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—Luna, ¿quieres ser mi novia?
Lu dio un respingo en el asiento. Sentía la cara hinchada y, aunque había dejado de llorar hacía rato, sorbía mocos a ratos. El auto le parecía más pequeño que nunca. La loción de Bruno lo impregnaba todo y su camisa era un monstruo de arrugas y humedad. No mames. Luna se recriminaba por no estar segura de si eran lágrimas, mocos, baba o todas las anteriores. Se imaginó roncando, apoyada en el pecho de Bruno. ¡Trágame, tierra! Él inclinó la cabeza y la miró fijo.
—No tienes que contestarme ahorita, piénsalo si quieres.
—Es que yo…
—Luna, estoy aquí para ti, dame al menos una oportunidad para demostrarlo.
La angustia era tanta que Luna quiso llorar de nuevo, pero sólo le ardieron los ojos. Había agotado su dotación de lágrimas. No supo en qué momento se había quedado dormida, pero sí que a esas alturas ya había perdido la mitad de las clases y que, para cuando llegara a la facultad, faltaría sólo una hora para el final de la jornada.
—Perdón, te cagué el día.
—No te preocupes, no me perdí nada importante. ¿Estás bien? Te invito a comer.
—Gracias, pero no, mejor me regreso a mi casa. Siento lo de tu camisa. —Luna recogió su mochila del suelo y se giró para abrir la puerta.
—Oye, mejor te llevo a tu casa, es que no te ves…
—¿Cuerda? —La humillación abrió paso a la furia en la voz de Lu.
—Iba a decir bien, Luna.
—Ah.
Al final aceptó el viaje de regreso. La tensión en el vehículo creció, Luna casi la sentía posarse en sus hombros, aplastarla. ¿Te tenías que poner así de intensa? Estaba segura de que Mairead habría reprobado esa dejadez, Andrea también. Ellas eran mujeres fuertes, sabían establecer límites, recomponerse de golpe. Andy había sufrido mucho en la prepa y siempre se mantuvo firme, nadie la habría creído capaz de…
El alivio envolvió a Luna cuando se bajó del Jaguar. Bruno se ofreció a acompañarla, ella declinó. «Los límites se establecen un paso a la vez, Luna», recordó que le había dicho Violeta. Se preguntó si llamarle para una sesión de emergencia; lo descartó, estaba demasiado cansada como para aguantar una hora de terapia. La ansiedad aumentó mientras tomaba el ascensor. Necesitaba hablar con alguien. Apenas entró al departamento marcó el número de Karen y le contó todo lo ocurrido.
—¿Y entonces? ¿Te aplaudo o qué pedo, cabrona?
—¡K, no chingues! —Se dejó caer en la cama.
—Bueno, ¿te dejo que sufras o te digo qué hacer? ¡Nah! A la verga, te digo porque obvio necesitas ayuda: dile que sí.
—¿A Bruno?
—No, al barrendero, pendeja. ¡Obvio que a Bruno!
—¿Estás segura?
—Te estás cagando de miedo —soltó K en tono burlón.
—Con todo lo que está pasando no es para menos.
—A ver, vamos por partes. Los locos que te persiguen están en tu cabeza.
—¡Tengo marcas, Karen!
—A lo mejor te enredaste en las cobijas o te caíste de la cama, no sería nuevo.
—Bueno, pero…
—Na, na, na, con peros a quien te los crea: eso lo tienes que hablar con tu loquera. Aquí lo único que hay es una niña miedosa que no acepta que por fin un buen tipo se fijó en ella.
—Si quisiera a Bruno no estaría soñando con…
—¿Eric? ¿El vato que no existe? ¡No mames, Luna! Es pura evasión, hasta yo lo sé y no soy tu doctora.
—No sé si quiero algo con Bruno, K. Me da mal rollo la insistencia en que las cosas se pongan serias.
—¿Serias? No chingues Luna, no es como que te cases mañana. No intensees. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que duren como dos semanas y se corten a la verga?
—Es que…
—Nada, lárgate a dormir y cuando se te baje lo loca hablamos. Además no tardan en pasar por mí.
—¿Quiénes?
—Quién, uno, Mauricio. Ya sabes: hay gente funcional que sí sale con hombres y tiene relaciones.
—Los fuck friends no son relaciones.
—Podrían serlo. Duerme y pórtate como una persona cuerda, ándale. Te quiero. Chau.
Para dormir, Luna necesitaba ayuda: lo sabía bien al tomar una de las píldoras. Desechó la idea de usar más. Había calculado en su mente una y otra vez cuál era el límite correcto y cuál la cantidad que la reuniría con Andrea. A veces fantaseaba que caía en un profundo coma unos meses y, cuando despertaba, la vida se había arreglado sola, al fin podía ser feliz.