima vez? Estaba deseando que fuera de noche para comprobarlo. Caminante de sueños. La frase llegó de golpe a su memoria desencadenando más preguntas. Se sintió tonta por haberlo olvidado. Ese golpe de aprehensión la devolvió a la realidad de forma poco amable. ¿Se lo estaba imaginando todo? Luna se enfurruñó. Karen seguía hablando de Bruno, o más bien del trasero del muchacho.

—Llegamos.

—Te veo luego, K.

—Tienes que contármelo todo, campeona.

—Obvio sí, pero ni te emociones, sólo son mensajes.

—Lu, cualquier cosa es avance. Me da culo que ya te haya vuelto a crecer el himen.

—¡Babosa!

K respondió apretando el pulgar y el índice en un círculo pequeño frente a la cara de Luna mientras ella se bajaba del auto. Lu contraatacó mostrándole el dedo medio para luego cerrar la puerta y perderse entre los autos.