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—Matapasiones mil, ¿eh?
Karen tuvo que hacer un esfuerzo para respirar. Era como si además del aire sus besos le hubieran robado la vida. Miró su celular como si quisiera fundirlo. Maldijo el momento en que a Luna le pareció divertido cambiarle el tono de notificaciones por el de una flatulencia. Tenía que sonar, justo en ese momento. Las mejillas se le volvieron color escarlata pero Mauricio no lo notó, estaba muy ocupado fajándose la camisa. No supo qué responderle. Si no hubiera sentido las manos del chico en su cuerpo apenas unos segundos antes podría jurar que no era ella, esto no estaba pasando.
—Igual ya es tarde. Nos vemos luego.
Mauricio se encaminó a la puerta mientras Karen se quedaba estática en el sillón viéndolo alejarse. ¿Qué chingados me está pasando? No podía sacarse de la cabeza el asunto de Bruno. Había sido mil años antes, en la prepa. Intentó volver a trazar sus movimientos desde la primera vez que se lo topó en el estacionamiento de la facultad: Bruno de la Vega. Él, de entre todos los malditos juniors de la ciudad. ¿En serio le había ayudado a tener entrada con su mejor amiga?
No es la primera vez que le pones a una amiga en bandeja de plata. Recordarlo la hizo sentir asqueada. Corrió a su cuarto, se quitó toda la ropa y la arrojó a la basura. Se imaginó a Andrea retorciéndose en su tumba, luego deseó que ardiera en el infierno. Se metió a la regadera, el agua le quemaba la piel. No le importó. Se talló como si quisiera desprenderse de ella a tirones. La voz de su amiga regresó a ella desde sus recuerdos: «Cógete a media prepa, K, pero no te acerques ni de chiste a de la Vega, ¿me oyes?».
«Perra», replicó K entre dientes. De verdad había sido injusta con Andrea. Sí, era una perra, tanto para mal como para proteger a la gente importante para ella. ¿Te importé en serio, Andrea? ¿Y Amanda? Le emputaba que la muerta tuviera razón: Bruno era tóxico. Quería contarle toda la verdad a Luna. Arriesgarse al milagro de que Lu le perdonara dos veces el mismo pecado. Sería como la primera, de todas formas ni se acuerda. Cerró la llave y se tiró de espaldas en el suelo. Soy una mierda de persona. El coraje que sentía contra Andrea se trasladó a su hermana. ¿Por qué tenía que ser tan inocente? Si no fuera una cosita rota e ingenua sería más fácil. La primera vez no fue por malicia, después de todo. Andy le dijo que era por el bien de Lu.
—Prefiero romperle el corazón de una vez, K. Eric no es bueno para ella, si hubiera puesto más atención nada de esto sería necesario. No es justo, pero te necesito.
¿Cómo no creerle? Para Andy lo más preciado en el mundo era su hermanita. Pero, ¿y esta vez? ¿Cuál era su justificación? Pensó en lo que le diría a Luna y de inmediato supo lo pendejo e irreal que sonaba:
—Luna, eres como mi hermana, quería decírtelo todo desde un principio, güey. Pero, no mames, cada que trataba mi cerebro era incapaz de reaccionar. Quise decirte que lo mandaras a la verga y nada, yo apendejada como si me hubieran dado toloache. Bruno es veneno, Lu. Peor: una puta droga.
Derrotada, se levantó del piso y se fue a la cama. Dime con quién andas… A lo mejor ella era todavía peor que Bruno por guardarle el secreto. Lo mejor era alejarse de Luna por lo sano antes de que el madrazo fuera peor para todos.
Necesitaba poner su mente en orden. Se preparó un café bien cargado y se puso a hacer la tarea. Los cálculos eran su mundo: uno donde sabía qué esperar y todo tenía sentido.